Memorias de la lucha Sandinista

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SANDINISMO Y MOVIMIENTOS POPULARES

EN LA ENCRUCIJADA1



Tras casi 20 años de lucha guerrillera y clandestina, inicialmente en las montañas del norte del país, que asume luego un énfasis insurreccional en las ciudades, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), se convierte en el mayor movimiento social que ha conocido nuestra historia, al combinar la lucha política, la lucha social y la lucha militar, hasta llegar a ser una formidable fuerza popular victoriosa que vence política y militarmente a la dictadura militar somocista, sostenida durante más de 40 años por el imperialismo norteamericano.


El 19 de julio de 1979, triunfa la Revolución Popular Sandinista. Con esta victoria se derrocó a la dictadura militar somocista, se cierra una de las páginas más tristes de la historia nacional y se abren las oportunidades a todos los sectores sociales de construir una Nicaragua, con Independencia Nacional, Democracia Popular y Justicia Social.


No pocas de las transformaciones iniciadas a partir de esa victoria permanecen aún, aunque algunas de ellas persistan tan sólo como referencias inolvidables de un acumulado histórico innegable. En esa amalgama de pasado y presente, de lo que es y lo que fue, eclosionan:


-La apertura a la democracia formal, aún con sus limitaciones, como hecho indudable.


-La conquista de la dignidad e independencia nacional, trasformada entonces en cultura popular.


-La conciencia de los derechos de las mujeres, que comenzó por la conciencia de la autoestima en miles de nosotras.


-La abolición de los órganos represivos, al servicio de la dictadura y la construcción de instituciones profesionales y constitucionales para la defensa y orden interno.


-La democratización de la propiedad, aquella que los procesos de contrarreforma emprendidos no ha podido revertir de manera absoluta.


-El desarrollo de una cultura de solidaridad y fraternidad, expresada masivamente en la Cruzada Nacional de Alfabetización.


-La poesía, el canto, la música, la pintura, la danza, que florecieron en medio de la agresión y la guerra: ¡fructificó la esperanza!


-El desarrollo de masivas organizaciones populares y sociales.


-El resurgimiento del antiimperialismo sandinista y el internacionalismo.


-El establecimiento de un Estado promotor de los derechos sociales básicos de la población.


La contrarrevolución, animada y sostenida por el gobierno de Estados Unidos, con su estrategia de “guerra de baja intensidad”, afectó de manera profunda los objetivos inicialmente proclamados por la conducción revolucionaria y fue factor determinante en la derrota electoral que sufrió el FSLN, en febrero de 1990.


En la lucha contra la dictadura no fue posible desplegar la organización reivindicativa del pueblo, debido a la represión. Sin embargo, sectores como el magisterio, los obreros de la construcción, las organizaciones del campo, de mujeres y de manera especial organizaciones de estudiantes universitarios y de secundaria, pudieron llevar a cabo, en medio de la más cruda represión, luchas sociales que fueron predecesoras de la explosión de una robusta organización popular que se experimentó en la década revolucionaria: sindicatos sandinistas de la ciudad y el campo, movimientos comunales en los barrios, organizaciones estudiantiles, una organización nacional de mujeres y, hasta organización de niños sandinistas, constituyeron, entonces, el tejido del Movimiento Social en el poder.


A riesgo de simplificaciones, hay que decir que toda esta organización popular, se concibió como instrumento de una estrategia de defensa de la Revolución, que tenía como elemento central la conducción político-estatal de la vanguardia, el FSLN. De esa forma, las organizaciones populares no se pudieron desarrollar de manera autónoma para que sus intereses particulares pudieran ser reivindicados frente al Estado Revolucionario, con su propia fuerza.


Quizás la organización que logró construir cierto espacio para sus propias reivindicaciones fue la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG), que aglutinaba a pequeños y medianos campesinos. Correspondió a la UNAG actuar en los sectores rurales del país, tal vez, porque era precisamente el escenario principal de las confrontaciones con la contrarrevolución que contó con la cooperación de una importante parte del campesinado nicaragüense.


Asimismo, sectores de mujeres, influidos por el feminismo, empezaron a reivindicar su autonomía desde mediados de los años 80, logrando constituirse después de la derrota del 90, en uno de los movimientos sociales autónomos más importantes de la siguiente década.


La derrota electoral y el proceso de transmutación del FSLN


La derrota electoral del FSLN en 1990, coincidió con un proceso de reflujo de las ideas y de los procesos revolucionarios en todo el mundo. En ese contexto, aquella derrota fue asumida por los dirigentes y militantes sandinistas con variados niveles de comprensión.


A riesgo de simplificarlos, diríamos que para unos significó el aniquilamiento de las posibilidades de construir una sociedad más justa y el fin de la utopía. A partir de esa perspectiva, iniciaron un recorrido de “ajustes a la realidad”, camino que desembocó para algunos en la claudicación. Para otros, la derrota fue un revés en el camino de la lucha que, aunque estratégico, no significó el cierre de las esperanzas, el fin de la utopía o un punto final a las luchas por la construcción del otro mundo posible, ése que algunos seguimos llamando socialista.


Después de la derrota del 90, la mayor parte del sandinismo se propuso resistir el proceso de restauración del régimen oligárquico. Sin embargo, esta voluntad no fue expresada ni en un programa ni en una estrategia, ni siquiera en tácticas a seguir. El enfrentamiento de las complejas coyunturas de aquellos años, impuso la lógica de priorizar las tareas inmediatas, postergando la urgente tarea de crear una nueva visión estratégica.


Al pasar los años, los objetivos inicialmente proclamados fueron diluyéndose en la práctica y, como ha escrito recientemente Humberto Ortega, del “radicalismo” pasamos al “realismo político”.


Las luchas en defensa de la propiedad ̶ las tierras y las fábricas entregadas apresuradamente a campesinos, trabajadores y cooperativistas-, adquirieron relevancia. Sin embargo, y lamentablemente, esas luchas sirvieron para encubrir la apropiación indebida de medios y bienes –popularmente bautizada con el nombre de “la piñata” (repartición) ̶ que hicieron algunos dirigentes sandinistas para su beneficio personal. Esta “piñata”, debilitó la indiscutida fuerza moral y ética que hasta entonces tenía el sandinismo.


Con la derrota electoral se diluyó también la conducción colectiva. Daniel Ortega, quien se mantuvo a la cabeza del Partido, fue convirtiéndose en el principal y casi único representante del FSLN, y en el negociador de todas las luchas sociales. Por su parte, el movimiento social, que no estaba en capacidad de representarse a sí mismo, acostumbrado a depender de la dirección de “la vanguardia”, carente de autonomía y personalidad política propia, terminó siendo mediatizado por los intereses políticos del núcleo “danielista”, penetrado ̶ a su vez, ̶ por los intereses económicos del emergente “Bloque de Empresarios Sandinistas”.


Las organizaciones populares que al inicio hicieron esfuerzos de resistencia al proceso de contrarrevolución e implantación del neoliberalismo en el país, terminaron muy pronto sometidas a los imperativos políticos impuestos por la dirección del FSLN, concentrada en la figura de su Secretario General, Daniel Ortega.


Así, las luchas de carácter popular, pasaron a ser controladas por intereses políticos, no siendo el resultado de la dinámica propia de los sectores sociales. En las luchas se incluyeron demostraciones artificiales de fuerza, que pasaban rápidamente a la confrontación con métodos violentos, lo que anulaba las posibilidades de masificar y legitimar la resistencia popular al neoliberalismo, porque los métodos de lucha eran rechazados por los ciudadanos no organizados.


Cada una de estas confrontaciones violentas concluía con las negociaciones directas de Ortega con el gobierno de Violeta Chamorro, sustituyéndose así la legitimidad de la lucha y el liderazgo de sus dirigentes populares por el liderazgo de Ortega y la priorización de sus particulares intereses. Esta dinámica duró varios años; 1997 marca el punto de agotamiento de las luchas populares que, una y otra vez instrumentalizadas desde arriba, se evidenciaron ineficaces para lograr algún resultado significativo para los intereses de la gente.


Pactos, componendas y reparto de puestos de poder


Daniel Ortega, en el Congreso Sandinista de 1998, en un contexto estremecido por las acusaciones de violación sexual interpuestas por su hijastra Zoila América Narváez, selló su viraje hacia la derecha, dando todo su respaldo a la corriente derechista del FSLN, constituida por el “Bloque de Empresarios Sandinistas”, lo que incrementa sustantivamente las cuotas de poder que ya tenía al interior del FSLN.


En su alocución de cierre de aquel Congreso, Ortega, de manera unilateral e inconsulta, anunció su decisión de deponer la lucha popular para emprender el camino de la transacción y los pactos, camino que ya había iniciado en 1997 negociando con Arnoldo Alemán ̶ recién llegado al gobierno ̶ la Ley de la Propiedad Reformada, Urbana y Rural.


Este viraje de Daniel, se expresó primero marginando a los principales dirigentes de la corriente Izquierda Democrática, congelando la lucha popular y la lucha ideológica. Progresivamente optó por sustituir la lucha social por la lucha por los espacios de poder.


Daniel Ortega reemplazó la lucha cotidiana por el electoralismo. La lucha popular por el Pacto. La utopía por el pragmatismo. El llamado realismo político ocupó el lugar de la conciencia crítica. El sacrificio de la dirección colectiva por la promoción exclusiva de su liderazgo. Sustituyó en la dirección del Partido a cuadros político-ideológicos por empresarios sandinistas. Sin ofrecer resistencia, favoreció desde el Parlamento las políticas de privatizaciones, la legislación que restauraba la plenitud de la Economía de Mercado.


A partir de ese año se inicia un proceso de transacción con Arnoldo Alemán Lacayo, el político más corrupto de la historia nacional y con su Partido Liberal Constitucionalista (PLC). El proceso concluyó con un Pacto entre las cúpulas políticas del FSLN y del PLC, que desembocó en una nueva y antidemocrática Ley Electoral y en reformas a la Constitución de la República para aumentar los altos cargos del Estado, repartidos luego por Alemán y Ortega entre sus allegados.


A partir de entonces se agudizan y hacen evidentes las contradicciones existentes entre la facción pactista del FSLN, encabezada por Ortega, con diputados sandinistas en la Asamblea Nacional. Víctor Hugo Tinoco y yo misma cuestionamos firmemente el Pacto, pero mientras avanzaba en componendas y repartición de prebendas con Alemán y la derecha, Ortega aplicó la represión interna, las purgas al estilo estalinista y todo tipo de maniobras para aniquilar cualquier expresión crítica en el seno del FSLN.


A nuestro juicio lo más grave del Pacto FSLN-PLC, fue el compromiso asumido por Ortega, de desmovilizar las fuerzas sociales y neutralizar cualquier lucha popular. Con el Pacto se terminaron todas las resistencias a las privatizaciones, a las políticas del Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y a las diversas expresiones de los planes de ajuste estructural.


El Pacto se expresó también, aunque calladamente, en numerosas negociaciones subterráneas en torno a la propiedad. Con ellas se incrementó el capital del emergente grupo económico sandinista, el llamado “Bloque de Empresarios”, integrado también por ex-dirigentes obreros y campesinos, que ya para entonces usufructuaban propiedades negociadas en los “Acuerdos de Concertación” con el gobierno de Violeta Chamorro y ahora repartidas en el pacto con Alemán.


Estas oscuras negociaciones permitieron también, sin ninguna denuncia u oposición del FSLN, que Arnoldo Alemán desplegara la corrupción más galopante nunca antes vista en Nicaragua. Así creció el nuevo grupo económico emergente liberal liderado por Alemán, el nuevo socio de Daniel Ortega.


Con la exclusión y el aislamiento de líderes históricos del Sandinismo y con la supresión de la conducción política colectiva, las bases sandinistas, desprovistas de información adecuada, de educación política, carentes de entrenamiento para el debate y huérfanas del instrumental ideológico para enfrentar las nuevas condiciones nacionales, terminaron asumiendo como único líder al Secretario General del FSLN, Daniel Ortega. Están ahí las causas más inmediatas del caudillismo que hoy ostenta.


Estos nuevos rumbos políticos estremecieron la ética sandinista. Los corruptos arnoldistas se convirtieron en los mejores y más firmes aliados del orteguismo. La lealtad a la causa fue reemplazada por la lealtad y el culto a la persona. Los símbolos de lucha rojinegros desaparecieron de las plazas públicas y fueron sustituidos por un color rosa pálido, y el Himno del Frente Sandinista de Liberación Nacional dejó de entonarse en las clausuras de los actos masivos.


El fetichismo religioso sustituyó al laicismo. Daniel estableció el principio de que sin él, como candidato presidencial, sobrevendría el caos para el FSLN, y el enmascaramiento ideológico ̶ como imperativo del marketing electoral ̶ se estableció como política permanente del Partido.


El gobierno pro-yanqui de Enrique Bolaños


Este proceso, iniciado durante el gobierno de Violeta Chamorro (1990-1995), agudizado por el pacto con el PLC durante el gobierno de Arnoldo Alemán (1996-2001), encontró al FSLN en estado de descomposición en el año 2001, cuando llega al gobierno el liberal Enrique Bolaños (2002-2006).


Bolaños, aunque ganó las elecciones dentro del PLC, a la sombra y gracias al “dedazo” elector de Alemán, se enfrentó inmediatamente a su protector y benefactor político, acusándolo por corrupción. Daniel Ortega aprovechó la situación de inestabilidad que esta decisión creó y, en vez de asumir a fondo la lucha contra la corrupción encarnada en Alemán, escogió el camino de “jugar a tres bandas”, es decir, pactar con Bolaños o con Alemán según conviniera a sus intereses.


Todo esto explica por qué, a pesar de las grandes presiones de las bases sandinistas, y de la población en general, las posiciones de la dirección del FSLN ante la corrupción de Alemán y de su gobierno, fueron prácticamente inexistentes. No fue hasta que Ortega logró pactar con Bolaños el control del Parlamento y otras prebendas, que el “danielismo” ̶ y no el sandinismo ̶ dio sus votos para suspenderle la inmunidad a Alemán. Fue hasta entonces que Ortega dio la orden a una jueza sandinista para que dictara contra Alemán una sentencia condenatoria.


La permanente intromisión del gobierno de Estados Unidos en el escenario político de Nicaragua, el odio visceral del presidente Bolaños contra el sandinismo y su actitud sumisa ante el gobierno de George Bush, fracturaron el precario equilibrio del Pacto Ortega-Bolaños y favorecieron, con nuevos bríos, el “repacto” Ortega- Alemán.


Ortega no tuvo, en esa ocasión, ningún reparo para “repactar” con su socio, Arnoldo Alemán quien ̶ para entonces ̶ había sido condenado a 20 años de “prisión” por los delitos de malversación de fondos públicos, peculado, asociación ilícita para delinquir y lavado de dinero.


Alemán, gracias a sus amarres políticos con Ortega, cumple su condena en su cómoda casa-hacienda cafetalera “El Chile”, ubicada en el municipio capitalino de El Crucero, bautizada por Alemán como su “república independiente”.


Hasta esa particular prisión, casa-hacienda cafetalera, llegaron innumerables veces Daniel y sus allegados a reunirse con Alemán, y en la borrachera de su maridaje político ambos firmaron nuevos “acuerdos estratégicos” (¡con un reo condenado a 20 años por robo descarado del erario público!). En enero del año 2004, una de esas reuniones quedó plasmada, como prueba imborrable del contubernio, en una ignominiosa fotografía que es y será ícono de la traición a los ideales del sandinismo.


Los compromisos entre Alemán y Ortega van hoy más allá de lo que aflora a luz pública: el reparto de todos los puestos públicos importantes, el reparto de sentencias judiciales ̶ una para vos, otra para mí ̶ , el reparto de fondos desde la Asamblea Nacional ̶ uno para vos, otro para mí ̶ , el reparto de leyes, el reparto de jueces y magistraturas.


Esta repartidera la realizan con un descarado despliegue de poder inmune e impune, como una forma de sembrar el temor generalizado. Hoy, las decisiones de todas las instituciones del Estado en Nicaragua, penden de manera directa de la voluntad de Alemán o de Ortega. Ambos caudillos imponen su voluntad al margen de la justicia y de las leyes. La percepción compartida de la mayoría de los nicaragüenses es que estamos en manos de dos grupos mafiosos.


Y es que en realidad a través de la estrategia del Pacto, el danielismo está en el poder. Se repartieron buena parte de las propiedades otrora del Área Propiedad del Pueblo, se repartieron a partes iguales la Corte Suprema de Justicia, el Consejo Supremo Electoral, la Contraloría General de la República, además de la presencia en el directorio de la Superintendencia de Bancos, del Instituto de la Vivienda, del Ministerio Público, de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos. Controlan las Salas de Apelaciones y a la mayoría de los jueces, propietarios y suplentes, del país. ¿Para qué ha servido ese poder? ¿En qué ha beneficiado al pueblo?


Lo que vemos todos los días es que absuelven a los corruptos más corruptos que hemos tenido, como Byron Jerez, de quien se dice que “pagó” una millonaria tajada por los ocho fallos que lo absolvieron por delitos asociados a actos de corrupción, como la construcción de una terraza veraniega con fondos provenientes de la cooperación internacional destinados para las víctimas del huracán “Mitch”, el que en octubre de 1998 provocó al menos 3,800 víctimas mortales en nuestro país, de las cuales más de 2,000 habitaban en varios pueblos sepultados bajo una gigantesca avalancha de lodo que bajó desde el volcán Casita, en el Occidente del país, como resultado de las lluvias generadas por el fenómeno natural.


Diariamente salen libres narcotraficantes por fallos de jueces de reconocida militancia “danielista” o “arnoldista”, y altos magistrados judiciales, puestos por el danielismo, salen vinculados a los más deplorables casos, como la pérdida de 600.000 dólares incautados al narcotráfico internacional, los cuales permanecían en una cuenta bancaria bajo resguardo de la Corte Suprema de Justicia.


En ese esquema de poder compartido, Daniel Ortega cierra espacios democráticos, persigue y castiga a quienes no piensan como él, usando su influencia y control en órganos como el Poder Judicial.


El caso más patético ha sido el del Comandante Henry Ruiz (Modesto) y otros compañeros que fueron condenados a un año de cárcel (condena que no se han atrevido a ejecutar), sólo por dar su expreso apoyo a Herty Lewites, en su legítima aspiración de convertirse en candidato presidencial sandinista. Pero también hay muchos otros, como las amenazas a la propiedad y al empleo de los sandinistas que no respalden la candidatura de Daniel.


A esta trágica situación hay que sumar que muchos de los actuales dirigentes del FSLN, se han “convertido” a grupos religiosos fundamentalistas y supersticiosos, haciendo de la militancia política y de la magia religiosa, una confusa mezcla en la que los delitos se transmutan en pecados y el “amor” se ha vuelto la bandera política del FSLN.


Esto ha coincidido, no de manera casual, con otro pacto, el amarrado entre el Cardenal Miguel Obando Bravo ̶ enemigo frontal de la Revolución Sandinista y de la Iglesia Popular durante los años 80 ̶ , y la familia Ortega-Murillo (Rosario Murillo esposa de Ortega y lideresa de la nueva “espiritualidad”), tras favores de Ortega a Obando, aprovechando los espacios del FSLN en la Corte Suprema de Justicia y el Consejo Supremo Electoral, este último presidido actualmente por un protegido de Obando, Roberto Rivas ̶ todo gracias al respaldo de Ortega ̶ .


El viraje del Cardenal Obando, comenzó cuando se hizo claro que las raíces de la corrupción del gobierno Alemán tocaban también a la jerarquía católica y a instituciones ligadas a ella. Entre los privilegios gozados al amparo de la corrupción, el más conocido fue la introducción al país, libre de impuestos, de centenares de vehículos de lujo para allegados al purpurado, a través de la Comisión Social de Promoción Arquidiocesana (COPROSA), su particular Organismo No Gubernamental (ONG).


Este otro Pacto también ha tenido expresiones en las instituciones públicas. Fue evidente que el PLC demandaba la presidencia del Consejo Supremo Electoral para uno de sus militantes. Fue el “danielismo” quien le dio la presidencia al cuestionado sujeto y protegido de Obando. Pero también han habido expresiones en la defensa pública de la figura de Obando, a través de campañas de radio, televisión, mantas, papeletas: “Obando: príncipe de la reconciliación, el FSLN te apoya”, rezaban mantas abundantemente colocadas en todas las calles de Managua.


O en las mantas alusivas a la Virgen María, firmadas todas oficialmente por el FSLN y la mezcolanza de actividades privadas como el matrimonio religioso de Ortega-Murillo oficiado por Obando y llevado a la televisión profusamente, desde la Secretaría de Propaganda del Frente Sandinista, como si se tratara de un acto partidario.


Es decir, mientras desde el nivel central del FSLN, las escuelas políticas quedaron clausuradas desde hace más de quince años, ahora ̶ religiosamente ̶ todas las sesiones de los máximos organismos del FSLN, incluido su Congreso, se inician con las
“bendiciones” y la iluminación de los representantes de la máxima jerarquía católica.


En conclusión, el FSLN, oficialmente cada vez más controlado por el círculo íntimo de Ortega y su grupo económico, no sólo ha despojado al pueblo de este instrumento de cambio, sino que lo ha deslizado por el camino del conformismo y la resignación que inducen ciertas corrientes religiosas, por el opio electorero y por la competencia insana de puestos de poder.


Ha sido un cambio dramático de orientación para el que no estaba ni preparado ni diseñado el sandinismo. De Sandino todos cantábamos que él nunca quiso ser presidente, ahora las bases tienen que asumir que su futuro y el de la nación dependen de que el Secretario General del FSLN, sea Presidente, y que nadie más puede aspirar a serlo, porque se produciría la autodestrucción del FSLN, y con ello el triunfo de la derecha.


El empobrecimiento de la mayoría y los movimientos sociales en la actualidad


Durante estos años, el neoliberalismo ha logrado desmontar casi todas las transformaciones sociales que hizo la Revolución en los años 80, y ha instalado un capitalismo voraz e inhumano.


Se han privatizado los servicios públicos, se ha entregado nuestra economía a capitales transnacionales, se ha cedido el territorio nacional en concesiones mineras y forestales, se impulsa la privatización de la salud y de la educación; florecen lujosos comercios, gasolineras, casinos, y para la gran mayoría del pueblo no queda otro camino que los mal pagados empleos de las maquilas, la emigración a Costa Rica y Estados Unidos o la sobrevivencia en la más absoluta pobreza y falta de oportunidades.


Los líderes oficiales del FSLN no han hecho nada para enfrentar el despojo hecho al pueblo de los logros revolucionarios y la cancelación de sus esperanzas en un futuro digno. Peor, también ellos han participado en ese despojo a través de las instituciones estatales que controlan y de las empresas que manejan. Sólo les queda la retórica revolucionaria y la única “oposición” que practican se orienta a controlar más puestos de poder.


Hay quienes desde la izquierda internacional respaldan a Ortega, con el argumento de que la lucha no puede ser planteada desde una perspectiva moralista, pero es que el efecto más importante que el Pacto sigue teniendo en Nicaragua, es la ausencia de resistencia y de lucha de masas frente al neoliberalismo.


Sucesivamente puede constatarse que el danielismo ̶ independientemente de la retórica anticapitalista ̶ , ha impuesto a las organizaciones populares que controla una práctica de reconciliación con las políticas neoliberales. El nombramiento de los principales dirigentes de las organizaciones populares en cargos institucionales se convirtió también en un mecanismo para cooptarlos.


Sólo para dar un ejemplo: en el año 2005, y durante la presidencia de la Asamblea Nacional en manos de René Núñez, dirigente del FSLN, se introdujo la aprobación del Tratado de Libre Comercio (TLC) de Centroamérica y República Dominicana con los Estados Unidos, (DR-CAFTA, por sus siglas en inglés).


Simplemente introdujeron el tema, aunque estaba en su competencia legal impedirlo, y luego, vistiendo sus falsos atuendos de izquierda no dieron los votos, porque sabían que las bancadas legislativas de la derecha liberal reunía los suficientes votos para aprobar dicho Tratado.


Pero el colmo es que en los primeros meses del año 2006, fueron los 38 votos de la bancada danielista los que garantizaron la aprobación de leyes complementarias que permitiría la entrada en vigencia del CAFTA.


Y es esa bancada de la “elite” danielista la que ha dado pase a las privatizaciones y a todas las políticas de Fondo Monetario Internacional en Nicaragua. En fin, han dado su respaldo material y práctico al neoliberalismo.


En los últimos años, influidos por las experiencias de lucha de los nuevos movimientos sociales, algunos sandinistas críticos a la conducción política del FSLN, han intentado la articulación social a través de nuevas organizaciones que reivindiquen su autonomía frente a los partidos políticos y el Estado. Pero buena parte de estos esfuerzos no han logrado desarrollarse por diversos factores, y prevalece una lógica de descalificar y desarticular todo aquello que no puede ser controlado por el danielismo.


A pesar de ello, se han hecho sentir agendas como los derechos de los consumidores, alrededor de una Red de Defensa de los Consumidores, o la lucha por el Medio Ambiente a través de organizaciones locales, la lucha contra las privatizaciones, en especial la no privatización del agua, a través de una Alianza contra la Privatización del Agua.


Se creó una articulación llamada “Movimiento Social Otro Mundo es posible”; como expresión de pequeños grupos que intentan una lectura y actuación alternativa frente a la realidad, y que han organizado pequeñas manifestaciones contra la política guerrerista de Bush y que participa activamente en el Foro Mesoamericano. Permanecen algunas Comunidades Eclesiales de Base, con algunos sacerdotes fieles a la Iglesia Popular, que realizan labor de concientización y organización.


En el año 2005, se constituyó el “Comité de Acción Global”, que aglutina a Organismos No Gubernamentales y organizaciones municipales que actúan en jornadas y movilizaciones de rechazo a la mundialización capitalista. En el año 2005, este Comité impulsó una jornada movilizativa contra la ratificación del TLC entre Centro América, República Dominicana y Estados Unidos. El Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM), también ha mantenido su propia agenda y dentro de ella destaca su crítica al sistema, y la reivindicación de la política más allá de la vía partidaria.


Unos de los movimientos sociales autónomos más emblemáticos ha sido el de los obreros agrícolas y campesinos víctimas del pesticida conocido popularmente como Nemagón, que ahora aglutina a organizaciones de bananeros, cañeros y afectados por insuficiencia renal crónica, que han trascendido de sus demandas contra las transnacionales responsables de la aplicación de pesticidas, a una denuncia integral del neoliberalismo. Este movimiento ha organizado varios plantones con miles de campesinos frente a la Asamblea Nacional, en demanda de una agenda reivindicativa que ha concitado la solidaridad de importantes sectores de nicaragüenses.


La importancia de estas expresiones es su autenticidad e independencia, porque en otros sectores hay una disputa por esa autonomía que aún no da sus frutos. Por ejemplo, el movimiento estudiantil ha empujado justas luchas, como la del 6% del presupuesto, pero casi siempre lo hace en un contexto y bajo formas de luchas que siguen siendo dictadas por las prioridades políticas que impone la cúpula danielista y, por ello, ha perdido fuerza y legitimidad frente a las mayorías de ciudadanos nicaragüenses.


La construcción de una nueva alternativa desde el sandinismo


A principios del año 2005, un numeroso grupo de sandinistas inició un movimiento político para postular al entonces saliente Alcalde de Managua, el sandinista Herty Lewites, como candidato presidencial del FSLN. Correspondía resolver la aspiración de Lewites en elecciones primarias internas, según lo establecen los Estatutos del FSLN. Sin embargo, la respuesta de la dirigencia oficial fue la eliminación de las primarias y la proclamación ilegal y arbitraria de Daniel Ortega como candidato presidencial del FSLN, por quinta vez y tras tres derrotas consecutivas.


La supresión de las primarias presidenciales fue acompañada de la expulsión del FSLN, sin que mediara ningún procedimiento legal, de Lewites y de Víctor Hugo Tinoco. Toda suerte de descalificaciones fueron lanzadas contra Lewites y quienes le apoyaban: “agentes del imperialismo”, “agentes de la derecha”, “enemigos de los intereses populares”, entre otras.


Descalificaciones inconsistentes, pues Lewites había sido siempre una de las personas de más confianza del propio Daniel… hasta que osó desafiarle en su candidatura presidencial. Tinoco había sido vicecanciller del gobierno sandinista en la década de los 80 y era miembro de la Dirección Nacional del FSLN, aunque desde el comienzo se opuso al pacto con Alemán.


Estos actos autoritarios y arbitrarios concitaron un repudio generalizado del sandinismo y contribuyeron a ir aglutinando en torno a Lewites a sandinistas que durante estos años fueron marginados por Ortega: Comandantes de la Revolución como Víctor Tirado, Henry Ruiz y Luis Carrión, intelectuales como la escritora Gioconda Belli, el poeta Ernesto Cardenal y el cantautor Carlos Mejía Godoy, Comandantes Guerrilleros como Mónica Baltodano y René Vivas. Y a un sinnúmero de líderes y militantes de base, que finalmente organizaron el Movimiento por el Rescate del Sandinismo (El Rescate), una fuerza política dispuesta a rescatar los valores e ideales sandinistas y a apostar por un proyecto que transforme integralmente la situación de nuestro país.


En ese contexto general que hemos descrito, se explica la naturaleza de la disputa que hoy se presenta en la Izquierda Nicaragüense. Daniel creó el liderazgo político de los empresarios sandinistas, del que Herty resultó al final el símbolo más visible. Daniel creó en las bases del Frente la falsa ilusión de que sólo ganando el gobierno se puede cambiar el país y las condiciones de vida de los pobres. Hoy, una buena parte de esa base piensa de manera “realista y pragmática” que en el mercado electoral Herty es mejor carta ganadora que Daniel. La gente quiere ganar, no quiere perder, y a todos les indica la razón que con Daniel pierden.


Por ello para muchos sandinistas apoyar a Herty Lewites no se reduce al apoyo a una candidatura presidencial. El aglutinamiento de miles de sandinistas alrededor del Rescate es la expresión de un cuestionamiento a la conducción del FSLN, a los pactos con los corruptos, al autoritarismo prevaleciente en las filas del FSLN. Para muchos es la oportunidad de reclamar el retorno a los principios.


Es la posibilidad de abrir una ventanita a la discusión política sobre el quehacer de la izquierda hoy en Nicaragua. En este contexto es que, las viejas tácticas de la descalificación, o los recursos administrativos como la expulsión, sólo han funcionado en una parte de las bases, porque si bien es cierto Herty es un empresario de centro, ¿quién podría creer que un respetable poeta revolucionario como Ernesto Cardenal sea un agente del imperialismo, que Carlos Mejía Godoy es un trovador del Pentágono o que Henry Ruiz, el más Modesto de los comandantes, es un ambicioso empresario ricachón?


Como objetivo de corto plazo, ELRescate decidió construir una alternativa electoral para noviembre de 2006. En agosto de 2005 se estableció una alianza con el Movimiento Renovador Sandinista (MRS), fundado en 1996 por el escritor Sergio Ramírez y la Comandante Guerrillera Dora María Téllez. En mayo se amplió con el Partido Socialista Nicaragüense y el Partido Verde Ecologista, y más recientemente con el Partido de Acción Ciudadana.


La Alianza incluye hoy a otros movimientos políticos y sociales no partidarios, como Cambio, Reflexión, Ética y Acción (CREA) ̶ que aglutina a miembros de la Juventud Sandinista y a combatientes de la defensa de la revolución en la década de los 80 ̶ , al Movimiento Autónomo de Mujeres (MAM) y a asociaciones de víctimas de plaguicidas (Nemagón).


El escenario electoral de noviembre 2006


El 5 de noviembre serán las elecciones generales en Nicaragua. El Frente Sandinista presenta nuevamente a Daniel Ortega como candidato presidencial, y muchos luchadores latinoamericanos piensan de buena fe que Daniel Ortega y el FSLN siguen siendo los únicos referentes de la izquierda en Nicaragua y, por tanto, le endosan todo su respaldo, ignorando las dramáticas mutaciones político-ideológicas experimentadas por el FSLN y por Daniel Ortega en los últimos años.


Pero como demostramos, ese FSLN es hoy víctima del secuestro y control férreo de Daniel Ortega y de un pequeño grupo de dirigentes sandinistas, convertidos en empresarios a partir de las propiedades de las que se adueñaron con el reparto de bienes del Estado realizado tras la derrota electoral del FSLN, en 1990.


Pero ahora desde la izquierda también concurre otra fuerza a estas elecciones que es la Alianza MRS (Alianza Movimiento de Renovación Sandinista).


Por su parte la derecha concurre con dos fuerzas: el Partido Liberal Constitucionalista (PLC) de Arnoldo Alemán, y una nueva agrupación libero-conservadora, la Alianza Liberal Nicaragüense-Partido Conservador (ALN-PC), que trata de distanciarse de la corrupción y de los estilos mafiosos de Alemán y del PLC. La ALN-PC cuenta con el respaldo del gran capital nacional y, especialmente, con el beneplácito del gobierno de Estados Unidos, que ha hecho y seguirá haciendo lo imposible por unir a ambos grupos.


El escenario electoral nicaragüense está, este año, muy lejos de la polarización de contiendas anteriores, donde los votantes tenían que decidir siempre entre sandinismo y anti sandinismo, pero donde los sandinistas tenían una única representación y a Daniel Ortega como único candidato. En 2006 concurre otra fuerza sandinista que es la Alianza MRS, y como parte de ésta ELRESCATE del Sandinismo, que es un movimiento político de izquierda en forja, que reclama un cambio profundo para Nicaragua y que abrirá las posibilidades de una refundación del sandinismo para poder responder a las transformaciones que requiere nuestro país.


La organización de esta nueva alternativa electoral sandinista fue urgida por miles de sandinistas opuestos al continuismo y a la corrupción de Daniel Ortega, quienes nos negamos a concurrir a las elecciones con una camisa de fuerza basada en la lógica de que no importa qué hagan los dirigentes, qué intereses favorezcan o cuán cuestionables sean sus conductas, porque al final los sandinistas tenemos, por disciplina partidaria, que “cerrar filas” y votar por los candidatos que la cúpula “danielista” nos haya impuesto, porque de lo contrario “sos un traidor pro imperialista”.


Ciertamente el discurso de Ortega y sus acercamientos oportunistas a líderes de la izquierda latinoamericana buscan mostrarlo como un izquierdista radical. Lamentablemente, fuera de Nicaragua se desconoce la esquizofrenia del FSLN y de sus dirigentes: en la boca un discurso de izquierda y en la vida una práctica política corrupta y favorecedora del neoliberalismo y de los intereses de la derecha.


El programa y el discurso del candidato de la Alianza MRS, Herty Lewites, es un discurso moderado, no comprometido demagógicamente con cambios para los cuales no existe aún una correlación favorable en Nicaragua. Lewites se ha proclamado de centro izquierda y, sin duda, lo es, pero dentro de las fuerzas que lo acompañan hay mucha gente que ha luchado y sigue resistiendo resueltamente el modelo imperante con radicalidad.


Hoy, la realidad nicaragüense reclama cambios institucionales y legales inmediatos y en este objetivo podemos encontrarnos distintos sectores, aún desde matices y diferencias ideológicas, sabiendo que después de las elecciones otras luchas están por hacerse.


Herty Lewites es un sandinista con larga trayectoria en el sandinismo y es un hombre que cuenta con respaldo y simpatía en amplios sectores del pueblo, más allá del sandinismo, por su capacidad para hacer cosas a favor de la gente. Es una opción de centro izquierda. Su candidatura presidencial ha abierto una oportunidad para superar el pactismo, la corrupción, el desprestigio de la clase política y el sometimiento de la nación a los intereses de Daniel Ortega y de Arnoldo Alemán. Después de 15 largos años de neoliberalismo y de corrupción, las fuerzas de izquierda y las fuerzas progresistas tenemos hoy la oportunidad de empezar a cambiar las cosas.


Para la izquierda ganar el gobierno es sólo una parte en la lucha de resistencia contra la mundialización capitalista


Nuestros argumentos como izquierda enfatizan en que el futuro del pueblo nicaragüense, no puede descansar únicamente en que un candidato o una fuerza, aunque se autoproclame de izquierda, lleguen al gobierno. En las condiciones actuales, los gobiernos progresistas sólo son capaces de realizar cambios favorables al pueblo en la medida en que cuenten con organizaciones populares capaces de plantear sus propias agendas, sus propias reivindicaciones y sus propias luchas.


Los movimientos populares y sociales en América Latina, actuando con independencia y autonomía, han sido capaces de construir transformaciones, enfrentando a gobiernos neoliberales; y esa misma fuerza actúa como vigorosa presión ante gobiernos progresistas o de izquierda para seguir arrancando las transformaciones. Para mencionar un sólo ejemplo: El Movimiento de los Sin Tierra (MST) de Brasil.


Para sectores de izquierda sandinista, en las condiciones de Nicaragua, ganar las elecciones con un presidente de centro como Herty, comprometido en desmotar el pacto y la corrupción y abrir cauces para transformaciones sociales, es una tarea estratégica. A la par hay que hacer esfuerzos por el fortalecimiento de movimientos sociales autónomos –del gobierno y de los partidos ̶. Es más, los movimientos sociales que nos están acompañando, lo hacen sin comprometer su autonomía. Ya sabemos que sólo si hay lucha de masas, habrá cambios. Lo quiera o no el gobernante de turno sea cual fuese su ideología.


Para los sectores de izquierda del sandinismo, un presidente con antecedentes y un discurso radical, pero con un movimiento de masas subordinado y falto de su propia agenda, terminará actuando en los estrechos marcos que impone el raquitismo de la economía nacional, la globalización neoliberal y los organismos financieros internacionales, como ha ocurrido ya con varios presidentes latinoamericanos.


El desafío sigue siendo, el de la construcción de la conciencia crítica del pueblo, el “soltar” a las organizaciones, desmovilizadas por liderazgos enquistados en espacios de poder, el desafío es el de la lucha de calles, el de arrancar al sistema las transformaciones a punta de combatividad e inteligencia, el de la formación política y de la educación para que el pueblo sea capaz de realizar sus propias transformaciones.


El desafío es presionar a quienes en nombre del pueblo ocupan espacios institucionales, para que realmente actúen en función de los intereses populares y no en función de los suyos propios.


El desafío, al fin, es el del asedio perpetuo a la opresión y la construcción de un proyecto alternativo a la mundialización capitalista.





NOTA


1 El presente texto forma parte del Libro “Los Movimientos Sociales del Siglo XXI. Diálogos de las Resistencias”, publicado en México, Jorale Editores-Orfila, 2007.


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