Memorias de la lucha Sandinista

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Ser cristianos y revolucionarios

Fernando Cardenal y José Miguel Torres


Fernando Cardenal Martínez nace el 21 de enero del año 1934. En 1952 ingresa al noviciado de los jesuitas y en su proceso de formación vivió en El Salvador, Ecuador, Perú, México y Colombia. En 1957 se graduó en Humanidades, Filosofía y Teología. En 1968 regresa a Nicaragua y desde ese momento se involucra en las luchas por la justicia que se impulsan desde el movimiento estudiantil en la Universidad Centroamericana.

En 1970, Cardenal tiene su primer contacto con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, y en 1973, ya como militante del Frente, impulsa el movimiento cristiano revolucionario, participando en diferentes acciones como toma de iglesias y ayunos proféticos. En 1976 viaja a Washington y presenta ante el Congreso de los Estados Unidos, una denuncia sobre los crímenes y las atrocidades de la dictadura somocista. En el año 1977 forma parte del Grupo de los Doce, organismo político que se constituyó en un importante mecanismo de propaganda y difusión de la lucha del FSLN a nivel internacional y nacional.

Después del triunfo de la Revolución, dirige la Cruzada Nacional de Alfabetización (CNA), y es Vice-Coordinador de la Juventud Sandinista 19 de Julio. De 1984 a 1990 es Ministro de Educación. De 1990 a 1996 fue Presidente-Director del Instituto Nicaragüense de Investigación y Educación Popular (INIEP), cuyo objetivo era la formación de dirigentes campesinos, cooperativas y continuar la tarea de la alfabetización.

En el año 1995 renunció al Frente Sandinista y desde entonces no pertenece a ninguna agrupación política. Trabaja de tiempo completo en el Centro Pastoral de la UCA.

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José Miguel Torres, nace el 13 de noviembre de 1945. Estudia secundaria en el Colegio Bautista de Managua y educación superior en la institución Comunidad Teológica de México. Fue pastor bautista en San Salvador (El Salvador) y en Puebla (México) hasta el año 1969. Tuvo sus primeros contactos con el FSLN en 1964.


Al regresar a Nicaragua en 1970, trabaja como Presidente de la Juventud Bautista, de la que es separado por sus posiciones políticas. Trabaja con los entonces sacerdotes Antonio Sanjinés, Ángel Barrajón y Alfonso Alvarado, en un esfuerzo ecuménico a través de la pastoral juvenil, que asume la Teología de la Liberación e impulsa el compromiso de los jóvenes con la lucha armada revolucionaria. En los años ochenta es fundador del Eje Ecuménico Movimiento Estudiantil Cristiano-Comisión Evangélica Latinoamericana de Educación Cristiana (MEC-CELADEC), organismo que trabaja en defensa de la Revolución desde una perspectiva teológica cristiana. Actualmente ejerce como teólogo bautista ecuménico y como parte del Centro Martin Luther King, donde impulsa la teología de la cultura de paz y reconciliación. También es profesor universitario.

El triunfo de la Revolución Cubana, así como animó la organización inicial del FSLN en Nicaragua, también ejerció su influencia en curas y pastores con la apertura experimentada en la Iglesia Católica a partir del Concilio Vaticano II1. Los años sesenta marcan el inicio de la incorporación organizada de los jóvenes cristianos en las tareas de organización y concientización del pueblo. Su creciente identificación con el FSLN fueron elementos sustantivos en el salto de calidad que experimentó la lucha del Frente en esos años.

Esta participación no fue simplemente cuantitativa, sino también cualitativa, sobre todo por el trabajo que se hacía en los barrios y en las comunidades para llevar al pueblo el mensaje de rebelión. Las Comunidades Eclesiales de Base2 eran espacios donde se reflexionaba sobre la situación del país y donde se fortalecía el compromiso político. De este importante proceso surgirían futuros dirigentes del Frente Sandinista y numerosos cuadros del movimiento popular. Más tarde, la organización de redes de apoyo, casas de seguridad y colaboraciones de todo tipo, serían aportadas por el movimiento cristiano revolucionario.

José Miguel Torres y Fernando Cardenal, uno pastor evangélico y el otro sacerdote católico fueron protagonistas y testigos de esta etapa. Ambos se comprometieron con la lucha y animaron la incorporación de los jóvenes, a quienes acompañaron en ese compromiso. En esta conversación analizan el contexto en que los cristianos se sumaron a las tareas de construcción de conciencia popular, de organización y de motivación a la lucha armada revolucionaria, para acabar con más de cuarenta años de dictadura en la búsqueda de una mejor vida para todos.

Mónica: ¿Qué explica el enorme compromiso que adquirieron las iglesias, los movimientos cristianos y los jóvenes cristianos a finales de los años sesenta? ¿Qué los hizo incorporarse de manera activa en la lucha contra la dictadura?

José Miguel: Muchas gracias por la invitación, Mónica, a este programa; es una alegría también compartir este momento con el padre Fernando Cardenal, en esta emisora La Primerísima, que es un foco de fermento del pensamiento en Nicaragua, y por eso tiene una vasta audiencia. Quiero enviar un saludo a nuestro pueblo y pedimos que sus esfuerzos, su trabajo, su lucha y sus propósitos se inscriban dentro de este proyecto que es el reino de Dios en esta tierra nicaragüense.

Hay tres grandes momentos en la historia de la participación de los cristianos en el proceso revolucionario nicaragüense; aunque también hay antecedentes desde la Colonia hasta el año 1960. Sin embargo, fue a partir del triunfo de la Revolución Cubana que hubo un despertar entre los cristianos, y los pueblos de América Latina comenzaron a soñar con la posibilidad de lograr una transformación de carácter estructural, política y económica para todos nuestros países, muchos de ellos con dictaduras largas y terribles.

A partir del triunfo de la Revolución Cubana, prácticamente se incendia todo el continente: Hay una rebelión desde el Canadá, con el Frente de Liberación de Quebec; el Black Power, en Estados Unidos; el Movimiento de Guerrero y Chihuahua, en México; los grupos guerrilleros en Guatemala y El Salvador; el Movimiento Cinchoneros, en Honduras; el FSLN en Nicaragua; los Tupamaros; los Montoneros; las guerrillas de Carlos Marighela, en Brasil; el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR), en Chile, etcétera.

Es el momento del foco guerrillero, y en esas circunstancias también el cristianismo es sensible a este esfuerzo de lucha, de entrega, de hombres con otro pensamiento, con otra ideología. Y vemos también que del cristianismo surgen sectores que acompañan y que participan en esa primera etapa de la radicalización de la lucha.

Aquí hubo grupos y nombres de personas que pertenecieron y que provinieron de la Juventud Universitaria Católica, como son los casos de Edgard Munguía, Bayardo Arce, Glenda Monterrey, Jacobo Marcos Frech, y un montón de gente más, que acompañan de alguna manera esa primera etapa de lucha revolucionaria en Nicaragua.

El segundo momento es la década del setenta, después de la Conferencia de Medellín. Las reflexiones de la Iglesia Católica generan la participación masiva de los cristianos a nivel de las parroquias, porque de alguna manera se cuenta con el respaldo, la legitimación y el soporte de los obispos de todo el continente, quienes también plantean la necesidad de un cambio.

La década del setenta es el momento del ascenso de las masas, por ejemplo, se da el triunfo de la Unidad Popular en Chile; el gobierno revolucionario de Velasco Alvarado, en el Perú; de Juan José Torres, en Bolivia; que son movimientos progresistas donde también hay una participación cristiana.

Después de los años de experiencia del Frente Sandinista y de una primera retirada estratégica, en los años 1969-1970 se da la toma de las iglesias, y es el movimiento cristiano el que prácticamente empieza a desarrollar trabajos de concientización y movilización popular, con el proyecto en pro de un cambio y de una transformación estructural.

Después vendría un tercer momento en el proceso revolucionario, donde hay evidentemente un formidable acompañamiento y presencia de los cristianos. Pero yo diría, no solamente porque Fernando y Ernesto Cardenal, y el padre Miguel D’Escoto eran Ministros del gobierno revolucionario, no, es porque cientos de miles y millones de cristianos están participando en las organizaciones de masas, en los diversos esfuerzos de la defensa de la Revolución.

Mónica: Permítame hacer de abogado del diablo. Yo entiendo que en esos años todas las revoluciones tenían un planteamiento ateo, y decían que la religión era el opio de los pueblos, que la religión adormecía la conciencia de los pueblos. ¿En qué momento se miran a sí mismos los cristianos?, y dicen: “Hay que comprometerse, debemos ser el fermento, la sal y la luz del Evangelio”. ¿Qué pasa, Fernando, en el caso de América Latina y en particular en Nicaragua?

Fernando: He venido con mucho gusto porque en estos días estamos conmemorando los veinte años de la entrega de sus vidas, de un grupo muy grande de muchachos y muchachas, de jóvenes cristianos que entregaron sus vidas por una Nicaragua que ellos querían más justa, más honesta, más fraterna, más solidaria, en una palabra, más cristiana.

El martes próximo vamos a conmemorar los veinte años de la muerte de Adolfo Aguirre. En el movimiento cristiano también estamos conmemorando veinte años de la entrega de su vida, y ésa es la motivación fundamental para estar ahora aquí, hacer un recuerdo cariñoso, porque a nuestros mártires nunca los olvidaremos.

José Miguel hizo un recorrido exacto de todos los que fueron momentos importantes para América Latina y las personas, incluyendo por supuesto, al Che Guevara, que lo daba por conocido.

Respondiendo a tu pregunta, además de todo lo que ya dijo Miguel, yo insistiría en la celebración del Concilio Vaticano II, del año 1962 a 1965, donde una Iglesia que venía de la Edad Media, únicamente viéndose hacia adentro, una Iglesia como fin en sí misma, se abre por inspiración del Papa Juan XXIII. Abre las ventanas al mundo, que es un mundo conflictivo, que se debate en esos momentos en un proceso cada vez más grave de empobrecimiento.

Pero inmediatamente que termina el Concilio Vaticano II, se da en América Latina la reunión que también mencionó José Miguel, en Medellín, la II Asamblea General del Episcopado Latinoamericano, que crea una nueva teología y una nueva espiritualidad. Comienzan haciendo un análisis de la situación de América Latina. Por primera vez no se comienza con una doctrina, para luego ver cómo la podemos aplicar, sino que se comienza al revés, viendo cuál es la situación en que está nuestra región.

La reunión emite dos grandes documentos: el “Documento de Justicia” y el “Documento de Paz”, en los que se dice que la situación de América Latina es de una injusticia que clama al cielo, y que es una situación de pecado. Por primera vez se da esta denominación, porque nosotros siempre habíamos escuchado el pecado como acto, el pecado actitud, el pecado omisión; pero, de repente hay otro pecado, que es un pecado de situación.

Hay una situación en América Latina de injusticia, que es un pecado. Esto crea las bases para una profunda conciencia en los cristianos. Y de aquí surge también la espiritualidad de Medellín, que es acompañar al pueblo en su proceso de liberación integral. Esto en Nicaragua se traduce por acompañar al pueblo en su proceso revolucionario sandinista, no había otro, no había cómo perderse.

Me parece que junto a la situación política y sociológica descrita por José Miguel, viene la participación de la Iglesia en estos dos eventos históricos. El teólogo Karl Rahner dice que la historia de la Iglesia se divide en tres momentos: la primitiva iglesia, los primeros tres siglos hasta El Vaticano II, y la tercera etapa del Vaticano II hasta nuestros tiempos. Ésa es la importancia enorme de este último, que acerca a la Iglesia a los tiempos modernos, y Medellín la acerca a América Latina.

Cuando vengo a Nicaragua a comenzar a trabajar, después de terminar mis estudios, encuentro una juventud completamente consciente, beligerante en las luchas políticas, sociales y económicas del pueblo de Nicaragua. Lo que hice fue meterme en esa juventud, meterme con ellos en sus movimientos, sus tomas, en sus huelgas y luego en su organización y en la formación de los grupos cristianos, que después dan origen al movimiento cristiano revolucionario en el año 1973.

Creo que esa es la explicación: las realidades objetivas económicas, sociales y políticas, y una Iglesia que responde a estas realidades con esos dos grandes eventos. Esto crea una profunda conciencia a todo nivel, entre los obreros, los campesinos y en el mundo estudiantil, que es en el que yo me moví.

Mónica: Recuerdo que en ese entonces nosotros, como movimiento cristiano, analizábamos la realidad. Esa era una constante. No podías tomar posición sobre la realidad sin analizarla. De la misma realidad surgía la exigencia de hacer algo para cambiarla, y cuando te llegabas a cuestionar por el cambio, entonces, ¿cómo hacer ese cambio? De ahí venía toda una reflexión en la que muchos llegamos a convencernos de que la lucha armada era el único camino. Ése era, tal vez, uno de los puntos más difíciles para los cristianos que habíamos sido educados en el “no matarás”, y el no matar significa pues, no meterte en un movimiento que usa las armas.

¿Cuál es la experiencia de ustedes? ¿Cómo se da eso que Giulio Girardi identifica como la confluencia de los cristianos y los marxistas?

José Miguel: Me parece que además del análisis de la realidad, el análisis científico usando todos los instrumentales de la sociología, económicos y políticos, en términos evangélicos, cristianos, teológicos, también hay una acción providencial de Dios en la historia.

Es providencial que surjan esos pequeños grupos embrionarios del movimiento católico de una Iglesia tradicional, conservadora. Y que surjan pequeños grupos que van a dar, aunque sea individualmente, un testimonio profético de una presencia cristiana. Y lo coincidente es que también del mundo protestante, del mundo de las iglesias evangélicas, hay una presencia y una participación también profética, aunque sea a nivel individual.

Lo que quiero decir es que hay un llamamiento que nosotros lo confirmamos desde las páginas de la Biblia. El Dios bíblico, el Dios del Éxodo es aquél que ve el sufrimiento de su pueblo, ve la opresión. “He visto la opresión de mi pueblo en Egipto y he descendido para liberarlo”, y ese Dios llama a hombres concretos como Moisés para que encabecen esa lucha de organizar al pueblo, de movilizarse y de trabajar por su liberación.

En ese sentido es que hay esa acción de Dios a través de nuestro encuentro con las Escrituras, con la lectura del Evangelio, que por sí sólo tiene su propia dinámica. A veces incluso, aunque no se tenga un análisis especializado sobre la realidad, hay una conciencia que impele a actuar hacia ese pueblo caído en el camino. Recuerdo que esa era la teología de Fernando Cardenal precisamente. No era una teología tan sofisticada como la que posteriormente se elaboró incluso ya después del triunfo de la Revolución, sino que una teología evangélica. El buen samaritano es el paradigma.

Recuerdo que en una ocasión Fernando decía: – ¿Qué hubiera pasado si el buen samaritano hubiera llegado al momento que los ladrones están atacando a aquel caminante? Lo ético impulsaría al samaritano a luchar contra los atacantes, contra los ladrones, contra los opresores. Entonces, ésa era la teología que nos daba una pauta para la acción, para el compromiso, para el involucramiento.

Fernando: ¡Que buena memoria tiene José Miguel! El asunto de la lucha armada, para todos estos grupos cristianos, fue un momento decisivo. La conciencia los lleva a comprometerse, pero también les dice que en su formación cristiana hay una doctrina que plantea que no se puede participar en la lucha armada. Personalmente, ¿cómo solucioné el problema? ¿Cómo ayudamos en las reflexiones para que otros también encontraran camino y sus propias soluciones?

Pensé que en la historia había habido guerras entre naciones muchas veces. Casi siempre esas guerras eran únicamente por el poder militar, para facilitar intereses económicos y políticos de las potencias. Muchas de esas guerras habían sido justificadas y habían sido apoyadas por capellanes de las diversas religiones. Y yo decía: ¿Y por qué la guerrilla, esa guerra chiquita, la de los pobres, no va a poder también tener en algún momento la concepción de que es una guerra justa también? Hasta que encontré un documento que apareció un año antes de la reunión de Medellín, nada menos que del Papa Pablo VI, en la famosísima “Populorum progressio”3.

Y aquí hago un paréntesis para decir que todo esto surge porque América Latina está hirviendo. Todos estos documentos de la Iglesia: El Vaticano II”, “Populorum progressio”, las “Encíclicas de Juan XXIII”, traen una respuesta a nuestra interrogante y ahí textualmente dice el Papa: “La guerra siempre trae peores daños, pero cuando se trata de una situación, de una violación profunda a los derechos humanos, una situación larga y prolongada, cuando se han utilizado todos los métodos pacíficos y no se les pueda dar solución, la insurrección de un pueblo es justificada”.

Ahí nos abre un camino, y en la época de Somoza no había duda, era una dictadura larga y prolongada, casi cuarenta y cinco años violatorios a todos los derechos humanos, y se había utilizado todos los medios sin respuesta alguna: las huelgas, las manifestaciones, las tomas de las iglesias, cuántas cosas no hicimos; hasta que finalmente no queda más camino, por desgracia, que la lucha armada. Pero tuvimos una teoría, en este caso, del Papa Pablo VI, por no hablar de Santo Tomás de Aquino, en que esto se justificaba bastante antes. Tampoco hay que olvidar que los obispos nicaragüenses, en la Conferencia Episcopal, también justificaron la insurrección del pueblo nicaragüense, al final, en la etapa de la lucha insurreccional.

Mónica: Para mí, como parte del proceso de desarrollo de la lucha del Frente Sandinista, la participación de los cristianos no fue nada más de números, fue más bien cualitativa, sobre todo por el trabajo que se hacía en los barrios, en las comunidades.

Oyente: Pregunto si una persona atea, que lucha por sus seres queridos, por su persona, por el pueblo, que incluso da la vida por aquellas personas que tal vez ni conoce, ¿puede ir al cielo? Muchas gracias.

Fernando: Eso está muy claro en las Sagradas Escrituras, y lo podés leer en el capítulo 25 de San Mateo, del versículo 31 en adelante; ahí vas a ver a quiénes se envía al cielo. A quién escoge el Padre. Si es a personas que pertenecen a una religión concreta, qué es lo que hicieron para ser premiados, y José Miguel te lo va a explicar mejor.

Pero sobre la reflexión que hacía Mónica, quiero narrar algo y es sobre cómo Carlos Fonseca tenía esta visión exactamente. Una vez que estuvimos reunidos mi hermano Ernesto y yo con Carlos Fonseca en la casa de Ernesto Tito Castillo, platicamos toda la noche; y una de las cosas fundamentales era nuestro aporte a la Revolución como sacerdotes, como cristianos, y Carlos Fonseca nos decía, y lo recuerdo claramente, hasta sus gestos: “Hay dos formas de hacer una Revolución en Nicaragua. Una sería la forma ortodoxa histórica, en la que habría que promover que el pueblo se haga ateo para que luego se pueda hacer una Revolución; pero nosotros queremos una Revolución Popular que sea de todo el pueblo, y no se le puede quitar la fe al pueblo, porque además de imposible, es absurdo, y sería una violación profunda a sus derechos humanos, religiosos y espirituales. Entonces, de lo que se trata no es que los cristianos sean ateos, sino que los cristianos se conviertan en revolucionarios, y aquí los necesitamos a ustedes”.

Es absolutamente necesario que este pueblo participe en su revolución, pero ¿qué se los puede impedir?, una concepción desde la religión que sea opio del pueblo. En Nicaragua, la religión fue chichicaste, nos movió, nos empujó, nos despertó para descubrir la miseria en que vivía la población, para descubrir sus derechos, sus reivindicaciones y para descubrir el papel que nosotros como cristianos teníamos que tomar junto a ese pueblo que ya se despertaba y que comenzaba a luchar por la transformación; no sólo para quitar a la dictadura sino por la transformación de este país a favor de ellos.

Entonces me parece que es oportuno traer esa reflexión de Carlos Fonseca sobre la importancia de que los cristianos participaran, para que la revolución fuera de todo el pueblo. Porque si aparece una revolución que va en contra de las ideas religiosas, en contra de las iglesias, los campesinos no van a participar, los obreros tampoco y los estudiantes participarían, pero con una lucha interna tremenda entre su fe y la revolución.

Aquí no hubo ese problema. La participación de los cristianos fue fundamental para que la nuestra fuera una revolución popular. Hay que decir que la Revolución Popular Sandinista es la primera revolución en la historia de la humanidad que no se hizo a pesar de los cristianos o contra los cristianos, sino con los cristianos, con una profunda participación de éstos.

Mónica: José Miguel, ¿qué decís sobre la importancia cualitativa de la participación de los cristianos en la organización del pueblo, en el trabajo de concientización?

José Miguel: Evidentemente el trabajo de los cristianos revolucionarios descansó en las parroquias impulsando pastorales. Los jóvenes organizaban grupos donde invitaban a personas a hablar sobre la realidad nacional, en lugares como Santo Domingo, Santa Ana y San Antonio. Los mismos colegios religiosos católicos de Nicaragua, celebraron centenares de seminarios, de retiros, donde se hacía el análisis de la realidad nacional. Los capuchinos, en el Caribe, impulsaron una pastoral de concientización a lo largo de sus ríos y comunidades. Había incluso una teología de la liberación del pueblo mískitos. Por el norte, en Las Segovias, hacían un trabajo de concientización con una metodología muy propia a través de la radio, de las escuelas radiofónicas. La comunidad de Solentiname y su reflexión “El evangelio de Solentiname”, impactaba, especialmente a través de aquellos atrevimientos de Ernesto Cardenal cuando va a Cuba y saca por La Prensa, a grandes páginas, lo que vio allá en aquel proceso revolucionario y su propia interpretación como cristiano.

Los movimientos universitarios de León, acompañados por la Juventud Universitaria Católica y por la Juventud Estudiantil Católica4, donde una de las grandes teóricas y maestras era precisamente Mónica Baltodano, y no sólo en Nicaragua y en León, sino que llegó a representar a la JEC en toda Centroamérica. Mónica era realmente un cuadro especializado en andar creando círculos de reflexión con el método de ver, juzgar y actuar, que fue una metodología maravillosa para la toma de conciencia y de la organización práctica de la juventud y el pueblo.

Está también el aporte del movimiento ecuménico, de raíces protestantes y evangélicas, que celebró muchos eventos de formación y de clarificación ideológica, donde incluso invitábamos a dirigentes revolucionarios probados y sufridos como Ricardo Morales Avilés, para que nos hicieran un análisis e interpretación del momento que estábamos viviendo los nicaragüenses, y también para que escucharan el trabajo que nosotros estábamos haciendo y someternos a su propia crítica.

Todo ese esfuerzo se llamó “revisión de vida”. Tenemos, por ejemplo, el proyecto de Sirama, en Chinandega, el de San Rafael del Sur, donde estaba el padre Martín Mateo, la comunidad cristiana de Carazo, donde participaba Arlen Siú y centenares de jóvenes.

Recuerdo que el terremoto del año 1972 nos encontró a los que estamos aquí y otros cien jóvenes más, tomándonos Catedral. Recuerdo el titular del diario La Prensa de ese día, horas antes del terremoto en Managua. Hablaba que en el Colegio La Asunción las monjas habían propuesto que las hijas de la gente pobre, las hijas de las sirvientas, estudiaran en el colegio junto a las hijas de familias ricas; pero La Prensa lo que destacaba era la opinión de muchos padres de familia que decían que no querían que sus hijas se llenaran de las pulgas de las hijas de las sirvientas. A pesar de eso, la posición de aquellas religiosas era firme y respaldada por alumnas como Lourdes Mayorga Sacasa, que entonces tenía la decisión firme de irse a trabajar un año a las comunidades misquitas del Caribe.

Es importante resaltar que hubo muchos frutos de jóvenes que se dedicaron a trabajar en todo Nicaragua en las labores de la concientización, en la solidaridad con todo nuestro pueblo, y esto fue creciendo en la práctica: la toma de las iglesias, las movilizaciones, los ayunos, las huelgas de hambre, las marchas de protestas contra la alza del costo de la vida, del transporte, del agua, la luz, la leche...

Fernando: Esas fueron manifestaciones muy grandes.

José Miguel: ¡Claro! ¡Cómo fue de grande el apoyo de los barrios orientales! Se me olvidaba mencionar aquel foco de reflexión teológica que había en el barrio Riguero, en la parroquia Nuestra Señora de Los Ángeles, a cargo del padre Uriel Molina. Docenas de sacerdotes trabajando en la pastoral juvenil en sus barrios.

Fernando: Quisiera contar, para que se vea gráficamente cómo procedimos con eso de la Catedral, que no fue una toma, sino un ayuno profético. Me acuerdo que ese año hubo sequía en el campo y había hambre en el campesinado, mientras en Managua los privilegiados se preparaban con champán, vinos, pavos, gallinas, etcétera, para una gran celebración de la Nochebuena. Esta celebración no es cristiana, es pagana. Los jóvenes cristianos decían: ¿Qué hacemos nosotros?

De ahí surgió la idea de hacer un ayuno profético. Se trataba de llamar la atención de todos los cristianos y decirles que no se podía celebrar la Navidad de la forma en que la estaban planeando, mientras nuestros hermanos en el campo padecían hambre. Nos reunimos un grupo grande de jóvenes cristianos, de varios lugares del país, pero no nos tomamos la Catedral, estábamos en el atrio.

Habíamos como cien personas y, por primera vez en la historia de Nicaragua, con nosotros participaron religiosas en un acto así, público. El plan era quedarnos ahí del 22 al 25 de diciembre a mediodía. Los conductores de buses y de taxis se detenían a preguntar qué pasaba y nosotros aprovechábamos para explicarles. En la noche todos dormíamos, cuando el terremoto nos sorprendió, y sólo brincamos a la plaza. Ese era el ambiente, no es que vos ni yo les metimos en la cabeza que hicieran algo, los jóvenes tenían una profunda conciencia, y sentían que no se podía seguir viviendo tranquilo mientras hubiera campesinos que tuvieran hambre.

José Miguel: Sólo quiero añadir un detalle: en esos días había una empresa norteamericana, Plasmaférisis5, que estaba comprando sangre, y alguna gente, por necesidad –esto era triste–, iba a vender su sangre para pasar una Navidad feliz. Y esto era una contradicción odiosa, es decir, pasar una Navidad significaba comprar un regalo, un electrodoméstico, algo, y tenía que vender la sangre, la vida. Este fue otro elemento que se incorporó en la causa del ayuno de Catedral.

Fernando: Exacto, y también al ayuno profético le añadimos la demanda de “Una Navidad sin reos políticos”, y lo interesante es que las dos peticiones se consiguieron en unos segundos con el terremoto. Fue una Navidad en la que todos estábamos palmados. De la cárcel se derrumbaron las paredes, y se fue una parte de los presos políticos, quienes en su mayoría eran del Frente Sandinista.

Mónica: Retomando lo que decía José Miguel sobre la comunidad del barrio Riguero, habría que decir que una de las características del movimiento cristiano es que se planteaba en serio la consecuencia entre palabra y acción. El compromiso de los cristianos de ser revolucionarios se expresaba también en la búsqueda de una nueva forma de vida. Porque cuando los jóvenes llegaban –y algunos de ellos eran de origen burgués– a las comunidades, renunciaban a todo y se iban a vivir su cristianismo y su convicción revolucionaria, en pobreza, como la mayoría de la gente. Esto daba mucha fuerza a su mensaje.

Si la Revolución fue la continuidad de ese proyecto, ¿qué pasó con la Teología de la Liberación en los años 80? ¿Qué piensan ustedes?

José Miguel: Creo que tuvimos una teología que acompañó y alimentó nuestra participación en esa primera etapa; pero no teníamos una teología para la nueva etapa del proceso revolucionario. La Iglesia como cuerpo de Cristo vive dos momentos: el de la comunión, de la congregación de la comunidad, de la Koinonía, donde se reúne en el nombre de Jesucristo y en torno a su palabra y lee el Evangelio y se alimentan y se fortalecen los unos a los otros. Es el momento de la comunión y también el de la separación, de la diáspora, donde la Iglesia tiene presencia en toda la sociedad en el mundo. Estos momentos se dieron formidablemente antes del triunfo de la Revolución, el momento de la comunión y el de la dispersión en el trabajo, en la escuela, en la calle, etcétera, en las luchas alimentadas por esa palabra de Dios, por esa presencia de Jesucristo.

Cuando se da el triunfo de la Revolución, nos absorbió tanto el trabajo de las masas, el trabajo de cuatro millones de hectáreas de tierra, que fue lo que significó la Reforma Agraria, en la creación de centenares de centros de salud donde la Revolución estaba empeñada en llevarle salud y bienestar a nuestro pueblo. No nos volvimos a reunir; como quien dice, en cierto sentido fracasaron las Comunidades Eclesiales de Base. Aquel momento de la reunión en torno a la palabra apenas se mantuvo en algunas, poquísimas comunidades, adonde se podía ir para escuchar la palabra de Dios. Pienso que esto fue un abandono de una pastoral popular, que nos minó.

Por otro lado, muchos dirigentes cristianos revolucionarios muy probados y con grandes convicciones, tan absortos y metidos en responsabilidades estatales y partidarias, fueron engavetando la fe para otros momentos. Y fue un error, porque frente a la amenaza de la agresión, era el mejor momento de demostrar la confianza en nuestro pueblo, pero también la confianza en un Dios que ha demostrado su fidelidad en la historia y que había dado evidencias de estar a nuestro lado.

Creo que vino una especie de abandono que se proyectó en una crisis de relaciones con las iglesias jerárquicas, en este caso. No eran, incluso, problemas tan profundos y tan fundamentales, pero crearon un cierto resentimiento, un cierto alejamiento y se abrió el espacio para que los contraataques ideológico-religiosos, se sumaran al ataque político-militar y geopolítico de la agresión norteamericana.

Mónica: Al principio de la Revolución adquiere auge la Iglesia Popular, pero junto a la ofensiva político-militar del gobierno de Reagan, también hay una ofensiva económica y una ofensiva ideológica. La iglesia institucional funciona como un agente de la contraofensiva ideológica contra los sacerdotes que estaban respaldando la Revolución.

La derrota electoral del noventa también se ha vendido como la derrota de la Iglesia Popular y de la Teología de la Liberación. ¿No creen ustedes que este proceso de retroceso general de los movimientos progresistas y revolucionarios nos envuelve a todos, es decir, a izquierdas, a ateos, a cristianos, también a los partidos tradicionales, comunistas, socialistas, es decir, a todas las fuerzas del progreso? ¿No les parece que estamos como un poco desarmados actualmente? O en otras palabras, si en ese tiempo hubo una Teología de la Liberación, ¿no será que ahora hace falta una teología contra el neoliberalismo?

Fernando: En esa época, antes del triunfo de la Revolución, era muy peligroso el tipo de opción que habíamos escogido, nos estábamos jugando la vida y, peor que eso, estábamos expuestos a la cárcel, a la tortura, como tantos que murieron torturados. Pero era clarísimo, no había por dónde equivocarse, era clarísima la posición del dictador, la opresión; el único camino era acompañar al pueblo en su liberación, era muy peligroso pero era así. Ahora es lo contrario. Por lo menos en Nicaragua no hay ningún peligro político, por opción política no te van a pegar un tiro en estos tiempos, pero hay un gran desaliento y confusión.

Todavía no se digiere, y sigue ahí como una espina en la garganta, la pérdida de las elecciones. En el mundo y aquí en Nicaragua, en todos los sectores de diversas tendencias de la izquierda, de los que estuvieron en algún momento en alguna trinchera de la Revolución en Europa, en América Latina y en Nicaragua, hay desaliento y confusión. A mí me parece que eso incluía a religiosos y no religiosos, a los que eran ateos y a los de origen cristiano, diversas gamas de socialismo de izquierda, yo creo que esa es la característica más importante que encontramos.

Trabajo en una universidad y ¡qué diferencia entre la juventud que yo encontré en el año 1968 y ésta! No se trata de culpabilidad. Están viviendo otro momento, después de la entrega maravillosa de la juventud en todas las tareas de la Revolución y en la campaña de alfabetización y las cosechas y en el servicio militar y en todo, ahora hay una apatía que no sólo es en Nicaragua, es algo del post-modernismo que se da también en Europa, en Estados Unidos, en América Latina, pero indudablemente esa es la tónica actual. No es culpa de los problemas que hubo, de los errores que el Frente Sandinista cometió en su relación con la Iglesia. Es una situación de la izquierda en general, respecto a los sucesos históricos que comenzaron a finales del año 1989.

José Miguel: Hablando desde fuera, porque yo soy protestante, soy pastor bautista y voy a hacer un comentario sobre la Iglesia Católica. Desgraciadamente no tuvimos un Juan XXIII o un Pablo VI, quienes abrieron las puertas al Espíritu Santo, en el contexto de los diez años de la revolución, para que renovara y transformara su Iglesia, y eso trajo enormes consecuencias para el testimonio del evangelio en el mundo.

Lamentablemente, el Papa que nos tocó en ese período, fue víctima de interpretaciones muy reducidas y limitadas sobre lo que pasaba en Nicaragua, y escuchando sus discursos pienso que él tiene una clara comprensión de lo que significa el capitalismo para el mundo y todas sus consecuencias en términos de destrucción de la vida, de desocupación, de miseria. El Papa está claro de eso desde hace muchas décadas, y si sus encíclicas las hubiera hecho en el contexto de la Revolución Sandinista, hubiera significado un enorme respaldo para la revolución, y hubiera dado a la Iglesia un lugar importante en el gran esfuerzo de la liberación de los pueblos oprimidos del mundo.

Creo que fue una pérdida de oportunidad, de una excelente demostración de que la Iglesia no estuvo a la altura para acompañar el paso de Dios sobre la historia y especialmente a través de Nicaragua, para acompañar en esa acción de transformar esta realidad de pecado y de injusticia, que se trataba de transformar a través de este proceso revolucionario.

Mónica: Es cierto lo que decía Fernando, que después de la derrota electoral, nosotros, como todo el mundo, sufrimos la ola del neoliberalismo. La derrota del socialismo real se interpretó, aun por teóricos de izquierda, como que aquí lo que había que hacer era buscar cómo modernizar el capitalismo, complementarlo con políticas sociales. Ahora ya es claro que ese capitalismo modernizado, que es el neoliberalismo, es más terrible, peor que el capitalismo del siglo pasado, pues ha dejado más pobres, más miseria, más prostitución, más inseguridad ciudadana, por tanto, no es una salida. La dictadura del mercado es terriblemente injusta, y lo que produce es más pobreza. En el capitalismo no hay salida para las mayorías.

Urge un diseño de un proyecto alternativo que no puede ser otro que socialista, pero distinto en muchos aspectos al socialismo real que sabemos que tuvo muchos errores. Entonces tendrá que haber un proceso de reflexión de parte de todos, una nueva teología de la liberación que seguramente va a acompañar un proceso de flujo de los nuevos movimientos de cambio. Porque, como dice Fernando, ¿por qué nos comprometimos? Porque había miseria, había hambre. Pero todo eso hay ahora y es peor, entonces ¿por qué no vamos a seguir comprometidos? ¿Por qué no creer que los jóvenes, estas nuevas generaciones, continuarán luchando?

Fernando: Sí, por eso a mí me parece que hay quienes dicen: Bueno, después de todo lo que pasó en Europa, en la Unión Soviética, en Nicaragua, en Centroamérica, yo ya no me meto en nada. Y aunque tal vez no lo digan expresamente, lo hacen. La realidad es que esa es una posición que teóricamente no se puede sostener. Si a nosotros nos llevó al compromiso ver la miseria, la explotación, la injusticia, la desnutrición, bueno, esas causas siguen presentes, y no es el momento de retirarme, sino de comprometerme, y más, porque estas cosas ahora están más graves, hay más injusticia, hay más miseria y más explotación. El neoliberalismo es peor y más organizado.

Entonces teóricamente uno no puede encontrar una razón para decir “yo me retiro de la lucha”, sino todo lo contrario, ahora es cuando más me debo entregar si soy consecuente con la historia, con mis principios, con lo que yo pensaba.

Creo que llegará un momento en que las masas tendrán que buscar por dónde salir. En Medellín, el mismo Papa hablaba a los obispos del peligro de que surjan revoluciones explosivas de la desesperación. Porque no se crea que toda revolución vaya a ser con una vanguardia, con una teoría revolucionaria, con condiciones subjetivas, objetivas, con un proyecto, no.

Mientras haya estos peligros, va a haber posibilidades de cambio. Creo que por ahora hay que hacer entre nosotros algunas cosas: primero, mantener incólumes los valores, la entrega, los principios; mantener la esperanza y el compromiso en cualquier circunstancia que se dé aquí en Nicaragua. Segundo: me parece que en estos momentos no es como para esperar grandes proyectos que vayan a surgir. Estamos en la etapa de apoyar lo pequeño, de apoyar una comunidad de base, a un grupo de estudiantes cristianos, un grupo de sindicatos, una cooperativa, apoyar todo lo pequeño que esté vivo, fortalecerlo.

Llegará un momento en que la historia hará que todo esto se una en un organismo que pueda hacer un cambio. No sabemos cómo va a ser, a lo mejor no será igual, a lo mejor no será con la lucha armada, será de otra forma. La lucha armada no tiene sentido en este momento en Nicaragua, no es viable, no es justa, no tiene condiciones, no tiene ninguna razón para que se repita como se dio antes, pero yo creo que es el momento de no desanimarse y de apoyar todo esfuerzo organizativo pequeño que haya, todo lo que está vivo.

Llegará un momento en que eso coja fuerza y forme cuerpo, y encontraremos soluciones. Tal vez yo no lo vaya a ver, pero, lo importante es saber que vamos en el camino acertado; que trabajar por la justicia, por la fraternidad, por la solidaridad, para que este mundo, esta humanidad, vaya a través de diversos procesos buscando una sociedad mucho más justa, más fraterna, más solidaria, más cristiana, con el trabajo de todos nosotros. No hay que desanimarse, hay que crear conciencia.

Allí en la universidad estamos trabajando. No es con los grandes grupos, como era en la década de los años 60 y 70; bueno, pero así comenzamos, y yo creo que lo importante es mantener la esperanza y, sobre todo, mantener la moral, porque una vez que uno renuncia a sus principios, ya después sencillamente el compromiso se vuelve una carga y se tira.

José Miguel: Recientemente Pablo Richard6 recordaba que hay tres mil millones de excluidos. Es decir, tres mil millones de seres humanos que están de sobra, es decir, están incluso ya sociológicamente condenados a la muerte, por el sistema capitalista.

Es cierto que las consecuencias de la extrema miseria en América Latina y en Nicaragua son más dramáticas ahora que en los años 60, cuando surgió la lucha de los focos guerrilleros, la lucha de la radicalidad. Y efectivamente pueden ocurrir explosiones que pudieran desbordar las conducciones de partidos y organizaciones revolucionarias. Eso debe ser preocupante.

Yo también trabajo en la pastoral de la Universidad Politécnica. Tenemos cincuenta mil estudiantes universitarios en toda Nicaragua, pero a mí me duele saber que en edad universitaria hay seiscientos mil jóvenes entre diecisiete y los veintitrés y veinticuatro años que ni estudian ni trabajan. Estos jóvenes están viendo la televisión, aspiran al estilo de vida que se les inyecta desde la propaganda, la publicidad, que sean capaces de robar y hasta de matar, por vivir ese estilo de vida importado.

Lo que quiero señalar es que la existencia de la pobreza a niveles de extrema miseria, es súper dramático en todas partes, y especialmente en Nicaragua. La desocupación que alcanza al setenta por ciento de padres de familia que antes han trabajado y ahora no puedan trabajar, significa pérdida de autoestima, pérdida del respeto de sus hijos, prostitución de las hijas, de la esposa, un montón de situaciones que nos explican la situación de descomposición social que se vive y que nos augura situaciones de mayor violencia.

Entonces ¿qué quiere decir esto en términos de la teología, de una reflexión teológica a la luz del Evangelio? Eso significa que siguen existiendo pobres y lo que la Biblia dice es que Dios está en medio de los pobres, y Jesucristo precisamente quiere ser encontrado por nosotros los cristianos, ahí en su esfuerzo, en medio de los pobres, y precisamente, para el caballero que preguntó sobre la salvación, según el Evangelio la salvación fue una sorpresa. Aquellos que fueron llamados al reino de Dios, “venid benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve desnudo y me cubriste, necesitaba una vivienda y me la diste, etcétera”, Mateo 25. Ellos le dicen: – ¿Cuándo Señor, cuándo te vimos en esas condiciones y te hicimos todo eso? Y él les dice: –Cuando lo hiciste a todos estos excluidos, pequeñitos, a estas mayorías, a mí me lo hiciste.

Ésta sería una reflexión que debe acompañar a nuestra conciencia, nuestra preocupación, no con un objetivo interesado de que voy a hacer esto para ganar el reino de Dios; sino que los hombres en general, sean creyentes o no, deben saber que en la medida que se identifican con los marginados, con los sufridos, con sus situaciones, con sus condiciones, con esas realidades sociológicas y estructurales, están realmente sirviendo a Jesucristo, se están encontrando con Jesucristo.

Mónica: Mirá, creo que cuando hay estas situaciones de dudas, de desaliento, decía Fernando, hay que ver hacia lo pequeñito, hay que regresar a la fuente. ¿Qué ha pasado en las épocas de reflexión de los cristianos?, regresan a la fuente, regresan a Jesús.

Nosotros los sandinistas tenemos que regresar a nuestro camino, a lo que dijo Carlos Fonseca, el Jefe de la Revolución. Regresar a su pensamiento, regresar a Ricardo Morales, para mantener viva la moral, para mantener viva la energía y para expresarla también. No es que lo vamos a tener ahí, sin hacer nada, sino expresarla con un montón de cosas. Sin esperar que ahorita sea la gran manifestación, o la gran actividad, o las grandes cosas que sólo pueden ocurrir cuando ya hay una determinada acumulación de fuerzas, que fue exactamente lo que pasó con el Frente Sandinista.

Los compañeros que lucharon en los años 60 y 70 eran contados con los dedos de las manos, ¿verdad? Si los compañeros que comenzaron la organización de los movimientos cristianos hubieran esperado ahí nomás el triunfo, pues, ¡nunca hubieran luchado! Entonces creo que tenemos que hacer de nuevo, hoy, como un recomienzo. Es decir, estamos en minoría en cierto aspecto, verdad, pero eso no quiere decir que nuestros planteamientos no sean justos, que no sea correcta la lucha, la aspiración por esa nueva sociedad.

¿No les parece a ustedes que a nivel de los cristianos, hay que hacerlo? Yo no sé si lo estarán haciendo. No tengo mucho contacto con las comunidades cristianas pero, ¿se estará haciendo eso?

Fernando: Yo tomaría algunas palabras tuyas, verdad, volver a la fuente, reiniciar. Creo que para que se pueda en el futuro encontrar caminos de solución, hay que ver hacia atrás en la fuente, donde están las fuentes de los problemas actuales.

Ya no soy militante del Frente. No voy a hacer ningún análisis político, pero como cristiano, voy a recordar dos momentos en que tuve, dijéramos, participación, y dejé constancia por escrito de mi posición de luchar contra la fuente de la destrucción moral del partido Frente Sandinista. Y hay que recordar que lo más importante que yo viví, como digo muchas veces, fue la Revolución y salí a ochenta ciudades de Europa y América Latina a hablar de la Revolución.

¿Cuál era el capital más fuerte desde la etapa que estábamos luchando contra la dictadura? Su autoridad moral, sus valores, sus principios. Delante de cualquiera yo me levantaba y decía: –El Frente Sandinista nunca ha hecho un acto de terrorismo, nunca ha asesinado a un inocente para crear terror, nunca ha hecho esto. Y hablaba de los valores de los muchachos. Entonces, el término “muchachos” era de un prestigio gigante en cualquier parte del mundo: Los muchachos del Frente Sandinista.

Eso se perdió. Cometimos algunos errores –eso es indudable– en todas las etapas, pequeños, medianos y grandes errores, pero eso no es el fundamento de la destrucción, sino la piñata. Hay tres piñatas, y una de ellas es poco conocida. Hay una piñata conocida que es cuando en febrero del año 1990 se pasaron propiedades del Estado a nombre de personas concretas, o sea, dirigentes. La segunda es cuando se pusieron a nombre del partido Frente Sandinista, propiedades del Estado. Eso es lo que se conoce como piñata.

Hay una tercera que es mucho peor: es aquella donde se pusieron propiedades del Frente Sandinista a nombre de los dirigentes, y se las robaron. Es el robo a su propio partido, y voy a leer dos momentos. Yo tuve una lucha personal directa sobre la defensa del patrimonio del Frente Sandinista, y el 1 de abril del año 1992 dirigí una carta a cada uno de los miembros de la Dirección Nacional.

Y leo un párrafo de mi carta:

No existe realmente patrimonio del Frente Sandinista de Liberación Nacional. Sus propiedades son administradas en jirones, por diversos miembros de la propia Dirección Nacional o por otros dirigentes, sin que existan normas, mecanismos o procedimiento uniforme. Esta situación hace pensar con justificada razón que bienes del FSLN se encuentran incluidos en el patrimonio de personas individuales, en confusión con las restantes pertenencias de éstos. Corremos el peligro de que los beneficios no sean reportados enteramente al Frente. Entonces pido que cuanto antes se unifique la administración de todos los bienes del FSLN, en un solo patrimonio bajo la administración real y directa del tesorero y de un cuerpo de expertos.

Bueno, eso nunca se quiso hacer. Los miembros de la Dirección Nacional histórica nunca quisieron dar cuenta de qué propiedades estaban a sus nombres y eran del Frente Sandinista. La declaración de probidad fue imposible. Muchas veces hablé con Henry Ruiz Hernández “Modesto”, que era el Tesorero del Partido. Fue imposible. Esta carta del 1 de abril no me la contestó ninguno de ellos, y cinco meses y medio después, la mandé de nuevo. Ninguno de ellos me contestó esta carta. Después me contestó uno de ellos, diciéndome que este caso se estaba estudiando.

Entonces, a fin de año, les mandé una copia a todos los miembros de la Asamblea Sandinista para que se enteraran de esta situación. A cada uno, con una carta. Mire, yo estuve tratando casi nueve meses con la Dirección Nacional ese tema y ninguno de ellos quiso hablar de las propiedades que están a sus nombres, pero que son del Frente Sandinista.

Y finalmente muy rapidito, después de hablar de que esta fue la etapa más bella, más maravillosa y ustedes han visto con qué ilusión, con qué entusiasmo he hablado de mi participación en la Revolución, porque además la tengo y la mantengo: ilusión, entusiasmo. No me arrepiento de mi participación, de haber puesto la vida, del amor que puse, de la mística que puse, pero en mi renuncia a la militancia, que tiene fecha del 16 de enero de 1995, les voy a leer este párrafo:

Entre finales de febrero y finales de abril de ese año, una pequeña minoría sandinista, que incluía algunos altos dirigentes, se apropió para su beneficio particular de bienes del Estado o del mismo Frente Sandinista: la tercera piñata. Estos actos de corrupción rompieron la tradición, la honestidad sandinista, y causaron al FSLN el daño más grande de toda su historia.

Estos son los dos párrafos que quería leer. En síntesis, para mí, el haber perdido la moral, los valores, es la causa de todo lo que está sucediendo en el Frente Sandinista. Y aunque una parte de la Dirección Nacional ya no está dentro de la Dirección, incluye a miembros de este grupo, de la primera, segunda y tercera piñata. Claro, robaron a su propio partido. Termino con esto. Cuando una persona pone como valor supremo en su vida, ya no el servicio a la nación, a los pobres; ya no construir una nueva sociedad, por supuesto, exponiendo su vida, sino que prioriza el dinero, su empresa, cualquier método, cualquier forma, aunque sea robando, es capaz de cualquier cosa.

La corrupción, traicionar los principios éticos, tiene consecuencias políticas. Yo te puedo decir como cristiano, que no se puede servir a dos señores. Te lo puedo decir en marxismo: la lucha de clases, ¿verdad?, lo que beneficia al patrón perjudica al trabajador, lucha de clases. No se puede servir a dos señores. Cuando yo pongo como valor supremo el dinero, por debajo queda todo.

¿Por qué no participar en lavado de dólares, de narcotráfico? ¿Por qué no? Es un negocio también. Cuando mi valor máximo es el dinero, soy capaz de hacer cualquier cosa. No hago esta crítica desde la política –ya no soy miembro del Frente–, sino que lo digo como cristiano. Habiendo decidido participar en este programa, yo no me podía ir sin decir todo, sin decir como cristiano, que tengo una crítica a este partido, o cualquier otro que sea corrupto, a los corruptos del gobierno. Mientras haya dirigentes corruptos en el Frente Sandinista, no puede ninguno de ellos estar al frente de un movimiento que traiga el beneficio para los pobres, para las masas populares.

Y esta es la gran tragedia del país, que después de una historia tan bella, tan hermosa, tan santa, que el pueblo no tenga en estos momentos ninguna posibilidad de solución, porque los que podían darla, están metidos en sus negocios; y mientras no se resuelva el problema moral del Frente Sandinista, de los que están dirigiendo al Frente Sandinista, no habrá solución.

Entonces, esto es como una síntesis: mi gran amor a la historia, mi gran amor a los que dieron su vida, mi compromiso por ellos, hasta que llegue también la hora de mi muerte, mi amor profundo a los jóvenes cristianos que murieron por esta Revolución. Mi amor a esa Revolución. Pero tengo que ser crítico desde mi cristianismo, desde mis valores. La corrupción es destrucción de todo lo que se hizo en el pasado.

Mónica: Agradecemos a Fernando estas profundas y sinceras reflexiones finales. Precisamente, nuestro interés en este programa es reflexionar sobre la realidad a partir del análisis de la historia y de nuestras experiencias. Yo creo que existe una gran reserva moral, una gran reserva mística en la gente humilde y en las bases del Frente Sandinista.

José Miguel: Quiero decir que siempre hay una segunda oportunidad sobre la tierra, ¿verdad? Indudablemente Dios nos permite esa oportunidad de conversión y nosotros, como cristianos, tenemos que dar testimonio de que esto es real, es posible la conversión con la ayuda y la presencia de Él. Esto significa pasar por un proceso de arrepentimiento, una metanoia, una confesión –como preguntaba el primer oyente–, una confesión a Dios, al pueblo, de los errores cometidos. El pueblo es capaz de perdonar nuestras fallas humanas, que como personas, como organizaciones políticas, hayamos cometido, y yo realmente creo, sigo creyendo también optimistamente que somos y hemos sido instrumentos de Dios, como Frente Sandinista, para la salvación de Nicaragua, y a pesar de los pecados que hemos cometido, Dios nos da una segunda oportunidad.



12 de junio de 1999





NOTAS


1 Concilio Ecuménico convocado por el Papa Juan XXIII desde 1959 y presidido por su sucesor, el Papa Pablo VI hasta su clausura en 1965. Fue el Concilio más representativo de todos, con una media de asistencia de unos dos mil sacerdotes y asistido además por miembros de otras confesiones religiosas cristianas. El Concilio se convocó con los fines principales de “promover el desarrollo de la fe católica, lograr una renovación moral de la vida cristiana de los fieles y adaptar la disciplina eclesiástica a las necesidades y métodos de nuestro tiempo”.

2 Grupos de cristianos a nivel familiar o de ámbito restringido, que se reúnen para la oración, la lectura de las Escrituras, la Catequesis, y compartir problemas humanos de cara a un compromiso común. Desde el Concilio Vaticano II, las comunidades eclesiales de base florecieron, sobre todo en América Latina.

3 Carta Encíclica del Papa Pablo VI promulgada el 26 de marzo de 1967. En ella denuncia que el desequilibrio entre países ricos y pobres se va ensanchando, critica al neocolonialismo y afirma el derecho de todos los pueblos al bienestar. Además, presenta una crítica al capitalismo y al colectivismo marxista. Finalmente propone la creación de un fondo mundial para ayudar a los países en vías de desarrollo.

4 El teólogo de la liberación Pablo Richard afirma claramente que “la JUC de los años 1960, vivía ya la efervescencia del cristianismo revolucionario”, que habría dado vida a esta corriente. Más explícito, Luis Alberto Gómez de Souza explica que “fue en Brasil, y más concretamente en la Acción Católica, que comenzaron a tomar forma las instituciones que luego darían origen a la Teología de la Liberación”.

5 Empresa que compraba sangre, para luego separar los glóbulos rojos del plasma y exportar éste último a hospitales de Estados Unidos.

6 Doctor en Biblia y en Sociología de la Religión.

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