Cronista deportivo y sandinista sin carné
Edgard Tijerino
Edgard Tijerino nace el 17 de febrero del año 1944 en Managua. Se bachillera en el Instituto Nacional “Miguel Ramírez Goyena” en 1964, y estudia tres años de Ingeniería en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, en Managua. Comienza a trabajar en periodismo deportivo en 1970 a la edad de veintiséis años. Labora como comentarista y cronista deportivo en La Prensa y en Radio Corporación. Durante la década de la Revolución Popular Sandinista trabaja en Extra-Visión, El Nuevo Diario y el diario Barricada. Su programa Doble Play ha sido transmitido en diversas radios desde 1981 hasta hoy. En 1978 laboró en el periódico clandestino de la GPP, Trinchera. A la fecha sigue trabajando en lo que más le apasiona: el periodismo deportivo.
Quisimos realizar esta entrevista para completar una visión de la participación de los periodistas en la lucha contra la dictadura. Ya habíamos conversado con dos extraordinarios periodistas y militantes que empujaron el periodismo de catacumbas. También hablamos con otro periodista ejemplar sobre Pedro Joaquín Chamorro. Ahora tenemos en nuestro programa al cronista deportivo y por sus vínculos anteriores, un colaborador histórico del FSLN, Edgar Tijerino.
Edgard es uno de los hombres más conocido en Nicaragua. Un ciudadano con una gran presencia cotidiana en la opinión pública, que se proyecta desde su rol de cronista deportivo. Comprometido en la lucha con los valores cívicos y democráticos, se considera un sandinista de convicción. No una vez le hemos escuchado decir en medio de su programa Doble Play, o en entrevistas que le han realizado en diferentes medios de comunicación, que él no niega ni nunca ha negado que es un sandinista. Aunque tiene severas críticas a la conducción actual del FSLN.
Con él conversamos de los hechos importantes de su vida, su participación en la lucha contra la dictadura somocista y sobre su exitosa y extraordinaria trayectoria como comentarista deportivo.
La entrevista se realizó en plena campaña electoral del año 2001, cuando nuevamente se postulaba Daniel Ortega como candidato a la presidencia por el FSLN. Inevitablemente las numerosas llamadas de la audiencia derivaron hacia las posiciones de Edgard en relación con la candidatura de Ortega y los problemas en el sandinismo. Esto limitó las informaciones y reflexiones sobre la historia, pero a la vez enriqueció la meditación sobre la coyuntura. Dejamos una pequeña muestra del debate.
Mónica:
Contanos
de tu vida, de tus padres, de tus estudios.
Edgard: Vengo de una familia muy pobre. Mi papá fue un trabajador y mi mamá costurera. El primer gran sueño que cumplí en mi vida fue comprarle una máquina eléctrica, porque yo la veía coser todos los días, pero en esas máquinas de pedal. Cuando empecé a trabajar, mi primera deuda fue comprarle la mejor máquina de coser que había en el mercado, una Singer de cuatro mil córdobas en aquellos tiempos, estoy hablando del año 1964. Primero tuvimos la máquina de coser y después la televisión; primero el medio de subsistencia y luego la recreación, según el orden de prioridades en una familia pobre.
Somos dos hermanos: mi hermana Concepción y yo. Una tercera, falleció al nacer. Por parte de padre, tengo no sé cuántos hermanos, pero con el que he tenido relación es con Gustavo, excelente persona, de quien he aprendido mucho.
Me crie en un ambiente muy cerrado, pero con vinculación a ideas políticas. Mi papá fue conservador de Granada, y a través de su actividad política comencé a conocer a personajes: Emiliano Chamorro, Fernando Agüero y a José Joaquín Cuadra, cuando fundó Juventud Conservadora Revolucionaria (JCR). También tuve contacto con Bayardo Quintanilla, Rubén Castro, el doctor Emilio Álvarez Montalván, Róger Mendieta Alfaro, y casi toda la dirigencia del Partido Conservador, porque mi papá era del obrerismo conservador.
Mi primera inquietud política fue en la campaña de Agüero, que fue de lo más agitado que yo he visto aquí, antes de la Revolución. Fue una campaña cívica pero tuvo momentos trágicos, sangrientos. Pude ver el surgimiento de un líder, sostenido por una campaña publicitaria muy fuerte, en la cual el baluarte fundamental fue Pedro Joaquín Chamorro Cardenal.
Como estudiante, nunca fui bueno, no fui un buen alumno, era muy descuidado. Nunca fui un buen hijo, nunca he podido ser un buen padre.
Mónica: Por supuesto que estás bromeando porque conozco que sos un excelente padre y abnegado hijo. La prueba es que en vez de comprarle la máquina de coser a tu mama; otro se hubiera gastado los reales bebiendo guaro, eso es ser mal hijo.
Edgard: Ah, pero es que yo le tuve miedo a la bebida. Mi primera cerveza me la tomé a los treinta y siete años, el 1 de enero de 1981. Mi cuota máxima es dos cervezas. Dice Auxiliadora que si tomo dos, ella maneja. Y nunca he tomado otro tipo de licor aparte de la cerveza. Le tuve miedo. Como yo soy rigioso a todo, si me gustaba era un problema. Cuando uno es pobre y tiene que trabajar para la familia, debe cuidarse.
La vida me dio la oportunidad de ser, durante casi más de treinta años, el sostén económico de mis padres. Mi papá tiene noventa y seis años y mi mamá ochenta, pero él cree que tiene mucho camino que recorrer.
Mónica: Estudiaste en el Ramírez Goyena, ¿te bachilleraste ahí?
Edgard: Si, en el Goyena. Perder varios años en el Goyena me permitió ampliar mi radio de amigos, porque pasaron varias promociones a la orilla mía. ¡Un poquito más, y me alcanza Bayardo Arce!, que es mucho más joven que yo.
Mónica: ¿En qué año te bachilleraste? ¿No te gustaban los libros?
Edgard: En el año 1964 me bachilleré. Sí me gustaban los libros, pero me gustaba más desviarme. Me gustaba leer, trataba de ser buen alumno en algunas cosas. Perdí un año en primaria, dos años en la secundaria, y también en la universidad. Podía haber hecho mejores cosas. Mi papá me castigaba mucho. A mí no se me olvida, ni a los compañeros de clase, que mi papá llegaba y me pegaba en la tarima. Eso no era común, que te suban a la tarima y que tu papá se saque la faja y te pegue delante de todos.
Mónica: Te daba una gran vergüenza…
Edgard: No. Pues fijate que eso les sorprende a los amigos, y me lo recordaba Ramiro Contreras hace días en la Alcaldía: – ¿Te acordás cuando llegaba tu papa a pegarte a clases? Eso no se me puede olvidar. Pero, además, como tenía razón, tal vez el problema era yo. Vuelvo a ver para atrás y pienso que yo era material de reformatorio más o menos a los catorce años, y que ellos estaban por enloquecer.
Mis padres fracasaron en todos los intentos. Yo me compuse por un golpe súbito que recibí, imaginario, en la cabeza. Alguien me dijo que tenía que enderezar mi vida, logré enderezarla, y salí de la esfera de problemas.
Mónica: ¿Cuándo comenzaste a interesarte en los deportes? Sé que fuiste jugador de fútbol y de ping pong. ¿A qué nivel llegaste en esta afición de fútbol y de ping pong? ¿Participaste en algunos eventos?
Edgard: Sí, las primeras veces que salí de Nicaragua fue por el deporte, como seleccionado. Fui seleccionado en ping pong y también jugué fútbol con el equipo de la UCA, que era campeón nacional de fútbol. Jugué con Carlitos López, que es hermano de Julio, era el centro-delantero con el padre Juan Bautista Arríen.
Teníamos un buen equipo. Yo no era un buen portero. Verdaderamente nunca he sido bueno en nada, pero en un gran equipo, un portero discreto pasaba, y tenía una beca en la UCA que la utilizó la muchacha que fue mi primera esposa. También tenía una beca por pin pong en la UNAN, que era la que yo usaba. También practicaba atletismo, jugaba todo lo que venía.
Pero me gustaba más que todo lo informativo. Desde la época de la liga profesional de béisbol, que comenzó en el año 1956, cuando yo tenía doce años, he sido un voraz seguidor de estadísticas deportivas. Siempre me gustó la información sobre el deporte.
Mónica: A tus amigos les dabas todos los datos y me imagino que se asombraban de que vos supieras tanto de eso.
Edgard: Había muchos que sabían mucho más que yo. Me dejaban asustado; lo que pasa es que yo seguí, tuve más constancia. Nunca pensé que fuera a tener incidencia en mi vida esto de andar de vago. Una vez el ingeniero Roberto Zelaya, uno de los mejores profesores que tuve en la universidad, me agarró escuchando el partido de fútbol Nicaragua-Haití en un examen de geometría analítica, y salí aplazado. Parece que él creía que estaba tan avanzada la tecnología, que alguien me estaba pasando copia desde afuera. Me quitó el audífono cuando yo estaba oyendo ese partido. Y dice: –Nadie me puede aprobar un examen de geometría analítica oyendo un partido de fútbol.
Oyente: Habla Glenda Monterrey. Quiero saludar con especialidad a Edgard, porque cuando yo era estudiante de la Normal, era fans de Edgard Tijerino cuando él era pimponista; y aunque él sea sencillo y humilde al decir que era mediano en todo, no es cierto. Él era brillante. Yo era fans de Sergio Rubí y de él, al extremo que por imitarlos, concursé en un campeonato de ping pong a nivel de los maestros, y gané. Es admirable la constancia de Edgard, así como su integridad. Creo que él tiene un montón de cualidades que yo se las quería decir en público, y lo recuerdo meses antes y días antes de 1979, en unas tareas muy duras en Bello Horizonte, que nunca me imaginé que las iba a hacer. Y eso se me quedó grabado en mi mente. Lo recuerdo con mucho afecto y admiración.
Edgard: Siempre las opiniones de los amigos son muy importantes. Pero, claro, hay mucho cariño en las palabras de Glenda. Ella ha sido una trabajadora, que donde ha pasado pues ha dejado sus huellas y ha servido de ejemplo.
El aspecto de las tareas, Mónica, yo pienso que después de verlos a ustedes, todo el grupo de Comandantes guerrilleros para arriba, uno se sentía tan pequeño, porque los líderes eran verdaderos líderes, y eran líderes con su ejemplo, y yo me impresionaba mucho de toda la gente que veía adelante. Yo decía, ¿cuándo vamos a ser como ellos? ¡Nunca!, decía.
Mónica: ¿Cuándo comenzaste tu labor de cronista deportivo? Sé que estudiaste unos años Ingeniería y que después te metiste a trabajar y no concluiste tus estudios. ¿Quiénes fueron los primeros que te contrataron?
Edgard: Yo trabajaba en ingeniería dibujando planos. Era un dibujante mediano, pero era dedicado. La gente siempre me trató bien porque era responsable, sigo siéndolo. Eso de la responsabilidad es importante, porque aunque no seas brillante, si sos bien responsable la gente te prefiere. Mi Jefe era el ingeniero Agustín Chang, hermano de Otto de la Rocha. El grupo de trabajo estaba integrado por Dionisio Nicho Marenco, Roberto Urroz, Daniel Aráuz, Denis Lau y yo. Yo era el único que se quedaba trabajando la Semana Santa. Es cierto que me representaba horas extras, y nunca en mi vida he desaprovechado la oportunidad de ganar una hora extra. Es el día, y yo trabajo si hay una posibilidad de ganar una hora extra.
Cuando Chang me hizo esa oferta de trabajo era para ganar 900 córdobas, y para mí era un buen salario. Yo me casé ganando cuatrocientos córdobas, pero después vino una posibilidad de escribir para La Prensa, donde, después de hacer unas crónicas, me iban a pagar quince pesos diarios.
Pedro Joaquín no fue quien me llevó a La Prensa, él me conoció a los meses de estar yo ahí, y preguntó quién era el chavalo que estaba escribiendo ahí; aunque no era chavalo, tenía veintiséis años, y por qué me habían llevado Danilo Aguirre y Horacio Ruiz. A Pedro Joaquín fue al último que conocí en La Prensa, yo ya era amigo de Carlos Fernando, quien jugaba ping pong también.
Mónica: ¿Cómo te enchufás vos con ese Frente Sandinista en el cual llegás a creer a pie juntillas en aquella época?
Edgard: La primera que se me acercó a hablarme de la posibilidad de estar en el Frente fue Vivian Torres. Ella trabajaba en el grupo que manejaba William Ramírez a nivel interno, y con William yo había tenido amistad en La Prensa. Cuando él se fue a la montaña en el año 1975, dejó un vacío de amistad, porque nos visitábamos, comíamos en su casa en Linda Vista o en mi casa en Bello Horizonte.
Cuando William habló por primera vez conmigo, fue una novedad, porque ya era alguien que clandestinamente se movía aquí en Managua. Trabajé también con Bayardo Arce, Róger Figueroa y Ramón Cabrales. Todo el grupo era de la GPP, Tendencia Guerra Popular Prolongada.
Puedo decir que soy GPP porque fue con esa tendencia con la que trabajé, y me imagino que casos como el mío pasaron en diferentes tendencias, es decir, que si alguien es Tercerista o Proletario porque fueron ellos los que lo contactaron, uno se sentía uniformado en ese aspecto, aunque todos los que éramos reclutados en líneas generales éramos partidarios de la unidad, por naturaleza todo el mundo lo que se imaginaba era un Frente Sandinista unido.
Y las tareas, que decía Glenda, pues yo las veía que eran unas tareas sencillas, comparadas con los riegos que corrían los guerrilleros. Para mí era un orgullo manejarle a gente de la Revolución. Recuerdo que a veces luchábamos con el toque de queda, y yo me sentía importante siendo chofer de alguien. Un día, en un aniversario de Sandino, creo que fue en febrero del año 1979, le iba manejando a Bayardo Arce y nos alcanzó un jeep BECAT (Brigadas Especiales contra Actividades Terroristas), por la Ferretería Lang, justamente porque había un bache, y yo andaba en un carro Mustang bajito. Era mi carro que yo lo cuidaba mucho, me sentía Onassis con él, lo había sacado al crédito para pagarse en siete años, y Eduardo Román me sirvió de fiador. Íbamos en ese carro, yo no podía pasar rápido por ese bache, el BECAT nos alcanzó justamente ahí, y a mí me asustó que Bayardo sacara una ametralladora portátil.
Mónica: Sí, una subametralladora UZI con culata plegable, se podía andar en un maletín Samsonite.
Edgard: Yo en cosa de armas no sé nada de marcas. Aquí tenés un tipo que nunca ha disparado un tiro en su vida. Una vez me mandaron a aprender a tirar con Ramón Cabrales. Él me llevó y me caí con un fusil y dijo que hubiera matado a medio mundo. No sé, casi un cargador de tiros había sacado. Pero nunca aprendí nada.
Ese día sentí que si reconocían a Bayardo estábamos fritos los dos. Lo que pasa es que uno se fue acostumbrando también al riesgo. Creo que todos los que trabajamos de colaboradores, nos sentíamos seriamente responsables de la vida de quien andábamos transportando. Sin necesidad de que nos adoctrinaran, sentíamos que era la vida del compañero la que importaba. Era lo que teníamos claro todos, que lo importante era la vida del dirigente.
Cuando me llamaron del Frente para darme la responsabilidad del periódico Trinchera, consideré que estaba ascendiendo. Hacía a mano los títulos y conseguí que amigos de La Prensa me levantaran el texto. Esto era un problema, yo tenía que levantar textos en la máquina del periódico; pero para desvincular a La Prensa, yo hacía los títulos con mi propia letra, a mano, basado en mi experiencia como dibujante, y hacía las letras un poco distorsionadas.
Y publicábamos el periódico. Yo recuerdo que una vez recibimos una carta de Henry Ruiz “Modesto”, desde las montañas, en la que decía que estaba bonito el periódico, en su forma y en el contenido. Yo no tenía nada que ver con el contenido, pero una vez me atreví a quitar un artículo en el cual se atacaba a María Elena de Porras. Yo fui amigo de Adonis Porras. Lo conocí por medio de Carlos García, aunque las diferencias políticas por supuesto siempre existieron, pero esa vez venía un artículo tipo Informativo de la Mañana.
Yo consideré que el lenguaje empleado en ese artículo, como que le quitaba un cierto toque que había caracterizado a Trinchera, y lo quité. Me hicieron una llamada de atención bien fuerte, pero no pasó a más. Siempre seguí contando con la confianza de los compañeros. Después, la muchacha que era mi esposa, se involucró en algunos traslados de armas y ocuparon a una hija mía, que finalmente murió de gastroenteritis a los dieciséis meses; y cuando ésta murió, dije: –La niña que ayudó a meter armas a Granada, que ayudó a meter armas a Jinotepe, que no se dio cuenta que estaba ayudándole a esta Revolución. Cuando murió la niña hice un artículo que se llamaba ¿Por qué, Señor? Murió el 24 de octubre de 1979.
Yo decía, ¡púchica! Ni siquiera se dio cuenta de que ayudó, aunque en Granada no se disparó un tiro, pero ahí se metieron armas.
Mónica: ¡Cómo no, sí se dispararon tiros, no me vas a decir! … ¡No jodás!
Edgard: Granada se tomó jugando naipes, comiendo vigorón. Ya estaba vacío casi todo, comparado con Jinotepe, Diriamba y Masaya...
Mónica: No fue como el caso de Jinotepe, donde estaba el Coronel Rafael Lola. Aunque la gente del comando salió disparada desde el primer día, un grupo de guardias hicieron una tenaz resistencia en el Edificio de Telecomunicaciones, frente al parque y nos mataron varios Jefes.
En realidad, en el caso de Granada, al final todos los del Cuartel de La Pólvora se rindieron, pero hubo sus combates. Había una desconcentración de la Guardia en varios puntos. Hubo combates en el propio centro, en la oficina de correos, en la Catedral, pues tenían francotiradores en los campanarios; y en el mercado, en donde había grupos de diez a quince guardias, que eran guardias fogueados, y que hicieron resistencia, y hubo intercambios de fuego, y hubo muertos. El grupo del mercado no quería rendirse, incluso después que ya se había rendido La Pólvora.
Edgard: Sí, tal vez en menor grado respecto a la magnitud que tuvo, por ejemplo, la resistencia aquí en los barrios orientales, eso fue escalofriante.
Mónica: Comparativamente con León, Estelí o la toma de Matagalpa, pues sí; desde ese punto de vista, acepto que Granada se tomó comiendo vigorón.
Edgard: El primer impacto que yo tuve fue en 1978, ya estando metido en la organización, como un colaborador. Es el único rango que tuve.
Yo tenía un problema, y es que por temor a ser incumplido, llegaba antes a las cosas, y eso era un error grave en el Frente. Por ejemplo, una vez tenía que trasladar a William Ramírez a San Marcos; llegué antes y vi a Eliar Rodríguez, y casi le pregunto qué andaba haciendo ahí. Cuando ya venía con William para Managua, oímos sobre el quiebre de una casa en San Martín, y decían que todos habían muertos. Aquello fue terrible, porque las tres Tendencias tenían casa en San Martín.
Mónica: Ahí murió Ricardo Talavera, el hermano de José León. Yo había tenido varias reuniones de coordinación de tendencias con él. Nos habían informado que la OSN estaba vigilando las casas de San Martín, y le avisé a mi contacto Tercerista, que era entonces Rafael Solís Cerda, Payo, y como tenían armas ahí, Talavera decidió ir a sacarlas, y lo mataron. Me dolió mucho porque era un compañero muy dulce en su trato y muy bromista. En las reuniones siempre nos hacía reír.
Edgard: La verdad es que uno se habituó al riesgo, y a mí me impactó la forma en que vi a Estelí: los cadáveres llenando el parque y la gente decidida; y uno escribiendo de deportes y hablando de farándula, pendiente de la película que van a dar en los cines el viernes.
Cuando comencé a conocer a los dirigentes, quedé genuinamente impresionado. La mayoría eran míticos. Uno tenía unas impresiones que yo quisiera no haberlas visto deteriorarse jamás. Sentía un respeto profundo y uno se sentía orgulloso de poder dar un reloj, de que te llamara alguien, de que te tomaran en cuenta, de saberse un poco partícipe.
Recuerdo que una vez dejaron una pistola en mi casa, y la di cuando se adelantó la insurrección de Managua. Los muchachos andaban quebrando las luces de las calles con tiradoras, entonces saqué la pistola –que no la iba a usar nunca– y se las regalé para que en lugar de andar con tiradora, apuntaran a las luminarias y procedieran más rápidamente a quebrarlas.
Nunca creí que quemaran el diario La Prensa tan rápidamente, y no pude sacar mis archivos. He perdido mis archivos dos veces. Aunque no todo, porque en lo que yo más gasto en mi vida es en revistas y libros. Tengo dos cuartos llenos en mi casa y uno en El Nuevo Diario, que no he desocupado. Perdí un cuarto en Barricada y lo de La Prensa.
Pero aun con todo lo que he perdido, creo que tengo la más grande biblioteca deportiva de Centroamérica. Es casi seguro, porque te estoy hablando de entre quince y veinte mil revistas, y unas seis mil traducciones de casi todo. Todo en orden. Me dolería que se me quemara todo eso.
Mónica: Volviendo al tema, ¿cómo te imaginabas que sería una Nicaragua sin Somoza? ¿Qué era a lo que aspirabas, creíste que íbamos a ganar, que íbamos a triunfar contra la dictadura, cómo te imaginabas el futuro entonces?
Edgard: Cuando el Frente Sandinista me contacta, estoy pasando el mejor momento económico de mi vida. Había comprado una casa por donde ahora vive Tomás Borge y tenía la casa anterior, tres carros; y me había pasado a la Radio 590, trabajaba en Extravisión, en La Prensa, en la revista The Ring y en la Revista Hit, de Tomás Morales, y creía que nadie ganaba más que yo en Nicaragua. Había hecho dos libros: el libro Alexis Argüello, que me lo compró Sucre Frech y el libro El Mundial Nica, que me permitió comprar la primera casa y todas esas cosas. Pero yo decía que todo eso que tenía era una mezquindad al ver las necesidades que había.
Estuve totalmente claro con la gente del Frente que llegó a hablar conmigo, de que no era mi bienestar material lo importante, y, desgraciadamente, cuando la Revolución gana, coincide con una serie de cosas: mi divorcio, unos problemas bien agudos alrededor de mi familia, de mis padres; de tal manera que mis padres quedan viviendo en una casa, mis hijos quedan en otra casa y yo quedo sin casa, y tengo que ir a vivir a la Colonia Centroamérica, donde Auxiliadora, mi actual esposa, alquilaba un cuartito en la casa de doña Adelita Marín, quien se convirtió en el ángel de la guarda de nosotros.
Y entonces, con la Revolución comencé de cero otra vez; pero además de cero, esperábamos con desesperación el Paquete AFA (arroz, frijoles y azúcar). Más adelante pude salir fuera del país, que era un privilegio, pero mi trabajo lo hacía con todo el amor del mundo, porque pensaba que lo que uno había dejado atrás era tontera. Y, lógicamente, pensamos que íbamos en un proyecto que ahora vemos que sigue pendiente.
Todo aquello que se decía, por ejemplo, que “los obreros y campesinos llegarán hasta el fin”, “Patria Libre o Morir”, ya no existe. Porque éste no es el Frente Sandinista que nos legó Patria Libre o Morir. Y varias veces he relatado que la frase contra el yanqui que sale en el himno del Frente, no venía en el himno original. Cuando vino el himno escrito por Carlos Mejía Godoy, nosotros lo recibimos para publicarlo en Trinchera, y mandaron a pararlo, porque faltaba una frase anti-imperialista. Esa recomendación la hizo Tomás Borge, y entonces Carlos Mejía mete la frase del Che en Punta del Este que dice: “luchamos contra el yanqui, enemigo de la humanidad”.
Irónicamente esa frase tampoco ahora existe. Tantas cosas han cambiado y yo digo ¿sandinismo? Esa es una de las cosas de las que estoy absolutamente claro, que esto que estamos viviendo no es sandinismo.
Mónica: ¿Qué es para vos ser sandinista?
Edgard: Lo que, cuando comenzamos, nos dijeron Ricardo Morales Avilés, Oscar Turcios, Carlos Fonseca Amador, el mismo Sandino, Tomás Borge y todos decían, fundamentalmente en el servicio a la comunidad, no pensar en lo personal; el aspecto de la hermandad, eso que canta Carlos Mejía Godoy en La Consigna, “hermano, dame tu mano”. Eso de la hermandad se perdió, o sea, se perdieron todos los valores que nos dieron.
¿Cómo transformar una sociedad, aunque tuvieras que sacrificar cualquier tipo de pertenencia que se tuviera? Y en eso yo reconozco al Grupo de los Doce, que en cierta forma fue ejemplar, porque fue la suma de ideas lo que dio la unidad; porque si hubiéramos manejado solo la teoría de la GPP, el modus operandi de los Proletarios o de los Terceristas, no hubiéramos llegado a ningún lado.
Fue la suma de eso y una serie de circunstancias. Siempre creí que el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro Cardenal fue como el punto clave. Sigo pensando que sin el asesinato de Pedro Joaquín, no hubiera habido triunfo de la Revolución, porque fue eso lo que volcó a todo el pueblo. Otra cosa también clave para el triunfo de la Revolución fue el papel de los líderes que manejaron el movimiento. Sin liderazgo no hubiésemos llegado, porque, ¿te imaginás un movimiento revolucionario sin líderes?
Ahora, ¿qué fue lo que más me impactó al comienzo del Frente? El ejemplo de los líderes. Hace días estábamos en una reunión y alguien preguntó: – ¿A quién queremos parecernos ahora? –A nadie. Y en ese tiempo todos queríamos parecernos a ustedes. O sea, uno decía, yo quiero ser como fulano. Yo todavía quiero parecerme a “Modesto”, de los poco que todavía veo como modelos. Uno los veía a todos, y uno les manejaba y decía: ¡Púchica!, ¿cuándo voy a ser como éstos? Ahora uno no quiere parecerse a los que quería parecerse hace veinte o veinticinco años. Ese es un problema grave.
Mónica: Estás tocando un tema que constantemente lo veo en tus crónicas deportivas y en tus comentarios políticos en Doble Play y en tu columna Punto y Aparte. En la televisión tenés menos oportunidad para expresarte, pero vos hacés énfasis en los valores cuando estás hablando de deportes, de novelas y hasta de comidas.
Entonces a mí me parece que, aunque todavía no me lo has terminado de decir, uno de los temas fundamentales que diferencia el sandinismo de ayer de lo que se conoce como el sandinismo de hoy, es en cuanto a la escala de valores. ¿Por qué se lucha, por qué se trabaja, por qué se vive? El tema ético, el tema de la honradez, el tema de la fraternidad.
Oyente: Habla Giovanny Mendoza. Un saludo muy cordial a Edgard Tijerino, que ha sido un motivador por excelencia a lo largo de toda su trayectoria, principalmente por radio. Lo que más admiro de don Edgard Tijerino es su libertad de pensamiento. Es un hombre que no está comprometido con nada. Es decir, él responde a sus ideas y eso significa que él puede ser sandinista, pero libre. Yo no concibo que ciertos sandinistas que están en contra de Daniel digan: Ni modo, tengo que votar por el Frente. No, porque la persona tiene la libre decisión de votar por quien crea más conveniente para Nicaragua, no es un compromiso con el partido.
Así es que las personas que atacan a Tijerino, que le atacan su forma de pensar, creo que tienen que respetar su libertad de pensamiento.
Oyente: Buenos días, Edgard. Yo quería saludarte y contarte algunas cosas. Como dijo Mónica, tú te metes en las casas en la mañana, al mediodía y luego en la tarde, y cuando te oye la familia de uno, emite opiniones. El veintiséis de febrero de 1990, al día siguiente de la derrota electoral del FSLN, recuerdo que llegaste a Radio Nicaragua y expusiste tu posición sandinista de una forma tan diáfana, tan clara, que mi papá en esa ocasión dijo: –Ve, hay que recapacitar, definitivamente que no es un charlatán; ese hombre tiene los huevos bien puestos. Me perdonan la palabra.
Hasta el día de hoy, yo sigo admirándote. Sin embargo, te quería hacer una crítica, si me lo permitís, y tiene que ver con la circunstancia actual, electoral, y de coyuntura política del Frente Sandinista. Desde hace días te vengo escuchando, te escucho casi a diario al medio día, porque soy médico y a las siete de la mañana tengo que estar en el hospital; y desde hace rato tu discurso viene siendo, no hay por quién votar, el danielismo no vale la pena. Me preocupa eso porque eso significa que la derecha puede sacar ventaja de eso.
Oyente: Aquí le habla María López. Yo admiro mucho al señor Tijerino por todas sus cualidades morales, pero en la parte política, no estoy de acuerdo con él en ciertas cosas. Por ejemplo, él dice que es sandinista. Yo soy sandinista, pero yo no voy a votar por el Partido Conservador, ni por el Partido Liberal, por mucho que no esté de acuerdo con la dirigencia del partido Frente Sandinista.
Entonces, si uno tiene su ideología bien puesta, él no diría lo que dice por la radio todos los días. ¿Qué es lo que está haciendo? Está haciéndole el juego al partido contrario. Yo no sé. Él es un hombre inteligente, pero de repente lo veo que actúa de una manera ignorante; porque si uno tiene su ideología, muere con su ideología, y no reniega, como él que reniega todos los días. Él no debiera decir que es sandinista. Cualquier cosa puede ser, menos eso.
Edgard: Cómo voy a creer yo en las promesas de quien decapita a su propia familia, alguien que aplica la mano dura entre su propia gente, entre la familia revolucionaria, yo no puedo creer que vaya a cumplir sus promesas, si ni siquiera ha podido cumplirlas al nivel del Frente Sandinista.
Algunos de los oyentes me calificaron negativamente porque no apoyo a Daniel y sí apoyé la candidatura de Herty a la Alcaldía; dicen que lo apoyé por los anuncios. Yo lo apoyé por convicción. Herty me pidió después el favor de que le sacara anuncios de la Alcaldía sin cobrarle, y es lo que estamos haciendo.
No es oportunismo. Vengo de casa sin ladrillos, vengo de vivir en una cuartería, todo lo que tengo en esta vida es una ganancia. Estoy acostumbrado. En el tiempo del Frente yo volví a cero. Nunca reclamé, nunca me desesperé, comíamos en Barricada, no era una buena comida, pero comíamos todos los días ahí. Comencé con Auxiliadora. Me dio ganas de llorar el día que nació mi hija Tania y no tenía para los pañales, y la Chilo tomó su salario para irlos a comprar, pero eso no me hizo sentirme mal.
El aspecto material conmigo no vale. Si yo me saco la lotería, busco cómo gastarla, me encanta viajar mientras puedo, me encanta comer bien si puedo y si es producto de mi trabajo. Yo me jacto de decir compré un carro porque es mi trabajo.
Pero le quería decir que los anuncios de la Alcaldía, hasta hoy, han sido gratis. No existe una factura de Doble Play en la Alcaldía. Mire, yo no le podría cobrar, porque mi principal virtud, o mi única virtud, es el agradecimiento. Si Carlos Guadamuz necesita una ayuda de Edgard Tijerino, ¿cómo se la voy a negar a alguien que me ayudó tanto?
Yo sería incapaz de cobrarle una nota publicitaria a Daniel Ortega, con quien he tenido siempre relaciones de amistad. Ahora, insisto, no voy a votar por Daniel, desde ningún punto de vista. No puedo. No. Lo siento. Estaría traicionándome a mí mismo, y me estimo mucho. Entonces, quedamos claros de varias cosas: que no voy a votar por Daniel. Puedo ir a comer con Daniel el día anterior a las elecciones, puede él volver a comer en mi casa, como antes de las elecciones de 1996, pero no voy a votar por él.
Ahora, el ser sandinista no es un calificativo que me han regalado los Ortega, ni cualquiera. Ese es un sentimiento, esa es una convicción de cada quien. Uno siente que es sandinista o siente que no lo es. El que yo estoy seguro que no es sandinista, es Daniel. Yo me escalofrío cuando escucho decir que Daniel es sandinista, porque Daniel no es nada de sandinista; él no tiene nada que ver con los postulados que nos dieron, con el comportamiento que nos dieron, con la política que nos dieron, con el ejemplo que nos dieron los verdaderos sandinistas. Nada.
Daniel dejó de ser un sandinista en una forma impune, tranquilamente, nadie le dice a él que ya no es sandinista. ¿Cuándo fue la última vez que escucharon en boca de Daniel Ortega las consignas que nos atraparon? ¿Desde cuándo ya no vale la pena morir por la Patria? ¿Desde cuándo? Desde la conveniencia, desde los pactos, desde los arreglos. ¿Cuándo nos dijeron que las circunstancias nos podían llevar a pactar en beneficio de nuestros intereses personales, no del pueblo? ¿Cuándo nos dijeron que por un puesto en la Contraloría o en la Corte Suprema, valía la pena poner a un lado todos los postulados que nos dieron? ¿Cuándo nos dijeron eso?
Por eso es que en una de las entrevistas que me hizo El Nuevo Diario, yo decía: –Fuimos estafados. Y me decía el padre Fernando Cardenal: –Estoy de acuerdo, fuimos estafados.
Fernando Cardenal es un hombre que en este país tiene una autoridad moral del tamaño del Himalaya, y Fernando no se mete en nada; obviamente no va a votar por Daniel, estoy absolutamente seguro de que no va a votar por Daniel. Me sorprendería ver a Henry Ruiz votando por Daniel, me sorprendería ver a tanta gente que yo conozco votando por Daniel. No lo van a hacer. Ahora, ¿qué Daniel gane?, de acuerdo, ¡si ganó Arnoldo! Yo tengo una situación que tal vez me hace privilegiado en este país, y tengo que admitirlo: gane quien gane voy a seguir trabajando y mi familia va a seguir sobreviviendo. Aquí puede venir cualquier sistema político, y con mi capacidad de trabajo, con la forma de comportarme, yo voy a ir adelante.
Yo no dependo de que gane ningún presidente. Yo me voy a levantar el cinco de noviembre, ¿quién ganó? No importa. Porque cuando a mí me quitaron del Instituto Nicaragüense de Deportes (IND) y cuando a mí me dijeron que si no era militante no iba a ser nada, en ese momento yo dije, nunca voy a ser militante de carné del Frente Sandinista. Y nunca lo fui, nunca tuve un carné, y el único respeto que voy a pedir es que no me hagan lo que le han hecho a tantos, que cuando mueren le dan un carné de militante.
Auxiliadora no permitiría que me den un carné de militante después de muerto, porque es como burlarse de gente que no fue reconocida en vida; además, no son ellos los dueños de darle el carácter de militante a uno, es uno el que se gana la militancia, con su conciencia y su comportamiento sandinista, con las actitudes morales, con la familia, con los que lo ven, con los que lo conocen, con los amigos. El día que deje de ser un ejemplo para mis hijos, ese día me voy a sentir tan mezquino que podría hasta pensar en algo que repudio enormemente, como es el suicidio. Cuando con su comportamiento uno traiciona a su familia, eso es lo más bajo en que puede caer una persona.
En mi libro El Mundial Nica, Pedro Joaquín Chamorro escribió de Edgard Tijerino lo siguiente: “...se le puede decir cualquier cosa, menos que es deshonesto. En medio de una sociedad corrupta, el Tijerino que yo conozco es un hombre honesto”. Se lo agradezco. ¿Por qué?, porque es el Jefe que habla del empleado.
No se trata de ser más o menos sandinista que otro. En cuanto al engaño, vivimos en un país libre, y el que quiere seguir engañado que viva así. Si el sesenta por ciento quiere seguir engañado, que siga. Leí hace poco un libro que habla sobre el engaño. No es nuevo. Y no es de los países que tengan un índice cultural pobre. La Alemania de Strauss, la Alemania de Goethe, esa fue engañada por Hitler, y lo idolatraban. La Italia, fue engañada por Mussolini, y los nicaragüenses, en una mayoría, lo fueron buen tiempo por Somoza.
Lógicamente, contra la mayoría no podemos hacer nada. Lo que yo digo es que el que quiera votar por Daniel, que vote, y si Daniel gana con el sesenta por ciento, que gane. Yo no lo voy a felicitar porque sería una burla cruel al pueblo de Nicaragua, porque todo lo que promete no lo va a poder hacer.
Hemos llegado al punto de tener que escoger entre la cámara de gas o la silla eléctrica, que sea bueno, sea malo, mi interés es que si Maquiavelo, Fouché o el Marqués de Sade son buenos o malos, o Nietzche es bueno o malo, lo importante es si lo que dicen es razonable o no razonable, tiene base o no tiene base. Por eso digo, las votaciones de este año son una escogencia entre la cámara de gas y la silla eléctrica, así me siento.
21 de abril del 2001