Santos López: entre Sandino y el FSLN
Armando Amador y Rosi López Huelva
Rosi López Huelva nace en el barrio Bóer, Managua, el 6 de abril de 1933, hija de un maestro y una ama de casa. Estudió pintura, dibujo y escultura, y fue la primera mujer egresada de la Escuela de Bellas Artes de Nicaragua, cuando era dirigida por el maestro Rodrigo Peñalba. Perteneció a un grupo literario que reunía a Peñalba, Carlos Martínez Rivas, Pablo Antonio Cuadra, Ernesto Cardenal y al héroe Rigoberto López Pérez. Desde este ambiente cultural, comienza a interesarse por la realidad social de los nicaragüenses.
Durante el ajusticiamiento de Somoza (1956), ayuda a salir del país a algunos compañeros involucrados en la acción. En julio de 1959, Rosi López participa en la toma de la Catedral de Managua y es parte del movimiento de mujeres llamado Las Enlutadas. Obligada a salir al exilio, viaja en octubre de ese año a Cuba. Desde entonces se incorpora al Frente de Liberación Nacional (FLN), el que posteriormente se convertiría en el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
Ella es fundadora del FSLN, aunque la historia oficial de esta organización no lo reconozca. Rosi López trabajó de cerca con el Comandante Carlos Fonseca y con José Benito Escobar y otros dirigentes sandinistas. Durante toda la década de los sesenta, se hizo cargo de la oficina del FSLN en La Habana. En 1963, después del movimiento guerrillero de Raití-Bocay, alojó y atendió hasta sus últimos días al Coronel Santos López.
En 1968, mientras realizaba un viaje de trabajo con Humberto Ortega, Rosi López fue detenida en Panamá, donde la torturaron salvajemente, la violaron y mantuvieron en total aislamiento. Fue deportada a Nicaragua donde guardó prisión por 7 meses. Salió hacia Cuba en donde permaneció hasta el triunfo de la Revolución Popular Sandinista en 1979. A partir de entonces, dirigió el Departamento de Artes Plásticas del Ministerio de Cultura; luego, creó el Taller de Cerámica José Benito Escobar, en la Alcaldía de Managua. Hoy en día está dedicada a la producción artística en su taller y realiza trabajo voluntario enseñando artesanía y pinturas a niñas y niños quemados.
El Coronel Santos López nació el 20 de febrero de 1914. Combatió al lado del General Sandino, desde la edad de doce años. Escapó herido del ataque de la Guardia Nacional a la casa de don Sofonías Salvatierra, donde se encontraba con Sócrates Sandino, mientras la Guardia capturaba y luego asesinaba a Sandino. Santos López siguió luchando. Fue fundador del FLN y luego del FSLN, y se convirtió en el más experimentado Jefe militar de la guerrilla del Patuca (Raití-Bocay). Murió en Cuba, víctima de cáncer, el 10 de febrero de 1965.
Este diálogo es sobre todo acerca del Coronel Santos López, de quien muy poco se ha escrito. Combatió al lado del General Sandino, y posteriormente se unió a los jóvenes guerrilleros sandinistas de la nueva generación representada por Carlos Fonseca Amador. Está enterrado en el Parque Central de Managua, junto al Mausoleo de Carlos Fonseca, pero en su tumba ni siquiera está la fecha de su muerte. Este hombre tantas veces heroico ha sido olvidado, al punto que la mayoría de los jóvenes no lo conocen.
En esta ocasión, entrevistaremos al historiador don Armando Amador, líder sindical, luchador de mil batallas y estudioso incansable de la gesta revolucionaria del General Sandino; y a Rosi López Huelva, escultora, de larga trayectoria de lucha en el Frente Sandinista.
Mónica: Rosi, ¿qué impresión te dio el Coronel Santos López cuando lo conociste? ¿Sabías que él había combatido con Sandino?
Rosi: Dicen que recordar es volver a vivir, y realmente recordar a un hombre como el Coronel me hace sentir muy bien, porque creo que recordándolo, los nicaragüenses aprendemos un poco más de nuestra historia.
El Coronel Santos López fue uno de los compañeros sandinistas que más me impresionó, que más me ayudó y más marcó el transcurso de mi vida. Lo digo porque, si bien yo salí al exilio con inquietudes revolucionarias, a medida que pasó el tiempo fui aprendiendo muchas cosas que nos hacen tomar determinaciones que marcan para toda la vida.
Siempre me interesó la historia de mi país, y para mí, Sandino es algo muy grande, fue el hombre que nos dio dignidad y principios, y precisamente por esto, todo lo que estaba alrededor de Sandino para mí tenía una importancia vital. Tuve el privilegio de trabajar para la Revolución de mi país y conocer a muchos personajes históricos, muchos héroes, muchos mártires que forman parte de este ejército de hombres y mujeres que aspirábamos a un mundo justo para nuestro pueblo. El Coronel Santos López fue el eslabón de Sandino con el Frente Sandinista, de Sandino con todas las siguientes generaciones que le seguimos.
Así que, cuando me dicen que en México el Coronel Santos López puso como condición para trasladarse a La Habana, que tenía que ir a la casa de la Rosi López Huelva, que él no conocía más que de oídas, a mí me parecía mentira que me estuvieran pasando ese mensaje, que el Coronel quería ir a mi casa.
Mónica: Eso fue después de Raití, cuando logra salir hacia Honduras y luego pasa a México. ¿Él había estado antes en Cuba?
Rosi: No, él no había estado nunca en Cuba;1. Recuerdo que primero hablé por teléfono con el profesor Edelberto Torres, quien había llamado a mi casa para preguntarme si estaba dispuesta a recibir al Coronel; y le dije que si él estaba ahí, que me lo pusiera al teléfono. Entonces, cuando oí su voz, sólo le dije: –Coronel, estoy a su disposición, mi casa es su casa; me sentiré muy feliz, muy honrada, de que usted venga a convivir con nosotros. Fue una conversación muy corta. Luego, a los días, tuvimos al Coronel en La Habana, en “territorio libre de América”, como él me dijo cuando me vio.
Mónica: Vamos a pedirle a don Armando, quien es un estudioso acucioso de la vida de Sandino, que también nos hable del Coronel. ¿Cómo se involucra con Sandino el Coronel Santos López?
Armando: Para hablar del Coronel Santos López, hay que partir de la constitución moral de Sandino, de su conducta patriótica. Sandino regresa en 1926 a Nicaragua, va a León y de ahí, a la Mina San Albino, donde forma una columna con gente extraordinaria: los hermanos Coronado Maradiaga, Ramón Raudales, Rufo Marín –el héroe que después caería en Ocotal frente a los cuarteles de ocupación militar norteamericana–, Santiago Dietrich –olvidado–, Heriberto Reyes, Juan Gregorio Colindres, Ismael Peralta, Tranquilino Jarquín, Pedro Cabrera, de León, Porfirio Sánchez y las hermanas Teresa, Amalia y Alicia Villatoro, salvadoreñas extraordinarias en la lucha anti-imperialista de Sandino, particularmente Teresa, quien fue una enfermera y organizadora de la infraestructura de El Chipote, es decir, el Cuartel General de Sandino.
Al lado de ellos estaba gente que vino de Honduras y de El Salvador, como José León Díaz –uno de los hombres más valientes, más curtidos en la pelea–, Sinforoso González, Lorenzo Blandón, León Amador, Alejandro y Elías Pérez, Zacarías López, Doroteo González, Coronado y otros más. Éstos fueron organizados en la Mina de San Albino, eran mineros, aunque originalmente fueron agricultores y ganaderos; o como el propio General Juan Gregorio Colindres, quien tenía un origen de clase más alto, sin embargo, fue uno de los convencidos por la prédica de Sandino de hacer la lucha armada contra la ocupación norteamericana y el gobierno conservador de Adolfo Díaz. Algunos de estos hombres que trabajaban en la mina San Albino, forman esa extraordinaria vanguardia auténtica, no engañada ni traicionada.
Ocurrió en el año de 1926, cuando la columna guerrillera de Sandino avanza de San Albino hacia El Jícaro. Un niño de doce años, quien ayudaba a su mamá en su venta ambulante de pueblo en pueblo, se da cuenta que estos hombres están destazando una res. El niño se acerca asombrado, le dan un enorme pedazo de carne, sale en carrera a dárselo a su madre, y le dice: Mamá, esa gente es muy buena, mire lo que me han dado, yo me voy con ellos. Ahí, a mediados de julio de 1926, se inicia ese gigante de la tenacidad, del heroísmo, de la sencillez. Ese niño llegaría a ser el Coronel Santos López.
La primera responsabilidad asignada al niño fue integrar el Coro de Ángeles, que inventó Sandino. Eran niños –como contaba el propio Santos López– de doce, trece y catorce años, quienes metían un alboroto grande en los combates y, con sus voces, daban la impresión al enemigo de que estaban combatiendo con un ejército mucho mayor que el que era realmente.
Santos López pasó después a un destacamento llamado Los Palmazones, del cual hay un material extraordinario muy poco usado en nuestra bibliografía sobre Sandino en Nicaragua. Me refiero a las entrevistas de Sandino hablando de los niños del Coro de Ángeles y de Los Palmazones. Estos últimos eran adolescentes de quince o más años de edad. En los combates tenían la misión de lanzarse a las trincheras del enemigo a quitarles armas, correajes y hasta cigarrillos.
Sandino los denomina Palmazones en homenaje a unos muchachos llamados Palmazón, de origen campesino, asesinados por militares norteamericanos. Hay un libro famoso de Gustavo Alemán Bolaños2, un periodista nicaragüense olvidado, que ahora mismo estaría atacando estos pactos infames que se están cocinando o se han cocinado ya. En su libro Sandino el Libertador, Alemán Bolaños habla de Los Palmazones. También se refiere a ellos el venezolano Gustavo Machado, quien vino a Nicaragua con un famoso mensaje a Sandino de los intelectuales de Europa, entre ellos, Henri Barbusse. Gustavo, quien había sido educado en Francia, tradujo el texto del francés al español.
El encuentro de Santos López a sus doce años con el núcleo guerrillero de Sandino en 1926, inicia una larga jornada combativa en la geografía del norte de Nicaragua, primero como Coro de Ángeles, luego como parte de Los Palmazones, y después, como combatiente y Jefe de los adultos, hasta la derrota histórica de los yanquis, en 1933, en que salen expulsados de Nicaragua. Santos López se hizo hombre en la lucha anti-imperialista, un hombre sencillo, sin pretensiones de ninguna clase, transparente, puro como nuestros humildes campesinos de Nicaragua. Nació en Yalagüina.
Aunque los yanquis son expulsados, empiezan las maniobras políticas del gobierno de los Estados Unidos, que mandó a Managua al embajador Arthur Bliss Lane, a ver cómo hacían asesinar a Sandino. Este es el principio del fin de la vida revolucionaria de Sandino, quien en su trágico viaje final a la capital, es acompañado por el Coronel Santos López.
Mónica: ¿Cómo otorgó Sandino el grado de Coronel a Santos López?
Armando: Santos López se ganó ese grado en los grandes combates. Fue poco a poco, imagínate, desde el Coro de Ángeles. Sandino se lo otorgó oficialmente, así como a sus generales, que empezaron siendo obreros en la Mina de San Albino, como Juan Gregorio Colindres y Rufo Marín; y Juan Pablo Umanzor, quien era de origen hondureño.
También se incorporaron a la guerrilla de Sandino otras gentes extraordinarias como Francisco Estrada y el General Jirón Ruano, de Guatemala, quien era un militar académico.
Muchos otros hombres vinieron al lado de Sandino, como Carlos Aponte Hernández, de Venezuela, a quien Sandino hizo Coronel de un solo trancazo, porque bajó un avión; lo supo apuntar y lo liquidó. Entonces le dio el grado en ese mismo momento. Carlos Aponte se acercó al avión que estaba comenzando a quemarse, para sacar a un gringo y quitarle la bandera de los Estados Unidos, la cual Sandino mandó con Gustavo Machado a México, y que luego exhibió Diego Rivera en el Segundo Congreso Mundial Anti-imperialista de Frankfurt.
Estamos hablando de estas cosas para que se aprecie la magnitud de la lucha de Sandino y su relación con un niño que empezó a luchar a los doce años. Cuando vino a Managua, Santos López fue alojado con Sócrates Sandino en la casa de Sofonías Salvatierra, en la Calle 15 de septiembre, cerca de El Calvario.
Mónica: Don Armando, ¿cómo logra sobrevivir el Coronel Santos López, cuando Sandino viene a Managua?
Armando: Como decía, ellos estaban alojados en la casa de don Sofonías Salvatierra, en la Calle 15 de septiembre, cerca de El Calvario. Cuando deciden asesinar a Sandino, también asignan un par de criminales a una patrulla de la Guardia, con ametralladoras todos, para asaltar esa casa y liquidar a Sócrates y al Coronel Santos López. Los dos criminales de la Guardia de Somoza García eran el famoso Policarpo Gutiérrez “El Coto” y el teniente Federico Davidson Blanco, muchos años después ajusticiado por una escuadra del Frente Sandinista en Matagalpa3.
Abelardo Cuadra, el oficial de la Guardia Nacional que estuvo en el grupo de los que conspiraron contra el General Sandino y escucharon la versión de Somoza García sobre la exigencia del embajador de los Estados Unidos de liquidar a Sandino, cuenta este episodio en una entrevista que dio a la famosa revista Bohemia, de Cuba, en 1947.
En el año 1944, tuve la oportunidad de conocer a Abelardo por invitación de su hermano, Manolo Cuadra, quien estaba unido a nosotros. En ese año tuve que salir al exilio por primera vez, por actividades anti-somocistas con Manolo. Esto me permitió conocerlo, y él me contó muchas cosas que estoy diciendo. En el libro Hombre del Caribe, están muchas de estas cosas.
Mónica: ¿Pero cómo logra salir vivo Santos López de la casa de don Sofonías Salvatierra?
Armando: Yo le pedí al Coronel Santos López la explicación de cómo lo había logrado. Me dijo: Yo dormía con las botas puestas. Cuando llega el asalto de Davidson Blanco y Policarpo Gutiérrez, con la ametralladora en la mano, Santos López se abrió paso por la parte de atrás de la casa de Sofonías Salvatierra. Ahí mueren un yerno de éste, de apellido Murillo, y Sócrates Sandino. Santos López sale herido de una pierna, pero así caminó toda la noche y la madrugada, hasta pasar la frontera de Honduras, y llegar después, de paso en paso, a Choluteca. Pero no olviden que Santos López había tenido entrenamiento desde los doce años en la montaña. Era 1934, apenas tenía diecinueve o veinte años; por eso, en esa foto donde aparece al lado de Sandino, se ve muchacho todavía.
La primera impresión que yo recibo del Coronel Santos López es en el año 1945, en Honduras, cuando lo conocí. Salí expulsado de Nicaragua con otros compañeros. Él estaba al frente de una fábrica de jabón de los hermanos Toribio y Perfecto Tijerino, conservadores de origen, muy conocidos, que devinieron en amigos y partidarios de Sandino y de los sandinistas.
Estos hermanos Tijerino tenían una hacienda en Choluteca, unas propiedades en Tegucigalpa y, en los alrededores de esta ciudad, una fábrica de jabón, donde le habían dado trabajo al Coronel. También laboraba ahí un maestro en las luchas sociales, Ramón Rostrán Bengoechea4, que había sido del Obrerismo Organizado y que tuvo diferencias con Sofonías Salvatierra por todas esas cosas de maniobras y de pactos de la época de éste. Santos López y Ramón Rostrán estaban unidos por razones de trabajo y de simpatías básicas.
Mónica: Rosi, seguramente el Coronel Santos López te contó muchas cosas, porque con tanto tiempo que estuvo en tu casa, me imagino que se daban unas platicadas buenísimas…
Rosi: Sí, a él le interesó mucho que se guardaran todos los escritos. Él estuvo averiguando porque, como decía el profesor, en Honduras se recoge mucho de la historia de Sandino, y ahí hay muchos escritos que los hondureños poseen pero que nosotros desconocemos. Entonces el Coronel me contó, y lo hacía con mucha emoción, la forma como se había escapado. Me dijo que salió por la chimenea de esa casa5.
Él dice que cuando salió de ahí, estuvo escondido tres días en unas cuevas en Managua, sin comida, sin agua y sin ningún alimento, y que vio pasar a la Guardia buscándolo. Él quería salir, pero no podía porque venía una y otra patrulla, y hasta los tres días dejaron de pasar. Después, es realidad lo que el profesor dice, se fue a Honduras.
El Coronel Santos López hacía mucho énfasis en algo que ahora lo vemos muy natural, ¡pero te imaginas, Mónica!, una persona que sale herida de esa casa, que está tres días escondido, va por veredas, que no tiene alimento. ¿Por qué el Coronel logra sobrevivir?, por todo el entrenamiento que tuvo desde los doce años. Yo quería hacer hincapié en esto, porque esto mismo es lo que salva en la Guerrilla de Raití al Coronel y a varios compañeros. El entrenamiento que él tenía les ayudó a salvarse. Ese mismo entrenamiento es lo que ayuda a muchos militantes del Frente Sandinista, a ser verdaderos guerrilleros, hasta lograr hacer una Revolución, que para muchos era una utopía. El Coronel Santos López fue uno de los forjadores.
Mónica: Claro. En estas cosas, el entrenamiento obviamente es determinante, pero no es lo único. Lo fundamental era su convicción y deseo, el olfato que tenía para orientarse, porque realmente lo que se relata de él en Raití era que tenía una capacidad de orientación muy grande, en los terrenos más adversos. Pero también me parece que estar con Sandino desde los doce años le imprime una convicción y una fuerza que lo hacen superar las condiciones más adversas.
Volviendo sobre la vida de Santos López, ¿ustedes saben datos de su vida personal, si se casó, si tuvo hijos? Es importante que los jóvenes vean a estos héroes como personas de carne y hueso.
Armando: A propósito del Coronel Santos López, hay un hecho bárbaro que ocurre durante la ocupación militar norteamericana. La compañera del Coronel Santos López, con la cual tuvo una niña, se llamaba Manuela García. Manuela García venía con su niña en un área donde se encontraba el temible sanguinario norteamericano, teniente William Lee. A éste le dijeron que ella era la mujer de Santos López. Entonces Lee agarró a la niña, la pateó, la tiró al aire y la partió con la bayoneta que tenía calada en su arma de guerra. La mujer se volvió loca.
El asesinato atroz de esta niña, creo que lo convirtió en un hombre taciturno, como lo conocí yo en Honduras en el año 1945. A veces se quedaba un largo rato en silencio. Yo no quise tocar el tema porque conocía los hechos sangrientos que se habían cometido, por la lectura del libro Sandino el Libertador, de Gustavo Alemán Bolaños. También aparecen estos hechos en algunas entrevistas que le hicieron a Sandino en México. Y lo dice el Coronel Santos López en sus memorias no concluidas. En parte de ese material, el Coronel Santos López explica admirablemente cómo se organizaban los destacamentos guerrilleros, cómo se llegó a la lucha en El Chipote, cómo se emboscaba, etcétera.
Mónica: ¿Que hace Santos López después que sale a Honduras y llega a la hacienda de Don Toribio y Perfecto Tijerino?
Armando: Él siguió unido con Ramón Raudales, Juan Gregorio Colindres, Santiago Dietrich y Heriberto Reyes. El 25 de diciembre del año 1947, en Guatemala, fui invitado a desayunar por Edelberto Torres en nombre del profesor Juan José Arévalo. Mi sorpresa es que veo al Coronel Santos López. Desde luego, él me reconoce y nos damos un gran abrazo. Ahí estaba Ramón Raudales, a quien había conocido en Choluteca, en la hacienda de Toribio y Perfecto Tijerino.
Como dije, trabajaba con Hortensia Tijerino en una librería, hasta que las autoridades de Tegucigalpa nos mandaron presos a San Salvador y de aquí a Guatemala. En San Salvador nos habíamos encontrado con unos oradores fogosos que no eran de los nuestros, sino estudiantes universitarios exiliados también. Participaban de un mitin de estudiantes salvadoreños en contra del gobierno de ese país, y dieron un discurso tan candente, que no había pasado una hora, cuando los agarraron y los botaron a Guatemala.
Entre los exiliados conmigo estaban Manuel Pérez Estrada, quien había sido compañero de Edelberto Torres en el Ministerio de Instrucción Pública –así se llamaba en el año 1938-, y Juan Lorío un dirigente sindical fallecido hace muchos años. De esa generación yo era el más joven y el único que está todavía contando historias de esto.
Fuimos de tumbo en tumbo y llegamos a ciudad Guatemala nada menos que el 19 de octubre de 1945, en víspera del primer aniversario de la Revolución Guatemalteca. Cuando estamos saliendo a los corredores del Palacio de la Guardia Civil, estaba el Secretario de la Dirección General de la Policía, Daniel Vanegas, un luchador anti-ubiquista, quien estuvo en Nicaragua cómo profesor de la Escuela Normal y del Instituto Ramírez Goyena.
Daniel Vanegas dice: – ¡Caramba!, qué bien que han llegado a Guatemala en la víspera del Aniversario de la Revolución. Y le digo: –Mire, maestro, nosotros no venimos por celebrar la Revolución, que claro, hay que celebrarla, venimos presos. ¿Cómo dice? Estamos presos, nos echaron de Tegucigalpa para San Salvador y luego nos tiraron para acá.
No puede ser, dijo Daniel Vanegas. Un oficial de la Guardia Civil de Guatemala que estaba ahí, le dice: –Sí, profesor, yo tengo que decirle que ellos vienen detenidos y hay una orden que quizás la ejecuten, que es expulsarlos a México. ¿Cómo?, reacciona Daniel; esta noche voy al Palacio, oficialmente estoy invitado, voy a hablar con el doctor Juan José Arévalo y Edelberto Torres. Él se dio cuenta que éramos amigos de Edelberto Torres, del cual era un inseparable amigo.
Nosotros dormimos esa noche en una de esas cárceles coloniales, en lo que se llama el Palacio de la Guardia Civil en Guatemala, en la Sexta Avenida, en unos calabozos horrendos. Era octubre, hacía mucho frío. Edelberto Torres se apareció como a las 7:30 de la mañana con una orden de sacarnos. Estaba acompañado de otros exiliados y, para nuestra grata sorpresa, nos pusieron en libertad.
Mónica: ¿Ahí es que vuelve a encontrarse con el Coronel Santos López?
Armando: Lo volví a ver en 1947 en Guatemala. Se va a encontrar en una alianza de armas que patrocinó el doctor Juan José Arévalo, siendo Presidente de Guatemala. De varios esfuerzos dominicanos contra el dictador Trujillo, quedaron muchas armas en Cuba y se las trajeron a Guatemala, simulando que eran flores las que estaban transportando. En un avión trajo las armas un piloto que fue Ministro de Educación en la época de Grau, y se llamaba Aureliano Sánchez Arango; había estado en la guerra civil española del lado de la República. Las armas para los nicaragüenses fueron depositadas en manos de Arévalo.
Yo regresaba de un congreso de la Confederación de Trabajadores de América Latina, en Colombia. Regresé en diciembre a Nicaragua y no me dejaron bajar en el aeropuerto. El bandido que estaba de jefe, era un militar de apellido Noguera, que después se hizo esbirro de Somoza Debayle. Mi vida aquí llega hasta Somoza García. Salí definitivamente al exilio en 1949 con Edelberto Torres, escapando de Managua.
Mónica: Nos llamó un oyente para saber si el Coronel Santos López se integró al FSLN. Rosi, vos has explicado claramente que el eslabón vital entre el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN) y el Frente Sandinista, es el Coronel Santos López. Contanos esa parte de la vida del Coronel, y después, de las reflexiones que hacía en la etapa final, y de qué se enfermó.
Rosi: Mirá, Mónica, vos bien dijiste que yo manejé la única oficina que tuvo el Frente Sandinista en el extranjero, en Cuba, en La Habana. La manejé durante ocho años; por lo tanto, trabajé directamente bajo las órdenes del compañero Carlos Fonseca. Además, tenía contactos con todos los miembros de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de ese entonces, y tuve el privilegio de conocer, no sólo a esos compañeros, sino también a muchos hermanos que hoy no están con nosotros porque entregaron lo más bello, lo más lindo que tenemos todos, que es nuestra vida. Dieron sus vidas por una causa que consideraron justa, que es justa y seguirá siendo justa. Por lo tanto, tengo conocimiento de algunas cosas de la historia del Frente Sandinista, desde antes que fuera FSLN; de cuando nos fundamos como FLN y de FLN nos convertimos en FSLN.
Hay muchos compañeros que están con el Frente Sandinista desde antes de su fundación, por tanto, somos fundadores del Frente Sandinista, y estamos aquí presentes todavía. Yo estaré con el Frente Sandinista hasta que me llegue la hora de partir. Y si hubiera una reencarnación, volveré a ser Frente Sandinista.
Aquí tenés a alguien que conoce la historia del Frente Sandinista desde sus raíces y conozco sus interioridades. El compañero Santos López está con el Frente Sandinista desde que era FLN y después pasa a ser FSLN, y muere siendo miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista.
El Coronel Santos López entrenó a la primera guerrilla del Frente Sandinista; por eso es que decimos que él fue el eslabón de Sandino con el FSLN, porque el Coronel participa en la primera guerrilla del Frente, o sea, que el Coronel para nosotros es algo lindo, maravilloso.
El Coronel Santos López, siendo de origen campesino y sin haber ido a ninguna universidad, era de una inteligencia tan grande que te sorprendía. Yo había terminado la Escuela de Bellas Artes, tenía conocimientos, cierta cultura; sin embargo, de nuestro país conocía muy poco. Y fue a través del Coronel que aprendí a conocer a mi país, a amarlo más. Aprendí que la inteligencia no se compra, es innata, viene con la persona y eso él lo tenía. Era una persona muy vital, con una fuerza muy grande y un carisma increíble. Aparte de eso, tenía un don de mando que te llegaba a lo más profundo.
Cuando recibo al Coronel Santos López en mi casa, fue algo muy grande. Lo veía no como a un hombre, sino como algo más, como los católicos que veneran a sus santos, con ese misticismo que teníamos en el Frente. Recuerdo que lo veía con fervor, con mucho amor y misticismo, porque el Coronel se ganaba ese respeto. Cuando él te decía algo, te daba una orden, había que cumplirla, aunque él estuviera en mi casa. Él me decía, hay que hacer esto, y yo lo hacía. Por ejemplo, tenía que trabajar para mantenerme, pero al mismo tiempo era militante y tenía que laborar para el Frente.
Mónica: En sus memorias6 él no señala cuándo nació, pero dice:
Provengo de una familia campesina, mi madre era originaria de Yalagüina, pueblo perteneciente a Las Segovias. Mi padre, segoviano también, no ayudó a mi madre a sostener nuestro humilde hogar, el cual se componía de cinco hijos; tres varones y dos mujeres. Yo era gemelo con una hembra. Como ya he explicado antes, mi padre se desobligó completamente de nosotros, por lo que mi madre tenía que trabajar para buscarnos el sustento. Vendía chicha de maíz y huevos. Como esto no era suficiente, nos mandó a nosotros a trabajar a las fincas vecinas desde la temprana edad de 8 años. Nuestro salario era de veinte centavos de córdoba al día, siendo maltratados corporalmente por los finqueros.
Después, Santos López cuenta cómo conoció a Sandino y aquí hay un matiz diferente, cuando relata la forma como se incorpora a la Columna Segoviana. Dice:
Les pedí un trozo de carne, les pregunté si admitían cipotes, pues me fijé que entre ellos había algunos de mi edad, contaba entonces con 12 años. Fui admitido en la tropa, pasando desde ese mismo momento a formar parte de ella. Todo esto fue a escondidas de mi madre.
El resto de sus memorias se refieren exclusivamente a combates en que él participó con Sandino. Dice además que él nunca aprendió a leer y escribir. Cuenta que le preguntaban cómo era posible que, siendo analfabeta, tuviera ese nivel de desarrollo y de conciencia. Y él contestó: “La austeridad de nuestras vidas llenas de escasez y el martirologio de los campesinos, nos daba más conciencia de la importancia de nuestras vidas”. Eso le dio una gran fuerza a su liderazgo en el interior del ejército de Sandino y después en el Frente Sandinista.
Como vos explicabas, Rosi, él estuvo en la guerrilla de Río Coco y Bocay, fue uno de los Jefes, y fue la columna de él la que sobrevivió debido a sus conocimientos, a su olfato guerrillero y a su tenacidad para salir y sacar vivos a todos sus compañeros.
Entonces, ¿qué pasó cuando él llegó a Cuba? ¿Por qué llegó a Cuba? ¿Estaba enfermo?
Rosi: Él llega a Cuba, no porque estuviera o se sintiera enfermo, sino porque, desde hacía mucho tiempo quería conocer la cuna de la Revolución latinoamericana, a Fidel Castro y a otros líderes, y quería pasear por las calles de La Habana.
Mirá cómo era: Cuando llegó a mi casa en La Habana, por la tarde, el Coronel tenía una libreta y un lápiz; me los pasó y empezó a dictarme órdenes sobre las cosas que él tenía que hacer en el tiempo que estaría en La Habana, y los deberes que yo debía cumplir durante su estadía. Cuando terminó de hablar, habíamos escrito varias hojas en la libreta, y me di cuenta que él realmente traía un plan, que inmediatamente me lo estaba entregando, para que se cumpliera.
Mónica: ¿Te acordás cuáles eran los principales elementos de ese plan?
Rosi: Sí, por ejemplo, me dijo que quería conocer a Fidel y a otros líderes, conocer algunos lugares de Cuba, y que yo tenía que encargarme porque en el tiempo en que él llega, la Revolución Cubana no había reconocido al movimiento sandinista, y había que darle una manutención al Coronel y ocuparse de otras cosas que él estaba planteando. Incluso, preguntaba por algunos nicaragüenses que no eran militantes del Frente, que pensaba podrían estar en Cuba, y quería que yo se lo averiguara para entrevistarse con ellos.
Mónica: ¿Conoció a Fidel y al Che?
Rosi: Sí, el Coronel Santos López tuvo la oportunidad de conocer al compañero Fidel, sobre todo al compañero Guevara, del que era un ferviente admirador. Y te voy a decir una cosa, que hay algo que siempre ha estado en una nebulosa y era el problema de su nacimiento, que no quiero dejarlo pasar, porque es importante: ¿Cómo sacamos la fecha de su nacimiento? No porque existiera un acta de nacimiento, sino que el Coronel empezó a sacar fechas: Yo estuve en tal lugar y era tal año. Entonces el Coronel nace en septiembre, y él decía que no estaba seguro si era 18, 19 ó 20, pero una vez dijo, “creo que fue el día 20, que me dijo mi mamá que yo nací”. O sea, nace el 20 de septiembre de 1914, y muere el 10 de febrero de 1965, con 51 años de edad.
Mónica: Muere muy joven. ¿Y de qué murió?
Rosi: Él no llegó enfermo. Él muere de un cáncer en los pulmones que empezó a manifestarse en noviembre de una forma increíblemente rápida. Un día, el Coronel amaneció un poco ronco, como si estuviese resfriado, entonces le pregunto: –Coronel, ¿se siente mal? Entonces él me dice: –No, no me siento mal, pero si no hay licor en la casa, me comprás una miel de abeja, me conseguís limón y me dejas una botella de ron, que yo con eso me curo y no me tenés que llevar a un médico.
Me fui a mi trabajo y llamé a un médico amigo mío, con el que fuimos a buscarlo por la tarde. Lo llevamos esa noche a que le hicieran unas placas, y al día siguiente sabíamos que el Coronel tenía cáncer. Desde ese momento no hubo ningún descuido, en absoluto, porque fui muy cuidadosa de todo lo que estaba alrededor del Coronel, lo mismo que de su alimentación. Él era muy meticuloso. Le gustaba todo en orden, no le gustaba ponerse un pantalón que tuviera un quiebre, ¡era increíble! Y no me lo vas a creer, pero era así: antes de irme a trabajar, tenía que coger una plancha y pasarle la plancha a las camisas del coronel, porque no sabía cuál se iba a poner o cómo iba combinar, ¡era increíble, Mónica!
Mónica: ¿Eso era una manía de él?
Rosi: Eso era una manía de él.
Oyente: Alfonso Sálomon. Te agradezco, Mónica, pero esta llamada es obligada. Cuando sintonicé, no sabía que la Rosi estaba ahí. Tal vez te vas a extrañar que le diga Rosi, pero es que así la tratábamos siempre. Este un saludo, después de 40 años de no oír su voz. A mí me alegra oír a la pequeñita Rosi, no sé si creció. La Rosi era nuestra querida amiga, y efectivamente, estoy llamando para saludarla con todo cariño y con todo respeto, pero también para algo que no sería justo dejar de aclarar. Cuando ustedes hablan del eslabón Sandino y del Frente Sandinista, me parece que se han comido una página importante: se comieron todo el año 58, y yo creo que la guerrilla sandinista comienza con el General Raudales.
¿Por qué digo esto? Sencillamente el General Raudales era un general del Ejército de Sandino; entonces, si él comienza a luchar, el eslabón comienza ahí, del General Raudales hacia delante.
Eso que dice la Rosi del FSLN es una absoluta verdad, URN (Unión de Revolucionarios Nicaragüenses), FLN y en esto quiero ser claro y concreto, fue Carlos Fonseca el que insistió en insertar la “S”, de Sandino, FSLN. Él insistió que no era FLN, pero eso ya es posterior. Sin embargo, creo Rosita que me llamaste una vez que estaba en un programa con el profesor Edelberto Torres en CMQ Televisión, no sé si vivías en Cárdenas o en Matanzas, pero yo me acuerdo que llamaste solidarizándote con mis puntos de vista.
Yo quisiera decir que en ese eslabón es justo mencionar los nombres de los combatientes, no sólo de 1958, con el General Raudales, que fueron Alejandro Martínez, Harold Martínez, Adolfo Evertz, Aldo Díaz Lacayo, Manuel Baldizón Richardson –que vuelve a la guerrilla en 1959 con El Chaparral–, Manuel Díaz y Sotelo, Fanor Rodríguez, Chester Simpson, Guillermo Mejía, Harold Martínez, y Rafael Somarriba, ¿por qué no mencionarlo? Algunos le querían negar el derecho a Somarriba porque fue oficial de la Guardia Nacional, incluso fue el Jefe de la Operación Chaparral, pero eso no tiene nada que ver, porque él fue de los que combatió cuando el asunto del Presidente Leonardo Argüello, y se tuvo que ir al exilio a El Salvador; después apareció en Cuba.
Quiero mencionar de manera especial, no sé si la Rosi recuerda, a un capitán que murió en El Chaparral y Dios debe tenerlo en su seno, que era de la Columna CiroRedondo, del Comandante Che Guevara. Estoy hablando del Capitán Onelio Hernández, y también de Quiqui Iglesia, que era teniente de esa misma columna.
No podía dejar pasar la oportunidad de mencionar a esta gente, quienes casi todos están muertos, muchos de ellos en combate, en El Chaparral, y tampoco fueron mencionados jamás.
Mónica: Gracias, Alfonso. Es justo lo que él señala. Los combatientes de la guerrilla de Raudales y de El Chaparral, escribieron páginas de la historia que no se han rescatado suficientemente, y son parte de los antecedentes del FSLN. En este programa queremos conocer un poco más de Santos López. Rosi, ¿sabés algo de los hijos del Coronel?
Rosi: Tuve la oportunidad de conocer a dos de sus hijos y me da un poco de nostalgia hablar de eso, porque, como te decía, cuando el Coronel se ponía a recordar todas esas cosas... él era un poco taciturno. El Coronel caía en esos estados cuando se ponía a recordar parte de su juventud, parte de su vida en la lucha; había un momento en que se endurecía su rostro, y en muchas ocasiones, me decía: –Mejor no andemos ahí.
Mónica: ¿Te decía que no continuaran hablando de eso?
Rosi: Sí, que no se continuara hablando de eso. Yo le decía: –Coronel, ¿por qué usted me dice que yo tengo que ver como hermanos a algunos compañeros? Por ejemplo, para él era muy importante esta relación entre todos los militantes del Frente, o sea, compañeros que llegaban y yo sabía que eran militantes del Frente, entonces dejaban de ser x o y persona para convertirse en mi hermano, era un nuevo hermano que entraba a mi vida. Sin embargo, al Coronel nunca lo vi como mi hermano, a pesar que no era tan mayor que yo; siempre lo vi como si fuera un padre, porque estaba acostumbrada al don de mando de mi padre, que fue un poco duro con todos nosotros. Llegué a encontrar similitud entre la forma en que me formó mi padre y la manera como me empezó a tratar el Coronel.
Un día me dice: –Creo que vos crees que sos hija mía, y que yo soy tu padre, ¿verdad? Y le digo: –Coronel, pero es que a usted le falta poco para
coger un cinto y pegarme, y realmente a veces pienso que estoy ante mi papá. Y me dice: –Pues no te equivocaste, porque para mí, es como si fueras una hija más. Y sabés que yo tuve veinticinco hijos, por todos los que me recuerdo y los que me dijeron que eran mis hijos, y vos sos la número 26. Pero ahí vamos a parar. Y me gusta el veintiséis, porque se relaciona con el 26 de julio. Quedamos en que era su hija 26, pero nunca llegué a saber si lo decía por broma o era en serio.
Yo te digo que ese fue el trato que el Coronel tuvo con todos los compañeros; él decía: “Todos son tus hermanos, todos somos hermanos”; pero me hizo un énfasis muy grande sobre dos compañeros del Frente Sandinista, que fueron lugartenientes, como él los llamaba: “Mis lugartenientes Pomares y Chicho”.
Mónica: Germán Pomares y Narciso Zepeda.
Rosi: Los dos no están con nosotros. Además de ser mis hermanos dentro del Frente Sandinista, fueron mis hermanos por partida doble, porque el Coronel me los legó como mis hermanos. Él me decía, “éstos son mis hijos”, y así los vimos hasta que desapareció Chicho y hasta la caída de Pomares. Para mí, Chicho y Pomares fueron mis hermanos que el Coronel Santos López me entregó.
Mónica: Cerremos este programa con Rosi, que nos cuente, ¿cómo muere Santos López?
Rosi: Te decía que el Coronel se enferma súbitamente. En dos días supimos lo que tenía, pero no se lo dijimos; por eso el Coronel nunca habló de lo que tenía, pero sí te digo que, hasta el final, recibí de él esa autoridad y ese don de mando que lo acompañó hasta su muerte.
Estuvo tres meses el Coronel en el Hospital Oncológico de La Habana. Ahí le dieron un cuarto para él sólo, que de todos modos compartió con otros enfermos. En el baño de ese cuarto, con un reverbero de alcohol, le cocinaba la comida al Coronel, porque nunca comió la comida del hospital. Fueron tres meses en los que a mi hijo, que era un niño, tuve que ingresarlo en un círculo infantil, en calidad de interno, porque yo no podía salir del Hospital, ya que el Coronel no permitía a ninguna enfermera, y yo era quien tenía que estar al lado de él cuando le comenzaron a hacer las punciones, que eran muy dolorosas.
En ese tiempo acababa de llegar un tratamiento médico de la Unión Soviética para acelerar la muerte y evitar el dolor. A mí me llamó el doctor Marínelo, quien era el Director del Hospital en ese momento, y me dijo: –Mire, señora López, usted tiene que asumir una gran responsabilidad, usted quiere mucho al Coronel. Entonces mire, hay un tratamiento que se le puede aplicar, que le va a acelerar la muerte. Si él va a vivir seis meses, con este tratamiento va a durar tres meses; pero si se le aplica, no va a tener dolores. Yo creo que sería más viable para él, si no, su muerte va a ser muy dolorosa, porque el cáncer se ha ramificado sobre la columna vertebral y los dolores van a ser increíbles.
Mira, Mónica, para mí ese momento fue muy duro, muy difícil, porque había que asumir una responsabilidad de acelerarle la muerte a alguien que quieres tanto, para evitarle el dolor, y no había en ese momento nadie que pudiera tomar esa responsabilidad, y yo te digo que lo pensé.
Hablé con él de cómo se sentía y sobre lo que creía de la vida. Me dijo que la vida había sido muy dura, pero muy hermosa, y que en definitiva él sabía que no se iba a morir, pues iba a salir de eso con las atenciones que estaba recibiendo. Entonces me sentí peor, él me hablaba de que iba a vivir y salir del Hospital, sabiendo yo que estaba condenado a morir, y a morir con dolores espantosos.
Entonces tomé una determinación que en muchos momentos he llevado sobre mis hombros y sobre mi conciencia, pero creo que fue la mejor decisión que tomé en mi vida; porque realmente, al ser que tú amas, que tú quieres, no deseas verlo sufrir de dolores de cáncer. Yo firmé, Mónica, para que le pusieran el tratamiento al Coronel. Y le pusieron ese tratamiento que le aceleró la muerte, pero le evitó el dolor.
Él estuvo tres meses en el Hospital, y los tres meses estuve con él. Creo que cumplí con mi deber. Y esa entrega que yo hice en ese tiempo, fue como si la estuvieran haciendo muchas mujeres del Frente que nos habríamos turnado para cuidar al Coronel, aunque estuvo la hija del General Sandino, Blanca, quien vivía en Cuba, y dos o tres veces llegó a verlo al Hospital.
Mónica: ¿Él te escogió a vos Rosi?
Rosi: Sálomon decía: “la pequeña Rosi”. De estatura apenas tengo cinco pies y pesaba 105 libras. Cuando salí del Hospital, después que murió el Coronel, yo pesaba 85 libras y tenía una anemia profunda que ameritó transfusiones de sangre, porque casi me acabé junto a él. Porque aquello era terrible, tenía que sentarme de espaldas a él y él ponía sus manos en mi espalda para que le hicieran las punciones. Fueron tres meses en ese Hospital, en el que creo que el Coronel sintió la solidaridad, el amor, el calor y el cariño de todas las mujeres nicaragüenses, de todas las personas que realmente hemos luchado, que nos hemos entregado a una causa justa.
Hay una cosa muy importante: él murió con los grados de Coronel dados por el General Sandino, por el Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, así como con los grados de Comandante que le dio la Revolución Cubana. Creo que se le hizo justicia a un luchador que estuvo al lado del General Sandino, y esto también dignifica a la Revolución Sandinista.
El Coronel muere un día 10. Nosotros lo velamos una noche y cuando íbamos a salir para el entierro, llegó una comisión del Comandante Fidel Castro buscando a la Rosi López para hablar con esta compañera y decirle que lo disculpara, que el Comandante se encontraba de visita en Guantánamo, y que se había enterado esa noche de que el Coronel Santos López había muerto. Por lo tanto –me dijeron, ustedes van a disculparnos, pero van a tener que velar un día más al Coronel, porque el entierro se va a hacer mañana con honores de Comandante muerto en campaña. Y estuvimos otra noche velando al Coronel.
Su entierro fue realmente apoteósico, porque caminamos desde la Funeraria Caballero, que quedaba detrás del Hotel Habana Libre, hasta el Cementerio de Colón. Todo el mundo iba caminando. Marcharon delegaciones del Cuerpo Diplomático y del Ejército de Cuba. Aquello fue un entierro como nos hubiera gustado a los seguidores de Sandino haberlo hecho en Nicaragua. Y también para otros muchos compañeros.
Con esto te digo que le agradezco a la Revolución Cubana que haya dignificado tanto el nombre del Coronel Santos López. Para los compañeros cubanos, para la Revolución Cubana, también mando en este momento un mensaje de amor, de solidaridad, de fe y de esperanza. Esta última nos tiene que mantener a todos, y hacernos tener fe en que las causas justas triunfarán.
27 de noviembre de 1999
NOTAS
1 Aquí hay una confusión en la información porque el Coronel Santos López estaba en Cuba desde poco después del triunfo de la Revolución Cubana. Germán Pomares “El Danto” departió con él en su visita para el aniversario del asalto al Cuartel Moncada en julio de 1961.
2 Se refiere al libro Sandino el libertador.
3 Una escuadra sandinista, de la Unidad de Combate Crescencio Rosales, ajusticia al General Federico Davidson Blanco el 20 de febrero de 1979.
4 Ramón Rostrán Bengoechea funda el Nacional Sindicalismo Nicaragüense, el 8 de mayo de 1934, movimiento que surge del Obrerismo Organizado de Nicaragua que había sido fundado por Sofonías Salvatierra el 15 de marzo de 1923. (Carlos Pérez Bermúdez y Onofre Guevara: El Movimiento Obrero en Nicaragua: pp. 69).
5 En su libro testimonial Voy a dar un pormenor, Bayardo Altamirano relata la huida del General Santos López. Blanca Segovia Sandino también cuenta el escape de Santos López, con la versión de que se subió por una chimenea. Ambos coinciden en que se escapó por el tejado.
6 En el año 1981, la Secretaría Nacional de Propaganda y Educación Política del FSLN publicó las Memorias del Coronel Santos López. El prólogo lo hizo el Comandante Víctor Tirado López. Estas memorias inconclusas fueron tomadas de una cinta magnetofónica que grabó el Coronel en La Habana.