Memorias de la lucha Sandinista

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Había que entrenar, armar y ponerle mando a la gente

Mauricio Valenzuela y Danelia Lanzas


Mauricio Valenzuela “Emilio” nace el 20 de agosto de 1955 en Managua. Estudia primaria y secundaria en el Instituto Pedagógico La Salle e inicia estudios de Arquitectura en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua. Se incorpora como colaborador del Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1972, y como militante, en 1974. En el año 1977 pasa a la clandestinidad, incorporándose como guerrillero urbano. Participa en la primera escuela de formación de unidades de combate urbanas y después es integrado a la Unidad de Combate General Pedro Altamirano, en Estelí.

Desde 1978 es responsable militar de la Tendencia GPP en el Regional de Occidente, y como tal integra el Estado Mayor General de las insurrecciones de 1978 y 1979 en Chinandega y León. Después del triunfo de la revolución, recibe el grado honorífico de Comandante Guerrillero.

Fue Ministro Delegado de la Presidencia en Occidente y luego Ministro de Construcción y Transporte. En 1990 resultó electo diputado ante la Asamblea Nacional para el período 1990­1996. En 1995 forma parte de los organizadores del Partido Movimiento Renovador Sandinista. A la fecha está dedicado a actividades privadas.

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Danelia Lanzas Solís nace el 16 de diciembre de 1959 en León. Estudia en el Colegio San Ramón, y se bachillera en el Instituto Nacional de Occidente. Se incorpora a la lucha en su barrio El Coyolar, trabajando en los Comités de Acción Popular. Después del triunfo revolucionario laboró en la Secretaría de Masas, en León, bajo la responsabilidad de Leticia Herrera. Es licenciada en Sociología.

León Santiago de los Caballeros, la segunda ciudad de Nicaragua, ha sido importante en la construcción de la intelectualidad de Nicaragua. Ahí se funda la primera universidad, en 1813, que luego sería Universidad Nacional de Nicaragua. También fue escenario de importantes luchas por el predominio de las ideas liberales y, luego, escenario de importantes movilizaciones por la autonomía universitaria y las reivindicaciones libertarias.

En 1956, León presenció uno de los acontecimientos más importantes, el llamado “Principio del fin de la dictadura somocista”, el ajusticiamiento del tirano Somoza García, que realiza Rigoberto López Pérez. Esta acción fue seguida de la captura de muchos ciudadanos leoneses, y luego las demandas por su libertad.

León fue también escenario de la masacre estudiantil del 23 de julio de 1959, y sede importante de la actividad conspirativa y organizativa del Frente Sandinista, acogiendo a Oscar Turcios, Pedro Aráuz y Carlos Fonseca. León además prestaba condiciones para lo que fueron los primeros pasos del trabajo político organizativo en los barrios, en particular en Sutiava. Fue así que León se dio a conocer en la vida y en la lucha política, como una ciudad verdaderamente rebelde.  

En 1978 se firmó el primer intento de unidad. La GPP recibió la orientación de sumarse a los esfuerzos insurreccionales de la Tendencia Tercerista. En León se sumaron las unidades de combate GPP y toda la estructura política barrial, que entonces ya había alcanzado un buen desarrollo. La insurrección de septiembre, aunque terminó como en todo el país, con el repliegue de las fuerzas guerrilleras para esperar mejores momentos, dejó grandes enseñanzas; pero sobre todo, generó confianza en las posibilidades de victoria.

Después de la insurrección de 1978, las distintas unidades de combate reciben órdenes de mantener la ofensiva. Las Unidades Milicianas, los CAP y las Brigadas Populares, se mantienen permanentemente en pie de lucha. Fue tanta la acción popular, que había barrios en donde la Guardia ya no podía penetrar, a riesgo de ser sometida a aniquilamiento con bombas de contacto y fuego de fusilería.

Tres grandes emboscadas se realizaron en ese período: la de la Avenida Debayle, hoy Pedro Aráuz, la de La Barranca, hacia Las Peñitas, el 28 de abril de 1979, y la de San Pedro, en mayo del mismo año. En ellas se usaron RP-G2 y minas Claymore. Fueron verdaderamente espectaculares, aunque no las mencionan las cronologías oficiales. Más recientemente, en la obra de Guillermo Cortez De León al Búnker, dos de estas emboscadas son narradas minuciosamente.

El Estado Mayor del Frente Occidental Rigoberto López Pérez, coordinado por Dora María Téllez, estaba integrado por Mauricio Valenzuela, Alfonso García “El Prole”, Leticia Herrera, Leopoldo Rivas, Lourdes Jirón, Ana Isabel Morales y Fanor Urroz.

Los principales jefes después del Estado Mayor eran: Guadalupe Moreno “Abel”; Oscar Cortés “El Chele Marcos”; Sergio Lira “Zacarías”; Emilio Muñoz Lumbí “Emiliano Pancasán”; Ródrigo González “Argelio”; Eddy Reyes Baldizón “Umanzor”; Félix Pedro Carrillo; Carlos Amaya Talamante “Lucas”; Carlos “Chele” Nájar; Carlos Soza “Jeremías”; Lenín Valle “Felipe” y Juan Bautista Midence Reyes "Ponce". También se distinguieron en el combate un conjunto de combatientes populares, entre los que destaca Luis Manuel Toruño “Charrasca”.

Conversamos con Mauricio Valenzuela, miembro del Estado Mayor del Frente Occidental Rigoberto López Pérez, sobre su trayectoria en la lucha guerrillera y sus vivencias en el equipo de conducción de este importante frente de lucha, enfatizando en las condiciones que hicieron posible la avasalladora participación del pueblo leonés en las jornadas insurreccionales. Danelia da sus propias vivencias desde su accionar como joven incorporada en las unidades milicianas de base, que fueron claves en el impulso de la lucha.

Mónica: Mauricio, ¿cómo fueron tus primeros contactos con el Frente?

Mauricio: Inicié colaborando con gente como Ana Isabel Morales, antes que ella se fuera a estudiar a León. Más o menos entre 1972 y 1974, yo le pasaba medicinas para la montaña. Después, cuando todavía no estaban las tendencias, movía a la Egda Vélez. Luego ella se fue a meter a una embajada, y al poco tiempo me contactó Carlos Arroyo, y quedé colaborando como chofer de él, carro de seguridad, correo y durante un tiempo anduve moviéndolo a él y a Quincho Ibarra, que fue quien quedó después de la Egda.

En esa época me dijeron que no me involucrara con el movimiento estudiantil. Andaba con Antenor Rosales “El Capi”, pero mi función era más bien mantenerme al margen de la política y funcionar como apoyo para los clandestinos. No les convenía que yo tuviera una vida política en las organizaciones estudiantiles. En 1976, Carlos Arroyo me propuso irme a la montaña.

Le dije que yo no estaba quemado, que por qué me iba a ir a la montaña. Porque en aquella época los que se iban a la montaña eran los que ya estaban quemados en el movimiento estudiantil. Entonces me respondió: –El problema es que no tenemos gente. Al final le respondí que sí, que estaba dispuesto a irme, y entonces me orientó que sacara pasaporte y visa para Honduras. Me acuerdo que le repliqué: – ¡Pero la montaña no queda en Honduras! No te preocupés –me dijo.

Nos mandaron para Tegucigalpa, donde nos recibió el poeta Rafael Mairena; él nos llevó a una casa grande, como las de Las Colinas, en una zona residencial. Ahí nos dieron un entrenamiento a un grupo de diez, en el que estaba “El Chele” Glauco Robelo, Arnoldo Quant “El Chino”, quien murió en Los Sabogales, Felipe Escobar, y otros que no recuerdo.

El que nos dio el entrenamiento fue Pedro Aráuz, y fueron instructores Charlotte Baltodano y Juan de Dios Muñoz. El punto es que nos entrenaron con un concepto para guerrilla urbana; el concepto no era mandarnos a la guerrilla rural o a la montaña, sino que era empezar a hacer acciones militares y organizar las fuerzas militares del Frente Sandinista a nivel urbano. Éramos como unos diez. La escuela fue como de unos cuarenta días, y después nos trasladaron por parejas a los regionales urbanos.

A mí me dejaron con Arnoldo Quant, en occidente. Al “Chele” Glauco lo mandaron a Managua, donde hace una operación en que capturan a Charlotte. El operativo era ¡Ródrigo no ha muerto!

Nos distribuyeron en distintas zonas de la ciudad, con la función de formar organizaciones militares a nivel urbano; Unidades de Combate les empezábamos a llamar en ese momento, porque lo que había era trabajo político en las ciudades. Es lo que yo encontré, por ejemplo, en León y Chinandega, donde estaba de jefe, Lumberto Campbell.

Manejaban estructuras políticas de organización de masas, y sobre todo las vinculadas con el movimiento estudiantil. La organización de base del Frente era la célula. Había un gran semillero de gente, pero ninguna organización desde el punto de vista militar. Se necesitaba agarrar a la gente, entrenarla, armarla, ponerle un mando, y crear una estructura de ese tipo. Entonces el concepto que nos plantearon fue empezar a crear esas unidades militares.

En ese entonces Campbell, era el jefe de León y Chinandega, y yo estaba subordinado a él como responsable de crear esas estructuras político-militares. A mí me asignaron un conjunto de recursos como gente que me mueve de un lado para otro, casas de seguridad, alguna red de información, etcétera. A partir de las organizaciones de masas, se iban reclutando las gentes para pasarlas a las pequeñas escuelas.

Pero lo primero que hicimos cuando vinimos a Nicaragua, fue buscar cómo foguearnos a los que veníamos sin ninguna experiencia, más que una escuela teórica. Entonces, lo primero fue mandarnos a hacer algunas acciones a nosotros mismos. En León hicimos algunas acciones. La primera fue tomar una radio. Pusimos unas bombas de simulación para que la Guardia no se acercara, y transmitimos un pronunciamiento. No recuerdo en qué jornada por la vida de Tomás fue eso, creo que en una radio donde trabajaba Chuno Blandón. Fue más bien una acción de propaganda política. El riesgo era menor.

Posterior a eso, nos dan la misión de hacer otra actividad más de carácter militar, de atacar unidades militares. Se iban a realizar de manera coordinada para el Día de la Dignidad Nacional, el 4 de mayo, que fue cuando capturaron a la Charlotte, quien iba con el “Chele” Glauco por el Centro Cívico.

Campbell y yo nos fuimos a emboscar en el Parque San Juan, cada uno a un lado de la calle, y los dos íbamos a atacar un jeep BECAT, de la Brigada Especial Contra Actividades Terroristas. Esos eran todos los combatientes que andábamos, y “El Ratón” Noel Zepeda, que era quien nos llevaba, y nos bajaba y nos subía de un lado para otro, pues buscamos varios lugares y nunca llegó la Guardia. Eso fue durante varios días. Hasta que en una ocasión, desilusionados nos sentamos en el Parque de La Merced, porque no habíamos podido hacer nada, y entonces llegó un jeep BECAT. Campbell se hizo el renco, se acercó a la patrulla, le tiró una granada, corrió, y disparamos. Se armó la balacera y cayeron los guardias. Fue una acción de éxito porque logramos el objetivo.

Mónica: ¿Qué arma andabas?

Mauricio: Yo andaba con una sub-ametralladora Madzen, y “El Negro” iba con una granada y una Browning. “El Negro” hizo la mueca de que iba renco y les dejó caer la granada, yo le cubrí la retirada, y salimos en guinda al ratito. Fue una acción que tuvo éxito y un gran impacto, ¡para qué! Un impacto tremendo. Y hay una cosa curiosa e histórica ahí, que el único guardia que sobrevivió en esa emboscada, después, en el período insurreccional, se integró al Frente Sandinista y murió combatiendo. René Pulido se llamaba.

La cuestión es que después de eso, nos dan la tarea de ajusticiar al “Chele Aguilera”. Empezamos a hacer los intentos y realmente fracasamos, porque el hombre tenía una movilidad tremenda, nunca se paraba en los rojos de los semáforos, nunca tenía rutina, tenía como cinco casas distintas, era complicadísimo. Hasta que un día llegó Pedro Aráuz.

Por cuenta Pedro Aráuz creía que teníamos miedo, y entonces se fue con nosotros. Hicimos el intento nuevamente, y la verdad es que tampoco con él lo logramos. Ya se fue más tranquilo, más confiado. Creo que él estaba desconfiado de que nosotros no estábamos actuando bien. Después de eso, a Lumberto lo trasladaron para la montaña, y a mí me dejaron de responsable de León y Chinandega por la GPP.

Siempre se siguió desarrollando el trabajo, y en la ciudad íbamos haciendo pequeñas unidades de combate. Hacíamos unas escuelas donde reuníamos a ocho o diez muchachos. Yo les daba el entrenamiento político militar y luego ya los dejábamos listos para ir a accionar.

Una de las escuelas la impartimos a los líderes estudiantiles. Me acuerdo de Víctor Hugo Tinoco y de Irving Dávila. Entre el centro de León y El Coyolar, en una casa, hicimos la escuela de diez días. Me da risa recordarlos haciendo sentadillas.

Las acciones realmente se empiezan a dar con fuerza desde septiembre de 1978 en adelante; antes era un poco más de acumulación, de ir creando las unidades, las fuerzas, porque la GPP como tal, teníamos gente organizada y preparada en unidades de combate, pero muy pocas armas.

La manera cómo operábamos era que una vez que preparábamos una unidad de combate, uno los llevaba a foguearse en una acción, que era como el bautismo, y después quedaban operando con sus jefes. Ya no era necesario que uno fuera a todas las actividades. Eso empieza a darse con más fuerza un poco antes de la insurrección de 1978 en adelante.

Hay un período intermedio en el que me sacan de León y me mandan a Estelí, a la Columna General Pedro Altamirano (GPA), en los alrededores de Estelí, en Santa Cruz, donde estaba el “Charralito” Ismael Lanuza, quien era mi responsable. Estuve ahí como ocho meses. Cuando llegué sólo estaban Ismael y otro campesino, Rigo el “15”, era gato y un poco mayor que nosotros1. Primero aterricé a la orilla del hospital, en la casa de un zapatero colaborador2. Ahí me manda Pedro Aráuz una carta, diciéndome que hay que hacer que se recupere la confianza en los hombres de la ciudad, porque todos los de la ciudad, que habían llegado últimamente a esa zona, se habían rajado en la GPA.

En la noche me llegó a traer un compañero, caminamos por monte y llegamos a la zona como a las doce de la noche. – ¿Dónde están los demás?, sale Lanuza. –Estos somos todos. ¿Cómo? En esa época tenía la idealización de que en el campo y en la guerrilla rural había un montón de gente luchando, y lo único que había eran dos, el que me llegó a traer y el que me recibía.

Empezamos a entrenar a campesinos, a darles clases en escuelas; como a los cuatro o cinco meses de estar ahí, llegaron Julio Ramos, Antenor Rosales “El Capi” y un chaparro, “Ramiro 14”, Felipe Sáenz, que venía de Matagalpa, medio poeta. Cuando llegó esa pandilla, a mí me sacaron, y me regresaron a occidente3.

Ahí en El Despoblado estuve donde una viejita que se llamaba Rosario. En una ocasión, creo que fue cuando mataron a José Benito Escobar, a un pelón que anduvo con nosotros en Honduras, se le fue un tiro que me entró en una pierna. No me pudieron sacar porque habían matado a José Benito, y había muchos guardias. Entonces me trasladaron a la casa de esa viejita que me cuidó, y luego donde otro señor que se llama Benedicto, quien me dejaba en una burra de monte. Lo único que tenían para leer, era una Biblia, y entonces me aprendí la Biblia, me la leí de cabo a rabo.

Mónica: O sea que se cumplió el objetivo de que los campesinos recuperaran la confianza…

Mauricio: Yo creo que sí, porque cuando yo salí, ya eran diez, era un batallón ¿verdad?, porque cuando yo llegué, éramos tres; y cuando yo salí, había más de la ciudad, y había gente campesina integrada. Fue una unidad que estuvo operando durante todos esos años desde Estelí, Santa Cruz hacia Limay, haciendo la ruta a Honduras.

El trabajo era andar, crear base social y ruta para logística y buzones. Para mí, esa fue la base del respaldo que tuvo la insurrección de septiembre en Estelí. Cuando “El Zorro” llegó, de alguna manera cosechó todo un trabajo que se había hecho en toda la ruta que viene desde Limay, pegando hasta el sur de Estelí, que es Santa Cruz. Toda esa ruta la operaba Lanuza, y después quedaron Julio Ramos y “El Capi”.

Ya a cargo en occidente, hicimos una unidad de combate en Chinandega, otra en Chichigalpa, y dos o tres en León. La primera acción de la unidad de combate de Chinandega fue un día antes que se desatara la insurrección de septiembre, porque nosotros, para foguear a la gente de las unidades, hacíamos operaciones, aunque parecieran pequeñas.

Cuando se iba a desatar la insurrección de septiembre, me entrevisté con Ernesto Castillo, quien estaba en León por los Terceristas, y me dijo que iban a desatar la insurrección. ¡Cálmense un poco! No, vamos de viaje –dijo Tito. Entonces orientamos a Sergio Lira y las unidades de combate de León: –Ustedes operen aquí, y yo voy a ir avisar a Chinandega.

Me fui a Chinandega y agarré a la unidad de combate que ya la habíamos entrenado como unos días antes, y fuimos a poner una emboscada por el bypass, donde era antes el Hotel Cosigüina. La noche anterior a que se desatara la insurrección, en septiembre de 1978 en Chinandega, ahí pusimos una emboscada militar que casi fue de aniquilamiento, fue una emboscada bien fuerte.

En León quedaron operando Sergio Lira y Lourdes Jirón. Ahí la GPP teníamos más gente, mucha más organización y más gente preparada militarmente.

En la insurrección de septiembre de 1978, ya nos coordinamos con los Terceristas y con los Proletarios; entre estos últimos me encontré a Carlos Zamora y Alonso Porras. En la propia insurrección fue la primera vez que los vi, y a través de ellos, hicimos contacto con uno de los Terceristas que no me acuerdo quién era, y estuvimos coordinando las actividades que hacíamos. Después todos ellos salieron para Honduras.

En esa insurrección sitiamos el Comando GN de Chinandega, se levantó la población, se consiguieron armas de cacería. Los Terceristas andaban bastantes armas, fusiles FAL y buenas armas, ellos tenían algunas unidades de combate también. Asediamos el Comando, pero llegó un momento en que ya no se pudo sostener el sitio, y nos retiramos.

Entonces los Terceristas se fueron todos para Honduras, y los GPP y los Proletarios nos retiramos a Chichigalpa y al Ingenio San Antonio. ¿Por qué? Porque los Proletarios tenían bases de apoyo bastante grandes en el Ingenio, por el trabajo que hacían con los obreros; y nosotros como GPP teníamos base social en Chichigalpa, organización, casas de seguridad y colaboradores. Tomamos la decisión de retirarnos de Chinandega, nos fuimos por la falda de los volcanes a caer a Chichigalpa, y terminamos refugiados en las colonias obreras entre Chichigalpa y el Ingenio; ahí pasamos los primeros días, recién la insurrección.

La ruta la montamos nosotros, porque teníamos base social en el campo, pequeñas fincas, y ahí nos dieron mucho más apoyo. Íbamos bastante gente y nos logramos acomodar entre Chichigalpa y Chinandega. Ahí nos pasamos un refrescamiento de unos días, esperando que se volviera a reactivar todo. Esas zonas de refrescamiento en el campo, que también las teníamos en el Frente Norte, eran producto del trabajo de organización de varios años, y permitían cierta seguridad, correos, logística y control sobre los orejas.

Danelia: En León, nosotros nos organizamos en los Comités de Acción Popular, la organización de base de la Tendencia GPP. El Coyolar era un barrio muy combativo y organizado. Éramos grupos que andábamos haciendo actividades diferentes: regar papeletas, hacer pintas, y luego también nos involucramos en acciones armadas. Nuestra responsable era Bertha Argüello.

Mónica: Al finalizar la insurrección de 1978, se dio una masacre en León. La Guardia asesina a veintidós personas en el Barrio Nuevo de Guadalupe, y luego los entierra en una fosa común en La Arrocera. ¿Cómo fue que se dio esa masacre?

Danelia: La masacre de la Arrocera se produce en la retirada de la insurrección, cuando se van para Chácara Seca. La Guardia los embosca y aniquila. Un muchacho de los que participaron, que era el que andaba con mi hermano en ese momento, es Patricio, y está vivo.

Mauricio: En mi caso, después de ese período en el campo, en Chinandega, una vez que salimos de ahí, volvimos a operar. En esa época ya empezábamos a operar regionalmente, y nos reuníamos las tres Tendencias. Antes que mataran a los muchachos de Veracruz, nos reuníamos de manera periódica en León. Yo llegaba por la GPP, Carlos Zamora o Alonso Porras, por los Proletarios, “El Chele” y otro de ellos, por los Terceristas. “El Chele” Róger Deshón era de mentalidad bastante unitaria y nos coordinábamos para ir impulsando el trabajo y las actividades.

Mónica: ¿Ya vos estabas ubicado en León?

Mauricio: Estaba ubicado en León, pero siempre tenía bajo mi responsabilidad Chinandega, Chichigalpa y Corinto. Quxabel atendía todo eso, aunque al final Filiberto Morales se encargó de Chichigalpa. Filiberto cae en Posoltega, en la insurrección final. El concepto era el mismo, además de la base social, ir formando unidades de combate e irlas a foguear en pequeñas o grandes actividades militares. A veces se podían juntar varias unidades de combate, según la misión.

Cuando me movía a Chinandega tenía mis propias casas de seguridad. Lumberto Campbell, al trasladarme las responsabilidades, me entrega algunas casas que él ocupaba, que eran parte de su red clandestina.

Después de la insurrección de 1978, en Chinandega hacíamos actividades coordinadas entre Terceristas, Proletarios y GPP. ¿Cuál era la correlación? Los Terceristas tenían armas, les sobraban; la GPP teníamos mucha gente y pocas armas, y los Proletarios también tenían más gente que armas, porque ellos tenían cierta base social; sin embargo, la fuerza más grande de los Proletarios era en la zona obrera del Ingenio.

En León, los Proletarios tenían presencia, pero no eran muy fuertes. Realmente en León la mayor fuerza, desde el punto de vista de la organización de los barrios, de los sectores estudiantiles, era la GPP. Cuando llegaron los Terceristas, ellos se expandieron porque nosotros no teníamos armas, y a esas alturas los muchachos lo que querían era combatir. Los que se fueron con los Terceristas no lo hicieron por cuestiones políticas ni ideológicas, sino porque querían combatir, y alguna gente hasta se sentía frustrada de querer hacerlo y no poder, porque no teníamos la logística.

Después de septiembre de 1978, el modo de operación fue complicado, porque la represión fue violentísima. No había noche que no hubiera combates en los barrios. La Guardia entrando a los barrios a querer joder a la gente, y siempre había combate, ya sea por defensa, o al ataque. Operábamos por defendernos de los cateos o porque preparábamos algo. Eso era casi todas las noches, y todo era muy inestable, no podías permanecer en un punto, tenías que andar con una movilidad tremenda para no caer.

A los compañeros que matan en Veracruz, nosotros les dijimos como un mes antes que tuvieran cuidado, porque el mando de los Terceristas en León andaba con todas las medidas de seguridad sueltas. Como que ya faltaban cinco días para triunfar, y que ya no importaba nada, y relajaron muchas medidas de seguridad. Hasta llegamos a tener discusiones, porque estábamos en una casa en reuniones de coordinación, y entraba y salía un jodido, entraba y salía otro. ¡No jodás, nos van a matar y nos van a matar a todos! Realmente se los veníamos planteando, que eso no debía ser así, y al final recibieron un golpe fuertísimo, en parte por eso; aunque yo tengo entendido que ahí también hubo un jodido que delató, aquel viejo que era dueño de una desmotadora.

Nosotros los GPP fuimos más cuidadosos. Pedro Aráuz nos había formado en la disciplina de las medidas de seguridad. Leticia también era muy cuidadosa. Una vez, estando donde “El Chavo” Meléndez, en una reunión de coordinación con Polo Rivas y “El Chele” Deshón, la Guardia nos empezó a cercar en la Colonia Guadalupe, y la casa donde estábamos no estaba quemada para nada, pero era porque nos andaban cotoneando de cerca los aparatos del somocismo.

Logramos salir de ese cerco esa vez, porque nos tiramos por el lado del Río Chiquito, buscando Sutiava, y logramos irnos. Pero realmente, en parte la masacre de Veracruz fue por esa mentalidad insurreccional de que había que acelerar todo; rompieron muchas medidas de seguridad, y eso les costó caro.

Después llegó Dora María a hacerse cargo de las estructuras junto a otra gente del Tercerismo, y siempre quedó Polo Rivas, que había llegado antes; por lo menos yo lo vi en esa reunión de coordinación que te conté que casi nos quiebran.

Mónica: Dentro del accionar de las unidades de combate, rescatamos un testimonio sobre el ataque a El Polvón, que nos brinda Sergio Lira.

Sergio: La toma del Comando de El Polvón fue después de la insurrección de 1978, con la participación de dos unidades de combate. Los jefes éramos, su servidor Sergio Lira “Zacarías” y Félix Pedro Carrillo; y como política, Berta Argüello.

El Polvón es una comunidad que queda en el camino de tierra que va de León, entrando por el lado de Sutiava, hacia el Ingenio San Antonio. Tomamos dos vehículos para acercarnos al lugar. Una característica de este ataque fue que nos disfrazamos de campesinos cortadores de caña, pues en esa época ya estaban quemando los cañales. Nos embadurnamos de tizne y metimos las armas en unos sacos manchados de carbón y betún.

Y a propósito de nuestros disfraces, nos ocurrió una anécdota. En la entrada al caserío, se ponían algunas prostitutas esperando a los cortadores; y cuando ya nosotros vamos a entrarle al cuartel, nos dicen algunas de ellas: –Denle duro a esos hijueputas. Nos dio una risa, y a la vez nervios, porque pensamos que íbamos tan mal disfrazados, que nos descubrieron. Pero el ataque fue un éxito total, porque entramos sorpresivamente, disparando casi dentro del cuartel, así que no tuvieron tiempo para reaccionar y recuperamos unas doce armas. A los guardias que no cayeron, les quitamos las botas, la ropa, y les dimos una gran arenga sobre nuestros objetivos. Nos retiramos sin ninguna baja, y contentos.

Mónica: Antes de la insurrección final, se montaron importantes emboscadas en distintos puntos de la ciudad. Según mis investigaciones, la emboscada de La Barranca en Sutiava fue el 27 de abril, once días después de la masacre de Veracruz; y la emboscada de San Pedro, el 18 de mayo. Creo que estas operaciones son importantes porque fue de las pocas veces que se pusieron emboscadas grandes en la ciudad. Contanos eso.

Mauricio: Aunque las tendencias nos coordinábamos, operábamos de manera independiente. Nos informábamos entre los mandos para evitar cruzarnos o tener problemas entre nosotros mismos; para eso eran las reuniones de coordinación. Pero, en esa etapa pre-insurreccional, prácticamente no hicimos ninguna acción conjunta.

Me acuerdo de la emboscada de La Barranca porque ésa la organizamos nosotros, la Tendencia GPP. Ahí participaron, si la memoria no me falla, tres o cuatro unidades de combate. La emboscada fue por el Colegio Calasanz, en una zona alta, hasta se hicieron trincheras a plena luz del día, con la colaboración de la población. Se llegaron a poner sacos de arena para hacer una emboscada fortificada; pusimos minas vietnamitas hechas por nosotros en ANSCA, a través de un colaborador; y había una unidad de combate al centro, a la entrada, una a la salida y había otra unidad de combate que atacó el Aeropuerto Godoy, para atraer a la Guardia. Porque el concepto era que al atacar el Godoy, la Guardia iba a moverse de la cárcel de La 21 hacia el oeste, por la carretera a Las Peñitas, a defender el Godoy, y entonces, cuando ellos fueran en la ruta, caerían en la emboscada.

Una unidad de combate ataca el Godoy, mientras otras tres esperan emboscadas. Sergio Lira “Zacarías” y “El Chele” Carlos Nájar iban en la unidad de combate que va al centro de la propia emboscada, y las otras dos unidades, a los costados.

El punto es que, en vez de que la Guardia salga de este a oeste, viene en sentido contrario, sale del propio Aeropuerto Godoy. Se viene al revés; entonces, al entrar al lado inverso, se produjo cierta confusión, se adelantó el fuego, no entró el convoy completo de la Guardia a la emboscada, quedó fuera un jeep con una ametralladora 50. Todos los que quedaron ahí en medio, cayeron, pero no pudimos aniquilar ciento por ciento al convoy, que era muy grande.

Nosotros no tuvimos bajas en La Barranca, pero debido a ese jeep que quedó fuera, no pudimos recuperar el armamento, y nuestra ansiedad era recuperar las armas; pero se cumplió el objetivo de desmoralizar y dar un vergazo duro a la Guardia. Fue tremendo porque murió un montón de guardias.

El Comandante GN de la plaza de León, Mayor General Gonzalo Evertz “Vulcano”, llegó al día siguiente a inspeccionar la emboscada, y quedó asustado de la vergueada, porque las minas vietnamitas trabajaron de una manera bestial. Y cuando vio la fortificación, se dio cuenta que todo ese barrio había conspirado contra ellos, porque no hay manera de llegar en la noche a hacer semejantes trincheras, sin que la gente del vecindario se diera cuenta. Y realmente eso se hizo desde un día antes, porque la población apoyaba totalmente y conspiraba con las unidades. Esa fue de las acciones más fuertes que hicimos dentro de la ciudad de León.

Comentario de la autora: En esta acción participan también, Ródrigo González “Argelio”, Eddy Reyes Baldizón “Umanzor”, Carlos Soza “Jeremías” y Lourdes Jirón “Esperanza”. Según Eddy Reyes Baldizón, en esta emboscada sólo sobrevivió uno de los treinta y dos guardias del convoy. En el libro De León al Búnker pp. 174, se ofrecen detalles de la misma.

Mónica: Al respecto, Ricardo Baltodano, acotó lo siguiente.

Ricardo: Iván Vílchez, mi jefe inmediato, quien también participa de esta famosa emboscada de La Barranca, muere al día siguiente. Sergio Lira, quien nos mandaba a todos los de los barrios Sutiava, Zaragoza y La Providencia, lo incorpora a la unidad de combate. Iván rápidamente asumió responsabilidades porque era ordenado, con mucha capacidad, y un hombre fuerte; podría ser el segundo o tercero de la unidad. Pero cometió una gran imprudencia, cuando terminó el combate: se fue a su casa; entró a las cinco y media de la mañana buscando los mimos de su mama; comió y se acostó. A los minutos llegó la Guardia, porque un oreja lo denunció. Lo llevaron en calzoncillos, lo torturaron y luego lo fueron a botar al puente sobre el Río Chiquito, que queda del Comando de la cárcel de La 21, dos cuadras abajo y una y media al sur. Ahí hay un monumento en su honor.

Mónica: También se realizaron otras dos emboscadas poderosas en la ciudad. La de San Pedro fue el 18 de mayo, día del nacimiento y casamiento de Sandino.

Mauricio: La de la Avenida Pedro Aráuz, que era antes Avenida Debayle, creo que fue la gente de “Charrasca”, la que montó ese vergueo4.

La emboscada de San Pedro, en la calle paralela a la de La Barranca, la hicieron los Terces. Esa fue una emboscada violenta, dos semanas después de la nuestra. Los cadáveres quedaron regados y la Guardia no se atrevía a llegar, así que se los comenzaron a comer los chanchos. Las minas vietnamitas eran salvajes. A nosotros nos enseñaron a hacerlas en una escuela en Honduras. Llevaban un montón de varillas de hierro cortadas en tucos, eran los charneles. La Guardia se escondía debajo de los camiones para tratar de protegerse.

En este mismo período, también fuimos a atacar el Comando de Posoltega con dos o tres unidades de combate. Durante la insurrección final de Chinandega, volvieron a atacar Posoltega, que es donde cae Filiberto.

En León llegamos a tener seis unidades de combate debidamente organizadas con sus mandos y con todas sus estructuras, con gente bien preparada y con una organización clara y definida; de tal manera que cuando se inicia la insurrección final, nosotros contamos con esas unidades de combate organizadas, fogueadas y disciplinadas.

Mónica: Luis Alberto González Lorente, con el seudónimo “Pavel”, fue de los jóvenes cristianos que se incorporaron en Estelí, al influjo de la Teología de la Liberación. Inició sus actividades en el movimiento estudiantil, y en 1975 ya era un cuadro fundamental dentro de los jóvenes, reclutando a compañeros como Aldo Briones, Jairo Gámez, a Juno Genoveva Rodríguez y Martha Marina González. Pasó a la clandestinidad en 1976. No recuerdo dónde fue capturado, pero me lo encontré en la cárcel en octubre de 1977. En agosto de 1978, cuando la operación del Palacio, el Comando no lo incluyó en la lista por aquellos desórdenes que se dieron, debido a la urgencia de los Terceristas de hacer el operativo antes que la GPP.

Después del operativo del Palacio, la Guardia se portó muy flexible con todos los que se quedaron, que fueron unas decenas; a algunos les dio amnistía y a otros los entregaron a sus padres de familia, sacándoles dinero. Después que logra su libertad, es trasladado clandestino a León, a donde llega en las primeras semanas de 1979. Mauricio, me dijeron que vos lo habías casado por las armas y que su compañera Ivette Olivas tuvo una niña de Luis. ¿Cuándo y en qué circunstancias cae Luis Alberto?

Mauricio: Yo no preciso la fecha, pero Luis muere precisamente la noche que casi nos agarran a nosotros en Guadalupe, antes de la insurrección final. Venía del campo, y entrando a León, en Posada El Sol, nosotros teníamos un colaborador, Javier Dávila “El Fumón”, era una de mis casas de seguridad. Entonces, cuando salgo huyendo esa noche de aquí, del encuentro que tuvimos en Guadalupe con los Terce, y me voy a refugiar a Posada El Sol, oí la balacera en la madrugada, cuando mataron a este muchacho, a Luis.

Danelia: Luis Alberto González era nuestro responsable, jefe de la unidad de combate y de la zona cuatro, que comprendía El Coyolar, Villa 11 de julio, El Calvario y San Isidro. Él se encargaba de organizar a la gente a nivel de base. Dentro de esa unidad de combate, estaban Martina Alemán y Nidia Espinal.

Mi casa fue casa de seguridad de Martina Alemán, quien era de Matagalpa. Fue una joven muy destacada en la lucha de León. Ella cae en la Plaza de los bancos, cuando iban a recuperar armas.

Mauricio: Te voy a contar cómo pasó lo de los bancos: Reynaldo Díaz, quien había estado entrenándose con nosotros en Honduras, en la escuela que nos dieron Pedro Aráuz y Juan de Dios Muñoz, primero se desertó de la GPA que operaba en los alrededores de Estelí, cuando estaba de responsable “Charralito” Ismael Lanuza. Luego llega a León, a la zona de El Coyolar, y nos dice que él se quiere integrar al Frente. Entonces le doy una oportunidad, y lo mando a hacer una acción militar donde están los cuatro bancos en León. Era una escuadra donde está Martina Alemán, otro compañero, y este Reynaldo. Los tres iban a actuar simultáneamente sobre los guardias para quitarles los Garand; era una acción relativamente sencilla.

Martina socó y cumplió, el otro compañero también; pero Reynaldo se raja, y el guardia que le tocaba desarmar, pum, pum, plomeó a la Martina, quien murió instantáneamente.

Danelia: De mi casa se fue ella. A las doce en punto, cuando sonara el pito de los bomberos, que vos sabés que se oye en todo León, iban a hacer la acción. No había manera de confundirse. Ella nos dijo antes de partir: –Si no regreso, es que me mataron. En sus zapatos había escrito sus iniciales: M. A. Martina Alemán. Si me dan, me van a reconocer por el zapato. Y efectivamente muere en esa acción.

Comentario de la autora: Martina Alemán nace el 5 de noviembre de 1957 en Matagalpa, siendo sus padres Elsa y Alfonso Alemán Montoya. Se había bachillerado en el Instituto Eliseo Picado, donde se involucró en las luchas estudiantiles. Fue fundadora de la Asociación de Estudiantes de Secundaria y participó en la insurrección de los niños, en agosto de 1978, en Matagalpa. Se fue a León con otras de las muchachas de Matagalpa, que se replegaron después de esa insurrección.

Lourdes Jirón recuerda a Martina como parte del grupo de muchachas integrado por María Antonieta Gutiérrez, Jeannette Castillo y Azucena Mejía, quienes llegaron como refuerzos. Martina se matriculó en la Facultad de Medicina, pues como dicen sus padres, le gustaba el estudio; pero ya estaba comprometida en la lucha y hacía vida semi­clandestina, incorporada en la Unidad de Combate Benito Castillo, Escuadra Otto Casco.

El 29 de marzo de 1979, participaba en el operativo llamado ¡Viva la Unidad Sandinista!, cuando fue abatida por el disparo de un guardia, en las inmediaciones de la esquina de los bancos, en León. Su responsable era Luis Alberto González, quien también caería en León en mayo de1979.

Sus padres relatan que tuvieron la dicha de poder velar y enterrar los restos de Martina en su ciudad natal, Matagalpa, pues sus compañeros les avisaron inmediatamente de su caída. Todos los hermanos de Martina se involucraron en la lucha: Salvador, Nery y Marvin Alemán; éste último, actualmente Comisionado Mayor de la Policía en Bluefields. (Noviembre de 2009).

Mónica: ¿Y la otra compañera de la unidad de combate, Nidia Espinal, quedó viva?

Danelia: No, Nidia muere con Luis Alberto González. Era de El Viejo. Filiberto Morales, el que cayó en Posoltega, también era del barrio, pero era mayor que nosotros; su hermano, Oscar Morales, es el que era contemporáneo nuestro y todavía está en el Ejército. Ambos eran de El Coyolar, pero se integran por medio de la universidad, no por el barrio. También “Charrasca” Luis Manuel Toruño fue de nuestro grupo, pero luego se fue a los Terceristas.

Entrar a los Terceristas era una expresión de rebeldía, porque inicialmente sólo nos mandaban a hacer los operativos con bombas de contacto, y eso era ¡sálvese quien pueda! Los Terceristas lograban tener armas, entonces, era una manera de defenderte. Nosotros queríamos estar donde hubiera armas, y por eso muchos se fueron donde los Terces. No querían andar con bombas de contacto, sino empuñar un fusil. En cambio, a nosotros nos daban pistolitas 25, y sin tiros ¡no jodás, a veces ni bulla hacían!

Mauricio: Las bombas de contacto que hicieron mucho daño, como le pasó a Ofilito… bueno, tu hermana también… perdieron sus brazos por las famosas bombas de contacto.

Danelia: Los mondongueros son muy famosos en León; uno de los hermanos de ellos, igualito; salió por aires haciendo bombas, pero ése no quedó vivo. Ésa era el arma de nosotros, pues.

Después trataron de mejorar el armamento, y Mario Iglesias nos llevó un saco de armas de esas pistolitas 25, que te digo. Lo mató la Guardia ahí por mayo de 1979, lo entregó uno que le decíamos “Ojo de Águila”, quien había andado con nosotros, pero después se volteó. El maje andaba de soplón, se montaba en los jeep BECAT y andaba enseñando las casas de todos nosotros. Un día lo vimos a las diez de la mañana. “Charrasca”, que entonces era GPP, dijo: –Ese hijueputa no nos va a vender, cuando se venga a hacer el loco, lo vamos a matar. En la poza El Aguacate quedó.

Mauricio: ¿Te acordás la consigna? “Haga patria, mate a un oreja”.

Danelia: Esa era la manera como me inicié siendo una chavala. Me decían que anotara los número de las placas de los taxistas que miraba que se movían a orejear, por eso soy bárbara a los números. Me decían, no anotés en papel, porque eso te puede quemar; entonces, era de memoria. Todos éramos cipotes, pero de esa manera contribuíamos.

Mauricio: Estas gentes eran cipotes. Ahora ves a tus hijos a los diecisiete años y vos decís ¡qué barbaridad!

Danelia: Eso era difícil en los barrios: o matabas o te mataban a vos, denunciado por esos orejas. Eso pasaba con “El Ojo de Águila”, quien se reunía con nosotros y después andaba con la Guardia. “Charrasca” decía: –A este hijueputa lo vamos a ajusticiar, ¡para lo que vale un tiro! Nosotros, chavalos, admirábamos a “Charrasca”, quien luego sufrió un proceso de descomposición, es otro tema, ¡pero que tenía huevos, los tenía!

Mauricio: Sí, es que en toda guerra tiene que haber gente así. En León abundaron gentes que se lanzaban al asalto sin ningún temor. En Zaragoza tuvimos a Ofilio Delgadillo, quien era un niño, y también a alguien de seudónimo “Alfredo”.

Danelia: La adrenalina era tremenda. Ese “Charrasca”, yo me acuerdo que se tiraba sus churros, y decía: –Ahí van a ver qué les va a pasar esos hijueputas en el BECAT. ¡Déjenmelos a mí! Y se lanzaba sin asco, y se los volaba; y si alguno lograba escaparse, montaba otra vez el arma y le disparaba.

Mónica: Parece que Oscar Cortés “El Chele Marcos” en realidad fue también muy audaz, casi temerario también.

Danelia: Pero la mayoría de la gente no lo logró conocer, porque él prácticamente llegó a la insurrección final. Algunos lo recuerdan después de la insurrección, montado en un jeep, con su boina. Pero los líderes de León eran otros, la gente que trabajaba en el barrio. Porque al final de la lucha, ustedes fueron los cuadros y nosotros sólo los marcos. Ni nos mencionaron. Fuimos los que nos turqueamos, y nunca nos dieron ningún crédito; hacíamos el trabajo de hormiga, de diario, trabajábamos sin descanso. Eso fue lo que pasó con muchos Terceristas: ellos se llevaron los laureles por unas semanas, del trabajo que otros hicimos durante muchos años.

Mónica: ¿Cómo fue el plan de la insurrección de León y dónde se ubicaban las fuerzas de la GPP?

Mauricio: Nosotros teníamos seis unidades de combate. En la coordinación con el Tercerismo, lo que se planteó fue que nosotros poníamos una unidad de combate en la Desmotadora Quezalguaque, otra en La Cartonera y una en Pancorva, o sea, el anillo de contención; dos unidades de combate van en las fuerzas que deben atacar la cárcel de La 21 y el Comando, y una unidad de combate se la doy a “Polo” Rivas.

La unidad de combate que pongo en Quezalguaque, en la Desmotadora, que es una pedrera, estaba al mando de Sergio Lira. En ese punto se dieron fuertes combates y murieron unos muchachos de Sutiava, y Verónica Lacayo, una muchacha leonesa muy combativa. Se pone una emboscada ahí para evitar que pase la Guardia que viniera del lado de Chinandega, o del norte, hacia León.

Se pone otra emboscada en La Cartonera. El Jefe era Carlos Amaya “Lucas”, a quien vos enviaste de Managua y lo habíamos puesto de jefe de una unidad de combate. Ahí los combates fueron durísimos. Cae Carlos Amaya y lo enterramos ahí mismo.

Otra emboscada que nos tocó a nosotros se puso en Pancorva, adelante del puente La Leona, para evitar los refuerzos que vienen de Managua. No me acuerdo quién era el jefe, pero también era del grupo nuestro de la GPP. Era Eddy Reyes “Umanzor”.

Cuando hablamos con la Dora y coordinamos el trabajo, acordamos que la GPP ponía las emboscadas alrededor de la ciudad, y le dábamos una unidad de combate jefeada por Ródrigo González, que quedara a la orden de Polo Rivas, para garantizar la recepción de las armas que venían por avión.

Entonces Polo operaba con Ródrigo, iban a la carretera, bajaban las armas. De alguna manera, esta unidad funcionó también como móvil. Otras dos unidades de combate de la GPP quedaron para atacar el Comando Central y La 21, con las fuerzas de los Terceristas que se concentran sobre todo en estas misiones.

Sobre la insurrección propiamente dicha, ya se sabe que primero cayó La 21, y después el Comando. Luego se concentraron todas las fuerzas para caerle a El Fortín de Acosasco. Las unidades de combate siempre estuvieron reteniendo a la Guardia en los accesos de la ciudad. Esa fue, digamos, la estrategia que se montó, y sobre esa base se operó.

Mónica: ¿Cómo fue la operatividad en los puntos de contención?

Mauricio: A la Cartonera llegó una brigada de la Guardia bien fuerte, y una parte logró penetrar la emboscada de contención, porque venía con fuerzas superiores. Pero además de las unidades de combate nuestras, había otras, y muchos milicianos de los CAP, gente de apoyo que se tiraba con bombas de contacto y cocteles molotov.

Porque el concepto general de la insurrección en cada lugar, era que había unidades militares, más los refuerzos milicianos. Y en el casco urbano, se trataba además de insurreccionar a todo mundo, y en León eso era bastante masivo.

Mónica: Contanos de la emboscada de La Leona, ¿tuvo sus complicaciones también?

Mauricio: Bueno, sí; ahí murieron varios muchachos, pero se logró contener a la Guardia. El objetivo de que no pasaran, se logró, porque no pudo recibir refuerzos la Guardia en León. Esa fue la realidad. En las embestidas que hicieron, no pudieron entrar a reforzar el Comando, que era su misión. Las emboscadas de contención no tienen como propósito aniquilar. Generalmente, las fuerzas que se mueven son siempre superiores a las que emboscan.

Esa gente operaba en lo que era Pancorva, no en La Leona. La Leona es un puente donde hay una presa; más adelante hay unas piedras blancas, donde hay ahora una estación de telefonía celular. Actualmente hay una cruz que se ve desde la carretera. Ése es el punto de la emboscada, que era la única zona medio alta que hay ahí, porque todo lo demás es un llano.

Pero ese punto pega a Los Arcos, una zona donde había base campesina que Julio Ramos había organizado. Toda esa gente andaba involucrada. Cuando yo llegué, Julio Ramos estaba clandestino en Los Arcos, donde se había impulsado todo un movimiento campesino de tomas de las tierras de los Sutiava, ahí en Los Arcos y en Lomas de Panecillo. Los muchachos que estaban en la emboscada eran de León.

Mónica: ¿Cómo fue esa operación donde encuentran unas armas enterradas debajo de cadáveres?

Mauricio: Esas armas se desenterraron hasta que se rindieron los últimos guardias. Primero los guardias salieron en guinda, se les dio duro cuando iban en la corrida. En la huida, usaron un escudo humano, agarraron a las mujeres, y a los niños de los guardias, y las pusieron adelante. Yo estuve precisamente cuando se dio ese vergueo ahí, en la salida del Comando hacia El Fortín. Les disparamos duro. Ahí estuvimos en el asedio, bum, bum, bum. Ellos lograron romper el cerco y pasar para allá, pero muchos quedaron en el camino. Después terminaron de caer los que estaban adentro, aunque eso fue como dos o tres días después5.

Inmediatamente se empezaron a buscar las armas, pero no se hallaban; se escarbaba y sólo se hallaba a los muertos. Hasta que después, a un guardia se le comenzó a preguntar, y dijo que las armas estaban debajo de los muertos. Hasta entonces fue que se tuvo que sacar a los muertos: debajo estaban todas las armas. Para poder meterte a sacar los muertos: todo, no vas a estar con los guardias encima. Eso sólo pudo hacerse cuando ya tenías controlado el lugar totalmente.

Cuando se desenterró ese montón de armas ahí, fueron las turqueaderas peleándonos por los rifles y las armas. Ahí había de todos los grupos, hasta andaba “El Prole”, que ellos también tenían su grupo, pero eran más pequeños en León. La pelea por las armas era porque en la medida en que los Terceristas tenían más logística, tenían más capacidad de organizar más unidades.

Y la pelea por las armas fue desde el principio. La distribución era desigual: Nosotros les pusimos a “Ródrigo” para esa tarea, y les asegurábamos la logística. Llegaban las avionetas que llevaban sus cuatro rifles, pero aunque la logística para recibirlas era unitaria, la distribución no lo era. Cuando venían las armas, las dislocaban para ellos, y no nos daban ni verga a nosotros. Era una turqueadera ese pleito de las armas.

Después que la Guardia sale del Comando, sólo quedó El Fortín de Acosasco, hasta que cayó solito, pues, al final.

Mónica: El 7 de julio sale la Guardia de El Fortín. ¿Qué pasó con todos esos guardias, para dónde agarraron?

Mauricio: El Fortín lo teníamos asediado, rodeado militarmente, no había manera de salir. Cuando estábamos atacando El Fortín, fue la vez en que me sentí más cerca de la muerte. Me fui a Sutiava para ver cómo estaban los muchachos tendidos que íbamos empujando hacia arriba de El Fortín. Llego a un punto, y de repente siento que se me levanta la tierra a un lado; me muevo, y ¡plas!, se levanta un polvito por el otro lado. Era un francotirador hijuelagranputa. Yo no sabía de dónde venía, y pensé: ¡Ah, aquí estoy listo!

Mónica: Te tenía triangulado, seguro con mira telescópica.

Mauricio: Ahí sí me cagué, porque no oís el balazo, sólo ves que se levanta el vergazo o que pasa cerquita. Este hijueputa me mamó, dije yo. No sé cómo, de la cagazón me moví rápido para otro lado, y ya no me logró agarrar. Pero es la vez que yo me sentí con el mayor nivel de peligro en toda la guerra. ¡De aquí ya no salí de este hueco hijueputa!, pensé. Y logré salir.

Estábamos apenas en las faldas de El Fortín. Los combatientes estaban abajo y se parapetaban en zanjas, en pequeños cauces y declives naturales. Ahí no había protección. Por eso, como ellos estaban arriba, era difícil avanzar. Pero no me acuerdo cómo fue que se desencadenó el final. A “Vulcano”, de seguro, se lo llevaron en helicóptero, porque por tierra ahí no hubo manera de salir, y la Guardia se dispersó. Llegó un momento en que quedó un grupito, y se dispersó.

Pero yo no me acuerdo que hayan roto el cerco. Ellos sí rompieron cerco cuando salieron del Comando hacia El Fortín, lo tengo bien claro. Pero que hayan roto ellos un cerco de ahí para otro lado, nada. Hay un camino que va a dar a los esteros, que es bien malo, casi no se ocupa; pero yo no me acuerdo de eso realmente, de cómo se desencadenó ya la parte final.

Hay un camino que va de El Fortín hacia el mar, pero no hay manera cómo irte por otro camino, y salirles adelante, sólo que vayás por veredas; o sea que, geográficamente, no hay otro acceso, hay un solo camino que va de El Fortín hacia esa zona, que es el que vos cogés del cementerio y te vas por ahí, hacia el mar.

Cuando ya nosotros controlamos la operación de El Fortín, inmediatamente lo que se hace es avanzar para Managua. Se forman dos grupos, una columna que es donde viene “El Chele Marcos” Oscar Cortés, con la gente nuestra que agarra la zona de La Paz Centro; vienen por la calle de La Paz Centro y creo que tuvieron alguna resistencia antes de llegar a Managua; y otro grupo que yo me traje por la Carretera Vieja a León, y que me fui a meter a Montelimar.

Cuando llego a Montelimar, ahí estaba desierto; pero cuando llego a la casa de Somoza en Montelimar, estaba su archivo completo, todas sus cosas completas.

Mónica: ¿Cuándo llegaste vos?

Mauricio: Llego en la misma fecha en que va “El Chele Marcos” caminando a Managua; y entonces, cuando “El Chele” entra a Managua; yo entro por la otra calle, tal vez seis horas después, porque me desvié a Montelimar, ya que la idea era que como ahí estaba el Ingenio y ésa era una zona de Somoza, podía haber guardias; sin embargo, cuando nosotros llegamos a la casa de Somoza en Montelimar, no hubo resistencia. Y me acuerdo que me llevé un montón de archivos de la casa de Somoza, porque todavía no habían saqueado la casa.

Nosotros íbamos en camiones, en jeeps; la caravana grande iba sobre la Carretera Nueva a León, con “El Chele Marcos” y Polo Rivas, ahí iba la caravana grande. Yo me llevé un grupo pequeño, y cuando llegué a Managua, ellos habían llegado.

Una anécdota interesante es que “El Chele Aguilera” huye, y lo capturan en la frontera con Honduras. Y me lo llevan. Todavía estábamos en el vergueo. Entonces me lo llevo a la casa de seguridad donde había conocido a Perla Norori, quien ya había caído.

Cuando llegué a León, Perla Norori, quien era la mujer de Lumberto Campbell, ya había parido a Iyas, el hijo de ambos. Ella tenía una casa donde estaba uno de los Figueroa, el renco, y ahí teníamos un cuarto de doble fondo, con una pared falsa, y detrás de ésta, la imprenta regional donde se hacían todos los comunicados. Cuando me llevan al “Chele Aguilera”6, lo fui a esconder, porque si lo ponía en la plaza pública, lo despellejaban vivo.

Me acuerdo que llegó un guardia guatemalteco que lo capturamos en la Ermita de Dolores, era del CONDECA, y ese pobre guardia terminó en un pozo, porque lo agarró la gente enfurecida. Entonces me llevé a Aguilera y lo escondí en esa casa donde estaba la imprenta. Mandé a llamar al “Chele” Najar, y entonces le digo: – ¡Mirá, “Chele”, a quién tengo aquí! Porque ese hijueputa había torturado y había matado al papa del “Chele” Najar7. Yo soy Pastor, yo creo en Dios, yo soy Pastor –decía el hijuelagranputa “Chele Aguilera”. Total, triunfó la Revolución, y yo lo mandé a Managua. En León no lo supieron. Si he soltado al “Chele Aguilera” a la gente, lo hubieran despellejado totalmente.

La otra cosa interesante que te quería contar es que, cuando realizamos la emboscada de La Merced, todos fueron aniquilados. Uno quedó vivo y estuvo en el hospital. En la insurrección de septiembre de 1978, me dicen: –Hay un hombre que dice que él estuvo en esta emboscada, así, así, así. Los únicos que podíamos saber eso éramos Campbell y yo. Hombré, me voy a ir a entrevistar con él. Entonces, ya se presenta: –Soy René Pulido, me quiero integrar. – ¿Y por qué? Después de esa emboscada –dice, me agarraron y me mandaron a El Sauce, me pegaron una gran pijeada.

O sea, lo trataron pésimo al hombre, la misma Guardia desconfió de él. Lo mandaron a los lugares más jodidos; por último, él se molestó con la Guardia y se integró al Frente. Lo pusimos a trabajar en la zona de El Coyolar, toda esa zona donde Luis Alberto González y la Danelia Lanzas, y todo este grupo operaba. Ahí quedó este Pulido, ahí lo integramos.

Después lo agarran y se lo llevan preso a El Fortín; el hombre se logra escapar, tal vez por alguna amistad con otro guardia, lo que sea; el punto es que llegó con el pecho sangrante a Sutiava. Yo me quedé con cierto temor de que, a lo mejor, era infiltrado; pero no, siguió luchando. Después de la insurrección de septiembre de 1978, la Guardia lo agarró en una calle; como era conocido, lo identificaron con facilidad, y lo mataron ahí por El Barcito. Ésa es la historia de René Pulido.

Mónica: Una de las cosas que me ha parecido interesante en toda la investigación que he hecho, es que creo que León fue la única ciudad donde realmente lograron mantener sus unidades de combate y sus fuerzas dentro de la ciudad, después de las insurrección del 78.

Mauricio: Todo el tiempo. En septiembre, aquí hicieron como nosotros en Chinandega: salir al entorno, reordenarse para volverse a meter. Fue lo que hicimos al salir de Chinandega, irnos a meter a Chichigalpa, y después volver a acomodarnos en las ciudades. Esto fue así porque la participación en León era masiva en todos los barrios. Nosotros teníamos los CAP, y cada CAP era un comando; y vos tenías en cada barrio comandos y comandos y comandos de gente que estaban ahí.

Tiraban bombas, era gente organizada y andaban prácticamente desarmados; o sea, que eran como las pre-unidades de combate. Entonces, los que más se destacaban de los CAP, los pasábamos a las escuelitas donde los formábamos luego en unidades de combate. Pero, esas unidades ¿quién las alimentaba?, todos esos CAP, que eran los muchachos jóvenes, ya no pasivamente, sino activos, dispuestos a dar la vida; porque ¿no está dispuesto a dar la vida, alguien que va a ir a tirar una bomba o va a ir a hacer una pinta sin armas y sin ni mierda? Es más riesgoso que ir a hacer algo armados, ¿verdad?

Mónica: Cuando operabas en unidades de combate, organizabas tu retirada y tenías vehículos, casas donde irte a esconder…

Mauricio: Y las hacíamos bien organizadas, planificadas y teníamos logística, íbamos con armas, con tiros; pero los otros no, los otros son la participación masiva, popular. ¿Pero qué pasa? En León, yo creo que entre 1978 y 1979, no sé si hay algún registro en algún lado, pero no había noche que no hubiera muchachos muertos. La Guardia te caía en un barrio y te iban barriendo el barrio; ahí se armaban las turqueaderas, balaceras todas las noches. Fue un período de una tensión de la gran puta. De modo que, si vos todos los días estás matando a uno o dos chavalos, se va arrechando esa población, y a la vez generaba, entonces, un apoyo masivo al Frente.

Antes de las insurrecciones, hacíamos limpieza, aunque generalmente a los combatientes no les gusta hablar de esto. Es complicado por los familiares de los muertos de uno y otro lado. Además, en general, ya cuando la insurrección, aunque hubo casos de fusilados, en general se respetó la vida de los guardias.

Nuestra política con la Guardia fue que, al que se rendía o lo agarrábamos, no le hacíamos nada; y la verdad así fue por lo general, no era política matarlos fuera de combate. No joderlos, para desmoralizarlos y que se rindieran. Y en general funcionó.



28 de octubre de 2009





NOTAS


1 El “15”, según Julio Ramos, se llama Pedro Pablo, y era un campesino originario de La Estanzuela. 

2Se refiere a Fanis Traña, un zapatero que tenía el seudónimo de “Denis” y fue gran colaborador de la guerrilla.

3Julio Ramos llega a la Columna General Pedro Altamirano en julio de 1977; Antenor Rosales, después de la muerte de Pedro Aráuz, en octubre de 1977, tal como lo confirman en las conversaciones registradas en este libro.

4Esta emboscada también está narrada con detalles en la obra de Guillermo Cortés Domínguez De León al Búnker. (Pp. 169-173).

5La salida de “Vulcano” se produjo el 17 de junio. En esa salida, quedaron regados a lo largo de toda la huida unos cincuenta cadáveres, y un grupo de quince guardias tuvo que regresarse al Comando. Luego fueron finalmente vencidos el 20 de junio.

6“El Chele Aguilera” fue capturado en El Sauce por la unidad que jefeaba Ana Julia Guido. Según Lourdes Jirón, andaba disfrazado de Pastor evangélico, vestido totalmente de blanco y cargando una Biblia en la mano. 

7Carlos, “El Chele” Nájar, es hijo de Carlos Nájar, quien anduvo con Julio Alonso Leclaire. En su última batalla, en Río Guano, con Julio Alonso caen otros guerrilleros de la Columna 15 de septiembre, entre los que se encuentran el poeta José Jesús López, Ángel Moteli, Antonio López, Juan Castillo, Rolando Caldera, Enrique Montoya y el destacado Gustavo Vílchez. A este movimiento sobreviven Carlos Nájar, asesinado en León en 1962; el periodista César Cortés Téllez; Julio Velásquez; Julio Molina; el salvadoreño Mauricio Abner y Lenin Frixione, quien junto a la cubana Teresa Banderas, trasegaron armas desde San Francisco, EE UU, en apoyo a esta incursión guerrillera. (Fuente: www. sandinismo.info-la historia del sandinismo). 

Últimos comentarios del relato
  • Jose Pulido Tercero :

    No conozco a este señor Mauricio. Sin embargo he escuchado mucho sobre "Valenzuela" Pero me gustaria aclarar algunas cosas referentes a RENE PULIDO TERCERO "Victor" ese era su nombre clandestino. Ex-guardia convertido en guerrillero Ajusticiador dirigió una columna escapo tres veces una del fortín encabezo varias emboscadas Este señor no se de donde saca esa historia Rene entro por voluntad propia y ya era parte de la guerrilla sandinista infiltrado en la GN antes de esa emboscada

    28 Feb, 16
  • Admin :

    Si lees bien, Mauricio Valenzuela afirma que el se integró voluntariamente al FSLN. Y realmente su historia fue muy heróica. A lo mejor ya era del FSLN antes de la emboscada, pero fue realmente providencial que quedara vivo, y por eso sus superiores de la GN comenzaron a dudar de él. Gracias por tu aporte

    21 Jun, 16
  • Juan Pulido :

    Al respecto sobre Rene Pulido "Victor" tengo entendido por un combatiente sobreviviente y que fuera cercano a el. Que lo que realmente lo motivó a integrarse al frente fue el reencontrarse con dos amigos de infancia de si pueblo natal Santa Rosa Del Peñón y que fueron estos los que lo influyeron para que dejará la genocida guardia Nacional. Además fue partícipe en primera persona de las salvajadas cometidas por la guardia por lo que simplemente quiso enmendarse uniendose al frente.

    29 Dec, 15
  • Manuel Antonio Midence Reyes :

    Buenos días Por favor, solicito corrijan el nombre de mi hermano, el que se encuentra en la entrevista a Mauricio Valenzuela y Danelia Lanzas, HABIA QUE ENTRENAR, ARMAR Y PONERLE MANDO A LA GENTE, donde dice, los principales jefes después del Estado Mayor eran: …, donde se lee Juan de Dios Midence, diga y se lea Juan Bautista Midence Reyes, “Ponce”. Caído en el cumplimiento de su deber el 05-03-1988, en Pantasma, Jinotega. Solicitante, Manuel Antonio Midence Reyes, cédula número: 281-271258-0001K. Esta solicitud puede ser corroborada por el Lic. Victor Hugo Tinoco Fonseca.

    03 Mar, 14

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