Memorias de la lucha Sandinista

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Estudiar a Carlos Fonseca

Aldo Díaz Lacayo


Aldo Díaz Lacayo nace en 1936. Sale a estudiar a México y desde ahí se involucra, entre 1957 y 1958, como combatiente de la guerrilla de Ramón Raudales. En 1959 participa en la guerrilla de El Chaparral, y después de la captura de los guerrilleros por parte del Ejército de Honduras, sale a La Habana. Luego regresa a México y concluye sus estudios en Relaciones Industriales en 1963. En 1967 se traslada a El Salvador. En ese país constituye la organización “Nicaragüenses en el exilio”. El 21 de julio de 1979 se toma la Embajada de Nicaragua en El Salvador. Regresa a Nicaragua a principios de 1980.

Después del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, cumple funciones en el servicio exterior del gobierno revolucionario. Fue Embajador de Nicaragua en El Salvador, México y Venezuela, así como Embajador Itinerante para América Latina. Es analista político y académico. Recientemente fue admitido como miembro de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua. A la fecha está dedicado a actividades intelectuales. Atiende su librería Rigoberto López Pérez en el Centro Comercial Managua.

Para los luchadores sandinistas, desde finales de los años cincuenta la figura de Carlos Fonseca se convirtió en un ícono, un ejemplo, un ideal. Carlos es respetado por su agudeza intelectual, su constancia en el estudio y la lucha, su terquedad y su manera fraternal de relacionarse con los combatientes. Su consecuencia es reconocida por todos los que le conocieron, incluyendo los enemigos.

Pero Carlos es sobre todo el estratega y constructor de una fuerza, de un contingente revolucionario que fue capaz de luchar de manera sostenida hasta conseguir la masiva incorporación del pueblo a la lucha y el triunfo revolucionario. Carlos es el líder indiscutible de la Revolución. Los problemas que se generaron por las contradicciones propias de una lucha compleja, no empañaron para nada su liderazgo indiscutible en todas las generaciones de militantes sandinistas.

Todos queríamos conocer a Carlos, todos soñábamos con trabajar con él. Y cuantos le conocieron relatan cosas positivas, detalles que siempre abonan a engrandecerlo. Lo definen como humilde, comunicativo, preocupado por los problemas de los demás, cuidadosos de los valores y del respeto a los seres humanos, incapaz de permitir privilegios para sí e intolerante con vicios que empañaban la conducta del militante. De alguna manera era un asceta, un místico.

A lo largo de nuestro programa radial Entre todos, nunca hemos dejado de preguntar a los participantes si conocieron a Carlos y qué pensaban de él. Les pedimos que nos contaran anécdotas. Por eso el nombre del Padre de la Revolución aparece prácticamente en todas las entrevistas, y de ellas se puede extraer fragmentos de lo que significaba para cada uno de nosotros.

Carlos tuvo la lucidez de colocar tempranamente a Sandino como parte sustantiva de la nueva etapa de lucha que se abrió después del ajusticiamiento del tirano y del triunfo de la Revolución Cubana. Su paciencia y terquedad para estudiar la propia historia, analizar las experiencias de otros pueblos y desmenuzar las características de la sociedad nicaragüense y del régimen económico social que queríamos transformar, le permitieron apuntar con gran certeza en la dirección correcta.

Él es el principal autor del “Programa Histórico del FSLN”, pero también profundizó sobre la vía armada como método fundamental de lucha, sobre los actores fundamentales, el papel de los jóvenes, de los estudiantes e intelectuales, de los campesinos y de los obreros. Teorizó sobre el papel de la montaña, del campo, de la ciudad y de las organizaciones intermedias. Se ocupó de la importancia del programa revolucionario, de la formación de los cuadros, de las definiciones ideológicas. No hubo un tema que Carlos no estudiara y sobre los cuales, con una gran visión, no hiciera propuestas que apuntaran en la dirección correcta. Y el desenlace de la historia los confirmó casi en detalle, ya cuando él no estaba para ver realizados sus sueños.

Con el paso de los años, su figura, en vez de disminuir para los revolucionarios nicaragüenses, más bien se agiganta. Muchos tenemos la certeza de que si Carlos no hubiera muerto en el año 1976, otro sería el destino de la Revolución y del Frente Sandinista. De su muerte se dicen muchas cosas; lo más común, que Carlos jamás debió haber entrado a la montaña cuando la represión estaba en lo fino, porque él era casi ciego, porque ya era un hombre de más de cuarenta años, sin el entrenamiento necesario.

Su terquedad e insistencia en subir a la montaña es tal vez de los pocos reproches que le podemos hacer, un error que él expió con su preciosa vida. Es lo que el común del pensamiento reclama. Pero nadie podría asegurar que si no hubiera sido por ese viaje, hoy estaría vivo. El mismo día de su muerte cayeron en Managua Eduardo Contreras y Carlos Roberto Huembes; y un hombre como Pedro Aráuz, maestro de la conspiración y de las medidas de seguridad, cayó como un niño frente a la acción de los infiltrados que seguramente estuvieron detrás de su muerte.

Estábamos en una guerra a muerte, y ninguno, ni siquiera los que siempre se escondieron del combate, tenían asegurada la vida. Entonces lo único que podemos hacer frente a la realidad de su temprana partida, es estudiar su pensamiento, su vida, sus enseñanzas, y hacerlas nuestras estrellas luminosas que alumbren el camino en medio de la oscura noche.

El intelectual e historiador Aldo Díaz Lacayo, quien conoció a Carlos Fonseca desde la jornada de El Chaparral, ha dedicado parte de su labor intelectual a estudiar a Carlos Fonseca, en particular su pensamiento y su labor paciente y terca para conducir al pueblo nicaragüense a la victoria.  

En esta conversación, Aldo Díaz Lacayo se detiene en un pequeño trozo de la vida de Carlos después de El Chaparral, sus reflexiones en ese momento y su afán por el rescate de Sandino.

Mónica: ¿Cómo conociste a Carlos Fonseca y qué recordás de él y de su pensamiento en esa etapa de su vida?

Aldo: Carlos Fonseca y yo somos contemporáneos, ambos nacimos en 1936. Nos conocimos cuando nos encontrábamos en El Chaparral. Aunque antes no nos conocíamos personalmente, cada quién sabía del otro. Ambos teníamos tres o cuatro años en la lucha: él comenzó en el año 1953 y yo en 1952; nada más que yo me retiré en 1956, y él continuó y nunca se retiró. La principal característica de Carlos fue su constancia, su permanencia, por eso dicen que era terco.

Nos conocimos en una circunstancia muy difícil, porque El Chaparral es una hondonada tremenda como de cincuenta metros, por la que pasa un riachuelo. En la ribera del río estaba el Estado Mayor y alguna gente importante, inclusive Carlos. Yo ya tenía experiencia, entonces me fui a las faldas de la montaña, de manera que salí bien librado en el combate. Carlos, como sabemos, era tremendamente miope. Rafael Somarriba, quien era el que comandaba la fuerza militar insurgente, era casi matagalpino –eso es algo que casi nadie sabe– y conocía a Carlos desde muy niño, porque Somarriba había sido el Teniente, creo que el Jefe del Cuartel de Matagalpa. Estamos hablando de 1945 ó 1946, cuando Carlos podía tener unos diez años.

En el movimiento de El Chaparral participaron además, Manuel Baldizón, Klaus Küll y Enrique Morales Palacios1, todos matagalpinos. Había una relación particular entre ellos porque los matagalpinos eran una raza especial dentro de El Chaparral. Dice Rafael Somarriba en su libro2, que le impresionó tanto la miopía de Carlos, que puso en duda que él pudiera aguantar en la montaña. De todas maneras, Carlos era un hombre preocupado, estudioso. Después de un par de días, como sabía quién era yo, mandó a Rodolfo Romero –a quien le decíamos Romerito– a preguntarme qué opinaba. Entonces le mandé a decir que nos iban a atacar, porque en dos ocasiones anteriores, con el general Ramón Raudales, nos habían atacado. Y así fue, finalmente nos atacaron y nos desbarataron.

Mónica: ¿Ahí es donde Carlos Fonseca recibe un balazo en el pulmón?

Aldo: Un balazo en el pulmón derecho. Él estaba exactamente en una hondonada. Después del combate quedan divididas las fuerzas entre la gente ilesa, los heridos y los muertos. Entre los heridos, el más grave probablemente era Carlos...

Mónica: ¿Se le dio por muerto?

Aldo: Sí, afuera se anunció su muerte, pero lo peor es que la gente que lo llevaba cargando, creía que estaba muerto, y lo querían tirar. Entonces, él oía lo que decían y hacía alguna cosa especial, algún esfuerzo, para que supieran que todavía estaba vivo. Tengo la carta que él escribe a doña Estela de Morales, en Guatemala, explicándole todo eso y una fotocopia que me regaló doña Estela. Y finalmente, logra quedar vivo. Cuento todo esto porque es muy importante que se sepa que él no había asistido a la formación del movimiento que termina en El Chaparral, y no estuvo en la preparación en Cuba, pues Carlos nunca había ido a Cuba.

Como queda hospitalizado durante quince días, tres semanas antes de viajar a Cuba es víctima de la visita de toda la gente que hasta entonces había sido la abanderada de la revolución nicaragüense; y había de todo, desde aquéllos que se habían apoltronado y que habían hecho de la revolución una industria, hasta gente decente, gente muy honrada, pero gente mayor que ya no iba a visitar la montaña. Entonces, ellos trataron de poner a Carlos en contra de la dirigencia de El Chaparral, y le decían una y otra vez que eran traidores y cosas por el estilo. En esas circunstancias, él llega a Cuba por primera vez. Ahí nos conocimos mejor, tuvimos un encuentro muy fugaz pero profundo, tal vez unas dos o tres veces nos reunimos, discutimos muy amplia y seriamente, como era Carlos. Él era un hombre muy serio. Nosotros le decíamos Carlitos.

Mónica: ¡Pero era un hombrón de seis pies…!

Aldo: Enorme, era muy delgado, pero le decíamos Carlitos. ¿Por qué?, no me preguntés. Toda la gente le decía Carlitos. Discutimos ampliamente sobre el trabajo y a mí me dio la impresión de que no lo pude convencer, de que él siempre se quedó con la idea de que en El Chaparral había habido un manejo traicionero.

Pasado el tiempo, encontré una carta de Carlos del 21 ó 22 de junio 1960. Estamos hablando exactamente un año después, una carta para el profesor Edelberto Torres. Es la carta que más me ha impresionado, porque es un análisis exacto, no de la situación circunstancial de El Chaparral, sino de las causas del fracaso. El profesor Torres mantenía una posición intransigente, cerrada, obcecada en cuanto a Somarriba. Carlos le explica en esa carta que el fracaso es producto del desarrollo de las fuerzas políticas nicaragüenses. Y le dice: –Bueno, no podía haber sido de otra manera, no tenemos una fuerza desarrollada lo suficiente como para actuar de una manera distinta.

A partir de entonces, me preocupo por examinar a Carlos desde una perspectiva histórica. Empiezo a estudiar su pensamiento y llego a la siguiente conclusión: El Chaparral marca un hito en el desarrollo personal de Carlos Fonseca. Creo que hay dos Carlos Fonseca: antes y después de El Chaparral. Este movimiento le da la motivación suficiente para reflexionar sobre la revolución nicaragüense.

Mónica: Tiene dos escritos muy grandes en los primeros años de la década del sesenta, en los cuales analiza toda la fuerza de la dictadura, la situación de la oposición y argumenta por qué hay que crear un destacamento revolucionario.

Aldo: Exactamente. Entonces, el fracaso de El Chaparral lo obliga a replantear su enfoque y el estudio del proceso revolucionario nicaragüense. En este sentido, los hallazgos que he hecho son:

En primer lugar, Carlos Fonseca es el primer dirigente revolucionario, no sólo de Nicaragua, sino también en el llamado Tercer Mundo –aunque esto último no lo puedo comprobar, pero lo he estado investigando y no he encontrado más que a él–, que “nacionaliza” la revolución. Es una contradicción, porque el movimiento revolucionario no puede ser sólo nacionalista, pero en fin, eso es parte también del poco desarrollo político de las fuerzas políticas del sur, somos pueblos muy subdesarrollados políticamente hablando.

¿Qué quiero decir con nacionalizar el proceso revolucionario? Hasta entonces todos los movimientos, inclusive los movimientos de liberación nacional que no se identificaban plenamente como marxistas leninistas –los movimientos de África principalmente–, siempre se habían presentado como marxistas pero nunca como nacionalistas, sino como internacionalistas.

Carlos Fonseca es el primero que, en esa búsqueda, encuentra a un personaje nacional importantísimo como Sandino, su guerra y su pensamiento, para adecuarlo al pensamiento revolucionario. Y no es que Sandino sea un desconocido para todos los revolucionarios nicaragüenses anteriores a Carlos Fonseca. Basta decir que desde 1934, hasta 1948, la mayoría de los movimientos revolucionarios nicaragüenses fueron sandinistas, dirigidos por viejos sandinistas, pero nunca habían usado el nombre de Sandino. Si bien es cierto que en La Habana se discutía qué nombre había que ponerle al movimiento, mucha gente habló de Sandino. Todo mundo lo citaba como una referencia histórica, pero no como un pensamiento revolucionario, que son dos cosas completamente distintas.

Cuando se discutía si calificar al movimiento de sandinistas o de Sandino, se llegó a la conclusión que eso sería provocativo; de manera que el nombre oficial del movimiento de El Chaparral, que tampoco nadie lo sabe, es Movimiento “21 de septiembre”, Columna Rigoberto López Pérez, esa fue la conclusión. Era más atractivo dentro de la mercadotecnia política, hablar de un Movimiento 21 de septiembre, Columna Rigoberto López Pérez, que hablar de un Movimiento “21 de febrero”3.

Mónica: Era como más subversivo hacer referencia a Sandino, confrontativo con los Estados Unidos, me imagino.

Aldo: ¡Claro! La referencia entonces era el anti-imperialismo nada más, porque en ese momento no se conocía el pensamiento de Sandino. Es decir, ya se había publicado el primer volumen de Gregorio Selser Sandino, general de Hombres Libres, en el año 1955 ó 1956, ya se tenía un conocimiento más amplio de la lucha de Sandino, pero aun así, en La Habana no se le conocía a plenitud. Creo que Carlos es el primero que nacionaliza la lucha.

Mucha gente me dice que el movimiento de los cubanos es martiano, y no es cierto, porque en la primera etapa de la Revolución Cubana, de 1959 a 1961, cuando se declara socialista, hubo una tremenda contradicción entre el Movimiento 26 de Julio y el Partido Popular Socialista. Había luchas brutales. De manera que en esa etapa, nunca se habló de una revolución martiana, y ya después que se declara socialista, Martí viene a ser parte de la revolución porque José Martí es cubano, pero no por ser un objetivo estratégico de la Revolución Cubana declararse martiana.

Mónica: Porque no es Martí el que inspira la lucha. Martí no aparece inspirando la toma del Cuartel Moncada, ni nada de eso. En cambio aquí sí se incorpora plenamente a Sandino, como estandarte.

Aldo: Sí, desde el principio Carlos lo incorpora plenamente, y no sólo eso, sino que lo empieza a estudiar, busca papeles, se interesa e interesa al profesor Edelberto Torres Rivas, a todo el mundo, para que recojan papeles. Inclusive el libro que recopila Sergio Ramírez Mercado, El Pensamiento Vivo de Sandino, en parte se debe a Carlos Fonseca, porque es Carlos quien insiste en recopilar el pensamiento de Sandino.

Mónica: En 1964 Carlos escribió: “Debemos profundizar en el estudio de la experiencia sandinista y de los documentos del gran héroe, lo cual servirá para guiarnos más certeramente en la lucha patriótica”.

Aldo: Es increíble su insistencia. Éste es el primer hallazgo que encuentro. El segundo, que es vital, es que hasta el año 1959, con el fracaso de El Chaparral, todos los revolucionarios en Nicaragua, y creo que del Tercer Mundo, tenían un concepto invasionista de la revolución.

Es decir, la gente estaba en el exilio, obteníamos apoyo casi oficial, conseguíamos plata, rifles; entonces nos preparábamos, invadíamos y nos desbarataban por supuesto, porque aquí nadie sabía que estábamos ahí. Entonces, él se da cuenta con El Chaparral que invadir no funciona, que es un error, que hay que venirse a Nicaragua y constituirse y luchar aquí adentro.

Mónica: Carlos dice que entre 1956 y 1960 se dieron unos treinta y cuatro intentos de grupos invasionistas. Todavía los movimientos de Bocay y Río Coco están influidos por esa tesis invasionista.

Aldo: Hubo una gran cantidad de movimientos, y yo pasé inmerso en casi todos ellos, pero todos con esa mentalidad de que íbamos a invadir, y que una vez invadido el país, se nos iba a sumar una gran cantidad de gente.

Recuerdo una noche, estando en Nicaragua después de siete días o algo así de estar en la montaña, llegamos al pueblo minero del General Ramón Raudales, y era muy tarde, serían como las nueve de la noche, porque, como vos sabés, esa hora en la montaña es como las cuatro de la mañana en la ciudad, entonces el General Raudales me dice: –Hijo, háblele a los muchachos, refiriéndose a los vecinos. Ya los habíamos despertado, la gente había salido de sus ranchos, de sus casas y yo les eché un discurso y los invité a continuar con nosotros. Nadie quiso moverse. Entonces le digo a Raudales: –Mire, General, yo creo que Virgilio debe hablar. Me dice que sí; entonces yo lo anuncié y Virgilio Godoy se tira otro chagüite, y no se movió nadie. ¡Nadie se movió! Bueno, en parte por miedo, porque daba pavor alzarse contra la dictadura.

¡Claro! No se podía decir que el concepto invasionista no servía para nada. Pero es Carlos Fonseca el que lo descubre. Nosotros nos metimos al país quién sabe cuántas veces y siempre con la ilusión de hacer algo. Entonces, como tú bien dices, las acciones de Raití y Bocay, aunque ya se organizan en parte aquí y en parte afuera, todavía tienen ese matiz invasionista, y creo que también el movimiento guerrillero de Pancasán.

Mónica: En Pancasán ya hay más trabajo de base en el interior. En 1964, cuando Carlos cae preso con Víctor Tirado, durante el interrogatorio que le hacen los de la Oficina de Seguridad Nacional de la dictadura, él reflexiona también sobre el fracaso de Raití-Bocay y enfatiza en la necesidad de la creación de redes de apoyo campesinas. Decía que había que hacer primero un trabajo de organización, y la guerrilla tenía que ser el resultado de esa acumulación de fuerzas.

Aldo: El tercer hallazgo que yo encuentro, es que este proceso de reflexión, producto del fracaso en El Chaparral, lo lleva a replantear la estrategia y la táctica revolucionarias. Creo que es Carlos el primero en replantearlas. Él llega a una conclusión muy sencilla: para hacer la Revolución hay que ser revolucionario; eso es elemental, pero la gente no lo entiende. La necesidad de tener un concepto ideológico claro. Carlos Fonseca no tenía ninguna duda al respecto, primero se debía tener un concepto ideológico revolucionario clarísimo.

Mónica: Y distingue entre oposición y hacer la revolución.

Aldo: Sí, sí. Precisamente cuando tú mencionabas a compañeros de origen conservador que son del Frente Sandinista, él mismo lo decía: no hay que despreciar a los conservadores, porque en el pueblo es donde está la unidad. Porque sabía que el semillero conservador era muy fuerte en el campo. Él decía ser revolucionario, pero… ahí estaba el gran pero, esta revolución es para aquí, para Nicaragua, no para cualquier parte del mundo, no es una entelequia, no es la revolución teórica, es la revolución en la práctica.

Desarrolla a partir de ese principio tan sencillo: Somos marxistas, pero también somos como el Che, estamos con Camilo Torres, y empieza a darle un contenido, primero latinoamericano y después nicaragüense a ese pensamiento revolucionario. Esto se deriva en tres o cuatro principios políticos sencillos que él los desarrolla mucho. El primero es la unidad, después habla del sectarismo, luego de los vicios, tanto de la izquierda, de los revolucionarios, como de la derecha.

El problema está en que esos principios revolucionarios tan claros de Carlos y las categorías políticas que él utiliza para lograr los objetivos ideológicos, son de una amplitud tal, que permite la existencia de las tendencias en el FSLN (la Guerra Popular Prolongada o GPP, los Terceristas y los Proletarios) y la existencia de cualquier otra corriente, porque él es muy amplio. El pensamiento y los escritos de Carlos dan para todos.

Mónica: También es importante señalar que Carlos, en sus escritos de 1960 a 1964 y después en 1968, va diseñando la estrategia de la lucha.

Aldo: Y siempre con una ideología muy clara.

Mónica: En esa estrategia de lucha, él habla que el campo es un espacio privilegiado para el desarrollo de la lucha, pero dice que “no es suficiente, es necesaria la ciudad”.

Aldo: Él ahí da pie a los GPP y a los Terceristas, ahí los tenés.

Mónica: Después él habla, y está bien claro en los escritos de 1960, que no se trata únicamente de la lucha armada, que eso sería una aberración. Hay que combinarla con luchas políticas, y es más, hay que combinarlas con luchas reivindicativas, si podemos. “Si conseguimos cosas para la gente, la gente nos va a creer” –decía. Esto me llama la atención. Es decir, él habla de una lucha sindical, de luchas reivindicativas en los barrios, y al combinarlas, les da un gran papel a la juventud y a los estudiantes, y en general a los aliados.

Aldo: Cuando él habla del sectarismo dice: hay que ver la más mínima coincidencia, hay que aprovecharla.

Mónica: Así es, por eso él condena la fraseología revolucionaria.

Aldo: Dice que es el pecado izquierdista de la revolución.

Mónica: Pero también defiende el poder de explicar transparentemente los objetivos, porque hubo quienes pensaban que no había que decirlos y tenerlos como ocultos.

Aldo: Ocultarlos es el vicio de la derecha, es una práctica de la derecha.

Mónica: Así es. Habla de la articulación de todas las formas de lucha y llega hasta a mencionar la insurrección de las ciudades. Habla de huelga nacional. Todo lo que se hizo en 1977, 78 y 79, cuando él ya está muerto, está clarísimo en sus escritos. Por eso yo sostengo que aquí lo que se realizó fue, en la práctica, la estrategia de Carlos Fonseca. En su último aliento, parte de su misión en la montaña era resolver las diferencias. Sabía que se podía, porque todos eran parte de una estrategia.

Oyente: María Haydee Sequeira. ¿Qué hay de cierto en la afirmación que el Che Guevara había participado en la Columna Rigoberto López Pérez? Otra inquietud es conocer sobre las contradicciones que se manejaron con Noel Guerrero Santiago sobre el nombre, a raíz de la fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional.

Aldo: La segunda pregunta no puedo responderla, porque yo no participé de las reuniones que se dan en 1960 en Tegucigalpa con Noel Guerrero Santiago, y no me atrevería a responder en base a referencias que otros me han hecho.

En cuanto a la primera, no es cierto que el Che participó en la Columna Rigoberto López Pérez, pero sí es cierto que ésta se organiza por el Che. Con el triunfo de la Revolución Cubana en enero de 1959, Cuba se convirtió en una especie de meca revolucionaria adonde llegan todos los movimientos revolucionarios del mundo. No estoy hablando sólo de grupos del Tercer Mundo nada más, sino también del mundo desarrollado.

Aquello era como una Torre de Babel porque los movimientos revolucionarios estaban divididos, no sólo los nicaragüenses. De Nicaragua habíamos cuatro grupos: uno que dirigían los conservadores, encabezados por José Figueres; andaba también Pedro Joaquín Chamorro4. Ahí rompe y se viene Pedro Joaquín y toda esa gente para Costa Rica. El otro movimiento muy fuerte era el de los exiliados dispersos en América Latina. Eran muchos.

El tercero era el movimiento de los ex-miembros de la Guardia Nacional, que dirige Manuel Gómez y que andaban apoyados por Peter Vivas. Y había otro movimiento de nicaragüenses que venían de los Estados Unidos. Pero bueno, ¿qué es lo que pasa? Se tardan por lo menos dos meses en discusiones, y el Gobierno Revolucionario de Cuba asigna a una persona para atender al movimiento nicaragüense, y escoge al Che Guevara.

Es el Che quien se encarga, quien pone el orden, porque era un desorden espantoso. Un día de tantos dijo: –Bueno, ya no quiero oír a nadie más, se terminó todo esto, y vamos a hacer la revolución, porque la vamos a hacer. Tan sencillo como eso. Entonces no es cierto que participa, pero sí es cierto que él la inspira5. De manera que el movimiento de El Chaparral gira alrededor del Che. Todos los que estuvimos en La Habana tuvimos la oportunidad de conocer al Che, de conversar con él y hasta de pelearnos con el Che. Yo me peleé tres veces con el Che.

Sigamos con Carlos. Como todo líder fundamental, su pensamiento da para todos, para cualquier afirmación, y a su vez, la afirmación contraria. Porque si tú lees el pensamiento de Carlos parcialmente, si lo ves desde el punto de vista de la montaña, te convierte en un montañés, si ése es tu prejuicio en la lectura. Si tu prejuicio es en la ciudad, te convertís en un insurreccional. Hay que leerlo integralmente.

Mónica: Sin embargo, yo creo que Carlos vinculaba todos los teatros de la acción revolucionaria y todas las formas de lucha. Si te fijas en la parte final de su vida, desde 1975, cuando ya está en Nicaragua, y en las conversaciones con Francisco Rivera, en sus últimos días, Carlos señala que su idea era que había que desatar la ofensiva en la montaña y en las ciudades.

Aldo: Pero la gente no lo veía así. Porque no te olvidés que esos documentos eran internos del Frente y se conocieron muchísimo después. O sea que la gente que estaba participando no tuvo la oportunidad ni la posibilidad de conocer esos escritos.

Mónica: Es cierto que no los conocíamos. Incluso hay uno de sus escritos de 1960 que lo conocemos hasta 1979, porque estaba en la Oficina de la Seguridad Nacional.

Aldo: Uno de ellos era importantísimo. Yo se lo recomendaría a los jóvenes, porque los viejos ya los leímos y los seguimos leyendo. Creo que los jóvenes tienen que leer la primera parte del volumen que se llama Análisis Histórico Político, que son seis distintos documentos y que termina con “Notas sobre la montaña”, que son brillantes. De la página 96 a la página 1946, estamos hablando de cien páginas, son una maravilla. Hay que reeditarlas y distribuirlas esas páginas. Después vienen las cartas y las declaraciones que son muy importantes. En estas páginas está el pensamiento histórico de Carlos, que daba y sigue dando para todos en el proceso revolucionario, incluso en estos momentos.

Si tú te quieres atrincherar en una parte del pensamiento, lo puedes hacer; pero el problema es cómo captar integralmente el pensamiento de Carlos, ése es el verdadero reto. Nosotros los viejos tenemos la obligación de iluminar esta realidad, porque de lo contrario puede que volvamos a caer otra vez en la tentación de fraccionar el pensamiento de Carlos y confrontarnos entre nosotros desde un pensamiento fraccionado. Ésa es mi gran preocupación.

Mónica: Es cierto que se corre el riesgo de fraccionarlo o tergiversarlo de manera utilitaria. Por eso creo que es importantísimo estudiarlo integralmente, como dijo en un discurso el Comandante Víctor Tirado...

Aldo: Quien fue compañero inseparable de Carlos desde los años sesenta.

Mónica: Sí, creo que una de las personas más cercanas a Carlos, y que más lo entendió, fue el Comandante Víctor Tirado. Él dice que Carlos expuso en una ocasión, que Sandino había avanzado todo lo que era posible en el medio histórico social en que le correspondió rebelarse; un medio cuyo pasado precedente, debido a distintas causas, había sido impermeable a las ideas sociales modernas, y Carlos lo ubica en el contexto histórico.

Aldo: Eso es auténtico, pero es que la formación política de Sandino se da en el contexto de la Revolución Mexicana. Pero si tú te acuerdas, cuando Sandino vive en Cerro Azul, Veracruz, en 1925 ó 1926, la gran lucha de los mexicanos era defenderse de la agresión externa, con la institucionalidad de la Constitución de 1917. De manera que Sandino, sin saberlo, era un constitucionalista de primera, porque él defendía la Constitución a capa y espada. Entonces, esa formación de Sandino era muy limitada, pero al mismo tiempo demasiado avanzada para su época.

Mónica: Así como Carlos toma a Sandino como un referente obligado para la Revolución, creo que, cuando ya han transcurrido veintitrés años de la muerte de Carlos, en las actuales circunstancias, para encontrar los nuevos caminos, las nuevas tácticas que tenemos que usar nosotros los sandinistas, tenemos que seguir estudiando a Sandino, pero tenemos que estudiar profundamente el pensamiento de Carlos Fonseca.

Aldo: Estoy totalmente de acuerdo contigo, porque ya Carlos supera al pensamiento de Sandino; no porque Sandino sea menor, sino porque son dos épocas distintas. Es decir, a nosotros nos toca actuar ya con la revolución socialista triunfante en el mundo, a Sandino le corresponde actuar en una época de una fragilidad e incomunicación tremendas.

Nosotros actuamos a partir del año 1959, cuando el poder socialista era ya un poder inconmovible; pero, caído el socialismo, se da la necesidad de reestructurar la ideología socialista, de reestructurar la oferta política de la ideología, y nos obliga a estudiar a Carlos Fonseca, porque él es la fuente de esa posible reestructuración a nivel nacional y centroamericano, porque el pensamiento de Carlos es muy lúcido.

Mónica: Sólo para ejemplificar sobre la certeza de sus planteamientos, Carlos dice:

Las fuerzas políticas populares se convertirán en los dirigentes de la lucha, cuando logren asestarles golpes contundentes a la dictadura. Eso provocará la admiración y simpatía del pueblo, y terminará por darle poca importancia a las fuerzas que lleguen al entendimiento con la dinastía. 

Este es un escrito de 1960 y él se está refiriendo a la lucha opositora dominada por fuerzas derechistas. Esto es exactamente lo que pasó, o sea que el Frente Sandinista, a través de sus golpes contundentes a la dictadura, ganó la simpatía de los masas, y se dieron cuenta que los grupos opositores tradicionales no estaban realmente interesados en la transformación de este país.

Aldo: Lo que pasa es que ahora hay que tomar este pensamiento y trasladarlo a esta situación de reflujo revolucionario, porque él escribe en un momento de ascenso.

Ahora el desafío es cómo este pensamiento, que es estratégicamente correcto, cómo debe aplicarse a esta coyuntura de reflujo.

Mónica: En las actuales circunstancias, no está hecha esa redefinición, por eso es que hay tantas discusiones estériles.

Aldo: No está hecha, estoy de acuerdo contigo. Claro, si nosotros tomamos este libro y lo releemos sin parcializar el pensamiento de Carlos, tendríamos la base para redefinir nuestra estrategia, que es lo que no tenemos. Por eso nos estamos peleando por razones políticas, porque la parte estratégica, la parte ideológica, no está precisada.

Mónica: Está difusa; porque después del terremoto que significó la derrota electoral, no se logró hacer una reflexión que nos permitiera trabajar desde el punto de vista del diseño estratégico, preservando los objetivos clarísimos que define Carlos: “Mi objetivo no es derrotar a la dictadura, mi objetivo es construir una sociedad para las mayorías”.

Aldo: Pero no hay que olvidar que nosotros sufrimos dos derrotas: la derrota propia y la derrota del socialismo. Por eso es que en Nicaragua está potenciada la derrota. Si te vas a otro país que no tuvo revolución, la izquierda no está derrotada, no solamente en cuanto al marco institucional, sino que tampoco no está derrotada internamente o no lo está tanto.

Mónica: O no lo estuvo, porque si te fijás, a escala mundial se empieza a sentir un cierto recambio, una etapa donde el neoliberalismo se ha desnudado como incapaz. Y en Europa y sobre todo en América Latina, se observan éxitos de la izquierda, hay un nuevo ascenso. El mismo éxito de Chávez en Venezuela podría indicar que está comenzando una etapa de flujo progresista.

Aldo: Estoy de acuerdo con vos. Nosotros en América Latina estamos en una etapa difícil, porque si bien es cierto que hay una luz de esperanza, hay indicios de revertir este flujo. También es cierto que la contraparte, es decir la parte imperial, lo percibe y se apresta para evitarlo. Pero éste sería otro tema

Pero estoy de acuerdo contigo en que el más grande homenaje que se le puede rendir a Carlos Fonseca, es rescatar su pensamiento, estudiarlo y sacar de él la inspiración, si cabe la expresión, para reformular la nueva estrategia del Frente Sandinista. Eso es lo correcto. Finalmente, a mí me gustaría insistir en los tres elementos que hablábamos al principio: la unidad, la lucha contra el sectarismo y la declaración abierta de la convicción revolucionaria.



6 de noviembre de 1999





NOTAS


1Hermano de Luis Morales Palacios, que cae en El Chaparral, y sobrino de Conchita Palacios.

2Se refiere al libro inédito de Rafael Somarriba, Memorias de mi vida revolucionaria.

3 21 de septiembre es la fecha del ajusticiamiento de Somoza, y Rigoberto López Pérez es el héroe de la acción. 21 de febrero es la fecha del asesinato de Sandino.

4 Pedro Joaquín Chamorro Cardenal relata en su libro Estirpe Sangrienta que el grupo de los conservadores llega con Figueres, porque éste tenía los contactos y era más conocido. Iban en busca de apoyo para la acción de Olama y Mollejones. Pero no logran apoyo de Cuba, porque ésta ya tenía compromiso con otros grupos.

5 Sobre el tema de los grupos de nicaragüenses que llegan a Cuba a buscar apoyo de la Revolución y la guerrilla de El Chaparral, se puede leer el libro Carlos Fonseca Amador y la Revolución Nicaragüense, de Matilde Zimmermann, 1ra edición, PAVSA, Managua, 2003.

También hay vasta información en la obra de Jesús Miguel Blandón: Entre Sandino y Fonseca, 2da edición, Segovia Ediciones Latinoamericanas, Managua, 2008.

Aldo se refiere a las obras de Carlos Fonseca, Primer volumen, Bajo la bandera del Sandinismo. Editorial Nueva Nicaragua, 1982.


COMENTARIOS DE LOS LECTORES

© Onofre Guevara: A propósito, se debe recordar que la generación estudiantil del 44 también rescató la iconografía de Sandino en su periódico “El Universitario”, lo cual fue arriesgado, novedoso e importante para la época, cuando hasta tener fotos de Sandino era un delito. Además, Sandino era desconocido para la mayoría por la censura que impuso la dictadura somocista.

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