Memorias de la lucha Sandinista

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Carta abierta a los lectores

                                                                                   Mónica Baltodano

En el Prólogo del Tomo I de la trilogía “Memorias de la Lucha Sandinista”, cuyo primer tiraje se efectuó en noviembre de 2010, expliqué que por razones de tiempo y espacio, no pude incorporar las luchas que se libraron en algunas ciudades importantes como Jinotepe y Diriamba, a pesar de ser conocedora de las proezas allí realizadas. Me comprometí entonces a hacerlo, ¡y estamos cumpliendo!

Ahora debo anunciar que con este volumen IV de “Memorias de la lucha Sandinista”, Rebelión e Insurrección en el Departamento de Carazo, doy por concluida esta fase de mi trabajo de investigación histórica, que se ha prolongado por casi doce años. Quiero señalarlo, porque con frecuencia me solicitan haga el mismo trabajo para otros departamentos.

Este empeño por la recuperación de la memoria histórica, se propuso dar la palabra a intrépidos sujetos representativos de aquella gesta de la historia nacional. Sus voces tienen la fuerza incuestionable propia de los protagonistas directos. Nos propusimos que fueran ellos quienes contaran esa historia, con rigor, ecuanimidad y apegados a los hechos, lo que luego nos correspondió investigar y verificar.

Hasta el día de hoy, en que escribo estas líneas a nuestros lectores, nadie ha cuestionado la imparcialidad, veracidad, seriedad y profesionalismo de nuestro trabajo. No obstante, animo a la crítica objetiva y razonada, en base a argumentos serios.

Si en el conjunto de los cuatro volúmenes de las “Memorias de la Lucha Sandinista” convocamos el pasado épico del pueblo nicaragüense y al Frente Sandinista de Carlos Fonseca, ha sido por una razón vital: nos obliga e interesa el presente, y, sobre todo, porque nuestra mirada y compromiso están puestos de cara al futuro.

Luego de este dilatado recorrido que ha dado nuevas luces a nuestro entendimiento y experiencia, constatamos que queda pendiente el desafío de escribir una síntesis interpretativa de aquellos acontecimientos.

Desde luego, no está agotada, ni mucho menos, la tarea de recuperación histórica. Sin embargo, necesitamos un esfuerzo novedoso que logre entretejer lo que ya hemos avanzado, con la totalidad de la realidad política, económica y social de entonces. Con todo lo que ya sabemos y lo que ha sido publicado por diversos autores, se vuelve imprescindible interpretar y arriesgarse a escribir la Historia, pero ahora, en la plenitud de su despliegue, subsumiendo todas las historias contadas, desafío para todos, del que no me excluyo.


Resumen de la Obra

Al terminar de escribir este texto sobre la lucha contra la dictadura somocista en el departamento de Carazo, debo precisar lo siguiente:

Dado que este IV volumen entra en circulación como un texto suelto, independiente, y publicado dos años después de la primera edición de la Trilogía, mi equipo de trabajo insistió en que se incluyera en este volumen la Introducción General contenida en aquella obra.

Efectivamente, la Introducción que abre las páginas de los primeros tres volúmenes, contiene el marco histórico en el que se desenvuelve la lucha contra la dictadura somocista en todo el país y, por tanto, el del departamento de Carazo. La Introducción toma en cuenta las principales coordenadas económicas y políticas nacionales e internacionales de ese vasto periodo en el que los Somoza decidieron todo, o casi todo, sobre nuestra vida nacional.

Por otra parte, en esa Introducción expongo las principales conclusiones a las que llegamos después de diez años de trabajo. Sin embargo, incluirla en el presente volumen, aumentaría sus páginas y, sobretodo, su costo. De manera que, a pesar de la pertinencia de la recomendación de mis colaboradores, no incluyo ese texto, no obstante, recomiendo su lectura, si se quiere contar con un marco referencial mucho más amplio.

Esta investigación sobre la lucha insurreccional en el departamento de Carazo, fue como mediante un zoom, acercar un paisaje al lente de una cámara fotográfica, para apreciarlo y escudriñarlo mejor en sus detalles. Al hacerlo, reconfirmé la primera gran conclusión que hice tras la investigación para escribir los primeros tres tomos de “Memorias de la Lucha Sandinista”: la victoria contra la dictadura somocista solo fue posible por la participación masiva, plural, consciente, organizada y decidida del pueblo nicaragüense, en particular de su juventud.

En Jinotepe, Diriamba, Santa Teresa y San Marcos, la gente tomó la decisión de incorporarse a la lucha al final de un largo proceso. En un entorno precario, la propia dictadura, con sus actos represivos, fue empujando a las mayorías hacia la convicción de que la única manera de sobrevivir era acabando con el régimen. Para ello había que asumir el papel de actor beligerante, las tareas necesarias y las consecuencias. Ya no era posible seguir viviendo de la misma manera.

Estructurar la obra por capítulos no resultó fácil, toda vez que esta historia está construida sobre la base de testimonios de actores cuya participación no se agota en las etapas formales en que organizamos este libro. Por ello, no hay que buscar una separación mecánica en los contenidos de cada capítulo, pues los mismos responden al propósito de enfatizar y subrayar los momentos relevantes de esta lucha.

Por último, debo señalar que de estas tierras y sus pueblos, surgieron numerosos dirigentes y combatientes, que convocados por la lucha del FSLN se distinguieron en otros frentes y escenarios de la geografía nacional. Sus testimonios no forman parte de este volumen destinado a las luchas en Carazo, aunque las historias de algunos de ellos fueron recogidas en los volúmenes anteriores de las Memorias.

También tratamos de presentar la mayor cantidad de datos de combatientes sandinistas que dieron sus vidas lejos de sus casas y del departamento, No lo logramos del todo, son tareas que deberán ser continuadas en particular por el Grupo de Opinión de Carazo, del que les hablaré más tarde. Es el caso de la ausencia de la Biografía de Angelita Morales Avilés, hermana de Ricardo, brillante y valiente cuadro dirigente del FSLN asesinada en Managua en mayo de 1977, inspiración de las mujeres revolucionarias de Nicaragua.

Tampoco lograrnos reconstruir la lista completa de los numerosos caraceños, que cayeron en las trincheras del Frente Sur y en menor medida en el Frente Norte.

Quiero resaltar, de entre la abundancia de combatientes originarios de esta región y que lucharon en otros lugares, a aquel humilde y estudioso chavalo de Jinotepe que vendía tortillas y que en ejemplar recorrido personal y político, se convirtió, persiguiendo la utopía, en uno de los más destacados miembros de la Dirección Nacional del FSLN de Carlos Fonseca, el Comandante de la Revolución Henry Ruiz Hernández.

Entre los chavalos del 77, están verdaderos héroes, que luego se transformaron en jefes de unidades en el Frente Norte, como Julio Avilés, hoy Jefe del Ejército de Nicaragua y numerosos cuadros de la estatura política y moral como José Francisco Mendieta. En estas páginas, tan solo están recogidos los testimonios de una valiosa muestra de ellos.


Capítulo I. Premisas Fundamentales

La rebeldía de estos pueblos se fue construyendo a la manera del conjunto del país. Además, en este caso se imponía, agazapado bajo la sombra de los cafetales, el recuerdo inconsciente del ejemplo heroico de insumisión, heredado de Diriangén, espíritu que transitó por los caminos de la participación patriótica en la Guerra Nacional, así como por el cercano ejemplo de Sandino y por las repetidas y audaces acciones realizadas por parte de los conservadores anti-somocistas en estos territorios.

Quisimos que la Introducción del primer capítulo fuera precisamente sobre Diriangén, para lo cual solicitamos a Mario Urtecho, notable escritor diriambino, que elaborara un texto sobre el jefe de los Dirianes, el gran jefe que resistió a la dominación española. Cuando uno lee la historia de este indómito “mánqueme (jefe) chorotega” (1523), no se puede dejar de entrever, siglos después, la permanencia de su temple rebelde en Benjamín Zeledón, el General Sandino, Carlos Fonseca, Julio Buitrago, Ricardo Morales Avilés, Germán Pomares Ordóñez, Israel Lewites, Orlando Castellón, Arlen Siú, Ricardo Vargas “Bucheña”, Aura Ortiz Padilla, Carlos Humberto Aburto, Juan Fernando Brenes, Gerardo Morales Aburto, y en tantos caídos, incluyendo al inefable niño Manuel de Jesús Rivera, “La Mascota”.

¿Y por qué no? Diriangén también estuvo presente en los jefes guerrilleros, en chavalas y chavalos aguerridos e insurrectos de toda nuestra geografía nacional, y en particular en estos municipios de Carazo.

La lucha del Frente Sandinista de Liberación Nacional en esta región, tuvo sus antecedentes en la incorporación de muchachos de los años cincuenta a las primeras células de Juventud Patriótica Nicaragüense (JPN), en los esfuerzos de militantes socialistas y en el conservatismo anti-somocista. En los años sesenta, jóvenes rebeldes caraceños estuvieron vinculados a la Juventud Socialista o al “Movimiento 11 de Noviembre”, expresión de los conservadores. Este último canalizaba la rebeldía en forma de oposición electoral, sin descartar el enfrentamiento armado. Será hasta finales de los años sesenta cuando se estabilizarán los vínculos del FSLN con los caraceños y se constituyen de manera orgánica los primeros militantes sandinistas.

El lector puede encontrar los antecedentes leyendo la Introducción del primer capítulo, donde relatamos sucintamente los sucesos del 4 de abril de 1954, y los ataques y tomas de los Cuarteles de Jinotepe y Diriamba en 1960.

Los primeros pasos los encontraremos en las entrevistas de este capítulo, en las que actores directos como Eduardo Ramírez Cuadra, Yico, Sánchez, Aristides Rojas, Julio Hernández y Rodolfo Porras, cuentan las dificultades de los comienzos. Enfatizan en el ejemplo de Ricardo Morales, dirigente que influyó poderosamente en los militantes caraceños que le conocieron de manera directa, en otros por medio de sus escritos y en no pocos, por sus cualidades humanas comentadas y transmitidas oralmente en los círculos de adeptos a las ideas revolucionarias.


Capítulo II. Socialistas, Maestros y Cristianos Revolucionarios

Las ideas socialistas difundidas en Carazo por medio de Guillermo Briceño e Itamar y Jonathan Vázquez, impulsan las luchas sindicales de los años setenta, y más tarde, la estructuración militar de los socialistas en la Organización Militar del Pueblo (OMP) o la incorporación directa en el FSLN. Eso lo cuentan Gonzalo Navarro y Jonathan Vázquez.

A mediados de los años sesenta, el movimiento magisterial de Diriamba y Jinotepe aporta elementos beligerantes en las luchas por la dignificación del magisterio. Estos líderes docentes, en su mayoría terminan colaborando estrechamente con el FSLN. Las breves entrevistas a cinco de estos dirigentes, ilustran sobre esas páginas gloriosas de los educadores nicaragüenses.

A principios de los setenta, el trabajo de las primeras células del FSLN se amplía con la participación de jóvenes provenientes del Movimiento Cristiano Revolucionario (MCR) influidos por la Teología de la Liberación. Integrantes de la familia Torres influyeron decisivamente en estos esfuerzos. Son los tiempos en que atiende el trabajo de Carazo el diriambino y miembro de la Dirección Nacional del FSLN, Ricardo Morales Avilés, y que se destacan cuadros como Arlen Siú, Orlando Castellón, Hugo Arévalo y Jorge Matus Téllez.


Capítulo III. Los avatares de la organización clandestina del FSLN

Entre 1973 y 1974 se desarrolla el trabajo de redes clandestinas, colaboradores y militantes, y se llevan a cabo varias escuelas de formación político-militar para combatientes provenientes de distintos lugares del país, en la finca El Panamá, de Yico Sánchez. Esta historia es sin duda como una leyenda hasta ahora no escrita del trabajo clandestino del FSLN.

A la muerte de Ricardo Morales, asume la responsabilidad clandestina de Carazo, Mauricio Duarte. En 1974 llega a la Región Agustín Lara, y después de la muerte de Mauricio en enero de 1975, tiene que asumir el Regional. El asesinato de este dirigente sandinista es acompañado de una oleada represiva en la que caen importantes miembros y colaboradores, y otros tienen que pasar a la clandestinidad.

En 1976, tras la división del FSLN, Agustín Lara se alinea con la Tendencia Proletaria. En 1977 la Tendencia GPP hace presencia por medio de Eva Samqui, como cuadro legal, y de Reyna Isabel Castillo Güisa, como cuadro clandestino. Ese mismo año, Reyna Isabel es capturada, por lo que temporalmente tiene que asumir Noel Escobar. A principios de 1978, Ana Isabel Morales se hace cargo de la GPP.

La entrevista a Agustín Lara permite conocer las interioridades del FSLN, la forja de la militancia a finales de los años sesenta, la importancia del estudio, las exigencias de la militancia en esos años, todo lo cual se une para configurar un estilo de trabajo. Esta entrevista es fundamental, sobre todo, para comprender las características de la organización del FSLN en Diriamba.

Las entrevistas a Eva Samqui, Aristides Rojas, Rodolfo Porras y Flor de María Monterrey, informan de las prioridades del trabajo, de la organización de los estudiantes, y las historias de quienes pasaban a la vida clandestina y desde ahí a dirigir el trabajo urbano.


Capítulo IV. Los colaboradores, cuando la lucha era a escondidas.

Hay que decirlo claramente: sin el apoyo de los colaboradores, no hubiera sido posible la existencia del FSLN ni la victoria sandinista sobre la dictadura. Los testimonios de Celeste Larios, Hellen Hall y Yadira Valerio, son ilustrativos de esta afirmación. Este importante aspecto lo complementamos con una conversación sobre el tema, de varios miembros del “Grupo de Opinión”, conformado por protagonistas de esta gesta, con el objetivo de rescatar la memoria histórica. En la mayoría de las entrevistas aparecen referencias a los colaboradores, y se dan detalles de su participación. Al final de la obra presentamos un cuadro- resumen, seguramente incompleto, sobre colaboradores de estos municipios caraceños.


Capítulo V. El vertiginoso y sangriento año 1978

El año 1978 es de agitación y efervescencia en la lucha contra la dictadura. Es el año en que asesinan a Pedro Joaquín Chamorro y se desarrollan organizaciones sociales y articulaciones como el Movimiento Pueblo Unido (MPU). En 1978 la mayor parte del pueblo se da cuenta de que la dictadura tiene que ser destruida o nos destruirá como pueblo, y a finales de ese año, la incorporación se hace cada vez más numerosa y plural, y las distintas fuerzas desarrollan iniciativas en el campo político y militar. El FSLN Proletario fortalece sus estructuras en la región, con militantes de experiencia política y militar como Flor de María Monterrey y Manuel Salvatierra.

Se producen dos masacres: la de Jinotepe, donde asesinan a cuatro estudiantes el 9 de julio; y la de San Marcos, donde la Guardia mata a tres jóvenes y hiere a más de veinte pobladores el 12 de julio.

El 22 de agosto, mientras se produce el asalto al Palacio Nacional, la GN ejecuta grandes redadas y, unos días después, es asesinado Álvaro “El Cabo” Sánchez, en Jinotepe, y el 8 de septiembre la Guardia masacra a los hermanos Blanco, en Diriamba.

En septiembre de 1978 todas las fuerzas están en acción: los Terceristas hostigan el Cuartel GN de Diriamba, los Proletarios movilizan a los pobladores de los barrios populares, quienes levantan barricadas y se suman a los hostigamientos con las pocas armas que tienen. En Jinotepe son atacadas posiciones de la Guardia y ocurren otras acciones, y el 15 de septiembre la Escuadra “Chico López” ataca el Cuartel GN de Santa Teresa, y toma las armas y pertrechos que ahí había.

Después de la insurrección de septiembre, la dictadura arremete. Las estructuras de la Tendencia GPP pasan un período de inestabilidad cuando se asila Ana Isabel Morales, la responsable. Decenas de jóvenes también se tienen que asilar, particularmente de las tendencias Terceristas y GPP. La mayor parte de los asilados, independientemente de la Tendencia a la que pertenecieran, se incorporan al Frente Sur después de la firma de la unidad del 8 de marzo de 1979. Algunos de ellos caen combatiendo.

Todas estas circunstancias son narradas en las entrevistas a Israel Sánchez, Marcos Cordero, Marina Torres y Dinorah Parrales.


Capítulo VI. El trabajo en las zonas rurales y la organización militar.

Desde el periodo de acumulación de fuerzas en silencio (1970-1974), se inicia un trabajo de organización en comunidades campesinas, que fructificará en la novedosa experiencia de crear una de las más importantes organizaciones gremiales que impulsa el Frente Sandinista, la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC), obra de la Tendencia FSLN Proletario, que se propuso crear una organización clasista en el campo. Al mismo tiempo, este trabajo alimenta la constitución de estructuras militares como las Brigadas Populares Revolucionarias (BPR) y los Comandos Revolucionarios del Pueblo (CRP).

Este proceso, tanto de organización gremial, como militar, se puede apreciar claramente en las entrevistas a Salvador Mayorga, Pedro Aguilar, Nadine Lacayo y Gregorio Aburto.

Por otro lado, en el año 1977 la Tendencia GPP fortalece el trabajo rural, particularmente en Santa Teresa, dando lugar a la conformación de la Escuadra guerrillera “Francisco López”, que juega un rol muy importante realizando acciones ofensivas en estos territorios. Los relatos de William Chacón, Manuel Antonio Téllez Martínez, “El Compita”, Juan Terencio Cortez González “Juan GPP”, Luis Tomás Maradiaga Vega, “Fabio” o “El Cangrejo”, y Horacio Madrigal, “Ruperto”, ilustran la importancia de la organización campesina en la lucha militar contra la dictadura en Carazo.


Capítulo VII. La Insurrección Final.

Al comenzar 1979, las fuerzas de las tendencias presentes en Carazo, Proletarios y GPP, mantienen la ofensiva en distintos puntos del departamento: Diriamba, San Marcos, Jinotepe, Santa Teresa y en su entorno, como La Concha, Masatepe y Nandaime. El fogueo y las operaciones para desgastar al enemigo conllevan éxitos y reveses en todo este período. Para abril y mayo, es evidente que hay mucha más gente dispuesta al combate, que armas para que las empuñen. Muchos guerrilleros caen en la búsqueda de aunque fuera una escopeta para dispararla contra la GN.

Durante todos estos meses de ofensiva general ininterrumpida, el FSLN Proletario decide concentrar sus fuerzas militares de Granada y Masaya en el departamento de Carazo, para potenciar su eficacia. Así, la estructura se fortalece con cuadros políticos y militares. En tanto, el FSLN GPP también traslada algunos combatientes de la Unidad de Combate “Rufo Marín”, de Masaya, para fortalecer la Escuadra rural “Chico López”, que se convierte así en Unidad de Combate.

Para la ofensiva final, las fuerzas con que cuenta el FSLN están desarmadas en su mayor parte, pero pueden disponer de unos cuarenta fusiles para la insurrección. Se decide que el plan inicie en la posición más débil de la GN, que es Diriamba. Después de varios intentos, esta ciudad es liberada de la GN el 22 de junio de 1979. La liberación permitió el abastecimiento aéreo de armas y municiones desde territorio costarricense, descendiendo los aviones sobre improvisadas pistas de aterrizaje en varios tramos de carreteras asfaltadas, pero las fuerzas caraceñas aún son débiles para atacar a la GN en Jinotepe, que se ha fortalecido con tropas del Consejo de Defensa Centroamericano (CONDECA) provenientes de El Salvador. Se calcula que estaban acantonados ahí unos trescientos soldados.

El 2 de julio llegan las fuerzas que se habían replegado de Managua, que para entonces estaban organizadas como Batallón Móvil. Unos trescientos combatientes armados y cerca de ciento cincuenta milicianos, la madrugada del 4 de julio atacan las posiciones de la GN, y al anochecer del 5 de julio, el Coronel Rafael Lola, Jefe del Comando GN de Carazo, se ve obligado a escapar, dejando a un pequeño reducto de guardias en el edificio de Telecomunicaciones y Correos (TELCOR), última posición que mantienen en esta ciudad, que se rinde el 8 de julio.

El 6 de julio las fuerzas sandinistas de Carazo atacan las posiciones de la GN en San Marcos, y en dos horas logran tomarlas. El resto del departamento pasa a ser controlado por las fuerzas sandinistas. En todos los lugares liberados se integran Juntas de Gobierno Municipales Provisionales, que comienzan a administrar los urgentes problemas de la población: comida y servicios. Todo el departamento ya era libre, y los combatientes mantienen posiciones hasta que el 19 de julio avanzan hacia Managua a celebrar la victoria.

Los relatos de Manuel Salvatierra, Jefe Político-Militar de la insurrección en Carazo, de Sergio Leonardo Chamorro y César Delgadillo, permiten conocer los detalles de estas operaciones, en tanto, las entrevistas a Ramón Cabrales, Marcos Largaespada, Eduardo Cuadra, Sergio Martínez, Jorge Roustan y Javier López, ofrecen las trayectorias de seis de los diez jefes de pelotón que integran el Batallón Móvil, y detalles de la toma de Jinotepe, que fue fundamental para estabilizar el control de Diriamba, de todo el territorio de Carazo y de parte de Masaya; y que cerró las posibilidades de que la dictadura abasteciera a sus fuerzas en el sur.


Proceso de elaboración y aprendizajes

Permítanme ahora contarles la particular historia y las importantes lecciones que para mí se desprenden del presente volumen. Motivado por mi ofrecimiento de hacer las memorias de la lucha en Carazo, un grupo de ciudadanos caraceños me buscó en el transcurso del año 2011, comunicándome, por medio de Aristides Rojas, que estaba recopilando información sobre la lucha contra la dictadura somocista en Jinotepe, y me pedía les apoyara en sus esfuerzos.

Meses antes se había conformado el llamado “Grupo de Opinión de Carazo”, en el que veteranos luchadores anti-somocistas se planteaban la idea de hacer un trabajo de recuperación de la memoria histórica acerca de la resistencia del pueblo de Carazo, pero hasta ese momento, no habían concretado su propósito.

El elemento motivador de estos esfuerzos, según me manifestaron, era reaccionar frente a lo que ellos consideraban inescrupulosas tergiversaciones de la historia y la pérdida de los valores que en el pasado inspiraron al pueblo y a sus combatientes, pues ellos miraban una ausencia de éstos en las organizaciones políticas. Expresaron además, la necesidad de incidir en la población, despertar el sentido crítico y la conciencia, con el propósito de que las nuevas generaciones se animen a organizarse para asumir los desafíos de transformación del presente.

Se habían planteado hacer el trabajo de recuperación histórica en memoria de Mauricio Duarte Álvarez, caído el 10 de enero de 1975 en Jinotepe, y como homenaje al destacado dirigente e ideólogo del FSLN, Ricardo Morales Avilés, nacido en Diriamba.

A finales de ese año 2011, invité a los integrantes del “Grupo de Opinión de Carazo”, Aristides Rojas, Yico Sánchez, Julio César Hernández y Rodolfo Porras, para que participaran en un acto de entrega de la trilogía “Memorias de la Lucha Sandinista” a bibliotecas y centros de investigación. Ahí aprovechamos para entregar públicamente al Grupo, varios ejemplares, así como una grabadora digital, para iniciar nuestro apoyo a sus esfuerzos de recopilación sobre aquellas jornadas.

Para entonces, ya los compañeros de Carazo habían realizado numerosas entrevistas, la mayor parte de ellas registradas en casete. En este hermoso esfuerzo, sin embargo, había un poco de desorden, se extraviaron documentos y se dañaron o estaban inaudibles algunos casetes que habían sido re-grabados.

El entusiasmo contagiante de estos compañeros me dio más ánimo para continuar en mi tarea pendiente con Carazo. De alguna manera, este cuarto volumen es hijo de los tres anteriores, porque éstos le dieron un mayor impulso a los caraceños para presentar la historia de su propia lucha, y mover los resortes investigativos necesarios para hacerlo con la calidad requerida.

Decidimos buscar apoyo financiero para cubrir en parte los costos de la investigación, y principalmente los de la impresión de un futuro nuevo volumen.

A principios del año 2012 nos dieron la buena noticia de que la prestigiada institución de la izquierda alemana, la Fundación Rosa Luxemburgo, aprobaba el proyecto propuesto por la Fundación Popol-Na, lo que cubría una parte de los costos de la investigación y, sobre todo, lo que para nosotros era lo más importante-, una contribución para hacer posible su publicación.

Cuando diseñamos el proyecto estábamos claros que había que trabajar en la historia no solo de Jinotepe, sino de otros municipios del departamento, particularmente de Diriamba. Al entrevistar en julio de este año a Flor de María Monterrey, nos dimos cuenta que un grupo de compañeros que participó en la insurrección final en Diriamba, meses antes había iniciado un trabajo para tratar de rescatar ese hecho histórico, y tenía algún material elaborado.

El material en cuestión me fue entregado por Salvador Mayorga, y contenía una lista de combatientes y colaboradores de Diriamba, una cronología de la insurrección en esta ciudad, unas quince fotografías de las cuales solo podíamos usar cinco porque no había variedad y algunas estaban en muy mal estado. Mejor aún, todos los que habían participado en este esfuerzo, mostraron inmediata disposición de colaborar en la articulación del rompecabezas, sometiéndose a mis preguntas y recomendándome nuevos contactos.

La transcripción de las entrevistas realizadas con antelación por el “Grupo de Opinión”, fue una de las primeras tareas. Pronto nos dimos cuenta de la dificultad que significaría procesar ese material, pues no tenía una dirección específica, carecía de un norte investigativo previamente establecido, por lo que la información resultante era una telaraña dispersa y un tanto caótica. Así las cosas, tuvimos que comenzar casi de cero el trabajo sobre Jinotepe.

Casi de inmediato procedimos a entrevistar a los miembros del equipo conformado para la recopilación de la información, para dar cierta orientación y un poco de orden a sus propios relatos. Al final no lo conseguí del todo, como el lector seguramente podrá observarlo en algunas entrevistas. Más tarde, realizamos una sesión de trabajo con todo el equipo, estableciendo prioridades, orientando el tipo de preguntas que se debían formular, definiendo qué entrevistas debían ser completadas, los vacíos informativos a llenar, y establecimos el uso de la grabadora digital.

De este ejercicio confirmé una lección importantísima: la historia oral, si bien facilita una amplia participación, exige respeto a sus normas y procedimientos. Es necesario capacitar adecuadamente a los entrevistadores para que éstos puedan orientar sus preguntas y guiar al entrevistado cuando se sale del tema o salta de un lado a otro con sus respuestas. Igualmente es importante que el entrevistador insista con nuevas preguntas cuando el entrevistado no da respuestas claras, dice cosas entre líneas o deja difusos o ambiguos algunos asuntos. Igualmente es indispensable establecer tiempos, el momento preciso del evento o rango de fechas, que permita ubicar los acontecimientos en el calendario, porque ello tiene una gran importancia para analizar los acontecimientos.

Otra enseñanza es que se puede hacer entrevistas colectivas siempre y cuando se lleve una agenda, propósitos previamente definidos, y se mantenga la disciplina respecto del objetivo u orientación principal de la entrevista. Esto último puede resultar complicado, y para lograrlo, se requiere efectuar una facilitación muy eficiente del proceso de entrevistas durante las sesiones de trabajo.

Si esto no se puede lograr, es preferible entrevistar de forma individual y luego proceder a la articulación de los relatos. Las entrevistas grupales también pueden distorsionar las narraciones cuando algún entrevistado se cohíbe u otros se autocensuran, ante la presencia de determinadas personas, por ejemplo, un antiguo jefe.

A diferencia de los tres tomos de las “Memorias de la Lucha Sandinista”, en este trabajo tuvimos la suerte de contar con una participación más directa, mas protagónica, de los entrevistados, no solo porque ya funcionaba un equipo en Jinotepe, sino porque sus miembros, al ser del mismo lugar y de una ciudad relativamente pequeña, con sus movimientos y comentarios generaron muchas expectativas e interés de otras personas, quienes luego se ofrecieron voluntariamente para dar su testimonio, mejorando así la capacidad de reconstrucción de los acontecimientos.

Los testimonios orales sobre eventos ocurridos hace más de tres décadas, como en este caso, resultan imperfectos, defectuosos, y por sí mismos no son totalmente confiables. Por ejemplo, esta obra requirió, al igual que la Trilogía, de un minucioso proceso de contrastación y verificación de las informaciones brindadas por los entrevistados. Los que aparecen en esta obra son los mejores testigos de nuestras innumerables llamadas telefónicas, requerimientos por correo electrónico y entrevistas complementarias, que exige a veces, por ejemplo, precisar un pequeño detalle, como una fecha. No solo se trata de entrevistar a otros protagonistas para corroborar los datos, sino también de consultar diversas fuentes escritas, que frecuentemente resultan más apegadas a la verdad.

Aun así, algunas fuentes escritas construidas sobre la base de fuentes orales aparentemente confiables, no garantizan la total veracidad de los hechos. Por ejemplo: en el año 1985 Arqueles Morales escribió el libro “Con el Corazón en el Disparador”, en base a entrevistas a varios de los participantes del Repliegue y de la toma de Jinotepe y Granada. Hablamos ahí, Ramón Cabrales, Joaquín Cuadra, Carlos Núñez, Walter Ferreti, Lea Guido, Moisés Hassan, Glenda Monterrey y quien escribe.

Se podría suponer que al tratarse de eventos ocurridos tan solo cinco años antes del momento de las entrevistas, éstos serían referidos con bastante exactitud, no obstante, los relatos sobre la toma de Jinotepe tienen afirmaciones incorrectas.

Walter Ferreti, “Chombito”, relata los ataques, las caídas de Justo Rufino, Érick y Rolando, y la salida de Jinotepe del Coronel Rafael Lola, como si hubieran ocurrido el mismo día, otros exponemos que los eventos ocurrieron en dos días. Por otro lado, Carlos Núñez afirma que las fuerzas se movieron directamente de Masaya, sin pernoctar ninguna noche en Diriamba, en cambio todos sabemos que llegamos al menos un día antes.

Esto ocurre no por dolosa intención de los protagonistas, sino porque eventos vividos con gran intensidad, no siempre son registrados de la misma manera por la memoria de los protagonistas. Aún hoy, no tengo certeza acerca de si la muerte de Rolando Orozco ocurrió antes o después de la caída de Érick Castellón. Tenía registrado que era después, pero relatos de otros combatientes, incluyendo el de “Chombo” en el testimonio antes mencionado, me han hecho dudar. Sí tengo seguridad de que fue el día cinco cuando el Coronel Rafael Lola iba huyendo, presionado por las fuerzas guerrilleras.

En cambio, pude consultar el relato del corresponsal de La Prensa sobre la toma de Jinotepe, que se publicó hasta en los primeros días de agosto de 1979, y aunque tiene algunas informaciones incorrectas (como que Rolando Orozco, “El Manchado”, murió por actuar con generosidad al creer erróneamente que los guardias se habían rendido), varios eventos aparecen descritos de manera tan precisa, que ni nosotros como participantes pudimos interiorizar de la forma como realmente ocurrieron.

Lo que quiero decir es que hacer historia oral no es simplemente entrevistar y presentar las entrevistas, porque, en primer lugar, significa investigar, ya que, sin investigación previa, es como trabajar sin un plan, y no es posible organizar los cuestionarios, establecer prioridades, y ubicar y seleccionar a los personajes representativos; en segundo lugar, una vez realizada la entrevista, hay que diseccionar el contenido, separar las informaciones, ubicarlas de manera adecuada en el tiempo y la temática, para de nuevo investigar, contrastar, corroborar lo dicho, no solo con otras fuentes orales sino con las fuentes escritas disponibles. Y aun así, al final no pocas veces se tiene que concluir que lo único cierto y claro es una gran interrogante.

Debo señalar que, en este caso, por tratarse de una investigación específica en un territorio bien delimitado, fue posible entrar en un nivel de detalle muy importante, sobre todo a la hora de recuperar las múltiples formas de participación directa del pueblo. Estos detalles permitieron acercarse a una reconstrucción sobre quiénes fueron los protagonistas, los caídos, sus vidas y sus enseñanzas, y también observar con mayor precisión las carencias, debilidades, cuitas y errores.

En esta recopilación de testimonios he constatado que, en general, los seres humanos tendemos a hacer girar nuestros relatos alrededor de nosotros mismos y de nuestro entorno más cercano. Por eso frecuentemente desde la base no se menciona a quienes dieron las orientaciones o planificaron las acciones; o desde arriba se ignora a quienes realmente las ejecutaron. Narradas desde abajo, pareciera que las operaciones las decidieron los combatientes, que las hicieron solitos, y pocas veces se comparte el crédito colectivamente. Si algo sale mal, el que está en el ataque dice que falló el de la emboscada de contención, y viceversa. Hay mucho personalismo y sectarismo inconsciente. Por eso, como investigador, se debe buscar otras fuentes y referencias, de modo que haya cómo corroborar y confirmar cada hecho relevante.

Otra constatación importante es que el conocimiento de la historia es poder. Por ello, quienes lo ostentan y quieren perpetuarse en él, lo primero que hacen es construir su propia historia, subsidiar a sus escribanos y tratar de convertir su historia, en La Historia. Así, todo esfuerzo no autorizado por el poder y no controlado por ellos, les resulta peligroso, hostil o al menos sospechoso.

De ahí que para este esfuerzo nos parecieron conocidos los hechos que tuvimos que enfrentar, resultado de las orientaciones trazadas para impedir que se nos brindara información. Procuraron boicotear esta investigación, pero como el lector podrá observar y constatar, no les funcionó, en gran medida porque los antiguos combatientes, colaboradores y luchadores en general, con toda legitimidad quieren que se conozca la historia, y de alguna manera desafiaron esas orientaciones.

Sin todas las contribuciones señaladas, no habría sido posible que “Rebelión e Insurrección en el Departamento de Carazo” saliera a luz en tan relativamente poco tiempo.

Este IV volumen de “Memorias de la Lucha Sandinista” es imperfecto. No pretende contener todos los detalles de las múltiples acciones que se realizaron por diversos sectores para sacudirnos de la tiranía. Ofrecemos disculpas porque no pudimos recoger los nombres de todos los caídos, colaboradores, militantes y combatientes.

Pero este es nuestro modesto aporte, y ojalá estimule a otros a completarlo, para que la memoria histórica no se borre y para que la sangre derramada no se olvide.


Agradecimientos

En primer lugar quiero agradecer al “Grupo de Opinión de Carazo”,integrado por los compañeros Aristides Rojas, Yico Sánchez, Julio César Hernández y Rodolfo Porras, quienes se propusieron la tarea de rescatar la verdadera historia de la lucha contra la dictadura en su departamento, se organizaron y me estimularon grandemente a cumplir mi compromiso con Carazo. Sin ellos, no habría sido posible concluir esta investigación en tan breve tiempo.

Los miembros del Grupo de Opinión se involucraron diariamente durante los últimos seis meses y realizaron una labor de hormiga para dar sus propios testimonios, animar a otros a ofrecer sus aportes, realizar una parte importante de las entrevistas a otros protagonistas de esta gesta, localizar personas para conseguir algún detalle clave, buscar fotografías, etcétera.

El Grupo tomó la tarea con entusiasmo, poniendo sus propios recursos en ello, y no se amilanó cuando recibió algunos desplantes por actitudes mezquinas de quienes todo lo miden en función de conveniencias grupales o personales.

Agradezco a los hombres y mujeres que dieron sus testimonios y que aparecen aquí en textos de distinta extensión. Ellos son:

Eduardo Ramírez Silva, Enrique Sánchez Arana Yico, Aristides Rojas Sotelo, Julio César Hernández Arias, Rodolfo Antonio Porras Arévalo, Gonzalo Navarro Marín, Jonathan Vázquez Galeano, Carlota Galeano, Antonio Rodríguez López, Alicia Tórrez Pérez, Rosario Aburto, Guillermo Parrales Medina, Lesbia Saravia Gutiérrez, Denis Alberto Torres, Agustín Lara Valdivia, Eva María Samqui Chan, Flor de María Monterrey, Teodora del Carmen Mejía Membreño, Celeste Larios, Helen Mae Hall, Yadira Valerio Handall, Israel Sánchez Salinas, Marco Antonio Cordero Pérez, Marina Tórrez Pérez, Dinorah Parrales, Salvador Mayorga, Pedro Aguilar Mora, Nadine Lacayo Renner, William Chacón Escobar, Manuel Antonio Téllez Martínez, Juan Terencio Cortez González, Luis Tomás Maradiaga Vega, Horacio Madrigal Cruz, Gregorio Aburto, Manuel Salvatierra Rivera, Sergio Leonardo Chamorro, César Delgadillo Cardenal, Ramón Cabrales, Sergio Martínez, Jorge Roustan, Marcos Largaespada, Javier López Lowery y Eduardo Cuadra.

Gracias también a quienes brindaron todo su apoyo a los compañeros del “Grupo de Opinión” para la realización de sus tareas:

A Doña Norma Sandino de Sánchez, nuera de Yico, porque siempre estuvo atenta en las reuniones para atendernos con amabilidad y sonrisa, y a su esposo Óscar Sánchez Silva, quien brindó su casa de habitación para múltiples reuniones del Grupo.

A Eduardo Ramírez Silva, quien proporcionó su grabadora de casete para efectuar las primeras entrevistas, proceso en el que también se involucró como entrevistador.

A Trinidad Vásquez García, quien fue convocado por el Grupo como periodista profesional para que efectuara las entrevistas, y aunque no recibiría ninguna remuneración económica, no vaciló en integrarse y nos ha acompañado hasta el final.

A Francisco Javier Estrada Esteban, “El Oso”, quien apoyó al Grupo tomando, buscando y escaneando fotografías. A Humberto José Samcán Arias, un niño que gustoso apoyó en el escaneo de fotos.

Además de las entrevistas directas a numerosas personas relacionadas con los hechos, se les consultó por correo electrónico, llamadas telefónicas y visitas personales realizadas por miembros del “Grupo de Opinión” o por la autora. Para conseguir datos de los caídos, fue fundamental el apoyo de familiares, padres o hijos, quienes en casi todos los casos nos brindaron con amabilidad datos y fotografías. Agradecemos a quienes contribuyeron gustosamente en la reconstrucción de biografías de los caídos y buscaron las fotos, especialmente a:

Socorro Conrado, a pesar de estar enferma nos informó lo que pudo sobre su hija Martha Conrado; Mario Cárdenas, Perla Garay Mejía, Félix López Garay, Leticia y Luciano Chamorro, Marcos Orozco, Jairo y Eliar Rodríguez, Rodrigo Yamil Cabrales y a la hermana de Aura Ortiz; Estebana Aburto, María Elena Samqui, Eddy Aburto, Pedro Aburto, Roberto Morales, hermano de nuestro héroe Ricardo Morales Avilés; Saúl Lewites y Rosa Hilda Cornejo, quienes nos dieron información y fotografías de Herty e Israel Lewites, entre otros.

Encontrar a la familia de Camilo Chamorro no fue tarea fácil. En el Centro de Documentación de la Alcaldía del Distrito VI de Managua, nos apoyaron para localizar a una hermana de Camilo en el barrio que lleva su nombre.

Algunos de los entrevistados no sólo dieron información que conocían sino que se movieron con mucho entusiasmo buscando otros datos y fotografías, como Luis Tomás Maradiaga “El Cangrejito”, Israel Sánchez, quien además entregó un testimonio escrito, Sergio Chamorro “Chamorrón”, las hermanas Larios, “Las Nanas”, en particular Celeste; Flor de María Monterrey, Pedro Aguilar, Nadine Lacayo, Salvador Mayorga y Agustín Lara.

Agradecemos a Ramón Cabrales por habernos brindado los contactos y puesto todo su empeño en darnos la información necesaria, a Margine Gutiérrez por sus aportes para la biografía de Aura Ortiz, a José González y Mayra González, de Matagalpa, quienes nos hicieron los contactos y buscaron información sobre José Hildebrando Rodríguez y Rolando Orozco (José viajó hasta Matiguás grabadora en mano para entrevistar a un hermano de Rolando), así como a José de la Cruz Peña Suazo, Sonia y Doris Aguilar Berríos, y Juan Castro, quienes no dudaron en dar su tiempo para entregarnos sus testimonios.

A Lea Guido, quien nos facilitó los contactos para saber del hijo de Martha Cruz Conrado, caída en Nueva Guinea (1979), y a Lidia Astorga, quien con gusto nos brindó información sobre la historia del hijo de Martha, criado y educado por ella.

Ligia Cortez Téllez, además de información y fotografías, brindó el local para el primer encuentro o grupo focal; Johana Sánchez Silva proporcionó información y nos atendió en su finca donde realizamos un importante encuentro.

A Juan José López Rivera, “Juan Chelín”, Rigoberto Espinoza Chávez y Margarita Montealegre, cuyos testimonios aguardan otras oportunidades para ser publicados.

También agradecemos muy especialmente a quienes por temor a represalias del poder, solicitaron no los mencionáramos en esta lista de agradecimientos, y por su intención, a aquellos que querían dar su aporte, pero su temor se los impidió.

Una de nuestras fuentes de verificación de datos, fechas y eventos importantes, han sido los periódicos de la época. Agradecemos de manera muy especial el apoyo de la Hemeroteca de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), y al muy amable personal de la Biblioteca “Simón Bolívar”, en particular a Gladys Godínez Martínez.

Al Instituto de Historia de Nicaragua y Centro América (IHNCA), en especial a su directora Margarita Vanini y a su asistente Escarleth Palacios; a María Auxiliadora Estrada y a todo el personal de la Biblioteca de la Universidad Centroamericana (UCA), que nos apoyó en gran manera durante todo el período de investigación.

A la Hemeroteca “Jaime Íncer Barquero”, del Banco Central, en particular a William Gutiérrez Sánchez, encargado de patrimonio nacional. A la Biblioteca de la Asamblea Nacional, en especial a su directora Fanny Ocampo y a Aleyda Alemán e Ileana Bustamante, quienes nos apoyaron con gran generosidad.

Gracias a todas y todos los involucrados, personas e instituciones, en este proceso inquisitivo, de búsqueda y verificación de información clave para la realización de este trabajo.

Fue excelente encontrar un folleto manuscrito, y así reproducido en 1980 por el Comité Zonal del FSLN de Jinotepe, con los nombres y breves biografías de más de cincuenta jinotepinos caídos en la lucha en distintos lugares. Aunque el documento contiene errores comprobados, es un material inapreciable que ya hemos digitalizado para conservarlo como una referencia histórica, y corregirlo y mejorarlo para futuras publicaciones.

Agradecemos también a Mario Urtecho, quien con gusto elaboró el texto sobre Diriangén, y nos facilitó su libro “Los de Diriamba”, que fue de mucha utilidad para ampliar la lista de luchadores de ese municipio, en particular de los caídos en la lucha.

A Rafael Casanova Fuertes, quien nos brindó material de su autoría aún inédito sobre la historia de los socialistas nicaragüenses, a Ernesto Aburto, quien nos ayudó localizando la crónica de su autoría sobre el ataque a la Hacienda San Martín. A Freddy Narváez, quien nos cedió la entrevista que hizo sobre el asesinato de “La Mascota”.

A Guillermo Cortés Domínguez, por su revisión profesional del texto del volumen IV de las Memorias, por su lectura cuidadosa con mirada crítica de historiador comprometido con estos entuertos.

También agradecemos al personal de la Fundación Popol-Na, que más allá de sus funciones, se empeñó en hacernos menos pesadas las tareas, en particular a Yolandita Morales Munguía, mi amiga y asistente, quien transcribió eficientemente todas las entrevistas, elaboró listas y terminó de configurar el documento, a Cinthya López Molina, quien realizó toda la labor de investigación en las hemerotecas y bibliotecas, y también se estrenó haciendo entrevistas a familiares de caídos, escaneó fotos y documentos.

Ahora, al final, quiero agradecer a mi familia, porque ella me da la fuerza y el espacio para hacer estas cosas: a Julio López Campos, mi compañero y camarada, porque comparte estas locuras no solo por cuestiones de identidad ideológica, sino por respeto a mi trabajo, y porque sabe que esta es una forma de relanzar los sueños rotos.

A mis hijos, por su amor, comprensión y apoyo. A mi nieto, porque me endulza la vida, y por eso tiene permiso para interrumpirme cuando quiera, y así hace más liviana la tensión del trabajo.

Y desde luego, a nuestros amigos de la Fundación Rosa Luxemburgo, sin cuyo apoyo, esta investigación y su publicación no habría sido posible.



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