Memorias de la lucha Sandinista

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La Revolución es como un tren en marcha

Gladys Báez y Jacinto Suárez


Gladys Báez nace en 1942, en Juigalpa, Chontales. Es hija de Cándida Báez y de Rómulo Álvarez. En 1959, funda en Juigalpa el Sindicato de Oficios Varios, y luego se integra al Partido Socialista Nicaragüense. En 1963 participa en el Congreso Mundial de Mujeres, en Moscú, donde establece el primer contacto con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, al cual se integraría, definitivamente, en 1965.

Durante la década de 1960 es fundadora de la Alianza Patriótica de Mujeres Nicaragüenses. En 1967 participa en la guerrilla de Pancasán. Ese año es capturada en una casa del barrio Monseñor Lezcano. En 1972 se reintegra al FSLN, en el Comité de Madres de Reos Políticos. En 1977 participa en la fundación de la Asociación de Mujeres ante la Problemática Nacional (AMPRONAC). Es nuevamente capturada en Managua y, cuando sale de la cárcel, pasa al Frente Occidental Rigoberto López Pérez, participando en las insurrecciones de León, en 1978 y 1979.

Después del triunfo de la Revolución Popular Sandinista, participa en la fundación de la Asociación de Mujeres Luisa Amanda Espinoza (AMNLAE). Diputada ante la Asamblea Nacional por el FSLN, desde 1980 hasta 1996. Electa a la Dirección Nacional del FSLN, en 1998 asume la Secretaría Nacional de la Mujer del Frente Sandinista

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Jacinto Suárez nace en Managua, el 24 julio de 1947. Cursa su primaria en el colegio Calasanz, y la secundaria en el Instituto Nacional Ramírez Goyena. Se integra al FSLN en 1963. Es fundador del Frente Estudiantil Revolucionario de secundaria. Forma parte de la Comisión Nacional Campesina y el Frente Nacional de las Juventudes. Estudiando en la universidad pasa a la vida clandestina en 1967, y el 6 de agosto de ese año, es capturado luego del asalto a la lechería La Perfecta. En este asalto cayó combatiendo el destacado militante sandinista Selim Schibles.

Después de siete años en las cárceles somocistas, recobra su libertad con la Operación Diciembre Victorioso, en 1974. Luego realiza tareas de representación del FSLN en Cuba, Panamá, México y Honduras. Después del triunfo, fue embajador en la URSS, incorporándose luego al Ministerio del Interior (MINT), y posteriormente al Departamento de Relaciones Internacionales del FSLN. Desde 1997 es Diputado del FSLN ante el Parlamento Centroamericano (PARLACEN).

Después de varias rebeliones en el seno de la propia Guardia Nacional, que terminaron en el fracaso y el exilio, grupos de patriotas provenientes de la oposición conservadora y liberales independientes, realizaron esfuerzos armados, algunos de ellos heroicos, en la búsqueda de acabar con la dictadura somocista. Los esfuerzos tenían un sello invasionista y cortoplacista, y estaban desvinculados de las masas. A pesar de la represión y el cierre de espacios democráticos, la oposición tradicional estimuló la vía electoral, mediante la cual obtenía una parte del pastel de las instituciones.

La lucha armada revolucionaria, dentro del país, desarrollada en estrecho vínculo con las masas, inició a principios de la década de 1960, con la organización del FSLN. La incorporación de los primeros militantes del FSLN en esa década fue numéricamente reducida. Gladys Báez y Jacinto Suárez fueron de los primeros en integrar sus filas, en un período cuando se enfatiza en los vínculos iniciales con los movimientos populares de aquella época, y en la articulación política con otras fuerzas de la izquierda a través de Movilización Republicana.

Mónica: El grado de Comandante Guerrillero se dio con criterios muy machistas, sólo se les otorgó a tres mujeres. Puedo mencionar a varias compañeras que tenían tanto o más méritos que varones a los que se les hizo ese reconocimiento. Igual ocurrió con el título de Comandantes de la Revolución, fue dado a nueve hombres y ninguna mujer. Si uno analiza las trayectorias, los aportes históricos, combativos, y las fechas de incorporación, mujeres como Gladys Báez, Doris Tijerino, y otras, seguramente debieron ser Comandantes de la Revolución. Se cometió, en ese sentido, una injusticia, derivada de una concepción machista. Queremos empezar pidiéndole a Gladys que nos cuente sobre esa estrella que ella siempre anda colgada, y que la distingue.

Gladys: Es una estrella que hicieron en la cárcel. Estaban presos José Benito Escobar, Jacinto Suárez, Daniel, Lenin Cerna, Carlos José Guadamuz, Francisco Ramírez Chico, Efraín Nortalwalton, Manuel Rivas Vallecillo, entre los que me acuerdo. Yo estaba semi inválida y ellos estaban presos.

Se me ocurrió, en determinado momento, ir a pedir reales a la gente, en Juigalpa, en una Navidad, y les envié con doña Lidia Saavedra de Ortega, materiales para que los muchachos hicieran unas lindas tarjetas navideñas. Y yo guardo la mía, firmada por todos ellos.

Pero me sorprendieron: después del asalto a la Casa de Chema Castillo, cuando se dio la liberación de los presos, doña Lidia me trajo esa estrella de madera hecha en la cárcel, que tenía la imagen del Che por un lado, y la hoz y el martillo por el otro, quemadas sobre madera, que incluso la vivo zurciendo siempre para que sea la misma, original. No sé cómo los presos burlaban a la Guardia para hacer esas cosas, porque, en este caso, no disponían de maque, así que la pulieron restregándola con los dedos. Eso para mí es muy importante. Entonces yo le pregunto todos los días al Che ¿cómo me porto? Y a veces me dice que mal. ¡Ya la cagué, digo entonces!

Mónica: ¿Cómo fuiste escogida para ir al Congreso Mundial de las Mujeres, en Moscú, en el año 1963?

Gladys: Había seis candidatas para ir a ese Congreso, todas del Partido Socialista. Yo era muy poco conocida en el partido, porque trabajaba en las comunidades de Chontales. Sin embargo, por primera vez en la historia de este departamento, habíamos celebrado en las calles un Primero de Mayo multitudinario, y me había tocado hablar en el acto sobre el porqué de esta conmemoración.

Quiero reconocer el gran aporte que en mi preparación tuvo Gregorio Aguilar Barea, y puedo decir que fue el enlace con la dirigencia del Partido Socialista. También agradezco a Carlos Salgado y a Domingo Sánchez “Chagüitillo”. Después supe que las otras candidatas apoyaron que la delegada al Congreso en Moscú fuese yo, pero cuando “Chagüitillo” me dio la noticia, le dije que aceptaba con la condición que no le dijera a los compañeros del sindicato ni a mi familia.

Yo tenía una hija recién nacida, y entonces inventamos que iba a un curso a Costa Rica, pero no me creyeron. Todos pensaban que iba para Cuba. Bueno, aquí en Managua pasé seis días metida en una casa, preparándome para ese Congreso, porque no podía leer ningún papelito, pues yo había estudiado hasta tercer grado. Además, no tenía tanto conocimiento para ir a un Congreso Mundial de Mujeres. Les dije: –No se preocupen, yo oigo todo, lo que sepa contestar lo digo; lo que no, lo invento.

Mónica: Carlos Fonseca, en sus declaraciones de 1964 en el juzgado, así como en su escrito “La Hora Cero”, dice que tras el fracaso de la guerrilla de El Patuca, que costó casi el año 1962 de preparación, viene un período en el que se enfatiza en la organización de masas, en el trabajo popular, en un movimiento que se llamó Movilización Republicana, en donde confluyen el Partido Socialista, otros movimientos, y el Frente Sandinista; y que se le trata de imprimir un enfoque revolucionario a esta coalición.

Carlos reconoce que tuvieron muchas dificultades para darle continuidad al trabajo propiamente de organización de la guerrilla, de las acciones militares; en parte porque también se da una especie de reflujo revolucionario, debido a que el imperialismo maniobra después del triunfo de la Revolución Cubana, con sus programas de Alianza para el Progreso, el Consejo de Defensa Centroamericano (CONDECA), y otros mecanismos que flexibilizan las situación política en nuestros países, muchos de ellos dominados por dictaduras. En Nicaragua, para aparentar democracia, ponen a René Schick como Presidente, quien, objetivamente, suaviza un poco las políticas de la dictadura, y abre ciertas expectativas de cambio por la vía político-electoral. Una de sus medidas fue una amnistía.

Jacinto, ¿cuáles eran tus tareas cuando entrás al Frente Sandinista? ¿Estás de acuerdo con la valoración que hicimos de esa etapa?

Jacinto: Cuando me han preguntado de mi vida como revolucionario, he dicho que me consideraba más un luchador social que un guerrillero; porque ingreso en el momento en que nos estamos insertando en el movimiento social, y tengo el privilegio de trabajar con los sectores más desposeídos de este país, desde mis primeros años de juventud. Es decir, trabajo en las zonas campesinas y con sindicatos de zapateros en la ciudad.

Mónica: Pero, ¿por qué te integraste? ¿De dónde te salió la conciencia social?

Jacinto: Primeramente era de un profundo sentimiento anti-somocista, que después devino en una conciencia social y después en un posicionamiento ideológico.

Mónica: ¿Cuantos años tenías?

Jacinto: Tenía dieciséis años cuando ingreso al Frente. Pero, ¿qué sucede? Hay una precocidad política, porque participo en manifestaciones estudiantiles a la edad de catorce años. Ahora es absurdo pensar que un chavalo de trece o catorce años ande en marchas políticas. Sucedía que todas las manifestaciones y las misas de difuntos de los estudiantes, eran en el barrio San Antonio, donde yo vivía; entonces, a la edad de trece años, en 1960, me toca presenciar cómo asesinan a Julio Oscar Romero López. Yo lo veo, y lo vivo. Fue frente a la casa de la doctora Miriam Argüello, cuando se conmemoró el primer aniversario de la masacre estudiantil del 23 de julio de 1959. Era un renquito que vivía frente al Cine América, estudiante de primer año del Ramírez Goyena, igual que yo.

Mónica: ¿Cómo lo matan?

Jacinto: Ese día viene una manifestación frente a la Iglesia San Antonio. Para no enfrentar a la gente con la Guardia, usaron paramilitares, y éstos comenzaron a vapulear a la gente y muchos comenzaron a correr, pero por su impedimento físico de la poliomielitis, el último que va es Julio Oscar, y como la gente se está defendiendo con piedras, comienzan los disparos y le pegan a Julio, quien murió allí mismo.

Yo no andaba en la manifestación, sino que estaba en una oficina de abogados que mi papá tenía frente a la casa de la doctora Argüello, pero de repente me veo involucrado con la gente, y vi morir a Julio Oscar. Inmediatamente después ocurrió el asesinato de Ajax Delgado, y las manifestaciones de todos los días frente a la Iglesia San Antonio, y los rezos de los nueve días de Ajax, y ahí estaba yo metido, y me voy integrando a partir de una conciencia anti-somocista, de un rechazo profundo al sistema político imperante. Después vino una segunda etapa, que fue la defensa de la Revolución Cubana. Por ejemplo, cuando vino un grupo de la contrarrevolución cubana, nos fuimos a vulgarearlo de una manera casi espontánea.

Después fuimos buscando fortalecer nuestros conocimientos por medio de la lectura, y me hallé a George Politzer, Principios Elementales de Filosofía, a Nikitin, Manual de Economía Política, que era una literatura muy apreciada en aquellos años, porque en medio de que el somocismo no permitía la vida política, circulaba literatura revolucionaria, pero era como una cosa pecaminosa y, por eso, creo que más nos atraía.

Mónica: Y como no había televisión, oían radio y leían…

Jacinto: Así es. De la conciencia anti-somocista, pasás a la conciencia de clases. Ahí me encuentro, por ejemplo, con el Chele Moreno, Francisco Moreno, que tenía la misma edad y era de la juventud agüerista. Nos manteníamos en el debate, porque llegábamos a las oficinas de Orientación Popular, llegábamos a la Confederación General de Trabajadores (CGT), y aquellos viejos tenían una actitud muy conservadora; nos tenían miedo porque nos veían muy agresivos en nuestras posiciones, éramos muy radicales. Nos ofrecíamos para trabajar con la Juventud Socialista, pero nos tenían temor.

De manera natural, fuimos a caer a las filas del Frente Sandinista en el preciso momento que hubo una retoma de la lucha social. Eso nos hizo buscar a la Comisión Nacional Campesina, las marchas del Primero de Mayo, a buscar los sindicatos, los barrios. Yo alfabeticé en los barrios de Managua cuando tenía quince o dieciséis años, para buscar como insertarnos en el movimiento popular; pero a la vez, eso te obligaba a otra cosa adicional: a prepararte mejor, porque tenías que comunicarle a la gente para captarla en términos ideológicos, en términos políticos. Y esto nos lleva también a una mayor conciencia clasista.

Mis compañeros de célula en el Frente Sandinista eran Octavio Calero, el ropavejero del barrio, que andaba por todos los barrios de Managua comprando ropa usada a las mujeres de la clase media, para venderla en los prostíbulos del Mercado Oriental. Los hijos se lo llevaron a vivir a los Estados Unidos. También estaba Adán, un hombre que andaba con un carretón vendiendo agua en el barrio Campo Bruce.

Otro compañero era uno que trabajaba en una fábrica de pólvora. Esa era la gente que yo atendía. Yo llegaba al Barrio Maldito, al barrio de las prostitutas y los ladrones, Barrio Frixione se llamó después, y ahí había una célula de gente muy pobre y humilde. Trabajábamos con gente de sectores muy humildes.

Si vemos la configuración de los cuadros de esos años: Carlos Reyna, “El Teacher”, le decían así porque tenía una novia que era maestra, pero él era zapatero; Rigoberto Cruz, también zapatero; José Benito Escobar, soldador de la construcción. La incorporación de los estudiantes y sectores medios al Frente Sandinista ocurrió después del año 1970.

Mónica: Originalmente, el movimiento estudiantil estaba controlado por los socialcristianos, y adoptó una línea más revolucionaria hasta que el Centro Universitario de la Universidad Nacional (CUUN) quedó en manos del Frente Estudiantil Revolucionario, a finales de la década de 1960, cuando ganó Edgard “La Gata” Munguía. Hablemos ahora con Gladys. ¿Cuáles fueron tus primeras tareas en el movimiento de mujeres?

Gladys: En 1956, cuando Rigoberto López Pérez ajustició a Somoza García, la Guardia hizo una redada, a nivel nacional, de mucha gente que no tenía nada que ver con eso. Toda la chavalada íbamos a ver qué estaba pasando. A mí me impactó muchísimo cómo llevaron el cadáver de Cornelio Silva, camino hacia La Libertad, Chontales, porque él era de ahí.

Después de muertos los llevaban de cuartel en cuartel, y delante de la gente los pateaba la Guardia. Era un odio visceral, terrible. Eso me impactó, y llegué a mi casa espantada y preguntando, que alguien me dijera por qué le hacían eso a un muerto, porque para mí los muertos eran buenos. Entonces mi familia comenzó a decir lo que nunca me habían dicho: la relación familiar con los Báez Bone, de los sucesos del año 1954. Soy pariente de la familia de Báez Bone por parte de mi madre. Y me explicaron por qué había una redada de presos, y por qué tantos Báez estaban presos. Sólo dijeron que eran anti-somocistas, y como chavala, comencé a buscar en el pueblo quién podía darme más explicaciones. Por suerte había el Clan Intelectual de Chontales: Goyo Aguilar, Carlitos Molina, Memo Solís, Guillermo Rothschuh Tablada…, pero yo me le pegué más a Goyo, quien me fue dando más explicaciones.

Luego aparecieron algunos chavalos barberos, zapateros, interesados en formar un sindicato, pero no tenían dónde hacer las reuniones. Yo hice un trato con mi mamá, le dije: – ¿Usted no quiere que yo ande por mal camino? Entonces me dice: –No, si yo quiero lo mejor para vos. Entonces le digo: –Bueno, o me permite que aquí sean las reuniones o yo voy a las reuniones. Y fue así como comencé a participar en la organización y formación de los sindicatos. Al inicio no sabía que detrás del aspecto sindical estaban los partidos políticos.

Mónica: Más que sindicatos era una articulación de gremios, ¿no? Estás hablando de zapateros.

Gladys: Le pusimos Sindicato de Asuntos Varios, porque ahí lo que había eran oficios familiares: el padre con los hijos. Los zapateros y los barberos siempre tuvieron hábito de lectura, y discutían mucho mientras armaban los zapatos. Por mi parte, yo era modista, y de las buenas, porque comencé a coser desde los doce años.

Mónica: ¿Quién fue tu primer contacto? ¿Quién te habla del Frente Sandinista?

Gladys: Por medio de la formación de sindicatos ingreso al Partido Socialista y ahí obtengo una versión distorsionada sobre el Frente: locos, vagos, aventureros, pequeños burgueses, irracionales, etcétera.

Pero había otra cosa importante: se organizó una célula de la Juventud Patriótica Nicaragüense, que no era del Partido Socialista, y no encontraban quién les hiciera las banderas para irlas a poner en los palos más altos. Entonces recurren a mí, y yo preguntaba: – ¿Para qué puta sirve esto?

Porque cuando yo no estaba segura, preguntaba, y contradecía, y así fui aprendiendo, a garrotazo limpio. Mi escuela ha sido la escuela de la vida, la escuela de la terquedad. De esta manera ingreso a la Juventud Patriótica.

Después aparece Movilización Republicana, a la que también llego, a ver qué pasa. En Juigalpa yo tenía un historial de carceleadas, porque si llegaba un dirigente al pueblo, yo iba presa; si aparecía una papeleta, iba presa; lo que apareciera, iba presa. Me llegaban a traer en la mañana y me soltaban en la noche. Nunca dormía en la cárcel. Estaba en la lista de los sospechosos.

Había en Juigalpa un obrero que me compraba Orientación Popular, un periodiquito del Partido Socialista; y un día cayó enfermo y pidió que yo lo llegara a ver. Llegué y me dice: –Te quiero decir que tales y tales carceleadas que vos tuviste, son a nombre mío. ¿Cómo es esa mierda que a nombre tuyo? –respondo. –Es que esas cosas yo las hice, y vos fuiste la que caíste presa. Me dio a entender que tenía un vínculo con el Frente, pero no se atrevió a decírmelo; pero me plantea una cosa: – ¿Sos capaz de hacer lo que yo te pida? Si no se trata de algo malo, pues puedo hacerlo con el mayor gusto –le contesté. –Yo me muero, los médicos dicen que me muero, y quiero que en mi entierro me pongan una corona o un ramo de flores con una cinta que diga FSLN y una bandera roja y negra. –Mirá, hermano, yo sí te lo hago.

Efectivamente, a los pocos días murió, y yo llegué a la casa, que quedaba frente al Parque Palo Solo, y hablé primero con los padres: –Ustedes me mandaron a llamar hace dos días, y su hijo me pidió esto, y aquí lo traigo. Yo había hecho una almohada con flores de tela; le puse la bandera roja y negra, y las cuatro letras en blanco, y además llevé una bandera del Frente. La familia se hizo un rollo porque decían que era una provocación. Les dije que si no querían, yo no lo hacía, pero que en el camino yo iba a portar la bandera. De todos modos sabía que sería otra carceleada.

Mónica: ¿Y la llevaste?

Gladys: Y la llevé. Después surgieron los preparativos para el Congreso. Viajé de Juigalpa a Moscú, sin conocer Managua. Cuando llegué a Moscú, ya se había inaugurado el Congreso. Los nicas estaban esperando a ver quién llegaba. Yo llevaba un paquete para ellos. Me dijeron que si Oscar Turcios me abordaba, lo que me dijera, que por un oído me entrara y por el otro me saliera; pero eso me llamó la atención y se me quedó grabada la recomendación.

Cuando los compañeros me detectaron durante un receso, me preguntaron que de dónde era, entonces les dije que de Juigalpa, Chontales, y que llegaba en representación de la mujer nicaragüense. Les pregunté los nombres a todos, y no estaba Oscar Turcios “El Ronco”.

En la noche, en el hotel, me dijeron que me buscaba Oscar Turcios. Bajé rapidísimo y al verlo le digo: – ¿Vos sos Oscar Turcios, de veras? –Sí, yo soy Oscar Turcios. – ¿Y por qué los viejos me dijeron que no hablara con vos? Oscar se encargó de hacer citas por separado conmigo. “El Ronco” tenía a veces muy poca paciencia, pero sí la tuvo conmigo, y se lo agradezco, porque me enseñó lo que era el Frente Sandinista, una versión nueva que yo desconocía. Cuando nos despedimos me dio un informe sobre el Congreso para que lo entregara al Frente.

Con tanto que dijeron las mujeres de todas partes del mundo, me tenían aturdida. Era como que hubiera leído una gran cantidad de libros, y estaba ávida de conocer más. Me quedaron claras varias cosas: una, que yo sentía que había representado a la mujer nicaragüense, pero no a una organización de mujeres; dos, pude apreciar que la transformación del capitalismo al socialismo no se da por decreto.

Después del Congreso nos mandaron a diferentes partes, y a mí me tocó ir a Leningrado, con todas las que hablábamos español. En ese viaje, ya había ido a ver el mausoleo de Lenin. Como estaba reciente el triunfo de la Revolución Cubana, andábamos detrás de las cubanas preguntando tantas cosas. Y en la primera de bastos, como dicen los jugadores, cuando nos tocaba hablar en algún lugar, nos pusimos de acuerdo en que hablara la cubana en nombre de todas. Entonces me sorprendió, en la delegación, una compañera que todo el tiempo andaba vestida de militar, y a ella la escogieron para hablar. Y digo: –A la gran puta, ahora nos intoxica de guerra de guerrillas esta mujer. La mujer comienza a hablar de la Revolución de Octubre, de París, y de Sandino, dónde peleó Sandino, por qué peleó Sandino, etcétera. Le dedicó un gran espacio a Sandino, y además dejó a Nicaragua de penúltimo para terminar con Cuba, porque su esquema era terminar con el “Patria Libre o Morir; Patria o Muerte, Venceremos”, para hacer esa vinculación. Todo eso, para mí, es nuevecito. Es decir, yo tenía la versión de que Sandino era un bandolero. Entonces me quité la bandera de Nicaragua, me la metí a la bolsa, y pensaba ¡trágame tierra, pues, yo no conozco la historia de Nicaragua!

Mónica: Vos decías, me van a preguntar de Sandino, y yo no sé nada. Sabía más la cubana que vos.

Gladys: Además, me sucedió otra cosa peor todavía, porque había cosas de las que esta mujer estaba diciendo, que ya me las había dicho Oscar. Entonces pienso: Este hijueputa se puso de acuerdo con esta mujer para que dijera la misma cosa. Seguramente eran amigos. Cuando regreso de Leningrado, entonces sí ya vengo a oír a Oscar. Es decir, antes le oía y le contradecía; cualquier barbaridad le contradecía, cualquier cosa; pero ya cuando regreso, le pongo más atención. Incluso le conté lo que había escuchado, y él se ponía a reír, y me decía: –Es que efectivamente no es culpa tuya.

Mónica: De todo esto queda claro, Gladys, que nuestra integración era una integración crítica, es decir, con ansias de saber, de conocer, pero que además, había reflexión, estudio, porque teníamos que entender y comprender las cosas.

Jacinto: Hay que recordar el momento que se vivía en la Nicaragua de aquellos años, cuando si bien es cierto la lucha política había entrado en un receso, había un auge de la lucha social por varias razones que requieren un análisis histórico-económico. Por ejemplo, había zonas calientes, bravas, como en Chinandega, donde se dio la lucha por la tierra debido a la expansión del algodón; en Matagalpa, por la expansión de la frontera agrícola por el cultivo del café.

En 1963, por ejemplo, escapé de ser asesinado por Juan Ángel López. Llegamos a una reunión a Chinandega y la Guardia llegó al lugar, pero por equivocación. ¿Qué es lo que pasaba en Chinandega? Que los terratenientes se pusieron de acuerdo con el comandante departamental, Juan Ángel López, para acabar con todos los sindicalistas de la zona. ¿Qué es lo que pasaba en Matagalpa? Que la expansión de la frontera agrícola chocaba con la gente que se había establecido como colonos, sin títulos de propiedad, y que eran empujados hacia el centro de la montaña, por geófagos vinculados al somocismo. ¿Qué es lo que sucedía a comienzos de 1960? El surgimiento de la clase obrera como sujeto social y económico en Nicaragua. Lo que ocurre es que baja la lucha política anti-somocista pero sube el movimiento social, y eso es lo que le permite al Frente Sandinista enraizarse en ese movimiento.

Hay un hecho histórico que es cierto: en la década de 1960 las marchas campesinas, y las luchas campesinas, al menos del Norte, eran fruto del trabajo del Frente Sandinista, el cual, como no tenía una expresión legal, pública, jurídica, orienta a la gente que se le pegue a la Comisión Nacional Campesina, porque en esas montañas de Matagalpa, al que entraba lo mataban. En Chinandega, al que entraba lo mataban. Entonces, sólo entrabas clandestinamente.

En la Comisión Nacional Campesina había un equipo de compañeros: el legendario “Pablo Úbeda” Rigoberto Cruz, Carlos Reyna, William Fuerte, y otros que vivían y trabajaban en la zona campesina desde antes de la guerrilla de Bocay. Esa gente tenía años de estar trabajando.

Gladys: Yo estuve en la etapa en que analizamos profundamente el foquismo y la necesidad de cambiar a la lucha insurreccional que vinculara a la ciudad con el campo. Es lo que yo conocí en 1964, y le correspondió a Rigoberto Cruz, ir abriendo brechas nuevamente hacia la montaña.

Yo conversaba mucho con Rigoberto, para mí era como el propagandista graduado nato. Decía que cuando incursionó a la montaña, lejos de ir con el mote de doctor, llevó en sus alforjas pastillas y purgantes para los chavalos barrigones del campo, y se presentó como curandero, y así se fue haciendo brecha. Además de ser curandero era comprador de ganado y de cerdos, pero sin reales.

Mónica: ¿Le daban fiado?

Gladys: No, les ofrecía comprar a precios completamente bajos y ningún campesino es baboso. No le vendían los animales.

Mónica: Entonces, nunca compraba pero él decía que era comerciante. Los campesinos le decían: – ¡No jodás, muy barato estás ofreciendo! Andaba como Víctor Tirado, quien también anduvo comprando y vendiendo chanchos, pero de mentiras.

Gladys: Así comenzó a abrir brecha, a conocer a los Capitanes de Cañada y los Jueces de Mesta, que eran lo peor de la Guardia. Eran los encargados de vigilar metro a metro en el monte.

Mónica: Obviamente, en aquel entonces lo que se tenía que hacer era concientizar al campesino, como decían los vietnamitas. La divisa de Ho Chi Minh era “despertar al pueblo dormido, concientizar al pueblo despierto, organizar al pueblo concientizado, armar al pueblo organizado y conducir con ellos la lucha hasta la victoria”. Y obviamente, todo esto sólo se podía hacer llegando directamente donde el campesino, que es lo que vos estás contando.

Gladys: Es que los campesinos ya estaban despiertos. En 1964, ya estaban despiertos. Había sindicatos fuertes en el campo, líderes campesinos, y también los sobrevivientes de la lucha de Sandino y muchos descendientes de la generación de Sandino. Eso también lo fue descubriendo Rigoberto poco a poco. Pero buscaba además a los agüeristas. Fueron encontrando y seleccionando a los sobrevivientes de Sandino.

Mónica: Efectivamente, ya había gente despierta. ¿Por qué? Por la propia realidad. No es lo mismo que vos le digás al campesino que hay una dictadura, a que ellos la sientan en carne propia.

Gladys: Además, la miseria, el hambre, la quema de ranchos, las torturas, los desaparecidos, eso era un caldo latente.

Jacinto: Rigoberto Cruz tenía una gran red organizada y llegó hasta Matagalpa, porque ahí tenía base social. Todas esas marchas campesinas que venían del Norte y que aparecían como del Partido Socialista, era realmente un trabajo de estos compañeros del Frente Sandinista.

Es decir, es otro momento de la historia. Hay una explosión del movimiento social, un crecimiento, y están soplando también los aires de la Revolución Cubana. La lucha social va adelante de la lucha política; porque los partidos prácticamente estaban en receso de la lucha anti-somocista.

En esos años, el Frente Sandinista está en receso guerrillero, pero no está en receso de lucha social. Esto es lo que salva el trecho entre Bocay y Pancasán, y lo que le da la raíz social al Frente Sandinista para ser lo que fue después; fue sembrado en esos años, porque en todas esas montañas, en todos esos lugares, quedó una raíz que todavía no se extingue.

Como cosas curiosas de la vida, yo me metí clandestinamente en contra de la Comisión Nacional Campesina, a trabajar en las zonas campesinas del Pacífico de Nicaragua. Nos metimos en las zonas de Carazo y Chinandega. Después del triunfo fui a ver a unas de esas personas y me confirmaron que de ahí salieron las raíces de la ATC (Asociación de Trabajadores del Campo). Allí Pikín Guerrero encontró a la gente que nosotros habíamos trabajado en la década de 1960. Esa lucha social de los años 1960 le dio la raíz necesaria al Frente, porque en 1967 el Frente Sandinista aparece ya como una opción ante el somocismo.

Después de Pancasán y de la traición de Agüero, aparece como la gran bandera del anti-somocismo, con una inmensa raíz popular que se observa, por ejemplo, en los muertos de Pancasán. ¿Quiénes ahí no son trabajadores o gente de extracción de clase, digamos proletaria, o de origen proletario? Sólo Silvio Mayorga y Oscar Danilo Rosales. De ahí, el resto, eran obreros y proletario como Carlos Tinoco, estibador de Corinto. ¡Casi todos ellos son así!

Oyente: Pregunto si Selim Schibles se suicidó.

Otra Oyente: Soy una joven sandinista del barrio Selim Schibles y quiero aprovechar la oportunidad para que el compañero Jacinto Suárez nos narre a los jóvenes de nuestro barrio y de toda Nicaragua, cómo fue la caída del guerrillero urbano Luis Selim Schibles Sandoval.

Jacinto: Selim murió a causa del disparo de un celador de una fábrica cercana a La Perfecta. A nosotros nos atacaron los celadores con fusilería.

Mónica: Sería bueno que contaras por qué se hacían esos asaltos.

Jacinto: Se asaltaba para buscar dinero para la guerrilla de Pancasán, que estaba en pleno desarrollo. Esos fueron años locos. Recuerdo, por ejemplo, el asalto a la sorbetería Lacmiel; después se asaltó al Eskimo. Sacaron una caricatura de los guerrilleros comiendo sorbete. ¿Qué pasó cuando el asalto a Lacmiel? Se fueron y cayeron sobre el lugar sin mayor información, y había un montón de vendedores de sorbetes, y se armó un relajo, y una tiradera. Nadie salió herido, pero tampoco se llevaron ni un centavo.

¿Qué pasó cuando el asalto a La Perfecta? En los días previos al asalto, estuvimos en una casa en una colonia militar, por el Aeropuerto Xolotlán. Oscar Danilo Rosales se había ido a la montaña y había llevado antibióticos, medicinas y otras cosas. Aquí no había quedado ni un centavo para nada. En esos días desertó Axel Somarriba y lo capturaron. Como la Guardia no había podido capturar a nadie en mucho tiempo, lo presentaron con bombos y platillos, con son de victoria. Nosotros previmos las declaraciones derrotistas que daría Axel.

A la casa de seguridad llegó Rolando Roque, que también fue traidor, y hasta colaborador de la Guardia, pero eso es otra historia. Llegó también Daniel Ortega y varios más. Nos dijeron que había que dar otro golpe para cambiar la situación. La red de información que trabajaba en Managua estaba dirigida por David Tejada Peralta, oficial de la Guardia, pero también entrenador militar de un chavalero del Frente. Nos enseñaba arme y desarme con un fusil Garand que lo sacaba de un cuartel de la Guardia Nacional.

David había salido de la Guardia, le habían dado de baja en días anteriores a Pancasán. Tenía un tiro en una rótula que le impedía participar en la lucha guerrillera, pero se quedó en Managua como jefe de información; y nos había pasado los planos de La Perfecta, pensando en la posibilidad de un operativo.

Cuando llegamos a La Perfecta, estaban en el cambio de turno de entrada y de salida de los celadores y los camioneros. Había una gran cantidad de personas y se armó una gran balacera; cayó un poste de luz sobre el carro y tuvimos que abandonarlo; y el muchacho que estaba manejando el taxi se puso nervioso y no podía arrancar.

Mónica: ¿Quiénes eran los que formaban el comando?

Jacinto: Éramos cuatro: Manuel Rivas Vallecillo, Selim Schibles Sandoval, Humberto Catún Sandoval y yo. En medio de la huida, en lugares que entonces eran potreros, se armó una tirazón entre los grupos de celadores, a los que se sumó una patrulla de la Guardia, que en ese momento iba pasando. ¿Por qué me capturan?, porque no conozco tan bien el lugar. Manuel Rivas sí lo conocía, porque era de esa zona y sabía que había un cauce; entonces se mete en el cauce y se va. Yo me quedo perdido entre esos potreros y me capturan, pero en el tiroteo ya había muerto Selim, y Catún salió herido.

Mónica: A Humberto Catún le decían “Plastiquito”.

Jacinto: Fue porque le tuvieron que poner el intestino de plástico, después que resultó herido.

Mónica: Leonel Rugama dice en su poema Como los santos: “¿Conociste a Selim? ¿Sabías que vergueó a un Guardia de la Seguridad en la propia oficina de la Seguridad? Si no sabías eso, ¡no conociste a Selim!”. ¿Es verdad eso?

Jacinto: Es absolutamente cierto. Mirá, es que hay que recordar una cosa. En aquellos años, la Guardia tenía mucha prepotencia. Entonces golpeaban a la gente sin estar amarrada ni encapuchada. Después te esposaban, te encapuchaban, porque ya te tenían miedo. A partir de ese incidente de Selim, comenzaron a esposar a los presos.

De puro coraje derribó al famoso Gonzalo Lacayo, que estaba golpeándolo como un cualquiera. Entonces, de repente, montó en cólera y se lanzó sobre él, a golpearlo. Porque ellos estaban acostumbrados a que, como te está golpeando la Guardia, entonces vos no hacías nada, pues le tenías miedo.

A partir de eso, comenzaron a esposar o amarrar a la gente para golpearla, para que no volviera a suceder lo que les había pasado con Selim, en una de las tantas carceleadas; porque Selim tuvo varias carceleadas y varias sesiones de tortura bastante fuertes. Esa historia de Leonel Rugama es absoluta y totalmente cierta. No es ninguna leyenda.

Gladys: A nadie se le hubiera ocurrido que una casa clandestina del Frente Sandinista estuviera en una colonia militar. ¡Así era esa casa!, que daba culillo, efectivamente. A mí me llevaron a esa casa y estaba sin gente, y me dejaron ahí.

Me dijeron: –Bueno, aquí vas a vivir, van a venir unos compañeros. Cuando fui a revisar la casa, me di cuenta que ahí había de todo, armas y hasta explosivos, porque parece que ahí estaban concentrando las últimas cosas para Pancasán. Incluso, muchas de las cosas que yo había comprado las miré en esa casa. Llegaron compañeros a hacer reuniones y todo; pero un día amanecieron con un compañero que le decían “Mustafá”. Ese es el seudónimo del Selim que yo conocí.

Jacinto: Yo conocía a un compañero que usaba ese mismo seudónimo: Gustavo Adolfo Vargas Escobar, quien participó en el ajusticiamiento de Gonzalo Lacayo.

Gladys: Entonces, a mí me lo presentan: –Este es “Mustafá”, se va a quedar aquí con vos; tenés una gran responsabilidad, este hombre no puede sacar ni la nariz a la sala, mucho menos salir a la calle. Nosotros hablamos y conversamos bastante. Al día siguiente, por cuenta, pensó que yo, como mujer, iba a hacer todas las cosas de la casa, y que él se dedicaría a lo que tenía que hacer.

Yo me levanté y le golpeé la puerta diciendo: – ¡Bueno, entre los dos vamos a hacer las cosas! Pero nada que se levantaba; entonces abrí y le dije: –Mire, ¿y usted qué piensa, que vino aquí a dormir?

Fue divertido porque no nos peleamos, no discutimos, pero nadie daba su brazo a torcer. Como a las once de la mañana pregunta: – ¿Ya desayunaste? Yo, sí –le digo. –Pero ni siquiera te oí en la cocina. –Fácil, bebí leche con pan; ahí está la tuya, andá buscala. Pero bueno, yo me imaginaba que vos sabés cocinar –me dijo. Ah, no, te jodiste, yo no sé cocinar –le contesté.

Y les cuento que fue muy bueno que hayamos aclarado las cosas desde el primer día, porque saboreé una comida riquísima. Ese día almorzamos como a las tres de la tarde. Todo habían comprado, ya venía todo listo, pero nadie preparaba la comida, ni él ni yo. Entonces, como a las dos de la tarde, dice: –Bueno, yo no voy a aguantar hambre. Y yo me dije, voy a esperar que cocine sólo para él. Pero no, demostró que efectivamente éramos hermanos y cocinó una comida riquísima, pero no creía que yo no sabía cocinar; entonces acordamos que yo haría la limpieza y él cocinaba.

¿Sabés armar bombas? –me preguntó. –Qué voy a saber ni mierda. – ¿Y así estás aquí?, qué fuerte que sos. Pues, sí –le digo. Porque yo me andaba asomando en todo lo que él hacía. –No, no, aquí no podés estar vos en estas condiciones. Y me comenzó a enseñar. Pero un día me dice que no puede cocinar porque tiene mucho qué hacer, y acepto cocinar, pero el arroz me quedó horroroso. Entonces vino él, agarró unas latas que estaban en la basura, les abrió hoyos, echó el arroz y lo enterró en el patio de la casa. – ¿Qué estás haciendo? Enterrando una bomba que vos hiciste –me dijo.

“Mustafá” era un joven muy disciplinado y siempre andaba con su arma preparada. El tiempo pasaba y un día me dice que tiene que ir a hacer un volado. No –le digo, porque tengo órdenes de no dejarte salir. Discutimos y al fin cumplió la orden de quedarse en la casa. En ese tiempo yo ya había parido, entonces me puse a pensar: hombre, mirá vos, es chavalo, hay una convivencia en una casa, y digo, ¿el problema de este hombre no será otra cosa?

Mónica: Vos creías que iba a buscar su mujercita.

Gladys: Por supuesto, hombre, y de pronto yo no le doy a entender eso, sino que le digo: –Mirá, yo te puedo permitir que salgás, si venís cronometrado en tanto tiempo. Entonces él puso una cara de felicidad, y me dice que sí, y yo de irresponsable. Pero esas horas que él pasó afuera, yo estuve pegada a la puerta y al radio; cuando de repente escucho el piripipí de la radio informando que, en la gasolinera que estaba frente a la Confederación General de Trabajadores, un solo hombre, con una bomba molotov en la mano, tenía parqueada a la Policía, con la amenaza de que si lo agarraban, se destruiría todo el barrio, porque haría explotar la gasolinera. A mí no me quedó la menor duda de que era él. Es decir, el arrojo, además la inteligencia y lo veloz. Efectivamente, no lo capturaron y llegó a la casa.

Mónica: ¿Antes del tiempo estipulado?

Gladys: No, después del tiempo estipulado, y en cuanto llegó le digo: –Mirá hijueputa, yo acabo de oír en la radio esto y esto. Y él de lo más tranquilo, en carcajada limpia. –Pero aquí estoy, yo ya cumplí. Además, estaba feliz, feliz, pero con tan mala suerte, que como a los dos o tres días me dice que no usáramos el mismo inodoro. –No jodás, ¿te pegaron? No te pegó la Guardia y te pegó una mujer, ¡jodido!

Mónica: Cuéntennos ahora de los preparativos de Pancasán, porque según la información que tengo, los dos estuvieron en esas tareas.

Jacinto: A comienzos de 1966, Carlos Fonseca ya está de vuelta en Nicaragua, el Frente Sandinista se replantea retomar la lucha armada, y se escoge Pancasán, porque esa zona de Fila Grande, la parte de la serranía céntrica de Nicaragua, era una zona productiva, con población campesina que incide en la economía nacional y con mucha comunicación con todo el país. Y con el ingrediente importante de que era una zona trabajada por “Pablo Úbeda”, el trabajo de él venía desde las minas hasta los alrededores de Matagalpa. Existía una enorme red de campesinos colaboradores, y de gente organizada, como Bernardino Díaz Ochoa y muchísimos campesinos menos conocidos.

Se plantea que los cuadros que hemos estado en la lucha social en esos años, debemos ir a la lucha armada, y comienza a salir gente a preparase al extranjero, a Cuba, donde se reabren las escuelas guerrilleras. Hay nombres que nosotros no hemos mencionado, de compañeros que participaron en esa jornada, pero que a la hora de decir que se volvían guerrilleros, se fueron del FSLN.

Ya teníamos presencia en el movimiento estudiantil, ya tenemos un Frente Estudiantil Revolucionario bajo nuestro control, tenemos un periódico, y vamos configurando un pequeño destacamento de estudiantes, sumado al trabajo de la ciudad, y tenemos varios núcleos urbanos en León, Estelí, Chinandega, Matagalpa, Managua, Masaya, Carazo. Hay una estructura que puede soportar la lucha guerrillera.

Entonces ahí se plantea hacia dónde va cada uno y comenzó la distribución de los cuadros. El peso de la organización de la guerrilla de Pancasán cae sobre los hombros de Silvio Mayorga Delgado. Él es quien hace la logística, hace todo. Por lo menos a mí es quien me plantea todo. Me dijo: –Hombré, vamos a hacer esto. ¿Estás dispuesto a pasar a otra etapa? Era una manera de hacer un inventario de recursos humanos. No se plantea que todo mundo se vaya a la guerrilla, sino dejar presencia en el movimiento social y en el movimiento estudiantil. ¿Qué pasa? La represión de 1967 barrió prácticamente con toda la presencia sandinista. Yo creo que ese año, todo el que tuviera un medio colorcito de sandinista, fue a parar a la cárcel. Gladys y yo vivimos la represión después del ajusticiamiento de Gonzalo Lacayo y del asesinato de Casimiro Sotelo y de los compañeros del barrio Monseñor Lezcano. ¡Ahí estaba presa medio Nicaragua! Alguien decía que esa represión de 1967 fue más cruda y más bestial que la de 1956.

¡Las cosas que yo viví, y la Gladys también! Para entonces yo ya estaba preso, pero me volvieron a llevar a la Seguridad Nacional, para re interrogarme, para encerrarme con los cadáveres de los compañeros de Monseñor Lezcano1, porque tenían la certeza que poseía información que no había suministrado, lo cual, efectivamente, era cierto. Ahí estaba preso Constantino Tino Pereira y me acuerdo que yo oía que decían: –Cómasela, cómasela, abrí las tapas hijueputa. ¿Y qué era?, que le estaban metiendo una cucaracha en la boca.

Mónica: ¡Qué horror! ¡Comerse una cucaracha es la peor tortura que puede existir!

Jacinto: Entonces ahí estaba preso: el Partido Socialista, los sandinistas, ahí cayó preso medio mundo y también fue una prueba muy importante.

Mónica: Pero estás hablando de la represión que se desata después de Pancasán.

Jacinto: Exacto. La represión fue muy dura porque después de Pancasán fue ajusticiado Gonzalo Lacayo. Querían hacer desaparecer al Frente Sandinista. Esa represión fue feroz, pero nos dio más fuerza política y más fuerza moral ante la población, que es lo que no calculaba la dictadura. Por ejemplo, el crimen de Casimiro Sotelo conmovió a este país, Pancasán conmovió a este país, la caída de Selim conmovió a este país.

Me acuerdo que me llevaron a carear con la Gladys. ¿Vos conoces a esta mujer? –me preguntan. –En mi vida la he visto. Y le dicen a la Gladys: – ¿Vos conocés a este cabrón? Yo no sé quién es –dice. Por supuesto que nos conocíamos de las luchas sociales y de las luchas campesinas.

Para mí hay dos apuestas fuertes que hace la dictadura para desaparecernos. En 1967, y después del 27 de diciembre de 1974. Se empeñan en borrarnos de la faz de la tierra. Ahí tuve el privilegio y el honor de conocer en las cárceles de la dictadura al Chigüín, Anastasio Somoza Portocarrero, visitando presos, siendo un niño casi, ¡el cabrón!

Gladys: Yo ya había estado presa cuando la marcha campesina. Me capturaron y estuve presa, y pasé ocho días en huelga de hambre. Habíamos participado en una gran marcha a pie, desde Juigalpa hasta Managua, para denunciar las barbaridades que el gobierno somocista hacía a los campesinos. Fue una marcha nacional.

Mónica: Volvamos a los preparativos de Pancasán. Tomás Borge dice en La Paciente Impaciencia: “Gladys Báez estaba en una casa de seguridad en Managua, con Selim Schibles, cuando se le ordenó incorporarse a la guerrilla. Le acompañaron Daniel Ortega, quien estuvo cuatro veces en Fila Grande y Pancasán, compartiendo el oficio de guerrillero urbano con el de guerrillero rural; Efraín Sánchez, Víctor Guillén “Eulalio”, y “Chico Chiquito”.

Tomás también cuenta un accidente en el traslado, y lo hace de manera divertida: “Por falla mecánica, pericada o porque iba demasiado cargado, en un lugar donde la primitiva carretera penetraba en la montaña, en una inclinada geometría, el jeep inició un retroceso, al principio lento, luego más rápido, más. ¡Metele el freno! ¡No funciona!; ¡Echale la doble! ¿Qué doble? ¡Si no tiene! ¡Enrollate a la izquierda! ¡Eso es lo que hago! ¡A la derecha hermano!” Cayeron al vacío, dice.

Gladys: Quiero decirte que en la casa de seguridad, el que más se movía, el que parecía hacendado, era Efraín Sánchez. Yo había estado haciendo compras en diferentes lugares, y dejando cosas en diferentes lugares, lo que me hacía pensar que todo eso se iba ocupar en la montaña; pero no pensé que yo iba a estar metida de lleno. Sin embargo, cuando se me planteó integrarme de tiempo completo, yo ya tenía dos hijos, y una madre semi inválida. Entonces pedí hablar con Carlos Fonseca, porque yo no me quería morir sin antes conocerlo.

Jacinto: Carlos era un mito.

Gladys: Pero era una cosa increíble. Le conocías por todo lo que decía el enemigo, y le conocías por todo lo que los compañeros contaban de él, pero vos tenías una ansiedad de conocerlo; y yo dije que si me iba a dedicar tiempo a completo, seguro el 99.99 por ciento es de muerte, por lo tanto, no me podía morir sin antes conocer a Carlos.

Después, cada vez que me citaban a un contacto, resultaba que no era Carlos. Llegó un momento en que me dije, bueno, hijuelagranputa, ¿qué tengo que hacer para conocer a Carlos? Pero llegó un momento que sí pues, que me dijeron: –Montate y no mirés para atrás. Pero yo miré para atrás, por el espejo retrovisor y ¡qué felicidad!: Era Carlos.

Mónica: ¿Le viste los ojos azules?

Gladys: Tanto como el color de los ojos, no; pero sí los anteojos culo de botella, además la estatura y una serie de cosas que inmediatamente te dabas cuenta que era él. Era una cosa impactante. El vehículo seguía corriendo y nadie hablaba, pero de repente él me comienza a preguntar por mis hijos. ¿Por mis hijos?, digo yo.

Mónica: Qué humano, ¿verdad?

Gladys: Pero es que yo iba pensando, a la gran puta, o me llamaron para felicitarme por algo bueno que hice, o para castigarme por algo malo que hice, o para expulsarme; pero por mí se jodieron, porque soy yo la que decido. Creo que de repente me puse como a la defensiva, sin esperar de dónde venían las cosas. Sin embargo, todo se me cayó, porque lo primero que hizo fue preguntarme por mis hijos, que si era cierto que tenía dos hijos, que si era cierto que el padre de mis hijos era irresponsable, que si era cierto que mi madre era semi-inválida.

Mónica: ¿Y era cierto que era irresponsable?

Gladys: Si, era un borracho. Cuando yo le dije que sí, me dijo: – ¿Y vos no crees que también sos irresponsable? –No, fíjese que no, porque yo estoy pendiente de mis hijos, porque además mi madre es la abuela de todo el barrio, y mis hijos se pueden quedar sin comer estando conmigo, pero nunca estando con mi madre.

Entonces pedí que me dieran quince días para ser la mejor hija y la mejor madre, y me dieron un mes. Y en ese mes fui la mejor hija y la mejor madre, y hasta le dejé un poema a mi madre, que ahora que lo veo digo, ¡que bárbara! Yo lo hice pensando en prepararla para cuando le dieran la noticia de mi muerte, pero fui muy cruda; aunque le debe de haber servido a mi madre para fortalecerse y entender mi decisión. Entonces fue cuando ya me vine directamente a terminar de hacer lo que tenía que hacer, y meterme a esa casa.

Mónica: ¿Qué hiciste cuando llegaste a la guerrilla?

Gladys: Todas las cosas que había en esa casa se fueron para la montaña conmigo, además, yo llevaba el informe de la ciudad al monte, y se me ocurrió ponérmelo en la barriga envuelto en plástico para que no se deshiciera. Y eso me sirvió de mucho porque aparentaba ser una mujer panzona. A la salida de Managua, la Guardia estaba parando los vehículos y, de repente, miramos un vehículo que venía a toda mierda detrás de nosotros y “Payín”, Efraín Sánchez Sancho, que era el conductor, también salió tirado; pero se fija y se parquea, porque era Selim el que venía. Me traía unas botitas que se me habían quedado y me dio las últimas recomendaciones.

Mónica: Él te había preparado un poco en explosivos, en arme y desarme.

Gladys: Sí, pero sobre todo en fortaleza moral, porque él sabía que no había mujeres en la guerrilla y sabía que así como habíamos tenido discusiones fuertes, así también podían pasar muchas cosas. Pero resulta que había una gran fila donde estaba registrando la Guardia, y entonces se me ocurre bajarme y decirle al señor guardia que nos vaya a registrar porque yo ando panzona, y que ya no aguanto.

El guardia llegó a registrar el vehículo. Yo le pido al guardia que por favor sea rápido porque ya no aguanto. Nosotros llevamos armas metidas en escobas y en los botes de pintura iban los tiros. Entonces el guardia sólo vio y preguntó: – ¿Y ustedes para dónde van? Para Washington –le digo, pero yo no sabía que existía una hacienda que se llamaba así. Pero “Payín” le dice: –Para Washington, yo soy el dueño de la Washington. Entonces, va de viaje –dice el guardia. Y pasamos. Pero después, en una gasolinera, nos tuvimos que parquear, porque le faltaba agua al radiador y se estaba quemando el dichoso chunche, y ahí me doy cuenta que el vehículo destartalado no servía para nada.

El tercer incidente es ese que cuenta Tomás. Después de ese trágico accidente, una gente se regresó, se trajeron a “Chico Chiquito”, porque tenía ocho heridas en un brazo, y yo me quedé con “Eulalio”, quien tenía un hoyo en una pierna. No podía caminar, pero nosotros decidimos que, como no le había tocado el hueso, no era grave. La gente que baja a la ciudad informa que nos quedamos en el monte con todas las cosas, pero en realidad nosotros nos tuvimos que salir de esa zona. Eso fue a finales de marzo de 1967.

Mónica: ¿Qué tareas realizaste en la montaña?

Gladys: En principio ya los compañeros estaban advertidos de que yo no iba a cocinar ni a lavar, sino que me consideraba una militante con iguales derechos e iguales obligaciones. Además, que necesitaba aportar igual que ellos, pero fue difícil aceptar. Quiero hablar un poco de Silvio Mayorga, porque nosotros pasamos más de un mes perdidos en la montaña con “Eulalio”, y cargando las cosas que logramos recuperar del jeep accidentado.

Silvio Mayorga nos pasó al otro lado, porque nosotros mandábamos todos los días a ver qué hacía la Guardia. Por suerte el jeep quedó en un abismo y la Guardia dijo: –Aquí, si hubo gente, se la comieron los zopilotes. O sea no profundizaron, no fueron a ver marca ni nada; pero aun así nosotros tomamos precauciones, y unos sindicalistas que conocía “Eulalio” nos llevaron a donde una familia, más al centro de la montaña.

Después de estar perdidos casi un mes, nos dieron por muertos o por desaparecidos. Nuestro objetivo era evadir los encuentros con la Guardia y luego acercarnos lo más que pudiéramos al lugar. Hubo euforia cuando llegamos a la hacienda La Washington. “Eulalio” se desplazó a encontrar contacto, y después fue a buscarme para ir al campamento guerrillero, donde hubo una alegría increíble de parte de los compañeros, que hasta pusieron los fusiles en forma de arco para que pasáramos.

Mónica: “Eulalio” es un dirigente campesino excepcional. Su primera misión, ya incorporado al Frente, fue recibir unos sacos con armas, que habían enterrado después de la guerrilla de El Patuca. Se decepcionó porque las armas eran muy viejas, pero no le dijo a nadie para no desanimar a los otros campesinos.

Gladys: Incluso hay una anécdota sobre eso. La mascota de la guerrilla era el Chelito Moreno, quien tenía como seudónimo “Hernán”. Cuando vio una de las armas, le dijeron que la había usado Julio Alonso Leclaire; entonces él cargaba esa arma. La culata del Springfield2 había sido hecha por los campesinos en madera tosca y pesaba como todos los diablos. Sin embargo, él la cargaba por la mística que tenía. Además, dijo, con esta arma le voy a quitar un Gárand a la Guardia; hasta que encuentre el Gárand, yo dejo esta arma. Por el valor que significaba un fusil que había usado Julio Alonso. Y vos sabés que en camino largo, hasta el sombrero pesa; sin embargo, el Chelito Moreno también cargaba libros para leer y enseñar a leer. Eso era increíble.

En ese tiempo Silvio estaba muy enfermo. Estaba en una hamaca con paratifoidea, y resulta que yo llevaba una pomada que hacía la mamá de Silvio, para los muchachos, y no se imaginó que quien iba a usarla era su propio hijo. Era una mezcolanza de una serie de mejunjes con mentholato, pero ella decía que era bueno para todo y, efectivamente, servía.

Mónica: Sandino tuvo mujeres en la guerrilla, y creo que es entendible, por la naturaleza de su organización. Sandino logró hacer un ejército de campesinos, y tuvo territorios bajo su control. Pero si uno analiza los movimientos de la década de 1950, ninguno incorporó a la mujer: Raudales, la guerrilla de El Chaparral, la Columna 15 de septiembre, el Frente Revolucionario Sandino, la guerrilla de El Patuca. Ninguno llevó mujeres. Pancasán fue la guerrilla en la que por primera vez se incorporó una mujer, y era Gladys.

Gladys: Yo llevaba en mi mente el reto de que de mí dependería la integración de más mujeres a la montaña. Entonces, todas las peripecias y demás cosas, si las pasaba bien, iba a provocar que hubiera más participación. En la montaña, la jodarria de los compañeros era que yo no servía para nada, que la Guardia nos iba a matar porque yo no podía caminar al paso del mejor.

Una madrugada, cuando apenas comenzábamos a poner las hamacas calientes en medio de tanto frío, nos levantaron, porque dos campesinos se habían ido y había que abandonar el campamento. Dieron la orden de salir, y que había que dejar limpio el campamento. Aquello era todo un ajetreo. Cuando está todo listo, y estamos en formación, se paran frente a nosotros Carlos Fonseca y Silvio Mayorga, y nos dicen que era la oportunidad de que el que no creyera en el triunfo, el que tuviera problemas familiares, debilidades o miedos, que era normal tenerlos, que diera un paso al frente. Hay gente que dice, yo nunca tuve miedo. Pero era normal tener miedo.

Hubo silencio total y pensé, todos dicen que la que me voy soy yo. A lo mejor yo me quería ir y estaba tratando de justificar. Pasó el tiempo estipulado, y miré a Carlos gotear lágrimas de emoción. Nadie se iba.

Cuando ordenaron romper filas, comenzó de nuevo la jodedera, y alguien afirmó: – ¡Era la “Adelita” -mi seudónimo- la que se iba! ¡Yo la miré levantar el pie y lo volvió a poner en el mismo punto! Se me comenzó a subir el mal humor que me caracteriza y les digo: – ¿Cuál es? si yo, al venir aquí, sabía a lo que venía. Pero cuando Carlos vio que la discusión se calentaba, dijo: –Nosotros estábamos frente a ustedes mirando la reacción de todos y, ¿saben qué pasó?, que nadie se fue porque ella no se fue.

Mónica: Si vos te ibas, tal vez se rajaban otros. Como decía la consigna, “cuando una mujer avanza, ningún hombre retrocede”. ¿Cómo saliste de Pancasán? Sabemos que se dieron una serie de encuentros, algunos fortuitos, pero ¿cómo es que bajás de ahí?

Gladys: Resulta que me encuentro con Oscar Danilo Rosales y con Oscar Turcios, pero yo estaba muy enferma, con paratifoidea y otros parásitos; y Oscar Danilo plantea que me saquen, porque de lo contrario, en esas condiciones no voy a poder. Es decir, ya habían pasado algunas escaramuzas, antes de los combates, pero ya la Guardia estaba entrando de lleno.

Mónica: Se nos acabó el tiempo, en dos minutos, ¿qué le dicen ahora a la juventud nicaragüense?

Jacinto: Sobre la tumba de Silvio Mayorga está escrito: “La Revolución es como un tren en marcha”, y me acordé que en aquellos años hablábamos que nosotros éramos como la locomotora que va arrancando, y que después se irían sumando vagones y vagones, y más vagones y que, en el último vagón, se colgarían los que nunca habían querido participar, pero que al final la revolución iba a triunfar.

Al cabo de los años me doy cuenta de que realmente esa locomotora arrancó y se fueron sumando y sumando vagones, pero el último vagón fue el primero que se desprendió; y así se han ido desprendiendo unos cuantos vagones después de tantos y tantos años. De lo que sí tengo certeza es que el vagón inicial, el de esa gente proletaria, pobre, paupérrima, es el Frente Sandinista, que ha sido su bandera, ha sido su escudo, ha sido su partido. Esos siguen montados en el tren, esos nunca se han bajado. Pienso que después del tayacán mayor, Carlos Fonseca, la segunda figura representativa del FSLN es Silvio Mayorga.

Pienso que Silvio no tuvo tiempo de escribir, de elaborar mucho y de proponer. Incluso, la salida de Carlos Fonseca a Costa Rica, en 1969, es pensando en eso: que se escribiera, que se propusiera, que se generara un pensamiento sandinista. El tiempo no le dio la oportunidad a Silvio para hacer esto, pero la segunda figura venerable y respetable en la historia del Frente Sandinista, es Silvio Mayorga Delgado.

Mónica: Gladys, tu pensamiento para la juventud.

Gladys: A Silvio le tocó enseñarme a caminar en la montaña y a orientarme, y en un receso le pregunté: –Dígame, para usted ¿qué cosa es la Revolución?, y no lo que dicen los libros y los grandes pensadores, sino, así, sencillamente. Y efectivamente eso fue lo que me dijo: –La Revolución es como un tren en marcha. Eso es lo que dice el mausoleo donde están los restos de Silvio.

Quiero decirle a la juventud de Nicaragua, al pueblo nicaragüense, a los obreros, a los campesinos, a los estudiantes, que yo quisiera que esta Revolución se siga nutriendo de esa juventud, se siga nutriendo de esa clase trabajadora, se siga nutriendo de ese pensamiento revolucionario, de ese conglomerado de valores revolucionarios, y que sigamos adelante; que tengamos fe y esperanza en el futuro, que el futuro es nuestro y que, en definitiva, sólo el Frente Sandinista de Liberación Nacional puede darnos a todos y a todas lo que anhelamos.



31 de julio de 1999





Notas


1 El dirigente estudiantil y miembro de la Dirección Nacional del FSLN, Casimiro Sotelo, y los compañeros Hugo Medina, Edmundo Pérez y Roberto Amaya habían sido capturados en el barrio Monseñor Lezcano. Luego fueron torturados y asesinados por la Guardia Nacional en Managua, el 4 de noviembre de 1967.

2 El Springfield es un fusil de cerrojo de fabricación norteamericana, similar al Máuser de fabricación alemana. Fue usado por el ejército norteamericano en la Primera Guerra Mundial y lo portaban los marines norteamericanos en su lucha contra Sandino.

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