Memorias de la lucha Sandinista

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Vivimos la emoción de alcanzar la utopía

Nadine Lacayo Renner


Nadine Lacayo Renner nace en Granada el 10 de octubre del 1956, hija de María Auxiliadora Renner Estrada y Arles Manuel Lacayo Mc Rea. Se bachillera en el Colegio Francés de Managua. Estudiando secundaria inician sus inquietudes políticas. Se integra al Movimiento Cristiano Revolucionario (MCR) y en 1976 es reclutada oficialmente para el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).

Comienza estudios de Sociología en la Universidad Centroamericana (UCA) en 1975, los deja por la lucha, y los concluye después de la Revolución, en 1993. 

Después del 19 de Julio quedó integrada en los comités de organización partidaria, primero en Madriz, luego en Managua y finalmente en la IV Región (Masaya, Granada, Carazo y Rivas), pero antes de esto trabajó con Víctor Tirado López en la conformación de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG). En 1987 pasa al Ministerio de Desarrollo Agropecuario y Reforma Agraria (MIDINRA).

Después de la derrota electoral de 1990, hace una Maestría en Planificación y  Desarrollo Social en la Universidad  de Morelos, Cuernavaca, México (1993-1994) y  dos postgrados: Recursos Humanos y Relaciones Socio Laborales y La Nueva Ruralidad (1993). Finalmente otra Maestría, Desarrollo Rural, en la  Pontificia Universidad Xaveriana, Bogotá, Colombia (2002).

En 1997, junto a otros compañeros, creó la Fundación para el Desarrollo Económico Rural (FUNDESER), y desde entonces realiza voluntariamente activismo social con el tema del desarrollo rural. En 2007 y 2009 estuvo en la Misión Oficial de la Organización de Estados Americanos (OEA) representando a Nicaragua. Actualmente trabaja como consultora independiente en temas de planificación y desarrollo social.

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Mónica: Según sé, tus padres eran gente acomodada y pertenecés a una familia con muchos hermanos. Contamos un poco de tu situación familiar.

Nadine: Efectivamente, mis padres tenían fincas en Río San Juan y por eso en mi infancia me movía entre Granada y San Carlos-San Miguelito. Después, ya adolescente, en Managua. Soy la sexta de siete hermanos (tres hombres y cuatro mujeres). Pero tengo otros hermanos, uno del primer matrimonio de mi papá con Leticia Portocarrero, y otros seis hermanos de la larga relación de hecho que tuvo mi papá con Rosalía Blanco.

Estudié en el Francés un colegio religioso de Granada. Después el colegio se pasó a Managua, a los edificios que hoy ocupa la Universidad Thomas Moore, pegado al Colegio Centroamérica. La casualidad del destino permitió que mis hijas mujeres Ana Victoria y María Lucía, estudiaran y se graduaran en esa Universidad, y caminaran por los mismos pasillos que yo recorrí alegremente cuando estudiaba mi secundaria. Me parece que es una bonita casualidad.

Mónica: ¿Cómo se forjaron tus inquietudes políticas, las motivaciones que tuviste para incorporarte a la lucha?

Nadine: Mis inquietudes políticas nacieron como a los 15-16 años. Creo que mi hermano mayor Norman tuvo alguna influencia porque él era un gran lector, medio simpatizante de Carlos Marx, y yo curioseaba sus libros. Por ahí se me despertó la cabeza. Yo tenía ciertas tendencias a la rebeldía, una rebeldía pasiva, admiraba a los hippies y si no me hubiera metido con el Frente, seguramente hubiera sido una hippie furibunda. Fumaba escondida, más de alguna vez me tiré mis churros de cannabis, era fan de John Lennon, Cats Steven, Bob Dylan, después de Jimmy Hendrix, Joe Cocker y de todos los que llegaron a Woodstock.

Mi primer novio estudiaba Humanidades en la UCA y medio dibujaba al carboncillo. Una vez me llevó de regalo un gran poster del “Che”, el típico que sale con su boina, y comencé a curiosear su vida. Cuando mataron al “Che” y vi su foto en La Prensa, me impresionó, lo admiré, se me pareció a Cristo crucificado, y quedé enamorada de su historia.

Pero fue en el Colegio que me junté con amigas con las cuales me identificaba en ese aspecto. Cuando estudiaba cuarto año admirábamos a Idania Fernández,1 un poco mayor que nosotras. Nos gustaba por lo que hablaba y por lo que cantaba en las misas de los viernes en la capilla del Colegio: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar….”, de Serrat, y otras canciones parecidas, y cantaba muy bonito. Después supe que se había ido, que era guerrillera del Frente, y fue mayor razón para admirarla.

En el Colegio, en preescolar, daban clases Adilia Eva Solís y Felicia Medina, muy chavalitas y ya eran del Movimiento Cristiano. Pero también estaba una monja, Luz Beatriz Arellano, quien nos daba psicología y era diferente a las otras monjitas. Ella fue la que me “detectó” y con varias amigas del Colegio, unas cinco, nos comunicó con Adilia, quien comenzó a organizarnos en “círculos de estudio” sobre la realidad nacional, que realizábamos en diferentes casas. La toma de la casa de Chema Castillo tuvo un impacto en muchos de mi generación. Desde el Colegio nos sumamos a la Huelga de la Leche2 con los estudiantes del Colegio Centroamérica, y hacíamos distintas acciones de protesta.

Después, en 1976, hubo un reclutamiento masivo al Movimiento Cristiano. Éramos unos quince chavalos y chavalas provenientes de colegios religiosos, recién bachillerados algunos, otros comenzando la Universidad, como yo.

Nos invitaron al Colegio Centroamérica a una serie de charlas sobre “la realidad nacional”. Las impartían gente del Movimiento Cristiano que para entonces supongo ya eran del Frente: el pensamiento del “Che” (el Socialismo y el Hombre Nuevo), la teología de la liberación, el imperialismo y el colonialismo, etc. Los expositores eran: Luis Carrión, Carlos Carrión “Capeto”, quien era novio de Flor Monterrey, Emilio Baltodano, Antonio Cardenal3, quien era novio de Gloria Carrión, después apareció en la guerrilla de El Salvador y ahí cayó; y otros.

Siempre llegaban o pululaban alrededor de ese grupo de chavalos nuevos, Óscar Robelo, José García “Cachirulo”, quien siempre andaba buscando novia, Juan Carlos Herrera La Foquita”, Carlos Zamora Mafalda”, Álvaro Guzmán, “Papaya”, Darmalila Carrasquilla, quien era novia de Salvador, Flor Monterrey, Nelly Castillo, Rosario Bravo, Miriam Hooker y un montón de gente más.

De los que me acuerdo de ese grupo, cayeron: Gabriel Cardenal, “El Chele” Guerra, Adolfo Aguirre, Juan Carlos Herrera, además de Etelvina Vijil y Manolo Cordero, quienes murieron después, por enfermedad. De los que quedamos vivos: Virginia Cordero, las hermanas Ana Lorena y Janine Horvilleur, Ximena Oyanguren, quien era novia de Gabriel, pero después de Salvador, Mercedes Vijil (su hermana Mirelle ya estaba cuando nos reclutaron al MCR), César Delgadillo, Luisa Delgadillo, Berta y Cristina Cuadra, Manuel Salvatierra, Francisco Sánchez y Xavier Álvarez. Había también el grupo Conciencia, con Miguel Barrios, Arturo Grigsby y otros.

Hacían misas con Ángel Barrajón o Fernando Cardenal en las casas de Darmalila Carrasquilla o Adilia Solís. Conste que mi motivación no era propiamente cristiana porque había heredado de mis padres, sobre todo de mi mamá, por sus ancestros germanos, cierto escepticismo por todo lo religioso y con costo me bautizaron y casi de chiripa di la comunión. Pero bueno, yo iba a esas misas, eran alegres, y de alguna forma representaban un vínculo con mis inquietudes por la justicia social.

El MCR se definía como una organización intermedia del Frente, y entre 1975-76, Óscar Robelo me mandó a abrir trabajo popular en el Barrio Open Tres, con Marcelo Mayorga y Elsa Frixione. Era un barrio creado después del terremoto, cuyas siglas significan “Operación de Emergencia Nacional”. Para mí fue una experiencia impresionante. Tenía seudónimo, “Emelina”. Marcelo nos coordinaba. Yo trabajaba con los jóvenes del barrio organizándolos en una especie de Club Juvenil, alrededor de una publicación que se llamaba “Open Jesús” y que imprimíamos en un mimeógrafo de la parroquia. Marcelo y Elsa trabajaban con los adultos en su organización comunitaria y con los obreros que vivían en el barrio y que laboraban en las fábricas cercanas. Desarrollamos una amplia labor de organización y movilización, hasta que la represión se hizo temible.

Los curas del barrio, padre Marcial y padre Miguel, jesuitas, además de las monjas Maryknoll Maura, Maggy y Peggy, norteamericanas las tres, nos apoyaron muchísimo, y después se convirtieron en colaboradoras directas del Frente. Una de estas monjas, la hermana Maura Clarke, fue asesinada en los años ochenta en El Salvador, en la masacre de los jesuitas. También se coordinaba con nosotros Popo Peña, quien como abogado apoyaba las luchas sociales de la gente del Open, que después se movilizó contra Somoza y fueron víctimas de una brutal represión.

Nota de Mónica: Maura Clarke nace el 13 de enero de 1931. Se integra a la congregación religiosa Maryknoll en 1950. En 1959 llega a Nicaragua a uno de los lugares más humildes, Siuna, en el triángulo minero, Región Autónoma del Atlántico Norte (RAAN). Después fue enviada a Managua, y posterior al terremoto se va con los damnificados al Open, hoy Ciudad Sandino. En 1977 tiene que regresar a hacer dos años de trabajo en Estados Unidos, y para el 19 de julio de 1979 se encontraba trabajando ahí. Vino a Nicaragua para el primer aniversario de la Revolución y luego partió a El Salvador, acudiendo a lo que ella consideró el llamado de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado unos meses atrás.

Maura decidió quedarse en El Salvador. Ella e Ita, y otras dos hermanas Maryknoll que trabajaban en El Salvador, en noviembre viajaron a Nicaragua para la asamblea regional de la Orden. Estando ahí, Maura afirmó su compromiso ante todas las Hermanas de Maryknoll de Centroamérica. Ella dijo que permanecería en El Salvador para buscar a los desaparecidos, rezar con las familias de los prisioneros, enterrar a los muertos, trabajar y quitar las ataduras de opresión, pobreza y violencia. Ella les adelantó, los días serían difíciles y peligrosos, pero tenía confianza en Dios.

“Yo quiero quedarme ahora”, escribió. “Creo que esto es correcto… Aquí yo estoy empezando desde el principio pero debe ser Su Plan y Él está enseñándome y tengo paz a pesar de muchas frustraciones y del terror alrededor de nosotros y el trabajo, etc. Dios está muy presente en Su ausencia aparente”. El 2 de diciembre de 1980, Maura y la Hermana Ita Ford regresaron a El Salvador después de la reunión. En el aeropuerto de San Salvador, las Maryknoll estaban bajo vigilancia de la Guardia Nacional, que telefonearon a su Comandante para recibir órdenes.

Siguiendo las órdenes de su Comandante, cinco miembros de la Guardia Nacional cambiaron su ropa militar por ropa de paisanos y continuaron su vigilancia fuera del aeropuerto. Dos compañeras, Jean Donovan y Dorothy Kazel, encontraron a Ita Ford y a Maura Clarke en la terminal. Después de que ellos salieron del aeropuerto, los guardias disfrazados de civiles detuvieron el automóvil, y las llevaron a un área aislada, donde les pegaron, las violaron y las mataron.

Unos campesinos habían visto una camioneta blanca dirigirse a ese lugar aislado y escucharon los ruidos de la ametralladora. Vieron a cinco hombres huir de la escena en la camioneta blanca. Después encontraron la camioneta quemada al lado de la carretera cerca del aeropuerto. La mañana siguiente, se encontraron los cuerpos de las cuatro mujeres y las autoridades locales mandaron a quemarlos.4

La masacre contra seis sacerdotes jesuitas ocurre el 16 de noviembre de 1989. Ese día, treinta asesinos del Batallón Atlacatl del Ejército salvadoreño, al filo del alba llegaron a la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, penetraron a los aposentos donde los jesuitas dormían, y los asesinaron. Ahí murió también el Rector de la universidad, Ignacio Ellacuría, y una trabajadora doméstica de los sacerdotes y su hija. Maura y estos sacerdotes tenían en común su fe en Dios y en que había que luchar por los pobres, contra la injusticia y la represión sangrienta que imponían las dictaduras.

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Mónica: Cuando empezás a trabajar directamente con el FSLN, ¿quién te recluta?

Nadine: Me recluta Óscar Robelo a mediados o finales de 1976, en plena división del Frente. Me citó a una banca de la UNAN Managua. Aunque yo estudiaba en la UCA, nos encantaba ir a la UNAN a oír a Chico Meza y Carlos Urroz y a otros dirigentes del FER a los que veíamos como si fueran Lenin y Carlos Marx.

Me acuerdo que Óscar Robelo, después de un gran rodeo cargado de misterio, me dijo: ¿Querés ser militante del FSLN? Lo dijo de tal modo, que yo ni me asusté. Todo su enigma se había reducido a una preguntita cantarina y risueña que salió de su boca cómo una invitación a tomar Coca Cola. Más adelante tuve que retirarme de la UCA y retomé mis estudios hasta muchos años después de la Revolución. Pero también me prohibieron andarme paseando por el Auditorio 12 de la UNAN, porque era peligroso, sobre todo ahora que ya era militante del Frente.

Cuando estábamos quemados en el Open Tres y la Guardia llegaba casi todos los días con sus jeeps Becat, nos sacan del barrio, y es cuando me mandan a trabajar al Centro de Estudios y Promoción Agraria (CEPA), con Manuel Salvatierra, bajo la dirección de Salvador Mayorga. Esto fue a finales de 1976 o principios de 1977.

Mónica: Desde hace muchos años me he interesado en el tema de los movimientos sociales, por eso, cuando en Carazo comenzamos a hacer una investigación de la lucha sandinista contra la dictadura, sabíamos que tendríamos que abordar un hecho histórico de relevancia, ¿Porque está ahí la cuna de la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC), una de las pocas organizaciones populares de raíz netamente sandinista que ya existían como tales, bastante estructurada, antes del triunfo del pueblo nicaragüense sobre la dictadura somocista? ¿Cuáles son las razones que explican el nivel de organización de obreros del campo en estos territorios?

Nadine: El FSLN promovió directamente la integración del movimiento campesino a la lucha contra la dictadura somocista, cuyos antecedentes están en la plataforma levantada por Sandino y la base social de su propuesta. La guerrilla sandinista no se hubiese desarrollado si no hubiera contado con la integración en sus filas y el apoyo de campesinos.

No quiere decir que el movimiento campesino haya nacido del FSLN, pero lo que hace el Frente es reconocer la importancia estratégica de este sector social y reconocer también los antecedentes de este movimiento que va naciendo, como en muchos países de Latinoamérica, como resultado natural de las profundas contradicciones y brechas que se presentan en el agro cuando se profundiza el modelo agro exportador que supone la expulsión del campesino de la tierra y la concentración de la misma.

De hecho el antecedente más relevante e inmediato a los esfuerzos del FSLN, lo representa el trabajo de Bernardino Díaz Ochoa y Benigna Mendiola, vinculados al Partido Socialista Nicaragüense (PSN) y después integrados al Frente, quienes organizan sindicatos campesinos (llamados también clubes campesinos) “montaña adentro” de Matagalpa por 1963. Pero creo que hay otros antecedentes importantes asociados incluso a la masacre campesina de 1932 en El Salvador.

En el contexto de la lucha contra la dictadura, en los años setenta confluyeron varias iniciativas que alientan las condiciones para el desarrollo del movimiento campesino (los más pobres) en una perspectiva de lucha gremial que evoluciona hacia la lucha política, pero a partir de sus intereses inmediatos, como es la tenencia de la tierra y las condiciones de trabajo en los cortes de la cosechas. En aquellas circunstancias, obviamente era imposible que esas demandas no evolucionaran hacia la participación propiamente política y su integración a las distintas formas de lucha, entre ellas la lucha armada.

Mónica: ¡Claro!, y no podemos olvidar el papel de las posiciones de la iglesia Católica a partir del Concilio Vaticano II y de la Conferencia de Medellín. En varios países obispos y sacerdotes promovían “La pastoral de la tierra”, La Pastoral Juvenil, y luego está todo el impacto de la Teología de la Liberación, el papel de los Delegados de la Palabra. Creo que los resultados de este trabajo en algunos departamentos del país, y que confluyen en la organización de la ATC, tiene que ver con la voluntad política del FSLN Proletario, una línea política definida para promover la organización popular clasista, por ello las bases principales de la ATC coinciden territorialmente con la fortaleza organizativa de la Tendencia Proletaria.

Nadine: Totalmente de acuerdo. En 1976-77, Jaime Wheelock “David”, miembro de la Dirección Nacional (DN) del Frente Proletario, organiza un equipo de militantes y nos manda al CEPA para aprovechar la cobertura legal de esta ONG y trabajar con los campesinos. Éramos Manuel Salvatierra y yo. Teníamos la misión de formar un equipo coordinado por Salvador Mayorga para trabajar en la promoción directa de lo que después sería la Asociación de Trabajadores del Campo (ATC). Óscar Robelo era quien “nos atendía” para desarrollar el trabajo en las parroquias. Mientras, Manuel Benito y yo, coordinados por Salvador, trabajábamos en Rivas, Carazo y Masaya, otros compañeros del CEPA que eventualmente también serían del Frente, trabajan con los campesinos organizados en “Delegados de la Palabra de Dios”, que también realizaban trabajo del Frente en otros departamentos.

En el CEPA trabajábamos un montón de jóvenes que nos desplazábamos a San Juan del Sur y a comunidades del municipio de Rivas, a las parroquias de Gaspar García Laviana, Regalado y Gorrearán; en Nueva Segovia trabajábamos en Jalapa con el padre Evaristo (después fue expulsado del país por Somoza), en El Jícaro y Murra, con el padre Gundrum; en Chinandega (El Viejo, El Realejo y Tonalá), con el padre Shandell; en Managua, en San Francisco del Carnicero. Luego, y tal vez lo más fuerte, estaba en Masaya y Carazo, Diriamba y concretamente la comunidad de San Gregorio (de donde es originario Edgardo García), en las comunidades de Masatepe: Las Sabanitas, Las Parcelas, El Arenal, Pío 12, Vista Alegre, San José del Monte Redondo, El Cacao, en Jinotepe; el padre Ortiz en El Viejo, y el padre Julio López, en Estelí.

Mónica: Conocí a los padres Julio López y Chico Luis Espinoza a este último en Condega. Fue asesinado el 20 de septiembre de 1978. Ambos trabajaban en las comunidades campesinas a través de las Comunidades Eclesiales de Base, y con la Biblia en la mano demostraban que el régimen en que vivíamos era injusto y que negaba los propósitos de Dios en la tierra, y que el deber de los cristianos era involucrarse en la luchas por cambiarlo.

Nadine: Así es, el CEPA era precisamente una institución para el trabajo pastoral relacionado con el campo. El cura español Martín Mateo era uno de sus líderes. Estaba también el cura Roberto Sáenz “El Pollo”, que por cierto no duró siendo cura. Los directores eran Emilio Baltodano y Salvador Mayorga. Además, trabajaban: Ricardo Zúñiga, Jorge Vogl, luego “Piquín” Guerrero, creo que estuvieron un tiempo Gabriel Cardenal y Marcelo Mayorga, Claudia Pereira, Gloria Carrión, Felicia Medina, Zoila Guadamuz, César Campos, César Largaespada, Margarita Robelo, Freddy Morales, Verónica, quien era monja y que después se casó, Cándida y el chofer, pues todos estaban conscientes del trabajo que se estaba realizando.

Mónica: En todos lados el trabajo de los sacerdotes revolucionarios y de los movimientos cristianos generó apoyo a la lucha del FSLN. En los lugares que te menciono, Estelí y Condega, por ejemplo, en las comunidades donde ellos trabajaron se reclutaron colaboradores y fueron base de apoyo de las unidades guerrilleras, de las columnas General Pedro Altamirano y Bonifacio Montoya, y luego de las columnas del Frente Norte. También fueron semilleros de la incorporación campesina a la guerrilla. Pero ahí no hubo CTC, ni surgió organización gremial campesina.

¿Cómo realizaron ese trabajo, qué líneas de acción siguieron?

Nadine: Lo que te decía, la Tendencia Proletaria le daba una gran importancia al rol de los movimientos sociales en la lucha contra la dictadura, y en particular de los sectores del campo. Había conciencia sobre la importancia de la trasformación de las estructuras agrarias de Nicaragua, una vez tomado el poder, y que eso no se haría sin contar con la organización del propio campesinado.

Así, se inicia un proceso de organización y movilización campesina alrededor de sus propias y diversas demandas, dependiendo de la zona. Por ejemplo, en Carazo y El Crucero, con los trabajadores estacionarios se formaron los Comités de Trabajadores del Campo; por el lado de Chinandega, se combina la lucha por la tierra y se presentan tomas; del lado de la frontera Norte con Honduras (comunidades profundas de Murra) se establecen relaciones interesantes con organizaciones campesinas de Honduras y El Salvador, con la Unión de Trabajadores del Campo (UTC) y la Federación de Campesinos Cristianos Salvadoreños (FECCAS). Éstos estaban apoyados por los jesuitas de ese país, que mantenían relaciones con los de Nicaragua y con el CEPA. Posteriormente el FECCAS se integró al Bloque Popular Revolucionario (BPR) de El Salvador5.

En Carazo, en ese proceso de organización y movilización campesina, es que se destacan líderes propios como Edgardo García Aguilar, de San Gregorio, y se va integrando su familia completa, como Moscardo Aguilar y su sobrino Pedro Aguilar. Muchos de ellos, como Pedro Aguilar, se integran después a las actividades armadas y se destacan en los Comandos Revolucionarios del Pueblo (CRP).

Otros que recuerdo del lado de Masatepe (El Arenal), son: Cirilo Galán, Carlos Galán y los Calero, Conchita y Salvador Ticay, y varios muchachos más, también al suegro de Cirilo, un indígena de apellido Gavilán; los hermanos Godínez, Ricardo y Gilberto, en San Francisco del Carnicero; en Jalapa, Violeta Jiménez y Porfirio, no recuerdo el apellido. En las comunidades de Rivas, los Solís, don Chico y don Nicolás, los hermanos Espinoza y Carlos Contreras, de comunidades de San Juan del Sur. Se desarrollaron distintas actividades, algunas de las cuales se planificaban en la hacienda Italia, en El Crucero, propiedad de la familia de Salvador Mayorga. Un evento clave en este proceso fue la fundación de la ATC el 25 de marzo de 1978, en que se reunió a unos sesenta campesinos en el centro La Palmera, un lugar de retiro espiritual en Diriamba, cuyas dueñas eran las monjas del antiguo Colegio Inmaculada de Diriamba. Vienen líderes obreros del campo de todos los lugares y se define una especie de plan de lucha. Posteriormente se realizan reuniones en La Gruta Xavier, que pasó a ser el nuevo lugar del CEPA.

Mónica: En una entrevista, Pedro Aguilar explica sobre el trabajo de organización inicial de los Comités de Trabajadores del Campo (CTC), y nos dio su versión sobre la asamblea de fundación de la ATC, insertamos aquí las respuestas.

Pedro: En Carazo había una célula responsable de todo este trabajo para la ATC. Edgardo usaba el seudónimo de “Tito”. La Flor nos puso los seudónimos en una reunión, y todos los nombres comenzaban con la letra T.

Yo estuve en la asamblea de la ATC y tengo una gran duda sobre si la fundación fue o no en La Palmera. Me parece que fue en Gruta Xavier. Para mí La Palmera fue un lugar que sirvió para reunirse y “fraguar” el nacimiento de la ATC, ahí nos reuníamos cuando se realizaban seminarios cristianos. Pero el acto de constitución lo veo en la Gruta Xavier, donde yo había participado en retiros también6.

La asamblea de la ATC inició en la tarde. Todo mundo fue llegando a eso de las 4:00 pm. e inició como a las 5:00 ó 6:00 pm. se trabajó hasta las 9:00 pm., más o menos y luego continuó el día siguiente hasta después del mediodía.

Ahí estaba “Piquín” Guerrero. Yo tenía poco tiempo de verlo en ese grupo, entendí que estaba trabajando en Occidente. Él habló de las luchas campesinas en Sirama, Tonalá, Ranchería, etc. En el local estaba Nadine Lacayo, Salvador Mayorga, entre las voces dirigentes, y me parece que estaban Óscar Robelo y Jorge Vogl.

De los “citadinos” ninguno quedó en la junta directiva, pero era evidente el papel dirigente que desempeñaban. En la junta directiva quedó como Secretario General, Edgardo García Aguilar, de San Gregorio. Edgardo comenzó a usar el seudónimo de “Julio Rodríguez”, y así comenzó a firmar carnet de afiliados a la ATC, porque creo que había un esfuerzo por hacerla aparecer como legal por su carácter meramente gremial.

Los electos a la Junta Directiva Nacional de la ATC por Carazo fueron: Edgardo García, de San Gregorio, y Eduardo López de El Cacao, Santa Teresa. Otros fueron un compañero de San Francisco del Norte que se llamaba Francisco, un compañero de Chichigalpa, que me parece se llamaba Narciso, un joven moreno, delgado, pelo liso y creo que tenía una prótesis en una mano. También quedó un compañero de San Francisco del Carnicero que tenía la cara bien barrosa, era un hombre bastante maduro en aquella época,7 quedó alguien de apellido Carrasco, de Ranchería. Había gente de El Jicaral y de Jalapa.

De El Arenal, Masatepe, me acuerdo de Cirilo y de Gumersindo Ticay, quienes eran campesinos hasta en el estilo de hablar, porque nosotros también éramos campesinos pero probablemente la cercanía a la ciudad nos hacía hablar diferente. No estoy seguro si había gente del norte.

El nombramiento de Edgardo registró la marca por la cual, Carazo, y en particular San Gregorio, queda como la cuna de la ATC. Además de Eduardo López, de la comunidad de El Cacao, de Santa Teresa. Fueron considerados directivos, aunque no propiamente integrando la Junta Directiva Nacional, varios compañeros, entre los que recuerdo a Cirilo Galán, de la comunidad de Cruz de Mayo, El Arenal, Masatepe; Pedro Cerda, de la misma comunidad, tenía nivel de secundaria y eso le daba facilidad de expresión, pero poco tiempo después se auto-marginó, mientras Cirilo se mantuvo y tenía la principal responsabilidad en la zona.

Salvador Ticay, de la comunidad de San José de Gracias, en Masatepe, tío de Moisés Muñoz Ticay “Joaquín”, de los CRP, herido en La Concha y después caído en San Marcos. Salvador tuvo un hermano mayor, y más activo, en la organización de los CTC, que se llamaba Gumersindo Ticay, pero fue detenido por la Guardia cuando dirigía una protesta en una hacienda del sector de Masatepe en el año 1977 o principios de 1978 y después de eso se retiró y casi no participaba.

Teodora Ticay, también tía de Moisés Muñoz, de la misma comunidad, pero con una vida más urbana y con mayor nivel académico. Guillermo Gómez, Emilio Rizo y David Poveda, de las comunidades de Los Rizo, Barba de Tigre y Los Chocoyos, en el sector de San Rafael del Sur.

De San Gregorio: Moscardo, Guzmán, Pedro, Sergio y Aura Elena, todos de apellido Aguilar, todos de mi familia, que como te digo, fueron primero CTC, luego ATC y después integrantes de la célula partidaria en San Gregorio con Edgardo y conmigo, pero dedicados a distintas áreas y tareas desde el Comité de Base del Frente.

Mónica: Nadine, estoy clara de las tareas estratégicas que realizaste relacionadas con la organización de obreros del campo. En esos tiempos combinábamos el trabajo de organización legal con lo que para entonces era lo central: incorporar a todos los sectores del pueblo a la lucha armada. ¿Cuáles fueron tus tareas en este campo?

Nadine: Además de la misión de trabajar para la organización campesina y todo eso que después culmina en la fundación de la ATC, me encomendaron trasladar compañeros a la frontera con Costa Rica o recogerlos por el lado de San Juan del Sur, en dirección a las comunidades El Ostional, La Flor y El Naranjo, por donde se llegaba hasta La Cruz.

El baqueano era Carlos Contreras, un campesino bien jovencito, inteligentísimo y precoz, que habíamos reclutado entre los Delegados de la Palabra del padre sampedrano español de apellido Regalado, en la parroquia de San Juan del Sur. Él era muy cercano a Gaspar García Laviana, a quien también visitamos en sus comunidades de Nancimí, en Tola. Entonces fui chofer de varios compañeros: manejaba el carro de Manuel Salvatierra y algunas veces los de la familia de Gloria Carrión y de Salvador Mayorga. De Managua a la frontera, por el lado de San Juan del Sur, moví varias veces a Jaime Wheelock “David”, una vez vestido de cura, otra vez de agrónomo del SNEM8. También a Carlos Núñez, a Marcos Somarriba y al “Chele” Guerra. Por esas épocas de viajes Managua-Rivas, viví un corto tiempo en casa de los papás de Flor Monterrey: doña Nelly y don Manuel Monterrey, además de la tía María, en Nandaime. Cuidaban de mí porque era medio mimada, insomne y padecía de migrañas insoportables.

Te confieso que no me explico cómo me escogieron para chofer, pues en realidad manejaba a alta velocidad y choqué más de tres veces, algunas con compañeros al lado, entre ellos Carlos Contreras, quien salió golpeado, y una vez me di vuelta con Flor Monterrey y fuimos a parar al Hospital de Masaya.

La verdad es que no siento que haya hecho nada especial, y ahora prefiero recordar ese tiempo a partir de la gente que conocí y de lo que experimenté, de lo que sentí. Esto cae en lo subjetivo, se sale de lo ideológico y, por lo tanto, de la cultura de analizar esa etapa a partir de sus hitos, de lo que fue o no fue heroico. Por eso a los muertos, mis muertos, los más cercanos a mí, no los veo como héroes o mártires, sino como amigos que fueron y que no tuvieron tanta suerte como la que tuve yo o vos y otros, tanto de salir vivos y, además, bastante cuerdos, de esa etapa.

Estimo que fue a mediados de 1978 que me mandaron a Carazo, bajo la coordinación de Agustín Lara y Flor Monterrey, en un plan de semi-clandestina, y me ubican en San Gregorio, comunidad grande de Diriamba, apoyada por la familia de Edgardo García. Ya me habían explicado lo de la división del Frente y todo eso. En el Tepeyac, lugar de retiro de las monjas del Colegio Francés, conocí a “David”, y él nos explicó todo el rollo. Me imaginé que “David” era Jaime Wheelock, porque me preguntó si ya había leído “Imperialismo y Dictadura”, y por supuesto que le dije que sí.

Recuerdo que en ese momento “David” me regaló una “mata pollo” para que me la llevara a San Gregorio, era una pistolita 22, chiquitita, que nunca usé. La mantenía debajo de la almohada de la tijera donde dormía en un ranchito al fondo de la casa de los Aguilar, en un terreno de maizales.

Después me sacan de San Gregorio por un escandalito que se armó con la esposa de uno de mis baqueanos, un campesino que al parecer se enamoró de mí. La mujer se puso tan celosa, que una mañana en la que yo no estaba, me quemó el rancho donde vivía, con todo y la cama. Y por supuesto que la tal pistolita “mata pollo” salió reventada por los aires como un paquete de tiquitracas.

De San Gregorio me mandaron a las comunidades de El Arenal y La Sabanita, de Masatepe, pero por corto tiempo, y luego a los barrios marginales de la ciudad de Diriamba, y a organizar, con Ximena Oyanguren, a la extensa red de colaboradores populares y de la clase media y alta de ahí.

Además mi trabajo era manejarle a “Roberto” Agustín Lara, y andarlo por todos lados en esas carreteras de los pueblos, atender y reclutar colaboradores y realizar trabajo político organizativo. Por un tiempo viví donde “Mamá Clemens”, una señora colaboradora del Barrio Estados Unidos, en Diriamba. También en la casa de don Poncho García, a la que fue a parar, además, Fernando Caldera.

Mónica: ¿Recibiste alguna vez entrenamiento y participaste en alguna estructura militar?

Nadine: Nunca me metieron a actividades armadas, ignoro la razón. Una vez, ya cerca de la insurrección, Manuel Salvatierra nos entrenó bien duro en La Sabanita, y la verdad es que yo era un desastre físico, tal vez por esa razón no confiaban en mis destrezas militares. Entonces siempre me dejaron trabajando con la gente, dando formación, manejando los mimeógrafos, escribiendo artículos para Unidad Estudiantil (UE), que era un folleto de la Tendencia Proletaria. Por ese tiempo mandaron a mi misma casa de seguridad a Fernando Caldera, que era peor que yo de insomne.

Por esa época es que comienzo a jalar con “Piquín” Guerrero. Yo vivía semi-clandestina en la casa de don Alfonso “Poncho” García y su esposa Rosita, que tenían una agencia de viajes en una vivienda más o menos cómoda en Diriamba. “Piquín” trabajaba en Chinandega, pero le daban permiso de verme cada quince días. Nos veíamos en la casa de Eduardo Báez, en El Crucero, o en la casa de sus padres en el propio Diriamba, o a veces en la casa de Danilo Rappaciolli, en Diriamba.

No se me olvida todavía que Agustín Lara “Roberto” me vivía torturando con los permisos para ver a “Piquín”. Siempre inventaba una excusa para impedir que nos viéramos. Él era bien cuadrado y yo bien libre, feliz y rebelde. Yo sentía que Agustín artificialmente creaba tareas para mí y sufría horrores cuando eso pasaba. Me ponía a hacer unas matrices de planificación, tipo marco lógico de ahora, insoportables. Pero cuando me impedía verme con “Piquín”, aprendí a ponérmele en huelga: me paralizaba, enmudecía, no comía, no le hablaba, me ponía mi pijama y crema Pons en la cara. Una vez me enmudecí tanto que creyó que estaba loca o que me podía suicidar o algo así y llamó al Dr. Fidel Morales, quien era colaborador del Frente, pero no era sicólogo ni siquiatra, sino cirujano plástico, y diagnosticó que yo tenía “surmenage” y que debía ver a “Piquín” de inmediato. Me sentí feliz, y Agustín jamás volvió a molestarme, aunque me decía “la perfecta pequebú” (de pequeña burguesa).

Mónica: ¿Qué tareas realizaste en la insurrección de Carazo?

Nadine: No hice nada especial, ni estuve presa, ni fui herida, solo viví unos cuantos sustos como un montón de gente, sobre todo cuando nos detenía la Guardia en el carro en que trasportaba a algún compañero. La pasada de Las Cuatro Esquinas era un horror para mí, siempre nos paraba la Guardia, pero eran guardias despistados, supongo.

Cuando comienzo a hablarte de esta participación, estoy consciente de que hay muchos de mi generación, conocidos míos o no, que tienen cosas más interesantes que compartir. Y claro que, si hubiera hablado de esto recién el triunfo de la Revolución, o durante los años ochenta, seguramente recordara más detalles, o lo hubiera hecho con más pasión o con más exageración o con más teoría que ahora.

En el esquema organizativo del Frente en esa Región, no era dirigente, era parte de un equipo de varios compañeros. Estando ahí llegó el tiempo de la insurrección y trabajamos en tareas políticas y organizativas bajo el mando de Flor Monterrey, porque la parte militar estaba dirigida por Manuel Salvatierra y César Delgadillo, además de Noel Escobar, cuando se da la unidad del Frente.

En la insurrección, la toma de Diriamba era lo que nos habían encomendado, y al equipo que coordinaba Flor Monterrey, integrado por Ximena Oyanguren, Lucas, Danilo Mendoza, Xinia, Teodora, Marisa Olivares y otros, nos designaron el trabajo político y organizativo con la gente, además del apoyo logístico. Nos llamaban elegantemente comisarios políticos, como en la Revolución de Octubre. Pero César Delgadillo, que fue uno de los jefes militares y que no entendía eso de ser comisaria política, más de una vez en media insurrección me ordenó que les sirviera la comida a los de su tropa, y lo hice con gusto, porque no tenía más que hacer, que dar vueltas de aquí para allá en las trincheras y barricadas, y capearnos de los push and pull. El fusil yo lo andaba guindado solo como un símbolo, pues los comisarios políticos no teníamos misiones militares, y nos veían más o menos como paramédicos en la guerra.

Mónica: Nos contaste que eras la novia de “Piquín”. Hablamos con un tío de él, Ramón Gutiérrez Medina, quien nos contaba que llegaste a verte con él en su casa. ¿Cuándo te diste cuenta de su muerte?

Nadine: “Piquín” vino a despedirse de mí un día antes de la fecha prevista para que iniciara la huelga general nacional. Nos despedimos porque no nos veríamos durante algún tiempo, pero con una certeza inconsciente de que sí nos volveríamos a encontrar. No había en nuestro ánimo mucho peso del riesgo y del peligro que implicaba la insurrección y nos dijimos adiós bien tranquilos, sin drama, confiadísimos que nos veríamos pronto. Eso fue a las 3:00 de la tarde del 4 de junio. Tres días después, el 7 de junio, lo estaba asesinando la Guardia cuando fue denunciado por el cuidador de su propia finca en La Concha. Fue a recoger unas armas que había guardado ahí. Lo agarraron vivo, lo mataron y lo dejaron sobre la Carretera La Concha-San Marcos, donde desde hace treinta y tres años hay una cruz. Unos campesinos del lugar lo enterraron en una bolsa plástica y después del 19 de julio lo desenterramos y llevamos al Cementerio de Diriamba.

Me di cuenta que “Piquín” estaba muerto unos diez días después, porque en ese periodo estábamos ocupados con la toma de Diriamba y teníamos pocas noticias. Mis jefes ya lo sabían, pero no me lo dijeron, hasta después de la toma final de Diriamba. Le pidieron a la tía Matilde, colaboradora del Frente y tía de “Piquín”, que me lo fuera a decir. Obviamente, entré en shock, pegaba gritos, me deprimí, pasé un luto inmenso en la insurrección, me fui dos días a llorar a donde mi mamá, quien vivía en la Carretera a Ticuantepe. Regresé a Diriamba, luego me animé y ahí pasé apoyando a Salvador Mayorga, quien después de la toma de Diriamba pasó ordenando, calmando y disciplinando a la gran cantidad de milicianos populares.

En la plaza, el 20 de julio, entre la algarabía general del triunfo, viví esa doble emoción, el gozo inmenso, pero al mismo tiempo, el vacío bien hondo, “Piquín” no estaba, ni Óscar Robelo, ni “Tritón”9, ni Gabriel ni un montón de gente. Lo compartí con Gloria Carrión, y también con Jorge Vogl, que era broder de “Piquín”. Jorge lloró conmigo en un momento, entre la multitud, los discursos, las banderas y las sirenas del triunfo.

Mónica: José Trinidad Vázquez entrevistó a Ramón Gutiérrez Medina, tío de “Piquín”, quien comenzó contándonos que conoció a Ricardo Morales y que fue muy amigo de su hermano y de toda su familia, porque la mamá de Ricardo tenía un bar enfrente del Teatro y ahí llegaban a tomar. Recuerda a la familia como “unas grandes personas” y que Ricardo “Era un buen estudiante, nunca nadie habló mal de él y fue un excelente jugador de futbol, estuvo hasta en Honduras jugando y después él se perdió y no lo volví a ver”.

A Mauricio Duarte lo conoció en la finca de su hermano Francisco Gutiérrez Medina y de su hijo Francisco Gutiérrez Aguirre, de quien era muy amigo. “Él trabajaba en negocios de ganado, comerciaba de todo, y era un hombre muy popular, porque era bueno con todo el mundo, les ayudaba y era tranquilo. Un día que llegué a la finca, conocí a Mauricio Duarte, un hombre simpático, alto y tranquilo, pero no platicamos nada, como que él andaba viendo unos gallos, y después se fue”.

A los días, su hermano le confesó que era un clandestino, que le daba consejos, y que lo había convencido de luchar por los ideales en los que él andaba. “Al tiempo, mucho tiempo, me di cuenta que al muchacho lo habían matado en Jinotepe, que había estaba viviendo donde Lila Aguilar, que él había huído por el techo, pero ahí lo mataron.

Ramón: Le tenía mucho cariño a él. Era estudiante, pero desde que se metió a la clandestinidad, dejó los estudios y se dedicó completamente a formar cooperativas. Después me dijo en qué andaba metido. Un sábado llegó y me dice: “Tío, quiero pasar el domingo aquí, descansando”. Yo vivía en una quinta que queda en el kilómetro 43 en la Carretera Sur, entonces llegó con la Nadine Lacayo. Después me dijo: Tío, quiero que me haga un favor importante que yo no se lo voy agradecer, se lo va agradecer el pueblo cuando usted se dé cuenta de la lucha en que nosotros andamos.

Entonces me dijo que iba a llegar un microbús blanco con unas cajas, que las guardara bien, y que a los cuatro días iba a llegar otro microbús a traerlas. Le pregunté, – ¿Y qué son? –Bueno, son sueros, medicamentos, porque ya viene la lucha final. Esos cuatro días no dormí pensando que la Guardia andaba como loca, pero gracias a Dios que no llegaron. Nadie se daba cuenta, ni los mismos trabajadores, todo se manejaba secretamente. Se llevaron las cajas, y a los días, cuál es mi gran sorpresa y dolor, porque le tenía mucho cariño, cuando lo matan.

Lo mataron en una finca que era de mi hermana Auxiliadora, pues ahí estaba viviendo. Andaba en un jeepito verde Daihatsu que se lo había dado no sé quién. Casi al final de La Concha había una cantina de un famoso Chevón, donde había prostitutas y vendían guaro. “Piquín” acababa de pasar en su jeep hacia la finca de mi hermana, que queda como a un kilómetro de ahí, cuando llegó una patrulla de la Guardia a tomar guaro a esa cantina. Cuando ya se habían tomado una media de Santa Cecilia, este Chevón les dijo: “Ahí anda la persona que ustedes andan buscando, acaba de pasar ahorita”. Los guardias llegaron y le preguntaron si él se llamaba “Piquín” Guerrero y él dijo que sí,y ahí nomás lo bañaron con una M-16, la ráfaga le trozó las canillas, pero seguía vivo. Así lo echaron como un cerdo en un jeep y se lo llevaron, y en un lugar que le dicen La Pila, antes de llegar a San Marcos, le metieron una vara de bambú en el corazón, y ahí lo dejaron tirado en una quebrada. Es todo lo que les puedo decir.

Cuando ya triunfó la Revolución conocí que se portó muy bien la Nadine Lacayo, porque yo tenía una lechería y entonces ella me dejaba que yo pasara el quesito para acá, pero ya después nunca la volví a ver.


Francisco de Asís Guerrero Gutiérrez “Piquín”10


Cuando murió, el 7 de junio de 1979, “Piquín” Guerrero tenía 27 años. Sus padres eran Enrique Guerrero y Auxiliadora Gutiérrez. Eran familias de raíces conservadoras que habían luchado contra el somocismo. Un hermano de su madre de nombre José Antonio Gutiérrez, fue el único de los rebeldes que murió en la invasión de Olama y Mollejones en 1959.11 Otro tío, Francisco Gutiérrez Medina, fue colaborador del FSLN, y ahí vivió Mauricio Duarte. El hijo de Francisco, del mismo nombre, decidió integrarse como combatiente y cayó en los ataques del Frente Sur a Rivas el 2 de febrero de 1978.

“Piquín” estudió y se bachilleró en el Colegio Pedagógico de Diriamba. Era el mayor de doce hermanos, dos de ellos, Enrique y Salvador, también participaron en la insurrección. Por un buen tiempo, el primero fue escolta de Oswaldo Lacayo.

Se incorporó a la lucha desde los movimientos cristianos y trabajó especialmente con los obreros agrícolas de Occidente. Desde el Centro de Estudios y Promoción Agraria (CEPA), de los jesuitas, impulsó la organización campesina y las luchas por sus reivindicaciones.

*

Nadine: Una cosa interesante de “Piquín”, es que me solía decir: “Yo soy GPP de corazón, Tercerista de acción y Prole de la razón”. No sé si eso sería una producción de él, pero así sentía a su Frente Sandinista.

Cuando mataron a “Piquín”, la Guardia dejó botado su cuerpo sobre la Carretera La Concha-San Marcos. Unos campesinos lo enterraron envuelto en una bolsa plástica. Después del triunfo, a finales de julio, fui con los papás de “Piquín” a desenterrarlo, pero no quise verlo. Su papá comentó que estaba de bluyín y que le habían robado el reloj. Me dio un mechón de su cabello.

Después lo llevamos a enterrar a Diriamba, y Flor Monterrey le organizó unos actos muy solemnes. Fuimos primero al Colegio Pedagógico de Diriamba, donde “Piquín” había estudiado. Lo velamos en un salón del Colegio que ya estaba clausurado y semi en ruinas por el terremoto, que en Diriamba botó varios edificios. Durante la guerra y después, sirvió como uno de los Cuarteles más grandes de las milicias populares. El Colegio estaba cerca de un barrio (a la entrada de Diriamba) que era bien combativo.

Mónica: En esta recuperación de la memoria le damos una gran importancia a la gente anónima, a la que nunca aparece en los relatos, por eso siempre pregunto si recuerdan nombres de colaboradores, de gente que dio sus casas, sus vehículos, o que realizó tareas como correo, o guardó armas. ¿Qué colaboradores recordás de Diriamba o de otros lugares?

Nadine: Hicimos una lista hace dos años con Salvador, Manuel y Flor. Son un montón y no los retengo. Pero te voy a mencionar a unos tres personajes, porque cada colaborador era atípico, era un personaje de novela. Ellos también estaban locos, como nosotros, me refiero a locos de sueños y de coraje. Tengo bien presente a “Gavilán”, una especie de chamán, campesino, indígena, que todavía hablaba como en náhuatl, casi no le entendía. Me hospedó en su casa en La Sabanita. Él me dio el mejor espacio de su casita limpia, la mejor cama y su hija me hacía con amor las mejores sopitas de pollo, con vegetales de su propia huerta.

No olvido a don Poncho García y a su esposa Rosita. Don Poncho tenía un gran sentido del humor en esas épocas de peligro y riesgo. Siempre se estaba burlando de todo y se reía de nosotros “los Proles”. No me llamaba por mi seudónimo, que era “Ruth” en ese tiempo, sino Rutilia. A veces me decía: “Rutilia, mientras ustedes los Proles estudian y estudian, los Terceristas ya están avanzando sobre Rivas. Muévanse. Si sus libros fueran armas, ya hubieran tomado el poder mil veces”.

Me acuerdo de “Mamá Clemens”, del Barrio Estados Unidos, de Diriamba, y de Linda Aguilar, de San Gregorio, que es la mamá de Edgardo, de una viejita que le decíamos “La Bacha”, de la abuela de Pedro Aguilar y de Tía Matilde, la tía de “Piquín”, a quien le decíamos la Matildona. Me acuerdo de “Mamá Nieves”, todo un personaje en San Gregorio, una viejita de ojos azules y pelo blanco como de noventa años entonces, que ahora pienso que ella en realidad nunca se enteró que colaboraba peligrosamente con el Frente

Mónica: Estos relatos terminan siempre el 19 de julio, pero me encantó la forma en que Nadine contestó mi pregunta: ¿Qué hiciste después del 19 de Julio?

Nadine: Después de la toma del poder, vos me mandaste a Madriz. Todo el mundo se dio en cuenta en Diriamba, y me felicitaban hasta en la calle, creyendo que se trataba de Madrid. ¡Vaya, voy al servicio diplomático!, me dije. ¡A la “Madre Patria”! Pero en realidad iba a trabajar a Somoto, bajo la dirección de Martha Isabel Cranshaw. Ahí estuve unos seis meses.

Después, a inicios de ochenta, me regresaste a Managua, “al soviet” de Dora María, solo un corto tiempo, pero ahí tuve la dicha de conocer a Rodrigo Portocarrero, nos enamoramos, nos casamos y comenzaron a nacer nuestros hijos Ana Victoria en el 81 y Rodrigo en el 82. Luego estuve con Víctor Tirado trabajando en la conformación de la Unión Nacional de Agricultores y Ganaderos (UNAG), además de Etelvina Vijil, Silvia Torres y Zohra Mechri, quien se vino de Túnez a la Revolución. Jaime Wheelock y Salvador Mayorga como expertos agraristas, también metieron su cuchara de manera importante en esa iniciativa, en la concepción de esta organización que nace frente al vacío de una organización propiamente representativa de los pequeños y medianos productores agropecuarios, porque la ATC se había concentrado en los trabajadores agrícolas.

A finales de 1982, con mis hijos de brazos, Ana Victoria de un año y Rodrigo de seis meses, Bayardo Arce me trasladó a la Región V (Chontales, Boaco y Nueva Guinea), y esto es para escribir un libro, y por eso no me quiero detener, pero ahí estuve hasta 1985, cuando me mandan a otro “soviet” radical, el de Federico López, en la IV Región. Vivo de nuevo en Diriamba, Rodrigo se queda en Nueva Guinea, me rodeo otra vez de los viejos colaboradores y de su calor humano, me sentía bien acolchonada socialmente. Ahí nace mi última hija, María Lucía, en 1987. Después me mandan al Departamento de Organizaciones de Masas (DORMA), fue como un castigo, y finalmente al Ministerio de Desarrollo Agropecuario y Reforma Agraria (MIDINRA), en Managua, y me sentía en mi mundo otra vez.

Mónica: Dame tu valoración personal. Después de todo lo vivido ¿creés que valió la pena esta lucha?

Nadine: Una de las cosas que me dejó esta etapa es el sentido de pertenecer, de ser parte de esta generación y de arraigarme en ese grupo de gente que ahora tenemos arriba de cincuenta años. Esas relaciones, cercanas, más cercanas o menos cercanas, trascendieron esa etapa, y aquí están, siempre vinculadas por la complicidad de esos años, por las locuras, por los riesgos, los disparates, las risas, los sueños, los planes y los llantos. Realmente fuimos privilegiados, despiertos pero también con sueños y, sobre todo, dotados de un sentido de libertad como nunca he vivido después. Solo por el hecho de haberlo vivido de manera auténtica, haberlo vivido a fondo, valió la pena. Todo lo que uno vive con libertad, a conciencia y autenticidad, vale la pena, si estás movida por lo que creés y lo hacés de manera libre.

Solo hasta ahora, en esta etapa de mi vida, en mi maduritud, como dice mi amiga Rosario Bravo, vuelvo a sentir gran libertad. Pero aquella libertad fue distinta, completa, me refiero a la libertad interior y exterior de esa etapa, aunque bailáramos todos los días con la muerte.

Por ahora quiero pensar en esos años solo desde mis sentimientos, de lo divertido y alegre que pasé y también de los dolores que también viví, compartí y que respeto profundamente. No quiero intelectualizar tanto la experiencia de esos años. No deseo dramatizar el pasado, menos juzgarlo a partir de lo bueno o lo malo, ni de lo que aporté o dejé de aportar.

De alguna forma, yo vivo ahora esa experiencia como parte de las crónicas y estadísticas de la historia que algún día se va a interpretar con más equilibrio. Me refiero a que soy un dato que se suma a esa generación de Nicaragua que se integró masivamente a la lucha revolucionaria y que vivimos esa emoción de alcanzar la utopía.

Pero hablando de esa etapa, yo siento que mi generación fue parte o estuvo también espiritualmente conectada con esa oleada de la juventud mundial que se movilizó en los años sesenta y los setenta por todo el mundo, desde los que seguían a John Lennon hasta los que lucharon contra la guerra en Viet Nam, y un montón de cosas injustas.

Pero nosotros, me refiero a esta generación de nicaragüenses, creo que fuimos un poco más privilegiados como jóvenes, porque botar a la dictadura que para entonces era un sueño lejano y creíamos que nuestros ojos no lo verían, fue tocar con nuestras manos la propia utopía, los límites del cielo, llegar donde era difícil llegar, haberlo logrado. Esa sorpresa, ese insólito acontecimiento, esa emoción de que “no lo podés creer” pero que sí está ahí el caballo con el dictador en el suelo, es que es cierto, aun la recuerdo, porque los sentimientos se recuerdan también.

Eso es lo que más disfruté de esa etapa, la toma del poder. Yo y vos, y muchos, tuvimos el privilegio de haber vivido algo parecido a lo que vivieron los franceses con su Revolución, “la toma de la Bastilla”. ¿Te imaginás vos la emoción de los franceses cuando sacaron a María Antonieta del Palacio de Versalles? El derrocamiento de la dictadura somocista fue nuestra toma de la Bastilla, ni más ni menos. ¡Ha sido la mayor adrenalina que he sentido en mi vida! La de haber llegado a la utopía.

Yo sé que después buscamos otras utopías, las de la Revolución, pero bien rápido sobrevino la realidad con todos sus aciertos y errores, con toda su complicación interna y externa, con sus dulces y amargos sabores. Yo me quiero quedar con lo más dulce y lo más bonito de esa época, con la ingenuidad con que trabajamos muchos, con lo mejor de nuestras sinceras buenas intenciones. Y también responsabilizarme de lo que me toca, de lo bueno y de lo malo.

Te soy sincera, en la etapa de la Revolución me encantaba preparar títulos de reforma agraria y repartirlos junto a los dirigentes. No me gustaba confiscar, y menos, las cuajadas de los campesinos, te lo juro, pero sí repartir la tierra. No me gustaban los Comités de Base en Chontales porque no cuadraban en esa realidad, pero me gustaba llevar papel higiénico, sal y azúcar a las comunidades de El Rama o inventar proyectos con los agrónomos del MIDINRA sobre fábricas de chocolates con el cacao que pudiéramos cultivar en Nueva Guinea.

Detesté las mantas con la cara de Marx que del Departamento de Educación y Propaganda (DEPEP) instalaba desde Managua frente a la Catedral de Juigalpa con aquella frase “La religión es el opio de los pueblos”, aunque sigo creyendo que Marx tiene razón, pero por esa manta se alzaron un montón de campesinos seguidores de Pablo Vega.

Sufrí cuando supe que los “contras” eran campesinos harapientos y sin dientes, pero también lloraba por los reservistas cuando los mataban las fuerzas de tarea que habían sido armadas por el gobierno de los Estados Unidos. Y las escuelas, inaugurar escuelitas humildes en el campo, me encantaba.

Pero también todo esto que ha pasado lo vivo como una etapa de mi vida que me marcó intensamente, aunque reconozco que no fue lo único que ha marcado mi vida. Mis padres y su cultura me marcaron, mi integración al Frente en los años setenta me marcó, me marcó la muerte de “Piquín” en su contexto, la Revolución de los ochenta, mi matrimonio con Rodrigo Portocarrero y los hijos que tuvimos también me han marcado profundamente. Son marcas buenas, me dan orgullo, me reconcilian con todo.

Lo que te he contado son apenas datos de un trozo de mi vida que fue intenso y que compartí con cientos y miles. Estoy segura que fuimos la generación más feliz, intensamente feliz en esa etapa, a pesar del dolor de la muerte que también nos rodeó. Después, desde hace unos veinte años o tal vez más, nos pusimos tristes porque los sueños saltaron en pedazos, pero hemos aprendido a vivir con los sueños rotos o los hemos venido recogiendo del suelo a través de varias cosas, incluyendo estas iniciativas, como la tuya, de escribir lo que pasó.





NOTAS


1 Idania Fernández se traslada con su familia a Panamá después del terremoto de Managua en 1972, y en 1978 se incorpora al Frente Sur y ahí resulta herida durante un hostigamiento a la GN. Mientras manipulaba un mortero, pierde varios dedos de una mano, la cual le queda casi inutilizada. En 1979 se integra como parte del Estado Mayor Tercerista de León, y es asesinada el 16 de abril de ese año en lo que se conoce como La Masacre de Veracruz.

2  La huelga de la leche fue una protesta organizada frente a un incremento en el precio.

3Antonio Cardenal, conocido como Jesús Rojas o “Chuzón”, llegó a El Salvador a continuar sus estudios, y ahí se incorpora a la guerrilla del FMLN. Muere el 11 de abril de 1991, en pleno proceso de paz, y para algunos en circunstancias no claras, porque se había decretado un cese de hostilidades y Antonio cae junto a otros 14 guerrilleros de las FPL, en una emboscada del criminal Batallón Atlacatl, después de que Antonio había dado declaraciones diciendo que no depondría las armas.

4Tomado de la página WEB del Centro Educativo Hermana Maura Clarke (CEHMAC), fundado en 1998 e inspirado por los ideales y principios de Maura Clarke

5Gloria Carrión, una de las que trabaja en el CEPA en ese momento nos recordaba en unos comentarios que la experiencia de organización campesina en El Salvador, realizada por los jesuitas, había servido de inspiración a la organización de la ATC.

6 La mayor parte de los entrevistados citan La Palmera como el lugar donde se realiza una Asamblea Nacional y que adoptan formalmente la decisión de organizar la ATC. No pudimos encontrar en los periódicos de la época alguna noticia o cobertura periodística de la misma, sin embargo, algunos nos aseguraron que hubo una pequeña nota y que se tomaron fotografías del evento.

7 Nadine dice que se trata de Gilberto Godínez.

8 Servicio Nacional de Erradicación de la Malaria (SNEM).

9 Se refiere a Adolfo Aguirre a quien le decían “Tritón” porque participó en el campeonato centroamericano de natación, y a Gabriel Cardenal, ambos caídos en la lucha.

10 Datos reconstruidos con Nadine Lacayo y Ramón Gutiérrez Medina.

11 En Olama y Mollejones los rebeldes sólo tuvieron una baja, pero los ex militares, Capitán Víctor Manuel Rivas Gómez y Capitán Napoleón Ubilla Baca, con los tripulantes del avión que los llevó: Sanny Boy, Malé y Segura, fueron muertos en la ribera del Río Sábalos, cerca de Costa Rica, a donde trataban de llegar después del fracaso, pues no quisieron entregarse como los demás.


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