La guitarra también dispara
Luis Enrique Mejía Godoy
Luis Enrique Mejía Godoy nace el 19 de febrero de 1945 en Somoto, hijo de Carlos Mejía Fajardo y María Elsa Godoy. Estudia Primaria y Secundaria interno en colegios religiosos. En 1967 viaja a Costa Rica. Siendo estudiante de Medicina en la Universidad de Costa Rica (UCR), compone sus primeras canciones como cantautor.
Se incorpora como militante al Partido Vanguardia Popular (PVP) y finalmente abandona sus estudios para dedicarse plenamente a la música. Ahí realiza sus primeros discos y giras internacionales, relacionándose con el Movimiento de la Nueva Canción Latinoamericana.
Entre 1971 y 1974 viaja frecuentemente a Nicaragua, y participa como trovador en diversas actividades políticas con el Grupo Gradas. En 1975 funda, con otros artistas, el Movimiento de la Nueva Canción Costarricense. Sostiene sus vínculos con el país aportando en distintas actividades de solidaridad.
Retorna definitivamente a Nicaragua en 1979, es parte del Ministerio de la Cultura e integra el Grupo Mancotal. En 1992 funda con otros artistas la Asociación de Cantautores Nicaragüenses (ASCAN). Premiado nacional e internacionalmente por su obra musical, crea junto a su familia, la Fundación Mejía Godoy. Hasta hoy, su obra sigue creciendo.
En algún momento, Luis Enrique nos dijo: “Las canciones son para reafirmar nuestra historia”. Sin espacio a dudas, la amplia obra artística de los Mejía Godoy no es sólo la concreción musical de la historia de lucha revolucionaria sandinista en Nicaragua, sino que es además expresión de la vida misma de sus progenitores, composición humana vivida con profundo compromiso político. Poniendo su cuerpo, cuerdas vocales, arte, picardía y filosofía al servicio de la emancipación, desbordaron de esperanza y alegría infinitos encuentros populares, infundiendo el arte en las venas de la Revolución.
Luis Enrique, hijo de una familia llena de artistas, en Somoto, un pequeño y empobrecido pueblito al norte del país, fue creciendo en distintas ciudades de Nicaragua. Vive doce años en Costa Rica. Retorna a su tierra natal después del triunfo de la Revolución, para luego recorrer el país y varios continentes con su canto comprometido, afirmando siempre su identidad nicarafricanica.
Como dijo uno de los oyentes, nunca ha habido una Revolución sin un fenómeno musical, sin un fenómeno de música de protesta. Este baluarte de la música nacional y de la Revolución Sandinista, con más de doscientas canciones y dieciocho discos, nos acompañó en dos programas radiales, compartiendo anécdotas, canciones y reflexiones. Al despedirse, con un guiño de ojos, nos dejó la siguiente advertencia: “Las canciones no son sólo para la nostalgia, sino para resembrar”. Las plazas, parques y ciudades siguen reclamando el concurso permanente de su legado artístico, que es hijo de su esfuerzo y de la historia revolucionaria latinoamericana.
Mónica: Le trajimos un regalito a la audiencia: con ustedes, Luis Enrique Mejía.
Luis Enrique: Realmente el regalo no soy yo, porque más bien el regalo lo recibo yo, el privilegio, la alegría, el honor de poder estar aquí. Quiero felicitarte y felicitarnos como pueblo, como nicaragüenses, por este grupo de personas que se han empeñado en hacer este programa.
Desgraciadamente no he traído mi guitarra, pero está mi corazón, mis ideas y mis principios. Quizás lo más importante de mi obra musical es que está dichosamente enraizada en los más profundos y legítimos sentimientos de nuestro pueblo, nuestra patria.
Mónica: Bienvenido, Luis. ¿Vos te criaste en Somoto?
Luis Enrique: Hasta, más o menos, los ocho años. Nací en un pequeñísimo pueblo del cual estoy orgulloso, uno de los más pobres de Nicaragua, Somoto, departamento de Madriz. Vengo de una familia de músicos populares. Mi padre era carpintero, mi madre era artesana del pan y también mataba chanchos los fines de semana. Nacimos en el seno de una familia con mucho amor al trabajo, a la dignidad y la honradez de trabajar, prácticamente sin ningún involucramiento en la política.
Ese pueblo nos vio nacer con muchas inquietudes que traíamos en la sangre, como digo yo, traemos un relincho en la sangre, en donde la música, el arte, la cultura, la comunicación, la palabra, la poesía, la artesanía, los valores auténticos de nuestra cultura y nuestra identidad, estaban en primer lugar.
Mónica: ¿Cuántos hermanos y hermanas son?
Luis Enrique: Las tres Marías: María de los Ángeles, María Lucila y María Concepción “Conchita” y los cuatro hermanos: Carlos, Chico Luis, Armando y yo.
Mónica: A tu hermana, Lucy, la conocí en León cuando estudiaba en La Pureza, estaba interna y era destacadísima en el piano.
Luis Enrique: Las tres Marías y los cuatro sobrinos de Monseñor, nos venimos a vivir con mi tío Monseñor Luis Enrique Mejía y Fajardo a la Catedral de Managua. Toda la gente del norte que quería estudiar secundaria, que tenía posibilidades, tenía que mandar a sus hijos fuera, porque no existía la secundaria en Somoto ni en Estelí.
Nos mandaron a estudiar con mi tío y nos metimos en el Calasanz de Managua, y después nos mandaron al Calasanz de León, internos, que era cuando mis hermanas estaban en La Pureza de María, donde vos conociste a Lucy. Mis hermanas tocan piano, guitarra y mandolina.
Mónica: ¿De dónde les viene a los Mejía Godoy la vocación musical?
Luis Enrique: De la familia, desde mis bisabuelos. Mi papá tocaba flauta, guitarra, serrucho, era constructor de marimbas; mi abuelo Francisco era flautista y mi bisabuelo, que fue cura, el padre Pineda, era músico. Mis tíos, Monseñor Mejía y Fajardo era músico y Edmundo, el irredento hombre orquesta. La familia está llena, por otro lado, de parte de las Armijos. Los pianos que había en la Calle Real eran de mis tías. Por todo eso nosotros somos tan religiosos y tan irreverente al mismo tiempo.
Mónica: ¿Qué factores contribuyen a formar tu conciencia revolucionaria?
Luis Enrique: Desde muy joven tuve sensibilidad por los problemas sociales y las causas justas, pero no sabía cómo canalizar mi rebeldía. Contra la guerra en Vietnam, por ejemplo, contra la sociedad de consumo y las marcadas diferencias sociales, la pobreza y la marginación, y por supuesto, contra la falta de libertad y los desmanes de la dictadura somocista.
De tal manera que fue hasta que me fui a estudiar Medicina a la UCR, donde pude leer con libertad los libros que en Nicaragua eran prohibidos, y me inserté en la realidad política de este hermano país, sobre todo, cuando decidí ser cantautor.
Tenía veinticuatro años cuando leí El Diario del Che y el libro de Gregorio Selser sobre el General Sandino. La lectura de la poesía de Neruda –y su militancia política como poeta e intelectual–, los libros de Carlos Luis Fallas, de Costa Rica, de Ernesto Cardenal, y los primeros cuentos de Sergio Ramírez, me ayudaron a entender mi compromiso como artista. Trabajaba vendiendo equipos de sonido para poder cantar mis primeras canciones sociales.
Mónica: ¿Qué experiencias te marcaron?
Luis Enrique: El 24 de abril de 1970, el mismo año en que grabé mis primeras canciones Hilachas de Sol, Primero de Enero y Abajo1, solidarizándome con los pobres del mundo, contra el latifundismo, los terratenientes, las compañías bananeras y mineras explotadoras en América Latina, se organizó una importante manifestación encabezada por jóvenes universitarios de la UCR contra la compañía norteamericana ALCOA (Aluminium Company of America).
Esto me abrió más los ojos. En un país como Costa Rica, donde supuestamente el pueblo era pasivo, encontré un terreno fértil para sumarme a una lucha, desde mi oficio de trovador, y optar por ser un militante de izquierda y aspirar a ser un revolucionario; todavía no tenía ningún contacto formal con la izquierda costarricense y mucho menos con el Frente Sandinista de Liberación Nacional.
La manifestación contra la ALCOA fue reprimida con gases lacrimógenos, y me recordó la masacre de los estudiantes en León en 1959. Los gases me provocaron una alergia terrible y en el alboroto de los estudiantes perseguidos, conocí a los compañeros que posteriormente me invitarían a militar en la Juventud Vanguardista Costarricense. En esos años tuve conciencia de la lucha, sobre todo en América del Sur, contra las dictaduras militares, y por supuesto, del proceso revolucionario en Cuba, que marcó a mi generación.
Mónica: Todas esas canciones de 1970 siguen siendo vigentes. Cuando vos oís Hilachas de Sol, hablás de la tierra labrada mal repartida y sigue existiendo este problema de campesinos sin tierra. Y en Primero de Enero, dice: “El patrón va entrando a misa disfrazado de cordero, se da golpes en el pecho, pero es duro ese cuero”...
Luis Enrique: Andá a verlos mañana, te metés a la misa de diez y vas a verlos. Yo quiero decir no solamente el problema de la tierra, el problema de la propiedad, el problema de la corrupción, el problema de la insensibilidad; lo que quiero decir con esto es que quiero seguir luchando contra todos esos males.
Mónica: ¿Habías tenido alguna experiencia militante antes de eso?
Luis Enrique: En 1961, siendo estudiante interno del Colegio La Salle, de Diriamba, fui testigo del alzamiento armado en Jinotepe y Diriamba de un grupo de jóvenes enemigos de la dictadura, encabezados por Herty Lewites y Fernando “El Negro” Chamorro. Por una circunstancia muy especial, participé como curioso en la manifestación del 22 de enero de 1967; vi la represión de la Guardia Nacional contra los manifestantes, y también pude ver el papel de los políticos tradicionales y uno de los primeros pactos de la oposición con los Somoza.
Ese año me fui a Costa Rica y, al poco tiempo, Humberto Ortega y un grupo de revolucionarios realizaron la acción armada para liberar a Carlos Fonseca Amador de la cárcel de Heredia. Muchos años después, yo haría un concierto especial en esa penitenciaría.
Viví doce años en Costa Rica, ahí escribí gran parte de mis canciones y ahí adquirí conciencia. Conocí mi compromiso político primero en Costa Rica, cuando me reclutaron para el Partido Vanguardia Popular, que era el Partido Comunista.
Mónica: ¿Entonces conocés a Sandino en Costa Rica?
Luis Enrique: El primer libro de Sandino lo leí en 1971, gracias al Comandante Leonel Cabezas, allá en Costa Rica, un sandinista que sufrió, quedó parapléjico por un balazo que le dieron en uno de los tantos alzamientos. Yo le agradezco mucho a él que me regaló su libro. Todavía lo tengo. A partir de eso comencé a hacer unas canciones y a conocer la historia que me habían negado.
Mónica: ¿Ahí escribís la canción Compañero César?
Luis Enrique: Esta canción la escribí en 1971, en Costa Rica, y por equivocación le puse “César”, porque realmente Sandino se llama “Augusto C.” por Calderón, que es el apellido de Margarita, su madre. Augusto Calderón Sandino, eso lo descubrí hasta en 1979, gracias a Julio Valle y su Ronda Tribal para el Nacimiento de Sandino, que es un hermosísimo poema. Me equivoqué en la información, pero no en la inspiración.
Mónica: Don Armando Amador se molesta que le digan “César”, porque es “Augusto C.” de Calderón.
Luis Enrique: Sí, pero desgraciadamente aparecía así hasta en los libros. Compañero César es la primera canción que compongo dedicada al General Sandino.
Mónica: Hubiera sido difícil decir “Compañero Augusto” en la canción.
Luis Enrique: Sí, yo me hubiera tenido que plantear la canción de otra manera. Lo que yo destaco en esa canción es lo que dice de la historia de Sandino: hasta los elementos se pusieron de acuerdo con el guerrillero, la luna lo acompañaba y cuando quería plantar una emboscada, se escondía la luna; los ríos cambiaban su rumbo y entonces los gringos, la Constabularia2, los campesinos reclutados por los invasores, que era la Guardia de aquel tiempo, perdían la pista del guerrillero. Es un homenaje a Sandino en donde la luna, el río, la noche, las estrellas le dicen, yo también estoy con vos, también estoy en la lucha.
Mónica: “Compañero César, hermano Umanzor, Pedro Altamirano dale mi recado a todo el batallón. Compañero César, yo me voy con vos. Yo tengo una hermana, Luna Segoviana que te protegió. Y El Chipote es tío, pariente del río, que es hijo de yo”, dice la canción. Te cuento que con esa canción se reafirmó mi decisión de ponerle a un hijo mío el nombre de Umanzor. No le puse segundo nombre para que me le dijeran nada más Umanzor.
Luis Enrique: Que es un apellido muy norteño por cierto. Umanzor de Somoto y Ocotal, aunque en realidad son apellidos hondureños. Nosotros también somos de apellidos centroamericanos: mi bisabuela vino de Yuscarán3; mi bisabuelo, Gabriel Godoy, era hermano del papá de Virgilio Godoy, o sea que mi mamá es prima hermana con Virgilio Godoy. Ellos son de El Salvador, del jalvador, más bien.
Mónica: ¿Y las otras canciones para Sandino?
Luis Enrique:Allá va el General, nació en 1974, habla de otro aspecto de la vida de Sandino, que es cuando él se fue acompañado de su Estado Mayor a San Rafael del Norte, obligado por el frío, porque era un ser humano Sandino, también tenía frío, no podemos ponerlo como un Dios, como una cosa inalcanzable, al contrario, Sandino es el más alcanzable de los nicaragüenses, y el más nicaragüense de todos nosotros.
En Eran 30 con él, que nació en 1976, participaron otros artistas costarricenses y latinoamericanos, desde el punto de vista de la grabación, y mi hermano Carlos, que es el que toca la marimba. Esta canción aparece en el penúltimo disco que hice en Costa Rica, que se llama Amando en tiempos de guerra, que precisamente lo hice a finales de 1978, casi como una premonición del derrocamiento de la dictadura y el triunfo de la Revolución Sandinista. Esas constituyen el tríptico de Sandino que yo escribí, sin proponerme que fuera un tríptico, sino que la historia se me fue desenguaracando del alma y de la conciencia. Estas canciones las pudo haber escrito cualquier otro nicaragüense, cualquier otro compositor, y me tocó a mí la suerte, el privilegio y por supuesto que lo hice con un gran amor a mi país, y una admiración increíble por el General Sandino.
Pero no solamente son las tres únicas canciones para Sandino. En canciones, como por ejemplo, Yo soy de un pueblo sencillo, menciono al General Sandino. En Una carta de amor a Blanquita, es una carta de amor que el General Sandino le escribió a Blanquita, su mujer. Es interesante y sorprendente cómo el pensamiento de Sandino sigue vigente, y también es sorprendente cómo algunos quieren anularlo. Hay personas interesadas en hacer creer, y casi siempre pasa con los muertos, que Sandino fue un aventurero. Y no hablan del Sandino revolucionario, en el verdadero sentido de la palabra, el Sandino responsable de sus actitudes y palabras, su consecuencia, y tratan de ponerlo como un loquito esotérico –con respeto para la gente que cree en estas cosas–, como una especie de espiritista que consultaba a los astrólogos para ver si debía hacer un ataque o no. Es cierto que Sandino era un hombre pequeño de estatura física, pero su estatura moral y política absolutamente nadie la puede rebajar.
Mónica: ¿Y la Venancia? Hay quienes han afirmado que esa canción es para Benigna Mendiola, la esposa de Bernardino Díaz Ochoa, porque lo mencionás en ella. “Eulalio” estuvo en nuestro programa, me lo traje desde su comunidad, Uluse, y él contó sobre la campesina del Cuá que se llama Venancia.
Luis Enrique: Sí, la María Venancia. Por cierto que la historia de las Campesinas del Cuá es un hecho histórico que salió en el diario La Prensa y que inspiró a dos poetas, Alejandro Dávila Bolaños y Ernesto Cardenal, a escribir poemas sobre el tema. Después Carlos Mejía Godoy, mi hermano, se inspiró en los dos poemas para escribir Las Campesinas del Cuá. Un joven escucha la canción y a lo mejor se le puede ocurrir que eso no pasó en Nicaragua, pues ¡sí pasó!, y podría volver a pasar si nos descuidamos. Esta es una canción increíblemente histórica, testimonial.
Sobre la Venancia, resulta que cuando yo vine en 1974, estuve haciendo con Carlos un montón de actividades en colegios, universidades, barrios e iglesias con el movimiento cristiano popular.
Mónica: Yo los recuerdo en el atrio del Laborío, con el Grupo Gradas.
Luis Enrique: Sí, en los años 1971 a 1974 viajé a Nicaragua y me encontré con mi hermano para sumarnos a las actividades del Grupo Gradas, en solidaridad con los presos políticos. Anduvimos en Granada y Masaya con David Mcfields y Rosario Murillo, con El Chele Gámez, y un montón de gente. Había otros muchachos que empezaban a aprender a tocar guitarra y se sumaban. Eran momentos difíciles y hermosos, la Guardia llegaba a desbaratar las actividades.
Mónica: Habíamos muchos jóvenes que nos expresábamos también por el canto, rasgando las guitarras en las fogatas que hacíamos en los barrios. Recuerdo que con otras compañeras hicimos un grupo que se llamaba Camilo Torres. Cantábamos en los atrios de las iglesias y una vez me capturaron en la Iglesia Guadalupe, nos llevaron en la zaranda4 con Lourdes Jirón y nos tuvieron presas varias horas en el tenebroso Comando de León.
Luis Enrique: Sí, mucha gente se sumaba a estas actividades espontáneamente, a cantar sus poemas, canciones, a decir sus testimonios, eso fue muy importante.
Bueno, en una de esas había una huelga en un plantel del gremio de la Construcción y me fui con Carlos. Estando ahí, me dijo: –Esa mujer que está ahí es la Amada Pineda, y me contó la historia; me impactó su presencia, y con esa historia es que yo hice la Venancia. Esa mujer que maltratan, torturan, que la joden, es la Amada Pineda de Aráuz, y yo supongo que tiene una hija que se llama Venancia. Esa es mi ficción, vamos a decir entre comillas, porque muchas de estas cosas están lógicamente amamantadas de la realidad. Lo que nosotros hacemos es arte, por muy testimonio que sea, por muy inspirado en la realidad que sea, es una obra artística; aunque sea un retrato perfecto y calcado de la realidad, es una obra, es parte subjetiva de mi corazón y mi conciencia.
Oyente: Quería decirle a Luis que su música, la de su hermano y la de muchos cantores revolucionarios fue y es de gran importancia. Me acuerdo que en los años setenta yo estaba pequeño, pero conocí a Sandino con la música que se cantaba cuando los estudiantes se tomaban las escuelas para hacer huelgas. Ahí conocí a Sandino, en la música. Cuando no hay escritos, libros, la música revolucionaria, la música de protesta nos llega al corazón, y por eso considero que siempre que la música esté comprometida con las causas verdaderas, es una música que va a durar siempre, es como gasolina para seguir adelante.
Oyente: Yo digo lo mismo. Los Mejía Godoy nos enseñaron a conocer a Sandino a través de su música. Porque realmente acuérdese que aquí, en los años setenta, no había ningún tipo de texto, ningún tipo de folleto, nada que se pudiera leer a nivel popular; y ellos, a través de aquel famoso programa que tenía Carlos Mejía, que se llamaba El Son Nuestro, nos enseñó mucho de Sandino.
Y después nos integramos muchos a aquellos talleres de cultura popular, que fue el semillero de muchos combatientes, y luego en la insurrección, pues desgraciadamente cayeron muchos, pero todavía existimos algunos. Y recordamos con agrado que conocimos a Sandino a través de los Mejía Godoy, y que ellos nos integraron, pues, realmente, a la lucha.
Luis Enrique: Gracias. Yo siempre trato de profundizar un poquito en esta cosa, porque yo nací a la música no por la Revolución, sino que llegué a la Revolución por la música. Es realmente interesante cómo algunos de ustedes conocieron a Sandino a través de las canciones nuestras, refiriéndome a todo el movimiento de la canción nicaragüense.
Es importante decir que Flor de Pino es una melodía anónima recopilada por Los Bisturices Armónicos en la Comarca de Tomatoya, de Los Soñadores de Saraguasca, en Jinotega. Carlos le puso letra y en esa letra menciona la flor de pino que Sandino le regaló a Blanquita. Esa era una manera muy sutil de hablar de Sandino. Cuando Carlos hace la María de los Guardias, dice: “...contra un hombre arrecho llamado Sandino...”. Todas estas formas sutiles fueron una forma de ir intentando despertar en la conciencia del pueblo nicaragüense la historia del General de Hombres Libres.
Mónica: ¿Dirías que la familia les inculcó una gran sensibilidad social?
Luis Enrique: Venimos de una familia de músicos populares, desde ahí mis padres nos prepararon para que nosotros fuéramos lo suficientemente sensibles a los problemas sociales. Desde que yo tengo uso de razón, yo agarro una guitarra y empiezo a cantar las canciones campesinas, los tangos de Gardel, las canciones de Guti Cárdenas y Camilo Zapata. Me doy cuenta que soy sensible, pero descubro en el camino que hay muchas cosas que todavía no se dicen, ni se pueden decir.
En ese marco histórico es cuando escribo Hilachas de Sol y Primero de Enero. Yo me preguntaba, ¿y a dónde voy a cantar estas canciones? No puedo ir a la televisión, no puedo grabar mis discos; porque además soy una especie de loco que canta en las calles, kioscos, camiones, barrios populares.
Esto es un poquito antes del terremoto, en 1970 a 1974. Las cosas me hacen irme acercando a un gran repertorio de cantores y música latinoamericana que desconocía. Entonces me doy cuenta que no estoy solo, que existe Atahualpa Yupanqui, Mercedes Sosa, Horacio Guarní, Daniel Viglietti, Alí Primera, Amparo Ochoa, Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, inclusive gente como Joan Manuel Serrat, que contribuyeron a que nosotros no estuviéramos huérfanos.
Entonces dijimos, bueno, no solamente no somos locos, sino que hay un norte que es reafirmar en la música tu propia identidad, y por lo tanto tu propia realidad; y la realidad en aquellos tiempos era una que se llamaba dictadura somocista y lucha revolucionaria. Esto me hace recordar el día que conocí a Gaspar García Laviana en la Universidad Nacional de Heredia; él me dijo: –Luis Enrique, nunca soltés la guitarra, porque también dispara.
Mónica: Nos mandaron un mensajito pidiendo la canción El Cenzontle pregunta por Arlen, que es de Carlos Mejía.
Luis Enrique: Sí, bellísima canción que Carlos escribió para la chinita Arlen Siú. Te cuento que nosotros tuvimos el honor de compartir con ella, cantando juntos.
Me acuerdo que fue el 27 de diciembre de 1974, justo en el momento en que el Frente Sandinista estaba haciendo el operativo Diciembre Victorioso, ese mismo día, a esa misma hora, nosotros estamos cantando con Carlos, los hermanos Duarte, el Indio Pan de Rosa y Arlen Siú, en una actividad por los reos políticos en el teatro de San Marcos, Carazo. ¿Te imaginás? ¡Hasta me pongo erizo!
Cuando veníamos de regreso, la Guardia nos registró, no nos reconoció en aquella penumbra de Las Cuatro Esquinas, y dijimos con Carlos ¡algo está pasando!, y las radios mudas, pura música. Eso nos hizo sospechar que había algo grande, hasta que llegamos a Managua y nos dimos cuenta.
Mónica: La Chinita cae ocho meses después en El Sauce, en agosto de 1975. ¿Cuándo empezás a cantar sobre la lucha armada?
Luis Enrique:La Herencia es la primera canción en que hablo indirectamente de la guerrilla. Nunca lo había hecho antes, porque ni siquiera conocía a nadie del Frente Sandinista; sí conocía a muchos nicaragüenses que vivían en Costa Rica, pero no eran miembros ni militantes del Frente; mucho menos conocía a ningún guerrillero. En esta canción yo digo que veo que está bajando de los cerros la respuesta revolucionaria frente a la dictadura.
Me da nostalgia esa canción, a veces me pregunto cómo hice esa canción en ese momento; si volviera a nacer la haría igual, quizás trataría de mejorarla, pero ¿qué fue lo que me motivó a hacerla? Yo no recuerdo todo, pero ¡imaginate!, yo era un muchacho que tenía apenas veinticinco años, estaba en Costa Rica, me sentía solo.
Mónica: Contanos de tu militancia con la izquierda en Costa Rica.
Luis Enrique: En 1971, después de participar en muchas actividades sociales y políticas, invitado por estudiantes, dirigentes de barrios, y en algunas actividades del Partido Socialista y el Partido Vanguardia Popular, fui reclutado para militar en la Juventud Vanguardista Costarricense, donde ya había un grupo de artistas participando activamente.
La Juventud y el Partido Vanguardia fueron mi primera experiencia política, pertenecí a una célula de artistas y conformé la primera Comisión de Cultura de la JVC. Participé activamente, cantando en marchas, huelgas de obreros bananeros y cañeros, maestros y estudiantes, manifestaciones de solidaridad y campañas políticas dentro del Movimiento del Pueblo Unido.
Escribí canciones para estas campañas y realicé los primeros viajes a festivales de la canción política y Festivales de la Juventud y los Estudiantes en la RDA y Cuba. También me sumé a las actividades de solidaridad con Chile, México, El Salvador, Panamá y Guatemala. Había conocido en la RDA y Cuba a importantes grupos chilenos, argentinos, cubanos y uruguayos, entre otros, que me ayudaron a entender más aún la importancia del canto social, revolucionario y comprometido con las luchas revolucionarias.
Desde 1973 había pasado a trabajar como responsable del Departamento de Cultura de Vida Estudiantil en la Universidad Nacional de Heredia. En esta Universidad, la izquierda, a través de los estudiantes universitarios y muchos profesores –exilados chilenos, uruguayos, brasileños, guatemaltecos y argentinos–, tenía una gran influencia. Mi trabajo en la Universidad fue importante para la solidaridad con Chile, Vietnam, Nicaragua y Cuba; organicé conciertos, debates y fundé con otros artistas costarricenses y chilenos el Movimiento de la Nueva Canción Costarricense.
Mónica: ¿Cuándo te involucrás por primera vez con el FSLN?
Luis Enrique: Como te decía, desarrollé mi compromiso político primero en Costa Rica con el Partido Vanguardia Popular, que era el Partido Comunista de Costa Rica. Primero me hice un comunista, y después un sandinista, y no tuve que renunciar a mis ideas comunistas. Por el contrario, las ideas comunistas a mí me plantearon militar en un partido como el Frente, pero eso fue a mi regreso a Nicaragua.
En 1976 se empiezan a organizar actividades de solidaridad con Nicaragua en Costa Rica y entonces me involucro en la actividad cultural y política a favor del FSLN y la lucha de mi pueblo. En esos años tuve reuniones clandestinas con varios compañeros nicaragüenses que intentaban reclutarme para distintas tendencias del FSLN.
Tomé mayor conciencia de la lucha guerrillera y revolucionaria, y aunque nunca milité ni quise integrarme a alguna tendencia del FSLN, asumí una militancia, desde la JVC, con mi trabajo artístico y cultural para apoyar la lucha del FSLN, especialmente entre 1976 y 1979. En algunos casos, junto a mi hermano Carlos y Los Palacagüina, sobre todo a finales de 1978 y comienzos de 1979, en la última gira de solidaridad por América Latina antes del triunfo de la Insurrección Popular Sandinista, cuando escribíamos las canciones de Guitarra Armada.
Me planteo la militancia a mi regreso y no soy sandinista militante de 1979, sino como hasta en 1985. Es más, sin carné, porque nunca me lo dieron. Lo importante es lo que uno lleva adentro y que las cosas no sean del labio hacia fuera. Si uno no hace la revolución espiritualmente por dentro, ¿cómo jodido va a cambiar el mundo, si uno no cambia por dentro?
Mónica: Y a propósito de Costa Rica, la gente ha librado hermosas batallas contra la privatización de los servicios públicos, contra los tratados de Libre Comercio (ALCA) que son las nuevas formas de neocolonialismo. El movimiento del pueblo tico ha sido de una gran fortaleza y de impacto en Centroamérica.
Luis Enrique: Vos sabes que el otro día que se movilizó el pueblo, me daba envidia, quería estar en Costa Rica cuando me dijeron. Te das cuenta que la gente no está dormida, te das cuenta que todo sirve, te das cuenta que se cosecha muchos años después de haberse sembrado las cosas.
Este fue un movimiento de las masas desde las bases, de la gente más humilde, más sencilla, de las amas de casa. Claro, entonces yo digo, ¡valía la pena! Porque guardo tanto respeto por Calufa Carlos Luis Fallas, por don Manuel Mora Valverde, por tanta gente que yo quise, por tanta gente que me abrió los ojos a mí también.
Mi vida en Costa Rica fue crucial, y guardo un profundo agradecimiento a la gente común de Costa Rica, a los campesinos, gente que murió por Nicaragua, gente que hizo solidaridad desde la frontera.
Por eso cuando el triunfo de la Revolución, no me vine inmediatamente, sino que hice una gira por Costa Rica, y me vine hasta septiembre a Nicaragua. Yo dije, me quedo porque voy a agradecerle a toda la gente; porque yo viví en este país mucho tiempo y aquí adquirí conciencia de la solidaridad. Aprendí a ser solidario y a exigir la solidaridad con Nicaragua, gracias a la solidaridad con otros pueblos.
Oyente: En la presencia de este gran cantautor nicaragüense, quiero reconocer el canto como una férrea arma de lucha contra la injusticia en nuestro país, demostrada a través de la historia. No ha habido una revolución sin un fenómeno musical, sin un fenómeno de música de protesta. Así sucede en Chile, con Víctor Jara, y en cada uno de los países. Lógicamente en Nicaragua había de surgir un Mejía Godoy, porque la historia se manifiesta a través de sus necesidades. Este programa de hoy tiene la característica de ser reflexivo en torno a un elemento que muchas veces dejamos fuera: el arte.
Ustedes están apuntalando un hito histórico, porque ninguna revolución fue tan prolífera en música testimonial como la nuestra. Están reafirmando que el canto no es una mera distracción; el canto además es una reflexión profundamente filosófica que tiene la virtud de llegar al espíritu, al sentimiento y lógicamente impulsa a la acción.
No puede haber una Revolución sin canto y sin música, y eso indudablemente está en las manos prodigiosas de nuestros cantautores. Luego, detrás de ellos, hay una constelación de hombres y mujeres que hicieron de la Revolución un hermoso canto, que lamentablemente fue traicionado por ambiciones personales, pero que en nada tocan la esencia verdadera del sandinismo, que sigue viviendo en la preciosidad de la música vernácula, de protesta, de la música testimonial.
Luis Enrique: Quiero hacer un reconocimiento a la memoria histórica. Para hacer todo ese trabajo, entre 1979 y 1988, conformamos un colectivo de trabajadores de la cultura, que se llamó Grupo Mancotal. Y se llama así en homenaje al “Danto” Germán Pomares, a quien conocí en Cuba en 1978, precisamente en la casa de la hija de Sandino, de Blanquita Segovia. Un justo reconocimiento a los más de veinte músicos que pasaron en la historia de Mancotal.
Mónica: ¿Mancotal era en honor al “Danto”?
Luis Enrique: A Pomares, porque él cayó en el Cerro Mancotal, en la toma de Jinotega.
Mónica: Siguiendo la historia de las canciones, ¿quién es la Josefana?
Luis Enrique: Es una muchacha negra, personaje mío, inventada, pero es posible que haya existido, que se decide ir a alfabetizar a su gente en la Costa Atlántica.
Oyente: Soy de Granada. Queríamos saludar a Luis Enrique y decirle que tenemos un programa en una Radio de Granada que se llama Rompiendo el silencio, que es el título de la canción que hace Luis Enrique a las mujeres víctimas de violencia. Nuestro programa va viento en popa y está dedicado a ese tema y quisiera que lo pusieran.
Luis Enrique:Romper el Silencio es una canción que escribí entre junio y noviembre de 1995, y que está dedicada a la lucha justa en contra de la violencia hacia la mujer. Esta canción la hice para que la escuchen las mujeres, pues las canciones se hacen para que se escuchen; y yo creía que era un tema que iba a interesar mucho a la mujer nicaragüense y en general a la sociedad, pero no se escucha mucho. A lo mejor los machistas no quieren que se escuche, porque es un tema muy espinoso, que pone el dedo en la llaga sobre el maltrato a la mujer.
Modestamente, yo quería hacer un aporte, y lógicamente es un acto de solidaridad mío cuando escribí esta canción. Entonces yo les pregunto: ¿Será que no está en programación porque no la quieren poner, o es una canción que no sirve?
Oyente: Nosotros sí, Luis Enrique, la escuchamos y la utilizamos para los debates alrededor de la violencia intrafamiliar y el maltrato a la mujer. Ésa es la canción de cajón y también es la canción de fondo con que nosotros logramos identificar el programa. Vos has logrado captar el drama de nosotras las mujeres nicaragüenses víctimas del maltrato y el machismo.
Luis Enrique: Sí, porque a mí me hubiera gustado que hubiera tenido la misma suerte de Pobre la María. Y hablo en relación a la audiencia que tuvo esta canción, la expectativa que planteó esta canción, porque es una canción tan interesante o más interesante inclusive que el tema de Pobre la María. Pobre la María habla del drama de la mujer que se tiene que prostituir y de la lucha de ella por alimentar a sus pequeños hijos, pero Rompiendo el silencio va más a fondo sobre el machismo y la discriminación.
Y aprovechamos para enviar un gran abrazo de solidaridad a todas las mujeres de Nicaragua, especialmente a las más marginadas, a las más golpeadas, a las más maltratadas, y en este caso particular, si me permiten todas ustedes, a Vilma Núñez, toda nuestra solidaridad, mía, de Carlos, la de los Mejía Godoy5.
Mónica: Luis, vos sabés que todos los 19 de julio, la gente quiere tener a los Mejía Godoy y a tantos otros artistas celebrando el aniversario del triunfo en la Plaza. Está claro que ésta es una situación complicada vinculada con los grandes problemas que enfrenta el sandinismo hoy y la dirigencia del Partido FSLN. Hay que decir que el Movimiento Revolucionario Sandinista –hasta un poco después de 1990– estaba encabezado por el Frente Sandinista, y lo que ocurre después es que pasamos de ser un movimiento revolucionario amplio, a un partido con sus líos partidarios.
Luis Enrique: Yo no estoy fuera porque ni me he ido, ni me han sacado, pero estoy un poco al margen porque no estoy de acuerdo con muchas cosas. Si no me has invitado vos, no tengo la oportunidad de decir estas cosas para que la gente sepa cuál es mi criterio alrededor de este tema. Ojalá pudiéramos hacerlo todos desde adentro del Frente Sandinista, pero es bien difícil. Si vos me decís que todo el pueblo, sin dirigente político, vamos a celebrar el 19 de Julio, yo mañana te digo: “Decime la hora”.
Mónica: Efectivamente, el 19 de julio no necesariamente debería haberse manejado como un acto partidista, sino como un acto amplio del pueblo, porque hay un sandinismo mucho más amplio que el que milita en las filas del Frente. Hay sandinistas que tienen otras opciones partidarias y muchos otros que no participan en ninguna organización. Con la partidarización se pierde la posibilidad de que el acto se convierta en un acto amplio del pueblo celebrando el derrocamiento de la dictadura, y más aún cuando se utiliza para fines electoreros, para endiosar a una persona, y no para recordar una gesta que nos envolvió a todos. Yo entiendo esa dificultad.
Luis Enrique: Totalmente de acuerdo. ¿Qué es lo que quisiéramos nosotros? Yo quisiera que fuera la canción la que convocara y no ningún partido, que fuera la conciencia sandinista de todo los que queremos homenajear esa lucha, y de todos los que nos sentimos sandinistas, independientemente que estés de este lado o del otro lado, al centro, a la izquierda. No creo que haya sandinistas de derecha, es decir sería una contradicción eso, como decir revolucionarios de derecha, ¿cómo es eso?, no le podés meter al carro el retroceso al mismo tiempo que la primera.
Mónica: Se te quiebra la caja.
Luis Enrique: Sí, porque la caja es como la conciencia. Por eso estas canciones tienen vigencia, porque nunca han estado oportunistamente, sino que han nacido producto de la lucha, la conciencia, de una guerra y una revolución. Yo tengo la suerte de haber podido viajar por América Latina y el mundo, y he podido comprobar, gracias a Dios, que la canción nuestra no solamente ha sido útil para Nicaragua, sino para otras luchas, otras sociedades, otros momentos históricos de otros países.
Oyente: Escuchar a Luis Enrique nos anima mucho, porque realmente hemos estado faltos de ese fervor revolucionario que nos trasmite la música.
Luis Enrique: Yo, como artista, me planteo si para el 19 de julio no pudiésemos hacer una gran fiesta de la cultura y la identidad nicaragüense, donde Sandino y Darío definitivamente sigan siendo las más importantes referencias de nuestra soberanía, lucha y cultura. Donde poetas, artistas, escritores, artesanos, músicos y bailarines nos juntemos y hagamos una gran fiesta popular, pues nadie puede borrar eso ni del corazón, ni de la memoria del pueblo, ni lo debiéramos permitir. Ahora, eso no quiere decir, porque yo me resisto a eso, aceptar que quieran quitarle el contenido sandinista. Es una fiesta del sandinismo porque fue el Frente Sandinista la vanguardia que permitió dirigir a todo el pueblo en la lucha contra la dictadura. Eso es un hecho que nadie lo puede borrar de la historia.
Va a llegar un momento en que van a decir “la revolución nicaragüense”, ¿cuál?, esperate un momentito: la Revolución de Zelaya fue la de Zelaya, la del Sandinismo es la del Sandinismo porque fue el Frente Sandinista el que se recontra coyoleo en la montaña, en el campo, en la ciudad, ¿me entendés? Unos más, otros menos, muchos murieron, muchos están discapacitados, muchos nos equivocamos, muchos se siguen equivocando, pero la historia está ahí y no se puede borrar; estas canciones son para reafirmar la historia.
Estoy planteando que la familia nicaragüense se una alrededor de la figura de Sandino y del hecho histórico del triunfo de la Revolución contra una de las dictaduras más terribles. Juntémonos por la esperanza, la utopía, los sueños. Hay mucha gente que directa o indirectamente se involucró en este hermosísimo, duro y complicado proceso revolucionario que sigue siendo ejemplo en la conciencia de muchísimos. Volver a abrazarnos y decirnos: La solidaridad no ha desaparecido entre los nicaragüenses, no ha podido el neoliberalismo, ni la oferta ni la demanda ni la libre empresa, no han logrado borrar de mi conciencia los principios que me hicieron y que voy a tener hasta que me muera.
Mónica: Y después de muertos, los principios que abrazamos también quedan como ejemplo.
Luis Enrique: Así es, porque mi padre se murió y nunca fue sandinista, ni siquiera fue revolucionario, pero fue tan honrado que es lo más parecido a todo lo que nosotros queremos ser.
Oyente: Le llamo de la Colonia 14 de septiembre. Es bonito oír este programa, pero ¿cómo haríamos nosotros los sandinistas para que hubiera la misma unión de antes? Con esta separación que hay nos decepcionamos completamente. Somos sandinistas, lo llevamos en la sangre, pero cómo hiciéramos para que, como por arte de magia, volver a ser como en tiempos pasados.
Yo soy una vieja de sesenta años, pero viví todo: cooperé, ayudé, fui colaboradora histórica, siento mucho amor por el Frente Sandinista, y deseáramos muchísima gente que volviéramos a comer en la misma mesa. No estar separados. Porque nos sentimos, pues, como defraudados, como desmoralizados, porque quienes somos perjudicados es la pobretería. La cúpula no pasa lo que pasa el pueblo.
Luis Enrique: Sí, definitivamente. Yo creo que es necesaria la unidad de los nicaragüenses, mucho más allá de la política, mucho más allá de las ideologías. Claro, en determinado momento, por ejemplo, cuando hay elecciones, yo creo que todo mundo tiene que reflexionar para decidir, tomar la opción que quiere. O tomar una militancia activa, orgánica, en determinado partido.
Pero la militancia de las ideas no es un cartoncito, no es una medalla. Esa militancia es una cosa que está profundamente enraizada, arraigada en los principios que todos los seres humanos tenemos, y debemos tener. El problema es cuando se toca con las manos sucias el corazón del pueblo.
A mí me preocupan varias cosas en estos momentos. No podemos hablar de todo. Pero yo quiero ser fundamentalmente un ser humano, un ser humano auténtico, y es difícil. Sobre todo cuando prolifera la corrupción, y estemos claros que ésta siempre es desde arriba para abajo. Pero aunque exista y prolifere, podemos enfrentarla con los principios.
Voy a poner un ejemplo sobre principios cristianos. Fui bautizado, hice la primera comunión, la confirmación, me eduqué en colegios cristianos. Quiero decir que a pesar de todos los errores y los problemas en la educación, en que a uno con sangre le metían las materias, el resultado que tengo de esa formación es un balance bueno. Esa formación cristiana, católica, a mí me hizo tomar mis propias opciones. Claro, también mi familia, mi padre, mi madre, mis abuelos, mis primos, mis tías, hicieron que nosotros fuéramos por ese camino correcto.
Pero cuando se habla de unidad, bueno voy a ilustrar con una anécdota. Recuerdo cuando el cura del pueblo nos mandaba a apedrear a los protestantes, y nos daba confites en premio. ¿Vos podés creer esto, Mónica?
Yo tendría siete años. ¡Realmente horrible! ¿Cómo es posible que nos manipularan tanto, de niños? El desgraciado cura de turno ahí del pueblo, el mismo cura que daba la misa y hablaba de amor al prójimo. Después, muchísimos años después, escribo:
Por la sombra del camino
van los indios hacia el pueblo
van bajando la montaña
porque es primero de enero
llevan gallinas al cura
por milagros venideros
o a rogar porque este invierno
llueva mucho en el potrero...
Lo que te quiero decir es que eso lo hacían en nombre de la unidad de los católicos. Un acto repudiable desde el punto de vista de los principios cristianos, pero justificado en nombre de la unidad.
La unidad entre los nicaragüenses es importante, la tolerancia, el respeto mutuo. ¿Sabés qué me preocupa ahorita, por ejemplo, a propósito de todo esto que está sucediendo? Fíjate que hay un sector en esta sociedad que está recurriendo a la política del miedo, para que la gente tenga miedo.
Entonces cuando hablamos de la izquierda en Nicaragua, de esa opción por la igualdad, por la lucha contra la pobreza, contra la desigualdad social, contra la marginación, cuando yo lo veo como una opción, el problema es que supuestamente la expresión de izquierda, no importa qué partido político sea ni quién sea su líder, pareciera que no es democrática esa opción.
Entonces me siento mal, me siendo excluido, y si algún día, ojalá que no, me pueda sentir amenazado, yo digo, es cuando yo me pregunto: ¿Valió la pena los cincuenta mil muertos, todos los hijos de las compañeras que murieron, que nos han llamado? ¿Por cuál causa? Es doloroso, es muy difícil, es muy complicado. Trato por eso en mis canciones de hablar de esos temas desde una perspectiva de esperanza y no de cerrazón, desde una perspectiva de unidad de la conciencia del pueblo, para poder tener opción a lo que uno crea mejor, y no sentirme excluido. Porque te ponen en una disyuntiva en las votaciones: Mirá, mucho cuidado, tenés que votar por éste porque si no, sí ganan los otros.
Oyente: Soy asidua oyente, junto con mi hijo, de su programa. Sé que mi hijo de once años se cultiva y conoce más de la Revolución, porque en realidad para él es una historia que yo le cuento nomás. Cuando escucha los testimonios siempre se emociona, él quisiera estar en esa época, dice que nació en una época equivocada.
Mónica: Es importante contarle a los hijos de nuestra historia. Es increíble cómo la gente se conecta entre sí a través de este programa, yo lloró de la emoción. Pero es importante decirles a nuestros hijos que nadie nace y vive en una época equivocada. Que cada generación tiene distintos desafíos, y lo importante es hacer en cada tiempo y lugar lo que corresponde al lado de la justicia y de las causas nobles.
Luis Enrique: Te voy a decir una cosa, este programa podría llamarse “Entre la Rabia y la Ternura”, porque exactamente son dos sentimientos que parecen contrarios, pero que son complementarios, porque son partes fundamentales del ser humano. Yo insisto mucho en que nada se ha perdido, no todo está perdido; nos queda la conciencia, nos queda el corazón, nos queda la certeza.
Yo nací en 1945, en Somoto, cuando Nicaragua ya tiene más o menos diez años de tener una historia de vergüenza porque asesinaron al General Sandino. Y creo como vos que nadie nace en la época equivocada, toda época es maravillosa porque es oportunidad de hacer la vida, de construir la vida. Lo terrible es pasar como un animal por esta historia, sin dejar huellas.
Siempre hice esa reflexión, yo estoy en esta historia porque estoy para reafirmar mi conciencia de ser humano. Lo terrible es la ignorancia, lo terrible es cuando los jóvenes, por las drogas y la delincuencia, no tienen dónde agarrarse. Nosotros tenemos una enorme responsabilidad con esta juventud. Yo no quisiera que mis canciones sólo fueran por la nostalgia, sino para resembrar; aunque algunos temas están superados, pues ya no hay guerrilla ni dictadura. Lo que quiero decir con esto es que yo quiero seguir luchando. ¿Vivimos en una época equivocada? No, vivimos en una época muy difícil.
Mónica: Es una etapa, como vos decís, muy compleja. Por eso debemos recurrir a herramientas de análisis científico de la realidad, para desmenuzarla y poder aportar en su transformación.
Luis Enrique: Sí, es bien importante ejercitar el pensamiento, leer, informarse, comentar, discurrir, analizar, conversar en la casa, en el desayuno, el almuerzo o a la hora de los tragos. Cuando están con los hijos, con la compañera, hablar de todos estos temas, porque son tabúes.
Yo no tengo que ser político para hablar de la política, no tengo que ser candidato a nada; desde mi oficio de cantautor, tengo el derecho de analizar la realidad nacional y no estar marginado de eso. Se habla de libertad de expresión ¿no?, y a veces da la impresión que la libertad de expresión solamente debe estar en los medios de comunicación y no en las personas; porque sin pueblo, ¿para qué medios de comunicación?
En ese sentido me parece muy importante decirle a la gente que converse, que no tenga miedo de conversar. La unidad entre los nicaragüenses es importante, la tolerancia, el respeto mutuo. ¿Sabés qué me preocupa ahorita? Que hay un sector en esta sociedad que está recurriendo a la política del miedo para que la gente tenga miedo. ¿Sabés cómo me siento, Mónica?, como que están minando nuevamente el país, tenemos que vencer ese miedo. Escribí una canción que dice:
La libertad
Esa palabra tan sencilla
pero a la vez tan maquillada
se ha convertido en una farsa
una promesa repartida
entre los pueblos
con migajas
La libertad
esa canción aún no cantada
a un costo, riesgo y sacrificio
casi al final del precipicio
sigue luchando por amar
su identidad tan maltratada!
La libertad
me hizo cantar sin la mordaza
sin recompensa, ni coraza
y sin temor a equivocarme
de ganarme el derecho
de amasarla como el pan
La libertad
creció en la calle y la disputa
por el derecho de su lucha
y han querido extorsionarla
con ofertas y demandas
¡como si fuera una puta!
La libertad
nunca se puso de rodillas
cuando la muerte la acechaba
y pudo más el que sembraba
que el que mataba y
encarcelaba su semilla.
Se me ha ocurrido leer esto, porque tenía la necesidad de decirlo y expresarlo. Para despedirme, quiero poner esta canción que se llama precisamente Para Recordar. Cuando termine la canción, quiero que nos quedemos con la reflexión de volvernos a encontrar. Sabemos que no estamos muertos, que estamos vivos y que el sandinismo es posible nuevamente.
8 de abril del 2000 y 5 de mayo del 2001
NOTAS
1 Hilachas de Sol es el primer disco de canciones sociales y fue grabado con CBS-INDICA, en Costa Rica, en 1970; aunque salió a la venta en 1971.
2 Se refiere al primer nombre de la Guardia Nacional, que fue concebida como un órgano policial, para el mantenimiento del orden público interno. Constabular o Constabularia, palabra que el Diccionario Oxford traduce como Policía.
3 San José de Yuscarán, ubicada a 68 kilómetros de Tegucigalpa, la capital de Honduras, y en las faldas del Cerro Montserrat.
4 Así le decían a un vehículo que tenía puertas de malla, donde trasladaban a los capturados.
5 Este programa se realizó en los días en que se había desatado una campaña del gobierno de Arnoldo Alemán, en contubernio con la jerarquía de la Iglesia Católica, contra los movimientos de mujeres.
El Cardenal Miguel Obando dio declaraciones contra las mujeres, diciendo que se sentía amenazado por ellas. Otros voceros la enfilaron directamente contra Vilma Núñez de Escorcia, Presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (CENIDH), acusándola de criminal abortista. Las mujeres organizadas estaban defendiendo, entre otras cosas, el derecho a mantener la no penalización del aborto terapéutico en el Código Penal.