Memorias de la lucha Sandinista

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Tener ideales y luchar por ellos

Dora María Téllez


Dora María Téllez nace en Matagalpa el 21 de noviembre de 1955. Se bachillera en Matagalpa y luego se traslada a León a estudiar Medicina. La recluta Ana Isabel Morales en 1974, y en 1975 viaja a Cuba a recibir un curso de Medicina de Campaña. Ingresa al país en 1977 formando parte del Frente Norte que protagoniza las acciones de octubre de 1977 en el norte del país. Trabaja un tiempo en Managua como parte de la Comisión de Formación Ideológica, junto a Oscar Pérezcassar “El Gordo Pin”.

En agosto de 1978 es la responsable política del Comando Rigoberto López Pérez que se toma el Palacio Nacional. Durante la ofensiva final es jefa del Estado Mayor del Frente Occidental Rigoberto López Pérez, integrado por las tres tendencias del FSLN, y después del triunfo de la revolución es distinguida con el grado honorífico de Comandante Guerrillera.

En los años ochenta es fue vicepresidente el Consejo de Estado, electa miembro para la Asamblea Nacional Constituyente de 1984-1990 y después en el período 1990-1996, escaño que no asumió pues fue varios años Ministra de Salud. En 1990 es nuevamente electa diputada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional; en 1995 se separa del FSLN y organiza el Partido Movimiento Renovador Sandinista (MRS), del que a la fecha es presidenta.

Dora María Téllez es una de las mujeres más destacadas en la lucha contra la dictadura, especialmente en su fase insurreccional. Es parte del almácigo del Frente Norte Carlos Fonseca (1977), de donde se desprendieron cuadros fogueados para trabajar en la preparación de la insurrección final del pueblo contra la dictadura.

Como responsable política del comando en el asalto al Palacio Nacional en agosto de 1978, y como dirigente de la Tendencia Tercerista, su agudo análisis permite entender las contradicciones que dieron lugar a la división del FSLN en tres tendencias, y a la vez las propias contradicciones existentes dentro de las mismas, en particular en la tendencia liderada por Humberto Ortega.

En nuestra conversación, pudimos rescatar importantes datos de la vida militante de Dora María y también sus reflexiones sobre hechos, algunos desconocidos, en los que le tocó ser protagonista. No pudimos hablar mucho de la insurrección de León, en la que jugó un rol articulador de las fuerzas organizadas en las distintas tendencias del FSLN; pero sus vivencias expresan las duras batallas que tuvieron que librar para poder sacar a la Guardia de todos los puntos cardinales de esa combativa ciudad.

Dora María quiso detenerse en exaltar los grandes valores e ideales de los que eran portadores hombres de origen humilde como Cristóbal Vanegas, Alvarito Hernández y otros tantos caídos en la lucha.

Mónica: Recuerdo cuando llegaste a la universidad allá por el año 1973, 1974; eras medio hippie, tenías imagen casi de poeta. ¿Cómo te metiste a este rollo de la lucha revolucionaria?

Dora María: Entré al Frente y a la lucha revolucionaria por varias razones: la dictadura tenía características que eran intolerables para gente con cierta sensibilidad: la represión política, la corrupción, la coerción a todo intento de organización y movilización social, la concentración de poder político, el nepotismo y una pobreza tremenda; fueron las causas por las cuales yo entré a la lucha revolucionaria. En realidad, me inicié en la lucha estudiantil.

Sigo teniendo las mismas características de entonces. Antes se decía un poco hippie y ahora un poco vaga; es decir, un poco fresca. También era la moda, ahora no se ve gente de caites. Creo que uno de los problemas es tomarse demasiado en serio. La gente que se toma demasiado en serio, por lo general son personas insoportables, porque no tienen mucho sentido de la vida.

Éramos una generación más dispuesta a la ruptura, más dispuesta al debate, más dispuesta a retar, más dispuesta a buscar cosas nuevas. Hoy veo una generación de jóvenes buscando otra cosa, tiene otra onda, más de la sociedad de consumo y demasiado apego a instituciones conservadoras, arcaicas. Nosotros teníamos una ventaja: tener un gran ideal, grandes ideales; yo siento que hoy los jóvenes tienen un gran escepticismo. Es una generación distinta a la que nosotros pertenecimos.

Mónica: ¿Quién te reclutó, Dora?

Dora María: Para el Frente Sandinista me reclutó Ana Isabel Morales. Yo participaba en las luchas estudiantiles, pero no en el Frente Estudiantil Revolucionario.

A partir de ahí empecé a trabajar directamente con el Frente y a seguir mi actividad en el movimiento estudiantil, hasta que pasamos a la clandestinidad. Como estudiante de Medicina, me enviaron a un curso de Medicina de Guerra en Cuba. Ahí estaban Luis Chávez, Enoc Flores, Edgard Vílchez y otros compañeros. También participó Carlos Argüello, quien estaba en Cuba, pues había sido liberado en la operación Diciembre Victorioso, en 1974.

Era un curso bastante intenso, en el que rotamos en varios hospitales de La Habana. Teníamos otras identidades y aprendimos cantidades de cosas que nos permitían atender heridos en el campo de batalla, ver enfermedades comunes o enfermedades tropicales, así como emergencias de guerra, heridos de bala, etcétera. Se pretendía que nos permitiera insertarnos en la guerrilla de montaña para funcionar con esa operatividad, con ese perfil. También recibimos entrenamiento militar durante cuatro meses.

Mónica: ¿En Cuba te encontraste con Carlos Fonseca?

Dora María: No, Carlos Fonseca justamente en la época en la que nosotros salíamos, él estaba entrando a Nicaragua, o sea, fue simultáneo. José Benito Escobar era el responsable de la misión en Cuba. El grupo era grande: Jacinto Suárez, “El Chiri” Luis Guzmán, Carlos Guadamuz, quien pasó muchos años ahí; estaba Omar Halleslevens, quien había llegado con el comando del 27 de diciembre; Manuel Rivas Vallecillo, liberado por el comando. Había mucha gente.

Mónica: ¿Cómo te decidiste por la Tendencia Tercerista, cuándo se dio la división del Frente?

Dora María: Cuando yo salí del país, ya se había producido la primera fractura entre el grupo que encabezaban Jaime Wheelock, Luis Carrión, Roberto Huembes y Carlos Núñez, que después configuró la Tendencia Proletaria. Habían metido a Jaime Wheelock, a Luis Carrión y a Carlos Núñez en la embajada de Venezuela.

Mónica: A punta de pistola.

Dora María: Cordialmente invitados a pasar a la embajada, y después alguna gente de Managua se había separado de lo que después fue la Tendencia Guerra Popular Prolongada. En esas circunstancias fue que salimos nosotros a Cuba, y nos despide “Federico” Pedro Aráuz. Había un gran debate, por lo menos en la célula de León, sobre la llegada de Carlos Fonseca al país.

Mónica: ¿Cuál era la esencia de ese debate?

Dora María: Alguna gente decía que Carlos había estado demasiado tiempo, siete años, fuera del país, como para venir a encabezar el Frente. Creo que en el fondo había una disputa de liderazgo entre “Federico” y tal vez, Tomás Borge, respecto a la posibilidad que Carlos llegara y se pusiera a la cabeza; porque en el fondo, nadie sabía qué pensaba Carlos de lo que estaba pasando. Creo que el propio Carlos no tenía la idea completamente clara, y tampoco logró hacerlo porque ni siquiera logró ver a “Modesto”.

Es decir, había ahí una disputa de liderazgo entre los líderes del interior del país y los de afuera. Creo que había poca sintonía entre el pensamiento político de una parte de adentro y de una parte de afuera, que no era exactamente el mismo grupo de Jaime Wheelock, pero que tampoco era exactamente lo que fue después la GPP.

Cuando pasamos por México, hablamos con Eduardo Contreras. Estaban Joaquín Cuadra y Martha Lucía Cuadra. Eduardo nos dijo que él estaba trabajando con un grupo para encontrar una especie de intermediación, para lograr juntar los pedazos en que se estaba dividiendo el Frente.

Cuando llegamos a La Habana, el tema de la división se paró, porque José Benito Escobar nos dijo que la división se había resuelto, que no había ningún problema y que ya se habían juntado todos los pedazos. Pasamos año y medio en La Habana con esa consideración.

Yo me di cuenta en 1977. Resulta que José Benito tuvo que salir de Cuba hacia Nicaragua, y me escogen como su acompañante, como parte de su enmascaramiento. Hicimos todo el viaje por Europa: Moscú-Praga, Praga-Bélgica, Bélgica-Madrid, Madrid-México. Era una vuelta obligada, porque había prohibición de viajar a Cuba.

En Checoslovaquia hacían cambio de pasaportes con identidad falsa, yo todavía conservo mi pasaporte con identidad ecuatoriana. Y para ello, tuve que aprenderme el nombre de todas las calles de Guayaquil, los cines, los monumentos públicos, la historia y la geografía de Ecuador.

En México nos recibió Thelma Navas en el aeropuerto. Inmediatamente llegamos a una casa donde José Benito se reunió a solas con Ramiro Contreras, y yo me quedé en la sala con Saúl Lewites, el hermano de Herty, que de entrada me pregunta: – ¿Qué pensás de la división? En mis adentros, pensé: ¿qué división? Pero para no pasar por desinformada, opté por contra preguntar: –Hombré, ¿y vos qué pensás? Y comenzó a hablar y me doy cuenta no sólo de que había división, sino que hay tres fracciones, que cada fracción funciona como una organización distinta, con estructuras distintas y conservaban el mismo nombre y distinto apellido.

Estuve viajando con José Benito a Honduras y Panamá, hasta que regresamos a Honduras, y entro en contacto con los dirigentes del Tercerismo: estaban Daniel Ortega y Víctor Tirado. Germán Pomares “El Danto” estaba entrenando a uno de los grupos que participarían en la ofensiva de octubre, y mientras José Benito hacía lo suyo, me pusieron a apoyar el entrenamiento.

Llegó el momento de regresar a Cuba, yo tenía que regresarme, José Benito había asumido el compromiso con los cubanos de no involucrarnos en la división. José Benito me explicó que la ofensiva de octubre era un asunto de vida o muerte: –Si no hay una ofensiva ahora contra la dictadura, el sandinismo se muere y la dictadura se consolida de por vida, me dijo. Bajo esa consideración, le rogué que me dejara quedarme, porque en el grupo que iba a combatir, que era como de cuarenta hombres, no había ningún sanitario. Le insistí y le insistí hasta que José Benito aceptó. En el grupo que se entrenaba, estaban Francisco Rivera…

Mónica: Te voy a leer una lista de los que estaban ahí, que “El Zorro” presenta en su libro:

Juan Ramos “El Indio Emilio”; Estanislao García; Chico Ramírez; Alvarito Hernández; Guandique; Víctor Manuel Urbina “Juancito”; Leticia Herrera; Araceli Pérez; Joaquín Cuadra; Eugenia Monroy; “Rosita”; Ramona Campos “Normita” campesina de San Antonio de Kuskawás; la Esmeraldita; Heriberto Rodríguez; Ulises Tapia Roa; Cristóbal Vanegas; Luis Rivera Lagos “Santo”; Carlos Manuel Jarquín; Róger Deshón; El Cuervo Guerrero; estaba el hermano de Jorge Sinforoso Bravo “Edwin”; Oscar Benavides; Émerson Velásquez, así como Carlitos Suárez, hermano de Nelson Suárez.

Dora María: Daniel Ortega y Víctor Tirado estaban en Tegucigalpa. Rosita era una obrera de Chinandega, La Esmeraldita, que en ese entonces era compañera de “Rubén”, tuvo varios hijos con “Rubén”. Cristóbal Vanegas después murió con Alvarito Hernández en un helicóptero, en la lucha contra bandas.

Araceli Pérez también estaba en Tegucigalpa, pero ella participó en el Frente Norte. Nosotros gozábamos con Araceli, quien era, tal vez, el personaje predilecto en ese grupo. Acababa de llegar de México y no le entraba la comida: cuajada, frijoles. Vos sabes que ella fue criada en un hogar de ricos en México, no era una mujer acostumbrada a estar comiendo cuajada, una tortilla dura horrible y unos arroces… Nosotros gozábamos con ella porque, como dejaba la comida, siempre había alguien al lado de ella esperando turno para comérsele la ración. Le tenía horror a las arañas, entonces la vivíamos matizando.

Era un grupo de cuarenta y es difícil guardar en la memoria tantos nombres, pero todos eran muy decididos y heroicos.

Mónica: Me encontré ayer con un compañero que entonces era casi un niño y andaba con “El Danto”, Rolando López. Me pidió que contaras la anécdota del sargento que pusiste a bailar en San Fernando. ¿De qué se trata?

Dora María: Es de un sargento de la Guardia. Mirá, de esa casi no me acuerdo. Pero sí me acuerdo de otras. “El Danto” era divertido, él era un hombre muy audaz y tenía otra manera de ver las cosas. En los días que atacamos San Fernando, atacamos también Santa Clara, y ahí nos pasó una cosa divertidísima1. Como “El Danto” no planeaba los ataques, a la entrada del pueblo preguntamos dónde quedaba el Comando. Nos dieron la dirección y lo rodeamos. Ulises Tapia se mete por detrás y, no me acuerdo quién, entra por el frente. Logran abrir las puertas y, al final, no hay nada. Ulises sale por el frente y dice: –Qué raro, aquí lo único que hay son cosas de medicinas, sillas, como consultorio.

Y es que nos habíamos metido al Centro de Salud. El Comando GN quedaba como a cuatro cuadras; y a esa hora, pegamos carrera a atacar el Comando. Cuando llegamos, la Guardia ya sabía que nosotros habíamos atacado el Centro de Salud. Era típico del “Danto”. Él tenía un plan particular de ataque en su cabeza y después uno tenía que agarrar la seña y ajustarse, y así terminamos atacando el Cuartel de Santa Clara, después de habernos tomado el Centro de Salud; exitosamente, pero a la pura brava.

Después del ataque de San Fabián, el Frente Norte se dividió en columnas. Nuestra columna anduvo en toda la cordillera de Dipilto y Jalapa, casi hasta Teotecacinte. Nos tomamos Mozonte, Santa Clara, El Limón, San Fernando; las haciendas El Volcán y Mi Ilusión, que eran del ranger, Orlando Gutiérrez2.

La segunda parte del Frente Norte anduvo de Teotecacinte para adelante, buscando el lado de Macuelizo, más bien donde anduvo Joaquín Cuadra con Elías Noguera y otros compañeros. Nosotros nos quedamos con “El Viejo” Víctor Tirado, en el lado de Dipilto.

En febrero de 1978 prácticamente bajamos todos. Sólo quedó un grupo en Macuelizo, conectado con los Agurcia y toda la gente de Ocotal.

Mónica: Es decir, el Frente Norte fue como un almácigo de donde salieron varios grupos.

Dora María: Exactamente, varios grupos que fueron disgregados a distintos lugares para trabajar en la preparación de la insurrección. Fue el Frente Norte el que tuvo la virtud de crear cohesión. Esa gente ya tenía más experiencia, fogueo y otra filosofía de lucha en la cabeza. Después yo pasé a Managua a hacer varias cosas, como parte de la Comisión de Formación Ideológica con el “Gordo Pin” Oscar Pérezcassar y Rafael Solís. Después trabajé en la organización de Managua, en lo que fue la Juventud Democrática Sandinista.

Mónica: ¿Juventud Democrática Sandinista? Nunca oí hablar de ella.

Dora María: Juventud Democrática Sandinista, ¿sabes quién estaba ahí? Carlos Bendaña, que está ahora en Relaciones Públicas de la Policía; también el chino Antonio Sujo. Era una forma organizativa para trabajar en las universidades.

Mónica: Recientemente Humberto Ortega dio una entrevista a La Prensa, como jefe de la Tendencia Tercerista; en otra ocasión escuché también a Daniel Ortega, y coinciden en afirmar que, antes del asalto al Palacio, vos, Oscar Pérezcassar y Joaquín Cuadra, expresaron ciertas contradicciones por la decisión de dar la jefatura del asalto a Edén. Pero antes que me contestés, vamos a dar paso a un oyente.

Oyente: Ramiro Lorío. Quería que la comandante Dora María me platique todo el papel del Indio Vanegas “Cristóbal”. Yo lo conocí, trabajé con él un tiempo, igual que con Alvarito Hernández, que cayeron en el helicóptero. Me gustaría saber algo sobre Vanegas, ya que le guardo mucho aprecio, mucho cariño; a pesar que no existe, siempre lo tengo presente. Me gustaría que Dora María me platique algo sobre Vanegas. Eso quería saber, gracias.

Dora María: Vamos a retomar el hilo que llevábamos y a abordar esa pregunta después.

En realidad, en la Tendencia Tercerista había grandes contradicciones; pero creo que había una ventaja, y era la posibilidad de establecer un debate serio, difícil, no exento de tensiones, pero, al fin de cuentas, un debate de nivel, entre autoridades de la organización que buscaba estructurar una política común.

Eso permitía que hubiera, en medio de esas contradicciones y la diversidad de personalidades y grupos que formaban el Tercerismo, un cierto equilibrio. Después se perdió, porque se anuló el debate entre lo que después se llamó Dirección Nacional y los llamados cuadros intermedios. El poder que nosotros teníamos como Terceristas era mucho mayor que el que tuvieron los llamados cuadros intermedios en la historia del Frente posterior, creo yo.

Creo que uno de los grandes problemas que tuvimos en los años ochenta fue haber entregado todo el poder de decisión y de debate a la Dirección Nacional, siendo un asunto de naturaleza estrictamente histórica, y no simplemente un asunto de voluntades por la convergencia de las tendencias.

En aquel entonces era evidente que el Frente Interno –así se llamaba a la gente que estaba en el país– tenía diferencias en la apreciación de cosas con Humberto Ortega. Sobre la jefatura del operativo al Palacio Nacional, naturalmente teníamos diferencias, y recuerdo que en algún momento el propio Humberto mandó a intervenir el núcleo de trabajo del Tercerismo en el interior. El otro día estábamos haciendo chistes con unos compañeros involucrados en eso, de cómo fueron regresados al mismo lugar de donde habían venido, los compañeros que llegaron de parte de Humberto, y que llegaron diciendo: –Yo vengo a hacerme cargo del Frente Interno.

En el Frente Interno habíamos desarrollado la práctica de elegir a los miembros del núcleo de dirección. Es decir, Joaquín Cuadra, el “Gordo Pin” Oscar Pérezcassar e Hilario Sánchez, fueron electos como los dirigentes por su autoridad, por su responsabilidad. Hubo una riesgosísima reunión, creo que en la casa de Nicho Marenco, en Serranías, de todos los cuadros del Tercerismo dentro del país; por eso el núcleo tenía toda la autoridad y toda la fuerza, devenida de una elección totalmente inédita en un órgano clandestino en aquella época.

Humberto, particularmente, tenía la tendencia de tratar de imponer su visión desde afuera. Él ha sido muy brillante en análisis estratégico, pero nunca ha tenido balance en sus consideraciones. Él pasó de querer convertir el Ejército en una plataforma para ser candidato, a decir que ninguno que salga del Ejército puede ser candidato. Es bien extremista y eso es lo que siempre deteriora su capacidad de análisis. Pasó de ofrecer postes de luz a la burguesía, a convertirse en uno de ellos. Es una cosa completamente contradictoria.

Con lo del Palacio, insistieron en mandar a Edén al frente. Inicialmente, el designado era Germán Pomares “El Danto”. Edén es una persona con mucha audacia, muy valiente, pero tiene un estilo distinto, tiene una manera distinta de ser. Venía de afuera y eso causaba prejuicio sobre su participación.

Mónica: Es histriónico.

Dora María: Sí, y yo creo que esa es su virtud, aunque fue un defecto en algún momento en el Palacio; pero en términos generales, la virtud de Edén es estar en la cancha. Él tiene una habilidad, una vocación para eso, y además, es una persona muy agradable conversando. Buen líder de grupo. Tuvimos contradicciones entre el grupo del Palacio, Joaquín y “Pin”, pero eran cosas naturales.

Esa entrevista que dio Humberto el 19 de julio a un diario local, donde se coloca en el centro de la historia, creo que es un abuso y una soberbia. Humberto corre el riesgo de que todo el mundo le diga que no. Si solamente existiera su versión, no habría problema, pero existe también el resto de versiones, lo que demuestra que tiene una visión muy parcial y muy personal de las cosas.

A mí me llamó mucho la atención en todo el discurso de esa primera parte de Humberto, que nunca mencionó a Daniel. Es bien divertido, ¿verdad?, porque él aparece completamente en el centro, pero Daniel no aparece absolutamente. Aparecí yo, apareció Joaquín Cuadra, “El Gordo Pin”, pero nunca mencionó a Daniel. Yo no sé si deliberadamente o inconscientemente, pero borró a Daniel del protagonismo de esa historia.

En realidad, Daniel tenía consenso en el Tercerismo, porque tenía otra personalidad; es decir, Daniel tenía la virtud de escuchar. Después se convirtió en uno que no escuchaba, pero en aquel entonces contribuía a unificar criterios. Ahora Daniel tiene una personalidad que contribuye a crear contradicciones; pero bueno, así cambian las personalidades en la historia, o sea en la realidad. Si la historia fuese tan exacta como fue contada por Humberto, él hubiera sido el Coordinador de la Junta de Gobierno, no Daniel, ¿verdad?

Mónica: Comparto tu opinión Dora María. Para Humberto, la historia la hizo el Tercerismo, y dentro de él, su persona. Desconoce todo el inmenso trabajo de organización que se hizo desde los inicios, el trabajo de creación de redes y, por supuesto, la labor de todas las unidades y frentes de trabajo. No hay que olvidar que de todos los miembros de la Dirección Nacional, él no volvió a estar en Nicaragua ni conocía a los cuadros intermedios. Salvo dos breves entradas, la reunión que se realiza en Nandaime en 1973, y otra en 1976, antes de la muerte de Carlos Fonseca, con quien no tuvo comunicación entonces, él no vino a Nicaragua.

Volviendo a la entrevista, aunque nuestro tema de hoy no es la toma del Palacio, quisiera preguntarte si vos estabas enterada de que esa acción se iba a realizar en conjunto con las tres tendencias del FSLN. Edén afirma que la acción se apresuró, porque se dieron cuenta de que la GPP se estaba preparando para hacerla. David Blanco afirma que él estaba al frente de ese comando de la GPP, en donde habían seleccionado a veinticinco compañeros.

Dora María: Esta era una acción que ya estaba decidida como una acción conjunta de las tres tendencias. Dentro del Tercerismo, se consideraba que lo del Palacio Nacional era de inmediato, era urgente. Y en la GPP y Proletarios, todavía estaban discutiendo sobre la preparación. El Tercerismo tenía una virtud, creo yo: eran demasiado audaces. Lo del Palacio fue realizado con gente con poco entrenamiento, y todo era una audacia enorme; pero se hizo como una acción unilateral, después que se había planeado como una acción conjunta.

Más que detenerme en eso, quisiera referirme a la pregunta que hizo Ramiro Lorío sobre Cristóbal Vanegas, porque realmente, yo puedo hablar de mi vida con más tiempo y Cristóbal Vanegas no puede hablar de la suya.

Para mí Cristóbal Vanegas es de los personajes paradigmáticos. Éste era un hombre de Monimbó, muy humilde. Creo que había sido zapatero. Allá en el Frente Norte, él era una persona superior a nosotros en la adaptación a la montaña, su adaptación al medio, en no perderse; algunos de nosotros nos perdíamos hasta para ir a la letrina. El hermano de Sinforoso Bravo se perdía en lo liso. Cristóbal Vanegas era un jodido tremendo.

Digamos que por impactos del combate y una contraofensiva que montó la Guardia con la Operación Águila VI del CONDECA, y después de la muerte de un compañero ahí en Santa María, Cristóbal Vanegas entró en proceso de afligimiento como le digo yo, de aflicción, y llegó un momento en que él habló conmigo. Entonces yo estaba de jefe de campamento; por miles de circunstancias, habló conmigo planteando que él se sentía acobardado, estaba con miedo; que no podía ir a combatir, que tampoco se quería ir porque él tenía muchos compromisos con su gente, porque pensaba en los pobres, en las prostitutas y él quería quedarse en el campamento; pero quería que lo dejara de cocinero, que no lo mandara a combatir.

Ya habíamos tenido dos problemas con él; en uno de ellos, Carlos Manuel Jarquín lo había tenido que cachetear a la orilla de un combate, cuando él entró en crisis; entonces decidimos dejarlo en la cocina. Por suerte no se fusilaba a nadie, ni tampoco decidimos tratarlo como cobarde. Le dijimos: – ¡Hombre, quedate en la cocina!, pues era un hombre sincero. Ahí quedó. Cuando salimos del Frente Norte, lo perdí de vista.

Cuando estábamos en la insurrección de León y yo estaba de jefe de la insurrección, apareció Cristóbal Vanegas en un jeep, mandado por Javier Carrión, de Matagalpa. –Idiay ¿qué andas haciendo aquí, “Javier”? (era su seudónimo). Contame, ¿cómo te ha ido? Mirá –me dice, ¿te acordás cómo me acobardé y todo? Sí, hombre, me acuerdo, y ¿cómo saliste de eso? –le respondí. Mira, yo estaba en Tegucigalpa, entonces llegó “El Danto” y él me dijo: –Hombre, venite. Y yo le expliqué lo que me pasaba, que no podía combatir, que estaba ahuevado. Entonces me dijo: –Venite así como estás, ahí vamos a ir.

De manera que cuando muere “El Danto”, él queda como segundo al mando de Javier Carrión. O sea, Cristóbal Vanegas había logrado superar su miedo, había logrado reincorporarse y ya era entonces un héroe, él me contó esa parte, ahí en León.

Después fue oficial militar y se convirtió en el principal jefe de lucha contra bandas en esa época; cuando murió, tenía de segundo al mando a Alvarito Hernández3. Entonces digo yo que para mí era una personalidad paradigmática, porque te evidencia hasta dónde puede llegar la gente y dónde puede salir; es decir, las capacidades y potencialidades humanas son mucho más profundas de lo que a veces pensamos. Es decir, uno siempre puede dar; si nosotros hubiéramos dicho, este hombre es un cobarde, lo vamos a fusilar aquí, ideay, y llegó a ser extraordinario.

Oyente: Al compañero Vanegas lo conocí trabajando en la lucha contra bandas. La Comandante decía que el compañero Vanegas en una ocasión le dijo que lo dejaran en la cocina, pero yo tengo otra percepción del comandante Vanegas. Por aquellos años de 1983, que él estaba en la lucha contra bandas, era un hombre audaz en el combate; y yo creo que esos hombres ahora no existen, tampoco como el comandante Francisco Rivera que, dicho sea de paso, fue mi jefe.

Dora María: Sí, lo que decía este último compañero, es lo mismo que te decía; para mí Vanegas sigue siendo un ejemplo de que uno puede tener problemas y puede resolver su problema. Yo te digo, después, cuando Cristóbal era segundo jefe de la columna que había sido del “Danto”, y después en la lucha contra bandas, como dice el compañero, era una personalidad extraordinaria. Por eso, para mí Vanegas sigue siendo una de las personas más importantes de mi vida, por la humildad con la que pudo enfrentar su realidad; es muy difícil decir “poneme en la cocina”, ése es un acto de humildad tremendo; otro, mejor hubiera huido. Es decir, ése era un acto de humildad, de vergüenza y compromiso.

Mónica: Hubiera huido o inventado excusas…

Dora María: Cualquier cosa. Hubiera escrito un libro para justificar una cobardía. No. Vanegas tuvo la humildad, la entereza y la consecuencia de decir: –Yo aquí me quedo porque tengo compromiso con mi pueblo, aunque me quede en la cocina, aunque me quede lavando platos, aunque me quede lavando trastes. Yo creo que estar en la cocina en ese momento no era lo más heroico, pero el heroísmo no siempre es la acción más relevante; también digamos la extraordinaria honradez, honestidad consigo mismo y con nosotros, que Vanegas tuvo. Por eso, para mí siempre ha sido un ejemplo del enfrentamiento de las debilidades, por eso es lo que él fue. Al fin de cuentas, en la parte final de la lucha contra la dictadura, en la toma de El Jícaro y todo esto, un héroe, y lo fue después en la lucha contra bandas.

Yo siempre he creído que él es una de las grandes pérdidas que ha tenido el país y el sandinismo mismo. Como Alvarito Hernández, todos los hermanitos de Alvarito combatieron conmigo en León, “Los Pepescas”.

Mónica: Entre los años 1970 y 1973, a mí me tocó trabajar en El Laborío, barrio en el que viví desde los siete años. Y tuve la dicha de reclutar a Alvarito, él era obrero de la Tenería Bataán. Era un obrero humilde, pero siempre andaba limpio y bien planchado, y era de extraordinaria calidad. De lo más grande que he conocido es Álvaro Hernández. Estuvo en la guerrilla de la montaña y había participado en la emboscada de Kuskawás.

Dora María: La mamá era una mujer súper valiente, yo le decía “mamá compañera”. Todo el pepesquerío, eran “Los Pepescas”; pescado grande, pescado chiquito, pepesca; todos tenían un nombre con pescado ahí. Y la mamá era una mujer muy valiente, yo la conocí en León.

Mónica: Los oyentes han estado preguntando de tus tareas al mando del Frente Occidental Rigoberto López Pérez. Hablanos, pues, un poco de la insurrección de León.

Dora María: En el Estado Mayor de León habíamos bastantes mujeres: María Lourdes Jirón, Ana Isabel Morales, Leticia Herrera y yo, o sea cuatro mujeres junto a tres hombres: Mauricio Valenzuela, Leopoldo Rivas y Fanor Urroz; formamos el directorio y contábamos con combatientes extraordinarios, de primera calidad.

Veníamos de distintas tendencias, pero en términos generales creo que tuvimos menos problemas que los que pudimos haber tenido. Valenzuela es un hombre con una enorme virtud, su sentido práctico de las cosas que tiene que hacer; de manera que, por ejemplo, Sergio Lira, Ródrigo González y Umanzor, es decir, todos los compañeros que estaban al mando de la columna que entonces era de la Tendencia GPP, todos hicieron un excelente papel. Sin duda, en León, los combatientes y los jefes de columna eran formidables.

“La China” Lourdes Jirón jugó un papel muy bueno. En la defensa civil también estaba Ana Isabel Morales, estaba Leticia Herrera, y había entrado Leopoldo “Polo” Rivas. Después llegó Martha Cranshaw, y después Jaime Wheelock, pero éste se negó a asumir el mando de León. Se quedó con una su tropa que tenía del lado de La Mina Limón, una que había entrado de la frontera.

Sergio Mendoza entró del lado de Chinandega; estaban Alonso Porras, Carlos Zamora, Pablo Coca; gente que había quedado, una vez, que mataron a Lenín Fonseca, a Merceditas, María Ángeles. Los mataron el propio 2 de junio.

Comentario de la autora: Esta masacre se dio cuando el mando de la insurrección buscaba la reconcentración para iniciar los levantamientos, los cuales tendrían el refuerzo de dos columnas, una que entraría de Honduras, al mando de Alonso Porras y Sergio Mendoza y otra columna Tercerista que entraría por El Viejo. El día 3 de julio de 1979, asesinan también a Lucrecia Lindo y otros compañeros. (Ver entrevistas a Quxabel Cárdenas y Alonso Porras).

Dora María: El 3 de junio comenzaría la insurrección de León y Chinandega, y el 2 la Guardia mató al mando Tercerista de Chinandega. Entonces, todos ellos, la gente de la GPP, de los Terceristas y una parte de los Prole, se fueron a los cerros, al Chonco, cerca del Casita, a todos estos volcanes, a alojarse, esperando cómo entrar a Chinandega. Ellos combatieron ahí también.

La ciudad de León queda despejada desde el 20 de junio, pero quedaba tomado por la Guardia el Fortín de Acosasco4. Tal vez por eso es que se considera que León no fue la primera ciudad liberada en todo el país, sino Diriamba5.

La plaza de León tenía al frente a un oficial llamado Gonzalo Evertz “Vulcano”. Sacarlo fue bastante difícil. Nos tardamos diecisiete días para sacarlo del Fortín, entre el 20 de junio y el 7 de julio. Usamos la tanqueta Araceli, en honor a Araceli Pérez Darias.

Antes que la Guardia abandonara el comando, ahí hicimos una operación extraordinaria, jefeada por Oscar Cortés “El Chele Marcos” e integrada por otros cuatro compañeros, entre ellos dos mujeres. La operación consistía en entrar al comando, mientras la Guardia estaba ahí, y constatar que la Guardia había enterrado todas las armas del comando debajo de varios cadáveres. Sacamos casi seiscientas armas. Ana Isabel estuvo a cargo de la logística. Fue una cosa tremenda, porque los muchachos tuvieron que escarbar a mano.

Ellos entraron por la parte trasera del comando, durante la noche, siguiendo la dirección que dieron unos guardias que habíamos apresado. Desenterraron con las manos, encontraron los cadáveres en estado de putrefacción. Eran guardias que habían caído en el sector6.

Eso fue el primer día. Al día siguiente, volvieron para cerrar todo, y entonces preparamos toda la operación. Al tercer día entraron nuevamente, los cinco, pero ya teníamos una cadena de gente, persona por persona, que iba pasando un arma tras otra, hasta que llegaba a una casa, donde otro equipo de gente las lavaba. Pero era terrible el tufo a muerto impregnado en las armas. Así fue que armamos a la mayor parte de nuestros combatientes.

Eran armas de guerra norteamericanas. Había Fal, Garand, ametralladoras 30, 50 y RPG-7 con sus cohetes.

Mónica: Fue un cambio radical en la correlación.

Dora María: Completamente.

Mónica: Tus palabras de cierre Dora María.

Dora María: En primer lugar, quisiera agradecer a todos los compañeros que llamaron expresando su respeto y admiración por mí. Naturalmente, uno no tiene por qué estar en el cien por ciento de todo lo que la gente hace o dice; yo creo que ésa es una cosa normal. No lo está ni con su madre, ni con su padre, ni con su familia, ni con sus hermanos, ni con sus hijos; pero sí, para mí es importante que estos compañeros hayan expresado su admiración y su respeto.

Tengo una reflexión ahora, que tiene que ver con los jóvenes. El país está entrando a unas condiciones distintas a las que nosotros teníamos cuando éramos jóvenes. Nosotros encontramos un país con el 85 por ciento de pobreza, casi la mitad de la población gana un dólar y medio por día, hay entre ochocientos mil y un millón de nicaragüenses trabajando fuera de Nicaragua. Estamos en un país que tiene como una característica principal negarles oportunidades a los jóvenes, es decir, ¿qué es lo que le queda a un joven que termina la primaria si no encuentra trabajo? No halla dónde meterse, participa en redes delictivas o se desespera.

Y es a esto a lo que exactamente me quiero referir: nosotros hemos aportado o tratado de hacer lo que creemos conveniente para ir enrumbando a este país por un cauce distinto al que tiene ahora; desdichadamente, el cauce político pareciera que es como una ruleta que gira hacia atrás y está buscando de nuevo el montaje de una dictadura; y desde el punto de vista económico, la pobreza es ahora completamente intolerable.

Creo que los jóvenes, más ahora que nunca, en conjunto con nosotros mismos, estamos obligados a crear las condiciones para que el país preste las condiciones para la juventud, es decir, que los jóvenes mismos tienen que luchar por sus oportunidades.

Este modelo político que tenemos ahora, y el que estamos en curso de tener con las reformas constitucionales y la Ley Electoral, es un modelo político de concentración del poder en manos del Presidente de la República, que tiene el control del Sistema Judicial, tiene control de todo. La concentración de poder lleva a la intolerancia, a la represión política, aleja la participación ciudadana. Creo que los jóvenes y nosotros mismos debemos estar demandando, no niveles de participación ciudadana, sino toma de decisión ciudadana en los asuntos claves del país, no nada más en términos de la representatividad, sino directamente como participación.

Creo que ésta es, igual que como nos tocó a nosotros hace años, una coyuntura de llamado de atención a los jóvenes. La juventud está en una disyuntiva fundamental, tiene que actuar ahora, tiene que movilizarse, defender los espacios democráticos; porque si no, entonces vamos a tener que recurrir a un expediente que ya es difícil, es decir, cuando se cierran los espacios democráticos; el expediente de la lucha armada se vuelve a abrir. Y yo creo que nosotros que participamos en la lucha armada, lo último que quisiéramos es que se abra nuevamente; porque la guerra truncó o desvió o hizo para otro cauce, la vida normal de nosotros como jóvenes, una parte de la juventud que no vivimos.




13 de noviembre de 1999






NOTAS


1San Fernando y Santa Clara, municipios del departamento de Nueva Segovia. 

2De los soldados conocidos como boinas verdes de la Marina Norteamericana.

3Cristóbal Vanegas y Alvarito Hernández, responsables de los Batallones de Lucha Contra Bandas Contra-revolucionarias (LCBC), cayeron juntos cuando la Contra derribó el helicóptero en el que se dirigían hacia las regiones de combate.

4 El Fortín de Acosasco era una fortaleza construida en tiempos de la Colonia, ubicada en un cerro, a unos doce kilómetros del centro, desde el cual se divisa toda la ciudad. Era un lugar de tortura donde llevaban a los presos. La Guardia se replegó a esta fortaleza después que fue desalojada de todas las posiciones en León, incluyendo el Comando Central de la Guardia. El Fortín de Acosasco fue tomado el 7 de julio.

5La verdad es que varios municipios quedaron libres de la presencia de la Guardia mucho antes, debido a la acción de grupos que atacaban desde fuera. En el norte, el municipio de La Trinidad fue totalmente liberado el 11 de junio; Condega, el 14 de junio; Yalí, el 16 de junio; y Diriamba en Carazo, el 22 de junio. Pero la primera plaza estratégica en que se sacó a la Guardia del Comando fue León.

6El libro De León al Búnker de Guillermo Cortés Domínguez, recoge detalles de esta operación y de los combates más importantes.

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