Memorias de la lucha Sandinista

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La masacre de El Calvario

Sergio Lira y José Miguel Torres*


Sergio Lira “Zacarías”, nace en Chinandega el 8 de septiembre de 1954. Estudia primaria en el Colegio Miguel Larreynaga, de Chinandega; secundaria en el Instituto Nacional Joaquín Sansón Escoto, y Derecho en la UNAN de León. A finales de 1976, cuando ingresa al Frente Sandinista de Liberación Nacional, asume responsabilidades en la guerrilla urbana en León, y Chinandega en el año 1977. Fue uno de los jefes de columna en la insurrección de septiembre de 1978 y la insurrección final de León en 1979.

Después del triunfo de la Revolución, fue el primer Jefe de la Policía en León; recibe un curso de Policía en Cuba durante un año. Fue Segundo Jefe de Procesamiento de Auxilio Judicial Nacional, Jefe de la II Región de Policía (Matagalpa) y Jefe de Reeducación Penal del Sistema Penitenciario Nacional. Sale del Ministerio de Interior, cuando asume el gobierno de Violeta Barrios en 1990. Se incorpora como abogado y notario, trabajando hasta hoy en su profesión.

* Los datos biográficos de José Miguel Torres aparecen en “Ser cristianos y revolucionarios” en el Tomo I.

Penetrar a la iglesia, decirle a los sacerdotes, “esta iglesia está tomada”, cerrar las pesadas puertas, poner una gran manta con el lema de la lucha, tocar las campanas, instalar si es posible un parlante, avisar a los periodistas para que den la noticia, organizar la llegada de los grupos de solidaridad al atrio, demandar solidaridad para los que están en la toma: comida, dinero. Se trataba de convertir el templo en una tribuna de denuncia contra la injusticia, por la libertad de los presos, para demandar reivindicaciones al poder y demostrar solidaridad. La toma de las iglesias o templos católicos fue un mecanismo novedoso de lucha, utilizado por el pueblo en la Nicaragua torturada por una dictadura de más de cuatro décadas.

La primera toma de iglesia ocurrió en el año 1970. Los estudiantes y profesores de la Universidad Centroamericana se tomaron la Catedral de Managua, que antes quedaba frente al Parque Central. Al año siguiente la toma de la Catedral se repetiría, esta vez generalizándose a múltiples templos en todo el territorio nacional. Se establece así, como un mecanismo recurrente de lucha en coyunturas especiales.

Era una forma pacífica de lucha que se combinaba con la resistencia armada de los guerrilleros. Estas luchas permitieron conseguir importantes victorias como la liberación de presos y presas políticos, y reivindicaciones estudiantiles y sociales.

El 15 de febrero de 1979 se organiza una toma de iglesias en León. Por primera vez, la Guardia penetra a uno de los templos, El Calvario, y asesina en su interior a cinco jóvenes indefensos. Fue un hecho histórico que evidenció la atrocidad y desesperación del órgano represor frente a las protestas y denuncias populares. Esta matanza fue seguida de una desenfrenada persecución a jóvenes leoneses con saldos incontables de presos, heridos y desaparecidos.

Sergio Lira relata las experiencias vividas junto a otros miles de jóvenes de todo el país, que se unieron a las luchas cívicas desde los Comités de Acción Popular (CAP) y el Movimiento Pueblo Unido (MPU), hasta su integración en las unidades de combate, como formas de rebelión ante las arbitrariedades, abusos y crímenes del régimen.

Con el Reverendo José Miguel Torres analizamos cómo el fenómeno de las tomas de iglesias se entrelaza con el desarrollo propio de la conciencia social de los cristianos y su incorporación a la lucha, influidos por el Concilio Vaticano II, los documentos de Medellín y por personajes como Camilo Torres, quien cayó exactamente trece años antes de la masacre de El Calvario, el 15 de febrero de 1966.

En este diálogo también incluimos algunas aclaraciones y acotaciones que nos brindaron Ricardo Baltodano y Danelia Lanzas en conversación posterior.

Mónica: Sergio, ¿cuándo te integrás al FSLN?

Sergio: Estudiando en León mi último año de Derecho, me integro al Frente Sandinista. Ya había cumplido unos 22 ó 23 años cuando me integro clandestino a la guerrilla urbana. Me acuerdo de vos, Mónica, que estuviste en el Movimiento Cristiano; andabas mucho con un muchacho que se llamaba Walter Pentzke, que fue mi responsable en Chinandega, y responsable también de que yo acelerara mi paso a la clandestinidad. A él lo asesinan una madrugada del 16 de marzo de 1977, en un puente que está en la salida hacia El Viejo, Chinandega.

Walter vivía en la casa de seguridad donde yo estaba, junto a Quxabel Cárdenas y la compañera María Lourdes Jirón “La China”, quienes eran las encargadas del Regional. Cuando cae Walter, me bajan la orientación de dejar la ciudad. Yo andaba semi-clandestino y aterrizo en León, donde había estudiado; allí me asignan los barrios La Providencia, El Laborío y el combativo Sutiava. Tuve el gusto de estar con la familia Bervis, que en ese tiempo fue un bastión para la lucha insurreccional y el sandinismo.

Mónica: ¿Qué trabajo hacías en esos barrios?

Sergio: Había muchos jóvenes que estaban deseosos de integrarse al Frente Sandinista, y había que organizarlos porque la represión de la dictadura se estaba recrudeciendo. El pueblo mismo decía que era prohibido ser joven, pues todo joven era sospechoso de ser guerrillero o miembro del Frente Sandinista. En ese momento era insostenible andar tranquilo en las calles, y los muchachos, incluso los de secundaria, se integraban a la lucha política y armada de manera casi masiva.

Yo me encargué de organizar a algunos jóvenes, y se crearon en León los Comité de Acción Popular, que se encargaban de distribuir propaganda anti-somocista, hacer manifestaciones, etcétera.

Quienes formaban los CAP era gente de secundaria y de la universidad. Existía una especie de ascenso, pues de los CAP pasabas hacia las unidades de combate, gente destacada que estaba dispuesta y con más experiencia en la lucha política; y también había una especie de descenso de las unidades a los CAP, cuando así se debía.

La masacre del 15 de febrero de 1979 en la Iglesia El Calvario fue contra jóvenes miembros de los CAP, cuyos responsables eran tu hermano Ricardo Baltodano, quien estaba a cargo del núcleo de los CAP, y Denis Tenorio, quien murió en la insurrección de 1979.

Mónica: Al respecto, Ricardo Baltodano acotó lo siguiente.

Ricardo: Los CAP eran unidades del FSLN, aunque les dábamos un carácter político público. Incluso organizamos una Federación de CAP, la FECAP, pero en realidad no funcionaba como una coordinación de los CAP; lo hicimos para tener un espacio más en el Comité Ejecutivo del MPU. Denis Tenorio Belanger era el Presidente de la FECAP y yo era el de Propaganda. Nos eligieron en una asamblea en el auditorio Ruiz Ayestas, llegaron de todos los barrios y se leyó un comunicado que redactó Lourdes Jirón “La China”.

Denis Tenorio era un estudiante de Medicina, era el novio de Benita Cabrera, prima mía, y cayó en la gasolinera de la Texaco de León. En la lucha siempre había descuidos. A él no le tocaba estar en ese punto, pero se fue a asomar ahí, en el puente de Guadalupe, donde está un cañón del tiempo de la Colonia, y el 12 de junio lo agarró un francotirador.

Los CAP llegaron a ser unidades operativas que hacían de todo. Y había sus libreteros también. Por cierto, a nuestro papá le pusieron una bomba y por nadita lo matan. Cuando el Frente orientó que todos los magistrados y el personal ligado al régimen renunciaran, mi papá era Magistrado del Tribunal de Apelaciones, por los conservadores. Él no renunció, y en la mitología que se teje sobre estas cosas, supuestamente alegó que a vos te había consultado. Y entonces le pusieron una bomba que botó la puerta de la casa y quedó desbaratada la silla donde él siempre trabajaba. Un tipo charrasqueado le tiró una bomba. Por eso es que mi papá se va huyendo a Nagarote.

Sergio: Cuando se da la masacre en El Calvario, León ya había sido testigo de eventos importantes. La gente se había incorporado masivamente a la insurrección de 1978, que fue una verdadera guerra. Allí nos penqueó la Guardia porque no estábamos bien armados. En el repliegue de esas fuerzas, se dio la brutal masacre de La Arrocera.

También en León hubo emboscadas, por ejemplo las de La Barranca y San Pedro, que fueron bien sonadas. Hubo la toma del Comando de El Polvón, donde participaron alrededor de treinta compañeros y que no se le dio mucha publicidad. Y así como hubo esa masacre en El Calvario, también ya se habían producido constantes asesinatos de jóvenes en distintos barrios de la ciudad.

¿Por qué me refiero tanto a la juventud? Porque yo tenía 23 años y era uno de los responsables. ¿Te imaginás cuántos años tenían los que estaban bajo el mando?

Era tan desesperante la situación para la Guardia, que, aunque nosotros no andábamos bien armados –para el año 1978 sólo teníamos fusiles 22, que no son armas de guerra sino de cacería–, andaban con sus chalecos antibalas y cascos, por lo que fácilmente podían protegerse mejor, estaban en ventaja numérica y armamentística en el aspecto meramente militar.

Esta etapa de la lucha fue muy importante para el pueblo de Nicaragua. Las acciones que realizaron los jóvenes con la toma de colegios e iglesias en León, Chinandega y todo el país, marcaron un hito, pues nunca antes la Guardia había entrado a una iglesia a matar a alguien. Era tanta la desesperación de la Guardia, que ya estaba profanando los templos matando a los jóvenes; tan es así, que en algunas iglesias tomadas, los muchachos tuvieron que salirse. Ricardo, por ejemplo, estaba en la Iglesia de Zaragoza, y tuvo que salir porque le llegaron a avisar que estaban matando a los chavalos. Todo el mundo se salió porque verdaderamente esa gente no estaba armada.

Mónica: La edición del 16 de febrero de 1979 del Diario Novedades, que era de la familia Somoza, tituló: “Extremistas murieron disparando en el templo”.

En la crónica se dijo:

Cinco jóvenes leoneses murieron el 15 de febrero en las primeras horas de la mañana, después de intentar tomarse la iglesia El Calvario. Esta ciudad presenta un aspecto calmo, con sus actividades desarrollándose normalmente tras los sucesos bélicos que se desarrollaron en horas de la mañana y que dejaron el saldo de cinco extremistas muertos, después de entablar combates con patrullas de la Guardia Nacional.

En el lugar del combate se escuchaban detonaciones de balazos que eran disparados desde la torre de la iglesia. Los disparos parecían ser de rifle 22 y de revólveres del mismo calibre, y ante lo nutrido del fuego, una de las patrullas optó por rodear la manzana de la iglesia y penetrar, a riesgo de sus vidas, por una de las puertas laterales del templo. El nutrido intercambio de balazos cesó, al ser abatidos cinco de los atacantes, mientras otros tres individuos, que no pudieron ser identificados, se dieron a la fuga aprovechándose de la confusión del momento.

Junto a los cadáveres de los elementos subversivos, fueron encontrados tres rifles calibre 22, un rifle calibre 2-50, un revólver 22 y regular cantidad de municiones para estas armas. Los informes proporcionados por el Coronel Simón González, Comandante Departamental GN de esta ciudad, revelan que ningún miembro de las patrullas que participaron en esta acción resultó lesionado. Las autoridades encargadas de esta investigación presumen que se preparaba una acción en gran escala, cuya secuela se inició con la toma de varios templos y manifestaciones callejeras desde la tarde del miércoles 14.

Sergio: Arrecha esa noticia. Si yo la hubiera leído en ese momento, me habría molestado mucho, porque verdaderamente los muchachos que se tomaban las iglesias no andaban armados porque no teníamos armas que darles; con costo, los responsables de las unidades de combate andábamos con pistolas. No es cierto que anduvieran armados los muchachos.

Mónica: ¿Cuál fue el motivo por el que los jóvenes del Movimiento Pueblo Unido se tomaron las iglesias en febrero de 1979?

Sergio: La toma de las iglesias era un tipo de lucha que el pueblo desarrolló a través de los jóvenes, porque detrás de cada toma de iglesias había un barrio, la gente les pasaba comida, fresco y los animaba a que siguieran allí. Ante la impotencia de hacer algo, porque no había otra manera, y menos con la censura de prensa; en ese tiempo los chavalos se tomaban una iglesia para protestar. En ese momento, la toma era una manera de divulgar una situación anómala que se estaba dando.

En este caso del 79, la toma de iglesias fue en función de la huelga de hambre hospitalaria que se estaba llevando a cabo y que era muy respetada. Era una manera de demostrarle al régimen que la gente estaba inconforme con todo lo que estaba pasando.

Mónica: El 15 de enero comenzó una huelga de hambre de dieciocho trabajadores organizados en la Federación de Trabajadores de la Salud exigiendo el reintegro de dos mil compañeros injustamente despedidos. También en esos días el MPU impulsaba una jornada nacional contra la represión. En la lucha de los trabajadores hospitalarios, participó Silvia Ferrufino, una enfermera que luego murió por las secuelas de esa prolongada huelga de hambre. También participó una enfermera, gran luchadora, de apellido Chinchilla, que todavía está viva.

Ricardo: Nosotros estábamos en la iglesia Zaragoza. Los guardias habían pasado unos minutos antes amenazándonos, siempre hacían eso, fue a las siete de la mañana. Pero después llegaron unos vecinos y no dijeron: –Sálganse que acaban de matar a los muchachos en El Calvario. Nosotros nos salimos con calma, y a los cinco minutos estaban ahí los guardias. Yo estaba todavía en los alrededores y miré el despliegue. Para este tiempo todos los estudiantes de las universidades ya estaban dislocados en los barrios. Desde los primeros meses del setenta y ocho, todas nuestras fuerzas de la universidad se concentraron en el trabajo barrial, y se produjo un salto importante en la organización.

Mónica: El mismo 15, en la tarde, La Prensa relata en su crónica:

... el mismo párroco de la iglesia informó que los jóvenes se habían tomado pacíficamente el templo y que no iban a causar ningún daño a la iglesia, que sólo la ocuparían por doce horas.

Los vecinos dijeron que escucharon gritos pidiendo clemencia: ¡Por favor no nos maten! Varias veces gritaron los jóvenes y luego se oyeron las descargas. Los jóvenes no estaban disparando, si a la toma de iglesias iban armados de mantas. Lo que se llevaban eran unas pichingas de agua, crayones para poner los anuncios, algún megáfono y ni siquiera comida, ya que después se esperaba que la gente la llevara porque era parte de la dinámica de una toma de iglesia, la solidaridad del vecindario. Las mantas sí eran indispensables porque a través de ella se indicaba: Esta Iglesia está tomada… y el objetivo de la toma.

Mauricio Díaz Müller de 25 años, habitante del Barrio El Calvarito; Julio César Ayerdis, habitante del Barrio El Sagrario; Frank Rubí de 19 años, habitante del Barrio San Sebastián; Oswaldo Lanzas de 14 años, del Barrio El Coyolar; Benito Jirón Herrera, del Barrio El Calvario; fueron los jóvenes que después de dos horas de haberse tomado la iglesia, previa conversación con el párroco Haroldo Machado, a las nueve y treinta de la mañana del día 15 de febrero, fueron asesinados.

Ese mismo día, patrullas de la Guardia Nacional, supuestamente en persecución de guerrilleros, penetraron en el local del Colegio La Salle disparando de manera indiscriminada e hiriendo al hermano lasallista Benito Agustín Díaz. Ambos hechos generaron una ola de repudio en toda Nicaragua, particularmente del Clero de León y de un número importante de sacerdotes de todo el país. Prácticamente, todos los partidos políticos y organizaciones populares se pronunciaron, repudiando estos hechos.

La Curia Eclesiástica y el Clero de León, elevan ante ustedes su más enérgica protesta por el brutal asesinato de cinco jóvenes indefensos en el interior de la Parroquia de El Calvario, realizado por miembros de la Guardia Nacional. Dios se ve ofendido cuando en nuestra Patria se menosprecia la vida de sus hijos y cuando se siega brutalmente la vida de jóvenes que llenos de indignación no se resignan a ver con indiferencia cómo se ahogan las aspiraciones profundas de un pueblo y su libertad en todas sus manifestaciones, planteaba el pronunciamiento firmado entre otros por Monseñor Marcelino Áreas y Poveda, Vicario General y Gobernador de la Diócesis de León; los presbíteros Róger Urcuyo, Haroldo Machado, de la Iglesia El Calvario; Benito Pentzke Torres y Ricardo Juárez.

La masacre de El Calvario, se inscribió en la espiral de violencia y persecución a la que se vio sometida la juventud leonesa y universitaria. Sólo en la ciudad de León, en los días previos, inmediatos y posteriores a este hecho, más de veinte jóvenes fueron asesinados por la Guardia Nacional, después de ser capturados circulando por las calles leonesas, algunos de ellos cuando regresaban del balneario de Poneloya de pasear.

¡Ser joven es un delito!, exclamaban aterradas las madres de familia y los grupos sociales, políticos y religiosos que denunciaban la desesperación de la dictadura somocista y de su instrumento de represión la Guardia Nacional.

Danelia Lanzas Solís desde los 16 años participaba en la organización del trabajo en su barrio El Coyolar. Pertenecía a los CAP del FSLN y nos brindó, en conversación posterior, su testimonio sobre el asesinato de su hermano Oswaldo Lanzas en febrero de 1979.

Danelia: En los años de la insurrección, a los jóvenes nos integraban primero en los CAP, que eran organizaciones públicas. Nosotros andábamos dando la cara, mientras ustedes, la estructura militar, operaban clandestinamente.

Mónica: La masacre de El Calvario fue la primera de su género, donde la Guardia entró a la iglesia y asesinó a los jóvenes. Fue una acción contra niños desarmados. Uno de tus hermanos fue asesinado ahí. Me gustaría que me hablaras un poco de tu hermano, ¿qué supieron ustedes, cómo se había involucrado él?

Danelia: Mi hermano estaba organizado en los CAP, que era el organismo que aglutinaba estudiantes, y los muchachos que iban a fogueo a tirar bombas, a poner pintas en las calles en distintos lugares, para manifestarse en repudio a la dictadura somocista.

La toma de la iglesia fue dirigida por la GPP. Tuvieron una reunión con Mauricio Valenzuela y se habló que se iba a dar una acción conjunta en todas las iglesias, en las que participarían ciento y pico de muchachos. El Calvario fue la primera iglesia en la que cayó la Guardia, en coordinación con el cura que en ese momento era el responsable de esa iglesia. Fue él quien abrió la puerta principal que queda frente al parque, y efectivamente fue quien bombeó a los compañeros, y entró la Guardia Nacional. El Jefe de la plaza que ordenó eso no lo recuerdo en este momento, no sé si ya había llegado Gonzalo Evertz a la ciudad.

El Jefe de la plaza llegó junto a varios orejas, entre ellos “El Chele Aguilera”, uno que se llamaba Ariel Pineda, que era de la OSN. Entraron, capturaron y torturaron a los muchachos. Eran cinco muchachos, entre ellos, Mauricio Díaz Müller, Oswaldo Lanzas y otros compañeros. Mauricio era el mayor de ellos, estudiaba cuarto año de Farmacia. Mi hermano Oswaldo Lanzas tenía apenas catorce.

Cuando se oyó el tiroteo, eso fue una bomba en el barrio. Todo el mundo empezó a decir que era en la Iglesia de El Calvario. Mi hermano mayor y yo sabíamos que Oswaldo iba la toma de las iglesias, y en ese momento fueron las correderas de un lado a otro. La Guardia se los llevó a todos ellos a la morgue del Hospital San Vicente de León, y de ahí cada quien tuvo que ir a sacar a su muerto; no nos dejaron velarlos ni nada, simplemente fueron rodeadas toditas las casas de nosotros por la Guardia. Había un jeep BECAT detrás de nosotros, y así nos llevaron hasta enterrarlos con una caja que nos consiguieron, y así fuimos a enterrarlos por separado. Ninguno fue velado.

Pero aun así, se dieron unas manifestaciones bastante duras en ese momento; incluso, esa misma noche cayeron dos muchachos más porque se fueron a quemar la casa de este Ariel Pineda de la OSN. La Guardia los agarró y los asesinó esa misma noche. Después de eso, todos los días eran masacres en León; todos los días, de dos a cinco muchachos, diez muchachos, todos los días hasta la guerra final de 1979.

Mónica: ¿Y había señales de torturas en los muchachos?

Danelia: ¡Ah, sí! Sí, a todos ellos les quebraron sus piernas, que fue lo que nosotros notamos cuando nos vimos las familias en distintos momentos, las piernas, los brazos, incluso a cuatro de ellos les quitaron los testículos, los caparon, y el último tiro fue en la mandíbula. Mi mamá ni lo quiso ver. Mis hermanos Octavio, Mercedes y yo lo fuimos a sacar de la morgue. Mi mama no pudo. Después de torturarlos, fueron asesinados en el propio campanario de la Iglesia. A sangre fría. Los cinco estaban en las mismas condiciones.

Mónica: Mi hermano Ricardo dice que ellos se habían tomado otra iglesia y que les llegaron a avisar que se salieran, y a los pocos minutos llegaron también los genocidas.

Danelia: Exacto, Ricardo estaba en Zaragoza, en esa zona. Las iglesias de León estaban tomadas todas; pero como ese tiroteo fue monstruoso, se corrió la voz de que en ese momento los guardias estaban masacrando a los muchachos, y todos los que estaban en las otras iglesias, las abandonaron, no las pudieron mantener, hubieran sido asesinados también.

Después hubo protestas masivas todos los días, exponiéndonos abiertamente. En las casas donde las mamás o los hermanos no se sumaban, se fueron sumando, precisamente por todo lo que estaba pasando, pues esos abusos eran intolerables. En cada casa que había un muerto, se sumaba toda la familia; eso es lo que hace realmente que derroquemos a Somoza, la suma de todos, que ya no aguantábamos.

Mi hermano, siendo un niño, estaba totalmente comprometido. Había estado incluso en una escuela de entrenamiento que dio Mauricio Valenzuela. Estaba tan entusiasmado, que mi mamá lo mandó para Matagalpa, donde vivían unas tías, supuestamente para que no se involucrara; pero cuando las tomas del Instituto Eliseo Picado de Matagalpa, vimos las fotos de la huelgas, y ahí Oswaldo estaba participando, en primera plana salió; entonces mi mamá se lo trajo para León. Estudiaba en el Colegio San Ramón.

Mónica: José Miguel, para contextualizar esta masacre terrible que se dio en El Calvario, contale a la audiencia el alcance y significado que tenían las tomas de iglesias anteriores, por ejemplo, la del 23 de diciembre de 1972, año del terremoto.

José Miguel: Las tomas de las iglesias tuvieron indudablemente un carácter de denuncia y de protesta frente a hechos indignos, violatorios de la vida. Por ejemplo, el hecho que en el contexto del terremoto de 1972, Plasmaféresis comprara la sangre del pueblo y que la gente, para pasar su Navidad feliz, tuviera que hacer filas, por centenares y miles de personas, para vender su sangre; aquello realmente era una contradicción. ¿Cómo era posible que para celebrar una festividad espiritual religiosa, como es la encarnación de Jesucristo, alguien tuviera que vender la vida, vender su sangre? Esto lo que reflejaba era la indignidad del sistema en que vivíamos.

Además de eso, se movía en el escenario político, la prisión de muchos cuadros del Frente Sandinista a quienes les habían aplicado el “pisa y corre”. Es decir, una vez que habían cumplido sus condenas, los dejaban en libertad y, a la cuadra, los capturaban con la acusación de que iban con un arma en la mano.

Entonces, la toma de la Catedral de 1972 en ese contexto fue más que una huelga, un ayuno público de los movimientos cristianos de León, Managua y Carazo. Nos organizamos y decidimos pasar tres días en un ayuno, una especie de huelga de hambre, para decirle al pueblo que la celebración de la Navidad no tenía que ser consumista, no tenía que ser como el sistema enseñaba a celebrarla. La toma se da para denunciar esta situación y, particularmente, abogando por los prisioneros políticos que luchaban por cambiar esta situación de corrupción que vivíamos en Nicaragua.

Oyente: Miguel Castañeda. La primera toma de iglesia fue en 1970, en la Catedral de Managua, luego del Congreso de la UCA en el que estaba participando Edgard “La Gata” Munguía, recién electo Presidente del CUUN.

En dicho Congreso estábamos con el compañero Edgard Murguía y otros, de invitados del CEUCA, Centro Estudiantil Universitario de la Universidad Centroamericana. En la madrugada, a eso de las cuatro de la mañana más o menos, se tomó una decisión espontánea, porque el Movimiento Cristiano estaba teniendo, como dice José Miguel Torres, gran incidencia en el movimiento revolucionario, donde había cuadros del Frente Sandinista, había sectores cristianos de la UCA y de la UNAN, que eran dirigentes estudiantiles, y que calladamente eran colaboradores o miembros del Frente Sandinista.

Se tomó la decisión de irse a tomar la Catedral para denunciar dos cosas: una, el problema que estaban viviendo en la UCA con el Padre Pallais1; y dos, la exhibición personal de los presos políticos, pues habían caído presos diecisiete compañeros del Frente Sandinista, entre ellos José Benito Escobar. Eso se hizo en la madrugada, no recuerdo en qué fecha de septiembre.

La segunda toma de iglesias fue al año siguiente, en 1971, estando Octavio Rivas de Presidente del CUUN y el suscrito de Vicepresidente; con compañeros del Frente Estudiantil Revolucionario en Managua, se programaron actividades en apoyo al CEUCA, pues la UCA había expulsado a una gran cantidad de estudiantes. Además, seguía la lucha por los presos políticos. José Benito Escobar, Daniel Ortega y otros que estaban en la cárcel, mandaron una carta a los dirigentes del FER, diciendo que se iban a una huelga de hambre y que si se morían, nosotros íbamos a ser los culpables.

Entonces programamos la huelga de hambre de las madres de los expulsados en la UCA y huelga de hambre de las madres de los presos políticos. A los dos o tres días, comenzó la Guardia a reprimirlas, y fue cuando nos comenzamos a tomar en cadena las iglesias, primero la Catedral de León y Managua, y después el pueblo por su cuenta se fue tomando no sé cuántas más en todos los departamentos del país.

Se generalizó una lucha de veintiséis días durante los cuales se tomaron iglesias, colegios, se organizaron manifestaciones, etcétera. Recuerdo que comenzó el 19 de abril y terminó como el 9 de mayo, pero se obtuvo la libertad de diecisiete presos políticos, entre ellos Doris Tijerino, Germán Pomares y Catalino Flores. Los únicos que no pudieron salir de la cárcel fueron los que tenían ya aplicadas las sentencias de los tribunales de justicia; pero todos los pisa y corre, los que habían cumplido, lograron salir por una huelga de toma de iglesias y colegios.

Lo anterior lo digo, para dar a conocer sobre el inicio de la toma de iglesias. Ahora, contribuyendo a lo que decía el compañero Sergio Lira, hay que recordar que el trabajo de las comunidades en los barrios de León, comenzó en 1970 en Sutiava, La Providencia y El Recreo, con campañas de alfabetización y salud. Eso se fue expandiendo de 1970 a 1977-1978. Ya eran siete años de trabajo. Había más de veinte barrios en los cuales se trabajaba en la periferia de León: San Felipe, San Carlos, El Laborío y El Coyolar.

Mónica: ¿Te acordás, Miguel, que Allan Bolt incluso se fue a vivir a La Providencia, después del terremoto? La Providencia se expandió con los terremoteados, y ahí reclutamos a un montón de gente.

Miguel: Exacto, se le dio la instrucción que se fuera allí para montar los guiones del Teatro Popular y para trabajar directamente con la gente. Yo daba consultas médicas en siete barrios, me distribuía día de por medio, una hora en uno, dos horas en otro. En Sutiava abrimos cuatro dispensarios, el doctor René Meléndez prestaba su nombre porque íbamos estudiantes de último año o que ya estábamos egresando y atendíamos. Llegamos a poner cuatro consultorios en Sutiava, La Providencia, San Carlos, El Recreo y San Felipe.

Mónica: Y también en el Barrio El Laborío hicimos un consultorio médico después del terremoto, y llegaba un médico flaquito, no recuerdo su nombre. En el Comité del Dispensario estaban Merceditas Avendaño y su hermano Julio Avendaño, los dos caídos. También estuvo ahí Alvarito Hernández, que trabajaba en la Tenería Bataán, un viejo súper comprometido, don Rafael Herrera; y el poeta Guillermo Ramos y su hermano, quien era comunista.

Miguel: Recuerdo a un compañero, de quien no he vuelto a saber nada, José Benito Quintana; era uno de los que nos ayudaba a abrir brecha en otros barrios; también, Emir Cabezas Lacayo.

Este movimiento incluía iglesias, el movimiento comunal, con el teatro, con la educación, con la salud, y desde 1973, desde antes de la muerte de Ricardo Morales, se hizo un análisis de la experiencia de los tres años de trabajo de las comunidades. Ricardo nos pegó una puteada porque no habíamos escrito nada y él escribió un informe de cuarenta y ocho páginas de lo que íbamos relatando, porque nosotros entregábamos informes de tres o cuatro páginas. Nos agarró una noche entera desde las siete de la noche hasta las siete de la mañana; él preguntaba y nosotros íbamos relatando y nos hacía preguntas y él anotaba y anotaba, entonces nos dijo: –Escriban, escriban; y nunca hemos escrito eso.

Me siento culpable porque a mí, varios compañeros como Carlos y Ricardo me decían que escribiera sobre el Movimiento Estudiantil; y escribí sobre la historia del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y sobre el movimiento de masas, pero muchas veces la actividad lo impedía, o aquellos debates y la cuestión intensa que llevaba uno en la vida revolucionaria; además, que a veces no tenemos la habilidad o capacidad para escribir.

Mónica: Es un compromiso de los revolucionarios escribir sobre estas experiencias, porque eso les va a servir a otras generaciones de luchadores. No debemos guardar eso en nuestras cabezas porque no sirve para nada; debemos dejar escritas nuestras experiencias. Para que no vengan otros a hacer interpretaciones, tergiversaciones que no se pueden desmentir porque no hemos dejado nuestro testimonio. Así que no es tarde Miguel. Agarrá una grabadora si no te gusta escribir y grabalo, y que alguien te lo transcriba.

Oyente: Carlos Sáenz. Quiero aportar haciendo algunas precisiones históricas. En 1968 ó 1969, yo estaba en el movimiento estudiantil de la Universidad Centroamericana, y en 1970 era Vice-secretario General del CEUCA. Teníamos casi un mes de estar preparando el Congreso, y los que estábamos vinculados a los movimientos cristianos, teníamos un mes de estar planificando la toma de la Catedral. El problema es que eso tenía que ser totalmente compartimentado, porque si se daban cuenta, nos caían.

Teníamos totalmente planificada la toma de la Catedral de Managua, y definitivamente, el primer objetivo era sacar a los compañeros del Frente Sandinista de la cárcel. A última hora, nosotros despegamos casi a las tres de la mañana para hacer la propuesta de la toma de las iglesias, cuando ya un grupo de nosotros iba de avanzada a la Catedral de Managua. Recuerdo que ésta fue la primera toma que salió en los periódicos de todo el mundo; teníamos recortes de periódicos de Italia, Francia, Estados Unidos.

Al año siguiente nos echaron presos a todos, después de la toma de la UCA, de donde nos expulsaron, y de allí surgió la segunda toma de iglesias, para tratar de sacarnos a nosotros de la cárcel. Ahora nos hemos estado reuniendo para celebrar los treinta años de la expulsión de más de ochenta estudiantes de la Universidad Centroamericana.

Mónica: En la UCA estudiaron Julio Buitrago y Casimiro Sotelo, ustedes tenían sus ejemplos, ¿verdad?

Carlos: Claro, Julio andaba en cosas mucho más serias. Nosotros teníamos vinculación con Julio, pero definitivamente nos trascendía a todos, igual que Carlos Agüero y este muchacho que tiraron al volcán, David Tejada Peralta.

Entre los expulsados están Iván García Cortez, Fernando “El Pollito” Martínez, María del Pilar Hüpper. Nos hemos reunido para rememorar esas jornadas que marcan definitivamente un momento histórico a nivel centroamericano, en lo que significa el Movimiento Cristiano y el involucramiento de los cristianos con la revolución desde ese tiempo.

Mónica: Gracias por los datos de los oyentes que nos ayudan a redondear este tema de las primeras tomas de iglesias, pues tiene que ver con la incorporación activa de los cristianos; porque realmente no se podían tomar las iglesias gente que no fuera cristiana. Porque la toma tenía también un efecto simbólico de incorporación de la iglesia en general a la lucha.

Hemos hablado de la masacre del 15 de febrero de 1979 en la Iglesia El Calvario de León; y el 15 de febrero de 1966, trece años antes, fue asesinado el padre Camilo Torres. ¿Qué significó para los cristianos el ejemplo de Camilo Torres?

José Miguel: En la década de los sesenta hay un proceso de aceleración de la historia. En términos religiosos, eso va a significar el Concilio Vaticano II, es decir, una gran puesta al día de la Iglesia, una gran preocupación de la Iglesia por asumir su rol y su responsabilidad a nivel mundial, con relación a las grandes mayorías pobres, sufridas, explotadas y oprimidas, especialmente en los países del Tercer Mundo.

Como resultado de este Concilio, en Medellín se reúnen las jerarquías de la Iglesia Católica de toda América Latina, y acuerdan que hay que respaldar y promover el cambio de estructuras y la causa de los derechos del oprimido, que es en cierto sentido lo que estaban planteando los nacientes grupos guerrilleros que surgen después de la Revolución Cubana. Son los conocidos documentos de Medellín, del CELAM, Conferencia Episcopal Latinoamericana.

Por otro lado, el fenómeno de la radicalidad y de los movimientos guerrilleros golpeó fuertemente la conciencia de los cristianos en general. En Nicaragua, todos los días mirábamos en la primera página de La Prensa a un joven guerrillero que había sido capturado vivo en las montañas y luego en el camino, después de torturársele, había sido asesinado y entregado el cadáver a su familia con cincuenta balazos en el cuerpo. La sociedad nicaragüense lógicamente era sacudida por estos hechos, y más la conciencia cristiana.

De alguna manera la teología de la Iglesia estaba hablando de donar la vida propia por la causa del pobre, del prójimo; pero en la práctica, quienes estaban haciendo esto era un grupo de jóvenes soñadores e idealistas que estaban allí en la montaña dando su vida por cambiar las cosas en Nicaragua, por terminar con esa dictadura oprobiosa. Incluso el Concilio Vaticano II estaba hablando de la necesidad de la lucha armada y de apoyar la violencia en caso de evidente dictadura y tiranía prolongada; pero en la práctica, quienes estaban haciendo eso eran otros.

Cuando los obispos en Medellín asumen a nivel conceptual teológico respaldar la causa de la transformación de los pueblos, ya el clero joven y la juventud más sensible, que en este caso era la juventud universitaria y estudiantil –por ejemplo, Mónica era miembro de la Juventud Estudiantil Católica, “La Gata” Munguía y otros jóvenes eran de la Juventud Universitaria Católica–, iban a la vanguardia asumiendo una responsabilidad mayor. Eran una especie de conducción pionera de las grandes masas cristianas que con los documentos de Medellín comenzaban a sensibilizarse y a preocuparse por participar de alguna manera en la gran causa del movimiento popular.

Es en ese contexto que este sacerdote, Camilo Torres, va a tener su significado en Nicaragua y América Latina, tanto por su testimonio como por su pensamiento. Él, analizando el Evangelio, llega a la conclusión que no puede presentarse ante el altar para ofrecer allí la celebración del cuerpo de Jesucristo, si no se ha reconciliado con su hermano que tiene algo contra él. El Evangelio dice: “Cuando trajeres tu ofrenda al altar y allí te acordares que tu hermano tiene algo contra ti, ve y reconcíliate primero con tu hermano y después ofrece tu ofrenda”.

Entonces Camilo Torres, como sacerdote y teólogo, llega a la conclusión que su pueblo, su hermano, ese pueblo que está allí, víctima de la violencia de siglos en Colombia, de la dominación y de la explotación de las clases dominantes, terratenientes, etcétera, sí tiene algo contra él; precisamente porque Camilo es de esas ricas familias de los Torres Restrepo de Colombia. Por su condición de sacerdote y profesor universitario, siente que su pueblo tiene algo contra él, y decide entonces dejar allí su ofrenda en el altar y reconciliarse con la causa popular, a través de las organizaciones del pueblo. Él ilumina esa práctica, esa experiencia y esa decisión. Ése es el gran aporte de Camilo Torres para todos nosotros, combinando el análisis teológico y el análisis sociológico, en una práctica concreta.

Mónica: Los instrumentos que le proporciona la sociología para el análisis de la realidad y su análisis teológico lo llevan a afirmar:

Al analizar la sociedad colombiana, me he dado cuenta de la necesidad de una revolución, para poder dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestir al desnudo y realizar el bienestar de las mayorías del pueblo... estimo que la lucha revolucionaria es una lucha cristiana y sacerdotal. Creo que mi compromiso con mis semejantes de realizar eficazmente el precepto de amar al prójimo, me impone este sacrificio. La suprema medida de las decisiones humanas debe ser la caridad. Correré con todos los riesgos que esta medida me exija.

Esto fue determinante para que los cristianos de los años 1968 y 1969 dijéramos, este es el camino, porque siempre quedaba la duda de si un cristiano debería comprometerse a tal punto en la lucha, de estar dispuesto a usar el fusil si fuera necesario.

Oyente: Flavio Tijerino. Quiero recordar dos acontecimientos: uno, laico, que fue la revolución estudiantil de 1968, que también influye, porque era una especie de ambiente revolucionario mundial, acentuado en Latinoamérica; y dos, que le llamo acontecimiento aunque aparentemente es una persona: Pablo Freire y su movimiento de educación liberadora. La tesis de Freire era el descubrimiento mediante la propia reflexión, aprender a leer los acontecimientos.

Sergio: Recuerdo que cuando comencé a dar mis primeros pasos en el Frente Sandinista, salió una canción que se llama No basta rezar. Creo que esa canción fue como un grito de combate de los chavalos.

Lo bueno de esto es cómo Camilo Torres se incorpora a una guerrilla, y cómo hace para adecuar ese cristianismo que es una filosofía distinta a como se practica actualmente y como se ha practicado a través de la historia de la Iglesia Católica, cómo hace Camilo para reivindicar la misma religión, utilizar los mismos principios del cristianismo y de la Biblia, para materializarlos en una acción práctica. Verdaderamente creo que eso fue un ejemplo para los movimientos cristianos de Latinoamérica.

Me gustaría preguntarte, Mónica, ¿cómo te incorporaste a un movimiento cristiano? ¿Te sirvió esto de Camilo para tu incorporación o para la acción que desarrollaste como dirigente del Frente Sandinista en el movimiento cristiano y en la universidad?

Mónica: A inicios de los años sesenta, la expresión política de los cristianos en Nicaragua era la Democracia Cristiana, que resultó, en el contexto concreto de aquellos años, como una opción que no contribuía realmente a las formas de luchas que exigía el grado de dominación de la dictadura. La Democracia Cristiana no cuestionaba –como decía Carlos Fonseca – “el conjunto y modelo del régimen”.

La diferencia fundamental es que el Frente Sandinista llega a la conclusión que la única forma de acabar con el régimen es la lucha armada revolucionaria. Recuerdo un escrito de Carlos Fonseca en el año 1963, diciendo: “La única manera de derrocar a la dictadura, es sumando todos los esfuerzos”. Y habla muy bien de lo que puede aportar la Democracia Cristiana, lo que pueden aportar incluso sectores conservadores y sindicalistas, decía Carlos: “Sólo uniendo a estos esfuerzos es que vamos a lograr construir una sociedad democrática y acabar con el régimen somocista”.

Como la Democracia Cristiana seguía apostando a la lucha electoral, en momentos en que nosotros considerábamos que no era por la vía de las elecciones, se crean otros movimientos cristianos que llegaron a la conclusión que sólo sumando nuestros esfuerzos a la entonces vanguardia de lucha político militar, era que podíamos acabar con el régimen. Pero, ¿cómo dar ese paso?, porque la mayoría de los movimientos de alguna manera fueron tutelados en una época por la Democracia Cristiana. Esa ruptura nos la permite la reflexión y el análisis de las condiciones concretas del momento, y ejemplos como el de Camilo Torres.

El movimiento cristiano da ese paso y dice, ahorita, en las circunstancias actuales, la única manera de cumplir el precepto de amar al prójimo, es luchando con las armas en la mano; aunque pareciera una contradicción, es ésa la conclusión a la que llegan en nuestro país Ernesto y Fernando Cardenal y reverendos de las Iglesias Protestantes que se suman con distintas modalidades a la lucha.

Ahora les pregunto a ustedes, ¿creen que valió la pena el ejemplo de Camilo Torres? ¿Valió la pena la vida de Mauricio Díaz Müller, Julio César Ayerdis, Frank Rubí, Oswaldo Lanzas y Benito Jirón, jóvenes leoneses asesinados a sangre fría por la Guardia? ¿Qué hacer con estos ejemplos? ¿Qué hacer con todo este legado en las actuales circunstancias que vivimos?

José Miguel: La pregunta que nos has colocado sobre el tapete, con relación a los frutos de esta larga lucha, en términos de lo que estamos viviendo hoy en Nicaragua, en América Central y América Latina, exige recordar, en primer lugar, que la lucha por la paz, la vida y la justicia es un proceso verdaderamente largo, aunque muchas veces nuestro espíritu no está preparado para pensar en términos de largo plazo.

Fidel Castro, precisamente hace unos dos años, hacía un análisis de la realidad latinoamericana y decía que la situación de extrema miseria, pobreza, sufrimiento, ausencia de salud, etcétera, de hoy, estaba peor que la que se daba en los años sesenta, que fue la que generó la lucha de la radicalidad en toda América Latina y en donde se visualizó la necesidad de crear dos o tres y muchos Vietnam, en respuesta a semejante situación de opresión inaguantable.

Sin embargo, evidentemente hay un nuevo panorama en Nicaragua y en América Latina. Por ejemplo, recuerdo a Ricardo Morales Avilés hablándonos precisamente un día antes de su muerte, a los cien cristianos de Nicaragua y Centroamérica que nos reunimos con él, en el Tepeyac, en un evento ecuménico: “Si en Nicaragua hubiera un espacio para hacer una lucha parlamentaria, para impulsar otras formas de lucha, de no violencia, de resistencia pacífica, no habría necesidad de asumir la lucha radical de la lucha armada”.

Pienso que hoy vivimos una situación tal vez de extrema miseria, injusticia, acumulación de deudas, ganancias y otras cosas iguales, pero no tiene el agravante de haber fuerzas policiales y el Ejército represivo de aquella época, que es lo que hacía inaguantable la situación, y por lo tanto, se justificaba a todas luces la lucha armada. Además, hay que decir que cuando los cristianos llegamos a la conclusión que la única alternativa era la lucha armada que proponía el Frente Sandinista, fue después de todo un proceso de experiencia de no violencia, de tomas de iglesias, huelgas, movilizaciones, concientización. La decisión se toma después de todos esos grandes esfuerzos y viendo el fracaso en cuanto a las respuestas del régimen a la lucha popular.

Nadie puede negar que se reeditan situaciones peores que las que se vivieron en el somocismo; sin embargo, creo que por lo menos, en cuanto a las formas de lucha, todavía hay espacios.

Sergio: Esa pregunta me la hago casi a diario. Creo que sí valió la pena y que no debemos arrepentirnos de todo lo que hicimos, porque hicimos cosas buenas. Fuimos impulsados por un sentimiento que todavía lo llevamos, quizás un poco amainado, pero en ese momento hicimos lo que teníamos que hacer, los que nos sentíamos revolucionarios. Creo que cumplimos con un deber como jóvenes, como personas de esta sociedad.

Estoy satisfecho con lo que hice, pero no con los frutos, porque al ver cada día cuando andamos en la calle, las diferencias sociales, que fue por lo que verdaderamente luchamos y muchos ofrendaron su sangre, en eso no estoy satisfecho. Si me preguntás cómo cambiar eso, se me hace difícil contestarte.

Mónica: Una amiga me decía: – ¿Por qué es que se dieron esos enormes ejemplos de heroicidad en esos años, si las condiciones sociales ahora tal vez son hasta peores? Yo le decía que la gente no lucha por el estómago, lucha por ideas. Uno es capaz de aguantar hambre, pero cuando se tienen ideas de libertad, ideas de realización, eso te mueve. Vos podés tener hambre, pero si no tenés un ideal que te diga que no es justo que tus hijos tengan hambre, entonces vos decís, me vale o me aguanto, pero no ves en el no comer, en el no tener una educación, una injusticia. Tenés que convertir el asunto material en banderas y éstas tienen que ver con cosas espirituales y no materiales estrictamente.

¿Por qué tanto sacrificio y tanto amor que había, ahora se ha perdido? Porque prevalecen los intereses de sectores, incluso dentro del Frente Sandinista, por encima de los valores y los ideales que nos heredaron, y por los que lucharon todos estos compañeros y compañeras.

La semana pasada reflexionamos con otros compañeros y decíamos que no tenemos la respuesta; nadie tiene la respuesta total, pero tenemos que darnos cuenta de que si no reflexionamos, y si no hacemos el análisis de las condiciones objetivas del hoy, no vamos a cumplir nuestra misión. Ahorita no nos corresponde tomar el fusil, la función es la de buscar una salida a esta situación si queremos seguir siendo consecuentes con los ideales.

José Miguel: Yo añadiría el hecho que realmente somos víctimas directas o indirectamente de la corrupción del sistema y la degradación moral que vivimos. Hay una especie de bancarrota espiritual, cuando somos indiferentes. Creo que realmente la corrupción nos abarca a todos, como partidos y organizaciones, en la medida en que traicionamos lo más profundo de nuestro ser, de nuestras vocaciones más íntimas, las grandes causas que nos formaron. Eso lo vemos en el Frente Sandinista, en el Partido de gobierno, en los conservadores, en todas las instancias e iniciativas que conocemos, en la Iglesia Católica, Evangélica, es una corrupción generalizada.

Mónica: También lo somos, si somos pasivos, si nos mantenemos como decía la canción de Víctor Jara “ni chicha ni limonada”; si no nos comprometemos en nada, de alguna manera somos cómplices.

José Miguel: Exactamente, hay un elemento de complicidad.

Sergio: Yo creo que sí es valedero lo hecho, nada más que ahora con otra visión y en otra etapa de la historia de Nicaragua. Creo que en estos momentos hay que seguir luchando por darle al pueblo los elementos que necesita para defenderse. Todos podemos aportar algo. El pueblo ha aprendido mucho en estos últimos veinte años, lo que pasa es que le faltan elementos para hacerlo, y nosotros como sandinistas perdimos mucha autoridad moral; creo que a eso se refería José Miguel.

A veces hay dirigentes que no tienen autoridad para enfrentar la corrupción. ¿Por qué?, porque sencillamente no pueden hacerlo, ya perdieron la mística, son menos revolucionarios o a lo mejor ya no son nada revolucionarios.

La salida aquí no son los partidos políticos, no son los dirigentes, la salida es que todos le demos enseñanza al pueblo a diario para que se defienda, que no le suban a la luz, al agua, que no le cobren en el colegio, que no siga subiendo el índice de analfabetas, que baje la cantidad de desocupados. Aquí el Estado busca cómo aniquilar, desde el punto de vista económico, al pobre.

Es una tarea difícil y si alguien lo va a hacer, serán nuestros nietos, será otra generación, las generaciones venideras, pero no nosotros, porque hemos perdido esa mística, esa autoridad moral y lo más importante –que decía Mónica–, hemos perdido las ideas. Nosotros luchamos por un ideal y éste se perdió. ¿Recuperarlo?, no sé cómo, recuperarlo es difícil.

Mónica: Yo difiero de vos en eso. No es que nosotros estemos llamados a hacer una gran misión, pero sí creo que cada generación tiene que hacer algo y todavía nosotros tenemos que hacer más. Hay que seguir luchando e ir encontrando en cada momento lo que nos toca hacer; pero no es que ya luchamos y ahora colgamos los tenis, los guantes y que sigan otros. Eso resulta de alguna manera en el acomodamiento.

Es cierto que los jóvenes son los más desprendidos y generosos, y que ellos fundamentalmente serán los que deban asumir estas luchas; pero no es que nosotros ya no tengamos nada más que hacer. Hay muchas cosas que se pueden hacer este año, el próximo y el siguiente, aportando desde nuestras posibilidades para seguir buscando esa sociedad de justicia, humanidad, amor y bienestar para las mayorías, no sólo en lo material, sino también en lo espiritual, que tanto se necesita.




17 de febrero de 2001







NOTAS


1 El Padre León Pallais era el Rector de la UCA. Tenía una mentalidad reaccionaria y no aceptaba las demandas que entonces impulsaba el movimiento estudiantil por una mayor participación en las decisiones de la universidad, mayor apertura al diálogo, y mayor compromiso con las causas sociales. Por estas demandas se había producido la toma de la UCA en agosto de ese año, que concluyó el primero de septiembre.

Últimos comentarios del relato
  • marlon Osman Meléndez Rodríguez :

    Con el respeto que se merecen, de los acontecimientos de la masacre de lo Jóvenes en la iglesia del Calvario, le dedicaron únicamente menos del 2%. Abrazos Marlon

    19 Apr, 15

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