Memorias de la lucha Sandinista

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Nos prometimos no dejar de soñar

Rosa Argentina Ortiz, Margine Gutiérrez y Doris Tijerino*


Rosa Argentina Ortiz Corrales nace el 15 de marzo de 1952 en El Sauce, León. Se bachillera en el Instituto Nacional Ramírez Goyena. Se integra al Frente Sandinista de Liberación Nacional en 1974. Inicia estudios de Farmacia y luego pasa a la clandestinidad en el año 1975. Sube a la guerrilla de la montaña a finales de ese mismo año. A principios de 1976 es capturada, torturada y violada en el Cuartel de Río Blanco. Juzgada sumariamente por un tribunal militar, es condenada y guarda prisión hasta agosto de 1978. En los años 80 ocupa distintas responsabilidades en el Ministerio del Interior (MINT). A la fecha trabaja como abogada y notaria.

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Margine Gutiérrez nace en Matagalpa el 28 de mayo de 1954. Es hija de Ana Julia Gutiérrez, reconocida dirigente sindical de la salud, quien la recluta en el año 1973. Integra una célula con Walter Mendoza y Fabio Martínez, ambos de Matagalpa, quienes caen en la lucha. Mientras estudia Periodismo en Managua, es dirigente del Frente Estudiantil Revolucionario (FER) y atiende células obreras y de la Asociación de Estudiantes de Secundaria (AES).

En 1976 pasa a la clandestinidad y atiende Managua junto a Carlos Arroyo Pineda, masacrado en el año 1977, al mismo tiempo que se produce la captura de Margine, quien permanece en prisión hasta 1978. En los años 80 trabaja en el Departamento de Propaganda y Agitación Política (DAP) y es Alcaldesa de Matagalpa. A la fecha de la entrevista se desempeña como consultora, es abogada y municipalista.


* Los datos biográficos de Doris Tijerino aparecen en “´Todas estamos despiertas” del Tomo I.

En la lucha contra la dictadura muchas mujeres fuimos detenidas y sufrimos ultrajes físicos, sicológicos, sexuales y, algunas, hasta la muerte. La valiente denuncia de violación que hizo Doris Tijerino en el año 1969, las terribles vejaciones y la firmeza con que las enfrentaron las campesinas de El Cuá en 1970, y la estremecedora denuncia de múltiples ultrajes de Amada Pineda, en 1975, son antecedentes del período en que caen presas Rosa Argentina Ortiz, Charlotte Baltodano, Martha Cranshaw, Margine Gutiérrez, Auxiliadora Cruz, Gloria Campos, Yadira Baltodano, Carmen Gómez, quien parió a su hijo en prisión, Doris Tijerino y yo.

La resistencia dentro de la cárcel en los años 1976-1978, es relatada por quienes no sólo nos rebelamos al aislamiento al que éramos sometidas en las celdas, desarrollando nuestro ingenio para comunicarnos, sino que convertimos en noticia permanente la denuncia de las inhumanas condiciones carcelarias a que éramos sometidas. Para nosotras, la cárcel era otra trinchera de lucha.

“El pescador”, “la cocinita”, “el teléfono”, “el televisor”, son parte de los inventos tecnológicos que usamos en prisión; pero fueron la tenacidad, la perseverancia, la disciplina, la firmeza, el coraje y la fraternidad, que eran parte de los valores en que nos formamos, lo que nos permitió sobrevivir al horror sin perder jamás la esperanza.

Durante nuestra conversación con Margine y Rosa Argentina, llegó Doris Tijerino, quien compartió también sus vivencias en algunos momentos del programa.

Mónica: Rosa Argentina, ¿cómo y cuándo te integraste?

Rosa Argentina: Soy originaria de El Sauce, pero estudié y me bachilleré en el Instituto Nacional Ramírez Goyena, un centro muy combativo en donde tomé conciencia revolucionaria. Me integro en el año 1974 al FSLN. Posteriormente paso a estudiar Farmacia en León e inmediatamente fui reclutada por el FER. Las tareas eran repartir papeletas, moscas, convocar a las marchas, a las protestas, denunciar las injusticias. Cuando el FSLN instala una escuela guerrillera en El Sauce, me eligen para ser correo, porque yo era de este municipio.

Mónica: Debemos recordar que El Sauce ha dado mujeres muy valiosas, por ejemplo, Conchita Palacios, esa enorme mujer, ejemplo para todas nosotras. Gertrudis Palacios, sobrina de Conchita, también se involucró en la lucha.

Rosa Argentina: La Conchita Palacios fue la primera mujer médico en Centroamérica, y fue colaboradora de la guerrilla cubana, conoció directamente a Ernesto “Che” Guevara. Guardaba cartas como testimonio de esa relación.

Funcioné como correo hasta que la Guardia quiebra la escuela en agosto de 1975 y caen Arlen Siú, Julia Herrera –esposa de Pomares–, y otros más. Capturan a Luis “El Chiri” Guzmán y a otros compañeros. Debido al quiebre, me pasan a la clandestinidad.

Me trasladan a Managua como cobertura de casas de seguridad; una de ellas era casa del comandante Carlos Fonseca, donde estaba también el comandante Pedro Aráuz Palacios. Eso fue a finales de 1975. La casita quedaba por el kilómetro 8 de la carretera sur. Ahí también llegaban el Comandante Tomás Borge y Lumberto Campbell.

Mónica: Para conocimiento de los jóvenes, explicá ¿qué significaba darle cobertura?

Rosa Argentina: Darle cobertura es montar una casa que aparentara ser normal, donde todos tenían su seudónimo; teníamos una historia que todos nos aprendíamos por si preguntaban. Los que eran quemados –muy conocidos– usaban disfraces, se camuflaban. Eso ocurría con el Comandante Fonseca. Usaba distintos disfraces, recuerdo uno tipo italiano: se ponía una gorrita italiana, bigote, patillas y usaba una pipa que lo transformaba. Le poníamos prótesis en la boca, dientes postizos para hacerlo un poco trompudo, cambiaba totalmente. Modificábamos el camuflaje dependiendo de adonde se dirigía.

Posteriormente, cuando capturan al comandante Borge, tenemos que salir de esa casa porque creíamos que la Seguridad, OSN, ya tenía rastros de que estábamos allí. En cuestión de minutos, Carlos realizó contactos vía telefónica, y por la noche llegaron tres carros que inmediatamente nos trasladaron vendados a otra casa de seguridad. Fue ahí donde conocí a Gloria Campos.

Mónica: ¿Cuándo subís a la montaña?

Rosa Argentina: Me fui a finales de 1975, por orientaciones del comandante Pedro Aráuz Palacios. Él planteaba que tenía que integrarse a la mujer de la ciudad a la montaña. Proponía crear escuelas en la montaña y enseñarles a los campesinos a leer y a hacer conciencia en el campo. Me lo planteó como misión y le dije que sí.

En la universidad, y entre nosotras, creo que la mayor aspiración era ir a la montaña. Cuando nos decían, ¡vas a la montaña!, sentíamos que era un premio. No pensabas en los zancudos, los jejenes, andar llena de lodo, no bañarse, no pensabas en las vicisitudes, en los peligros. Nos íbamos encantadas, fascinadas, a cumplir con el sueño revolucionario. Eso me pasó a mí.

Mónica: En varias ocasiones me he referido a Juan de Dios Muñoz “Joaquín” “Juancito”, diciendo que en la lucha conocimos a muchos compañeros extraordinarios, pero que siempre hay uno o dos que nos marcaron. En situaciones difíciles, uno recurre a este compañero y se pregunta, ¿qué me estaría aconsejando en estas circunstancias?, ¿cómo miraría él las cosas? Una de esas personas para mí, es Juan de Dios Muñoz. Era fuera de serie, por su firmeza, su entrega sin límites a la lucha; su rectitud, fraternidad, mística. Duro en las exigencias pero a la vez respetuoso y dulce. ¡Ni siquiera hablaba de “vos”! A todos nos decía “usted”. –Mire compita, mire compañera. Y si decíamos malas palabras nos decía: –Compita, los revolucionarios no dicen malas palabras. Su origen obrero lo combinó con una mística revolucionaria excepcional.

Rosa Argentina: Como describís a Juan de Dios Muñoz, así era realmente, una persona con una calidad humana increíble. Lo conocí cuando baja de la montaña en 1975, herido en la mano por una bala de Gárand. Me trasladan ahí y me enseñan a curarlo. Llegaba un médico una vez a la semana a limpiar la herida. Empecé a conocer su temple de acero, porque ni arrugaba la cara cuando le curaban esa herida. Posteriormente regresa a la montaña.

Cuando subo a la montaña, me integro a la escuadra que jefeaba Carlos Agüero. Juan de Dios era parte de esa escuadra, junto a tres campesinos que tenían seudónimos de números. Teníamos que hacer un recorrido para ir haciendo conciencia en todas las comarcas de Waslala: Las Vallas, Yaoska y otras.

Comentario de la autora: Rosa Argentina no dijo que estuvo un tiempo en el campamento de San José de Las Vallas, con Carlos Fonseca, desde donde partió en la misión en que son atacados por la Guardia Nacional, como expone más adelante.

Mónica: ¿El trabajo fundamental de ustedes era político?

Rosa Argentina: Era un trabajo político en un momento en que se dio una represión terrible. La Guardia realiza los famosos despales1, la represión prácticamente nos agarró desde el momento en que entramos en la montaña. Pero las instrucciones eran evitar los combates, no enfrentarnos a la Guardia porque éramos pocos, y sólo andábamos carabinas y fusiles 22, en total desequilibrio respecto a la Guardia.

En una ocasión, estábamos en un cerro, la Guardia nos detecta y ataca, una bala hiere a Juan de Dios Muñoz en el ojo2. El baqueano nos ordena tirarnos hacia el borde de un río. Veo a Juan de Dios que venía totalmente bañado de sangre. Nunca se quejó y sólo nos decía: – ¡Adelante, adelante, adelante!

Ese día tuvimos tres combates. En el último desgraciadamente yo me pierdo, porque no escuché la voz de retirada. Me quedé sola en la montaña. Anduve dos días hasta que me topo con la Guardia, tenemos un intercambio, me bañan con una escopeta y los charneles me entran en la cabeza, yo no pierdo la conciencia, pero me capturaron.

La captura fue terrible porque la Guardia siempre tenía miedo. Sabía de la superioridad del guerrillero, no tanto por sus armas, sino por su conciencia. Tenían miedo incluso de ir hasta donde yo estaba porque creían que no estaba sola, y lo primero que hicieron fue tirarme un perro para que me capturara. Pero cuando el perro se me iba a lanzar, entonces un Guardia, no sé por qué, lo detuvo, y dijo: –Está sola. En ese momento quedé inconsciente. Cuando me desperté, estaba en el Cuartel de Río Blanco, allí fue donde realmente sufrí las torturas.

Mónica: A Rosa Argentina no le gusta contar, es difícil hablar de esto porque siempre se nos cruza un torozón en la garganta, pero yo lo voy a decir: Rosa Argentina es capturada herida y así, herida, es torturada terriblemente, salvajemente violada en el Cuartel de Río Blanco. Le hicieron una tortura que se llamaba “La piñata”: la colgaban atada de las manos y de los pies, completamente desnuda, la balanceaban entre varios guardias, golpeándola y manoseándola, de esta forma fue mancillada por ellos.

Rosa Argentina: En Río Blanco estuve quince días y después me trasladan a Managua.

Mónica: Rosa Argentina es juzgada por los Tribunales Especiales, en un juicio sumario. Después de un tiempo en la cárcel La Modelo, es trasladada a la Central de Policía. Las primeras presas políticas habían compartido la galería con los varones en la cárcel Modelo; luego los somocistas deciden aislar a las mujeres. Rosa Argentina pasa detenida sola, aislada, íngrima, casi un año, antes que llegáramos otras compañeras en el año 1977. Ese período de aislamiento la marcó durante mucho tiempo.

Rosa Argentina: La primera que llega es Charlotte Baltodano. Había sido capturada en el operativo “Ródrigo no ha muerto”, el 4 de mayo de 1977 en Managua. Desde una motocicleta en movimiento conducida por Glauco Robelo, ella lanzó una granada a un jeep de la Brigada de Enfrentamiento Contra Actividades Terroristas (BECAT). Se resbalan en la arena, caen y a ella la capturan; después llegó Martha Isabel Cranshaw.

Mónica: Después llegué yo, el 13 de octubre de 1977. Un jurado me absolvió en Matagalpa, pero me hicieron “el pisa y corre”3y me trasladaron a Managua. De pronto me vi en una pequeña celda con un camarote de madera, pelado. Me alegré, porque cuando me sacaron encapuchada a media noche, pensé que me iban a matar. De repente, oigo una vocecita que me llama, pero no sé de dónde viene. ¡Pist, pist, compañera! Busco en la pared de donde venía el murmullo y veo un hoyito pequeño del ancho de un dedo y, del otro lado, un ojo. Como por teléfono, pone la boca en el hoyito y me dice: –Soy Rosa Argentina Ortiz. Me pregunta mis datos y me dice: –No estás sola, mañana te voy a explicar todas las cosas.

En la madrugada, a la hora de “la chupeta”4, convence al sargento Aguilar que la deje ir a la reja de mi celda. Sólo la voy a saludar –le dice. Llega a la puerta de mi celda y me pasa un trapo que envuelve un minúsculo radio que alcanzaba en la palma de la mano, y me dice: – Hay que esconderlo, con éste te vas a mantener informada; y me da otras instrucciones.

Unas semanas más tarde, llegan juntas Margine, Auxiliadora Cruz y Gloria Campos; luego llega Yadira Baltodano, que había participado en el asalto a un banco junto a Silvio Porras; después capturan a Carmencita Gómez, ya embarazada, formaba parte de una red dirigida por Arnoldo Real Espinoza5, y también llegan varios varones. Pusieron en el ala de enfrente a los hermanos Gustavo y José Víctor Moreno; después llevaron a Nacho Luna, Carlos Sequeira y el marido de la Carmencita. Llega también Dominga, de la que nunca supimos quién era realmente, y que cantaba muy bien las rancheras, especialmente Jalisco.

Contanos Margine, ¿cómo fuiste capturada?

Margine: Antes quería decir que, para nosotras, Rosa Argentina Ortiz era como una heroína viviente en la cárcel; principalmente porque le tocó estar sola un tiempo en esas condiciones tan horribles, las cuales uno comprende sólo yendo a ver esas celdas. Eran de metro y medio de ancho por tres de fondo y sólo alcanzaba un camarote. Eran celdas de castigo que la Guardia ocupaba para sancionar a los presos comunes que infringían las reglas. Ahí los llevaban castigados por horas, y los Derechos Humanos, Amnistía Internacional, lo consideraban inhumano.

Sin embargo, para nosotras, que éramos del Frente Sandinista, y que pasamos uno, dos y hasta tres años, no hubo Comisión de Derechos Humanos que dijera que era inhumano tener a una mujer encerrada en ese cubículo tan pequeño.

Rosa Argentina fue para nosotros un ejemplo de humildad, de sencillez, de disciplina, de mística. Por eso es que yo creo que no sólo hay héroes muertos, también hay compañeras como ella, vivas, que para nosotras siguen siendo un ejemplo.

Doris: Es cierto, ella es humilde, pero no es ese su mayor atributo, sino su firmeza. Creo que cuando a una la presentan como muy humilde, a veces también le dicen que es hasta sospechosa. Rosa Argentina era nuestra responsable en la cárcel, no sólo por su antigüedad como prisionera, ni sólo por su humildad, sino también por la firmeza que tenía, y porque era ecuánime, tranquila.

Mónica: No como algunas de nosotras que se nos subía el genio.

Doris: Yo, por ejemplo, soy una Alka Seltzer; o como la Gloria, que se disgustaba hasta por lo que íbamos a comer.

Mónica: Pero contanos cómo te capturan Margine...

Margine: Me capturaron el 19 de octubre de 1977, dos días después del asesinato de Pedro Aráuz Palacios. Yo trabajaba con Carlos Arroyo, atendiendo una parte de la ciudad de Managua. Tenía disposiciones que él me había dejado, por ejemplo, en caso de producirse una situación difícil, debía ir a Las Mercedes, a la casa de seguridad en la que vivía Gloria Campos, y con ella debía irme a León a buscar nuevos contactos. En Las Mercedes fui capturada por una patrulla de la Guardia y por unos helicópteros que, seguramente, estaban vigilando la casa.

En esos días sucedieron una serie de combates en varios puntos del país y la Guardia somocista estaba desesperada6. Muchos compañeros, como Róger Langrand, fueron asesinados después de ser capturados.

Carlos Arroyo salió el día 17 a la una de la tarde de la casa de seguridad en Las Mercedes. Gloria vio cuando salió, también observó que un Volkswagen blanco empezó a seguirlo. Dicen que por más de una hora lo habían estado vigilando desde unas cuantas cuadras. Cuando Carlos Arroyo se dio cuenta de que lo venían siguiendo, empezó a correr y, como era miope, chocó con una malla. Allí, desde un helicóptero, la Guardia lo acribilló, y prácticamente lo desbarató.

Cuando voy a buscar a Gloria a Las Mercedes, no me doy cuenta que habían matado a Carlos Arroyo, a pesar de que vi su foto en el periódico el día 18, pero como quedó destrozado y todavía no había sido identificado, no me di cuenta que era él; y tampoco me doy cuenta que Gloria Campos había sido capturada horas antes. Después me encuentro con la Chilo, Auxiliadora Cruz y Gloria, en las salas de tortura de la Oficina de Seguridad Nacional.

Mónica: A mí me parece que todas estas capturas fueron obra del Servicio Anticomunista (SAC), que era una red que operaba con autonomía de la OSN. La dirigía Enrique Canales, a quien varias veces intentamos ajusticiar sin éxito. Es evidente que ya había un seguimiento sobre Pedro Aráuz, y Carlos Arroyo. Ellos tenían todo un tendido vigilando, y decidieron caerles a todos a la vez.

Margine: Seguramente así debe de haber sido, porque la forma en que fue asesinado Carlos Arroyo, además de atroz, fue bastante bien coordinada, tanto por ese carro blanco que lo estaba persiguiendo como por el helicóptero.

Oyente: Habla Lucía Pineda Ubau, y quiero hacerle una recomendación. Usted decía al comienzo de este programa que sus audiciones iban a terminar el 19 de julio, y yo quería decirle que lo deje de manera permanente. Yo soy joven periodista y hay muchas cosas que no sabía, y es necesario que los jóvenes en Nicaragua sepamos la historia de varias mujeres como las que tiene invitadas el día de hoy; tantas torturas, tantas muertes, tanto sufrimiento que pasaron. No lo sabía porque era chiquita en ese entonces, así que es necesario que se mantenga este programa hasta que se agoten todas las entrevistas de las personas que hicieron historia en este país, que hicieron posible la Revolución Popular Sandinista.

Mónica: Gracias, Lucía, vamos a considerar la sugerencia.

Margine: Continuando con lo que estaba diciendo, el 19 me llevan a la Oficina de Seguridad en La Loma de Tiscapa, a los sótanos ésos donde torturaban7. Las salas estaban atestadas de presos. Nosotras permanecimos allí encapuchadas durante ocho días, y por eso no nos vimos sino hasta que nos bajaron de la Loma y nos ordenaron quitarnos la capucha. También fue cuando me enteré que habían matado a Carlos Arroyo “Fermín”.

Un día, y por casualidad, en una de las salas de la Seguridad me quité la capucha y vi la declaración que estaba escribiendo Auxiliadora Cruz. Me impresionó terriblemente, porque ella inició su declaración ante los torturadores de la OSN con un mensaje bien combativo, diciendo que ella era militante del Frente Sandinista, las razones a partir de su condición de clase –ella era obrera agrícola de las tabacaleras de Estelí– y por qué iba a seguir militando. Creo que era una de las compañeras más valientes y más heroicas que he conocido.

Luego nos llevan a la Central de Policía, donde estaban todas ustedes. Yo tengo recuerdos terribles de la cárcel, pero también tengo recuerdos hermosos de la amistad y la solidaridad entre nosotras. En la cárcel lo más terrible es la soledad, pasar las veinticuatro horas del día de manera ininterrumpida, sin que nada cambie.

Cuando uno llega a la cárcel, llega con mucha timidez, es un golpe horroroso cuando a uno le abren la puerta de la celda. Para mí la sensación más horrorosa fue cuando abrieron aquella verja, la cerraron tras de mí y le pusieron aquel tremendo candado. Ni siquiera los ocho días que me pasaron torturando en la Seguridad fueron tan terribles, como cuando vi que le pusieron aquel candado a la verja; ahí sí ya me sentí que estaba presa.

Los primeros días son terribles, el aislamiento es horroroso, uno piensa en su familia, piensa que no va a soportar; pero después uno se va como adaptando. Entonces empezamos a comunicarnos haciendo hoyitos en las paredes con una cuchara; era un trabajo tequioso hacerle un hoyo a un ladrillo de cuarterón con una cucharita, que era el único objeto corto punzante que teníamos. Era terrible. Entonces empezamos a comunicarnos a través de aquellos hoyitos, uno tocaba la pared, la compañera que estaba en la siguiente celda ponía el oído y entonces así hablábamos. A eso le decíamos “el teléfono”. A veces una gritaba a la otra: – ¡Teléfono!, y nos íbamos al hoyito a hablar.

Creo que nosotras logramos romper el aislamiento a través de ese hoyito. Después fuimos agarrando más confianza e hicimos lo que nosotras bautizamos como “los televisores”, porque ya no nos satisfacía el hoyito, y empezamos a hacerlos más grandes, como del tamaño de un televisor.

Oyente: Marvin José Álvarez García. Buenos días a las muchachas que a pesar de que hoy sólo brilla la oscuridad en mis ojos, camino bajo la sombra de ese hermoso sol que un día soñamos todos los que murieron y los que todavía quedamos vivos, pero que sufrimos una discapacidad. Sólo me acuerdo cuando vendía los periódicos La Prensa y Novedades, y me tenía que infiltrar en los cuarteles de la Guardia para poder conseguir información.

Era un pequeño niño de diez años. No fui un combatiente armado, pero sí un combatiente armado de corazón, y que hoy en la mañana, desayunando, me hace llorar la tristeza y la angustia en la que vivimos los verdaderos revolucionarios, porque parece que nuestro esfuerzo se ha echado en el barril de la basura para ir a botarlo a Acahualinca. Quiero recordar a Carlitos Picado, que lo arrodillaron, lo golpearon, lo patearon y su mamá siempre quedó en espera de su regreso, pero nunca volvió a saber de él doña Nachita, quien, por cierto, murió de pena moral en espera de su hijo. Fue capturado en la iglesia del barrio Santa Rosa, donde estábamos haciendo una huelga, unos afuera y otros adentro.

También recuerdo a Rocha, quien murió en la casa de Samuel Genie. Lo agarraron en la farmacia El Arbolito, en el momento en que estaba haciendo un asalto de medicamentos para llevarlos a los amigos del campo, a los combatientes de la montaña, y desgraciadamente un convoy de la Guardia lo agarró y lo remitió adonde Samuel Genie, a su casa, que queda del Canal 2, tres cuadras abajo, a mano derecha, en una esquina. Son dos casas, y allí fue torturado, guindado del techo y le pusieron un cable con doscientos veinte voltios de electricidad.

La Revolución convirtió esa casa en el Centro de No Videntes, y por eso es que me acuerdo de esa tristeza, de esos llantos, de esa angustia de tantos hombres que allí fueron torturados en un cuarto que está pegado al inodoro, cerca de la puerta principal.

Ya para concluir, opino igual que mi estimada colega Lucía, le digo así porque yo también trabajo en radio, que este programa debiera enriquecer el corazón, la conciencia, los principios e ideales políticos del joven de hoy.

Mónica: Siguiendo con los inventos que hicimos en la cárcel, también hicimos “pescadores”, ¿alguna quiere contar de eso? ¡Cómo se desarrolla la imaginación en la cárcel!

Rosa Argentina: Realmente es increíble. Antes de hacer los hoyitos en la pared, sacábamos espejos hasta ubicar la imagen de la otra compañera, y así nos podíamos ver, y nos decíamos, por ejemplo: – ¿Te gusta el vestido que tengo? ¿Te gusta cómo me peiné?, para pasar el tiempo. También logramos intercambiar objetos, pero como todo era enmallado, tuvimos que usar “los pescadores”. Eso lo aprendimos de los presos comunes, con quienes cultivamos buena amistad, y que, hasta cierto punto, nos ayudaron a sobrellevar la pena de mejor manera. “El pescador” era como una caña de pescar que hacíamos con un palito del que se amarraba un mecate fino, y nos servía para pescar cualquier objeto que queríamos intercambiar. Teníamos que tirarlo al centro de la celda, para que otra lo pescara.

Mónica: Y también cocinábamos en la cárcel. Cocinábamos huevos, hacíamos café...

Doris: Cuando yo cocinaba carne de soya, nadie quería comer.

Rosa Argentina: La cocinita era un potecito pequeño, como en los que vienen los choricitos de Viena. Poníamos un trapito empapado con alcohol y le prendíamos fuego, y eso hacía una buena llama con la que freíamos dos o tres huevos. Los materiales –el pote y el alcohol– nos lo llevaban camuflados nuestros familiares.

Doris: A Rosa Argentina se le olvidó la verdadera cocinita, la más efectiva de la cárcel, que es la que hacíamos con trapos y con la veladora derretida. Esa era mi especialidad, no hacer los hoyos, ni cruzarme los hoyos, pero bueno, la cocinita esa yo la aprendí a hacer ahí, y realmente funcionaba. Era una tira larga, preferiblemente de blue jeans, la que embarrábamos de candela derretida; luego la enrollás y esa es una cocina alternativa, perfectamente utilizable.

Mónica: Fueron famosas las luchas de las prisioneras sandinistas en la cárcel, pero también la base social que logramos hacer, incluso con algunos guardias. Hablemos de eso.

Margine: Nosotras estábamos aisladas en esos cubículos, pero teníamos un respaldo total de los periodistas. No había día que no hubiera periodistas como María Elena Artola y una serie de compañeros y compañeras que llegaban a cubrir la Central de Policía para dar a conocer nuestras luchas. El periodismo nacional fue muy importante para comunicar todo lo que nosotras sufríamos y hacíamos en el interior de la cárcel.

Mónica: Cuando decís lo que sufríamos, ¿teníamos sol?, ¿teníamos posibilidades de ver televisión, de oír noticias, recibíamos periódicos?

Margine: Nosotras estábamos en un aislamiento total y se nos violaban los derechos carcelarios. Por ejemplo, teníamos conocimiento de que los compañeros que estaban en la Cárcel Modelo tenían acceso a radio, televisión, periódicos e incluso a visitas conyugales. Recibían sol periódicamente, podían caminar, hacer ejercicios. Sólo en la noche los encerraban en las celdas, el día lo pasaban en áreas comunes donde podían platicar, jugar ajedrez, leer colectivamente, y las visitas de sus familiares las recibían sin malla. Podían tocar a sus hijos, besarlos. Para nosotras era prohibido.

Mónica: Mientras estuve en la cárcel, mi madre llegaba con mi hijo de dos años y nunca pude besarlo. Era imposible el contacto físico. Él estaba detrás de una malla y yo detrás de otra, dos mallas; en medio de ambas mallas casi un metro de distancia. Simplemente inhumano.

Margine: A través de familiares, camuflados en comida o en potes de leche, nos hacían llegar radios extremadamente pequeños que, cuando nos registraban, podíamos esconder en nuestros cuerpos. La discriminación que sufrimos, la falta de respeto a nuestros derechos carcelarios, motivó nuestras primeras luchas. Por ley teníamos derecho a dos horas semanales de sol, pero, al menos yo, estuve seis meses sin recibir sol, hasta que empezamos a hacer protestas, alborotos, golpeábamos las verjas, gritábamos.

Mónica: Una vez que estaban torturando a varios compañeros, hicimos una protesta. ¿Cuál fue la respuesta de la Guardia?

Margine: Fue el 23 de diciembre de 1977. Como parte de la tortura sicológica permanente a la que nos sometían, ellos habían acondicionado, contiguo a las celdas donde estábamos, una sala de torturas adonde llevaban a los estudiantes que capturaban en las protestas. A nosotras nos desequilibraba oír los gritos de dolor de los chavalos, sobre todo porque nosotras también habíamos sido torturadas. Nosotras empezamos a gritarles: – ¡Compañeros, no se rindan! ¡No canten! ¡Aguanten! Y cuando ya no aguantábamos más gritos, les cantábamos canciones revolucionarias para darles ánimo.

Eso enfureció a la Guardia, y entró una patrulla como de treinta guardias con mangueras inmensas. Eran como las siete de la noche, y nos remojaron todo: los colchones, la ropa, la comida. Fue como una especie de huracán Mitch en nuestras celdas.

Rosa Argentina: Pasamos toda la noche tiritando, porque no podíamos cambiarnos, ni acostarnos en los colchones. Todo estaba empapado. Pero recuerdo que nos sentíamos satisfechas de nuestra acción. Hicimos café caliente en nuestra “cocinita” y en medio de todo nos reímos de haber enardecido a la Guardia, y sobre todo porque dejaron de golpear a los muchachos. Y al día siguiente, ya los periodistas tenían nuestra denuncia. Apareció en todos los noticieros.

Doris: También hicimos una protesta para que nos abrieran las puertas de la celda y que pudiéramos hablar con nuestras compañeras en un área común. Esta lucha la ganamos, y ya habíamos empezado a hacer los hoyitos para otra galería, cuando fuimos rescatadas por el asalto al Palacio Nacional.

Margine: Pero yo creo que la lucha más importante que las prisioneras desarrollamos ahí, fue la batalla permanente a través de todos los medios para romper ese aislamiento en el que pretendían meternos, y recuerdo que entonces jugó un papel importantísimo un periodiquito.

Mónica: Hicimos un periódico y lo mandábamos afuera. No recuerdo el nombre que le pusimos. Una vez los vi en los archivos del Instituto de Estudio del Sandinismo (IES). El periódico tenía secciones y dibujos. Margine lo escribía con una letra que parecía de imprenta. Era en un papel cebolla muy fino. Nos servía de vínculo, de comunicación con la otra cárcel, con los presos de La Modelo.

Doris: También hay otra cosa interesante: la capacidad que tuvimos las mujeres de estar unidas cuando ya el FSLN estaba dividido. Ahí habíamos mujeres de las tres tendencias, incluso había mujeres que ni siquiera eran prisioneras políticas, pero todas estábamos unidas. Nos poníamos a soñar para el futuro. Nosotras no estábamos viendo para atrás, sino para adelante, y nos prometimos convertirnos en difusoras de la lucha de Frente Sandinista, de su historia.

Margine: En la cárcel también hicimos trabajo con los guardias, que para entonces ya se daban cuenta de que lo que hacían no era correcto.

Mónica: En la cárcel de Matagalpa recluté a una policía de Managua de las que iban a custodiarme. Hacían turnos de quince días. Y hablando con ella la convencí de trabajar con nosotras. Ella era una de las que sacaba de la cárcel nuestra correspondencia para la Dirección Nacional del Frente, así como el periódico. Era Carmen Azucena Rodríguez Prado. Su hermano, un teniente de la Escuela de Entrenamiento Básico de Infantería (EEBI), muere combatiendo contra nosotros en La Cartonera, León. Toda su familia era somocista, pero ella llegó a recuperar una subametralladora UZI, de su hermano, y la entregó al FSLN.

Hay una anécdota que fue la que me hizo decidirme a hablar con Carmen Azucena. Una vez la mandaron vestida de civil, infiltrada a una manifestación estudiantil. Su misión era señalar a los dirigentes de la protesta cuando llegara la Guardia. Una compañera le dio una bandera para que la llevara, sin saber que era policía. Cuando les cayeron a golpes a los manifestantes, la compañera se tiró a protegerla con su cuerpo para que no la golpearan, y recibió los golpes que iban para ella.

Ya vestida de policía, a Carmen Azucena le ordenaron registrar a las detenidas, paradójicamente, le tocó registrar a la compañera que la había protegido. Entonces se llevó una gran sorpresa: la compañera la quedó viendo con unos ojos profundos que la hicieron sentir muy mal, como una cucaracha. Ella me lo contó en la cárcel de Matagalpa, y a partir de eso la recluté, y hasta hoy seguimos siendo amigas, a pesar de que no pude evitar que su padre fuera detenido por varios años. Margaret Randall la entrevistó para su libro Todas estamos despiertas. Su relato es el último de ese libro y ahí aparecen esos detalles.

También está el Sargento Aguilar, a quien después del triunfo de la Revolución encontré en Ciudad Sandino. Él llegó a ser colaborador de nosotros. Murió hace poco siendo militante sandinista. Sus primeras acciones consistían en hacerse como que no veía algunas cosas que realizamos.

Rosa Argentina: La Guardia sentía un respeto hacia nosotras. Yo me acuerdo de un Capitán que quería conocer a Rosa Argentina, pero cuando llega y mira mi figura pequeña y delgada, dice: – ¿Cómo es posible que vos aguantaste la montaña? Porque para ellos la montaña era algo terrible, un castigo. Fue con los mismos guardias carceleros que conseguíamos baterías de las chiquitas, para el radio, y las limas con que cortamos los ladrillos de cuarterón de las paredes.

Recuerdo que los hicimos polvo y los echamos en el excusado que teníamos en las celdas. Llegamos a hacer hoyos tan grandes, que nos permitieron cruzarnos de celda en celda para hacer reuniones y hasta círculos de estudio, pero también para seguirnos entrenando.

Mónica: Hay que recordar que la construcción de esos hoyos fue progresiva. Primero un hoyito para hablar, luego para intercambiarnos cosas, hasta que llegó un momento en que nos preguntamos por qué no hacerlos grandes para poder pasarnos. El primer gran hoyo lo hicimos entre mi celda y la de Margine. Luego fuimos animando a las demás, y para la perforación de los últimos, ya teníamos técnicas avanzadas que nos permitieron construirlos en tiempo récord. Hicimos una especie de fractura en torno a todo el hoyo y luego bajamos completo el tenamaste. El problema era la sacada de los desechos. Una parte del concreto lo metimos debajo de la litera. Hasta que hicimos el cruce de una celda a otra. Los hombres sandinistas que estaban enfrente nunca se enteraron, y nunca se atrevieron a hacer algo así.

Rosa Argentina: Cuando nos reuníamos a estudiar, teníamos un plan de dispersión que comenzaba por la que tenía la celda más lejos. Escuchábamos que el Sargento se acercaba con sus enormes manojos de llaves. Como las celdas eran calurosas, permanecíamos en ropa interior o en short, y teníamos acostumbrados a los guardias a ver las rejas de nuestra celda tapadas con una sábana para protegernos de sus miradas. Eso favorecía nuestro desplazamiento clandestino entre una celda y otra.

Mónica: La acción más audaz consistió en cruzar a la panzona. Lo hicimos entre dos. Una tomándola de la cabeza, y otra empujándola por las piernas. Carmencita Gómez pasó por esos huecos con su enorme panza de unos siete meses de embarazo. Ella fue muy audaz. Eso era parte de nuestra rebeldía.

Los huecos los tapamos con grandes afiches y fotografías que pegamos en cartulinas que nos llevaban las familias. Las hacíamos con motivos políticos, pero la mayor parte de las veces con fotos de nuestros artistas preferidos. Algunas de nosotras teníamos fotos de parejas haciendo el amor, cosa que censuraba acremente Gloria Campos.

Rosa Argentina: La Guardia descubrió los huecos cuando llevaron a los asesinos de Pedro Joaquín Chamorro, porque entonces nos intercalaron con ellos, y por primera vez nos pusieron juntas a varias presas. Un asesino, celda de por medio de cada una de nosotras.

Nuestro susto fue que llegaron una madrugada, nos juntan de dos en dos, y utilizan las celdas que dejamos para los asesinos, pero intercalándonos con ellos. En la celda uno ponen a Silvio Peña; en la dos, estábamos Margine y Mónica; en la tres, pusieron a “Cara de Piedra”; en la cuatro, a Yadira y Carmencita; y en la cinco, a Cedeño. ¿Cuál es nuestro susto? Que entonces esos huecos eran peligrosos para nosotras, porque así como nos cruzábamos, lo podrían hacer ellos. Por dicha ahí nomás descubrieron los hoyos y llegaron con albañiles y volvieron a ponerles cemento y ladrillos.

Margine: Después que trasladan a los asesinos volvimos a hacer los hoyos. Para entonces ya no estaba Mónica, pues había salido libre.

Mónica: Había cumplido mi condena, después de estar 9 meses en la cárcel. En esos días habíamos comenzado una huelga de hambre, ¡de la que me salvé! Afuera, en la Cruz Roja, estaban las madres de los presos, también en huelga de hambre, y exigen mi libertad.

Margine: Fue toda una discusión volver a hacer los hoyos. Al retornar al aislamiento en esos minúsculos espacios, nos sentíamos muy solas. Así que volvimos a comenzar. Los necesitábamos para reunirnos.

Rosa Argentina: Cuando hacíamos esas reuniones, teníamos una velocidad de conejo para pasarnos de una celda a otra. Pero nos volvieron a descubrir. Recuerdo un día que estábamos en una reunión, cuando en eso entra Alesio Gutiérrez8 y se da cuenta que no estábamos en la celda correspondiente. Se asusta que la “Chilo”, de la celda seis, estuviera en la cuatro. – ¿Qué hace Margine, si ella era de la dos? E inmediatamente empiezan a abrir los candados y la Yadira tenía una parte del cuerpo en una celda y las nalgas en la otra, ¿te acordás?

Doris: Sí. A mí me encontraron chimadas las rodillas. Me costaba pasarme.

Rosa Argentina: Lo cierto es que varias veces hicimos esos huecos.

Mónica: Compañeras, estamos cerrando este programa, sus reflexiones finales.

Margine: En la mañana de hoy hemos recibido una serie de llamadas telefónicas de admiración y respaldo. Es cierto que vivimos ese momento difícil de la cárcel, pero estamos vivas. Pero hay un montón de compañeros y compañeras que cayeron en la lucha, que ofrendaron su sangre por una Patria mejor. Entonces todos nosotros tenemos una gran deuda moral, una gratitud con esos compañeros que cayeron, y esa gratitud se tiene que expresar siguiendo la lucha para cambiar la sociedad.

Creo que independientemente de los momentos difíciles que estamos viviendo, y de que en algún momento nos sintamos como que todo lo que hicimos no valió la pena, hay que seguir luchando, porque mientras haya pobreza y sufrimiento, mientras haya todas las condiciones terribles que está viviendo nuestro pueblo, significa que hay que seguir luchando.

Como decía un compañero, la Revolución no le pertenece a nadie, no le pertenece a una dirigencia que cada vez se separa más de las bases, que cada vez más olvida el proyecto revolucionario, sino que le pertenece a todo el pueblo.

Seguramente situaciones como la que estamos viviendo ahora, se vivieron después del asesinato de Sandino, pasó un período difícil, las fuerzas del pueblo se volvieron a recomponer y yo creo que lo principal es ser fiel a la causa y a los objetivos por los cuales ofrendaron su vida Carlos Fonseca, Sandino y un montón de compañeros valiosísimos, que hoy estuvieran aportándole a la Patria.

Lo más importante es la causa. Creo que tenemos que aprender una gran lección: no podemos ser fieles de personas, de individuos. La fidelidad es a la causa y a nuestro pueblo.

Rosa Argentina: Sí, yo quiero decirles a todas las personas que nos están oyendo, que tienen esta preocupación, que realmente el Frente Sandinista está pasando ahorita momentos difíciles, pero no quiere decir que no vamos a salir del problema.

Cada uno de ustedes tiene en sus manos cómo corregir ese problema. Nos tenemos que unir todos para rescatar los principios sandinistas y el objetivo por el cual nosotros nos integramos al Frente Sandinista, por el cual somos sandinistas.

Doris: El sandinismo siempre ha tenido capacidad de resolver las contradicciones y de salir adelante con más fuerza. Ya lo hicimos antes del triunfo de la Revolución, y creo que estamos moralmente obligados a mantener vivo este espíritu de lucha del FSLN, que atraviesa momentos difíciles, porque no hemos podido resolver un problema bien simple, y es la comunicación. Por falta de comunicación entran en crisis las relaciones entre los padres y los hijos, el esposo y la esposa, y creo que algo de eso nos está pasando.

Cuando encontremos el método para comunicarnos con respeto, con sinceridad, pensando en el futuro y no en nosotros mismos, y pensando en el proyecto y no en nosotros mismos, en nuestras posibilidades o no de mantenernos flotando dentro de determinado estatus, entonces ahí vamos a resolver esa situación.

Yo tengo esperanza, no soy cristiana y, sin embargo, a veces me siento más cristiana que otros, cuando de mi Partido se trata, y tengo fe en que vamos a resolver, porque creo que se trata de un problema muy serio que hay que abordarlo con transparencia, con franqueza, con sinceridad, con honestidad, pero con fraternidad.

A lo mejor ya realmente se nos llegó el tiempo a muchos de hacernos a un lado, pero creo que todavía podemos dar al menos el testimonio de lo que ha sido a través de nuestra propia experiencia el Frente Sandinista y de lo que podemos hacer.

3 de julio 1999




NOTAS

1 Se refiere a operaciones de tierra arrasada, donde iban capturando a todo sospechoso de colaborar con la guerrilla, hasta no dejar ninguna posibilidad de base para ésta.

2 Según Francisco Rivera, a finales de julio de 1976, Juan de Dios Muñoz con Rosa Argentina Ortiz, Víctor Manuel Urbina y “111”, “Ernesto”, quien posteriormente desertó, iban para El Bote. Su misión era llevar correspondencia de Carlos Fonseca para los dirigentes de la ciudad, que debían asistir a la reunión programada para noviembre de 1976. En un lugar llamado El Pastal, se produjo el encuentro con la Guardia, en el que Juan de Dios fue herido y perdió un ojo; luego, fue capturada Rosa Argentina Ortiz.

3 El “Pisa y Corre” era un mecanismo que usaba el régimen para dejar detenidos a los prisioneros más tiempo que el que establecía la condena. Supuestamente, el prisionero quedaba libre y volvía a ser capturado realizando tareas subversivas, por lo que se le aplicaba la Ley Quintana (arresto inconmutable de seis meses).

En mi caso, un jurado de conciencia me absolvió de los cargos por los que me habían pasado al juez y me dieron orden de libertad; pero nunca me liberaron, adujeron que me habían encontrado repartiendo papeletas subversivas para dejarme seis meses adicionales.

4 “Chupeta” era una bolsa de comida, generalmente arroz y frijoles, que repartían los tres tiempos de comida.

5 Arnoldo Real Espinoza había sido capturado como parte de una unidad que realizaría el ajusticiamiento de Alesio Gutiérrez. Arnoldo cayó en 1979, en la masacre de Batahola.

6 Los Terceristas habían atacado a la Guardia en Dipilto y en San Carlos el día 13, y el Cuartel de Masaya, el 17. En esas acciones cayeron Israel Lewites, Juan Carlos Herrera y otros.

Ese mismo día asesinaron a Pedro Aráuz, en Tipitapa; y cayeron Carlos Arroyo, Juno Genoveva Rodríguez, Martha Angélica Quezada y Róger Langrand, en Managua.

7 La Casa Presidencial hasta el terremoto de 1972. Las fosas se convirtieron en cárceles. La OSN interrogaba a los presos antes de presentarlos públicamente.

8 El Coronel Alesio Gutiérrez, era entonces el jefe de la Policía de Managua, reconocido como torturador y sumamente represivo.



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