Memorias de la lucha Sandinista

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No pudimos ser adolescentes, había que luchar

Tirsa María Sáenz


Tirsa María Sáenz, chinandegana, nace el 9 de septiembre de 1962. Estudia primaria en la Escuela Lázaro Sánchez y secundaria en el Instituto Nacional de Chinandega. Se incorpora al Frente Sandinista de Liberación Nacional, en 1976, con apenas catorce años de edad, asumiendo inicialmente tareas como correo. Llega a formar parte del grupo de responsables político militares del FSLN en el departamento de Chinandega. Después del triunfo de la revolución, trabaja en el Comité Zonal de FSLN en Chinandega, León y Matagalpa. Luego de 1990, estudia Periodismo, graduándose en la Universidad Centroamericana. A la fecha trabaja como periodista, especialmente en la crónica deportiva.

Cuando los planes originales de la insurrección de Chinandega se ven seriamente afectados por diversos factores, la mayor parte de los combatientes deben salir hacia las montañas de los alrededores, especialmente las estribaciones del Volcán El Chonco, para rearticularse y operar. Los mandos deciden que un equipo de trabajo político debe quedarse en la ciudad, para cumplir diversas tareas, entre ellas, informarse de los movimientos de la Guardia, y reagrupar a los combatientes dispersos. Ningún combatiente se quiere quedar, y deben rifarse cara o sol. Tirsa Sáenz pierde y debe quedarse en la ciudad con otra muchacha, Carmen Moreno dirigente de la Tendencia Proletaria.

Tirsa era del grupo de muchachas y muchachos de Chinandega que se integraron siendo prácticamente niños. En esta conversación, testimonia sobre la lucha del pueblo chinandegano por su liberación; en especial, sobre los últimos momentos que se vivieron en la ciudad mientras la Guardia tenía el control total, y los guerrilleros tuvieron que operar en los municipios vecinos y en los alrededores de la cabecera departamental.

Mónica: ¿Cuándo te incorporás al Frente Sandinista? ¿Cómo se produce tu proceso de concientización?

Tirsa: Yo creo que a un cipote no se le puede pedir que tenga conciencia, así como decir ¡qué bárbaro, metete porque ya estás súper claro de a qué te vas a meter! Pero fue a finales de 1976, con toda la influencia anti-somocista de mi mamá, una chinandegana que murió el 17 de julio de 1980.

Yo tenía catorce años, por eso nadie me tomaba en serio. Escuchaba a mi mamá que era muy amiga de la mamá de Vicente Chávez “El Perro”, que ellas hablaban, describían a alguien que andaba por ahí que era del Frente, y yo empecé a formarme mi propia idea de quién era esa persona. Estamos hablando de una mujer. Entonces, todos los días que llegaba del colegio, me sentaba en la puerta de la casa para tratar de descubrir quién era la mujer. Pasaba una enfermera y yo me daba por enterada que ésa era la mujer: Ésta es –me decía. Pero después pasaba otra, con las mismas características y descripción, y que calzaba. Y un día pasó una y se le salió la pistola.

Mónica: Todo eso era fascinante para vos.

Tirsa: Divino, a mí me encantaba. Entonces le dije: –Mirá, se te ve la pistola. Por supuesto, la mujer casi se muere, y ya le empecé a decir cosas; casi como acorralada la tenía a la pobrecita. Ella se comprometió definitivamente conmigo y me dio los primeros trabajos.

Mónica: ¿Quién era esa mujer?

Tirsa: Quxabel Cárdenas. La Quxa tenía como veintidós años, o menos, una cosa así. Acababa de venir de Honduras, entró con “Federico” Pedro Aráuz y con Jorge Sinforoso Bravo. Y bueno, empezó mi trabajo. Me entregaron en las manos de Walter Pentzke, descrito por muchos casi como un santo, y yo tuve el privilegio de trabajar con él. Walter era de esas personas dulces, muy cuidadoso.

Recuerdo que estábamos en una casa y yo estaba viendo el reloj, estaba histérica con el asunto del tiempo, ya era bastante noche. Entonces me dice: –Mirá, ¿qué te pasa? ¿Cuál es tu problema? –Es que mi mamá, si llego tarde, me va a pegar. ¡Yo era una cipota! Mirá –me dice, ¿qué edad tenés? Le confieso mi edad. –Vos tenés que estar en tu casa, vos no podés andar en la calle. Creo que es el único clandestino del FSLN que ha encaminado a las once de la noche a un cipote a su casa. Él me asumió.

Mónica: Walter era un compañero que había sido reclutado en el Movimiento Cristiano, en León. Lindísima gente; pertenece a ese grupo de compañeros especiales, con unos valores tan auténticos, humanistas, que entraron realmente por una convicción de que el ser humano era lo principal; que había que cambiar las condiciones injustas para poder desplegar el potencial humano de los nicaragüenses, aplastados por la miseria y la opresión; y eso lo reflejaban en sus vidas. No entraron como una aventura, o para vengarse por daños causados por la Guardia.

Tirsa: En su forma de ser era muy modesto, muy suave y además firme; porque tampoco era mano floja, todo lo contrario, nos exigía increíblemente. Yo estaba estudiando primer año de secundaria. Me dijeron que me integrara a un Comité Ejecutivo del Frente Estudiantil Revolucionario (FER), que nunca le pude entender.

Mónica: Seguramente querían que hicieras trabajo en el sector estudiantil.

Tirsa: Pero me sacaron porque yo se los pedí, a mí no me gustaba eso. Inmediatamente me trasladaron a trabajar a los barrios y a traer cosas de León, como correo. Retiraba cosas en León. Me las entregaba, en algunas ocasiones, Filiberto Morales, quien era un ser extraordinario. Murió el 24 de mayo de 1979 en el asalto al Cuartel de Posoltega. O si no, me las entregaba Jeff Hernández, ahí lo empecé a conocer por Raúl Cabezas, quien era otra maravilla de esas que andaban por las calles de León. Raúl es hermano de Emir y de Javier, los tres murieron1.

Lo primero que me acuerdo que llevé fue una “Circular Ejecutiva Número 7”, que nunca se me olvida, con una carta rosada y la carta famosa de Tomás a “Modesto”, o de “Modesto” a Tomás, no me acuerdo quién escribió a quién.

Mónica: De “Modesto” a Tomás: “Hermano Lobo”.

Tirsa: Fue de las primeras cosas que me encargaron; además, contactar a un grupo en que estaba Félix Ferrufino, un muchacho extraordinario y de una familia revolucionaria muy humilde de Chinandega, y que nos dio mucho. Creo que cuando se escriba la historia de la gente de Chinandega, se tiene que hablar muchísimo de los Ferrufino, sobre todo de su papá y de su mamá.

Mónica: Tengo la percepción, con lo poco que se conoce de Chinandega, que uno de los semilleros históricos del Frente Sandinista estaba localizado en El Viejo.

Tirsa: Sí, a mí me tocó estar clandestina en El Viejo. Me entregó el trabajo Aura Ortiz, quien fue la culpable de que yo me hiciera periodista; era otra maravilla de mujer2.

Aura me entregó el sindicato en Las Banderas, que estaba fundamentalmente en manos de mujeres muy valientes. Sin embargo, el trabajo de El Viejo y creo que en general de Chinandega, fue golpeado muchísimo por la represión de 1975 y del año 1976, cuando quebraron a un montón de gente. Cayó preso, entre ellos, el papá de Alonso Porras y don Plutarco Anduray, y una serie de fuertes colaboradores del Frente. Creo que desde ese tiempo, Chinandega no se pudo recuperar. Tengo esa impresión, a lo mejor hay otra percepción; pero en el caso de El Viejo, la gente estaba con mucho temor, al menos la gente que fuimos tocando, tratando de integrarlas de nuevo.

Mónica: ¿No les pasaría en El Viejo, lo que nosotros encontramos en Estelí en el año 1975? Había períodos de desconexión a causa de las represiones, y cuando se volvía a llegar, alguna gente de Estelí te decía: –Miren, aquí vengan cuando ya traigan las armas. ¡Qué es eso de estar organizando y haciendo trabajo político y creando células! No, no, cuando ya tengan armas vengan, aquí tenemos gente dispuesta. Y eso ocurría en lugares así, de gente muy comprometida que había sufrido la represión y que decía: – ¿Para qué vamos a estar haciendo acciones políticas y eso? Aquí vamos directo a lo que es.

Tirsa: Sí, yo creo que sí, eso era. Había esa idea de la gente, mirá, aquí ya nos mataron gente, hay gente capturada, hay gente que se fue para Honduras, otra gente que logró irse y contactarse con Pomares y se fueron al monte. Pero la gente de la ciudad, básicamente las mujeres, estaban con algún temor.

Creo que incidió mucho el hecho de esa represión salvaje que se dio en El Viejo; incluso, después, el caso de Chicho Zepeda. Pero El Viejo fue fuerte; ahí logramos sacar una buena cantidad de compañeros que después se integraron a las unidades de combate y fueron quienes, a inicios de la insurrección, pasaron para El Chonco. Fue la gente que se tomó Chichigalpa. Eran obreros agrícolas, trabajadores del Ingenio y de las bananeras.

Mónica: Sinceramente, no conozco mucho de Chinandega, porque no se ha escrito nada sobre su lucha. Supongo que lo mismo le pasa a quienes estuvimos en otros frentes y queremos saber qué pasaba en los demás. ¿Qué pasó con la ofensiva final en Chinandega? Sabemos que se dieron muchos cambios en lo planificado.

Tirsa: En mayo, se empezó a trabajar en la preparación de la insurrección final. La gente que estábamos en la GPP, empezamos a trabajar en sacar a los mejores hombres y mujeres que iban a ver el asunto de las armas, a preparar las casas donde se iba a meter a la gente para la insurrección.

Mónica: ¿Qué pasó que no se pudo insurreccionar Chinandega?

Tirsa: Se suponía que la insurrección iba a comenzar el dos de junio. No sé qué pasó, el asunto es que no pudo arrancar.

Creo que tuvo que ver muchísimo con esa situación que se dio en Chinandega, el hecho que hubo descoordinación. Yo no sé qué diablos pasó. Primero hubo una emboscada el 2 de junio, por el Cosigüina, por el Hogar del Niño, donde hay un choque con la Guardia y sale herido un grupo de gente. Al día siguiente, por el lado de El Viejo, caen la “Quechita” Lucrecia Lindo y Lenin Fonseca, a quienes recuerdo.

Fueron dos golpes terribles antes del inicio de la insurrección, y eso fue lo que provocó que la gente tuviera que salir y quedarse por el Estero Real, por El Chonco, y que después se decidiera la toma de Chichigalpa, y avanzar desde ahí hacia Chinandega.

Hasta donde tengo entendido, hubo muchísimos problemas entre las tres tendencias, y eso provocó falta de información y de coordinación, tan necesarios en esos momentos, y que dio como resultado las dos emboscadas donde murió la gente. Los muchachos de la masacre del 3 de junio iban en un tráiler en la mañana.

Mónica: Según me han explicado, ese grupo iba a buscar unas armas para la insurrección. ¿Finalmente pudieron tomarse Chinandega?

Tirsa: Para la insurrección final, nunca logramos tomarnos Chinandega. Cada esquina estaba tomada por la Guardia y por tropas del CONDECA, soldados de otras nacionalidades de la región. Era imposible caminar ahí. Creo que esa fue una de las decisiones que se tomó, salir de la ciudad e irse a combatir a Chichigalpa.

La gente que entró de Honduras tenía que tomarse Somotillo, San Pedro del Norte, Cinco Pinos. Estas fuerzas entraron con Sergio Mendoza y Jaime Wheelock, aunque el hombre ahí fue Sergio Mendoza. Todos esos pueblitos se liberaron, pero las fuerzas no lograron entrar a Chinandega.

Parte de las fuerzas que se organizaron desde Chinandega, las unidades de combate, fue la gente que liberó Chichigalpa. En el caso nuestro, el mando lo asumió la Quxa, quien era miembro del Estado Mayor, y Daniel Pozo, que quedó inmediatamente después de la muerte de Filiberto Morales. Pero nunca pudo tomarse Chinandega, hasta el día 18 de julio de 1979. Entonces toda la actividad del 24, de la toma de Posoltega y todo eso, fue previa a la insurrección.

El 24 de junio, se hizo una emboscada combinada con un ataque a Chichigalpa. Quiero hacer mención de manera especial de un muchacho que se llamaba José Mercedes Cubillo. Me llamó su hermano ahorita para recordarlo. Hay una especie de caricatura-monumento que le quisimos hacer ahí a José Mercedes, en la entrada de Chichigalpa. Fue un combate que se tuvo con la Guardia y él, en uno de esos actos heroicos, salió con su lanza cohetes y paralizó prácticamente una tanqueta de la Guardia. Murió José Mercedes, por supuesto, pero eso fue importantísimo, haber paralizado la tanqueta y luego recuperarla. Eso permitió que las fuerzas del Frente pudieran avanzar y tomar Chichigalpa.

Quiero insistir en lo de la falta de coordinación, que tal vez nos sirve a estas alturas como experiencia, que provocó incluso una gran cantidad de heridos y muertos, entre ellos Gerardo Lindo. Los que conocieron a Juan de Dios Muñoz, como Mauricio Valenzuela, dicen que únicamente habían conocido a otra persona con las cualidades de él, y esa persona era Gerardo, que era excelente, y que cayó el 29 de junio de 1979.

Mónica: Después que deciden sacar de la ciudad a las fuerzas para realizar otras acciones, vos te quedas en Chinandega. ¿Por qué te quedas en la ciudad?

Tirsa: Después que parte de la fuerza cae, y otra sale, hacemos las listas de la gente que había quedado, que no era mucha. Nos dicen que decidiéramos quiénes nos quedábamos en Chinandega, y quiénes se iban y se reconcentraban en El Chonco. Me tocó perder, porque me dejaron en la ciudad. Nos fuimos cara o sol, y nos quedamos como veinticinco personas.

Nos la rifamos y quedamos dos mujeres. Yo no sé cómo fue en el caso de los Proles, pero quedó la Carmen Moreno al frente del trabajo de ellos; y yo quedé por la GPP. Pero nos rifamos, nadie se quería quedar en Chinandega, porque eso significaba definitivamente que te mataran.

Nos fuimos cara o sol. Quxa nos preguntó: – ¿Quiénes se quieren ir? –Todos. Pero nos dijo que alguien se tenía que quedar coordinando el trabajo, haciendo mapas, reconcentrando gente, buscando las casas, ubicando a la Guardia. Y como nadie quería, entonces cara o sol. Y yo perdí. Nos dejaron prácticamente coordinando el trabajo de Chinandega, El Viejo y Corinto, con misiones muy específicas que empezamos a trabajar la Carmen y yo.

Mónica: Porque no perdían la esperanza de la toma de Chinandega.

Tirsa: No. Los otros compañeros estuvieron intentando entrar, pero fue imposible. Quedarme en la ciudad tomada por la Guardia fue un trabajo que me enseñó muchísimo, por un solo detalle; para mí, lo más importante de todo lo que logramos hacer, salió de una plática de lo más rica con la Carmen: –Mirá, dejémonos de payasadas, ni vos tenés casas ni yo, están quemadas, no tenemos para dónde agarrar, no tenemos ni ropa; aquí olvidate de que vos sos GPP y que yo soy Prole. Compartamos, mamita. Y empezamos a vivir en las mismas casas y a buscar cómo compartir la misma ropa y a buscar cómo sobrevivir en una ciudad que estaba prácticamente tomada por la Guardia. Ahí nos olvidamos de todo, trabajemos, que si no, nos matan; busquemos cómo sobrevivir.

Mónica: En Chinandega lucharon muchas mujeres por las distintas tendencias. De los Terces, estaba la compañera Silvia Marlene Ramírez Tapia “María de los Ángeles”, a quien matan el 2 de junio, Quxa estaba ahí, y la Dulce Zepeda, quien también era casi una niña.

Tirsa: La Dulce estaba en El Viejo, estaba la Quxa que era la responsable clandestina, y antes estuvo un buen tiempo Aura Ortiz, pero se salió de Chinandega en 1979.

Mónica: Después de todo lo que pasó, ¿Chinandega se libera hasta el 19 de julio?

Tirsa: En Chinandega, la Guardia estuvo hasta el 18 de julio, esa noche dinamitó el Comando. Prácticamente se estaba combatiendo en las orillas de Chinandega. Y fue una de esas cosas que las comparo con las películas sobre los nazis en la Segunda Guerra Mundial. ¡Esa cosa terrible!, porque de repente la Guardia empezó a desmoronarse desde temprano. Andaban en las calles, iban tirando uniformes, gente corriendo, era una cosa terrible.

Como a las siete u ocho de la noche, explotaron el Comando, lo dinamitaron, y además, con barriles de combustible. Fue una escena de lo más dantesca; los presos empezaron a salir quemándose y la gente gritando. Había muchísimos sandinistas ahí. Me acuerdo que estaba en la casa de Daniel Pozo, cerca del Comando, sobre esa calle. La primera reacción que tuvimos fue buscar cómo llegar cerca para poder rescatar a alguna gente nuestra que sabíamos que estaba ahí. Yo me acordé inmediatamente de Pepe Largaespada, a quien habían capturado en enero de 1979, y nunca volvió a aparecer. Estaba estudiando Derecho en León, era del Teatro Estudiantil Universitario (TEU), cantaba, era una maravilla el flaco.

Mónica: O sea que se desapareció.

Tirsa: Sí. Era el hermano de César. La primera reacción fue ir a buscar a la gente, teníamos la esperanza de que estuvieran vivos. Pero ahí no quedó absolutamente nada, y la gente empezó a salir, pegando gritos, quemada. La Guardia ya se había ido.

Mónica: O sea que los guardias quemaron vivos a los presos.

Tirsa: Sí, irónicamente, el edificio de la Policía lo construyeron sobre lo que fue el Comando de Chinandega; a saber sobre cuántos cadáveres, además de sandinistas. Ahí quedó totalmente desbaratado, no quedó absolutamente nada, fueron explosiones tras explosiones. Ellos querían destruir todas las armas.

El 18 de julio, la gente salió a las calles mientras estaba quemándose el Comando en aquella escena terrible, no había luz, era como una película de terror, y la gente salió a las calles. El 19, llegaron los combatientes y me acuerdo que todos andaban alegrísimos.

Mónica: Después de tanta tensión, muerte y sufrimiento, la victoria significó para los luchadores y la inmensa mayoría de los nicaragüenses, una alegría indescriptible.

Tirsa: Al menos en mi experiencia, como que empecé a disfrutarla después, porque lo primero que hice fue preguntar por mi hermano mayor, Alfredo, no sabía qué había pasado con el flaco, que estaba en la Rufo Marín, en Masaya. Y bueno, empezar a averiguar qué pasó. Y nunca se apareció, hasta un mes después, y la explicación fue: –Andaba disfrutando el Triunfo. Lo único que yo quería era dormir, soñaba con dormir; entonces me fui a dormir a mi casa. Yo me fui simple y sencillamente a dormir.

Creo que hasta el día que me muera, voy a dejar de seguir peleando, metiéndome, angustiándome. Creo que eso les corresponde ahora a los jóvenes, pues a nosotros nos tocó vivir en un momento duro, en que no tuvimos la oportunidad para gozar, para ser chavalos, ser adolescentes, ser jóvenes pues. Nos metimos a la lucha y teníamos un solo objetivo y era la revolución. Creo que no hay que creerse el cuento de que los jóvenes ya no tienen alternativa o no tienen referentes.

Me parece que hay que seguir peleando por la educación, la salud, las oportunidades. O salís a luchar o te metés en el mundo maldito de las drogas, del alcohol y una serie de cosas. Ésa es una tarea que los jóvenes tienen pendiente, no puede nadie escudarse ni creerse el discurso ése, de que esa era se acabó. Hay muchísimas cosas que hacer.

Creo que también hay que seguir siendo tolerante, no descalificar a la gente porque no estamos en determinado partido, porque no simpatizás con determinada persona. Cada quien tiene que hacer algo.



1 de julio de 2000.





NOTAS


1 Raúl Cabezas muere al bajar del asedio a El Fortín de Acosasco, en un accidente de tránsito. Emir Cabezas “Angelito” cae en la montaña, en El Zapote, el 24 de agosto de 1977.

2 La periodista y combatiente Aura Ortiz Padilla cayó en la torre de los Bomberos, durante el fallido intento de la toma de Jinotepe, el 7 de junio de 1979.


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