Memorias de la lucha Sandinista

Descargar documento

¡Monimbó es Nicaragua!

Mario López


Mario López nace en Managua el 26 de abril de 1955. Estudia su primaria en el Colegio San Antonio y secundaria en el Instituto Maestro Gabriel. Estudiaba Ingeniería Civil en la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua, cuando se incorpora al Frente Sandinista de Liberación Nacional en el año 1974. Su trabajo se centra en la organización estudiantil en el Frente Estudiantil Revolucionario. En 1977 es electo Presidente de la Asociación Nacional de Estudiantes de Ingeniería y Carreras Afines (ANEICA) y ese mismo año también asume la responsabilidad de Presidente Ejecutivo Nacional del FER, en sustitución de Antenor Rosales “El Capi”, quien pasa a la clandestinidad.

A finales de 1977 actúa semi-clandestino como responsable del trabajo de organización del FSLN en Masaya. En esa condición, participa en la sublevación de masas de Monimbó en febrero de 1978 y más tarde ya clandestino participa en la insurrección de septiembre, integrando la coordinación de las tendencias del Frente Sandinista con Hilario Sánchez, Ulises Tapia y Javier Álvarez. Sale herido en un operativo en enero de 1979 y luego es trasladado para integrar la dirección de la insurrección final en Chinandega.

Después del triunfo se incorpora a la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE) y en 1987 es nombrado Delegado Regional de Telecomunicaciones y Correos, en Managua. Después de la derrota electoral del FSLN en 1990, estudia Derecho y trabaja en su profesión hasta la fecha.

Masaya un departamento de gente trabajadora y de raíz rebelde, pues los indios combatieron contra los colonialistas españoles en 1811 y 1812, y cien años después se expresaron contra el neocolonialismo en la resistencia junto a Benjamín Zeledón en El Coyotepe y La Barranca. En Niquinohomo, Masaya, había nacido Augusto C. Sandino en 1895, y desde ahí salió con sus primeras inquietudes patrióticas que desarrolló posteriormente en sus contactos con los movimientos sindicales en Tampico.

De este pueblo surgen los mártires Aníbal Sánchez Aráuz, quien murió en la incursión armada conocida como El Chaparral, el 24 de junio de 1959; Francisco Alemán Martínez, mártir de El Dorado; el piloto internacionalista Carlos Ulloa Aráuz, quien luego de participar en varios alzamientos contra los Somoza, muere en defensa de la Revolución Cubana, cuando el avión que piloteaba fue abatido por la aviación enemiga el 17 de abril de 1961 en Playa Girón, Cuba; Iván Sánchez Argüello, en Raití y Bocay, en 1963; y Ernesto Fernández, caído en la Jornada Heroica de Pancasán el 27 de agosto de 1967.

En los procesos insurreccionales que se libran contra la dictadura somocista a finales de los setenta, Masaya ocupa un lugar preponderante. En 1969 se organiza la primera célula del FER en el Instituto Nacional de Masaya (INM), bajo la responsabilidad de Ramón Pérez, participando en ella Francisco Castellón Peinado (1949-1977), estudiante de Ciencias Sociales en la UNAN; Maximiliano Somarriba (1954-1977), estudiante de magisterio de origen proletario; Manuel Martínez e Iván Castellón.

Esta célula impulsa el trabajo estudiantil revolucionario realizando luchas locales y participando en las jornadas nacionales que impulsa el FSLN a través del FER en el período de acumulación de fuerzas en silencio. En 1970 se toman el INM exigiendo la destitución del director, Francisco Rizo. En 1971 participan en la toma del Instituto y de la Iglesia San Jerónimo. En 1972, la célula del FER es atendida por René Vivas, y se constituye en un Ejecutivo Regional.

En 1974 se experimenta un salto de calidad en el trabajo, y se organiza la primera célula del FSLN en el Instituto. Realizan trabajo en Monimbó a través de la Unión Comunitaria Monimbó 5 de enero, movimiento cultural que alfabetiza, gestiona el adoquinamiento de calles y otras labores comunitarias. Funciona como organización intermedia para el trabajo político organizativo clandestino. Para finales de ese año, Allan Bolt asume responsabilidades clandestinas en ese departamento.

Se multiplica el trabajo de reclutamiento, se incorporan compañeros como Cristóbal Vanegas, Roberto Vanegas y Manuel Martínez, para la formación política ideológica. Estudian a Lenin, El Manifiesto Comunista, sobre el trabajo de masas, historia de Nicaragua y del FSLN, la obra de Sandino, y medidas de seguridad.

En 1975 se constituye un equipo de dirección del FSLN para Masaya, conformado por Juan Carlos Herrera, Iván Castellón, Norman López, Carlos Brenes y Ulises Tapia. Otros importantes militantes son: Silvio Reñazco, Francisco Castellón Peinado y Maximiliano Somarriba. A finales de 1975, llegó Camilo Ortega a Masaya y le imprimió nuevos bríos al trabajo organizativo. En 1976, constituye el Regional de Oriente, que incluye Masaya, Granada, Carazo y Rivas. Ese mismo año, en febrero, también hace presencia Leticia Herrera, quien, entre otras cosas, estaba encargada de impartir cursos de entrenamiento militar.

A mediados de ese año, se hace patente la división del FSLN y se organiza la Tendencia Tercerista. Según Humberto Ortega, la decisión de estructurarse como tendencia se adopta precisamente en ese Regional en julio de 1976, y están presentes en la decisión Camilo Ortega y Leticia Herrera. De esa manera, las redes de colaboradores y militantes de los departamentos de este Regional quedan en manos de esta tendencia.

En 1977, algunos de los dirigentes del trabajo son enviados a recibir entrenamiento en Costa Rica, y después incorporados al ataque al Cuartel de Masaya el 17 de octubre. En este ataque participa y cae parte de los principales cuadros que habían surgido del propio trabajo en Masaya, y con ello el trabajo organizativo del FSLN Tercerista sufre un duro revés.

Al mismo tiempo, un grupo de estudiantes del Instituto Nacional de Masaya, entre los que están Bosco Monge hijo, Leonel Selva y Álvaro Arancibia, pide presencia de la tendencia GPP, por lo que se inicia en octubre de 1977 el trabajo organizativo de esta Tendencia, bajo la responsabilidad de Mario López, quien luego es trasladado semi clandestino y, en esa condición, participa en la insurrección de Monimbó en febrero de 1978.

Mónica: Quiero reconstruir la historia de Masaya. Contanos, ¿cómo llegás allá?

Mario: A mediados de agosto de 1977, asumo la responsabilidad del Ejecutivo del FER a nivel nacional. Se acababa de ir “El Capi”, yo quedo al frente de la estructura y mi responsable clandestino es Carlos Arroyo “Fabián”; cuando cae el 17 de octubre de 1977, asume el mando William Ramírez, con el seudónimo de “Luisito”.

En octubre de 1977, después del ataque que hacen los Terceristas en Masaya, hay un auge, un entusiasmo. Esa efervescencia genera que un grupo de muchachos del Instituto Nacional de Masaya quieran trabajar con la GPP, y deciden venir a Managua.

Bosco Monge hijo, Leonel Selva y Álvaro Arancibia se reúnen conmigo y me dicen que quieren integrarse, pero que no hay estructuras. Les di volantes, papeletas y comunicados del Frente para que las repartieran. Eso genera un movimiento fuerte dentro del Instituto; entonces regresan con más entusiasmo y ya vienen con otros, entre ellos, un gordito de apellido Valle, hijo de Tomás Valle. Me presionan para que yo vaya porque se quieren organizar, y así hago mi primer viaje.

Mi primer encuentro es con unos veinte o treinta chavalos del Instituto, donde los líderes son los tres primeros en venir. Comienzo a orientarlos, organizarlos y esas son las primeras células de la GPP que se forman en Masaya, en octubre de 1977.

Informo a William y me dice: –Bueno, te vas a tener que ir para allá. Y entonces me voy semi-clandestino y se comienza a hacer el movimiento, a mitad de noviembre de 1977. Mi primera casa de seguridad en Masaya fue la vivienda de la Felipita Cermeño. El contacto es su hijo, Leonel Selva. Reclutamos a la Felipita y a otras personas como Isabel Castillo, Lourdes Bolaños, Ángela Valle “Chorro”, ése era apodo. Ella es uno de los grandes pilares de la organización en Masaya.

Luego paso a reclutar a la casa de Bosco Monge, a Bosco Monge padre, quien fue asesinado posteriormente; a su esposa, Vilma Monge, que se integra a la lucha como correo; es decir, a toda la familia. Así comencé a reclutar casa por casa, persona por persona, y a la par desarrollando el movimiento estudiantil.

En enero, sigo organizando sobre todo al movimiento estudiantil en el Instituto y el Colegio Bautista; ahí me ayudan Bosco Monge hijo y Leonel Selva. Forman células con Álvaro Arancibia “El Chompipe” y Mauricio Mercado “El Chavo”.

Nosotros estábamos en esa etapa organizativa, cuando se da la insurrección. Matan a Pedro Joaquín y eso es un detonante a nivel nacional. Comienzan las huelgas y las manifestaciones en Masaya. Desde enero, la efervescencia viene creciendo y ya las noches eran de combates. Todo el mundo con bombas de contacto porque las hacían en Monimbó, son buenos a la pólvora ahí, y en la noche eran tres barrios los que se tomaban permanentemente: Monimbó, el Barrio Magdalena y el Barrio Loco. La gente sentía que la Guardia ya no entraba, entonces se iban a organizar.

La Reforma y Los Países Bajos se suman, y cada noche eran más barrios. La Guardia ya no salía a patrullar esos lados y la gente se sentía segura porque andaba armada con bombas, como en territorio liberado. Eso fue así en los primeros días de febrero.

Comentario de la autora: El asesinato de Pedro Joaquín Chamorro impactó en toda la geografía nacional. En ese mes de enero, mientras el régimen somocista desplegaba la campaña electoral municipal –hay elecciones municipales el 5 de febrero– intentando aparentar normalidad, todos los sectores sociales se sumaron a la huelga general, convocada después del asesinato de Pedro Joaquín. En Masaya ésta cubrió hasta el 95 por ciento del comercio local. Los médicos, las enfermeras, los trabajadores de la construcción, los centros de artesanías, emitieron sendos comunicados de respaldo a la huelga. Mientras, diariamente se realizaban manifestaciones populares.

Somoza desafió a todo el pueblo nicaragüense con su cínico discurso del 27 de enero: “No me voy, ni me van”, mientras la Guardia arremetía con furia contra todas las manifestaciones que, en Masaya, se multiplicaban y radicalizaban con levantamientos de barricadas, fogatas y estallidos de bombas de mecate.

En la manifestación del primero de febrero, con la consigna “¡Que se vaya Somoza!”, fue capturado Bosco Monge padre, presidente del Sindicato de Taxistas. Al día siguiente, cuando el somocista Carlos Ñamendi dispara contra la manifestación, la población enfurecida quema su casa. La manifestación del 5 de febrero fue reprimida brutalmente, resultando dos muertos, entre ellos Santiago Potosme, mientras muchos heridos eran hospitalizados, y capturados más de cien manifestantes.

El 6 de febrero, el entierro de Potosme fue otra gran manifestación de repudio al régimen. El 7, Masaya amaneció en Estado de Sitio. El 10 de febrero, la misa de mes de Pedro Joaquín Chamorro se convirtió en otra manifestación que salió de la Iglesia San Sebastián. A partir del 15 de febrero, el pueblo de Monimbó empezó a lanzar bombas en contra de las casas de los esbirros. El 20 de febrero, una misa por los cuarenta días de Pedro Joaquín, fue reprimida con bombas, dejando afectados a más de doscientos niños de la escuela Anexo don Bosco.

El 21 se organiza la conmemoración del XLIV Aniversario del asesinato de Sandino y, a partir de eso, estalló la insurrección popular de Monimbó con el levantamiento de barricadas, quema de casas y vehículos de esbirros, que se fue extendiendo a otros barrios de la ciudad. Este fue el primer levantamiento insurreccional de masas en la lucha contra Somoza. Las imágenes de los combatientes con máscaras de los bailes folklóricos nicaragüenses, haciendo bombas de contacto, dieron la vuelta al mundo para exponer que aquí había un pueblo dispuesto a sacudirse el yugo de la dictadura. Esa insurrección espontánea de masas, terminó convirtiéndose en parte del proceso de acumulación orgánica del FSLN.

Para esas fechas de febrero de 1978, Camilo Ortega estaba realizando el trabajo de re contactar estructuras, cuando se produce esta insurrección, y por eso se presentaron algunos incidentes que pusieron en riesgo la vida de Hilario Sánchez, por parte de los propios insurrectos.

Las acciones represivas desatadas por la Guardia contra los insurreccionados, sorprendió a los compañeros Camilo Ortega, Arnoldo Quant y Moisés Rivera en una casa de seguridad en Los Sabogales, quienes cayeron combatiendo el 26 de febrero de ese año, mientras otros pobladores eran asesinados brutalmente.

Mario: Para el 21 de febrero, con los equipos ya organizados, preparamos la celebración del aniversario de Sandino; entonces, en los barrios tomados hacemos discursos políticos alusivos a Sandino. A partir de ese día, ya la gente no se mete a su casa, sino que busca armas, pistolas, rifles 22, y los que tenían, sacaban sus propias armas. Comienza ahí la insurrección esa noche del 21, y ya el 22 amanece insurreccionado. Nosotros entonces estamos ahí, tenemos presencia, pero no teníamos armas, no había estructura militar.

Mónica: Un asunto que dispara las protestas son los muertos, la represión. Una de las manifestaciones reprimidas fue la del 5 de febrero, donde muere arrollado el monimboseño Santiago Potosme. Su entierro el día 6 se convierte en una manifestación de repudio al régimen.

Mario: Exacto; es decir, hay represión de la Guardia y a este muchacho muerto, creo que es del Barrio Magdalena, le hacen un entierro en el que va con la bandera del Frente, va la gente gritando consignas y todo esa cuestión, pero la mayor efervescencia es que la gente comienza a tomarse los barrios de noche y eso se va extendiendo a La Reforma, el Barrio Países Bajos, y cada noche, eran más barrios que se iban agregando. La Guardia ya no salía a patrullar a esos lados. Entonces la gente se sentía segura porque andaba armada con bombas, liberado el territorio y la Guardia no entraba, sólo patrullaba en el centro de Masaya. Todos los chavalos que teníamos organizados participan y todas esas noches fuimos captando y reclutando. “El trabajo de hormiga”, que decía Carlos Fonseca.

La sublevación de febrero 1978 no la dirijo yo, ni la dirige “Camión” Hilario Sánchez, que era de los Terceristas; tampoco los compañeros Proletarios, pues no tenían representación. Ellos llegan hasta en ese momento. La Guardia está reprimiendo a los barrios aledaños y especialmente a Monimbó, donde está toda la resistencia. Nosotros nos refugiamos en Las Rinconadas y comenzábamos a tirarles bombas. Hasta ese momento yo ando desarmado, porque a mí me manda William Ramírez sin un cuchillo ni una navaja. Se supone que voy solamente a la cuestión política, a organizar, pero como no regreso, entonces ya quedo haciendo trabajo clandestino.

Esa primera noche fue como una llamarada: se levantó la gente más enardecida, más violenta, aportando más armas. Ahí es donde alguien me dice: –Mire, yo tengo un rifle 22. –Tráigalo, que aquí lo vamos a ocupar. Y a mí me gustó. ¡No jodás, era un rifle, y yo no andaba nada!

En esa insurrección, el pueblo se levanta y pelea, era un chavalero en las calles. La Guardia quiso entrar a Monimbó, pero no pudo. Magdalena, La Reforma, Países Bajos, todos esos barrios se levantaron. En la noche, eso era como que le echaras gasolina al fuego; en el día, todavía la Guardia entraba con los jeep y tiraba sus ráfagas. Los muchachos que estaban organizados a mí alrededor me hacían caso, o sea, yo los dirigía. Los orejas, los soplones de la Guardia de esos barrios, salieron con sus familias, abandonaron sus casas y se fueron a refugiar a otro lado.

Es cuando llega Saúl Álvarez. Al darse cuenta Nicaragua de la noticia que Masaya estaba insurreccionada, llegaron los compañeros Proletarios del movimiento estudiantil. La primera noche, veo a Francis Cuadra “La Pacapaca”, a Lourdes Guzmán Bolaños, Saúl Álvarez, César Delgadillo, Virginia Cordero y Reynaldo Payán.

Logro establecer una especie de Estado Mayor de mi fuercecita y del chavalero que me responde, en la casa de la familia de Max García, que ya estaba integrado en la lucha, una casa de alto detrás del mercadito El Tiangue. Ahí estoy con los chavalos viendo la cuestión, porque ahí la Guardia ya no pasa, ni siquiera la Cruz Roja, porque al segundo día, y de noche, eso era completamente territorio libre.

Comentario de la autora: El día 22 fue herido el monimboseño Francisco Lorenzo López, y la ambulancia que lo llevaba al hospital fue interceptada por la Guardia, que lo captura. Al día siguiente se conoce de la muerte de Lorenzo por falta de atención médica, y eso incrementa la furia popular.

Mario: Como en la tercera noche, una tanqueta de la Guardia entró a Monimbó. Yo estoy del Cuartel que tenía la Guardia en Monimbó, del Salesiano una cuadra al sur, cogiendo para el cementerio de Monimbó. Recuerdo que estábamos en uno de los altos de Las Rinconadas, en la calle principal. Le cayó una cantidad de bombas a la tanqueta, y vemos doblarse al guardia que va con la ametralladora 50. Entonces la tanqueta retrocede, y nosotros con más euforia, más valientes, más fuertes, vamos detrás de la tanqueta: aquélla tirándonos tanquetazos y nosotros tirándole bombas.

Ese mismo día, estando en el segundo piso de la casa de Max García, llegan Saúl y César Delgadillo, que no conocen que yo tenía seudónimo con la gente, y dicen: –Mario, mirá, fijate que van a matar a un brother y parece que es sandinista. – ¿Quién? –A un maje que agarraron ahí; pero mirá, nosotros le sacamos los documentos. Saúl me entrega la cartera de la persona y entonces hay unas cartas clandestinas con el tipo nuestro, un contenido manuscrito de algo que informa sobre un trabajo que se está haciendo, otra carta donde recibe instrucciones y como tres papeletas de la propaganda de Somoza que es para una manifestación que iba a haber en Managua. ¿Y quién es éste, dónde está? Ahí lo tienen agarrado, lo van a matar ahorita, andan dos –me dice. – ¡Vayan a traerlos!, y me llevan a un jodido, tipo indio monimboseño, con otra persona.

Le pregunto: – ¿Qué pasó? Entonces él me dice que es clandestino, que él trabaja con el Frente. – ¿Con qué tendencia? –Tercerista. – ¿Y quién es tu responsable? Y no me quiere decir, pero le saco el seudónimo de Camilo. Cuando confirmo que realmente es un sandinista clandestino de la otra Tendencia, entonces le digo que se vaya. Después del chagüite, le devuelvo sus papeles. Entonces me dice: – ¿Y las pistolas?, quiero que me las devuelvan porque nos las quitaron. ¡No!, de las pistolas olvidate. ¿A quién le voy a quitar las pistolas?, a la larga me matan a mí –le digo. Hasta después me doy cuenta que era Hilario Sánchez.

Entonces se va. Cuarenta minutos después están llegando otra vez Saúl, César y Javier Velásquez “El Tigre”, a quien yo había reclutado en el Colegio Bautista y vivía en el Barrio Países Bajos. El famoso “Tigre”, que supuestamente mata a Saúl, después de 19901. Lo recluto porque es parte de la gente del Colegio Bautista. Llegan corriendo, que los tienen de nuevo capturados y van a fusilarlos. – ¿Cómo? ¿Y es que regresaron? Sí, andan buscando las pistolas –me dicen, los tienen en el cementerio de Monimbó.

Como sé que es un cuadro, un compañero, me voy con todos corriendo. Hay un tranque en la entrada del comandito de Monimbó y dicen que no dejan pasar a nadie. – ¿Cómo que no me van a dejar pasar? Si somos nosotros, los compañeros sandinistas. –No, no hay pasada aquí, va a haber un ajusticiamiento. Entonces le dice “El Tigre”, que es un jodido recio, fuerte: –Mirá, él es el jefe de esta cuestión, él es el que está dirigiendo la lucha, así es que vamos a pasar y apartate. Ya envalentonados, pasamos. Cuando llegamos, nos damos cuenta que ya los tienen amarrados en dos puntos, a Hilario propiamente en la acera del cementerio, en un poste de luz, y en el otro poste está otro compañero.

Mónica: El otro compañero era Rito Moisés Rivera Maltez, originario de la Comarca El Comején, en Masaya. Él se había integrado desde 1974; pero en Managua, donde trabajaba. En el ataque al Cuartel de Masaya el 17 de octubre de 1977, estaba designado a ser retén en Los Altos, pero el retén no funcionó porque la Guardia tenía totalmente tomado ese lugar donde cae Pedro Aráuz Palacios.

Rito Moisés cae con Camilo Ortega “Ramiro” o “Mundo”, en Los Sabogales, el 26 de febrero. En una carta que había escrito a su hermano, le contaba: “Fijate que nos agarraron los de Monimbó, nos tuvieron detenidos casi toda la noche, y hasta como a las tres de la mañana nos soltaron, porque nos confundieron como orejas. (Porque viven siempre entre nosotros: pp. 127).

Mario: Yo no sabía quiénes eran ellos, pero los iban a matar. – ¡Oh, eh, eh, oye, ey, cálmense, párense ahí! Y entonces, a discutir con la gente que se trataba de un cuadro; pero hay tres, cuatro caciques autóctonos de Monimbó, que decían: –No, hay que matarlos, son traidores, son somocistas. Porque les habían encontrado la papeleta que anduvo repartiendo Somoza para la movilización, la pistola y dinero también. Yo comienzo a tirarme un chagüite: –Compañeros, aquí hemos comprobado, hemos hablado con ellos, que son compañeros sandinistas, que andan haciendo su labor, están organizando; pasa que ahorita estamos en una etapa de organización, de acumulación de fuerza. Mediatizo la situación y el líder dice: –Bueno, pues, ¡suéltenlos, pero que se vayan ya! Los sueltan, y les digo que se vienen conmigo hasta el Salesiano. Ahí les digo que se vayan y que no regresen más. ¡Iban cagados!

Mónica: Asunción Armengol Ortiz había trabajado desde hacía tiempo, pero creo que no conocía a “Camión”, porque los principales jefes Terceristas de Masaya habían participado en el ataque al Cuartel el 17 de octubre, y la mayor parte cayó en ese operativo, fueron prisioneros o tuvieron que salir de la ciudad.

Mario: Ellos no andaban con la idea de meterse en la insurrección. Después me doy cuenta, porque en una de las reuniones de la unidad, me encuentro con “Camión” de nuevo, y me explica que ellos salieron de la ciudad, emigraron a Los Sabogales para protegerse, y más bien la Guardia ahí los detecta y los mata. Cuando conocí a “Camión”, le digo: – ¡Idiay, maje, vos sos el que estabas allá, no jodás! –Sí, sí. – ¿Y por qué regresaste ese día? Te iban a matar. –Fijate que regresé por las pistolas, porque me iban a sancionar si llegaba sin ellas.

La lucha siguió, pero la Guardia metió todas sus fuerzas. Al día siguiente, Somoza iba a tener una movilización, y no iba a permitir lo de Masaya, porque todas las noticias estaban sobre Monimbó.

En esta insurrección hice mis primeros disparos, y creo que causé una baja. Estábamos propiamente en la esquina del Colegio Salesiano con un grupo. Ahí estaba Saúl Álvarez. La Guardia estaba del Salesiano una cuadra para allá y nos iba reculando hacia el sur. Uno de los muchachos se cruza en carrera del Salesiano para acá, se sale un Guardia y dispara ¡plá!, con un Gárand, y lo cruza en el estómago, lo abrió y le sacó todo; pero el Guardia se descubre para tirar y yo estaba afinando la puntería contra ellos con el rifle 22 de una balita, un balita hijuelagranputa que el viento se la llevaba, y halo el gatillo cuando lo veo y el guardia le hace ¡plum!, para atrás se va, y cae. Todos pegaron gritos de alegría, y Saúl: – ¡Le diste, le diste, le diste! ¡Chaparro, chaparro, le diste, le diste, le diste! Todo el mundo emocionado. La Guardia después vino y guiñaron al hombre. Si quedó herido, quedó muerto, no sabemos; pero por lo menos herí al hijueputa.

Luego ya entraron las tropas de Managua, tirando: barang bang bang, y la gente huyendo; todo el mundo a esconderse, porque después se viene la gran cacería.

El cuartel de la Guardia estaba lleno de chavalos, algunos inocentes. Había una manifestación en ese parque, una cantidad enorme de padres, madres, familiares de todos los chavalos detenidos que estaban ahí. Hubo torturas, chavalos que salieron con fracturas de costillas, de brazos, de todo, golpeados, pues.

El 27 de febrero, Bosco Ramón Monge Hernández cae herido por las balas de la Guardia que venía haciendo una operación limpieza. En el atrio de la Iglesia San Miguel, la Guardia asesina a Rubén Paladino, y Bosco sale hacia Monimbó, y en La Arena San Miguel es abatido.

A los días, llegó el Arzobispo, Monseñor Obando; hizo una misa a campo abierto por todos los caídos. Nosotros mandamos a nuestras madres con las fotos de sus caídos. La Vilma fue con la foto de su hijo, Bosquito. Yo no estuve en la misa.

Posteriormente vienen las jornadas de abril, la toma de colegios. Comenzó en Managua por un problema interno en el Instituto, y luego se generaliza. En el Instituto es donde tengo la mayor fuerza. Los dirigentes eran Mauricio Mercado “El Chavo”, Álvaro Arancibia “El Chompipe”, Marvin Valle “El Chorro”, sobrino de la Angelita “Chorro”, quien era la que me movilizaba en su camioneta y su casa era casa de seguridad; Leonel Selva, que en paz descanse, murió después del triunfo de la revolución; Damaris Cárdenas, Jorge Arias “Pata de Mula”, herido cuando la Guardia entró en el Instituto tirando balas, le pegaron con un Gárand en la pierna. Estos eran los que estaban en el Instituto, comenzamos a organizar y se da la huelga.

En el Instituto había unos ciento y pico de estudiantes metidos. En el Colegio Bautista estaban dirigiendo la célula Sigfrido Baldelomar, Mauricio Zepeda, “Chembembé”, Licho, quien era un muchacho de apellido Franco. En el Colegio Santa Teresita, la dirigente era María Teresa Silva “Mayté”; Blanca Callejas, Chepita Torres, Adelaida Toribio, Petra Turcios, hermana de Oscar. En el Salesiano, Aníbal Zúniga –hermano de Hernaldo–, Alfonso Anela y Henry Bermúdez, un gran héroe que anduvo también en la insurrección de febrero y desde ahí se organiza.

Mónica: ¿Paúl González estuvo en la insurrección de Monimbó?

Mario: No, por lo menos organizado conmigo, no estuvo. Acordate que la insurrección de febrero fue una insurrección popular, prácticamente las masas nos obligaron a las estructuras clandestinas a ponernos al frente. A lo mejor él anduvo popularmente, pero organizadamente conmigo, no estuvo.

A Paúl me lo mandan orgánicamente después, y venía de León, se había organizado allá; él vivía en Masaya pero estudiaba en León. Entonces él pide que lo trasladen a Masaya porque ya había pasado la insurrección de febrero y había aquella efervescencia. Me lo pasa William, y me dice: –Te voy a pasar a un muchacho que es dirigente del FER de León, a lo mejor vos lo conocés, pero viene sancionado. Parece que había tenido una falla. Yo ya lo conocía y comienza a trabajar; lo nombro, Coordinador de toda la Federación de Estudiantes de Secundaria.

Cuando se da la movilización nacional “A Marcio y Tomás no los aíslen más”, nosotros nos integramos siguiendo las líneas. Se organizan los cuatro colegios, cuatro colegios tomados, no había clases en Masaya durante todo ese tiempo. Organizamos la huelga del Instituto porque los directores no resolvían las principales cuestiones administrativas y de escolaridad, pero montándonos siempre en la campaña de Marcio y Tomás. Eso fue un boom en Masaya, como ocho días todos los colegios paralizados apoyando a Marcio y Tomás. Nunca se había visto una manifestación política así, de esa forma, a favor del Frente.

Nosotros ya teníamos cómo comunicarnos a través de los teléfonos, y la Guardia nos corta la luz. A la semana de tener tomados los colegios, la Guardia ataca el Instituto de Masaya a las doce de la noche. Yo estoy adentro, libreteándome; había llegado a participar en una reunión de padres de familia de los cuatro colegios, se llenó. En una de las ediciones de La Prensa de abril de 1978, aparezco tirándome un chagüite, pero estoy tapado, y atrás están todos los dirigentes de los chavalos.

La cosa es que la Guardia ataca con el argumento de que todos nosotros estamos armados. Todos estaban en su posición, arriba o en la parte de abajo, con lampazos, con los taburetes y con las escobas. ¡Esas eran nuestras armas! – ¡Ahí viene la Guardia! ¡La Guardia!, y entró, bang, bang, disparando. Ahí comenzamos a correr nosotros, y le dan en la pierna a “Pata de Mula” Jorge Arias; nos tiramos los muros, unos se tiran para el Mercado, otros para otro lado, y nosotros caemos al lado de CAPSA, nos metimos en una casa. La Guardia llegó a catear la casa, a algunos los capturaron; yo me tapé con una sábana, como que estaba acostado cuando llegaron a catear. Cuando se dan cuenta de que la Guardia entra al Instituto, los muchachos comenzaron a tocar las campanas del Colegio Salesiano; entonces se levantó Monimbó a apoyarnos, pero ya nos habían sacado, estaban las manchas de sangre y todo eso.

La gente estaba enardecida porque nos habían sacado y habían visto la gran mancha de sangre, y creían que eran cantidades de muertos. Mucha gente se corrió para el lado del mercado, la Guardia los siguió, la gente se posesionó del Mercado de Masaya, ahora Mercado de Artesanías, y lo quemaron. En Masaya se dice que fue la Guardia la que lo quemó, pero fue la movilización popular, en apoyo a nosotros2.

Y bueno, luego crece enormemente la FES, ya eran células sandinistas, gente que ya la mandábamos nosotros. A finales de abril, pongo a Paúl de responsable de todo el movimiento estudiantil. Él agarra ese paquete y se queda trabajando con todos estos compañeros. Con todo ese crecimiento, ya no tengo capacidad para agarrar todas las estructuras.

Mónica: ¿Todavía no habían entrado a otro municipio, sólo en Masaya?

Mario: No, ¡si sólo estoy yo! No hay nadie, en los municipios todavía no hay nadie. Con la euforia en Masaya, al que tocabas se organizaba. La gente de la que te hablo, Felipita Cermeño, Ana Isabel Castillo, Lourdes Bolaños, Elizabeth Castillo, toda esa gente no quería trabajar nada con los Terceristas. Decían que los Terces eran locos, un montón de chavalos que más bien los quemaban. Ellos querían una estructura más seria, y esperaban que la GPP fuera más seria, y así se fue reclutando; entonces como ya no podía, pido refuerzo en una reunión que tenemos con Bayardo y William en Managua. – ¡William, no jodás, necesito refuerzo, no tengo aquí gente, no me doy abasto!

Hay estructuras en San Miguel, en Pochotillo, en el barrio San Jerónimo, es que por todo Masaya se habían organizado los chavalos; a los principales, yo los iba dirigiendo para que fueran agarrando células. El movimiento estudiantil iba viento en popa, todo el mundo pedía armas, armas, armas, combate, ¡y yo no tenía ni mierda!

Entonces me dice William: –Te voy a mandar a una muchacha de León, ha servido únicamente de correo. Experiencia clandestina no tiene, pero está quemada. En León ya no puede estar; entonces ahí vos la preparás y la impulsás. Llega entonces la Lubby Morales, como en abril-mayo de 1978.

La Lubby es la segunda clandestina que entra a Masaya por parte nuestra; le pongo el seudónimo de “Reinaldo” y la casa clandestina que le pongo es con un amigo de Moisés Hassan. Porque, por cierto, recluto a dos profesores en Managua, a Moisés, que me comienza a dar trescientos pesos y después lo mando a regar todas las volantes del Frente que sacábamos; y a un pelón de Masaya que también es profesor de Física, y que se casó con una suramericana.

Entonces, cuando estoy en Masaya, me acuerdo de este profesor; lo voy a contactar y me dice: – ¡Qué suerte que me contactaste, porque desde que vos te fuiste, no me ha vuelto a contactar nadie, a nadie le he dado los trescientos pesos! La casa de él pasa a ser la primera casa de seguridad de Lubby Morales.

En esa casa, yo la responsabilizo de los archivos porque, yo no sé por qué, nos mandaban a hacer la ficha de cada militante, ¿te acordás? ¡Ideay! ¡Imaginate todas las fichas, si te las agarraban te quebraban la vida! Es cierto que iban con una clave, pero esa clave que teníamos era pura charanga changa. Ahora lo miro así, pero en aquel tiempo era supuestamente diaverga, nadie, ni la Gestapo te la podía descifrar. Muy disciplinadamente yo cumplía, llené las fichas. Lubby era la responsable de los archivos de todas las estructuras de Masaya, y comienza a atender Países Bajos, San Jerónimo y el sector de la entrada a Masaya.

Como toda la gente te pide armas y entrenamiento, ¡armas, armas!, entonces le digo a William y a “Napoleón” –que era Bayardo–, que no podemos estar sin ni mierda. Me dice: –Preparate dos casas de seguridad y te voy a mandar a una persona para que te haga entrenamiento. En junio de 1978, preparo la casa de Paúl González y llegan Cristhian Pérez Leiva y Glauco Robelo, en su primer ingreso a Masaya. Llegan con una maleta donde llevaban una Máuser, una carabina M-1, una M-3, las granadas, las pistolas y un rifle Gárand. Esas eran las famosas armas. Vos sabés que en ese tiempo un arma era linda para nosotros.

Las dos pistolas de ellos eran las que te enseñaban, y un revólver. Meto a Cristhian en la casa de Paúl, y a Glauco lo pongo en la casa de María Jacaranda Fernández Mejía, en San Jerónimo. La primera escuela se da en Diriomo.

Ahí nosotros metemos a los primeros seis de Monimbó y Henry Bermúdez, del barrio El Fox, y se entrenan. Henry era moreno y altote, era de esos hombres súper aventados. Lo mandé a la montaña y se le bajó a Julio Ramos, porque no había combate. Y qué voy a andar haciendo ahí sin combatir –decía; estaba enturcado porque no combatía. El hijueputa quería tirar balas, ahí te voy a contar esa parte cuando lleguemos. La cosa es que se entrenan los primeros seis en esa finca en Diriomo.

A los diítas que ellos vienen, me llama William y me dice: –Mirá, ahí te va otro compañero para que reforcés, porque yo ya estoy trabajando en Diriomo y Catarina, ya tengo gente en esos pueblos, necesito alguien que esté ahí; y entonces manda a Fanor Herrera. Cuando llega, lo mando para la casa de Johana, “La Trompuda” le decíamos, porque tenía una gran boca hermosa. De ahí, Fanor reclutó a una cantidad de gente e hizo una estructura buenísima. La segunda escuela se da ahí, también en Diriomo, ya va gente de los otros sectores y barrios.

Los entrenamientos eran de una semana. Entrabas un día y salías a los ocho días completos. Esas escuelitas las íbamos a cerrar William y yo. William llegó a la clausura de todas las escuelas. Después Glauco y Cristhian regresaron a Managua. Con los entrenados se dan los primeros operativos militares. Henry Bermúdez con la gente de Monimbó, íbamos a quitarles las armas a los guardias, los pertrechos militares y a dejarlos amarrados; íbamos a las casetas de los guardias que estaban a las entradas de la ciudad. Así recogimos como cuatro Gárand. No fue seguidito para que no se chivearan.

De ahí, con eso quisimos hacer mayores operativos, pero no podíamos porque realmente yo no tenía experiencia militar, la experiencia de combate. Yo sólo había leído libros del vietnamita Giap, de Mao Tse Tung, pero era puro libro. La gente quería atacar el Comando otra vez, Henry Bermúdez hizo hasta un croquis, un plan para atacar el Comando. Yo le dije: –Sos loco, no ves que necesitamos armas fuertes, estamos con cuatro Gárand.

Entonces llegamos a la insurrección de septiembre. Yo estoy reforzado con Fanor, la Lubby “Reinaldo” y Paúl. Ya hemos crecido, tenemos una estructura de células enormes en todo Masaya. Con septiembre se da la unidad y a mí me mandan a hacer la unidad, me mandan a reunirme con Javier Álvarez.

Mónica: ¿Vos sabías que las otras tendencias también estaban haciendo su trabajo? ¿Colaborabas con las otras tendencias, compartían estructuras?

Mario: Tal vez colaboradores, pero yo fui bien sectario; es que así me formaron William, Bayardo y Carlos Arroyo “Fabián”.

Es más, te quiero decir, cuando me dan el primer contacto, que era para reunirme con Hilario, no sabía que él era jefe de los Terceristas. William me pasa el nombre, la dirección, el contacto; la clave era en una casa de los Terceristas, frente al Colegio Santa Teresita. Me dicen que tenía que ir con la gorrita no sé cómo, pero no fui. Yo era sectario; además, les tenía cierta envidia porque eran fuertes, tenían armas y ¡vieras como charchaleaban esos FAL en Monimbó, en las noches!

Como no fui a esa reunión, William me pegó una gran puteada. Me llama con un contacto diciéndome que estaba obstruyendo el proceso unitario, que estaba extremadamente sectarista. Yo voy con el segundo contacto, a través de Javier Álvarez por parte de los Terceristas. Me doy cuenta de que una de las casas de colaboradores la compartimos, es la de Vilma Monge; todavía estaba vivo Bosco Monge padre, que era un taxista, y ahí llegaban Lourdes Guzmán, “La Pacapaca” Francis Cuadra y César Delgadillo. Los mandaron a trabajar allá, no sé si clandestinos o legales, pero siempre estaban ahí.

Los Proles montan un operativo que es el asalto a CAPSA, que quedaba del cine Masaya, esquina sur, una cuadra arriba; de frente había una oficina, no sé si era un banco u otras oficinas financieras. Quien va es Ulises Somarriba, un cuadrito bonito que había nacido en el FER3.

Ellos iban en una camioneta, y cuando quieren entrar a hacer el asalto, el guardia que está les dispara. Enfrente de esa institución hay otro guardia, dispara y matan a Ulises Somarriba. Entonces, no logran ni siquiera entrar a CAPSA, se montan y se van. Creo que César Delgadillo andaba en ese operativo, porque él era el responsable militar de ellos, y el responsable general era Javier Álvarez. Javier ya estaba en ese tiempo, había llegado porque me imagino que Luis Carrión habrá dicho: – ¡Idiay!, vamos a hacer algo a Masaya, si ahí está la efervescencia.

A todos nos viene la instrucción, por separado, de septiembre. Entonces hacemos la reunión y coordinamos que hay que hacer el operativo, planificar. Nosotros vamos preparando las fuerzas, me reúno con “Camión” y su responsable militar, que era Asunción Armengol Ortiz “Chon”; Javier Álvarez, cuyo responsable militar era César Delgadillo; y yo, que no tenía responsable militar.

Comentario de la autora: Masaya vivía una efervescencia insurreccional desde principios del setenta y ocho. La dictadura había desatado una represión violenta que era resistida con jornadas movilizativas realmente heroicas. Repetidamente, la Guardia perdió el control de barrios enteros, no podía entrar por las noches a Monimbó, y recibía respuestas contundentes a la represión, como el ajusticiamiento de orejas, ataques sostenidos a sus patrullas, emboscadas con nutrido fuego de bombas de contacto en las calles, etcétera.

El teniente GN Roberto Solís quiso desafiar a los revolucionarios, y embistió las barricadas. Una lluvia de bombas de mecate lo obligó a detenerse, y fue ajusticiado en la plaza de Monimbó, en julio de 1978. En septiembre de ese año, hay presencia de las tres tendencias del FSLN y se logra alguna coordinación para la insurrección de ese mes, como se desprende de los relatos de los entrevistados.

Para la jornada insurreccional de septiembre se tomaron en cuenta las experiencias de octubre 1977 y febrero 1978, y se tenía claro que Somoza consideraba la plaza de Masaya como estratégica, y por tanto la pelearía con todo su poderío.

Para la insurrección del 78, los aguerridos masayas quemaron el cuartelito de Monimbó, pero sólo pudieron resistir tres días en las calles de la ciudad. Y éste era el primer objetivo a recuperar por la dictadura, que no toleraba que a treinta kilómetros de Managua se produjeran tales actos de rebeldía.

Mario: Organizamos septiembre y nos lanzamos. La batalla fue buenísima porque se fogueó enormemente el pueblo, ya con más armas. Los Terceristas habían metido cantidades de armas, bastantes FAL y andaban unas M-3.

Nosotros ya teníamos la unidad de combate Rufo Marín. Cuando fundamos la primera escuela en Diriomo con Cristhian y Glauco, éste le pone ese nombre. Él me explica la historia del combatiente sandinista Rufo Marín.

Mónica: Sandino escribió sobre el Coronel:

Cuando murió el Coronel Rufo Marín, era mi jefe de Estado Mayor, pero sin rango oficial porque apenas estábamos comenzando. Murió en la primera batalla de Ocotal peleando como un león al frente de su columna en el asalto al Cuartel de los marinos el 16 de julio de 1927.

El nieto de Rufo Marín muere en la montaña el 9 de diciembre de 1976. Había participado con Germán Pomares, Julián Roque y Humberto Ortega, en el intento de liberación de Carlos Fonseca el 23 de diciembre de 1969. Luego quedó prisionero con ellos hasta que los rescata el comando dirigido por Carlos Agüero el 21 de octubre de 1970. El que lo conocía bien era William Ramírez, lo miró caer en la columna Pablo Úbeda.

Mario: Cuando ya se dan los primeros asaltos, el nombre aparece en las papeletitas que mandábamos a hacer, porque anda la onda del FER de publicitar todo.

En realidad, después fueron dos unidades, y nos dieron el cachimbo de armas. Según me cuenta después “Modesto”, a los de la Rufo Marín los pusieron como que era un batallón de no sé cuántos hombres, para negociar las armas, para traer las carabinas M-1 del exterior. Para la insurrección de septiembre a mí me mandaron una Máuser, ¡no jodás, me sentía grande!, y por último no dispara la hijueputa, ahí te voy a contar esa historia; pero para la insurrección de septiembre, ya la Rufo Marín la tengo como con doce o quince personas con armas de guerra. Y como soy el único que está ahí, soy el jefe político militar de la Rufo, porque Glauco llegó hasta después de septiembre.

Cuando entramos en septiembre, ¡vieras qué linda la columna!, hasta quince jodidos bien armados, más otros compañeros que se fueron con pistolas, bombas de contacto, armas de cacería y allí les dije, formados, una frase: – ¡Mujeres y hombres! Ustedes van ahí con sus bombas de contacto y sus machetes; el compañero que caiga, ustedes recogen el fusil; la frase de “Modesto” en la montaña. Se miraba larga la escuadra, como de treinta, y comenzamos a atacar la parte central, que era la dirección que nos tocaba, porque los Terces también tenían una imagen positiva de la Rufo.

“Camión” tiene que entrar por el lado oeste, por San Jerónimo. Los Proles tenían como cinco armas de guerra. Además de eso, teníamos un montón de pistoleros, ellos entraban por el lado de Países Bajos.

Comentario de la autora: Para la insurrección de septiembre de 1978, el Estado Mayor Tercerista está integrado por Hilario Sánchez, Ulises Tapia Roa, Asunción Armengol Ortiz y Mario Alemán. La insurrección se inicia con el ataque al Cuartelito de Monimbó en el que participan conjuntamente Insurreccionales y GPP, entre ellos: Martha Navarro, Elías e Israel Rodríguez, Teófilo González, Bayardo López, Carlos Romeo García Vázquez, Henry Bermúdez y Paúl González.

El mando de la Tendencia GPP eran Mario López, Alma Lubby Morales y Paúl González. De la Tendencia Proletaria están Javier Álvarez, César Delgadillo, Francis Cuadra y Mercedes Vijil.

Mario: Nosotros entramos, nos tiramos balas con la Guardia, la cual estaba cagada; se nos tira primero adelante y nos recula al mercado. Estamos en el mercado, agarramos fuerza, volvemos a tomar posiciones. “Camión” entra como una hora tarde, atacando; dice él que se perdió en la vuelta que iba dando. Cuando Hilario entra con su fuerza, la Guardia retrocede, y yo avanzo otra vez; también los Proles estaban haciendo su papel por ahí, pero la fuerza principal era la unidad de combate Rufo Marín, que estábamos en la primera línea tirándoles a los hijueputas.

Llegó un momento en que no hay avance. Queremos tomarnos el Comando y no hay avance. Nos reconcentramos, las tropas se quedan ahí, y nos reunimos “Camión” y yo, porque Javier Álvarez no llegó, no sé dónde estaba. Nos reunimos en la Cruz Roja. Decidimos mandar la ametralladora 50, que la anda “El Cusuco”. Ésa, los Terceristas la andaban montada en una camioneta. Cuando la Guardia oye aquel animalón, barang barang bambang, pegan la reculada y nosotros avanzamos.

Después “Camión” y yo planificamos que la ametralladora 50 lavamos a poner en la esquina del Instituto, frente al Parque. Él iba a volver a ponerse con su gente para avanzar, y Ulises Tapia con su gente y yo con la Rufo Marín nos íbamos a meter por atrás de Países Bajos, íbamos a subir a las casas de alto, las casas de los Tückler, que las habían abandonado. Como la 50 iba a entrar, la Guardia iba a salir a tratar de detenerla; entonces nosotros estaríamos calladitos con la Rufo Marín y las fuerzas Terceristas, arriba, esperando a que la Guardia saliera para ahí agarrarlos. Las fuerzas Terceristas andaban con Ulises Tapia como jefe y tenían un RPG-2. Porque ahí ya vamos revueltos y unidos. Nosotros íbamos a ser como el ataque sorpresa.

Estamos en esa onda. Cuando ya está montado todo mundo en su posición, entra la 50 parapapapapapá; la Guardia era un venado corriendo en medio del parque para adentro; y nosotros estábamos en palco viendo la situación. Nosotros no íbamos a disparar, pero la caga un chavalo, no sé si fue de ellos o de nosotros, y dispara. Se entusiasma cuando ve a la Guardia que está ahí, y ¡pag!, la Guardia descubre nuestra posición y comienza a dispararnos con la tanqueta. Eso se da simultáneo a que a la 50 se le quiebra el pin percutor, y no puede seguir disparando. Al no oírla y escucharnos a nosotros que le disparamos, la Guardia nos enfila la 50 de la tanqueta, ¡pungún! ¡pungún! No sé por qué no nos mataron a nadie ahí, ¡vieras cómo se estremecieron las casas de taquezal! Salgamos de aquí –le digo a Ulises Tapia. Y salimos a toda verga.

Nos volvemos para Países Bajos, y vemos que la tanqueta pasa a toda verga de la esquina para allá, o sea, como que nos va a querer enrollar; entonces, me dice Ulises: –Esperemos la tanqueta. Aquí los vamos agarrar con una granada de palo.

Mónica: ¿No andaban RPG-2?

Mario: Todos andan con FAL y sus granadas. Yo ando mi Máuser todavía. Al comienzo no me había disparado; tuve que desarmarla la hijueputa, en medio de todos los compañeros, súper avergonzado. –Esta arma hijueputa que se enconcha, no la he disparado. Me estaba muriendo de pena, no de un balazo. ¡Los compañeros tirando balas ya, y yo desarmando la mierda! Hasta que por fin la hice disparar, le soqué el gran resorte que tiene arriba.

Nos ponemos en la esquina. Ulises viene, quita la cuestión, pone la granada, busca la bala de salva, unas balas especiales que en vez de plomo vienen con un cartoncito, saca el magazín, y ¡prag!, la mete y entonces cuando le digo: – ¡Ahí está, ahí está! Anda la tanqueta buscando a quién joder. Pero Ulises no pone la bala en boca, vos sabés el nerviosismo, ¡iiihh!, ¡no jodás, estamos enfrente de una tanqueta! Mete el magazín pero no mete bala en boca, ¡clip! ¡clip!, le hace. Claro, el tanquetista lo mira que sale y lo pone en arista, y entonces me dice: – ¡Juelagranputa, no lo puse bala en boca!; entonces viene, lo pone bala en boca y le hace ¡pong!

Mónica: ¿Los dos al mismo tiempo?

Mario: No. Cae él. Yo creía que le había explotado la bomba a él, pero cuando cae Ulises, le miro la espalda: así el gran hoyo, lo atravesó el tanquetazo. ¿Ya tenías esa versión? Esa versión no la ha contado nadie. No han dicho siquiera cómo murió.

Ulises Tapia es uno de los pocos héroes o guerrilleros urbanos que estuvo conmigo luchando a la par y que yo respeto en grande. Ellos no le han dado ese nivel a Ulises Tapia Roa. Él es uno de los grandes, uno de los mejores, si no el mejor guerrillero urbano que tenían los Terces en Masaya.

Ese chavalo era alto, espigado ¡y cómo combatió conmigo a la par! Lo vi bien, era un hombre corajudo, iba adelante, él con su FAL y yo con mi Máuser. ¡Piripipí! sonaba mi Máuser, ¡porompompoón! el FAL de Ulises. Entonces, me volvía a ver el maje y se reía. Eso era la guerra.

Entonces, cuando él cae, la tropa lo mira y se caga. Yo creía que la tanqueta se nos iba a meter, y no sé por qué se va para el Comando. Lo que yo hago únicamente es que le quito el FAL, lo arrastro, le quito el salbeque donde anda todo el montón de granadas y municiones, porque todos los Terces andaban uniformados con un salbeque rojo; me pongo el salbeque, lo agarro al brother, y grito: –¡Vengan ayudarme! Me viene llenando de sangre, la sangre en el piso… Yo me quedo con el FAL de Ulises Tapia. ¿Y vos creés que me dijeron danos ese fusil porque es de nosotros? ¡Yo combatí con el FAL de Ulises Tapia!

Mandamos un correo a “Camión”, de que cayó Ulises Tapia; entonces él ordena la retirada y llega donde yo tengo el cadáver. Ya andaban consiguiendo un ataúd. Lo metemos en el ataúd y ¡retirada! Vamos para Las Cuatro Esquinas y nos replegamos a Monimbó.

¿Pero, por qué te retiraste? –le digo. – ¿No mirás que cayó el compañero? Se mira que está enturcado, porque yo creo que Ulises era el que le planteaba cosas a “Camión”, porque a él, que en paz descanse, pero estamos hablando de la guerra, le faltaba mucho para dirigir, para ser estratega. En esa reunión que tuvimos en la Cruz Roja, Ulises, él y yo, ahí se miró que quien habló más fue Ulises, sobre la forma cómo íbamos a hacer y la idea de juntarnos allá arriba.

Esto que estamos hablando es como al tercer día de la insurrección. La Guardia no sale de su cuartel; tiene posiciones en el parque y aledañas al cuartel, pero no sale. Nosotros los tenemos acosados, pero llegamos a un momento de equilibrio de fuerzas: no tenemos la 50, la tenemos jodida, aquél estaba desmoralizado por la muerte de este muchacho, entonces en un momento determinado le dije: –Bueno, ¿y qué hacemos?

Ahí es cuando la Martha Navarro le llama la atención a “Camión”, que está en unos billares de Las Cuatro Esquinas. Las tropas sólo salían a patrullar, porque la Guardia estaba reconcentrada; el avión llegaba a veces, nos tiraba y se iba. La Martha Navarro le dice: –Mirá “Camión”, hay que hacer algo, hay que atacar. –Calmate, calmate, que vos no sabés lo que tenemos que hacer. Parece que él esperaba instrucciones de afuera, por radio, supongo, porque ¡puta, era una inercia! Después, en las noches se daban escaramuzas, la Guardia quería salir y nosotros entrábamos.

En una de esas noches capturamos a uno de los orejas principales de Masaya, José Zúñiga, alias “Chiricuto”; era el hijo de un doctor que vivía en el Barrio Loco. Este hombre había denunciado a unos compañeros que mataron en Las Flores; entonces lo capturan, lo llevan, y como “Camión” sabe que son compañeros Terceristas los que habían caído, dijo: –¡A este maje hay que fusilarlo! ¡Fulano, zutano vayan a fusilarlo! No, hombre –le digo yo, ¡no jodás, fusilémoslo nosotros! Y así fue, con mi FAL. En esa insurrección también anduvo Lubby pegando carreras, combatiendo y todo.

Después, la Guardia organiza una contraofensiva, nos cae en Los Sabogales; pero no sé cómo los transportaron, porque nosotros no nos dimos cuenta, la gente que teníamos alrededor de la ciudad no nos informa. En Los Sabogales, la Guardia comienza a avanzar tirando balas, ahí es donde vienen los chinos, los coreanos que entrenaron a la EEBI.

¿Cómo nos damos cuenta nosotros? Cuando nos llegan a decir: – ¡Está entrando la Guardia! “Camión”, que está dormido en un billar, se levanta en carrera. Salimos los dos, va mi lugarteniente, que es Henry Bermúdez, porque hacía toda misión, era muy valiente, y miramos que entre los patios de las casas viene entrando la Guardia con un montón de hijueputas. Cuando estamos de Las Cuatro Esquinas tres cuadras para el sur, ahí comienza el combate.

Estábamos tan enfrascados en el combate, que yo no me acuerdo de las granadas. Detrás de los lavanderos estaban unos guardias, entonces me dice Henry Bermúdez: – ¡Lanzale una granada! Pero yo nunca había lanzado una granada, estoy tirando con el FAL que es con el que puedo. ¡Lanzales la granada! –me dice de nuevo. No tengo balas de salva, –le respondo, porque no quería decirle que no sabía cómo. Yo sabía teóricamente, y además, miré hacerlo a Ulises; pero yo nunca lo había hecho, y mi lugarteniente, mi subordinado: – ¡Lanzale la granada! ¡Lanzale la granada! –Esperate hombre, ¿no ves que no tengo balas de salva? ¡Ah, me salvé la vida! –dije yo, porque estaba realmente nervioso. Cuando en minutos, el hijueputa se aparece con una bala a la que le quitó el plomo, agarró chicle yo no sé de dónde, y me pasa una bala con chicle, todo eso en medio del turqueo, todo el mundo se estaba retirando a una calle de por medio. Aquí está –me dice, te hice una, aquí está, ¡con ésta tirale!

¡Y me hace agarrar vara! Además que, siendo el jefe, tenía que soplarla: la bebés o la derramás. La agarro como que si podía, pero cagado, me temblaban las manos; le muevo la mierda, le pongo el tromblón, le miro que está sin bala en boca; y me acuerdo de lo de Ulises, que no le puso la bala en boca, agarro la bala, la coloco y la meto, ¡cagado, cagado!, pero eso es rápido, eso es en fracciones de segundo, porque estamos en el combate. Le hago ¡plá! ¡poost!, sale. ¡Qué cosa más linda esa mierda! ¡Iiiih!, no se siente, yo creía que me iba a pegar un turcazo, ya viene el diseño especial para ese tipo de armas. Siento el envión en el tubo, pega en el lavandero, y sale el tuco de guardia por los aires.

Mónica: Según lo que nos enseñaron en los entrenamientos, para lanzar granada con el FAL, hay que fijarse en el tapón del cilindro de los gases; para tirar normalmente está ubicado en la letra A; pero si hay que tirar granadas, se mueve a la posición Gr. A= tiro normal. Gr = está listo para lanzar granada. Luego hay que poner el tromblón, que es donde metés la granada, a la que hay que quitarle una tirita amarilla, que es el seguro. Luego la bala especial, que no tiene proyectil, es de salva, y con eso disparás. Al disparar hay que abrir siempre la boca, para que el disparo no te afecte los oídos. La granada tiene un alza que te ayuda afinar la puntería.

Mario: Cuando esa mierda explotó, escuché que ya otros estaban haciendo lo mismo con los fusiles FAL de los Terceristas. Primero fue el mío, y comienzo a escuchar los otros turcazos: ¡bangán, bangán! Yo me quedé sorprendido, todos nos quedamos atónitos, porque a pesar de nuestro fuego, los hijueputas guardias vienen pegando carrera. Viene todo el turcazo de guardias, el Batallón Somoza, la EEBI y todo mundo; entonces nosotros nos comenzamos a despegar, porque realmente el volumen de fuego de ellos era diez veces mayor que el que teníamos nosotros.

Nos vamos despegando, llegamos a Las Cuatro Esquinas, pegamos con una resistencia y me acuerdo que le digo a David Morales: – ¡No te perdás, no te perdás! ¡Agarrá tu escuadra! ¡No te perdás!, porque yo quiero tener junta a mi gente. Comenzamos a resistir y de pronto se me pierde “Camión” en Las Cuatro Esquinas; retrocedemos a Magdalena, y ahí nos damos cuenta de que la Guardia ya pasó Monimbó. Entonces, ¡a la gran puta!, cuando llegamos ya no tenemos dónde recularnos, estamos en el centro de la ciudad; porque en los barrios vos te defendés porque hay patios, hay cómo cruzarte, cómo salir y toda esa mierda, pero ahí en la ciudad no, son las casas, las cuadras, pues.

Cuando vamos en reculada, se mira aquel montón de guardias caminando, los jeep BECAT con ametralladoras arriba. Ahí se me perdió “Camión” y yo tengo casi toda mi Rufito y tengo casi a la mitad de las tropas Terces. Cuando esa mierda ocurre, yo no hallo qué hacer y digo: –Henry, Lubby, Zutano, Pedro Ortiz, el número “8” de la unidad, el “5”, Luis, que fue escolta de “Modesto”, reúnan a la gente porque vamos en retirada. Comiencen a recoger armas porque las vamos a embuzonar. Esto es clave porque si no, mucha gente se lleva el arma y después no las encontrás, perdés control sobre ellas. Entonces comienzan a desarmarse hasta los Terces, aunque muchos no me hicieron caso y se fueron.

Llegamos hasta San Miguel. La única casa que a mí se me ocurre entrarle es la de Miguel Selva, un tronco de colaborador en la calle de El Calvario. Mando a la Lubby y a Leonel Selva a sus casas de seguridad y donde Miguel. Ahí llegamos sólo unos seis de la Rufo: Henry, Roberto, Luis, el “5”, el “7” y ahí comenzamos a hacer una zanja. Se oían los disparos y los turqueos afuera. Metimos alrededor de unas cuarenta armas en un solo buzón; luego las tapamos, se pusieron después unos cartones encima y unas piedras. ¡Qué clase de colaborador! ¿Vos sabés lo que es que te diga, ¡entiérrenlas en mi casa, hagan el buzón aquí!?

Mando a los demás a otros lados y yo me quedo ahí. Pasa esa noche. Al día siguiente llega uno de mis correos que es Luis, y me llega diciendo: –Mirá, todos los hombres están metidos en la Cruz Roja. Los andaban capturando, sólo por ser hombres; se los llevaban, los mataban y los desaparecían.

En ese momento tengo que contactar a la gente. Salgo de donde Miguel Selva y me voy donde la Flor, otra colaboradora en la misma calle, y le digo: –Tengo que salir de aquí, tengo que ir; si no voy donde la gente, entonces se me desorganiza. –Pero, ¿qué vas a hacer, no ves que la Guardia anda afuera? –Sí, pero tengo que salir de alguna forma. Me dice una de las hijas de la Flor: –Disfrazate de mujer. ¿Yo? ¿No te lo han contado? Eso es famoso en Masaya, me disfracé de mujer. Una me dice: –Tengo un overol. Yo tengo unas sandalias –me dice la otra. Y a esa hora me comienzan a pintar las uñas de los pies, de las manos, un brassier con babosadas, me pusieron un overol, me peinaron, me maquillaron y toda mierda. Pero ustedes dos van conmigo –les digo a las dos hijas de la colaboradora, porque solo yo de mujer, ¡esos hijueputas me agarran y me violan! Si me agarran, ¿y qué voy a hacer con la gran voz de hombre?

Salgo con ellas y llegamos a la Cruz Roja. Estaba un cachimbo de compañeros nuestros, de los Terces, de la Rufo. Cuando llego y les hablo, me dicen: – ¿Y quién sos vos? –Yo soy “Salomón”, hijueputá. ¡A la gran puta, yo creía que era una mujer! –me dice, si estás disfrazado de mujer. Y entonces comienzo ahí a contactar, organizar, averiguar dónde tenían sus armas, comienzo a dar instrucciones porque todavía pensábamos que íbamos a la contra ofensiva.

Eso me sirvió en puta porque contacté a la mayoría de los míos, mandé instrucciones y cosas a casas de seguridad para que se movilizaran armas, buscaran a compañeros; les decía que dijeran que iban de parte mía, en unas era “Salomón” y en otras era “Laureano”; entonces, así, medio organicé una como medio retirada.

A los días de eso, me doy cuenta que la Lubby “Reinaldo” y Leonel Selva se desaparecen, y nos dicen que iban para el norte, que iban a seguir la guerra, que eran guerreristas. Felipita me decía: – ¿Idiay y Leonel qué se hizo? ¿Lo mataron?, decime si lo mataron. –No lo mataron, yo lo miré, pero dicen que se fue para el norte.

Después todo se vino calmando, fue una insurrección como de cinco días. Después seguí organizando, pero sin el apoyo de la Lubby; sólo estaba Paúl, quien ayudó mucho con el movimiento estudiantil, que para entonces eran células sandinistas. A Paúl, la seguridad somocista lo comienza a buscar; lo muevo de su casa y lo mando semi-clandestino en la misma ciudad, disfrazado con una peluca murruca, castaña, que anduvo William Ramírez, y que me la mandó para eso, y además, unos anteojos de etiqueta, de viejita. Así se movía Paúl.

Oyente4: Mi nombre es Santos Mercado Méndez. Fui uno de los que combatí ese propio 9. En la lista de muertos que usted leyó, faltaron varios nombres. La Guardia masacró a uno de mis hermanos, Aurelio Mercado Méndez; también, a otros hermanos sandinistas como Alfonso Téllez, Francisco Gaitán, los hermanos Pedro y Miguel Medina, y Raúl López Guevara, entre otros. Y un montón que cayeron después.

Y también usted decía que nosotros, en la gesta heroica, quemamos el mercado de Masaya; no fue así, Comandante, ¿sabe cómo fue? Después que tomamos el Comandito el 9 en la noche, porque los ataques fueron simultáneos, el Comandito de Monimbó y el Comando Central; ya el 10, que nos habíamos tomado el Instituto y que teníamos exactamente a veinticinco varas el Comando, se nos mete ahí la Guardia y nos logran desalojar. Luego nosotros nos metemos a la torre del mercado, que era de un piso, pero tenía una torre de dos pisos. Cuando nosotros estábamos ahí, la Guardia se va al Cuerpo de Bomberos, llenaron las cisternas de gasolina, riegan todo el mercado de gasolina y le pegan fuego. Nosotros, sabiendo que nos están rodeando, que nos están echando gasolina, nos retirarnos y no muere ninguno allí; nuestro objetivo principal en ese momento era la Guardia Nacional, no eran los lugares, por decir, el mercado.

Y aquí por ejemplo, en Monimbó, ayer hubo un acto con más de cinco mil personas. No lo hicimos exactamente el 9, porque hoy está el evento de La India Bonita en la Quinta Isabel Gaitán, y mi familia, mi mamá le está rindiendo sus honores a mi hermano; exactamente del Comandito de Monimbó, una cuadra al sur, dos abajo.

Mónica: ¿Te acordás vos de un compañero que le decían “El Quemado”? Yo lo conocí en España, porque se lo llevaron los comités de solidaridad y le hicieron casi cuarenta operaciones. Todo su cuerpo estaba totalmente quemado.

Santos: Este muchacho estaba preparando bombas de contacto; entonces, cuando la gente dijo, viene la Guardia, se le aflojó una bomba, y él tenía como veinticinco libras de clorato de potasio y pólvora negra; entonces, le estalló todo eso, y todo eso, y desgraciadamente salió en pedazos. Hasta después nos dimos cuenta que él estaba vivo. Todavía anda ahí, vive muy pobre.

Comentario de la autora: En la cronología del IES, 23 años de lucha sandinista, se afirma que el mercado fue quemado por escuadras sandinistas. En los relatos detallados de las insurrecciones de Masaya, no se explica cómo fue la quema del Mercado Municipal. Mario López afirma que fueron los pobladores, enardecidos, quienes quemaron el mercado, pero ubica la acción en las jornadas de abril de 1978.

Sobre los caídos en la insurrección del 9 de septiembre de 1978, Aurelio Mercado Méndez “César”, fue herido con una bayoneta por el guardia jefe del Comandito de Monimbó, quien había logrado escaparse del ataque. Este mismo guardia asesinó a Alfonso Pavón “Carlos”. Después, el guardia cayó abatido por el fuego de los combatientes sandinistas.

El IES elaboró una lista parcial de los combatientes que cayeron y de los que posteriormente fueron asesinados en las operaciones de limpieza. En el libro Porque viven siempre entre nosotros, se registran los siguientes nombres:

sep-78

Juan Manuel Ñaméndiz

11/09/1978

Félix Cruz Hernández

sep-78

Pedro Pablo Sánchez

11/09/1978

Cristóbal Carballo

sep-78

Telma de Jesús Wong Bonilla

11/09/1978

Marcos Medina

07/09/1978

Alcides Rodríguez Ñaméndiz

11/09/1978

Holmer Madrigal Fonseca

07/09/1978

Elías Flores Rodríguez

11/09/1978

Luis Emilio Rivas Mojica

09/09/1978

Moisés Tuckler Mora

11/09/1978

César F. Gaitán Mendoza

09/09/1978

Cástulo Montoya Chavarría

11/09/1978

Francisco Gaitán Espinoza

09/09/1978

Ismael Rodríguez Zelaya

12/09/1978

Alfonso Pavón López

09/09/1978

Dalia María Abarca López

12/09/1978

Máximo Gaitán González

09/09/1978

Ramón Antonio Alvarado

12/09/1978

Aurelio Mercado Méndez

10/09/1978

José Raúl Guevara López

12/09/1978

Ulises Tapia Roa

10/09/1978

Omar García Martínez

12/09/1978

José Isabel Hernández Cano

10/09/1978

Isabel Alberto Gaitán

12/09/1978

José Ignacio Ortega Meza

10/09/1978

Manuel García Castro

12/09/1978

Jairo Armando Traña García

11/09/1978

José Ángel Cerda Hernández

12/09/1978

Bayardo José Ambota Chávez

11/09/1978

José de la Cruz Hernández

12/09/1978

Francisco José Araica Méndez

11/09/1978

Domingo Latino

12/09/1978

Ivadis Cantillano

11/09/1978

Pedro A. Guevara Carballo

12/09/1978

Isidro Daniel Estrada Urbina

11/09/1978

Pedro Useda Martínez

13/09/1978

Mario José González Gómez

11/09/1978

Juan Flores Vásquez

16/09/1978

José Alcides López Rodríguez

11/09/1978

Mario Enrique Latino Ruiz

18/09/1978

Beato Sebastián López Pavón

11/09/1978

Rafael Gutiérrez Sánchez

23/09/1978

José Agapito López Ñaméndiz

11/09/1978

Arturo Velásquez

27/09/1978

Demetrio López Guerrero


Mario: Después de la insurrección, Bosco Monge juega un gran papel con su taxi, movilizándome, así como a otros compañeros, llevando correos, y armas. Él es un pilar de la revolución sandinista en Masaya.

Ángela Valle “Chorro” es otro pilar, en su carro moviendo armas. Porque días después tuve que trasegar las armas; las desenterré, porque había mucha gente que sabía, y no me podía confiar. Movía armas en pequeñas cantidades, dos, tres, a otras casas de seguridad. Bosco Monge y su mujer Vilma Monge y Ángela Valle, eran unos verdaderos militantes por lo que estaban haciendo: movilizando compañeros clandestinos, armas, ayudando en la reorganización de las masas.

Como al mes, me llama Bayardo “José León” y me dice: –Mirá, en el norte hay una compañera que dice que es subordinada tuya, que es de allá. – ¿Quién es? –Dice que su seudónimo es “Reinaldo”. –Sí, pero William sabe muy bien quién es. – ¿William la conoce? –Sí, hombré, si William me la mandó. Lo que pasa es que William no se acordaba o no sé qué. –Mirá, ¿qué hacemos con ella? Dicen que no se quiere ir para allá. “El Capi” casi la mata –me dice. No me preguntés cómo, pero la cosa es que llegaron los dos hasta la montaña donde estaban las tropas de “El Capi” y Julio Ramos. –Aquí estamos, aquí venimos, nosotros somos de la GPP de Masaya. Entonces “El Capi” cree que son infiltrados y le dice: –Mirá, ¿quién es el jefe de Masaya? –No, yo soy la segunda, y el jefe de allá es “Salomón”.

“El Capi” sabe que yo estoy allá, y le pregunta: – ¿Cómo es? –Es chaparrito, así bajito. – ¿Y cómo se llama? –No, es que yo lo conozco como “Salomón”. – ¿Qué color es? –Blanquito. –Te voy a preguntar una cuestión porque yo creo que vos sos somocista, infiltrada, y aquí nomás te vamos a fusilar. ¿Qué tiene él aquí? Y se señala la cara. ¡A la gran puta! –dice la Lubby, ¿qué tiene ese hijueputa ahí? No sé. –Si vos lo conocés bien y has estado con él, vos sabés qué es lo que tiene él aquí. Y, se acuerda de casualidad y le dice: –Unos paños tiene aquí. Tenés razón –le dice “El Capi”, juelagranputa, tenés razón.

“El Capi” habla con Julio, hablan con Bayardo, entonces ya me la pasan a mí, a la Lubby. – ¿Qué hacemos? ¿Que se queden aquí o que se vayan? –Mandámelos de regreso por indisciplinados. Regresa la Lubby, enturcada. –Dicen que usted fue el que me pidió; si yo lo que quiero es la guerrilla, el monte, la montaña. –Ni verga, ¿no mirás que aquí se necesita más? ¿No ves la euforia de la gente? Eso fue a finales de 1978.

Hay una reunión en Managua con Bayardo y William, en una casa en Santa Clara. A esa reunión llega Noel Escobar, por Carazo; yo, por Masaya; y Javier López, por Granada. Se me ocurrió llevarle un FAL a estos majes, para que miraran cómo era. Agarro uno y me vengo en el correo que me mandan, con la Rosaura “Chagua” Jerez. En ese tiempo estuvo de correo, porque yo tenía mi otro correo que era la “Mayté”, una de mis mejores correos.

A Noel, no sé cómo, se le ocurrió lo mismo y agarró un fusil AR-15. A Javier no se le ocurrió nada, porque en Granada no hubo insurrección, pero él llegó. Javier López, al comienzo estuvo de subordinado mío; viajé como dos veces a Granada. Pero después se independizó porque yo no podía atenderlo. Los que nos reunimos ahí éramos el Frente Oriental (Granada, Masaya, Carazo y Rivas). Ya había una incipiente organización en Rivas, me cuenta el mismo Bayardo.

Me acuerdo que Bayardo agarra el FAL y dice: –Juelagranputa, con esta mierda, ¿quién no hace la guerra? Porque claro, sólo andábamos armas chapiollas, no pasábamos de las M-1. Y bueno, ahí les dejamos el FAL y el AR-15.

En esa reunión, me dice William: –Vamos a mandarte al “7” –así lo conocimos ahí a Glauco– para que sea tu jefe militar y te haga los operativos y todo. Llegó. Ya para ese tiempo Cristhian se había Tercereado; pero como él hizo cinco escuelas, hizo base, más que todo con las casas de seguridad. Entonces William me orienta: –Se fue para allá, está desertado; parece que se quiere Tercerear, anda buscando contacto Tercerista en Masaya y se está apoyando en las estructuras nuestras, así que buscalo primero, desarmalo. – ¡Qué voy a desarmar a semejante hijueputón! Desarmalo –me dice, porque anda una pistola linda, y es nuestra; y ahí me la tenés. Yo sólo les di esa orden a la Lubby y a Henry Bermúdez, pero nunca apareció, nunca me lo encontré; después supe que cayó en Xiloá.

La cosa es que viene Glauco, lo pongo en la casa de la Lesbia Murillo, del Banic media cuadra al sur. Comenzamos a dar mayor entrenamiento y a hacer los operativos. Cuando el primer operativo, le digo a la Lubby Morales: –Bueno, ¿usted quiere guerra? Usted va a asaltar el banco. Yo ya tengo todo el plano del Banco Nacional, que es el que estaba frente al Mercado Viejo.

La Lourdes Bolaños era la asesora jurídica de ese banco, y ya estaba reclutada. Ella nos tenía todita la información de cuántas cajas, a qué hora había gente, a qué hora no había gente, a qué hora el guarda se movía. Toda la información me la pasó recogiendo como en dos meses. Entonces está todo el diseño del operativo, y la casa donde llevarían el dinero era la del “7”. Hombré, la mujer se puso las pilas. Entró ta, ta, ta, ta, puso a todo el mundo en el suelo, vació la bóveda, las cajas, recuperamos un Gárand del guardia, y salió. Salieron con unos sacos de reales. Me cuentan que el “3”, uno que era medio tontito, de Santa Rosa, se le cae un rollo de billetes de a peso, los billetes Liliam, y dice: – ¡Esperate que se me cayó un paquete de a uno!, y se regresa a recogerlos. Imaginate, todavía si hubieran sido de a diez o de cien…

Fue excelente el asalto, se cumplió con la planificación; recuperamos un millón doscientos mil córdobas, casi los trescientos mil dólares. De ahí pasé los reales a la casa de Alfonso Amela, que era donde estaba mi casa de seguridad principal, detrás de la Chevron. Amela era uno de los dirigentes del Instituto del Salesiano. Ahí contamos toditos los reales.

Al día siguiente, me llama William: – ¿Fuimos nosotros? Él ya sabía que íbamos a hacer el operativo, pero como teníamos una competencia con los Terceristas, vivíamos golpeando; por eso es que se creía que la Rufo era enorme, pero entonces, apenas éramos unos veinticinco.

Después planificamos el primer operativo que dirigió Glauco: una recuperación de armas en el laboratorio de medicinas Solka. Entonces se van, tenemos un colaborador que nos pasa toda la información, había un montón de cuidadores; pero ocurre una falla en el plan, no sé bien cómo es la cuestión, pero parece que un compañero se desesperó, lo miraron, y la cosa es que no pudieron abrir el portón principal, o sea, se quedaron en la carretera. Al no entrar ellos, se frustró y se falló.

Ya había llegado la circular de “Modesto”, aquella famosa de que los cuadros, los dirigentes, no podíamos participar; estaba prohibido porque decía que después de tanta organización, de toda la experiencia, caías en un combate y todo quedaba perdido. Se nos viene esa restricción y yo no puedo participar. Se manda un segundo operativo que también falla, no me acuerdo cuál es.

El tercer operativo que se organiza es asaltar dos camiones de frijoles que llegaban siempre a un lugar, había cuatro escopetas. En ese operativo también me acuerdo, que falla el “5”, a mí me informan que se sale y quiere parar el camión, y el camión se para, sale en retroceso, y la cosa es que tampoco se pudo con él.

Entonces yo me encachimbo, reúno a la Rufo en la casa de seguridad de Pochotillo. Ideay, no habíamos recuperado nada, tres operativos habíamos fallado, no habíamos cumplido; necesitamos más armas, está el cachimbo de compañeros esperando las armas, esperanzados en ellos. El próximo operativo que vamos a hacer es el ataque al Cuartel de la subestación eléctrica de Masaya, donde hay siete guardias, y lo vamos a tomar.

Antes de eso, Eva Samqui, la China, había salido de la cárcel, y yo le pido a William una reunión con él y con Bayardo. – ¡No jodás, me dicen que salió mi mujer, necesito verla, en un chancecito ahí, verla! –No, ahorita no podemos. Me la mandan en diciembre, envío a la Lourdes Bolaños a recogerla en un carrito Honda Civic que tenía, y la manda donde un cuñado de ella en San Jerónimo.

Ya la estructura está enorme, “El Chele” tiene toda su estructura con aquel su estilo militar. Se hicieron esos operativos. “La Negra” Lubby, que también ya está integrada en la columna militar, y comienza “El Chele” a tener su amorío con ella, en la casa de la Jacaranda. Él era el número “1” y la Lubby era la “Cero”.

William también me manda a un muchacho que venía entrando de Costa Rica; lo tuve primero de correo, después lo mandamos a hacer un entrenamiento.

Mónica: ¡Ah, Azarías Gallo!, el marido de Jeannette Chávez.

Mario: Correcto. Entonces a Azarías le da entrenamiento militar Glauco, y después se integra a una célula por su iniciativa, y solamente para operar.

El 7 de enero de 1979, se planifica el ataque para recuperar esas siete armas que están en la planta eléctrica, en la salida de Masaya. Me integro, ataco enfrente con una escuadra; Glauco se va al fondo con otra escuadra, Roberto Ortiz está de frente con Henry Bermúdez; entonces era una tenaza que les hicimos, buscando el asalto. Glauco decide que va al asalto para aniquilar a la Guardia y recuperar las armas.

Yo la cago porque el FAL, no sé por qué, no me funciona; lo monto y no me funciona, parece que la aguja de percusión estaba mala. Yo era el que tenía que dar la voz de mando; hasta que yo disparara, todos disparaban; saco mi pistola, pra, pra, pra, pero yo estoy descubierto. Glauco dice que miró caer a tres soldados, que son los que se cuentan como muertos. Henry Bermúdez y Roberto Ortiz dicen que miraron arrastrarse a dos para adentro, que suponemos son los dos heridos. La cagada es que nosotros contábamos con siete guardias y, a la hora de disparar, salieron como veinticinco. Cuando queremos hacer el asalto, no podemos porque hay más.

Glauco iba con siete, yo con seis, y el otro iba con siete, somos veinte. En eso estamos, manó, cuando ¡pás!, me pegan. Después me perdonó “Modesto”, porque él había prohibido eso: los responsables generales no debían participar en los operativos. Ese fue un libretazo mío. Me pegaron dos balazos de Galil, porque estaban tropas de la EEBI ahí, si ha sido de Gárand, me matan. Me desbarató el apéndice, la válvula hidrofecal, me hizo cinco perforaciones en el intestino delgado, cuatro perforaciones en el intestino grueso y una perforación en el recto.

Mónica: ¿Cómo sobreviviste?

Mario: No me tocó nada vital, me perforó todito, pero no me tocó una cosa vital. Lo único que me desbarató un poquito fue el apéndice. Cuando a uno lo pegan, se siente como un golpecito cerrado en el lugar, como que te dieran con un martillito. Sigo disparando con la pistola, pero después, cuando me quiero cambiar de posición, entonces flaqueo; me vuelvo a ver, y veo las dos chorchitas de sangre. ¡Hijueputa, me pegaron!

Entonces me pegaron, y la voz de retirada la tenía que dar yo; el “7”, que iba conmigo, dio la voz de retirada, que era “¡Patria Libre o Morir!”, y nos retiramos. Nos montamos a los taxis que habíamos recuperado. Cuando voy saliendo, todavía corro; pero cuando llego al taxi, comienzo a vomitar residuos de comida, y después, la sangre. La Lubby y Henry van conmigo y cada quien se chivea. Entonces le digo a Henry: –Mirá, vos te encargás de recoger las armas y las llevás al buzón, me garantizás eso. Entonces él se baja en mi punto, donde se tenía que bajar para recuperar el otro carro. Y vos, Lubby, te vas para allá. No –me dice, yo me voy con usted jefe.

Ni Glauco, ni nadie más se dan cuenta de que voy pegado. A esa hora suenan las sirenas de las patrullas. Dicen que el tableteo se oyó en toda la ciudad de Masaya, los Terces dicen que se quedaron sorprendidos; era tanto el turqueo, que creían que era otra insurrección.

Nos retiramos y después me paso al carro de la Angelita Valle “Chorro”, que me está esperando en su camioneta, pero le digo: –Lubby, tomá esta granada; si nos topamos con la Guardia, sólo la vas a tirar; yo voy con la pistola, buscá cómo salvarte, yo ya voy pegado. Y vos –le digo a la Ángela, que va adelante y lleva a su hijo, que era quien manejaba, tenés que buscar cómo salir; si nos atacan, tírense del carro y huyan. La cosa es que la Lubby me dice que no se baja.

Entramos a la casa tranquilos, no topamos a nadie. Nosotros teníamos tres colaboradores médicos, entonces mando a llamar a uno de ellos. Cuando llega, dice: –No, esto es de hospital, éste está perforado, aquí no se puede hacer mucho, pero lo que podemos hacer es mantenerlo para mañana. Le digo a la Angelita: –Vas a ir ahorita donde Carlos Vega Bolaños; ahí está Róger, que es otro médico, decile que venga, que pegaron a “Salomón”. Róger es el marido de Lourdes. Ahí demostró su calidad y temple, porque ésos son momentos en que el miedo cunde. Todo mundo encerrado en su casa, las calles solitarias, sólo las patrullas y los jeep BECAT anda buscando a quien encuentren y lo capturan y deschincacan.

Llegaron a pie, y eso que la Guardia estaba tendida en las calles. Entonces empieza a decir todo lo que hay que hacer, una lista como de cuarenta cosas, para evitar una peritonitis, y algo para el dolor, porque yo siento que aquello se me parte.

Entonces se va la Angelita sola en su carro, todavía lleno de sangre, a la Farmacia Masaya, que es de otro colaborador, y les dice que hirieron a “Salomón” en el combate. Ellos no se conocen, pero como le habla del seudónimo, aquellos colaboran. Me vendaron, me inyectaron, me pusieron suero, y al poquito tiempo me dormí; hasta el día siguiente me sacaron. La Guardia estaba rodeando Masaya, estaban registrando toditos los carros, todos los colaboradores ya sabían, yo no sé cómo corrió la noticia de que estaba pegado “Salomón”.

Las dos Angelita Valle son las que me traen a Managua con Carlos, quien es el hijo de la Angelita Valle “Chorro”, manejando la camioneta. Me vendan todito, me pusieron un pantalón flojo para que me pudiera cubrir y una chaqueta grande. Cuando entramos al triángulo, nos detienen; se bajan ellas, yo no me bajo porque me caigo; entonces me dicen que abra la guantera, abro, revisan todo y nos dejan ir.

Las dos mujeres eran unas loras platicando y hablando con ellos al punto que los entretuvieron, hicieron que los guardias no me obligaran a bajar, ése era el plan. Lo que ellos andan buscando es el taxi, porque, como quedó sangre, ellos saben que hay heridos. En el taxi se me cayó un magazín de la pistola y la peluca murruca de William, que después la anduvo “Pescado Seco”; se la ponía, y con ella andaba reprimiendo. Dicen que se tomaron el Hospital de Masaya y las clínicas. Logré salir, y ahí termina mi gestión en Masaya.

Después me contaron que William forma un Estado Mayor, deja de jefa general a la Lubby, y además ella quedó viendo el movimiento estudiantil con Paúl; Glauco, como jefe militar, y la China como responsable política organizativa. A la China yo la metí a Monimbó, fui caballo, porque ella es china y ellos son morenos y achinados. Todo el mundo la conocía, ¡ahí viene la chinita!, era identificable fácilmente, atendía Monimbó, Países Bajos, San Miguel y Pochotillo.

En Managua, Bayardo me mandó a una clínica que quedaba detrás del Estadio, por donde estaba El Refugio. Había una clínica de uno que era dirigente del Partido Liberal Independiente; ahí me internaron y me hicieron la primera operación. Llegó William Ramírez con Rufino Garay “Andrés”, que era el que me llegaba a ver todos los días. A los quince días se me infectó la herida. Me prescribieron otra operación, pero no podían operarme porque no había instrumentos, ni oxígeno, ni anestesia. Tengo entendido que Bayardo mandó a asaltar el Hospital Bautista.

Mónica: Fue Walter Mendoza el que hizo esa recuperación; una parte de los instrumentos, la metimos en una casa de Xiloá donde unos colaboradores, y a los días cayó la Guardia a una casa Tercerista y asesinó a Omar Hassan, a Cristhian Pérez Leiva y Ricardo Orúe. Entonces catearon los alrededores y, de casualidad, encontraron esos instrumentos en esa otra casa vecina.

Mario: Entonces, la segunda operación se hace con ese instrumental recuperado del Hospital Bautista, y la tercera operación ya me la hacen en el Bautista, clandestino, con otro nombre. De ahí paso a recuperarme a una casa de San Martín, y llegan Bayardo, William y “Modesto”. Por cierto que Henry escribió en Trinchera y habla del combate ése en donde “cayó herido un compañero heroico, dirigente”, refiriéndose a mí.

“Modesto”, según entendí, en ese momento iba a Costa Rica a la reunión de unificación que era en marzo de 1979, y preguntó qué iba a hacer conmigo. Le dice Bayardo: –No, éste se va conmigo para allá al monte. Entonces, le dice William: – ¡No jodás, vos sos loco, este chavalo se te muere ahí, no mirás cómo tiene la herida! Yo tenía la herida ralita. Para empezar, vamos a ver, ¿cuántas sentadillas hacés? –me pregunta Bayardo. Y de loco me puse a hacer sentadillas, buscando que se me abrieran las heridas.

De ahí me mandaron para Chinandega, llegué como el 2 ó 3 de abril al Regional. Allí me encontré con la Quxabel Cárdenas. ¡A comenzar la insurrección otra vez! Pero esa es otra historia.



19 de noviembre de 2009





NOTAS


1 “El Tigre” fue acusado de asesinar al Subcomandante de Policía Saúl Álvarez durante la huelga del transporte (20 al 24 de septiembre de 1993). Cayó muerto por un francotirador desde el lado de los huelguistas. Las cámaras de televisión captaron al “Tigre” disparando en esta huelga; por ello, fue procesado y condenado.

2 Según la Cronología del IES, 23 años de lucha sandinista, el 20 de abril de 1978 se produjo un desalojo de la Guardia Nacional en el Instituto Nacional de Masaya y el pueblo levantó barricadas. Hubo decenas de detenidos y murieron un estudiante y un obrero. (Pp. 51).

3 Ulises Rodríguez Maradiaga, cayó el 7 de enero de 1979, en una acción de recuperación económica en el Banco de Nacional de Masaya.

4 Esta oyente participó en el programa del 9 de septiembre de 2000. 


Últimos comentarios del relato
  • Hanz Palacios Aguirre :

    En la lista de muertos esta el nombre Holmer Madrigal Fonseca, y se dice que fue el 11 de setiembre del 1978, cuando en verdad fue el 7 de septiembre, ademas no se dice que fue torturado ya ejecutado por la temible oficina de seguridad de granada, dejado moribundo en el empalme de hacia catarina, que uno de los ejecutores fue el temible Moralitos, por que no consultan con su esposa la pintora Julie Aguirre Cantarero.

    16 Feb, 16
  • Admin :

    Muchas gracias por la información. Por favor dígale a la esposa que nos escriba el relato y con gusto lo publicaremos. Todos los aportes los incorporaremos en el texto, pues para eso es que tenemos esta pagina para que se vaya complementando y tejiendo con el aporte de ustedes. Saludos

    21 Jun, 16
  • francisco madrigal fonseca :

    A Alba Lubby Morales me la entrego Willian Ramirez para trasladar a Masaya, Clauco estaba en Ninboja no en Villa bosco Monge. Las Primeras tomas de Iglesias fueron San Jeronimo y la Parroquia, donde participo Holmer Madrigal mi hermano, en 77. Colaboro en di bujos de barricadas a traves de Camilo ex companero de estudios, yo hice dos entregas de carabinas a traves de Willian las recogia un contacto en San Jeronimo yo viajaba en mi carro WolvagenBlanco el cual en varias ocasiones se lo preste a Luis, hay muchas cosas que me gustaria aportar.

    08 Dec, 13

Comentarios

Queremos saber tu opinión sobre este Relato

(Arrastre una fotografía de su computadora y sueltela en el cuadro)