Masaya: una piedra en el ojo del dictador
Guillermo Sánchez y Elías López
Guillermo José Sánchez Oviedo “Pancho” nace en Granada el 7 de mayo de 1959, estudia primaria en la Escuela Naciones Unidas y secundaria en el Instituto Nacional de esta ciudad. Deja cuarto año de estudios técnicos para ingresar en 1976 al Frente Sandinista de Liberación Nacional, bajo la responsabilidad de Camilo Ortega. Pasa a la clandestinidad en 1977, y es enviado a Honduras, donde es incorporado a la primera columna del Frente Norte.
En enero de 1978 es enviado a Chinandega y luego pasa a trabajar en Granada. Participa en el ataque al Cuartel de Granada el 2 de febrero de 1978. Es capturado el primero de agosto de ese año. Después que sale libre, se incorpora a diversas tareas en Masaya y forma parte del Estado Mayor que dirige la insurrección final en este departamento. Al triunfo de la revolución, queda en el Ejército Popular Sandinista, del que se retira en 1990 con el grado de mayor. Después de 1990 trabaja en la Industria Nicaragüense de Clavos y Alambres (INCA), en Masaya. A la fecha labora por cuenta propia.
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Elías de Jesús López Mercado nace el 5 de febrero de 1952 en el Barrio Monimbó, en el hogar de Lino López Gaitán y Teresa Mercado González. Estudia primaria en la Escuela Padre Emilio Voltari y secundaria en el Instituto Nacional de Masaya. Luego entra a la Escuela Nacional de Agricultura y Ganadería, hoy Universidad Nacional Agraria (UNA), graduándose como Ingeniero Agrónomo.
Realiza sus primeros contactos con el FSLN en 1974, y participa en la insurrección de febrero en Monimbó. Se integra a una unidad de combate en el ataque al Cuartel de Masaya. Después de la victoria revolucionaria, es miembro de la Junta Provisional de Gobierno de esa ciudad. Posteriormente trabaja en el Instituto de Cultura y a la fecha en la ciudad de Matagalpa.
A principios del año 1979 los principales jefes de la Tendencia Tercerista de Masaya son: Hilario Sánchez; Carlos Romeo García Vásquez (1958) caído en abril de 1979, estudiante que se destaca en la insurrección de febrero de 1978 y en otros operativos, por lo que Hilario le fue dando responsabilidades; Bayardo López Mercado, caído en la insurrección final; Pedro Cantillano y Mario Alemán. Por la Tendencia GPP están Mario López, Lubby Morales, Eva Samqui, Glauco Robelo, Paúl González, caído en la insurrección final, y Henry Bermúdez, caído en La Olla de Barro. Por la Tendencia Proletaria: Francis Cuadra, Mercedes Vijil, César Delgadillo, Octavio Caldera y Lula Guzmán.
La firma de la unidad sandinista en 1979 llenó de nuevos bríos las fuerzas rebeldes. En marzo de 1979 se realizó en Masaya una reunión en la que participaron Glauco Robelo, César Delgadillo, Hilario Sánchez y Mario Alemán, jefes militares de las tres tendencias, para concertar acciones conjuntas.
Mario Alemán Escobar, originario de Masaya, era el ejecutivo de Hilario Sánchez. Es quien une todos los eslabones que quedaron sueltos entre los Terceristas, cuando matan a Carlos Romeo García Vásquez el 11 de abril de 1979. En mayo del 79, en una operación de quema de prostíbulos y ley seca en Masaya, lo hieren en el asalto de una casa que el coronel GN Alesio Gutiérrez tenía en esa ciudad, y queda preso durante toda la insurrección. Después del triunfo de la revolución, pasa a ser oficial del Ejército, y muere siendo jefe de la Brigada de Quilalí, en una emboscada de la contra.
Se realizaron operaciones conjuntas y simultáneas sobre Catarina, en la que se destaca la heroicidad de Miriam Tinoco. En esta acción caen Emiliano Alarcón y Carlos Espinoza. También se realiza la exitosa emboscada de La Olla de Barro, donde le hacen 17 bajas a la Guardia; pero muere el jefe de la unidad, Henry Bermúdez1, y Aníbal Galán, originario de Nandasmo.
Las fuerzas de las tres tendencias mantienen las acciones ofensivas en los barrios, lanzamientos de bombas de contacto y operaciones de limpieza de orejas, hasta la ofensiva final de junio de 1979. La fecha fijada para abrir los fuegos en Masaya, era el 6 de junio. El plan consideraba un ataque simultáneo a los Cuarteles de Masaya y de Ticuantepe, y una emboscada en el kilómetro 14 para contener los refuerzos que seguramente llegarían provenientes de Managua, así como ataques a Diriá, Diriomo y Catarina, cuando se produjera la insurrección de Granada, para impedir refuerzos del sur.
El plan se inició con diferentes adversidades. Primero, la masacre de La Reforma, donde cayeron once de los dieciséis miembros de una escuadra que se había reconcentrado para la insurrección, el propio día de su inicio. Luego, el ataque a Ticuantepe no se coronó con el éxito previsto por el despliegue de superioridad de la Guardia y el uso de la aviación, lo que causó importantes bajas en esa unidad.
El combate sobre el cuartel se desarrolló en forma desigual, y con bajas sensibles para los guerrilleros. Al tercer día, el 8 de julio, la Guardia recibe refuerzos; entonces el Estado Mayor decide un repliegue táctico hacia el sur, ubicándose en las zonas rurales.
Afortunadamente, ocurrieron dos eventos importantes: la insurrección de Managua, que inició el 10 de junio y obligó a la Guardia a regresar a la capital con la fuerza desplazada en oriente, y la rápida rearticulación de las tres columnas replegadas que decidieron un audaz retorno, que tomó por sorpresa al enemigo.
Así, las fuerzas vuelven a entrar el 12 de junio, y pudieron controlar buena parte de la ciudad, cercando el cuartel central del enemigo y manteniendo una situación de equilibrio de fuerzas durante varios días.
Guillermo Sánchez y Elías López, partícipes de esta gesta, nos dieron sus testimonios en el programa de radio; luego Guillermo nos completó su testimonio, aportando información adicional, en conversaciones que sostuvimos en el año 2009.
Mónica: Guillermo, contanos, ¿cómo te incorporás a la lucha?
Guillermo: Para mí es un honor volver a verla, Comandante; yo tuve el privilegio de recibirla en el repliegue histórico. Es importante hacer esfuerzos por conservar la historia. Aquí tengo mi libro, varios cuadernos escritos a mano.
Comienzo a participar en la lucha desde 1976, con Camilo Ortega. Parece mentira, pero lo conozco de manera casual en una banca del Parque Somoza, hoy Parque Sandino, en Granada. Yo era estudiante del Instituto Tecnológico Nacional (INTECNA), y todos los días pasaba por ese parque; pero un día, como todo chavalo, no llegué a clase, me quedé afuera, jodiendo en el parque.
De repente aparece un jodido flaco, narizón, alto, y me dice: – ¡Ajá, jodido, no fuiste a clases! ¡Cómo no, salí temprano! –le digo. –No, no fuiste a clase, vos sabés que los chavalos que no van a clases… Y así, me comenzó a meter plática. Yo no sé si le caí bien o realmente vio algo en mí, y un día me dijo: –Mirá, quiero que leás este libro. Me acuerdo, como si fuera hoy, que me entregó El Capitán Rebrujo2, una novela sobre un sobreviviente del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua (EDSNN) de Sandino, que no tenía acceso al pueblo y estaba enfermo. Me impresionó mucho la lectura y comencé a escudriñar por qué él tenía esos libros. Llegué a ser el hombre de confianza de Camilo Ortega en todo lo que fue el año 1976.
Mónica: ¿Camilo estaba entonces de responsable en Granada?
Guillermo: Sí. En Granada, vivía donde Ondina López. Su mamá era una bellísima persona; estaba su hermano Chico, era una gran familia. Como siempre, yo andaba con el paracaídas, buscando dónde comer, y a las doce me iba a comer donde ellos.
Un día a Camilo se le jodió una muela, estaba infectado y no tenía quién lo atendiera. Le digo: –Mirá, mi familia tiene un médico, Luis Largaespada. Lo llevé, y al verme, asustado, el doctor, me dice: – ¿Qué te pasó? No me dijo la Amanda que ibas a venir, porque mi mamá siempre le avisaba cuando alguien de nosotros iba a pasar consulta.
Entonces le digo: –Sí, éste es un familiar y mi mamá me dijo que viniera, pero era un libretazo mío. Entonces lo examina y no le puede sacar la muela porque andaba una gran infección; le mandó que se desinfectara y que volviera después. ¡Cómo es el diablo! Mi mamá pasó como a las cinco de la tarde por donde él. –Ve, ahí atendí a Guillermo, que me vino con un familiar de ustedes. Mi mamá no le dice nada, pero cuando llego a la casa: ¿Cómo es la mierda? –me dice mi mamá, ¿a quién llevaste donde Luis? ¿Cuál es el primo que vos tenés? Y como yo no le mentía: –Mirá, es un muchacho pobre que estudia conmigo en el INTECNA. Entonces me dice mi mamá: –Hubieras venido aquí a la casa, ¿por qué no me lo traés? Le conté todo esto a Camilo, y me dice: – ¡Yo voy a ir donde ella! Pero, por supuesto, no le creí. Cuál es mi susto que cuando llego a la casa Camilo estaba platicando con mi mamá. ¡Tenía una labia increíble! Ya mi mamá le había dado de comer, habían hecho mejor amistad que conmigo. Entonces reclutó a mi mamá y así comenzó la relación.
En los primeros días del año 1977, me envió a Costa Rica a entregar una correspondencia. Me fui en TICABUS con una partida de nacimiento falsa, como que si yo vivía en Puntarenas. Primera vez en mi vida que iba a Costa Rica, me bajaron en el Parque Central de San José. Me dice: –Mirá, ahí va a estar un hombre con un periódico sobre una mano, en una banca; vos le preguntás si sabe dónde queda la Cruz Roja y él te va a decir que es de la Cruz Verde. Me encontré con el hombre que tapaba una mano con el periódico; después me di cuenta que se tapaba la mano lisiada, pues se trataba de Humberto Ortega. Le entregué la correspondencia. Me dieron ochenta dólares, que era un cachimbo de reales, y me regresé al día siguiente a Nicaragua.
Años después, en una de las tantas reuniones que tengo con el General Ortega, le hago referencia a eso, entonces me dice: – ¡Puta, no has crecido! Fue lo único que me dijo. Se refería a que siempre me quedé bajito, te lo cuento como una anécdota.
Mónica: ¿Cómo es que pasás a la clandestinidad?
Guillermo: Yo me quemo en una acción con Richard Lugo, en un fallido asalto al Banco Nicaragüense (BANIC), donde trabajaba una hermana mía. Me tengo que ir en agosto de 1977, antes del ataque al Comando de la GN en Masaya. Me mandaron a Honduras y llego a la columna que se está formando para el asalto a Ocotal. Estaban Germán Pomares, Dora María Téllez, Ulises Tapia, y otros. Yo era el menor, y a mí me dicen “Chico Chiquito”, por mi tamaño. Siempre me conocieron como “Pancho”, pero llegó Ulises Tapia, y como yo no fumaba, entonces me decía: –Pedí los cigarros jodidos, yo te doy tu leche. Dora María, Elías Noguera “Tufito”, Juan Salgado3 “El Leoncito”, me jodían porque yo era el menor de ese grupo, y por eso me decían así: “Chico Chiquito”.
Mónica: ¿Cuándo volvés a Granada y Masaya después del Frente Norte?
Guillermo: Yo estuve en el Frente Norte hasta enero de 1978. Exactamente bajamos el 11 de enero. Cuando pasamos por Managua, estaban incendiando Plasmaféresis. Me mandan a Chinandega a trabajar, traía una caja de copias del Programa Mínimo del FSLN, y otros documentos del Tercerismo. Vengo con “Valentín” Pedro Cantillano.
En Chinandega nos iba a esperar un compañero, y nunca llegó; no hallábamos para dónde coger porque no conocíamos a nadie. Pensamos en venirnos a Granada, que es donde conocemos más gente, pero no teníamos ni un peso. Andábamos un reloj que no funcionaba; entonces Cantillano lo puso cinco para la una y se lo llevó al hombre del tren que debía salir a la una, y le dijo: –Tomá este reloj, que no andamos para el pasaje, y nos montamos.
Él creyó que el reloj estaba bueno, pero cuando vamos llegando a La Paz Centro, el hombre nos dice: –Me dieron un reloj malo, no ha pasado de cinco para la una; hasta aquí llegaron, se me bajan. No, hombre –le empezamos a decir. Pero otro hombre que estaba oyendo, se solidarizó y le dijo al cobrador: –Si vos los bajás, yo le digo al Inspector que aceptaste el reloj; el cobrador se puso chiva y nos dejó. Por supuesto que el hombre no sabe quiénes somos. Antes de llegar a la estación de Miraflores, se cruzó una vaca, el tren se descarrila, y una carga de hierro es lo que impide que el tren se vaya a la Laguna de Masaya.
Llegaron unos carritos de tren a recoger a la gente de regreso a León, porque no se podía pasar, y el cobrador no quería que nos montaran. Nuevamente nos defendió el mismo hombre. Esos vagoncitos del tren nos llevaron a Acahualinca; nos bajamos, empezamos a caminar, nos vemos entre la ruinas de Managua y nosotros con nuestras cajas de documentos. El hombre que nos había ayudado ve que no tenemos donde quedarnos, y nos dice: –Yo los voy a llevar a un lugar.
Entramos a unas ruinas y están unos hombres con mala cara y él les dice: –Estos andan conmigo, ¡no les hagan nada! ¡Estábamos entrando a una guarida de ladrones! El hombre tenía autoridad y nosotros le caímos bien. Cuando amaneció, nos asomamos y vimos que estábamos frente al Campo de Marte. Vámonos, vámonos –le digo a “Valentín”. Agarramos las cajas y comenzamos a caminar hasta la Estatua Luis Somoza; ahí nos montamos en el bus a Granada, me le tiro al piso al hombre, creo que me reconoció, y nos llevó a Granada.
Nosotros veníamos de Chinandega, no teníamos contactos en Granada. Pero topamos con un colaborador que nos dice: –Aquí anda un moreno, alto. Era Ulises Tapia “Heberto”. Así fue que nos quedamos de pura casualidad en Granada, porque yo iba a reforzar Chinandega. Empecé a preguntar por “Cleto”, que era Camilo, pero él ya estaba encargado de Masaya.
Así fue que participé en el ataque a Granada, que fue el 2 de febrero, y volví a ver a Camilo, como el 22 de febrero de 1978, quien estaba en Masaya. Logro contactarlo violando toda medida de seguridad. Te voy a ser sincero: todavía no tenía madurez. Yo lo logré contactar en Masaya, y me dice: –Andate ya, porque hay algunas personas que no quiero que te conozcan. Esa fue la última vez que vi a Camilo.
Iván Castellón, que era parte de la célula, me contó después que los que iban a llegar eran Arnoldo Quant “El Náhuatl” y Moisés Rivera, quienes ya estaban integrados en ese grupo con él. Todos ellos caen días más tarde.
Mónica: Según tu parecer, ¿fue totalmente espontánea la insurrección de febrero en Monimbó?
Guillermo: Realmente, el movimiento era como una bomba que crece y que se va del control del Frente Sandinista, realmente se vuelve espontáneo, pero sí hay incidencia y se capitaliza y se trata de conducir. Ahí estaba Carlos Vásquez4, quien fue uno de los primeros contactos del Frente Sandinista. Carlos cae antes del triunfo. Carlos, junto con el profesor Asunción Armengol Ortiz “Chon”, son elementos fundamentales en la organización del pueblo de Masaya. Pero antes ya había estado Camilo.
Hilario había llegado un poco antes también. ¿Vos sabés que a Hilario lo echaron preso los monimboseños en plena insurrección de febrero de 1978? Los monimboseños lo agarran y le encuentran un cachimbo de dinero y una pistola, y creían que era de la OSN. Casi se lo echan.
En esa insurrección, hay una presencia débil del FSLN y tal vez no pudimos ponernos al frente como una vanguardia, pero sí hay presencia del Frente Sandinista, tanto Tercerista, como GPP, y de los Proletarios. De ellos recuerdo a “Martha” Lourdes Guzmán, esposa de Payán y hermana del coronel Miguel Guzmán.
Mónica: Vino a la radio Luis Alfonso Ortiz Gaitán5, y quiere hacer un comentario sobre este tema.
Luis Alfonso: Yo estuve con mi hermano en la segunda insurrección en la toma del comandito de Monimbó, donde cayeron varios compañeros valiosos, como “Manchito”6. Participamos en su columna el hermano “Teodoro” Teófilo González Alemán, el hijo de la Lola, el compañero Bayardo López, muy querido en Monimbó, y el compañero “Máximo” o “Chon” Asunción Armengol Ortiz, que era nuestro jefe inmediato.
Monimbó se partió en Monimbó uno y Monimbó dos. Nosotros estábamos en Monimbó dos, y ahí nuestros jefes eran Bayardo López, Juan “Chelín” y Pedro “El Canastero”. Recuerdo que en la insurrección de septiembre, cuando nos desaloja la Guardia, se forman las primeras escuadras tácticas para ir avanzando, ir tomando el territorio; la gente apoyaba en ir alambrando las calles. Cuando estábamos en el mercado, la gente ayudaba; así fue como se consolidó la participación de Monimbó, fue casa a casa. La participación de los monimboseños fue grandísima, porque la represión también fue terrible. La Guardia no respetaba a liberales ni a conservadores, a todos los reprimía, y los mataba por igual. ¡Eso fue tremendo!
Mónica: Guillermo, en tu biografía veo que estuviste preso en Granada. ¿Cómo te capturan?
Guillermo: Me agarran el primero de agosto de 1978, cerca del ataque al Palacio. Pero Hilario me había dicho que si me agarraban no dijera mi nombre, porque yo estaba en una lista de buscados. De esa manera, me dice, tal vez te podemos sacar. Por eso no di mi nombre. Dije que me llamaba Gabriel Cáceres y mandé a avisar que preguntaran por mí con ese nombre.
Cuando se da el asalto al Palacio, ponen ese nombre en la lista, pero para entonces la Guardia ya había averiguado mi verdadera identidad. Así es que ese nombre, Gabriel Cáceres, está en la lista de los presos que se querían rescatar y que no aparecieron. Yo logro salir después de eso, porque tengo una relación familiar con Samuel Genie, jefe de la Oficina de Seguridad Nacional; cuando se dio la amnistía, él les dijo a mis padres que me liberaría, con la condición que me fuera del país. Me comprometí, y así salí. Pasé de inmediato, clandestino, a Masaya.
Mónica: ¿Ya que sos de Granada, contame cómo es la verdadera historia de “El Gato” Colindres?
Guillermo: Cuando se dieron los movimientos populares, la efervescencia estudiantil, él era un zapatero de Heberto Portobanco, y comenzó a participar. “El Gato” Colindres tuvo alguna vinculación con Carlos Bendaña, participó en ciertas acciones y conoció a cierta gente. Luego lo capturaron y lo torturaron salvajemente. Como tenía una personalidad débil, anduvo señalando a los líderes estudiantiles y se convirtió en informante de la Guardia. Se fue pervirtiendo en la medida en que la Guardia operaba contra estas personas de manera salvaje, y se volvió vil y terrible con la gente. Por medio de él, asesinan a Pachelli Ibarra, un hermano de Rodrigo Ibarra.
Mónica: Pasemos al tema central, ¿cuál era el plan para la insurrección final de Masaya?
Guillermo: Para la insurrección final, fuimos convocados a una reunión el 25 de mayo, y nos hicimos presentes, con todas las medidas de seguridad, todos los compañeros que íbamos a participar en funciones de dirección. Fue en una casa en el Barrio Fox, hoy se llama Henry Bermúdez, un barrio precario que llevaba el apellido de una familia adinerada de Masaya.
La reunión la preside Hilario Sánchez “Claudio”, quien informa que es una realidad la unidad del Frente Sandinista y que se ordenaba buscar la unidad en la acción entre los representantes de las distintas tendencias. Nos explica que el final de la dictadura se encontraba cerca, y que el representante de la tendencia más fuerte en cada lugar sería el jefe o conductor de la guerra. En el caso específico de Masaya, la más fuerte era la Tendencia Tercerista, y por ende Hilario tenía la potestad para conformar su Estado Mayor. De esa manera, realmente, fuimos nombrados.
El Estado Mayor quedó estructurado de la siguiente manera: Hilario Sánchez “Claudio”, Jefe del Estado Mayor; Felipe Escobar “Jerónimo”, Segundo Jefe; Glauco Robelo, el Chele, conocido como “1”, jefe de la unidad de combate Rufo Marín; Alma Lubby Morales, la “Cero”, coordina la Comisión Política; Róger Miranda “Faustino”, encargado de la Defensa Civil. También estaban en la reunión los Jefes de Unidades Tácticas de Combate (UTC), Bayardo López “Domingo Pluma”; Pedro Cantillano “Valentín”; Miriam Tinoco Pastrán “Delia” y Guillermo Sánchez, su servidor7.
Felipe Escobar era un cuadro de la Tendencia GPP, que salió de la cárcel unos dos meses antes de la insurrección, y se pasa a los Terceristas. No sé qué problema habría tenido él, desconozco los pormenores; pero realmente él venía un poco molesto con los GPP. Se vino a Masaya él y su compañera Socorro Sirias “Silvia”. Tenía mucha experiencia y nos ayudó a dar un salto en el sentido organizativo. Él impartió las escuelas con excelente contenido político y militar.
El Chele Glauco Robelo el “1”, jefe de la unidad Rufo Marín, tenía la mayor presencia en la zona de Diriomo, Diriá y esos pueblos. Bayardo López “Domingo Pluma”, era zapatero, un combatiente popular de mucho prestigio, un jefe nato de Monimbó que tenía una gran autoridad. Era uno de los pocos sobrevivientes de las viejas estructuras. Ya habían caído Carlos Romero García Vásquez y el profesor Asunción Armengol Ortiz. Pedro Cantillano “Valentín” es de origen granadino, también era zapatero, un combatiente nato del Frente Sandinista, entrenado en Costa Rica.
Miriam Tinoco Pastrán “Delia” era una compañera de occidente, que posteriormente cae en combate. Era parte de ese grupo que nos entrenamos en Honduras y estuvo en el Frente Norte. Hay una identificación con Miriam. Desde tiempo atrás logramos tener una relación muy especial con ella y, cuando vengo para el Frente Interno, le pido a “Claudio” que me haga el favor de trasladarla para acá; él me dice que va a hacer todo lo posible. Cuál es mi sorpresa, cuando realmente la mandan.
Ella entra en Semana Santa, en abril; lo recuerdo porque participa en un hostigamiento que hay en Catarina, que es más o menos cuando la GPP realiza la emboscada de La Olla de Barro. En el ataque a Catarina, “Domingo Pluma” Bayardo López, va como jefe de unidad, y Miriam, como segundo jefe. Cuando la mandan para acá, hace un gran trabajo en Monimbó, a pesar que su fisonomía era completamente diferente de los monimboseños, pues era una mujer muy elegante, alta, de piel clara. Tenía unas grandes cualidades.
“Delia” tenía una familia integrada al Frente Sandinista. Era sobrina de Carlos Tinoco, que cayó en Pancasán; prima del Chele Pastrán, quien sale herido el 2 de febrero de 1978 en el ataque al Cuartel de Granada; él cae preso ahí, pero lo logran liberar muy pronto, con el asalto al Palacio. Su hermano menor, Julio César Tinoco “Róger”, había caído en la insurrección de septiembre en Chinandega.
La Comisión Política la coordinaba Alma Lubby Morales la “Cero”, representante de la GPP, que también era una fuerza considerable en Masaya. En esta Comisión estaban la chinita Eva María Samqui la “4” y Socorro Sirias “Silvia”, que era la esposa de Felipe Escobar.
Mónica: En mis investigaciones, he encontrado que en Masaya estuvieron Francis Cuadra y Mercedes Vijil. ¿Por qué no formaron parte de la Comisión Política?
Guillermo: Lo que pasa es que, antes del plan de la insurrección, los Proletarios recogieron todas sus fuerzas y se trasladaron a Carazo, donde ellos tenían mayor presencia en combatientes y medios. Ellos se llevan a los combatientes y las pocas armas que tienen, y se hacen fuertes con Manuel Salvatierra, César Delgadillo “El Bambi”, y se van para la zona de Diriamba y San Marcos, en Carazo. Por eso los Proles, en el momento de la planificación de la insurrección final, no tienen representación en el Estado Mayor, en esta primera fase del plan.
En el Estado Mayor también estaba Róger Miranda “Faustino”, encargado de la Defensa Civil, quien había tenido algunas fricciones a lo interno. Cuestionaba un poco cómo se estaba conduciendo porque, con la llegada de Felipe, él fue desplazado; parece que eso le causaba cierta molestia y no tenía una posición tan beligerante, era un poco cuestionador de las decisiones que en el momento se estaban tomando.
Mónica: ¿Cuál era el plan?
Guillermo: El plan consistía en el sitio y asalto al cuartel, como una idea principal. Había un sistema de seguridad a lo interno de la ciudad, lo que permitiría el mantenimiento del orden y la seguridad de la población.
El éxito del plan estaría basado en la absoluta disciplina de los compañeros que se emboscarían a la altura del kilómetro 14.5, impidiendo cualquier refuerzo de Managua a Masaya, al mismo tiempo que se liberaría Ticuantepe. Las tropas de asalto deberían apreciar el momento exacto para el éxito de sus acciones. Todas las unidades debían comenzar a operar a las 13:30 del día 6 de junio de 1979.
A “Domingo Pluma” Bayardo López, se le dio la responsabilidad de primer jefe de columna, con la misión de entrar por la parte de abajo de Monimbó y Países Bajos, llegar hasta el costado sur, propiamente en un lugar que se conoce como Bordados La Aguja, y atacar desde ahí el cuartel central de la Guardia. Domingo iba a romper el ataque al Comando de la GN. “Valentín” Pedro Cantillano, con las unidades de combate del Barrio Magdalena, atacaría el costado oeste del Comando, por la parte trasera de las iglesias San Juan y San Jerónimo. Él iba a preparar las condiciones para que la Unidad Móvil de Combate Rufo Marín, que era la fuerza especial, la fuerza élite, asaltara el cuartel, una vez que controlara Diriá y Diriomo, que era su primera misión, como parte del plan. “Jerónimo” Felipe Escobar, con las unidades táctica de combate de la zona norte, específicamente con las de Ramón Moncada Colindres “Macaco”, atacarían el costado norte del Centro de Salud Julio Velásquez y el Comando.
El “1”, Glauco Robelo, era el jefe de la Rufo Marín que estaba designada como la tropa de asalto del cuartel, una vez que las diferentes unidades de combate neutralizaran al enemigo. Al principio de la insurrección, la unidad de combate Rufo Marín debía tomar los Comandos de Niquinohomo, Catarina, Diriá y Diriomo, dejar ahí a fuerzas de contención, mientras el grueso se constituía en fuerza de asalto del Comando de la GN en Masaya.
Miriam Tinoco “Delia”, con dos escuadras que le entregaría “Domingo Pluma”8, iba a estar patrullando, y se encargaría de neutralizar cualquier destacamento que al momento del sitio al Comando anduviera fuera, así como de garantizar la seguridad de la población, evitando cualquier pillaje o anarquía.
Las compañeras Lubby Morales “Cero”, Eva Samqui “4”, y Socorro Sirias “Silvia”, de la Comisión Política, se encargarían de las explicaciones, de la preparación política tanto de los combatientes, como de la población en general. “Faustino”, Coordinador de la Defensa Civil, era el responsable de la organización de la logística de la población, así como de preparar a la gente para la defensa, protección y alimentación de los combatientes, a través de los Comités de Defensa Civil (CDC).
Yo, Guillermo Sánchez “Pancho”, con las restantes unidades de combate de Monimbó de Arriba y de Países Bajos, así como con milicias populares, me trasladaría hacia Ticuantepe y emboscaría a la altura del kilómetro 14.5 sobre la Carretera Masaya-Managua, para contener a cualquier costo el posible refuerzo hacia Masaya. Para el cumplimiento de esta misión, tendría el apoyo de dos armas pesadas de fuego: una RPG-2 y una ametralladora Mac, así como veintidós fusiles Fal.
Al finalizar la reunión, “Claudio” nos dijo: –El éxito del plan es la sorpresa, la rapidez en resolver los problemas que se presenten. Apelo a su creatividad, iniciativa y audacia. Esto fue lo que se decidió, a grandes rasgos; este fue el plan discutido y aprobado. La reunión duró unas seis horas.
En relación con las fuerzas y medios, esto es un estimado, no exacto, porque vos sabés que no había una planilla. Combatientes a emplear en cada dirección: a) Sitio al cuartel, unos ciento cincuenta, doscientos; b) En el costado oeste, al asalto, unos quince a veinticinco combatientes; c) Para la seguridad, entre quince y veinticinco; d) En Ticuantepe, entre dieciocho y veinticinco. Total de las fuerzas: entre unos doscientos cincuenta a trescientos hombres y mujeres combatientes.
El armamento era liviano, unas ciento cincuenta a doscientas armas de guerra; armas de cacería, entre sesenta y ochenta escopetas, pistolas y otros tipos; armamento de apoyo: dos lanza cohetes RPG-2, una ametralladora livianas Mac y una ametralladora MG-42.
Mónica: ¡Tenían más armas que nosotros en Managua! ¿Cómo habían venido esas armas?
Guillermo: Del sur. Incluso, parte de un armamento que venía para el asalto al Palacio, quedó aquí en Masaya, porque no pudo entrar, vino retrasado. Primero Dora María y Blas Real, pasaron por Granada, y detrás venía parte de ese armamento que quedó retrasado en Peñas Blancas; los camiones se quedaron, venían con unos plátanos y entró tarde. Aquí quedaron unas M-16, unas AR-15, ya no pudieron entrar al Palacio.
El día y la hora del parto estaba definido; lo que no se había previsto eran los fenómenos propios del parto: cómo venía el niño, si la fuente rompería bien o no. Algo de eso ocurrió, ¿verdad?, con la masacre de La Reforma.
Mónica: Dentro del plan, era esencial el éxito del ataque a Ticuantepe y la colocación de una emboscada en el kilómetro 14. ¿Qué pasó?
Guillermo: Su servidor, Guillermo Sánchez, tenía la misión de estructurar una unidad de combate móvil que iba a tener una dinámica completamente diferente. Primero, iba a caerle al Comando de la Guardia de Ticuantepe; posteriormente al IAN, donde había un grupo militar; y salir a la carretera y emboscarnos. Esa era la misión mía, y resistir hasta donde más se pudiera lo que iba a ser la embestida de la Guardia en refuerzos de Managua a Masaya.
Mónica: ¿La embocada la iban a poner por el kilómetro 14, donde se pusieron tres compañeros en el ataque del 17 de octubre?
Guillermo: Exactamente, en el puente; esa era la misión, repetir, ya con alguna experiencia.
Mónica: También ya había experiencias de ataques al Comando de Ticuantepe. En una ocasión, una unidad de combate que dirigía Ramón Cabrales, lo atacó con buen suceso. En ella participaron Eduardo Cuadra, Nidia Escobar “Pilar”, Alí Tinoco, Marcos Largaespada “Will”. Además, es significativo que en este ataque participaron combatientes del lugar que se estaban fogueando, entre ellos, Henry Gutiérrez, quien fue de la Policía, y también Toño, uno que después fue Alcalde de Ticuantepe. En este ataque ocurrió un percance, cuando una granada lanzada contra el Comando, pegó en un poste, rebotó, y casi mata a varios guerrilleros. El golpe fue exitoso porque se mostró un buen poder de fuego en un lugar muy cercano a la capital.
Guillermo: Sí, supimos de ese anterior ataque de la GPP. En Ticuantepe, estaba Javier Moncada “Felipe”, quien atendía una pequeña célula del “Sacris”, un profesor que no terminó el magisterio y que se quedó de sacristán, de apellido Ambota, quien también tenía su grupo de resistencia en Ticuantepe. Todos esos compañeros, las milicias, los brotes, se me iban a sumar al momento del asalto.
Nosotros concebimos el plan de Ticuantepe tres días antes. Llegamos con la colaboración de Pochín Abaunza, de Masaya, entramos al pueblo, lo recorrimos, vimos más o menos qué es lo que había, y fuimos a ver el punto de reunión que era en Las Enramadas, sobre la Carretera Ticuantepe-La Concha, a la orilla del Puente de Los Cabros. Creo que así se llama un puente grande, donde ahora están unos pozos de INAA. Nos dijeron que nos podíamos ubicar, eran colaboradores, y así fue; nosotros ocupamos esa casa posteriormente.
El plan de Ticuantepe era sencillo. Se estimaba que había unos quince a veinte guardias, nosotros éramos veintidós hombres-armas. Nos habían dado un RPG-2, una ametralladora liviana MAG9, una M-30 y veinte fusiles FAL10, prácticamente, mi unidad fue de las mejor estructuradas. Yo sacaba pecho de lo que me había tocado, pero no sabía realmente lo que me iba a encontrar, por algo me lo habían asignado.
Organizamos las milicias, las fuerzas que iban a caer en la parte trasera del Comando, mientras nosotros íbamos por la parte delantera al asalto.
A algunos compañeros les habíamos anticipado para que se fueran a meter a la Iglesia, a la Casa Cural. Íbamos a tomarnos el campanario y colocar a dos compañeros como francotiradores.
Los días 4 y 5 de junio, se logra el traslado de todos los recursos humanos y materiales hasta Las Enramadas. El 5, en la tarde, se preparan las fuerzas que iban a participar en la entrega de armamento, la limpieza, su familiarización. A las dieciséis horas del día 5, se trasladaron las unidades de las milicias del poblado de Ticuantepe, que apoyarían el plan general.
En todo ese movimiento, los compañeros llegan a Ticuantepe la tarde del día 4; se embuzonan y, lamentablemente, una vecina de donde se quedan los muchachos, era dueña de un estanco, y tenía recelos con la familia del otro lado; entonces pusieron una denuncia de que había una gente extraña. La Guardia cayó en la mañana del día 5, mató a un compañero e hirió a otro que logró salir.
El 6 de junio a las trece horas, estábamos en la calle, teníamos el compromiso moral de empujar la carreta hasta donde fuese posible; pero la Guardia había sido alertada de que algo iba a pasar, y nosotros desconocíamos esos pormenores, no nos dimos cuenta.
Tomamos varios vehículos en la carretera, nos distribuimos en los mismos y, en la avanzada, todo mundo entró tranquilo. Para nosotros el plan iba bien. Nuestra sorpresa fue que, cuando estamos entrando a la calle principal, donde estaba ubicado el Comando GN de Ticuantepe, nos están recibiendo con una lluvia de balas. Ya la Guardia había salido del Comando y nos estaba esperando.
Comenzamos a combatir. El factor sorpresa se perdió, los sorprendidos fuimos nosotros y no la Guardia. Comenzamos a combatir, y cuál fue el susto nuestro que la gente que iba para el Instituto Agrario, que la comandaba Bosco Miranda “Julián”, hermano de Faustino, lo sorprenden antes de llegar al IAN y hieren a Bosco, le pegan un tiro en el estómago.
Estamos peleando contra la Guardia, cuando me llega la noticia de esta baja de Bosco. Me lo comunica “El Chino” Julio Machado, quien era uno de los miembros del grupo que íbamos a asaltar Ticuantepe. Estoy en ese dilema, cuando en eso vemos que viene la aviación, y se nos vuelve un infierno Ticuantepe. A las tres de la tarde, nosotros estamos peleando contra aproximadamente ciento y pico de guardias. Nunca mis ojos habían visto tantas fuerzas y medios: siete camiones chatos, tres BECAT, cada uno con una ametralladora calibre 30, más el apoyo de la aviación; repito, un infierno. Combatimos en desigualdad desde la una hasta las cinco de la tarde. Las pérdidas a esa hora eran grandes, casi el sesenta por ciento, pero habíamos cumplido: la Guardia se había empantanado, retuvimos los refuerzos que iban a Masaya.
A esa hora, en la esquina de enfrente, ya hay más de cuatro muertos. Yo organizo la retirada, y digo a los pocos que logramos sobrevivir: – ¡A la periferia de la ciudad, a ver cómo nos reorganizamos!
Nunca mi corazón se sintió tan pequeño, al mirar a tantos compañeros caídos. Va cayendo la tarde y con ella mis hermanos Luis Guillermo López Flores “Margarito”, Francisco Arriaza, José Leiva, Manuel Lander, y otros hermanos. Todos ellos ofrendaron sus vidas con la idea del sol de la libertad, ese sol que después nos ayudó en la retirada con la mirada fija en el horizonte y el futuro, con el propósito de llegar a la meta: Masaya.
Fuimos a secuestrar a un doctor, creo que de apellido Rugama, quien estaba en el trayecto del puesto de agua hacia Ticuantepe; lo sacamos de su casa, le dijimos que era un parto; él salió con su equipo y, cuando llegó a la casa, al ver al herido me dice: –Mirá, si a este muchacho lo trasladás, se muere. –Entonces, doctor, usted se va a quedar con él. Ahí me va a disculpar, pero si no obedece, lo voy a matar.
A las seis de la tarde, nos ayudó un poco la noche. Voy a ver el recuento de heridos y de muertos, es decir, qué es lo que tenemos, y le digo a Bosco: –Mirá, si te llevo, te morís. Ve, hermano, nos vemos; son quince hombres los que tengo allá afuera. No puedo permitir que se mueran los demás por salvar una vida, no te puedo llevar; así es que usted es grande, usted entiende qué es lo que está pasando. Entonces, le digo: –Tomá mi pistola.
Con el dolor de mi alma, siempre lo he dicho; en un principio Bosco “Julián” ni entendió, él pensaba que yo lo estaba abandonando. Pero al tiempo, después, él se dio cuenta de que realmente fue una decisión correcta: o él, o los otros compañeros. Entonces le digo: –Te abandono, hermano, te dejo; pero en cuanto pueda volver, yo vengo por vos. Y así lo hicimos. En unos días enviamos por él, y nos llevamos también un RPG-2 que habíamos dejado embuzonado. Él se restableció completamente. Después del triunfo, fue oficial del Ejército y estuvo en Cuba como “Carlitos”; se retiró con el grado de Capitán.
Organizamos la retirada y vamos como el soldado, todo roto y remendado, hacia Masaya, pero sabiendo que ya habíamos cumplido. Habíamos empantanado a la Guardia. Tal vez no resistimos en la carretera, pero sí dentro del pueblo. Fue algo que, si yo he sabido lo que me iba a tocar, tal vez le hubiera dicho no, en aquel momento, a Hilario. Yo iba gozoso con todos mis veintidós fusiles.
Mónica: En los relatos aparece que después, parte de esa columna tuvo un problema en Piedra Quemada, ¿qué pasó?
Guillermo: Sí, hay una avanzada, y cuando se van desplazando, un helicóptero los detecta; da la vuelta, los señala y van a hacer un desembarco helitransportado más adelante, pero ya está cayendo la noche. Al filo de la laguna, comienzan a bajar; pero gracias al Creador, no pudo la Guardia lograr su objetivo: aniquilar a los pocos sobrevivientes que quedábamos, porque cayó completamente la noche.
Mónica: Entonces, cuando llegás a Masaya, te das cuenta de que había habido otros problemas, se da la masacre de La Reforma…
Guillermo: Yo, realmente, no sabía qué había ocurrido cuando estaba en Ticuantepe, en donde a pesar de los desajustes y todo, se cumplió, pues la Guardia no entró a Masaya ese día. De igual manera, en Masaya, la Guardia había detectado el movimiento de un grupo de combatientes que se estaba embuzonando en La Reforma. Siempre nos quedan dudas que por qué nos pasó esto. Por ejemplo, Róger Miranda conocía todo el plan. ¿Por qué la Guardia abortó lo de Ticuantepe y a la vez se da esta masacre en La Reforma? Me parece que era alguien que conocía realmente cuál iba a ser nuestro comportamiento en las próximas horas.
En La Reforma masacran a once combatientes. Eso no aborta el plan; pero lógico, lo retrasa. El dolor de ver a “Chupa Dedo” Marín, al “Chele” Montenegro, a Carlos Sánchez, a Francisco Escobar y a tantos combatientes locos, progresistas, soñadores, acribillados, no logra amedrentarnos: serviría y será el detonante que provocará la ira del pueblo para lanzarse a las calles.
La masacre nos desestabilizó. Había un descontrol, un desconcierto; la gente que se estaba embuzonando en otros lados decía: – ¿A quién detectaron, dónde es el combate, qué está pasando? Todo eso creó un estado de inestabilidad, de zozobra, de incertidumbre, y tuvo efectos en el desarrollo del plan.
Comentario de la autora: En el libro del IES, Porque viven siempre entre nosotros, la lista de caídos incluye a: Ricardo José Solís, César Antonio Navarrete, Rudy Rivas García, Felícito Franco Garay, Carlos Montenegro Larios, Laura Caridad Espinoza, Isaías Reynaldo Espinoza Sánchez, José Arnoldo Guerrero López, Francisco Escobar, Eddy Marín Juárez y Silvio Marín Escobar.
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Mónica: Y vos, Elías, ¿en qué posición te tocó estar, qué recordás?
Elías: Quiero agradecerte esta invitación para recordar nuestra historia. Algo que nunca se me va a olvidar es aquel 6 de junio de 1979, cuando en Masaya inicia la insurrección popular, donde ya toda Nicaragua está con el deseo de que esto termine cuanto antes.
Fue ese día cuando participo con compañeros como Modesto López, Juan José López Rivera, todos los hermanos Rivera y otros compañeros. Salimos del Barrio Monimbó, de una casa clandestina donde estuvimos embuzonados tres días. Era la 1:35 de la tarde y vamos hacia el Cuartel de la Guardia en Masaya, a tratar de tomárnoslo. Antes de salir, los compañeros fueron a conseguir un bus para trasladarnos, pasamos por el Barrio Monimbó y, tres cuadras antes de llegar al cuartel, miramos que la gente como que sabía lo que íbamos a hacer, porque nos saludaban y nos decían adiós.
Mónica: ¿Por qué creés que la gente estaba tan solidaria y cooperadora con ustedes? Es importante que los jóvenes sepan de ese nivel de participación masiva del pueblo y de colaboración con los guerrilleros.
Elías: Por las diferentes acciones que habíamos realizado; acumulábamos una serie de experiencias, y habíamos venido organizando a la gente, la cual ya estaba consciente del papel que se estaba jugando y lo que queríamos, que era quitar a la dictadura.
Ya en Monimbó, incluso la GN nos había puesto un cuartel, y ya estábamos como tensionados, ya no podíamos salir porque la Guardia nos agarraba, nos echaba presos. La situación era difícil. Entonces, la conciencia de la gente, de la población monimboseña, ya estaba bien arraigada después de tantos años de lucha. Por eso nos apoyó y nos dio esa solidaridad de pueblo.
Después de ese 6 de junio, la situación que vivimos en Masaya fue mucho más difícil, y comenzamos a perder a valiosos compañeros. Por ejemplo, el 7 de junio, ya estando en combate, nos dicen que el compañero Roberto López Vivas11se cayó cuando trasladaba una caja de bombas que llevaba para los lugares donde estábamos. Las bombas explotaron, y el compañero murió instantáneamente. Fue la primera pérdida que sentimos. El 8 de junio cae mi hermano Bayardo12; un francotirador lo cazó desde un torreón y le disparó, estaba en el mismo sector donde estábamos nosotros. Juan José López Rivera, conocido como “Juan Chelín”, tomó el fusil, un FAL que llevaba él, y dijo: –Hermano, yo voy a vengar tu sangre. Recuerdo que logramos sacar a mi hermano hacia Monimbó, donde estaban unos doctores, pero murió ese mismo día. Su caída provocó que los compañeros tuvieran una situación de intranquilidad, golpeó mucho a los combatientes.
Comentario de la autora: En el ataque al Comando y sus alrededores, cayeron numerosos compañeros, entre ellos: Bismarck Centeno que cae en la INCA, César Augusto Calero Monge, Jorge Luis Gaitán, Salvador López Vivas, Ramón Alcides Pérez Rodríguez, José Leonel Reinosa Rodríguez y Antonio de los Santos Vallecillo.
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Mónica: Guillermo, cuando venís de Ticuantepe con tu fuerza golpeada y todo, ¿a qué parte del plan te incorporás vos, al entrar a Masaya?
Guillermo: Las unidades tácticas habían logrado cortar al enemigo, pero aún el enfermo respiraba. La genocida Guardia Nacional se encontraba acuartelada y se fortalece en sus posiciones.
“Domingo Pluma” Bayardo López, estaba al acecho desde sus posiciones. En minutos había logrado cumplir su misión general: sitiar al cuartel desde el costado sur. Y se preparaba para el asalto. “Valentín” Pedro Cantillano, por lo consiguiente, logra acercarse y ubicarse en la parte trasera del Comando, costado oeste, listo para el asalto.
La Rufo Marín ya estaba en el asedio, después que regresa de Diriomo y Catarina; pero “Jerónimo” Felipe Escobar tiene problemas en llegar a sus posiciones, ya que varios de los miembros de su unidad de combate fueron algunos de los que la Guardia había masacrado en la casa del Barrio La Reforma.
El plan, en lo general, tiene sus primeras variantes: se hostiga, y en intento fallido, se trata de asaltar el cuartel; pero la genocida aún es fuerte. Además, realizaba maniobras psicológicas y morales a través de magnavoces, dando a conocer que a todos los reos que tenían los habían dislocado en las posibles direcciones de asalto, y que, por tanto, corrían el riesgo de ser quemados o asesinados por nuestros combatientes. Nos empantanamos.
Al día siguiente del combate, nos incorporamos los sobrevivientes de Ticuantepe. Nos asignan la misión de acercarnos por el costado norte, dirección que la Guardia aún controlaba. Desde horas tempranas del combate, logramos neutralizar algunos grupos de avanzada, y apoderarnos del costado norte, en la acera de enfrente del Comando, listos para el asalto.
Reforzamos la parte que le correspondía a “Jerónimo”, quien era uno de los que iba desfasado de sus misiones sobre el Comando, por la masacre de La Reforma. Se pelea el 6, el 7 y el 8, hasta principios de la tarde. Al tercer día de combates, ya reorganizadas nuestras fuerzas y replanteadas nuestras misiones, nos preparamos para asaltar el Comando.
Hicimos una ofensiva con cocteles molotov y bombas de contacto con docenas de combatientes populares. A las 11:40 minutos, en una acción desesperada, la Guardia trata de sacar una patrulla de exploración; en un rápido combate, hieren primero a Mario López, arrancándole un dedo. Este compañero es combatiente de la Unidad Rufo Marín, quienes estaban en la unidad de asalto y combatían en la parte de atrás del Comando. Luego hieren en el brazo izquierdo a “Valentín”, en la esquina noroeste del Comando.
Una hora después, a las 12:40 minutos, un francotirador había alcanzado con un certero disparo al gran guerrero “Domingo Pluma”. Cae mi hermano, quien era la expresión más humilde, más fraterna, el gran comandante heredero, digno hijo del pueblo indígena de Monimbó, el zapatero, el artesano, el tejedor de sueños. Aun cuando creíamos estar preparados para todo, la muerte de Bayardo nos afecta y nos provoca cierta desorganización, muchos van en retirada hacia nuestra retaguardia en el barrio Monimbó.
“Domingo Pluma” cae de una manera que, después, con el correr del tiempo, me puse a analizar. No concibo cómo muere con un tiro en la parte trasera, si la Guardia estaba adelante. Tal vez alguien a quien no supimos detectar, una sanguijuela, le disparó, y realmente acertó, mató al generador. Domingo tenía algo muy especial, él no sabía leer ni escribir muy bien, pero tenía una cualidad: era un líder natural. Domingo motivaba, daba confianza. Nos llega la noticia de su muerte y nos cae como un témpano de hielo, nos enfrió a todos. Fuera “Valentín”, fuera Domingo, los monimboseños, que eran el alma y nervio de las unidades tácticas de combate, de las escuadras tácticas de combate, estaban afectados. El último líder que habíamos logrado crear en el barrio, acababa de ser impactado, era una realidad; y todo el mundo, todos los monimboseños comienzan a salir en retirada.
Se abandonan las posiciones al costado sur y al costado oeste, el Comando arde. Tanto nosotros como la Guardia estamos desgastados, no hay iniciativa por ninguno de los bandos. Yo todavía mantengo las posiciones, porque nosotros estamos enfrente; lo que está sucediendo está prácticamente al otro lado de la manzana de donde nosotros estamos; seguimos hostigando a la Guardia, nos mantenemos.
Un grupo nuestro, que avanzaba callado por la parte interna de las casas, rompiendo paredes, se encuentra que había un puesto de mando de avanzada de la Guardia, en la línea de casas donde nosotros estábamos. El dueño de la casa es Chuyu Velásquez. Se logra neutralizar a los soldados y se captura el radio donde se intercepta una comunicación entre Fermín Meneses y el dictador “Alfa Sierra Delta”. El Comandante de la plaza le decía que se iba a entregar, el dictador le responde: –Rendite, hijueputa, vos sabés todo lo que te quieren los masayas, y cómo te van a pagar. Aguantá, sé hombre, resistí, en tres horas recibirás el refuerzo.
Y realmente, Somoza le cumple. A las 3:40 de la tarde, está entrando una compañía élite de unos setenta y cinco u ochenta EEBI con un tanque Sherman. Ya nosotros también vamos en desbandada, vamos para el barrio.
Cuando nosotros llegamos al barrio, me encuentro a “Claudio”. ¿Y qué pasó? –me dice. –Si sólo yo estoy, allá no hay nadie, todo el mundo se desgaritó. –Recogelos y te vas de vuelta. Mantené como podás las posiciones contra el cuartel. Y a esa hora vengo recogiendo, prácticamente obligando, a la gente a que se me meta a la columna. Ya no tengo fusiles ni bombas, no traigo nada, nada, y venimos más o menos avanzando unos quince o veinte compañeros de regreso al cuartel.
Cuando voy cruzando de San Juan hacia el Parque, hacia la zona norte, le digo al que va de ayudante conmigo: –Crúcese, llévese mi magazín. Se cruza el chavalo, pero sólo oigo una ráfaga ra-ra-ra-ra, y veo que sale como una hoja en el aire: lo agarró la ametralladora 30 del Sherman.
Me quedo sin cargadores, sólo con el que llevo puesto; pero aun así logramos cruzar, y mantenemos cierto hostigamiento.
Pero la superioridad numérica de la Guardia nos obliga a la retirada hacia la zona norte. Como oímos que hay guardias más adelante, como a cuatro cuadras, entonces nos escondemos en un pequeño cafetalito que hay ahí, en el Barrio San Juan. Ahí estoy con un muchacho que fue jefe de la Policía, Ramón Cortez “Moncho Gato”, con “Cara de Cabra”, un combatiente popular, le dio polio cuando niño y era renco. Era divertido porque él se ponía un pañuelo, y todo mundo, apenas lo miraba caminar decía: “Cara de Cabra”, pero según él, andaba enmascarado. Nos quedamos como doce o quince compañeros ahí en el cafetal, en el patio de una casita. Cuando cayó la noche, hacemos una defensa circular, y les digo: –Persignémonos, porque aquí quién sabe si amanecemos.
Dicho y hecho. Como a las once de la noche, oímos más cerca los ladridos de los perros, cada vez más cerca. De repente, oímos un puntapié en la puerta de la casa donde estábamos. Entra la Guardia, nosotros estamos en silencio, en el cafetal, van a la cocina, y nosotros habíamos comido frijoles de una porra que había ahí. Y dice uno de los guardias: –Mirá, aquí estuvieron esos hijueputas, andan muertos de hambre, se comieron estos frijoles.
Nosotros sentimos que en ese momento iban a rebatir la casa, pero lo que es Dios, se oye afuera: –Oye, dice que salgan, que nos vamos a reconcentrar. El jefe estaba llamando a la patrulla a reconcentrarse. El guardia que había llegado hasta la cocina, se sale nuevamente. En el patio de la casa estábamos cagados, esperando solamente que la Guardia se acercara.
Un muchacho Lander, hermano del que cayó en Ticuantepe, Manuel Lander, está a un lado, está un poco más salido, es el que está de posta; viene un guardia y se orina: le está orinando la mano, le está orinando casi todo, y Lander se queda petrificado, callado. Sale la Guardia. Es la disciplina de todos, lo que nos permite quedar con vida, porque si la Guardia nos detecta en ese momento, nos masacra a todos.
En las primeras horas de la madrugada, comenzamos a salir por paredes de las casas, hasta llegar al fondo, al lado del hospital; bordeamos a un lado, bajamos la laguna y subimos por el lado de Bombonasi; ya te estoy hablando de Monimbó hacia abajo. Vemos que todo mundo está desconcertado, está la gente llorando, entonces preguntamos: – ¿Y la gente? Van de viaje, ¡ahí van, ahí van! –nos decía la gente, desconsolada.
Comenzamos a seguirlos, comenzamos a salir, llegamos al sector de Las Cuatro Esquinas, preguntamos, ahí van, van para arriba; van para arriba, llego a la esquina donde una señora que le dicen Alicia Cajeta, una colaboradora nuestra, le pregunto: – ¿Alicia, qué pasó? Van de viaje, van buscando Masatepe, dicen que van buscando la Vuelta de El Chivo –me dice. Los comienzo a seguir hasta que, a la altura de donde Doña Lola Alemán, que es una de las últimas casas en la parte trasera del cementerio, ahí está “Claudio”. ¿Qué pasó? –me dice. Traigo como a diez compañeros –le digo. Integrémonos, pues.
Ahí reordenamos el plan. Nos dicen que vamos a la periferia. Ya había una comunicación previa entre Buena Esperanza, que era la Dirección del Frente Masaya y el Frente Interno: a la hora de presentarse este tipo de situaciones, íbamos a tener una resistencia en Carazo, tratando de unir el sur con Carazo y Masaya, mientras hubiera posibilidades de mantenerse vivos; y en el caso hipotético que nos fuera mal, tratar de unirnos y buscar el sur.
Esa era la idea, que me di cuenta después, platicando con Hilario, de por qué nos íbamos. –Puta, nos vamos a hacer monos, ¿ahí qué vamos a hacer? No, ésa es la idea general –dice, nos van a buscar aquí a nosotros, aquí vamos a tener el abastecimiento; la cosa es resistir en esta zona, entre El Crucero, Carazo, el Volcán Masaya, en esta bolsa. Esa era la orientación, mantenernos, mantener la presencia de nosotros.
Y así se organizó la retirada; es la primera retirada. Antes que se vinieran ustedes de Managua, ya nosotros habíamos hecho una retirada, pero fue una retirada táctica. Creo que fue una decisión sabia de Hilario, porque nos hubieran matado. Con todo lo que había pasado, realmente había que replantearnos misiones, sacar nuevos compañeros para sustituir a los caídos y, para la dirección de nuevas unidades; había gente siempre eufórica, había de todo, pero habían golpeado nuestras estructuras.
El retiro a los cafetales nos permite, aparte de oxigenarnos como cabezas de la conducción del movimiento guerrillero en Masaya, nos permite también encontrar nuevos valores; por ejemplo, “Moncho”, Ramón Cortez, pasa a ser jefe de columna. Nos vamos a la zona de Masatepe. Hilario va a buscar comunicaciones, va a ver si hay posibilidades de asaltar el Cuartel de Masatepe para recuperar municiones, para recuperar armas, y seguir siempre dentro del hostigamiento.
Llegamos a las periferias de Nandasmo; la gente nos estaba apoyando, nos llevaba comida, nos llevaba de todo. Hilario le plantea a “Jerónimo” que se ponga al frente y que él va a tener que salir un poco de la zona para ir a buscar la comunicación, para ir a ver cómo está la situación. Es que Hilario tenía ese don, se podía esconder y se podía integrar nuevamente a la ciudad; tenía una fisonomía tan popular, tan fácil de integrarse, que le permitía una mañana estar vestido de cura, como estar de sacristán, como estar de chapeador, como cualquier otra persona; tenía la cualidad de enmascararse fácilmente, y eso siempre lo aprovechó.
Salió, buscó comunicaciones y cómo organizar una retaguardia en la zona entre Masatepe-Nandasmo, y me dejó como segundo jefe de “Jerónimo”. Yo tenía buenas relaciones con él, vivimos en la misma casa, tuve buena comunicación con él. Pero llega un momento que yo le digo: –Mirá, no estamos haciendo nada; ya llevamos más de veinticuatro horas, no peleamos, la gente quiere pelear con la Guardia, la gente tiene expectativas, estamos desgastándonos, estamos cansados. ¿Por qué no enviamos un correo a Masaya para ver qué pasó? Acordate que nos debemos a los masayas.
A mí se me quedó grabado como nos decía la gente: – ¡Nos embarcaron y nos están dejando! Ustedes estaban, ahora nos quedamos nosotros, y nos van a matar. Y era cierto eso, porque a las seis de la mañana de ese mismo día habían matado a Rafaela Padilla, una enfermera que colaboraba con nosotros. Iba para su turno en el hospital, donde había muchos compañeros nuestros. Dicen que llevaba ropa, llevaba cosas; me imagino que para apoyar a alguien. La agarraron y la mataron en la calle de Magdalena.
Entonces la gente estaba llena de dolor, de incertidumbre. Yo le decía a “Jerónimo”: –Vamos a ir a Masaya a ver qué pasó, mandemos un correo. Entonces él decide: –Está bien pues, organizá el correo y envialo.
Entonces escogimos a una muchacha, la montamos con un montón de leña en un caballo y le dimos orientaciones de que se dirigiera a Masaya, que se diera cuenta de qué era lo que estaba pasando, y que nos íbamos a ver en un lugar que se llamaba La Poma. Independientemente de dónde nos moviéramos, íbamos a hacer enlace ahí. Teníamos tres horas para vernos: seis de la mañana, seis de la tarde, y al día siguiente, seis de la mañana.
Lo que nos indicó la comunicación fue que la Guardia que había venido de refuerzo, se había ido de Masaya, y sólo estaban los guardias que normalmente permanecían en el Comando. Se dio una reunión donde decimos: vamos de regreso. –Vamos de regreso, vamos de regreso, todo el mundo estaba ya especulando regresar a Masaya.
Mónica: La Guardia se regresa cuando estalla la insurrección en Managua.
Guillermo: Así es; ellos ya no pudieron mantener su presencia en Masaya, y estaba igual, como la habíamos dejado, con la Guardia acuartelada. Si no reaccionábamos rápido, la Guardia iba a volver a ensancharse, y a hacer daño a la gente.
Nos reordenamos. Hilario dice: –Hay que partir hacia Masaya. Ahí entramos un poco en contradicción con “Jerónimo”, quien estaba un poco desgastado; a “Jerónimo” creo que le había afectado la caminata. Era pesado, no estaba en forma, tenía poco de haber salido de la cárcel; y su mujer, “Silvia”, era un poco obesa también. No sé si moralmente estaba golpeado, algo le pasó a “Jerónimo” que nunca realmente pude darme cuenta. Se negó rotundamente a regresar. Hilario le quita la responsabilidad y me dice: –Asumí, andate adelante y vamos para Masaya.
Comenzamos el regreso, y cuál es la alegría de nosotros cuando en las periferias de las ciudades, arriba en la vuelta de El Chivo, vemos que estaba toda la gente de la GPP, y parte de varias escuadras tácticas de combate. También estaba la “Delia”. Nadie se desparpajó, todos teníamos la idea que nuestra responsabilidad era la ciudad; que si bien nos habíamos salido, pero teníamos que regresar. Entonces fue un encuentro hermosísimo.
Elías: El 9 de junio, la Guardia nos saca y tenemos que irnos a Monimbó y los barrios del sur; nos replegamos. Pero luego regresamos, nos volvemos a tomar parte de la ciudad y obligamos a la Guardia a regresarse al Comando. Regresamos el 12 de junio; lo recuerdo porque el compañero Teófilo Alemán cae ese día, era uno de los grandes valores que teníamos, era monimboseño.
Comentario de la autora: Teófilo González Alemán “Teodoro”, se había incorporado desde la insurrección de Monimbó en febrero de 1978, armado de una pistola calibre 38. Cayó preso el 15 de julio de ese año, acusado de ser parte de quienes habían ajusticiado al teniente Solís. Este teniente embistió las barricadas que esa noche habían levantado los monimboseños, atropellando a varios combatientes populares; fue apresado y ajusticiado en el propio barrio. Teófilo estuvo preso 22 días, siendo salvajemente torturado.
Él participa en la insurrección de septiembre del 78 junto a la escuadra que ataca y captura el comandito de Monimbó. Forma parte de las escuadras que diariamente hostigan a la Guardia, tales como el hostigamiento al Cuartel de Catarina en marzo del 79, en la emboscada de La Montañita el 16 de abril, y el nuevo ataque al Comando de Catarina el 17 de abril; en el asalto al Banco Nicaragüense y, ese mismo día, en un combate en el cementerio de Monimbó.
Combate en la insurrección final en la primera embestida guerrillera que inicia el 6 de junio, bajo el mando de Bayardo López “Domingo” y en el repliegue hacia Monimbó. Después de la muerte de Bayardo, Teófilo asume la jefatura de las escuadras de Monimbó. Cae el 12 de junio, cazado por un francotirador.
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Guillermo: Cuando nos encontramos a la altura de la Vuelta de El Chivo, reordenamos las fuerzas y nos planteamos las misiones. Tuvimos tres direcciones:
1. La fuerza mayor, conmigo de responsable, y ahí va Hilario, como miembro responsable de ese Estado Mayor. Debemos acercarnos lo más posible, pegarnos al Comando. Nuestra dirección es: Monimbó, Países Bajos, el Comando.
2. “Macaco” Moncada Colindres, con una unidad de combate de unos veinticinco compañeros, debe sitiar la parte de enfrente del Comando, digamos costado este del Instituto, el mercado, y ponerse lo más cerca posible, o sea, frente al Comando, en la parte central del Parque.
3. La Rufo Marín, con Glauco Robelo, iba a ser prácticamente el cordón de seguridad entre la carretera, el Motel Nido, empalme Monimbó y carretera vieja a los pueblos. Nos iba a cubrir las espaldas. Y realmente el plan se cumplió como se diseñó.
A las diez de la mañana del día siguiente, prácticamente ya estábamos peleando de nuevo con la Guardia. Fue una sorpresa para ellos. Cuando la Guardia quiso reordenarse, nosotros ya estábamos levantándole barricadas frente al mismo Comando, en el sector que a mí me tocó. Lo mismo “Macaco”, lo mismo los muchachos de la Rufo Marín, todos cumplimos. Fue una entrada audaz.
Después de eso, hay una hermosa sorpresa: “El Chaparro” Salvador que tenía años de no verlo, el hermano de Sinforoso Bravo, se incorpora. Salvador era responsable de la toma de la ciudad de Granada, pero no le había ido nada bien y decidió retirarse. Verlo fue un júbilo. Tenía tiempo de no ver a Salvador, desde que habíamos estado en la montaña en el Frente Norte. Y además, viene con un montón de compañeros que se repliegan. Es así que Granada se incorpora a la defensa de Masaya, y Salvador se incorpora a la estructura de mando de Hilario, y todo es alegría.
Mónica: En el plan, ¿Salvador se tomaba Granada o sólo hostigaba?
Guillermo: Lo que pasa es que Salvador también tiene sus propios contratiempos con algunas armas que estaban embuzonadas en el sector que va para Malacatoya. No puede salir dentro del plan general, viene siendo como una fuerza irregular que hace algún hostigamiento, tiene que estarse retirando, pero no hace una presencia fuerte y firme frente al Comando.
Con todas nuestras fuerzas, mantenemos presión sobre la Guardia, pero sin lograr pasar al asalto. Dos días antes que la Guardia abandonara el Comando, hicimos una incursión durante la noche para medir cuál era el termómetro defensivo de la Guardia. En esa incursión, nos mataron a un muchacho de Masatepe, Macario Brenes.
Íbamos en silencio, penetrando, hasta tratar de salir a la calle frente al parque, donde hoy es un negocio que se llama La Ronda; cuando, sorpresivamente, nos encontramos debajo de la Guardia, que está jugando desmoche, y nosotros no nos habíamos percatado. También ellos se sorprenden, no esperaban que nosotros incursionáramos, porque normalmente estábamos peleando en las esquinas. Nos tiroteamos con ellos, comenzamos a rociar gasolina, la Guardia lanza una granada de Galil, hace que el combustible que habíamos regado inicie el fuego, se queda atrapado Macario, y muere carbonizado.
Cuando estamos saliendo, nos damos cuenta que Hilario había peleado al otro lado de la carretera. Detrás del Reparto Nimboja, estaba la casa del coronel Escobar. La Guardia había tratado de llevárselo, pero el Coronel se resistía, creía que nosotros nunca íbamos a llegar donde él; esa noche, Hilario casi lo captura, pero en respuesta también nos causa algunas bajas, entre las que recuerdo a Omar González, un combatiente humilde, hijo de unos carretoneros, que sobrevivían trasladando carga.
Pero sí llegó un momento en que se sentía el desgaste después de ocho días peleando; se produjo una situación que ni la Guardia ni nosotros tomábamos la iniciativa. Ellos controlaban una parte de la ciudad, y nosotros, otra. Las municiones comenzaron a escasear y habíamos orientado que se ahorraran. A los postas se les prestaba un magazín, y después lo regresaban. Estábamos cuidadosísimos.
Con toda esa situación, Hilario dice: –Voy a ir a llamar, a Palo Alto. Me acuerdo que cuando regresó, fue una de las pocas veces que se jactó, porque siempre Hilario era muy humilde. Me dice: –Llegan. Prepará las condiciones, prepará las señales, porque vienen las municiones. Entonces me dice: –A mí siempre me oyen. Sólo mierdas sos –le digo. Nos pusimos a reír y hubo un rato de jodedera entre nosotros.
En estos momentos también tuvimos la alegría de la aparición de Valentín, que había salido herido días atrás; estaba restablecido, aunque todavía estaba flaco, pero siempre bravo: – ¿Qué pasó? Vengo a incorporarme. Entonces, Hilario me dice: –Mirá, dale responsabilidad a éste, que vaya a la carretera a poner fogatas, a hacer señales, para que nos pueda abastecer la a aviación sandinista. Y así fue. “Valentín”, siempre tigre, agarra la misión, se lleva como a quince muchachos, incluyendo a Martha Navarro. Pusieron las fogatas en la avenida principal, en el empalme que va de la Villa Bosco Monge hasta el empalme de la carretera a los pueblos.
Mónica: ¿De dónde era Martha y cuándo se había incorporado?
Guillermo: Martha Navarro es monimboseña. Había tenido participación en los brotes estudiantiles, como dirigente de la Federación de Estudiantes de Secundaria. Tiene su participación a partir de 1978.
Esa tarde, antes que nos bajaran ese abastecimiento, organizamos un desfile en memoria de mi hermano Ulises Tapia “Heberto”. Hicimos fusiles de madera con pedazos de tabla, y bazucas con pedazos de tubo; los pintamos en negro e hicimos desfilar como a doscientos chavalos con esas “armas” que supuestamente nos habían venido, e hicimos todo un preparativo anunciando que íbamos para el cuartel.
Desfilamos por las principales calles de Monimbó gritando que al cuartel le quedaban minutos de vida. Me imagino que a los guardias les llegó información de que habíamos recibido armas. Más noche viene la aviación y nos abastece; dejan caer sus tenamastes, pero algunos quedan desbaratados. Eran trece bultos, nosotros recuperamos once; uno cayó en el cuartel, once en la ciudad, y uno en ese momento no supimos dónde fue a caer. Después te voy a contar dónde cayó el número trece.
Se chatearon un montón de tiros, pero aun con todo, nosotros los mirábamos lindos. Eso vino a restar nuestro volumen de fuego, porque los fusiles FAL quedaron tiro a tiro debido a los tiros chatos. Esa fue una tragedia; pero después, un gran colaborador del Frente Sandinista, Moisés Rodríguez, hermano de los compañeros Elías e Israel Rodríguez, que tenía un taller de torno, se encarga de enderezarlos.
Creo que fue en la madrugada de un jueves, cuando recogimos los tiros. Nos preparamos para caerle a la Guardia al amanecer del viernes; pero en la noche del jueves, sin que nos diéramos cuenta, la Guardia se retira en silencio, abandona el cuartel.
En la madrugada del viernes doña Esperancita Bolaños, pariente de Ronald Bolaños, un gran compañero, un gran colaborador de la GPP que dio su casa y su carro. Doña Esperancita iba todos los días del mundo a la parroquia, aun en medio de la guerra, entonces viene a toda prisa y diciendo: – ¡No hay nadie en el Comando, se fue la Guardia, se fue la Guardia! Pero yo tomo mis medidas y le digo: –Si se fue la Guardia, entonces vaya y toque las campanas. Yo no le creí. Al ratito: bangán, bangán, bangán, las campanas sonando. Realmente la Guardia se había ido, había abandonado toda la zona, porque como ellos estaban en El Coyotepe, todo el Parque Central hacia la zona norte era de la Guardia, hacia la zona sur era nuestro.
Mónica: ¿Por dónde salieron los guardias?
Guillermo: La Guardia abandona exactamente en el siguiente itinerario: Llega a la esquina del Comando, baja a las Siete Esquinas, endereza hacia el Parque San Jerónimo, agarra recto la calle hasta la salida de la Shell. Salieron en total silencio y llevaban a los presos amarrados con mecates, jalando la tanqueta, como esclavos. Las mujeres con mecates al cuello, todos amarrados, o sea, acuerpándose con ellos, como una muralla humana.
Tenían terror de que los sorprendiéramos. Yo considero que fue una decisión acertada la del jefe de la plaza, Fermín Meneses Gallo, y también de Juan José Romero. Los dos deciden abandonar el Comando. A Romero, en la Guardia le decían “El tigre del Cerro Colorado”, porque recién graduado de oficial lo mandaron a la Escuela Las Américas, de Panamá, donde se graduó como especialista en contra-insurgencia, y demostró lo que aprendió contra la guerrilla de Pancasán en 1967, y después con la represión a los campesinos.
Martha Collado pasa presa durante toda la insurrección. Había sido capturada en un operativo de recuperación de instrumentos quirúrgicos en el hospital. Logra hacer el operativo y deja lo recuperado en Monimbó; pero alguien la reconoce y la capturan. Ella me relata que los reos sufrieron una gran presión psicológica porque les decían: –Si estos hijueputas asaltan, ustedes son los primeros en morirse.
Todo eso que yo te digo de cómo usaron a los presos para halar la tanqueta y no hacer ruido, ella lo cuenta. Vieras qué cosa más horrible “Pancho” –me dice, una cosa es que yo te lo esté contando y otra cosa es el momento que nosotros vivimos, viendo los cocteles molotov que estaban cayendo ahí en el Comando, sabiendo que ustedes de un momento a otro iban a asaltarlo, y que nosotros estábamos adelante; y saber que teníamos la posibilidad de que ustedes mismos nos mataran, eso fue algo horrible.
Después de la euforia por la salida de la Guardia y de registrar el Comando a ver qué había quedado, vino una discusión de qué hacer con el Comando: finalmente se quemó. Hilario llamó nuevamente al Estado Mayor. Para entonces, como te decía, ya estaban los de Granada, no sólo el “Chaparro” Bravo, Francisco Javier, sino también un grupo de GPP con alguien que le decían “El Chapiollo”, que también se había retirado. El Estado Mayor se amplía con la incorporación de ambos, y se hace una reorganización de la ciudad. Debemos adelantar nuestras líneas, tomando toda la zona norte que antes controlaba la Guardia, y decidimos hacer nuevas trincheras en el frente de combate de la carretera. Reordenar la línea.
Hilario plantea la creación de una unidad móvil y me la encomienda a mí. Una unidad, como él dice, con poder de fuego, ágil, rápida, porque no vamos a poder ser fuertes en la carretera; vamos a estar en dependencia de, si salió la Guardia, salimos nosotros a golpearla. Me da la potestad para conformar esa unidad de combate y con ella, los mejores combatientes como Miriam Tinoco; “Delia” es la Política de esa unidad.
Esta unidad va dotada de mayor poder de fuego. Nuestra misión era desgastar al enemigo, enfrentarlo y retirarnos; nada de defender posiciones. El mismo día que se conformó, peleamos contra la Guardia. Logramos hacerle cuatro bajas en la parte trasera, a la altura de la subestación eléctrica de la INCA. No sabíamos todavía que en ese grupo anda Lundeng Hüeck, que era un oficial de Inteligencia de la Guardia. Después vino la aviación a apoyarlos y logró sacarnos de ahí.
A partir de la experiencia, decido crear unidades más pequeñas, y una de ellas la ubicamos en un punto céntrico, en El King, donde días más tarde la encuentro a usted.
Elías: Yo estuve en esa escuadra móvil como de treinta compañeros, y nos movilizamos por todo Masaya. Esa escuadra estaba a cargo del compañero Guillermo Sánchez “Pancho” y la compañera Miriam Tinoco Pastrana “Delia”. La compañera Miriam Tinoco era muy querida en Monimbó; ahí permaneció mucho tiempo después de la insurrección de septiembre de 1978.
Recuerdo que Miriam Tinoco nos dijo que el 26 de junio habría un operativo muy importante. Nos estábamos preparando para ese operativo, cuando me llama la compañera y me dice: –“Eliseo”, quiero que me entregués tu fusil; te buscan de Monimbó, es necesario que vayás pero no es nada grave contra tu familia, nada que te vaya a alarmar, simplemente te necesitan; dejanos el fusil. Si regresás, aquí lo tenés; si no, allá vas a hacer lo que tenés que cumplir. Me llegó a traer el compañero Flavio Gamboa, y me llevó a la plaza Pedro Joaquín Chamorro, frente al Colegio Salesiano, donde estaba reunida una cantidad grandísima de gente. Ahí mismo me informan que van a escoger a cuatro compañeros y yo, como la Junta Provisional de Gobierno de Masaya.
Estábamos en guerra, la guerra estaba en lo fino, se miraban los aviones que pasaban, estaban los tiroteos; pero ahí, en esa muchedumbre, aun así, se estaba escogiendo la Junta Municipal.
Oyente: Luis Alfonso Ortiz Gaitán. Yo fui parte del grupo que fue a traer a Elías para que fuera a la elección de la Junta Municipal, junto a Blandino y Guillermo Vivas. Nosotros queríamos que este hombre nos representara a los combatientes.
Mónica: Contanos, Guillermo, ¿cómo fue que se organizó la recepción de los replieguistas de Managua? Recuerdo que vos eras el jefe del grupo que nos fue a buscar a Nindirí.
Guillermo: Un día de ésos, a las cinco y media de la mañana, me llega correo de “Claudio”. Puta –digo, algún clavo debe ser. Salgo rápido, porque yo sabía que cuando Hilario me mandaba a llamar, era algo urgente. Miro a un hombre de facciones más o menos universitarias, que me pidió de comer, traía hambre: era Marcos Valle, enviado por ustedes. Empieza a contarnos lo encachimbado que está Managua, los vergueos de todos los días, que ustedes están resistiendo, que tienen pocas municiones. En pocas palabras, se calcula que podrán durar unas setenta y dos horas, y que han decidido que se retiran a Masaya. De antemano sabían que se les integraría un cachimbo de gente, o sea, que la masividad iba a ser uno de los problemas que iban a enfrentar.
Hilario me orienta preparar las condiciones para recibir el repliegue de Managua. Primero pensábamos que teníamos setenta y dos horas; pero ahí nomás me vuelve a llamar, y me dice: –Mirá, preparate que se adelanta todo, la gente comienza a entrar mañana.
Mónica: Nindirí ya estaba liberado, ¿ustedes tenían alguna fuerza militar ahí?
Guillermo: Sí, ya habían ido como cuatro días antes, Javier Moncada y Julio Marenco a reactivar todas las fuerzas que nosotros teníamos.
Nosotros salimos de El King. Hilario me dice que le aliste un grupo, porque él también va a participar en la recepción. Yo le doy una idea de lo que concibo que se puede hacer: ir hasta la altura de Nindirí, presionar un poco a la Guardia, y dejar una contención al lado de El Coyotepe.
Con Hilario quedamos de vernos en la antena de Radio Masaya. En un camino que antes le llamaban el Camino Viejo a Nindirí. Si tomás por la derecha, vas a salir al Coyotepe, prácticamente al Restaurante Tip-Top, que ahora está pavimentado. Ahí quedamos de vernos con Hilario.
Estando ahí, recibimos el primer grupo de heridos, llegaron en camiones. ¡Nunca se me olvida! Serían tal vez tres o cuatro de la mañana.
Llegamos al punto donde iba a verme con Hilario y, ¡puta, el hombre no ha llegado!, pero como yo soy siempre obstinado, digo, jueputa, la cagué, ya vengo tarde, el hombre debe de estar adelante, se ha de haber ido a Nindirí y no nos vio; y decidimos irnos para Nindirí. A la altura del borde que da a la laguna, nos están emboscando, la Guardia ya se había posicionado.
Nos retiramos y volvemos a tratar de comunicarnos con Hilario, pero ya son como las seis y media de la mañana. Nosotros vamos buscando para el lado de Nindirí, cuando somos emboscados a un costado del Tip-Top. La Guardia había penetrado, y nosotros no nos percatamos. Entonces comenzó el combate y peleamos unos cuarenta minutos; logramos salir de esa emboscada. Cuando encuentro a Moisés Hassan, quien viene herido con un charnel, lo reconozco porque lo había visto en el Movimiento Pueblo Unido (MPU) y lo llamo por su nombre.
Al lado de la gasolinera de Nindirí, cuál es mi susto cuando a lo largo veo un grupo de jodidos con Galil, altos, me parecían de la Guardia. Uno de ellos me parece conocido porque en una casa de seguridad donde yo viví en el Barrio Nimboja –era GPP–, de doña Jenny Marenco, ahí estaba uno que le decían Aureliano. ¡Puta, se parece a aquel jodido que le decían “Aureliano”! ¿Será? ¿No será? Me salgo, él chiva, yo chiva, y le digo: – ¿“Aureliano”? Sí –me dice. –Mirá, yo soy parte del Frente Interno. Entonces ya hay más calma. ¿Dónde está el Estado Mayor? –preguntó. Entonces le di a “Juan Chelín”, un combatiente popular de Monimbó, y a Agapito Mercado, para que lo acompañaran, y así William Ramírez pudiera entrar a Masaya.
En esto estamos, cuando la Guardia hace una ofensiva, un desembarco helitransportado, y peleamos un rato. Ya eran como las once y media, las doce del mediodía, y nos tenemos que bajar en los filos de la laguna para darle vuelta y subir a un lugar que le llamaban La Estatua de Venus13. Y en esa vuelta, cuando vamos bajando en ese filo, encontrarnos el tenamaste número 13. Metido en unas hierbitas, estaba uno de los alijos de tiros que nos lanzaron el 24, y que no habíamos encontrado. Fue una bendición, porque estábamos escasos de tiros.
Miré a un muchacho que venía herido, “Pancho”, y con él unos compañeros que no se le quieren despegar, y que quieren seguir de frente. Les digo: –Yo voy para el centro de Nindirí, ya no hay pasada; ni traten de pasar aquí, por el lado de la laguna, que ahí está la Guardia; vamos a tener que ir a dar la vuelta al revés, por la carretera, y cruzar en la parte norte.
Cuando voy llegando al parque, esto es algo que nunca se me va a olvidar, miro los cuerpos de cuatro o cinco chavalos jóvenes que la aviación había rocketeado, estaban prácticamente deshechos. Me encuentro a un campesino y le digo: –Mirá, brother, enterralos. Aquel hombre estaba más muerto que ellos, parece que él había presenciado cuando cayeron hacía como unos cinco o diez minutos. Y me contestó: –Sí, hermano. Pero yo sentí aquel “hermano”, de corazón, como que se estaba identificando con el dolor y la causa de nosotros. Y le digo: –Gracias, brother; y yo sigo.
Me reúno con otro grupo grande, de cientos de gentes, ahí en Nindirí. Eran parte del repliegue de Managua, vienen con una guitarra; es un grupo anárquico, pues ya la fuerza combatiente selecta prácticamente ha logrado pasar o están en otros lugares. Me toca lidiar con ellos, y les digo: –Bueno, el que quiera irse, que se vaya, yo no los voy a obligar. Punto de reunión, la estación del ferrocarril de Nindirí.
Aquí ocurrió algo que me hizo pensar que Santa Ana, la patrona de Nindirí, estaba con nosotros. El Estado Mayor del cielo estaba conspirando contra la Guardia, porque después de semejante cachimbeo, cae un vergazo de agua.
Mónica: Y se fueron los Push and Pull. Me acuerdo perfectamente. Entré a Nindirí debajo de un montón de agua. Los heridos venían completamente empapados, y los compañeros en Nindirí no se daban abasto para atenderlos.
Guillermo: Entonces el techo se baja tanto, que el cucurucho de El Coyotepe está tapado completamente por las nubes. Y digo: –Éste es el momento de pasar. El que se quiera arriesgar, se viene conmigo, y el que no, se queda. Y comenzamos el peregrinaje, bordeando hacia un lado de El Coyotepe, cruzamos la carretera faldeados; ya estoy hablando casi las tres de la tarde, ¡puta! Y paró el agua. Y vuelve la aviación, vuelven a pegarnos a la orilla de los cercos. Para no cansarte el cuento, nosotros estamos alcanzando el caserío de El Comején, como a las siete de la noche más o menos, o sea una jornada larga, increíble, todos los muchachos van cansados, ya teníamos días de estar peleando.
Y de regreso ocurre algo terrible. Los dos exploradores que llevo, son gente campesina, y me dicen: –“Pancho”, algo se movió adelante. Entonces detengo la marcha y les digo: –“Cascarita”, Sócrates, vayan a ver qué es. Me dice Sócrates Espinoza: –Mirá, parece que es gente que anda monteando. Era la gente que salía a cazar.
Cuando nos acercábamos, ellos se alejaban; ya nos habían visto. Pero estaba la incertidumbre, era de noche, solamente mirábamos los bultos, y había toda una confusión. Se logra capturar a dos de ellos, y en la incertidumbre, ellos creen que nosotros somos la Guardia y nosotros creemos que ellos son la Guardia. Se arma una discusión. En la desesperación de querer vivir, el hombre se abalanza sobre uno de los muchachos y le quiere arrebatar el fusil. En el forcejeo se va un disparo y atraviesa a Sócrates, mi explorador.
Sócrates se está desangrando, neutralizo al campesino, pero aquello fue como una película, fijate. En la marcha habíamos venido discutiendo con la gente. Que avanzá, que quedate, que guarden silencio. Pero ocurrió esto, y nos había enseñado algo: un hombre, tratando de aportar para que los de Managua alargaran sus vidas, acababa de dar la vida. Eso fue algo impactante.
Todo mundo se quedó callado, ya nadie discutía si iban avanzar o se iban a quedar; más bien, preocupados, arrancaron una puerta vieja y lo pusimos sobre ella, tratando de ganarle a la muerte, tratando de que Sócrates quedara con vida. En el camino, falleció. Vinimos entrando como a las ocho o nueve de la noche al sector de La Villa.
Sentía que traía cargando todas las iglesias de Masaya. Me sentía que había envejecido. Habían transcurrido dieciocho horas intensivas, increíble todo lo que acabábamos de pasar. Me sentía más viejo, me sentía más cansado. Yo pensaba, ¡puta, cayó Hilario! Porque nunca lo logré encontrar.
Vengo buscando El King, me encuentro a mi hermano de sangre que estaba peleando aquí en Masaya, Bayardo Sánchez “Marcos”, y me dice: –Mirá majé, te anda buscando “Claudio”. –No jodás, ¿está vivo? Sí, hombre –me dice, el maje cree que te mataron, pero de todas maneras, reportate cuando podás. Cuando llego a El King, ahí están ustedes. Yo les cedo el lugar. Por eso le digo a usted, cuando la veo: –Aquí estábamos nosotros, me identifico con ustedes, ya nosotros nos retiramos, y voy buscando a Hilario.
Mónica: Yo venía en la retaguardia de la retaguardia. Habíamos salido del Puente El Edén a las seis de la tarde, y cuando eran las dos de la mañana, aún no salíamos de Managua, estábamos cerca del Tanque Rojo del Reparto Schick. Cada tantos metros la marcha se detenía, la gente se sentaba, no querían hacer caso. Miré a gente exhausta, tendida en el suelo. Nosotros no queríamos dejar a la gente que iba desarmada, pero llegó un momento en que le digo a Rolando Orozco: –Si seguimos a este ritmo, va a amanecer y no llegaremos a Masaya. Es necesario que establezcamos nuestro propio ritmo. Rolando “Cara Manchada” estuvo de acuerdo. Íbamos con un pelotón de unos veinte armados. Le gritamos a la gente: – ¡Compañeros!, los que quieran disciplinarse y hacer una marcha más rápida, ¡sígannos! ¡No se nos despeguen! ¡Nosotros nos vamos!
Arrancamos con un grupo ya a marcha guerrillera, y cuando amaneció, estábamos llegando apenas al camino de Veracruz. Ahí, en La Pedrera, acababan de matar a Aristeo Benavides; yo vi su cuerpo tendido con la cara desbaratada por un tiro de ametralladora 50. Ahí nos encontramos con la vanguardia, con “Aureliano” y Joaquín, y ahí fue donde atacamos una patrulla y recuperamos una chata, un jeep de tina alargada con una ametralladora cincuenta. A partir de ese momento, pusimos a la gente en dos largas filas indias. Hay una foto de esa parte de la marcha, donde van “Aureliano” y Moisés Hassan.
También a nosotros nos costó conservar el orden de la marcha porque la gente no obedecía. Tenían hambre, no habían dormido y no tenían entrenamiento ni disciplina de marcha. Cuando comenzamos a avistar la aviación, les dijimos que no se agruparan.
Debido a la cantidad de gente no combatiente, la marcha era excesivamente lenta. William se adelantó un poco con Moisés Hassan, y nos dijo: –Voy a adelantarme para buscar buses y medios para transportar a la gente. Se fue, y al rato llegaron unos camiones y se llevaron a los heridos y a los más débiles. Luego llegó un bus y me dijeron: –Dice William que te montés en el bus y te vayás con todos los combatientes que podás. Pero no quise hacerlo, me daba pesar dejar al resto de la gente; así que montamos a los que ya no aguantaban caminar, y nosotros nos quedamos con cientos de personas.
Pero cuando llegamos a unas finquitas, ahí los muchachos se amontonaron a beber agua. Les gritamos muchas veces que no se agruparan, y luego comenzaron a caer los rockets. Vimos cómo cayó uno, en medio de un grupo de chavalos, y los cortó como un maizal por el que pasa una segadora agrícola. Rolando y yo nos arrimamos a unos pequeños, minúsculos, ridículos matones que nos servían nada más sicológicamente, porque no eran ninguna protección. Llegó otro vehículo y se llevó a los heridos del rocketeo a un lugar en Nindirí, donde ya había médicos.
Seguimos avanzando hasta meternos en unas casas que quedan a orilla de la carretera, y una familia sacó varios platos de comida y comimos toda la escuadra que no se me despegaba. Te confieso que, después de eso, nos dormimos unas horas pegados a un muro. Cuando despertamos, salimos paralelos a la carretera, y llegamos a Nindirí en la tarde, en medio de la lluvia.
Ahí volvimos a organizar a la gente para seguirlos a ustedes en esa marcha que has descrito muy bien. A nosotros nos esperaba Glauco Robelo y nos llevó al King, adonde vos nos dijiste que era tu centro, y que nos lo estabas cediendo.
Oyente: Víctor Martínez Putoy. Soy monimboseño ciento por ciento indígena y me siento muy satisfecho de escuchar, a través de la radio, hablar a un indígena, a un representante de nuestra clase humilde, de nuestro pueblo. Estaba escuchando y recordaba la heroicidad del pueblo de Monimbó, y de muchos compañeros como “Pancho”, Miriam Tinoco e Hilario Sánchez, quienes son verdaderos hijos de Masaya, que lucharon activamente contra la dictadura somocista. Elías sabe perfectamente que yo soy el “Paco Dos”. Nosotros éramos tres hermanos: Sebastián, que ya falleció; Gerardo “Paco Panza de Perro” y yo, que era un poco indisciplinado cuando estuve en las filas del Frente.
Elías: Precisamente, ayer platicaba con Juan José López Rivera “Juan Chelín” y recordábamos a estos hermanos “Paco” que, como decía el compañero, fueron muy valiosos. Recuerdo al compañero cuando la insurrección de septiembre. La Guardia de Masaya recibió el refuerzo de unos salvadoreños; él se dispuso a dispararle con un cohete a la tanqueta, que andaba haciendo barbaridades. Sí, él y sus dos hermanos fueron elementos muy valiosos; y así como ellos, es innumerable la cantidad de combatientes de Monimbó, ¡no terminaríamos de contar! Es bueno lo que un compañero recomendaba de escribir todos esos detalles de la lucha, porque si no, nos vamos olvidando de compañeros que lucharon, que murieron. Además, es una historia fascinante la que nos tocó vivir.
Mónica: El día 30, en que Moisés Hassan juramentó a la Junta Municipal, durante la última concentración realizada en la Plaza de San Jerónimo, un helicóptero de la aviación somocista dejó caer criminalmente una bomba de quinientas libras que arrasó una manzana; recuerdo que quedó pelada completamente y murieron ahí más de veinte personas.
Creo que es importante que nos cuenten cómo se organizan para mantener el asedio a la Guardia en los puntos que ellos controlaban en Masaya.
Luis Alfonso: La llegada de los compañeros desde Managua fue un gran alivio porque, combinados con ellos, se forman las escuadras tácticas con los caza-perros. La Guardia controlaba la Carretera Panamericana desde La Barranca hasta Las Flores, y era en la INCA donde estaba el mayor número de ellos.
Guillermo: Con la llegada de los contingentes de Managua, se hace un nuevo reordenamiento en los frentes de combate. Se redistribuye la responsabilidad del sector de La Barranca, San Carlos y Los Chilamates, hasta la Ciudad de Las Flores.
En la mañana nos llaman a reunión, a reestructurar el mando. Ya está aquí el Frente Interno, ya está Carlos Núñez, Marcos Valle, Joaquín Cuadra “Simón”, William Ramírez “Aureliano”, ya está usted, todo el Frente Interno. Nos reúnen en la casa de Julio Marenco; se reordenan los mandos, se crean nuevas unidades se replantean las misiones.
Al fusionarse nuestras unidades, Azaharías Gallo “Marcos”, el “14” de la Rufo Marín, queda a cargo del mando de la unidad donde estoy.
A nosotros nos toca ir a cortar la carretera que viene de Tipitapa al Tip-Top, y Salvador Bravo va a intentar de nuevo entrar a Granada; la gente que va con Rolando Orozco parte hacia Carazo.
Nos explican la dinámica de Managua, las experiencias que habían tenido, cómo habían logrado sobrevivir frente al poder y volumen de fuego de la Guardia, el uso de las unidades móviles; ya esa experiencia ustedes la traen realmente.
Nosotros teníamos nuestras propias unidades de combate, también teníamos experiencias, pero fue una reunión muy productiva. Hilario viene a ser fortalecido en su Estado Mayor. Se suman otras unidades, ya vienen otros mandos. Nos toca la conformación de una unidad con lo que queda de la Rufo Marín y con lo que queda de los Terceristas, en una sola unidad, y nos mandan a cortar la carretera.
Después que venimos de cortar la carretera, nos informan que Salvador Bravo y su gente habían sido emboscados, y le habían matado a unos combatientes. Se rumoraba que un grupo de la Guardia de Granada se desplazaba por la parte interna hacia Masaya. Nos plantean ir al sector de Las Flores, a mantener una presencia por si acaso la Guardia realmente pretendía venir por el lado de San Blas.
Mónica: Cuando ya la Guardia se retira a El Coyotepe, ¿ellos mantienen el control parcial sobre la vía a Granada?
Guillermo: De El Coyotepe bajan y hacen un punto fuerte en la fábrica INCA, ahí se posicionan; pero nosotros también hacemos una presencia. Ramón Moncada Colindres “Macaco” se va frente a la INCA y hace su primera resistencia. Cuando nosotros estamos en el sector de Las Flores, recibimos la información de que efectivamente un grupo de guardias estaba en los sectores, pero que hacía dos días se habían perdido.
Cuando estábamos montando la emboscada, ocurre algo curioso. Veo a lo lejos a un hombre que viene con short blanco, pelo largo. ¡Puta! –digo, raro. Me escondo y cuál es mi sorpresa cuando distingo a ¡“Tamagás”!
“Tamagás” era un ladrón de confianza de la Guardia; lo reconozco porque yo lo había visto cuando estuve preso en Granada. ¡Hijueputa y qué anda haciendo “Tamagás” aquí! Lo agarro y lo interrogo. – ¿Y qué pasó? No, hermano –me dice, voy para Aranjuez. ¿Y desde cuándo a Aranjuez se va por la línea del tren? –le digo, ¡no me engañás! Entonces se raja y me dice que viene delante de un grupo de guardias que va buscando cómo salir de Nicaragua, porque dicen que los habían embarcado, que realmente les habían dicho que aquí venían a pelear con niños y que ya los majes van desertados. Más tarde nos damos cuenta que era una fuerza del CONDECA, que había desertado e iba buscando salida. Entonces decimos: –Vamos a mandar comunicación, no vaya a ser que estos guardias se nos hayan adelantado y vayan a sorprender a los compañeros.
Entonces mandamos a Paúl González “Ramiro”, de la Rufo Marín, un compañero con gran experiencia en el trabajo político organizativo; era un cuadro de la Asociación de Estudiantes Sandinistas (AES). Lo mandamos con un correo para el Estado Mayor, con todas estas informaciones. Le dijimos a “Ramiro”: –Mirá, si no venís en doce horas, nosotros comenzamos a caminar para Masaya.
Azaharías Gallo “Marcos” estaba preocupado, pues presentía que la Guardia estaba cerca y que no nos debíamos mover. Yo le recalco a mi hermano: –Aquí vos mandás, si vos decidís que nos vayamos, nos vamos. Si la Guardia había pasado por la tarde, ya a esas alturas estaría en El Coyotepe, y nosotros vamos a tratar de combatirla.
Nos regresamos. Pero como seguíamos vacíos de información sobre la Guardia, decidimos no tomar ninguna de las vías tradicionales. Nos vinimos por las cañadas, cogimos la cañada más grande, la que estaba entre las dos vías principales. Te voy a leer algo que escribí sobre esta parte de mi historia, ligada a la muerte de “Delia”:
Durante el recorrido, venía recogiendo las mejores flores, los mejores nancites; quería halagar a mi Gorda con presentes, para decirle que venía pensando en ella. Como a las tres de la tarde, escuchamos un tiroteo rápido, una pequeña escaramuza, a unos cinco kilómetros, en dirección del caserío de Los Cocos.
Seguimos avanzando con la mayor cautela, llegamos a Masaya como a las seis de la tarde al Estado Mayor. En la entrada al Estado Mayor, se encontraba “Claudio”, se notaba un poco preocupado, y nos dice que sin pérdida de tiempo nos dirijamos hacia la INCA, que había un fuerte combate, y la Guardia quería penetrar. –Ahí está “Macaco”, reforzalo.
Nos vamos a la INCA. Había pasado un combate fuerte, cuatro compañeros muertos, pero la Guardia no había logrado pasar. Estaba “Macaco” con su grupo. Entonces, nosotros decidimos hacernos un poco más a la derecha, ya siempre sobre la carretera, frente a la entrada del Motel Nido, kilómetro 31 ½ sobre la carretera Masaya-Granada. Pasó toda la noche, yo tenía una angustia, no sabía qué me pasaba realmente.
A las seis de la mañana, estaba empezando a clarear el día. Un campesino montado en un caballo viene saliendo del caserío, del camino viejo hacia Las Flores; se acerca un poco nervioso, y me dice: –Compita, ahí adelante, como a una media legua, se encuentran varios compitas caídos; creo que son algunos compañeros. ¡Un cachimbazo en el corazón! Sin decir media palabra, me cruzo la carretera. Cuando “Pedro”, Agapito Mercado, mira que voy cruzando la carretera y voy hacia el camino de tierra, me pregunta a dónde voy, qué pasa. Yo recuerdo que sólo le dije: – ¡La “Delia” está muerta! No sé, pero estaba seguro, mi corazón no me engañaba.
Sin mediar consecuencias, avanzamos a toda prisa. Cuando estábamos llegando a una media curva, el primer cadáver era el de Francisco Paniagua, un compañero de Las Flores; más adelante, mi hermano “Ramiro” Paul González con su inconfundible pañoleta roja y negra en el cuello, estaba arrimado a un paredón. Un poco más adelante, el cuerpo de un compañero bien recio, después supe que era César Augusto Silva, quien había llegado a Masaya en el repliegue. Y veo un poco más allá, a mi Gorda, en medio de un maizal, con su lindo rostro mirando hacia el cielo, como implorando justicia.
No sé cómo explicar: yo quiero creer que estoy dormido; pero no, hermano, desgraciadamente es verdad, estoy despierto. Que me disculpen los otros compañeros, pero por un momento me olvidé de ellos. Sólo veo a mi Gorda, mi yunta, mi fuerza, la mujer más encachimbada, la que cumplía años el mismo siete de mayo igual que yo. ¡No! ¡No podía ser! ¡Estaba equivocada la película! ¡Si el chavalo de la película nunca muere, los buenos en las películas nunca mueren! ¡Por favor, que alguien me diga que esto es mentira!
Poco a poco va llegando el resto de los compañeros. No sé cuánto tiempo ha pasado, terminaron de cavar la fosa. Ya me la van a sepultar. ¡Por favor, consigan una sábana, para que no se quede en la pura tierra! El día más largo de mi vida, donde la realidad se me confundía con una pesadilla, de esas que hacen daño y crean traumas. Tiritaba mi corazón de frío, era el inicio sin nevada de algo que congelaría el tiempo, el amor y nuestros recuerdos.
Tenía aquella camisa oscura, la que representaría el luto del firmamento por su caída. No hubo tiempo para vela, no hubo tiempo para sepultura en una caja, la tierra la acogió como una hija: vida, fuerza y razón del que hoy te escribe.
Comentario de la autora: En esta parte de la lectura, “Pancho” está estremecido por el dolor, y de sus ojos salen copiosas lágrimas, ¡tantos años después!
•
Guillermo: Hace poco, el 5 de junio del 2009, fuimos a conmemorar la caída de estos compañeros. Entre de los campesinos que estaban ahí, uno pidió la palabra. Yo desde hace rato no participo en los actos. Y le digo al compañero: –Dale la palabra, vamos a oír qué es lo que dice. Y comienza a narrar: –Hace treinta años, vino una persona; nos trató mal y nos obligó a hacer una fosa. Y es cierto. Yo, en medio del dolor, agarré a los campesinos y los obligué a que hicieran la fosa. Cuando el campesino termina su intervención, le digo: –Mirá, esa persona era yo. Yo fui. Quiero que me perdonés, pues quiero que entendás que la mitad de mi vida se quedó en ese maizal, me estaban quitando algo muy preciado para mí. No es excusa, pero perdoname, pues.
Mónica: ¿Tuviste alguna información de qué tipo de acción fue en la que ellos cayeron, fue una emboscada?
Guillermo: Sí, porque después nosotros emboscamos a esos guardias y los aniquilamos; pero algunos que quedaron con vida nos cuentan que ese grupo de esbirros que se iban desertando, mandó exploración y se dio cuenta que estaba cerca de Masaya, se dio cuenta que la Guardia estaba en El Coyotepe; pero ellos no querían tener contacto con la Guardia, la idea era abandonar el país y ellos iban buscando como salir.
Llevaban en su uniforme la bandera de su país y abajo decía CONDECA; la mayoría eran hondureños y salvadoreños, solamente el jefe del contingente era guatemalteco, era un capitán. Nosotros los emboscamos; eran más o menos veintisiete extranjeros y algunos guardias nacionales. Logramos capturar a algunos y nos confesaron que ellos habían sido los que mataron a los compañeros, justificándose en que estaban temerosos porque sabían que detrás de ellos venía el resto del contingente. Sabían que nosotros veníamos detrás.
Mónica: Según las cronologías del Instituto de Estudio del Sandinismo, el 8 de julio fuerzas sandinistas aniquilan un contingente de la Guardia causándole más de 35 muertos, numerosos heridos, capturando guardias y recuperando pertrechos militares en Masaya.
Guillermo: Ese mismo contingente es, eran del CONDECA. Después de eso, nosotros nos regresamos y nos quedamos en el sector de la INCA, reforzamos las posiciones. Ahí me encontré a “Regina” Virginia Cordero, ahí andaba con Los Gansos Salvajes, un grupo que vino de Managua. A ellos les tocó relevarnos. Les explicamos cuál era la modalidad que nos permitió vivir: nosotros fuimos bastante móviles, salíamos a la carretera, peleábamos y nos regresábamos.
Mónica: Ese mismo día, cae combatiendo heroicamente en la defensa de Masaya, el compañero sandinista Danilo Aguirre Aragón, hijo del actual Director de El Nuevo Diario. El 9 de julio, la Guardia intenta penetrar por la ciudad y es rechazada; y el 10 cae víctima de un rocket lanzado desde El Coyotepe, Guillermo Bolaños Carrión, un compañero que llegó en el repliegue de Managua.
Guillermo: Ese rocket cayó en el propio Estado Mayor. Hilario Sánchez, también es herido allí.
Mónica: Modesto Rojas nos comentaba que en Masaya tuvieron dos aviones destruidos el mismo día. ¿Cómo fue esto?
Guillermo: Después que Hilario Sánchez sale herido y que va para la Regional, nosotros necesitábamos que los aviones aterrizaran para evacuar a los heridos de gravedad que llegaron de Managua. Hacemos un intento a las ocho de la mañana; al avión le coge un poco el tiempo porque estamos buscando cómo reabastecerlo de combustible, se quedó sin combustible, y se hizo ya de mañana; entonces se apareció el avión que nosotros le decíamos “El Dundo Eulalio”, a bombardearnos. Supimos que ya no podría despegar el avión y no quisimos que se lo tomara la Guardia; así que tuvimos que meterlo donde es hoy el Restaurante El Aeropuerto, y ahí le pegamos fuego.
Mónica: ¿Por qué cayó mucha gente en La Barranca?
Guillermo: La Barranca queda frente a El Coyotepe. Ahora hay un templo de Hosanna, esa es realmente La Barranca. Nosotros estábamos de la entrada a la gasolinera, hacia la carretera a Granada, en el empalme Las Flores, que ése fue otro frente de guerra realmente. En La Barranca se peleaba por ratos, porque más bien era artillería; la Guardia mortereaba y en muchas ocasiones se trató de golpear desde ahí a la Guardia, porque era la posición más cercana al Coyotepe. Muchos caídos en La Barranca son de Managua porque en la distribución que se hizo, esa posición les tocó a ellos.
Cuando Managua vino, optó por otra posición, porque ahí muere “Martín” Chan Vega14. Yo lo miro que él entra herido en el repliegue, ahí mueren varios managuas, entre ellos Danilo Aguirre, que ya lo mencioné. Luego la modalidad cambió, y era una posición de pura artillería y ofensiva, o sea Managua traía morteros y mortereaba y trataban de tomarse El Coyotepe, pero nunca pudieron.
En ese mismo punto quedó Alejandro Sánchez “El Diablo”, un compañero que yo había conocido en Granada. Cuando me mandan a esperar a los del repliegue, él se queda arriba en La Barranca, mientras nosotros vamos por el filo de la laguna; y él ahí se inmola, porque retiene a la Guardia mientras nosotros avanzamos.
Y hay un dato triste: pasó toda la guerra y la familia viene a los diítas. Yo pensaba que lo habíamos enterrado, y fue triste que su familia lo encontrara comido de zopilotes, porque no nos acordamos de enterrarlo. Igual nos pasó con “Martín” Horacio Vega, él había venido de Managua herido, se lo presento al compañero que está a cargo de La Barranca y a los días me dice que no sabe dónde está. Y lo mismo pasó, ahí quedó y no lo enterraron, y es triste para las familias encontrar así a sus deudos. Pero era parte de la modalidad irregular con que operábamos y la presión brutal de la guerra en ese punto.
Querer asaltar El Coyotepe era como un sueño. Cuando la mayor parte de ustedes se habían ido para Carazo, se quedaron Oswaldo Lacayo y Payo Solís aquí en Masaya. En una ocasión nos llegaron a decir, como a las dos de la mañana: –A prepararse, que viene el avión, va a ablandar El Coyotepe y todos nosotros vamos al asalto. Todavía creo que anda encachimbado conmigo Payo Solís, porque digo, este hijueputa es loco, ¿qué va a hacer para tomarse El Coyotepe? Ahí dejalo –le digo, durmamos y ya estuvo; ahí van a ver quién es el primero que llega a El Coyotepe.
Y así fue. Como a las cuatro de la mañana, oímos el ruido del avión que venía del lado de Granada. Cuando ya está sobre El Coyotepe, nosotros vemos que suelta como un paquete de esos que repartían en Las Purísimas, que parecían un pañuelo amarrado; pero ni siquiera llegó a El Coyotepe, cuando se apagó la mecha que se le miraba. Al ratito se oye un cañón antiaéreo que tenía El Coyotepe y lo sacó al avión, lo sacó inmediatamente. Ahí se acabó la ofensiva, se acabó todo. Todos los que iban para El Coyotepe, ahí nomás se regresaron.
Oyente: Por la verdad histórica, según he leído, El Coyotepe nunca fue tomado, sino que la Guardia lo abandonó porque les cortaron el abastecimiento de agua que venía desde la ciudad de Masaya.
Guillermo: Realmente, el amigo que llamó tiene razón. El Coyotepe nunca pudimos asaltarlo, pero sí fue sitiado. Nosotros cortamos la carretera a Tipitapa y todos los accesos, y la única vía que le dejamos a la Guardia fue el abastecimiento aéreo. A través de helicópteros, ellos se abastecían de agua. Nosotros hicimos varios intentos, fallidos todos. La Guardia abandona El Coyotepe dejándonos decenas de muertos, porque pasó toda la noche mortereando. Eso fue el 17 de julio, hasta amanecer del día 18.
Mónica: El Coyotepe, como cualquiera puede ver cuando pasa sobre la carretera Masaya-Granada, militarmente no podía ser tomado más que con aviación o con artillería, tanques, cañones. La otra manera era el asedio prolongado, el corte de sus abastecimientos. Eso se hubiera tenido que hacer, pero vino la huida de Somoza. Y vean qué jodidos: el propio 18 en la noche, atacaron un convoy que mandamos de Granada, en el que iba el Coronel Ruiz, Comandante de Granada, que había negociado su rendición. Realmente, los guardias del Coyotepe salieron huyendo hasta el 19 por la madrugada.
Guillermo: No nos tomamos El Coyotepe, pero tenemos una gran gloria los masayas, que es haber resistido, haber recibido a los managuas que llegaron con el repliegue, y además, haber sido una piedra en el ojo del dictador. Saber que a 27 kilómetros de Managua no pudo vencer ese foco de aprendices de guerrilleros que luchamos con toda el alma y con todo el amor.
Mónica: Y Fermín Meneses Cantarero, ¿qué se hizo?
Guillermo: Fermín Meneses es evacuado el día 14. Un helicóptero viene y lo traslada a Managua. Es parte de la comitiva que se va con el dictador. Él mandó a traer a sus cuadros, a su élite que siempre protegió. Cuando a nosotros nos relevan el 16 de julio, en esa escuela nos mandan a un montón de compañeros de Managua para entrenarlos. Eva Samqui era la Política, y yo era el Director de la escuela.
Mónica: Nos hubiera gustado tener a una de esas mujeres que combatieron en Masaya. Eva María Samqui no pudo venir. Me acuerdo que estaba embarazada, y aun así se movía igual que si no lo estuviera.
Guillermo: La barriga de Susucayán.
Mónica: También participaron en las tareas políticas Francis Cuadra, Mercedes Vijil y Lubby Morales, quien era la jefa de la GPP. Ella murió después del triunfo, de cáncer en el útero. El 19 de julio por la mañana, nosotros pasamos por Masaya en una caravana procedente de Granada. Y vos, Guillermo, ¿qué hiciste el 19 de julio?
Guillermo: El 19 de julio todo el mundo estaba celebrando; sin embargo, yo estaba buscando cómo sacar a mi Gorda y llevarla a Chinandega, de donde era originaria. No encontrábamos una caja.
Mónica: Tu mensaje para los jóvenes, treinta años después.
Guillermo: Bueno, en principio, les quiero decir que yo tenía catorce años cuando me definí para vender ilusiones. Hoy tengo cincuenta años. Yo vendí ilusiones, fui un soñador y sigo siendo un soñador. Creo que si me tocara volver a luchar y tener que privarme de muchas cosas y ofrendar otra vez esa sangre, lo volvería hacer. Creo que lo mejor es cuando uno tiene motivaciones, cuando uno tiene sueños.
Creo que al joven de hoy, lamentablemente, no le hemos dado espacio para soñar; prácticamente le hemos truncado esas posibilidades de soñar. Creo que el mensaje es que la fuerza del joven es valiosa, es importante, siempre y cuando sepan dirigirla.
Tal vez hoy no es necesario un fusil pues, o a lo mejor al final sí; pero no en este momento. Que no se dobleguen, que lo más importante es saber diferenciar la mentira. Hay un abismo entre la demagogia política y la esperanza de cristalizar, todavía, los sueños de alcanzar mejores posibilidades en la vida. Que el día que ellos ya no tengan sueños ni esperanzas, no van a tener razón por qué vivir. El joven siempre va a ser la piedra fundamental de esta sociedad y cuando haya fuerzas de jóvenes en pie de lucha, cualquier gobernante, cualquier partido político, se puede quitar del poder.
17 de junio de 2000 y octubre de 2009
NOTAS
1 Henry Bermúdez es originario de Masaya. Más datos de él, en entrevista a Mario López, en este Tomo.
2 El Capitán Rebrujo, novela del estiliano Simón Delgado.
3 Juan Salgado anduvo en la montaña y fue baqueano de Carlos Fonseca.
4 Carlos Romeo García Vásquez (1958) cayó en abril de 1979.
5 Monimboseño, artesano del calzado, hijo de María Gaitán y Carlos Ortiz. Inicia su participación en la lucha en 1978, en Masaya. Estuvo brevemente en el programa Entre Todos.
6 En el ataque al Comandito de Monimbó, cayó el compañero Alfonso Pavón “Carlos”.
7 Teófilo Alemán era encargado de una de las unidades de combate de Monimbó, pero Guillermo no lo menciona.
8 Guillermo nos aclaró que le decían así, porque tenía un copete como el de Elvis Presley, que parecía una pluma.
9 La ametralladora MAG belga, calibre 7,62 mm, fue diseñada a comienzos de los años cincuenta por Ernest Vervier, en la Fabrique Nationale (FN). El nombre del arma es la abreviación de Mitrailleuse d’Appui General, que significa “ametralladora de propósito general”. (Fuente: http://world.guns.ru).
10 El FAL, por las siglas en francés de Fusil Automatique Léger (Fusil Automático Liviano), es un arma de asalto, calibre 7,62 x 51mm OTAN, de carga y disparo automático, de fuego selectivo. Es de los más conocidos y utilizados del mundo, una verdadera leyenda de las armas de fuego. Marcó la historia del siglo XX. (Fuente: http://world.guns.ru).
11 Roberto López Vivas aparece en las cronologías del IES como caído el día 8, que fue cuando se realizó el operativo de las bombas de contacto, y algunos le llamaron “la ametralladora humana”.
12 Bayardo López “Domingo” había participado en la insurrección de febrero de 1978 y en la de septiembre de ese mismo año; por tanto, tenía experiencia combativa y, sobre todo, un gran liderazgo sobre las fuerzas combativas y el pueblo, no sólo de Monimbó, sino del resto de la ciudad.
13 Actualmente, en ese sitio está el Restaurante El Bucanero.
14 A Horacio Vega “Chan Vega” o “Martín”, le decían Chan por su papá, quien fue un gran opositor a Somoza; lo echaron preso y participó en varios de los cuartelazos. A todos sus hijos les decían Chan.
Maura benita tinoco Espinoza :
soy tía de Miriam Tinoco, es hermoso, me llena de santo orgulla la calidad de mujer, en su entrega tesonera de su vida sembrada en tierras nicaraguenses, hasta hoy 18 de sept. 2015 tengo la oportunidad de descubrir lo que Guillermo y otros compas expresa de ella. gracias
18 Sep, 15Admin :
Gracias por sus hermosas palabras! Miryam debe ser honrada como se merece. Si puede conseguirnos mas fotos, biografia de cuando era pequeña, sería bonito
21 Jun, 16