Memorias de la lucha Sandinista

Descargar documento

La toma del Búnker

Elías Noguera* y José Ángel Vindell*


* Los datos biográficos de Elías Noguera aparecen en “Estelí: Indomable Guerrillera” y los de José Ángel Vindell aparecen en “Francisco Rivera entró a Estelí para no salir nunca más” en el Tomo II.


Mónica: Elías, cuando hablamos la otra vez, quedamos en Boaco, tu pueblo, adonde llegaron el 18 de julio de 1979. Ustedes fueron enviados como parte de la fuerza del Frente Norte que avanzaría hasta Managua. ¿Cómo fue eso?

Elías: Antes que entremos al 19 de julio quería contarte algo que me pasó estando ya clandestino. Después del asalto a un banco de Ocotal, que te relaté en la otra entrevista, vine a dejar el dinero “recuperado” a Joaquín Cuadra; por cierto, dice Violeta Jiménez que fue ella quien vino a dejar ese dinero; a lo mejor fuimos los dos. Yendo con un colaborador en el vehículo, veo a mi hermano menor en la parada de buses La Subasta. Él estaba estudiando en la Universidad, y me van dando unas ganas de decirle al chofer que se detuviera, para bajarme a abrazarlo. ¡Imagínese!, ¡si somos de carne y hueso! Eso me dio una gran nostalgia.

Nos reunimos con Joaquín Cuadra, Hilario Sánchez y Oscar Pérezcassar en una casa que tenían en la periferia del Mercado Oriental. Le doy la plata a Joaquín, y le digo: –Dame permiso, porque quiero ir a ver a mi familia. Hago contacto con uno de mis hermanos en Managua, y me dice que están jodidos, mi papá ya había muerto y era el sostén de la familia, que uno de ellos se había tenido que salir de la Universidad, la otra había abandonado la escuela, y me doy cuenta de que mi familia está pasando una dificultad tremenda, horrible.

La cosa es que hablo con Joaquín: –Joaquín, no jodás, mi familia está jodida, mi mamá está echando tortillas, y yo quiero ir a verla a Boaco. ¡Dame unos bollos! Para no alargarte el cuento, Joaquín me dio ¡cinco mil córdobas! Vos sabés que Joaquín no anda con chochadas, es buen compañero. Eso era un vergazo de riales, un cachimbo de riales, ¿sabés cuánto ganaba un albañil? Doce córdobas al día ganaban en Boaco, y un ayudante cinco pesos; entonces si vos multiplicás, con cinco mil pesos; mi pobre mama llegó con ese dinero hasta el triunfo de la Revolución. Perfectamente.

Víctor Tirado me dio un contacto en Boaco, y Joaquín me dice: –Hombré, andate con cuidado. Me voy para Boaco. Yo siempre andaba mi Browning, un magazín y una granada en la bolsa, cubierta con unos periódicos. Cuando llegué a San Benito, veo unas banderas rojinegras y un pelotón de guardias.

¿Y esta chochada? ¡Chiva! Llego al empalme de Boaco. Sólo faltan catorce kilómetros para Boaco, y veo más guardias; pregunto a otros pasajeros, y ellos me dicen: –Los Doce van a Boaco1. ¡A la gran puta! ¡Me metí a la boca del lobo! ¡Qué clavo! Yo andaba una valija, porque en Boaco todo mundo creía que estudiaba Medicina en México. No sabían que andaba clandestino.

En Boaco, el puesto de la Policía estaba antes de llegar al cementerio; y al llegar, veo un montón de guardias tendidos ahí, y banderas rojinegras que habían puesto nuestros simpatizantes. Están esperando a Los Doce, y están reforzados con guardias de Managua y agentes de la OSN.

¿Cuál es el problema? Que de largo veo que están cateando a hombres y mujeres. Yo con mis fierros y con los realitos que le llevo a mi mamá, preocupado por ambas cosas. A los hombres los tenían doblados sobre el bus, manos arriba, abiertas las patas, ¡hasta a las mujeres estaban cateando! ¡Aquí estoy listo! –pienso.

Ahí hay un puente que le dicen Puente Muco, y tenía ganas de bajarme ahí, pero no; si me bajo aquí, la Guardia lo iba a notar, era evidente. Después comienzo a abrir la ventana del bus; pero si de aquí me tiro, también me van a joder. Mejor voy a esperar a ver qué pasa aquí. Ya voy nervioso, cagado, helado, tenía ganas de tirar la pistola, la granada, los riales, pero puta, toda esta chochada. Los guardias se metían al bus también, acordate, iban a encontrar la granada y la pistola, me iban a joder a mí. ¿Qué hago?

Entonces nos bajan y yo me quedo en medio de la fila que va bajando del bus, para ir analizando el comportamiento de la Guardia. Van poco a poco, pero como dicen los creyentes ¡gracias a Dios!, aunque yo soy un poco escéptico, veo a un guardia que le dicen “Chiquinano”, de Boaco. Le decían así porque era chiquitito, ya murió. Era chiquitito el guardita, buena gente. Había algunos así en los pueblos, que no reprimían, no era corrupto. Me cayó del cielo, era amigo de mi papá y de mi mamá y vivía en una cuartería frente a la casa de ellos, diez metros para abajo. A mi mamá le decía doña María, a mi papá don Elías, y como yo era el chiquito, me decía Eliíta. Nos saludaba: –Buenos días, don Elías, doña María, Eliíta.

Veo a “Chiquinano” allá, pero a los otros guardias les miro la cara que eran de Managua; se miraban unos que andaban de civil, claramente OSN. ¡A la puta! ¿Cómo hago aquí? Yo tengo veintidós años y el instinto de sobrevivencia ¿no? Voy helado, helado, cagado, cagado, yo dije: voy a matar a este hijueputa, el que se miraba que era el Teniente, lo voy a palmar, ¡y hasta aquí llego!

Entonces llevo la pistola ya lista y cuando voy bajando las graditas del bus, me le tiro a “Chiquinano”, como cuando tenés muchos años de no ver a un amigo. – ¡Chiquinano, qué tal, yo soy Eliíta, vengo de México! Así, así... ¡Soy Eliíta! Se queda “Chiquinano” impresionado, se sale de la fila donde está con la Guardia, avanza un paso, y yo avanzo como cinco o seis pasos, y me fundo en un abrazo con el “Chiquinano”. – ¡No jodás, vengo de México, estoy estudiando Medicina! ¿Y mi mamá? –Sí, ahí está la María, está bien, que no sé qué, que no sé cuánto.

La cosa es que cuando me doy cuenta y se da cuenta la Guardia, yo estoy al otro lado, ya soy de la fila de los civiles que ya han registrado. Me voy hablando con “Chiquinano”. – ¿Y cuándo viniste? – ¡Estoy viniendo ahorita, estoy viniendo de México!, ahí ando una valija, le traje una ropita a mi mamá y unos bollitos, unos realitos. Y entonces le digo: –La valija la tengo allá. Entonces, le dice a uno de los guardias: – ¡Bajen la valija de Eliíta! Pero mirá, ¡yo me sentía los pies en el aire, Mónica, yo no sé ni cómo estaba! La cosa es que agarro la valija, y ¡patas para qué te quiero!, agarro para mi barrio adonde mi mamá. Ahí ya le entregué los reales, y dice que le ajustaron los reales hasta el 19 de julio del 79. Echando tortillas mi pobre vieja, y mis hermanas bien jodidas. Y así fue esa ida, ¡casi me joden!

Mónica: ¿Y qué pasó con “Chiquinano” después del triunfo?

Elías: Mirá, Mónica, cosas de cosas. Vos sabés que no funcionaban a veces los canales, y a raíz del triunfo me fui para Cuba, porque allá me operaron de la herida que me hicieron en la toma de Condega. Mientras estaba allá, le echaron treinta años y salió hasta en el gobierno de doña Violeta.

Mónica: ¡No pudiste salvar a “Chiquinano”! Aunque “Chiquinano” no te salvó por guerrillero, sino porque eras Eliíta.

Elías: Sí, pero por lo menos no lo mataron; ya murió de viejo. Sin embargo, a un Teniente Díaz, de Boaco, que era profesional como “Chiquinano”, yo hablé por él, ahí está vivo todavía, un guardia de esos honrados que siempre había.

Volviendo al tema de nuestra entrada a Managua, una vez que sacamos a la Guardia del Comando de Estelí, “El Zorro” me dice que me traslade en representación de él, como jefe del Frente Norte, al avance para Matagalpa, Boaco, Managua. Eso fue el 17 de julio por la noche. Van conmigo José Vindell “Roque”, que era uno de mis lugartenientes; Emilio Gámez “Dimas”, que llegó a ser segundo jefe de la Policía, y Prudencio Serrano “Oscar”.

De Matagalpa, salimos en esa avanzada con Javier Carrión; de parte de la GPP venían Henry Ruiz “Modesto”, Omar Halleslevens, Álvaro Baltodano y Germán Gutiérrez, el que anduvo de escolta del Comandante Daniel. Llegamos a Boaco con “Modesto”, Comandante ¿verdad?, máximo jefe; él va por la GPP y yo voy por los Terceristas, lógico que la autoridad superior es “Modesto”.

Al llegar a Boaco, “Modesto” me dice: –Ve, vos sos de Boaco, por eso te mandó “El Zorro”. Entonces me indicó: –Sugerí los nombres para la Junta Municipal de Gobierno. Entonces yo puse a mi tío Payo García, además de sandinista, era dirigente sindical, autoridad, un obrero desarrollado; el poeta Flavio Tijerino; el doctor Espinoza, cuñado de Modesto y Mauricio Duarte, casado con la Ligia Duarte de Espinoza, por afinidad política y todo eso; el Padre Moreira, sandinista de Boaco, está vivo todavía; y Juan Moreira, quien era el Coordinador de la Junta.

Ya conformada la Junta, la juramentó “Modesto”. Luego fue la organización del contingente para el avance hacia Managua. Entonces nos comunicamos con Luis Carrión, quien estaba en Chontales, y él llegó ese mismo día 18, a las dos de la tarde. Nos reunimos en una casa de dos pisos en Boaco abajo, ahí estaba Luis Carrión y su tropa. “Modesto”, Javier Carrión que iba conmigo, Álvaro Baltodano y Omar Halleslevens, creo que andaba ahí. Puntualizamos el avance hacia Managua y organizamos la transportación, que era con camiones de volquete de los planteles de carretera.

José Ángel: Eran unos camiones amarillos del Paquete España. ¿Te acordás de unos camiones amarillos? Bueno, ahí veníamos, y nosotros montados en unos jeep renegaditos.

Elías: Y también en camiones de ganado. Veníamos como ochocientos jodidos estructurados y milicianos, más otros que se venían agregando en el camino. Así llegamos a San Benito. Allí nos paramos un rato para recoger información, y nos dimos cuenta de que unas dos horas antes acababa de pasar un contingente de la Guardia, que iba huyendo de Managua. Casi chocamos, fijate, iban entre treinta y cincuenta camiones avanzando, buscando el norte, rompiendo supuestamente el cerco de los guerrilleros. Y ese mismo contingente fue el que chocó en Sébaco con una tropa que “El Zorro” había dejado ahí, chocaron y mataron a Justo, hermano de Ana Julia Guido. Eran como quince compañeros, un grupo pequeño. El combate fue desigual.

Llegamos entonces al aeropuerto. ¡La euforia! Todo el mundo bajándose de los camiones, pero ahí está “Roque”, ¿te acordás?

José Ángel: Yo era medio guardita, medio estricto en la disciplina; entonces, mi gente, de los Terceristas, nadie se baja de los camiones.

Elías: Era el 19 de julio por la mañana. Busco a “Modesto”, que era el jefe de ese contingente y no lo hallo. Allá lo veo, y le digo: – ¡Idiay!, ¿cómo es el asunto? Entonces dice que está esperando que venga la Dirección Nacional o la Junta de Gobierno. Yo, apurado: –Sí, pero, ¿no vamos para el Búnker? Y él: – ¡Esperate!

La cosa es que se arma el relajito, hombré, y en honor a la verdad, me quedo sólo con mi gente arriba de los camiones, que son los Terceristas, y con ellos, yo soy el que ejerzo el mando. Busco a “Modesto” otra vez, y no me da respuesta. Ahí estaba con nosotros Javier Carrión y mi pequeñito Estado Mayor que yo he formado: Vindell, Emilio Gámez y Oscar. Entonces me acerco a Javier Carrión y le digo: –Carrión, ¿me acompañás al Búnker o te quedás? Así le dije a Carrión, preguntáselo.

José Ángel: La cuestión era La Loma.

Elías: Éste es un testimonio, sin afán de pelear con nadie, de quién llego primero. Es lo que yo hice, y lo que vi en el momento pico del 19 de julio. Cuando yo le digo: –Javier, ¿me acompañás? o me voy. Yo le doy opción porque él es Tercerista y yo voy de jefe. Entonces me dice Javier: –Sí, vámonos. Entonces ya son dos columnas, la del “Danto”, que era la Oscar Turcios, de la cual Javier ya era el jefe; la mía, que era la Facundo Picado; más una parte de la Filemón Rivera del “Zorro”, que ahí venía también. Vinimos avanzando hasta llegar a La Subasta, donde antes tenía un puesto de control la Guardia. Ahí hacemos la primera parada. Veo a César Cortés Téllez, al negro de la Revista, y nos dimos un gran abrazo, teníamos meses de no vernos: – ¡Idiay, jodido! Y nos abrazamos todos. Carrión lo conocía porque yo se lo había presentado en el Cerro Cuba. En la película, De la montaña al Búnker, ahí aparece ese abrazo de los tres nosotros. La película la tiene el Ejército.

Yo vengo explorando, porque me encuentro con unos milicianos de Managua. ¡Asustate! Fijate que había unos jodidos milicianos que andaban ametralladoras calibre 30, con los BECAT patrullando, con Garand, con Galil y con todo. Ahí le tengo más miedo a los milicianos que a los guardias, porque ya me habían dicho: –Aquí no hay guardias, mire compita, aquí no hay ni mierda; a la Policía la tenemos tomada. ¡Claro!, a nosotros también nos ven con respeto porque éramos un montón de armados.

José Ángel: Los milicianos decían: – ¡Hace falta La Loma! Todo mundo decía: – ¡Sólo hace falta La Loma!

Elías: Seguimos avanzando, llegamos a La Prensa, seguimos recto, pasamos por donde actualmente es ENABAS (antes INCEI), doblamos a la izquierda; adelantito, nos bajamos. Desde ahí, más o menos, nos vamos con Carrión caminando. Hice una columna, la dividimos en dos grupos. Avanzamos en cuña invertida, dimos la vuelta, yo me voy subiendo a La Loma, y a “Roque” con su grupo, lo mando por el otro lado, por la cuestecita del Hospital Militar, por allí donde están esas casas de los militares.

José Ángel: Fuimos rodeándola.

Elías: Rodeándola y la tomamos. Mirá, arriba no había nadie, sólo unos jardineros.

José Ángel: Trabajadores civiles de la Guardia…

Elías: Contalo vos, hablá ahora vos, porque ibas a la orilla mía, contales.

José Ángel: Yo quiero negar algo que dice Oscar René Vargas en un librito o folleto que estuve leyendo ahora que estaba estudiando Derecho, y que dice: “Las milicias de Managua se toman La Loma”. ¡Falso de toda falsedad! Cuando nosotros subimos ahí, La Loma está pura, intacta, las agujas están igual, todo… Lo único que hay son tres guardias jardineros, viejos, ya como jubilados. Eran las nueve de la mañana, porque cuando descendimos de los vehículos, eran como las ocho. Como a las diez tenemos tomado todo. Nosotros salimos de Boaco en la mañanita.

En cuanto llegamos, izamos la bandera roja y negra. Ahí estaban también Germán Gutiérrez2 y Emilio Gámez “Dimas”; hicimos un triángulo para subir e izar la bandera, y estaban todas las bodegas intactas. No habían saqueado. Elías me dice: –Mirá, “Roque”, hacete cargo de lo que es armamento.

Mónica: Hay que aclarar que el complejo que tenía Somoza ahí era amplio, y tenía varias instalaciones y entradas. El nivel más alto es donde ahora está el monumento a Sandino. Ahí estuvo la vieja Casa Presidencial, que cayó en el terremoto de 1972. Ahí quedaron unos calabozos que usaba la OSN para interrogar y torturar. Creo que muchos presos sandinistas pasamos por ahí. Bajando en el siguiente nivel, está la Casa de Protocolo, construida después del terremoto, moderna y bonita, la famosa Ele donde pernoctaba Somoza con la Dinorah. Un poco más abajo, era el Casino Militar de la Guardia; el edifico viejo aún se conserva. Ahí estaban las oficinas del dictador. Ahí se ubicó primero la Dirección Nacional y luego el Estado Mayor del Ejército Popular Sandinista. Más abajo está la entrada a la EEBI, donde estaban propiamente las unidades militares, toda un área limitada por la calle que va para el Gancho de Caminos.

El conjunto es un área muy amplia. En cada nivel había una bodega, que tenía sus propias entradas. Es posible que todos los que dicen que llegaron de primero lo hayan hecho a alguna parte distinta del complejo. Por ejemplo, la bodega de la EEBI, a mi parecer, sí fue saqueada, porque ahí fue donde nosotros entramos, y había desorden.

José Ángel: Es posible, porque eso estaba en la parte baja; pero lo que es propiamente La Loma, estaba respetada porque todo el mundo tenía miedo, lo que se llama El Búnker, la parte de encima donde estaba la cueva de los leones, el lugar donde ahora está el monumento a Sandino.

Cuando llegamos ahí, Elías me dice: –Hacete cargo de armamento. A “Dimas” le dice: –Hacete cargo de uniformes, dando orientaciones como una estructura de ejército; a otro, hacete cargo de los almacenes de la comida. Entonces, cuando nos tomamos y ocupamos los almacenes de armas, ¡los Galil nuevecitos!

También se organizó la vigilancia y dos postas en la entrada de cada almacén donde estaban las pistolas, barbaridad de pistolas de 9 mm, 357 Magnum en su cajita de Aislite.

Aquí hay una anécdota. El 20 por la mañana, llega “Cero”, Edén Pastora. Y está “El Negro Memín”, que era uno de nuestros soldados, bravo.

Elías: “Memín” es Tulión, aquel escolta tuyo.

Mónica: ¡Ah!, Tulio. Sí, fue escolta mío varios años.

José Ángel: ¿Y dónde están las armas? –dice “Cero”. El almacén de las armas, quiero unas pistolas. Se va donde “Memín” Tulio, quien es un hombrón negro de Jalapa, jamaiquino, así como costeño, trozado, y le dice: –Yo quiero una pistola. Bueno –le dice, se la entrego con una orden de “Roque” o del comandante René. ¡Yo soy el comandante “Cero”! –le dice Edén. –Yo no sé, usted será doble cero o lo que sea, pero aquí sin orden, yo no le entrego nada. Y entonces el “Cero” dice: –Voy a ir a buscar a René. Y se va.

Yo estoy sentado allá en una mesa donde estoy dando las órdenes para las pistolas, cuando Edén llega. Ando una barba como de león casi, así como me ves en esta foto. Cuando llega, se me cuadra, y entonces yo me suspendo. Yo lo reconozco cuando lo tengo como a tres metros. ¡A la puta!, dije yo, el “Cero”, y me le cuadro también.

Es que él ha sido guardia, ha estado en Cuba también, y más guardia que uno. Entonces dice: –Es que el compañerito no me quiere dar pistolas. – ¿Y cuántas quiere? –Unas diez. –Las que usted quiera; yo amable y hasta nervioso. Es que “Cero” era respetado, y en ese tiempo era peor. Entonces: –Llévese treinta. – ¡Ah, bueno! ¿Y Galiles? –Ahí hay los que quiera. ¡Ve Memín! dale lo que él quiera ahí. Y pum, pum, hizo un poco de maletas. Yo me llevé dos pistolas, una para mí y otra para mi papa. Vos sos idiota, me dicen cuando les cuento, ¿por qué no trajiste cuatro, cinco, para tu abuelo, tus hermanos? Sí, papa, es que… la mística, ¡la mística de uno! Yo sentía que había abusado, porque me había llevado dos.

Elías: Contale lo del hombre que encontramos, aquel hombre que tenía como cuarenta años de estar preso.

José Ángel: Ahí en el Búnker había unas cuevas, las cuevas de los leones, las cárceles tenebrosas; había una cueva ahí, entonces usted ponía el oído y se escuchaba, ¡ay! ¡Ay!, un clamor. –Sáquenme de aquí, sáquenme de aquí. Era un eco. Uno tenía que pegar el oído a la pared, pero no se sabía de dónde venía. Estaban ahí todos los muchachos. Entonces dice “Bareta”, el de la molotov.

Elías: El de la caja de fósforos, “Bareta” el de Somoto, ahí andaba con nosotros3.

Mónica: ¡Ah sí!, “Bareta” el de la famosa foto de Susan Meiselas, donde él aparece lanzando una molotov con un rosario y un crucifijo en el cuello. ¡Una foto extraordinaria!

José Ángel: Yo me acuerdo que estaba en la entrada de una cueva en la que había murciélagos, para el lado de la Laguna de Tiscapa. – ¡Vamos a ver, vamos a sacarlo, ése es algún preso! Me acuerdo que di como quince pasos y me dio miedo; yo le tengo miedo a las cuevas por las culebras, entonces me voy para atrás. ¡Apartate!, –me dice “Bareta”, yo voy.

Para adentro se fueron “Bareta”, Marcio, el que fue alcalde de Somoto y se casó con una española4; también iba Marcos, que era lo que llamábamos un comando suicida. Ese tipo era de los que peleaban parados en los combates. Creo que ése era su nombre, porque hasta eso, él decía: –Yo no voy a andar de loco cambiándome el nombre por un seudónimo, yo soy Marcos tal y tal, y él decía su nombre. Los tres se aventaron y se metieron, y salieron con el hombre. Mire… con el pelo y la barba hasta la cintura, las uñas como de una cuarta, ojos azules, no hablaba, y cuando él salió y le dio el aire... ¡Ay! ¡Le dio un paro!

Mónica: ¿Y se murió?

José Ángel: Se murió. Y nosotros, aburridos de tanto muerto, no le paramos bola: – ¡Hacé una zanja ahí!

Elías: Lo que yo creo es que ese señor era un preso político de Somoza. ¡A saber desde cuántos años! Como decía “Roque”, las uñas larguísimas, las de los pies larguísimas, no hablaba, seguramente estaba aislado; porque yo después bajé, a los días, y había unas cárceles de un metro cuadrado y en el centro un hoyito donde pupuseaban y orinaban; otro hueco por donde les pasaban la comida y, en la parte sureste, entraba un rayo solar.

Ese hombre estaba totalmente aislado quién sabe desde hacía cuántos años, treinta, veinte años, que ni la familia sabía. Entonces el hombre estaba prácticamente loco, y cuando ve a la gente, no sabe si son guardias. Yo creo que ese hombre no sabía que había habido una insurrección, ni nada; entonces, cuando lo sacan, él pensó que lo iban a matar, o pensó que salía libre.

El hombre se impresionó y murió del corazón, se infartó y se murió el hombre, y después no sé, como andábamos en otra cosa, en la organización, en las primeras tareas, me dicen: –Hay un muerto, un hombre salió ahí. Entonces le digo a “Roque”: –Entiérrenlo ahí. Eso es lo que te puedo decir de nuestra llegada al Búnker.

Mónica: Esperate, terminemos el asunto. ¿Qué pasó en el resto de las instalaciones de Somoza?

Elías: Todo eso lo ocupamos; después bajamos al Estado Mayor y luego al área del Casino Militar, hasta ahí llegamos nosotros. Estamos hablando de las primeras horas. Después llegaron otros. Uno de los primeros fue Joaquín Cuadra.

José Ángel: Entonces, a todo el que llegaba se le daban armas, se repartieron porque había como dos mil fusiles Galil.

Mónica: ¿Entonces no fueron Polo Rivas con “El Chele Marcos” los primeros en llegar al Búnker?

Elías: Mirá, yo en eso no ando peleando; puede ser que hayan llegado primero que nosotros y que se hayan ido.

José Ángel: Yo sí, yo lo afirmo porque lo viví. ¿Cómo iban a llegar y luego irse? Sí, yo lo afirmo: nosotros entramos primero, a las nueve de la mañana.

Elías: Es que no es racional que hayan llegado y se hayan desaparecido. Luego, bajo yo. A éstos, los dejo, y bajo con un grupito a la Comandancia, al Estado Mayor; entonces entro con mis bróderes, los compañeros de columna, y voy a la cocina, la abro y me sale un perro salchicha, ¡guau, guau, guau! Le habían dejado un montón de comida al perrito, como para que aguantara varios días. ¡Tal vez pensaban que iban a regresar!

A este perrito jodido lo agarré, le di su sobadita y ahí lo dejé, hasta le tiré más comida. Después nos metimos a la oficina de Somoza, y ahí ya había otra gente del Frente Interno, ya estaba toda la pelota de gente. De ahí es la foto en que aparecemos con Javier Carrión, sentados en el escritorio de Somoza. Abrimos la caja fuerte y había unos dólares, creo que un dólar, y ahí nos quedamos; después llegaste vos, llegó Joaquín Cuadra.

Mónica: Al lado del despacho de Somoza, había unas bodegas de comida con unos buenos jugos de manzanas, de esos riquísimos. Pasamos días y días bebiendo jugo de manzana.

Elías: Después, al Casino, un edificio de dos pisos, donde había vinos, guaros y todas esas cosas. Y después llegó la Dirección Nacional, por la tarde y por la noche. Así estuvieron llegando y llegando.

En la casa Ele, me dormí en la cama que está allá arriba. Me sentía exhausto. Yo les digo a éstos: –Voy a estar un rato por aquí. Entonces me meto a una cama, y después me cuentan que era la de Somoza y la Dinorah, una cama de agua. Entonces, les digo a los muchachos, a Benito, a Tulio: –Voy a dormir un ratito; dentro de quince minutos, me despiertan. ¿Quince minutos? ¡Dos horas estuve dormido! Había una alfombra gruesa, ¿verdad, “Roque”?, vos la conociste.

José Ángel: Se le hundían a uno las botas ahí, le quedaban enterradas en la alfombra.

Elías: Éstos no me hallaban, me andan buscando; como yo había dicho que iba a estar quince minutos ahí. Dos horas me dormí, hasta que me llegaron a despertar.

José Ángel: El 20 nos fuimos a pie a la Plaza. Salimos en dos columnas a pie, y nada más, dejamos a los postas arriba. Y después volvimos a La Loma.

Elías: Después nos fuimos a tomar ENABAS. Nombré un Director y la Jefatura de la Policía. Ahí nombré a “Dimas” Segundo jefe de la Policía, y yo me autonombré jefe de la Policía de Managua. Todo eso fueron locuras, ¿verdad?, pero ahí estuvimos en la Central de Policía resolviendo los clavos más insólitos, pleitos de vecinos, robos de gallinas.

Mónica: ¿Vos no te acordás que nosotros formamos en la explanada al Batallón Rolando Orozco, que todas las mujeres andaban de boinas rojas? Fue el 20, y entraron Humberto y Víctor Tirado. Andaban con un cubano, “Augusto”, incluso hay fotos de eso; fue la primera parada militar que les hicimos, ahí. El cubano iba sentado en la trompa del jeep donde íbamos después, Humberto Ortega, Bayardo Arce, no sé quién más, y yo.

Elías: Me acuerdo bien, Juancito era su nombre y “Augusto” su seudónimo; murió hace poco de un infarto.

Mónica: Después de escuchar todos estos relatos, creo que es justo decir que no importa quién haya llegado primero al Búnker. Lo que sí es importante, es que triunfó una causa que todos los frentes de combate compartíamos. Que el sueño de Carlos y Pomares, de tantos héroes y patriotas caídos en la larga lucha contra la dictadura, había sido alcanzado. Que ese 19 de julio, como dice la canción del grupo Pancasán, fue el día que nuestro pueblo hizo suya la victoria.

Que estos testimonios, que estas Memorias de la Lucha Sandinista contra la dictadura somocista, reconstruyan la memoria histórica, inspiren y forjen el temple de las nuevas generaciones.



23 de octubre de 2009





NOTAS


1 Se refiere al Grupo de los Doce, integrado por igual número de personalidades que se agruparon en octubre de 1977 para respaldar las gestiones internacionales del FSLN Insurreccional o Tercerista. Luego ellos hicieron varias giras en Nicaragua, denunciando al régimen y promoviendo la lucha armada del FSLN.

2 Germán Gutiérrez es el compañero que trabajaba como tractorista en las plantaciones de tabaco; era responsable de rutas de abastecimiento de la Tendencia GPP y pertenecía a la Unidad César Augusto Salinas Pinell. En la insurrección final de Estelí, tuvo la idea de lanzar tractores de construcción contra las paredes del Comando, para hacer el asalto final.

3 Pablo de Jesús Aráuz Mairena “Bareta”, inmortalizado por la fotógrafa estadounidense Susan Maiselas, con una foto en la que aparece lanzando una bomba molotov contra uno de los últimos cuarteles de la Guardia Nacional, en Estelí.

4 Se refiere a Marcio Rivas Núñez, Alcalde sandinista en el período 2004-2008.


Últimos comentarios del relato

Comentarios

Queremos saber tu opinión sobre este Relato

(Arrastre una fotografía de su computadora y sueltela en el cuadro)