Memorias de la lucha Sandinista

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Dar la vida por un sueño

Enrique Yico Sánchez


Ramón Enrique Sánchez Arana, más conocido como Yico, es hijo de Gilberto Sánchez Bermúdez y Margarita Arana Jiménez. Nace en Jinotepe el 19 de mayo de 1935, de una familia acomodada. Se dedica a la compra, desarrollo y engorde de ganado para su venta. Manejaba unas cien cabezas de ganado. Además, era productor de otros rubros. También trabajaba como asesor para la formación de fincas ganaderas. Trabajó con Fernando Sequeira y Eduardo Chamorro Coronel en la formación de la finca “San Marino”, en Boaco. Recuerda con agradecimiento que en 1975, cuando cayó preso, sus socios le mantuvieron su salario durante un año.

Se casó con Yolanda Silva Zúniga, para entonces viuda de Orlando Castellón, un piloto de la Fuerza Aérea (FAN). Al casarse, ella tenía cuatro hijos, dos varones: Orlando “Chu” Castellón Silva, de tres años y Rafael, de cuatro; y dos niñas: María Yolanda y Vilma. Las niñas quedaron en manos de sus tías paternas. Yico y Yolanda procrearon además tres hijos: Oscar, Johana y Fidel.

Según relata él mismo, se crió en una familia en la que su padre era liberal, aunque aclara: “Nunca fue empleado público”.


Su convicción anti-somocista

Trinidad: ¿De dónde vino tu convicción anti-somocista?

Yico: Nace de ver muchas injusticias que habían. En la elección de Argüello con Aguado, me llegaron a sonsacar para que fuera a votar, cuando apenas tenía trece años, porque era alto y parecía de más edad. Yo vi que esas cosas no eran buenas para el pueblo.

También me impactaron los sucesos del 4 de abril de 1954, cuando tenía 19 años. Andaba dando una vuelta en bicicleta en Diriamba con mi amigo Víctor Vindell, y estando allí por donde fue el Diriamba Bar, vimos entrar una caravana de vehículos que suponíamos venían del lado del mar, en los que llevaban a varias personas presas, amarradas, y en medio distinguí a Adolfo Báez Bone, a Pablo Leal y a otros que no recuerdo. Yo los conocía porque mi papá era muy amigo de los Cruz y Liliam Cruz, (por cierto tía del Comandante Luis Carrión Cruz) era la esposa de Báez Bone.

Nuestra sorpresa fue que al día siguiente salió un comunicado de la Guarda diciendo que ellos habían muerto en combate. Nosotros vimos que los habían llevado presos hacia Las Esquinas, que estaban vivos. Entonces vi la gran atrocidad, la clase de gobierno que teníamos en Nicaragua, y eso me llevó a la convicción de luchar contra ese régimen.

En 1956 me impactó mucho la muerte de Rigoberto López Pérez, el poeta que ajustició a Somoza... ver la decisión de un hombre preparado, jovencito, de dar su vida, y luego, ya no digamos, la inmolación de todos esos grandes hombres, que se daba en Nicaragua. Después, la lucha de los muchachos que morían combatiendo a la Guardia, como Leonel Rugama, Casimiro Sotelo, toda esa muchachada preparada, jovencitas que dieron su vida por un sueño de ver una Nicaragua libre diferente a la del somocismo.


Participación el 11 de Noviembre

Trinidad: ¿Cómo te involucras en el Movimiento 11 de Noviembre?

Yico: Ese movimiento fue específicamente de jóvenes conservadores. Se realizarían ataques simultáneos en otras ciudades del país, pero al final solo ocurrieron en estas dos. Yo supe que “venía algo” porque el día anterior mi amigo Salvador Bermúdez, de Santa Teresa, me estuvo insinuando que se iba a dar algo. Me preguntó si yo participaría si se diera algo en Jinotepe, a lo que le dije que sí, que si era un movimiento bien planeado contra el somocismo, yo podía participar.

Al final no me informó nada concreto, por eso al darse los ataques yo me integré de inmediato. Hice muchas tareas, andábamos en un jeep que por cierto era del gringo, el papá de Helen Hall. Cuando una parte del grupo se fue a atacar Diriamba, me dejaron en Jinotepe. Cuando entró la Guardia Nacional (GN), me dediqué a buscar a los combatientes para que se retiraran. El 22 de noviembre me tuve que entregar junto a mi hermano Alfredo Sánchez. Pasamos diez meses presos. Luego formamos el “Movimiento 11 de Noviembre” que tuvo presencia en distintas partes del país.

Estos ataques fracasaron porque no hubo todos los aportes que se esperaba de otros departamentos, y solo se dio en Carazo, pero al mismo tiempo fue un gran triunfo, porque fue la primera gran derrota de la Guardia Nacional frente a un pueblo que se quería sacudir una tiranía.

Fue un ejemplo que sirvió de mucho al pueblo nicaragüense, porque vio que la Guardia no era invencible, que se podía derrotar. Esa es una de las grandes lecciones que produjo el golpe del 11 de noviembre y que salió del pueblo jinotepino. Hubo participación masiva, se llegó a los Cuarteles y allí se arrasó con todas las armas, se distribuyeron como se pudo, y la gente con aquella sed de lucha.

La verdad es que solo el golpe no basta, porque si no hay un trabajo previo, el pueblo no reacciona como lo hizo en Jinotepe. Esa creencia de que dando un golpe de esa clase, como la toma de un Cuartel, vas a tener todo el apoyo de un pueblo, no se corresponde a la realidad que ha habido en Nicaragua”.


Conservador anti-somocista

Como anti-somocista, Yico pensó que los conservadores podrían hacer el cambio y se involucró en la lucha electoral de 1966-1967 que encabezaba Fernando Agüero Rocha. Narra un suceso ocurrido durante esas elecciones, que también lo marcó: el asesinato en Jinotepe de Carmen Ruiz Rodríguez, conocido como “Cameta”, uno de los participantes de los ataques del 11 de noviembre.

Fue asesinado el domingo 18 de noviembre de 1966, en un cantón (mesa electoral) cuando se efectuaba la inscripción de ciudadanos, pues en febrero del año siguiente se efectuarían las elecciones donde Agüero iba de candidato frente a Anastasio Somoza Debayle.

Yico: Andaba con Carmen Ruiz, un muchacho joven con grandes dotes, sano, revolucionario. Estábamos protegiendo unos cantones, entonces llegó “Pedro Chiva”, un esbirro somocista miembro de la Asociación de Militares Retirados, Obreros y Campesinos Somocistas (AMROCS), y le pegó por detrás con un verduguillo a Ruiz, perforándole un pulmón. Corrimos para llevarlo a un hospital y salvarle la vida, a ver cómo le conteníamos la hemorragia y a tipificar gente para darle sangre. Todo el día fue de lucha, había más de veinte personas, la mayoría del “11 de Noviembre”, dando su sangre para tratar de salvarle la vida a este hombre.

Quiero relatar una anécdota. El Director de ese hospital era hermano de uno de los que manejaba el vehículo en el que trasladaban a los prisioneros del 4 de abril. Era el doctor Rodolfo González, de Diriamba, y nos quiso sacar del hospital argumentando que estábamos haciendo bulla. Vea –le digo yo– el que va a salir es usted, porque aquí estamos tratando de salvar una vida y usted viene a entorpecer nuestra labor. Él andaba una pistola en la cintura y lo primero que hice fue agarrarlo de la faja, le saqué el arma y a empellones lo expulsé hasta la calle. Después tuve que huir, porque sabía que el somocismo iba a actuar inmediatamente en contra mía.

Carmen Ruiz murió, pues no le pudimos contener la hemorragia, y al día siguiente, en su entierro, desplegamos las sábanas bañadas en sangre, que eran como banderas de lucha que el pueblo jinotepino presenció para que despertara contra el somocismo que era tan oprobioso y asesino.

Después de la muerte de Carmen, iba a venir Somoza. En Diriamba hicimos una papeleta en la imprenta de Paquito Alemán, que decía: “Somoza, los que vamos a morir por la patria, te saludan”, firmada por “Movimiento 11 de Noviembre”.

Cuando andábamos pegando las papeletas nos persiguió la GN en la ciudad. El Comandante departamental, Róger Bermúdez, nos dice que no salgamos de nuestras casas. Yo estaba en la acera de mi casa y veo que viene un AMROCS a apuñalarme, como a Carmen Ruiz. Agarré la tranca de un portón de mi casa y se la quebré en la cabeza.


Participación de Yico en la marcha del 22 de enero de 1967

Sobre los sucesos del 22 de enero de 1967, Yico tiene su propia versión, que resulta interesante contrastar. Él narró estos hechos así:

Yico: Después de los ataques a los Cuarteles de Jinotepe y Diriamba, organizamos en Jinotepe –y después en varias partes del país– el “Movimiento 11 de Noviembre”. Se dio una participación muy grande en Jinotepe, Diriamba, Masaya, Granada y León. En León participábamos con los estudiantes y muy especialmente con la gente del “Movimiento 23 de Julio”, pues ya había ocurrido la masacre de esa fecha. Estábamos organizando a toda esta gente con la idea de una lucha armada contra el somocismo.

El 11 de Noviembre tenía pláticas con la Unión Nacional Opositora (UNO), donde participaba Agüero, Pedro Joaquín Chamorro y toda esa camarilla de llamados opositores de ese tiempo. Nosotros teníamos un enlace con ellos, era Herty Lewites, quien nos comunicaba todas las cosas.

Herty nos informaba que en tal parte había unas armas, que había que ir a buscarlas. Nos traía planos de un lugar donde posiblemente había armas embuzonadas…, y así anduvimos en varios fracasos, siguiendo esas informaciones.

Cuando se llega el día 22 de enero, nos dirigimos hacia Managua con la gente que estaba organizada. Uno de nuestros dirigentes en Carazo era Orlando Matus, llamado cariñosamente “Cascarilla”, porque era bien flaquito, y nos representaba y manejaba el diálogo con Herty Lewites. Muchos llegamos a la casa de Fernando Agüero, allí quisimos platicar con él, pero no pudimos hacerlo directamente. Herty nos reunió y nos dijo que íbamos a ir a una manifestación así, así, así, y nos dieron unas banderas con varillas de hierro forradas con papelillos.

Después salimos hacia la manifestación, y se nos dijo que cuando Agüero diera su discurso, iba a mencionar algunas cosas, que estuviéramos alertas, porque allí iba a dar ciertas claves acerca de dónde estaban las armas y cosas así.

Salimos encabezando la manifestación, pero después les dije a los compañeros del “11 de Noviembre” que nos quedáramos atrás. Los llamé y les dije: Creo que esto una cosa muy diferente a la que planificamos y por la que venimos. Esta es una manifestación que no le veo lógica. Llamamos a Herty a quien expresamos nuestras inquietudes.

Después llegó Herty y nos dijo estas palabras: –Sí, tenés razón, la manifestación no es conforme con lo que se ha platicado. Esta es una manifestación pacífica, tenemos permiso hasta las cinco de la tarde que nos dio la Guardia Nacional, pero a las cinco de la tarde nadie se va a mover de la manifestación–. Y entonces le digo yo: –¿Y qué es lo que se busca con esto, esta es una manifestación tipo Gandhi pues?– –Bueno –me dice– más o menos vamos por allí, pero lo que esperamos es que cuando la Guardia nos diga que nos retiremos, nadie se va a retirar, y lo que se espera es que la Guardia dispare y mate a unas trescientas o cuatrocientas personas y ya con esto vamos a ir después a elecciones supervigiladas, van a venir las Naciones Unidas, va a venir la OEA, viene el mundo entero y nos van a dar garantías de unas elecciones completamente libres en Nicaragua, y como la oposición es muy fuerte, las ganamos de lleno–. Ése era el famoso plan que hicieron los famosos dirigentes de los partidos políticos.

Le pregunté a Herty Lewites de dónde iban a salir esos muertos, a lo que él me contestó que eso no se sabía, que nosotros, la gente organizada, teníamos que andar viendo que la gente no se moviera de la manifestación, y que íbamos a andar de cabeza a la cola haciendo esa labor.

Les dije que nosotros no estábamos apoyando esos planes, y que era mejor que nos fuéramos de ahí, pero como éramos gente organizada, la propuesta se sometió a votación con gente de León, de Masaya, Granada y Carazo, y llegamos al acuerdo de quedarnos pasara lo que pasara.

Recuerdo que como a las cinco de la tarde llegaron gentes que nos dijeron que en el Distrito Nacional se estaban concentrando los famosos AMROCS, para venir a reprimirnos.

Los que estábamos en la organización pensamos que en la noche nos podían cortar las luces, nos podían meter a toda esa gente, nos podrían asesinar y ni cuenta nos íbamos a dar, entonces empezamos a dar instrucciones para que todos los vehículos que había en las calles, que andaban con gente en la manifestación, se pusieran en las esquinas, tres vehículos en cada esquina, uno al centro, uno a un lado y otro al otro lado, a un lado y otro de las calles, porque a la hora de un apagón, íbamos a encender las luces y nos íbamos a tratar de proteger detrás ellos.

En esa misión andábamos cuando pasó un helicóptero, y yo estaba como a unas tres cuadras de la cabeza, organizando esto de los vehículos, cuando de las filas de la manifestación algunos salieron con pistolitas disparando tiros al aire, los que contestó la Guardia masacrando a la gente. No te puedo decir la cantidad de muertos, porque yo solo veía caer gente y caer gente, yo sé que había mucha gente de Jinotepe, de Santa Teresa, de todo el departamento de Carazo.

Fueron muchos los muertos. Me acuerdo que venía caminando en el centro de la calle de sur a norte, cuando llegamos a una esquina donde estaba Juan Parodi, hermano de Silvio, quien había sido asesinado por la Guardia unos días antes. Parodi dijo que en un carrito negro había armas. Corrimos varios a buscar las armas, destapamos la valijera del carro y sacaron de allí una subametralladora UZI, unas poquitas armas que las agarró Juan Parodi y otra gente, y después unos rifles 22 de un tiro y un pilón de botellas que decían que eran bombas molotov, pero en realidad solo eran botellas de gasolina. La gente las lanzaba a las calles y levantaban una gran llama y ¡pum! se apagaban, porque no llevaban aceite ni nada, solo gasolina.

En esa trayectoria llegamos al Gran Hotel, donde nos dijeron que ahí había una gente americana que andaba armada y que podíamos conseguir esas armas. Nos metimos al Gran Hotel, pero las armas eran de cacería, de turistas que venían a cazar palomas creo que al Mombacho.

Nosotros andábamos armas cortas, nos metimos a los cuartos de esos cazadores y se recuperaron escopetas de tirar palomas y agarramos a los americanos como rehenes.

La Guardia disparando, disparando al Gran Hotel, ya de noche. Salió mucha gente herida, gente campesina que tenía gran amor a aquella lucha y andaba sus pistolitas y salía a unos callejoncitos, adentro del Gran Hotel, ¡bang!, ¡bang! le disparaban a la Guardia, y se metían. La Guardia les contestaba con ametralladoras, los tiros rebotaban, así tuvimos una gran cantidad de heridos, por esas imprudencias o esa forma de lucha tan dispareja.

Recuerdo que en una esquina donde fue la barbería del Gran Hotel, en esa esquina baja, allí se armó un grupo de gente con unos cuatro o cinco rifles Gárand, y algunos rifles 22, y allí estaba un compañero que se llamaba René Saldaña, a quien le entró en el ano una bala que había rebotado en las paredes. Ese hombre gritaba y todo, corrimos a sacarlo y lo fuimos a poner a un lugar donde estuviera protegido, y unos trataron de buscar cómo trasladarlo en una ambulancia.

Serían como las ocho, siempre había esa pequeña disparadera, cuando me fui caminando y me metí a una pieza donde yo sabía que estaban Agüero y toda su dirigencia. Me acuerdo que Pedro Joaquín Chamorro le dice: “Hombré Fernando, esto ha estado mucho mejor de lo planificado. Esto ha sido más grande de lo planeado. Tengo informaciones –dice– de que ya en Managua hay gente que se tomó o intentó tomarse la Defensa y que en Jinotepe el Cuartel ya fue atacado por “El 11 de Noviembre” y muy seguro ya se lo tomaron”.

Cuando oigo eso, les digo: “Qué mala información tienen. ¿Cómo es posible que estén diciendo esas cosas, cuando toda la gente del “11 de Noviembre” está metida en esta ratonera que nos planificaron? ¿Cómo es posible que estén diciendo esas barbaridades, que esto es un gran éxito? Yo me retiré después de que les dije esas cosas, porque teníamos que seguir controlando a los rehenes, y ya iba avanzando la noche.

Después esos rehenes nos sirvieron para plantear que si la Guardia no dejaba de disparar, íbamos a ponerlos de modo que quedaran expuestos a sus disparos. Poco tiempo después se apareció una persona de la embajada Americana, junto a un militar de la Guardia Nacional, a querer parlamentar por los rehenes con quienes estábamos metidos allí.

En esas pláticas que tuvimos con esos señores, llegamos a un acuerdo: que amaneciendo, íbamos a entregar a la gente, pero con la condición de que nos pusieran buses que nos trasladaran a nuestros respectivos departamentos, sin ninguna represalia, sin que fuéramos a ser objeto de vejámenes.

Entonces aceptaron, y quedamos en ese acuerdo. Recuerdo que como a las cinco de la mañana, en la parte baja de la entrada del Gran Hotel, había un murito, como una tarima, al que se subió Pedro Joaquín Chamorro y dio un breve discurso, donde en síntesis decía que nos regresáramos con la frente muy en alto, que se había conseguido una gran victoria, y que eso se iba a reflejar muy pronto en unas elecciones libres y supervigiladas que iban a haber en Nicaragua. Ese era el modo de pensar de los partidos políticos y de la dirigencia nacional en esa época.

Julio Hernández: se le cumplió a la oposición de ese momento el cálculo de trescientos o cuatrocientos muertos que iba a poner el pueblo. Lo que les falló fue que habría elecciones libre supervigiladas y esto va a reafirmar posteriormente que la única opción que le quedaba al pueblo nicaragüense era el naciente Frente Sandinista.

Yico: Eso lo calcularon muy bien, porque, según he oído, fueron como trescientos cuarenta los muertos. Lo que vino después fue “El Triunvirato” y se les terminó ahí nomás con el terremoto, que fue donde Somoza se fortaleció de nuevo, botó al triunvirato y se erigió como único jefe.

Esto deja al desnudo que en Nicaragua la oposición a Somoza nunca fue oposición, sino una búsqueda de prebendas y de arreglos políticos para que los dirigentes quedaran muy bien montados.

Recuerdo los famosos pactos con los conservadores, y entre ellos, al principal pactista de Jinotepe y el principal zancudo jinotepino que teníamos en esa época: el doctor Julio César Avilés, padre del actual Jefe del Ejército. Recuerdo una anécdota, porque yo creía que Julio César era mi amigo, hasta que tiempo después descubrí que era todo lo contrario.

En ocasión de un famoso pacto anterior al llamado “Kupia Kumi”, me topé en el parque de Jinotepe con Julio Avilés y con un cuñado mío, Iván Zúñiga, y me dice Iván: –Hombré, me quieren dar a conocer el pacto que están haciendo. –Hombré –le digo yo, por favor no me platiques de esas cosas que no quiero saber de esas componendas políticas, a mí ni me mencionés esas cosas. Entonces me dice Julio: –Yo voy a llegar a tu casa, y te voy a contar todo lo que estamos haciendo para que veás que no estamos traicionando al pueblo con lo que estamos haciendo. Ve Julio –le digo, no llegués, porque nos hemos tratado como amigos y yo hice un juramento, que la primera persona que llegara a mi casa a querer ensuciar mi vida participando en pactos y componendas con Somoza, yo le daría con una tranca de 2x4 que manejo en un portón, así es que mejor no llegués.

Eso me confirmó muchas cosas después. Nosotros andábamos luchando por unos ideales y él siempre andaba luchando por su propio bienestar.


Su ingreso al FSLN

Trinidad: ¿Cómo te vinculás con el FSLN?

Yico: En este punto de mi vida, llego a la convicción de que la única alternativa era el Frente Sandinista. Tanto me motivaron los sacrificios y las muertes de tantos jóvenes y de tanta gente valiosa, que cada vez que daban una noticia de esas, yo sentía un estremecimiento muy grande. Y pensaba ¿cómo hacer para participar en el Frente Sandinista? Esto ocurrió a principios de los años 70. Yo buscaba contactos, pero era difícil hacerlo sin que fueras traicionado, sin que te fueran a denunciar por andar buscando una participación en esas luchas que eran tan difíciles, porque la muerte esperaba a todo el que militaba en el Frente Sandinista.

Recuerdo que tenía pláticas con mucha gente del Partido Socialista, de la Juventud Socialista, de gente revolucionaria, entre ellos recuerdo a Aristides Rojas, un muchacho que siempre andaba metido en los movimientos. Con él comencé a colaborar.

De esos primeros contactos tengo viva una anécdota con Aristides y un muchacho llamado Alejandro Gutiérrez Nos dirigíamos al lado de El Naranjo, a buscar la casa de unos colaboradores donde íbamos a poner una escuela de entrenamiento militar. Yo andaba en un Toyota rojo, y empezando la bajada de El Caimito, se nos fueron los breques. Era una bajada mala y era en invierno, llegamos hasta el plan del río. Sin breques, ya no pudimos seguir hasta donde nos dirigíamos. Esas cosas las hacía, buscar contactos, pero sin meterme de lleno en el Frente Sandinista.

Y recuerdo otra anécdota: un amigo ganadero que se llamaba Jorge Fernández, no hacía mucho tiempo me había vendido una pistola 9 milímetros, Smith & Weston. Mi mejor vaca lechera le di por esa arma. Pues resulta que este Alejandro Gutiérrez me la pidió, porque supuestamente se iba a ir a la montaña, y yo se la di con tres cargadores llenos de tiros. No sé si se fue, o qué fin tuvo, pero esa pistola me hizo falta después cuando tuve un encuentro mortal con Román Acevedo1.

Yo daba alguna pequeña ayuda económica a Aristides Rojas, y prestaba mi vehículo. Para entonces el hijo de mi esposa –que yo crié como un hijo–, Orlando Castellón Silva, ya participaba con Ricardo Morales y otros, y habían estado en mi finca, se reunían ahí, andaban en mi vehículo, yo sabía de toda su participación, pero yo aún no participaba de lleno.

Orlando estaba participando en la toma de la Catedral de Managua, y cuando se oyó aquí el estruendo del terremoto, me fui a buscarlo, a ver qué pasó. Cuando iba bajando, empecé a ver los incendios. Iba caminando como podía hasta que llego a la catedral, porque sabía que ahí estaban los muchachos. Sí–me dicen–, aquí estuvieron sacando muertos del Plaza, un night club que se había caído. A la orilla del lago los localicé, ahí andaba Fernando Cardenal. Saqué heridos, los llevé donde ellos me dijeron, y después me vine con Orlando y otros muchachos del movimiento cristiano de Carazo.


Orlando Castellón Silva, “Casimiro” (1954-1977)

Nace un 4 de diciembre de 1954 en Managua. Sus padres fueron Orlando Castellón, piloto de la Fuerza Aérea Nicaragüense (FAN) y Yolanda Silva, quienes procrearon cuatro hijos. Al morir su padre, su mamá se casa con Enrique Sánchez Yico, y los hijos varones se van a vivir con ellos. Orlando tenía apenas tres años y Yico se convierte en un verdadero padre que lo cuida y educa.

Realiza sus estudios de primaria en el Colegio San Antonio, y su secundaria en el Instituto “Juan José Rodríguez”. Participa en las protestas que se realizan en los años 1969 y 1970, respaldando a los maestros en lucha por sus reivindicaciones, así como en las tomas de iglesias por la libertad de los presos políticos. Se inicia en los movimientos cristianos con Arlen Siú, Hugo Arévalo, Mario Estrada, José Mendieta, y otros.

Participa en el ayuno por la libertad de los presos políticos en diciembre de 1972 en Managua, con Arlen Siú. Tras el terremoto de Managua en 1972, ayuda a organizar centros de refugio en Jinotepe. A principios de 1973 es reclutado para el FSLN y trabaja con Ricardo Morales Avilés.

En ese tiempo Orlando realiza tareas de concientización, organización de los estudiantes, reclutamiento y conformación de células. También trabaja como correo de los cuadros clandestinos, para lo cual utiliza los vehículos de su padre. Es Orlando quien lleva a Ricardo Morales y a otros dirigentes sandinistas a la Finca El Panamá, que se empieza a utilizar como un lugar de reuniones, y más tarde de entrenamientos, antes que el mismo Yico asumiera totalmente un compromiso militante.

Durante los años 1973 y 1974, Orlando está vinculado directamente a todas las actividades conspirativas, escuelas de entrenamiento y reuniones estratégicas que se realizan en El Panamá, y decenas de veces transporta a cuadros como Ricardo Morales, Pedro Arauz, Eduardo Contreras, Tomás Borge y otros.

Desde finales de 1973 hasta la fecha de su partida a la montaña, en octubre de 1974, Orlando trabaja bajo la responsabilidad de Mauricio Duarte. Sus calidades como militante lo hacen merecedor de participar en un Curso de Formación de Instructores, el cual impartieron Tomás Borge (Táctica e Historia), Eduardo Contreras (Historia) Mauricio Duarte (Armamento) y Ramiro Contreras (Primeros Auxilios).

Agustín Lara recuerda que para partir a la montaña, Orlando fue apertrechado por sus padres. “Le compraron las botas, el uniforme, la lámpara, y hasta el arma que llevaría a la montaña”.

Cuando “Casimiro” llegó a la montaña, lo recibió Omar Cabezas: “Allá un día se aparece Margarito, un campesino que nosotros ya conocíamos, con un compañero nuevo que le estaban mandando a Tello y que pasaba por donde mí haciendo escala, Eran como las cuatro de la madrugada y veo llegar a un muchacho grande, recio, alto, ojos de chibolón, pelo crespo corto, y en cuanto llega el pobrecito, lo veo que ¡pom! se sienta ahí como un fardo y lo miro que se está hartando el lodo, el lodo de la cara, en el pelo, el fusil hasta el tronco de lodo, “Omar Cabezas, yo sé que sos vos, ¡hermanito! Me dice apenas entrando y empieza a hacerme preguntas, las preguntas que yo le hacía a Tello, a Silvestre2 cuando los vi la primera vez, de que cómo es la cosa, cuantos hay, que para dónde va ahorita, que si hay varios campamentos, que si hay cocina, que si siempre tiene que caminar así como viene él ahí, que si tengo curita, alcohol para las ampollas y se quita las botas el pobrecito, y traía una gran herida en la mano porque se había caído y había puesto la mano para no quebrarse la cara en una piedra, un pañuelo lodoso enrollado en la mano. Ese era “Casimiro” que me conocía porque también era estudiante de la universidad, su nombre verdadero era Orlando Castellón Silva” (…) luego lo despachamos para donde Tello. (Cabezas Omar: 125)

René Tejada, “Tello”, cae en enero de 1975, o sea que Orlando pudo estar apenas unas semanas bajo su responsabilidad, en las que “Tello” lo instruye para resistir las durezas de su nuevo escenario de lucha.

En la montaña Orlando llegó a convertirse en jefe de una escuadra que operaba en los alrededores del campamento central de la Columna “Pablo Úbeda”: El Chile Iyás, Sofana. Los otros jefes de escuadra en ese tiempo eran Víctor Tirado López “Moisés” o “El Canoso”, Francisco Rivera “El Zorro” y Gabriel Chavarría Franco “Manuel”. Los jefes de la Columna “Pablo Úbeda” eran Henry Ruiz y Carlos Agüero. A pesar de su cómodo origen social, Orlando se desarrolló como un verdadero guerrillero de la montaña, conocedor del terreno y con gran capacidad y mística.3

Después de la muerte de Carlos Fonseca, Carlos Agüero conforma una columna denominada “Aurelio Carrasco”4, con la idea de operar ofensivamente. En dicha escuadra participan también Víctor Manuel Franco, como segundo, y Orlando, entre otros. Al caer Carlos Agüero, la “Aurelio Carrasco” quedó bajo las órdenes de Víctor Manuel Franco y Orlando Castellón.

La brutal represión desatada por la Guardia ese año, termina por desarticular a los guerrilleros, quienes se dispersan en distintos grupos: William Ramírez baja con Crescencio Rosales, y logran llegar a los minerales del Caribe; Ana Julia y Marcelino Guido, son capturados; Hugo Torres con otros seis guerrilleros inician una larga marcha y logran llegar a Honduras; y Orlando Castellón trata de salir a la ciudad en compañía de Aquiles Reyes Luna, son sorprendidos por la GN y caen en desigual combate en Zinica un 23 de septiembre de 1977.

Quienes le sobreviven, recuerdan a Orlando como un muchacho tenaz y convencido de la justeza de los objetivos por los que luchaba. Llega a ganarse la confianza de los jefes en la montaña porque fue capaz de vencerse a sí mismo, superando las limitaciones propias de su condición de estudiante y hombre de la ciudad. Fraterno y alegre, contribuyó con su ejemplo a generar nuevas camadas de revolucionarios que lo honraron levantando sus banderas y luchando hasta la victoria sobre la dictadura somocista.

*

Yico: Después de la muerte de Ricardo Morales, en Carazo apareció Mauricio Duarte a reconstruir el trabajo. Llegó a mi casa y me le ofrecí varias veces para hacer ciertos movimientos.

Orlando Castellón, me dijo: No papá, no se meta usted en esto, déjeme a mí, déjeme a mí, porque él sabía el peligro que representaba, y como yo era el jefe de la casa, pues entonces él me protegía en el sentido de que yo no me involucrara mucho con la gente del Frente Sandinista.

Pero era casi imposible que yo no llegara a eso, porque era eso lo que yo buscaba y quería, pertenecer y participar. Entonces Mauricio me plantea usar mi casa como su casa de seguridad y yo le digo que sí, con todo gusto, y empezamos a trabajar más de cerca, porque mi casa era visitada en esa época por la compañera Arlen Siú, por Pedro Arauz Palacios, que siempre andaba en una moto, y después llegaba Eduardo Contreras, y ya empezamos a planificar y a hacer las escuelas en mi finca El Panamá.

Para eso hicimos varios cambios en la finca: primero, fue traer gente de otras partes para que sirvieran de mandador o de trabajador con las vaquitas lecheras que habían allí. Era gente de confianza del Frente Sandinista, porque ahí iban a hacerse cosas muy delicadas, y así empezamos las escuelas militares. Si no recuerdo mal, serían unas trece escuelas. Participaron muchos, pero nos instruían no ver a las personas y entre menos se supiera era mejor; entonces yo vi pasar gente y vi pasar gente pero no las reconocía, hasta que con el tiempo vine sabiendo quiénes eran.


Juan Bautista Castro


Campisto, correo y combatiente

Juan Bautista Castro nace en El Viejo, Chinandega, el 29 de agosto de 1955. Es hijo de José Castro Padilla y María López Aguilera. Sus tíos colaboraban con el FSLN y sus viviendas eran casas de seguridad. Fue reclutado tempranamente por Plutarco Elías Hernández Sancho, a quien ellos conocían como “Alfonso”.

También llegaba a su casa Juan José Úbeda, pero su responsable directo era Amílcar Lorente Ruiz, conocido como “Chequél”. Por ese tiempo trabajaba en labores del campo y estudiaba por las noches. Entre sus tareas militantes estaba la de correo de comunicaciones clandestinas entre León y Chinandega.

En 1974, Juan José Úbeda le comunicó que iba a pasar a la clandestinidad. Él planteó que por lo menos le dejaran terminar el sexto grado, pero Úbeda le respondió: “La Revolución no espera”. Pensó que iba para la montaña. Un día lo trasladan en un vehículo, iba con los ojos vendados y a su lado estaba otro compañero cuyo seudónimo era “Alejandro”, pero después supo que se llamaba Francisco.

Cuando le quitaron la venda, miró que estaba en una finca de ganado. Ahí les explicaron la misión. No iban a la montaña, estaban en Carazo. “Alejandro” sería el mandador, y Juancito el campisto de la finca El Panamá. “Alejandro” fue instalado con su esposa en la casa que le correspondía como mandador.

Esta finca venía usándose desde hacía dos años para entrenamientos selectivos, y para reuniones de alto nivel, y una de las formas de mantener la secretividad de su uso era la de ubicar como personal de trabajo a militantes sandinistas. Juan Castro cuenta que aprendió lo relacionado a sus tareas: ordeñar, arriar vacas y montar en un caballo que lo botó varias veces. Juancito llevaba en su montura las pichingas de leche, y también comunicaciones clandestinas. Así mismo, compraba víveres para alimentar a los guerrilleros que estaban entrenándose.

Recuerda que había estrictas medidas de seguridad, y a la casa donde se mantenían los guerrilleros, no podía entrar nadie. En todo el tiempo que estuvo ahí, conoció a Carlos Agüero Echeverría, Pedro Arauz Palacios, Mauricio Duarte, Crescencio Rosales, Arlen Siú Bermúdez, Hugo Torres, Agustín Lara y Eduardo Contreras. Recuerda las pláticas con algunos de ellos y cómo le sirvieron los consejos y enseñanzas que recibió para desarrollar su vida militante, en particular cuando más tarde estuvo prisionero.

Por su parte, Yico Sánchez, el propietario de la finca, recuerda que hubo un momento en que Juancito le comentó que “Alejandro” estaba incurriendo en fallas de seguridad. Tenía una querida en el vecindario y además de los problemas con su esposa, empezó a tomar licor. Yico le planteó el problema a Eduardo Contreras, y una noche éste se apareció con Plutarco Elías Hernández, para que arreglara el problema generado por mala escogencia del personal.

Dice Yico que Plutarco Elías iba a tomar las máximas medidas de severidad contra “Alejandro”, pero que él se opuso tenazmente, y entonces Eduardo Contreras cedió, tomando la decisión de llevarse a Alejandro de la finca.

A principios de 1975, después de la “Operación Diciembre Victorioso” en la casa de Chema Castillo, le orientaron a Juan Bautista regresar a Chinandega, pero en ese departamento se había desatado una gran represión. Le indicaron que fuera a una casa de seguridad, pero cuando capturan a “Chequél”, éste entrega la información sobre toda la estructura, y durante ese año fueron capturadas más de doscientas personas en el departamento. Y todo se derrumbó como si fuera un castillo de naipes. Así fue que descubrieron las fincas donde se realizaban los entrenamientos en Telica y El Sauce, que es donde cae Arlen Siú y otros compañeros.

Todos los familiares de Juancito cayeron presos, por un tiempo él logró evadirse, pero finalmente fue capturado. Eran los tiempos del Consejo de Guerra Extraordinario, así que fue juzgado y sentenciado a sesenta y siete años de cárcel. Su condena estuvo entre las mayores, solo superada por las de Carlos Agüero, Tomás Borge y Juan José Úbeda.

En agosto de 1978, después de más de tres años de cárcel, es rescatado mediante la “Operación Muerte al Somocismo”, que logra la toma del Palacio Nacional, y sale con decenas de liberados, hacia Cuba. Ahí Juan recibe preparación política y militar en guerra de guerrillas. En 1979, en plena insurrección final, entró por el Frente Norte con la Columna “Nelson Suárez”. Pasaron por San Juan de Limay, El Sauce y llegaron finalmente a Estelí a reforzar a los insurgentes.

Juan Bautista Castro se enorgullece de ser fundador de los órganos de la Dirección General de la Seguridad del Estado (DGSE). Después pasó al Centro Superior de Estudios Militares (Academia Militar) en donde formaba parte del Curso Superior de Armas y Servicios. Se retira en el año 2010 con el grado de Capitán.

*

Yico: Empezamos a hacer crecer al Frente Sandinista, porque éste había quedado prácticamente aniquilado después de tanta represión. Es la época de acumulación de fuerzas. En esa etapa había métodos de trabajo muy serios, unas formas de investigación muy serias con las personas que querían participar, para darles entrada y darles tareas. Hacíamos investigaciones muy minuciosas, los hacíamos llenar una ficha que contenía, por ejemplo: quién era, de dónde venía, quiénes eran sus padres, quiénes eran sus amistades, qué preparación tenía en los colegios o en las universidades, etcétera.  

Les decíamos que nos dieran nombres de gente que ellos supieran que podían participar en el Frente Sandinista, entonces nos daban dos, tres o cuatro nombres y a esos nombres los íbamos tomando muy en cuenta, llevábamos más o menos un fichero con los nombres, como futura gente que podía participar, y ya cuando a una persona nos la mentaban dos o tres veces, buscábamos quién era el más amigo de ella que estuviera en nuestra organización y le decíamos que le hablara para ver cómo respondía, y si aceptaba, irle dando pequeñas tareas, irlo conociendo. Así fuimos haciendo y así fuimos creciendo, paso a paso, pero con mucha firmeza, sólo reclutando gente que tuviera convicción. Nosotros teníamos gran cuidado de que no fuera una persona traidora.

Ese fue el gran trabajo al que nos dedicamos y eso lo hacía con Mauricio Duarte y Eduardo. Nosotros analizábamos entre los tres, nos reuníamos, pasábamos horas analizando y viendo y después se pasaban los nombres a otra clase de organización, donde a esa gente la mandaban a hacer ciertos entrenamientos, les daban ciertos trabajos, ciertas participaciones, para irlos conociendo más. Entonces ese trabajo de hormigas que fuimos haciendo, fue dando grandes y grandes resultados. Íbamos creciendo.


Las escuelas en la finca El Panamá

La Dirección Nacional que conocí eran Eduardo Contreras, Pedro Arauz Palacios y Tomás Borge Martínez, quien era uno de los instructores de las escuelas que se impartieron en la finca El Panamá. Fueron de diferentes niveles. Empezamos con el disfraz de los cursillos cristianos, en los que participaban Luis Carrión Cruz y otros dirigentes, como el padre José Antonio Sanjinés. Por cierto, en mi finca dio la primera comunión mi hija Johana, con ese padre Sanjinés. Se hicieron escuelas elementales para combatientes, y después pasaron a otros niveles. Conocí a todos esos luchadores, toda esa gente que dio su vida y que la dieron sin pensar en un futuro para ellos, sino que era un futuro que se soñaba para el bienestar del pueblo.

Recuerdo las pláticas que teníamos con Eduardo, Pedro Arauz y Mauricio Duarte. Les preguntaba cómo íbamos a hacer para darle a todo un pueblo esa vida tan buena que pensábamos, entonces Eduardo decía que había que educar al pueblo, que con la educación, con la preparación del pueblo se conseguiría. Eduardo era un genio para conocer de todo, tenía una cabeza grande.

Nos habían formado en la mística, debíamos tener gran preparación y no fallar en nada. Teníamos que ser ejemplo en las ciudades, especialmente los cuadros abiertos, es decir, los no clandestinos, porque yo era un cuadro abierto del Frente Sandinista, no porque supiera la gente que yo era del Frente, sino por mi trayectoria de lucha contra el somocismo desde el “Movimiento 11 de Noviembre”. Por eso teníamos tanto cuidado en el trabajo con el Frente Sandinista, y a esos compañeros nosotros los protegíamos como se protege a un niño en su casa.

¡Teníamos aquella puntualidad! No podíamos atrasarnos ni un minuto al ir a traer a la gente a León, Chinandega, Boaco, a todas partes donde nos movilizábamos trayendo a quienes iban a participar en las escuelas. Teníamos que manejar sincronizados los relojes para estar en el lugar con puntualidad, fuera la distancia que fuera, porque en eso estaba la vida de los compañeros y la de uno. Para poderte enfrentar a los guardias, teníamos que superarlos y ser más cuidadosos, y así nos formamos y nos forjamos y tratamos de forjar a todos los militantes en las escuelas que se hicieron en la finca.

Vinieron de la universidad, por ejemplo, Hugo Torres y Agustín Lara quienes estuvieron unos dos meses allí, como en una casa de refugio. También estuvieron Joaquín Cuadra Lacayo y Omar Halleslevens, quienes fueron jefes del Ejército de Nicaragua. Allí pasó también, pero por otras cuestiones, René Núñez Téllez, hoy Presidente de la Asamblea Nacional.

Una vez llevé a una señora que vino de Costa Rica, que era monja, y me dice –Necesito que me le lleve esto al compañero…, no recuerdo el seudónimo de Eduardo Contreras. Me acuerdo de una repostería que traía de Costa Rica, de la que sacamos un tubito en el que venía metido un papel tan fino…, yo lo llevé a Eduardo, que estaba en la finca que queda a cuatro kilómetros de aquí de mi casa, y se lo entregué como a las seis de la tarde. Lo que más me sorprendió fue que sacó aquel papel y comenzó a extenderlo y era grande, un papel que era una cosa finísima y aquella letra finísima y se puso a leerlo en la oscuridad de las seis y pico de la tarde en el monte, lo leyó y lo leyó, y después me dice: –Espérese que tiene que llevar respuesta. Leyó aquel papel que era como leer un periódico, y esperé la respuesta. Escribió en un papel y yo lo entregué aquí a la compañera.

Este compañero tenía una gran preparación y ¡cómo asimilaba! Era una maravilla y tenía una sangre fría impresionante. Cuando estábamos en una de esas escuelas, yo me había traído unas armas a mi casa. Eran tan poquitas que se ocupaban en una parte y en otra, así era la limitación.

Eduardo vino a mi casa y salió con unas tres armas en unos sacos de bramante. Se veía que pesaba aquel saco. Tenía que caminar como unas cinco cuadras, buscando el vehículo. Pero como a las doscientas varas de la casa miré que se topó con una patrulla de la Guardia y yo dije: ¡va a haber un problema aquí! Pero Eduardo pasó al lado de los guardias con aquella sangre fría. Me sorprendió la forma en que él iba caminando, con su arma en la mano y todo aquel saco pesado…, y aquel hombre pasó como que no era nada, no existía nada y no sospecharon completamente nada.

Él tenía una gran seguridad para actuar en todo lo que hacía. Eduardo Contreras era un hombre con una gran preparación, que había estado en Europa, en Alemania, hablaba varios idiomas, y así era la Dirección Nacional del tiempo que nosotros conocimos, esa Dirección grandiosa de esos hombres que su vida no valía nada más que para el objetivo de su lucha. En honor de esos hombres que murieron, que dieron todo y que hoy son tan olvidados que nadie los menciona, en nombre de esas cosas es que estamos nosotros recabando estas historias para que sean conocidas tal y como se originaron verdaderamente aquí en Carazo.

Trinidad: Con tanta actividad en la finca, ¿nunca los descubrieron?

Yico: Tomábamos medidas de seguridad, como tener personal de confianza, pero yo hacía todo normal, incluso mantenía relaciones con la Guardia de manera que nunca sospecharon.

Había una casa en la finca que tenía varios apartamentos. Cuando ya iba cerca de la finca, pitaba para que no hubiera nadie a la vista. Yo visitaba la finca cinco o seis veces al día, como era negociante ganadero, traía ganado de Managua, y lo vendía allí en la finca, ahí le entregaba a otros ganaderos. La finca era muy visitada, y eso era parte de su cobertura.

Me acuerdo de una vez que invité al General Róger Bermúdez “Suavecito” que tenía una finca cerca de la mía. Lo llevé para que viera unas pequeñas chancheras en improvisadas instalaciones. Estaban ahí combatientes del Frente y sin embargo, fuimos a la chanchera, estuvimos platicando, vimos todo con este militar somocista. Nosotros nos conocíamos en los establos, en las cosas de ganado. La gente del Frente estaba metida en un cuarto y no salían a nada.

Cuando fuimos a la finca, el General fue sólo conmigo en mi vehículo, platicando amigablemente, pero después del golpe de la casa de Chema Castillo, me echaron preso, por supuesto, y a él le entró la duda.

Platicando después del triunfo con este General Róger Bermúdez, me dice: –Hombre, sacame de una duda, cuando me llevaste a tu finca, ¿esos “tigres” estaban ahí? –Hombre sí, allí estaban. – ¡Qué barbaridad la tuya!, ¿cómo hiciste esa barbaridad de llevarme? –Pues eso era parte del trabajo –le digo, entre más público visitara la finca más seguro era–. Entonces esa era la forma en que nosotros trabajábamos.

Esa es parte de la mística con que trabajábamos. Hacíamos trabajo entre los guardias. Teníamos algunos amigos guardias. Por ejemplo, ese Sargento Salguera que murió en Nandaime cuando la Guardia llega a la casa donde estaban Juan José Quezada y los otros. Lo descubren y lo matan. Yo sé que allí no muere Ricardo Morales, había sido capturado la noche antes, saliendo de una casa, por no andar documentos y cosas así. Después de la muerte de Salguera, sacan a Ricardo y a Óscar Turcios, que estaban presos, los van a matar a La Montañita, y los presentan como muertos en combate. Dicen que iban huyendo y que mueren en combate, pero eso era falso. Fueron asesinados. Yo era amigo de Salguera, porque ambos éramos galleros, además él me vendía armas y tiros, pero sin saber hacia dónde iban.

Ese era el modo de actuar de la Guardia Nacional (GN), que era lo más oprobioso y lo más asesino que ha habido. Aunque a la gente después se le olvidan las cosas malas que se dieron, ¿por qué?, tal vez nosotros no hicimos las cosas de la mejor manera. Entonces empezaban a sacar bondades del somocismo, y ya las cosas tan malas del somocismo, ya en cierta época eran más bien vistas como cosas muy buenas. Y se olvidan porque no conocieron al somocismo.

Lo digo porque ayer estaba leyendo un periódico donde sale el partido somocista de la mano del partido de Daniel Ortega. No el Partido Liberal, estoy hablando del verdadero partido somocista. Me sorprende, porque cuando triunfó la Revolución Sandinista, se prohibió todo lo relacionado al somocismo, sin embargo, al Estado entró a trabajar gente que le hizo mucho daño a la Revolución.

A la Revolución Sandinista prácticamente la botó el somocismo, porque se metió a trabajar de lleno en las filas del Frente Sandinista, y como era gente sin moral, sin ningún valor, ni podían reclamar nada al gobierno sandinista. Esa gente tuvo gran acogida en el Frente porque eran los “somosandinistas”, porque eran los “sí señor”, para todo. Se prestaban para hacer las tareas y entre más daño para el pueblo, más se prestaban y eso le hizo un gran perjuicio al Frente Sandinista.

En aquellos tiempos nosotros pensábamos y actuábamos con una mística diferente. Quiero contarles otra pequeña anécdota. Me recordaba que efectivamente aquí en mi finca también estuvo Víctor Tirado López. En una reunión5 donde participaban compañeros de la montaña que están discutiendo cuestiones ideológicas y las separaciones, llego yo a la finca, entonces me sale el compañero que conocíamos como el dirigente “El Canoso”, de la zona del norte, después me di cuenta que era Tirado, me llama y me dice: “Compañero aquí están estos cuatrocientos pesos –algo así, no recuerdo muy bien cuánto era–, –necesitamos que se haga un favor, aquí está este radio pequeñito porque hay un campesino que lo estimamos mucho en la montaña y se ha enamorado de él, entonces queremos comprarle uno nuevo pero que sea igual, vaya a buscárselo”.

Me vengo a Jinotepe y voy a buscar a las diferentes tiendas que vendían cosas y no lo hallé. Paso por donde Armando Siú, papá de Arlen Siú quien tenía un negocio, y le digo, –don Armando, necesito comprar un radio, pero que sea muy parecido a éste, entonces dice don Armando a su esposa: – ¡Oye Rubia, aquí está mi radito que se me perdió! Y eso me pone a mí rojo, blanco, verde, no sé ni de qué color, entonces me pregunta don Armando: –Y ¿cómo llegó a tu poder esto? Entonces le hago un cuento… que yo no acostumbro comprar nada en la calle, pero pasó alguien y me ofreció el radio y se lo compré.

Entonces vuelvo a la finca y le digo a “El Canoso” que vengo sin el radio viejo y sin el nuevo. Entonces me dice Tirado López: – ¡Ay! compañero, se nos olvidó decirle que no fuera a la casa de Armando Siú, porque la Arlen es quien lo había entregado. Entonces yo quedo donde Armando Siú, como “un tope”,6como un comprador de cosas robadas y no se me quitó aquella espinita.

Cuando salgo de la cárcel, ya la Arlen está muerta, y me fui donde don Armando Siú y le digo: don Armando, vengo a aclararle que aquel radito que usted me lo quitó, como que yo lo había comprado, pues yo le dije que lo había comprado a uno de la calle, ese radio lo había dado la Arlen. –Sí, sí, yo sé, yo conocía que ella daba muchas cosas, me dijo. Pero sí, yo tenía esa espina clavada y le digo: –Por eso vengo a decirle que no soy “tope”, sino que su hija lo había pasado a la organización”.


El asalto a la casa de Chema Castillo y la dolorosa división.

Enrique Sánchez, Yico, supo que se preparara un golpe, y le dijeron que después del mismo, se desataría una ofensiva. Se decepcionó cuando la ofensiva no se produjo, y en cambio se sufrió una terrible división que él considera responsable de la muerte de grandes dirigentes sandinistas.

Yico: A Mauricio Duarte yo le decía “El bachiller”, –El Bachi– y a Eduardo Contreras, no recuerdo con qué seudónimo se comunicaba conmigo, pero yo era un hombre inquieto y le hacía preguntas. Le interrogaba que cómo íbamos y me decía que íbamos avanzando a pasos agigantados. Allá una vez le pregunto y cómo vamos, hombré –me dice, tenemos la convicción de que podemos empezar a enfrentarnos a la Guardia, empezar a darle golpes y que podíamos llegar a derrotarla, pero aunque teníamos la gran necesidad de empezar a combatir a la Guardia, no se hacía mientras no sacáramos los presos que estaban en La Modelo, porque en represalia, a esos presos los iban a matar.

Había planes de sacar a los presos políticos por medio de infiltración que ya había en la Guardia Nacional, o por medio de secuestros y hacer intercambio. En uno de esos planes, me dijeron que a los presos los llevarían a mi finca cuando los liberaran. Íbamos a llevarlos por muchos caminos, pero teníamos que llegar a la finca El Panamá. Allí teníamos un lugar muy apropiado en una cantera cavada a mano, donde yo iba a poner unos barriles con agua y alimentos. Nadie tenía que saber esto, hasta que ya tuviéramos la gente que tuviera la convicción y que estuviera involucrada en serio en el Frente Sandinista. En esos proyectos recorrimos caminos de Masaya, de La Modelo, por diferentes rutas y diferentes planes, para llegar hacia la finca. Por cualquier dirección íbamos a llegar allí.

Yo tenía alguna idea entonces de cuándo se va a dar el golpe donde Chema Castillo. Tenía unas armas que usaba para mi defensa, eran una escopeta 12 y una pistola tipo Magnum 38.7 Eduardo se apareció una noche, en los últimos días de diciembre, y me dice que le de mis armas, porque las va a ocupar, y bien ocupadas, me dice, porque vamos a hacer una acción para sacar a los presos, y vamos a sacar riales y a armarnos para empezar a dar la lucha en vivo en contra del somocismo. Él tenía gran seguridad en lo que iban a hacer, y era gente preparada. Estas armas sí tuvieron un excelente uso, no como las que le había dado a Alejandro Gutiérrez.

En ese tiempo mi esposa Yolanda iba a comprarles treinta o cuarenta libras de carne y otros víveres. Se le entregaban a Leonel Espinoza, quien venía a llevar esas encomiendas que hacían, porque eran para la gente que se estaba preparando para ese golpe allá en El Crucero

Cuando se dio el golpe de la casa de Chema Castillo, yo entiendo que Eduardo entró con la escopeta que le di, al frente de ese comando. El golpe fue tan exitoso y tan maravilloso, que despertó en Nicaragua entera una euforia de optimismo, de confianza en el triunfo de la Revolución, porque de estar enterrado como estaba, el Frente Sandinista da un salto, sale con semejante golpe y las proclamas. Después de estar muerto, acabado, como decían, sale con la gran fuerza y se dispara, y el mundo entero queda sorprendido y admirado de su proeza.

Me sorprendo después de que no se sigan los planes de los que me hablaba Eduardo, que dándose ese golpe, sacándose a los presos, haciendo una recuperación de dinero fuerte, se iba a empezar a golpear, ya con suficientes armas, con un pueblo bien organizado, se iba a golpear en las ciudades y en las montañas e iba a derrotarse en muy poco tiempo a la Guardia somocista

Me sorprendió y me golpeó tanto, en el sentido de que no se dan las cosas que esperábamos y más bien empieza una represión de la GN: Se dejó a la Guardia tranquila, sin actuar, sin nada, y ésta coge gran fuerza para reprimir y asesinar al pueblo y empieza a matar y a matar gente; y después se deja completamente desprotegida la montaña.

Ya se hablaba muy fuerte de la división del Frente Sandinista, pero yo creía que se iba a superar rápido. La famosa división es el crimen más grande cometido en contra del pueblo nicaragüense por el Frente Sandinista. No culpo a ninguna persona, más que a un FSLN que lo quería tanto el pueblo, que luchó tanto el pueblo por su formación. El Frente Sandinista traiciona al pueblo con la división, porque eso permitió que la Guardia asesinara a tantos hombres y mujeres maravillosos que tenía el Frente, por su divisionismo y sus pecados de ambiciones.

Así cayeron Carlos Fonseca Amador, “La Gata” Munguía, Carlos Agüero Chavarría, Orlando Castellón Silva y otros, quienes dieron su vida sin esperar recompensa. Lo único que querían era que el pueblo nicaragüense lograra su liberación, y transformar todas sus grandes debilidades adquiridas con el somocismo.

Yo seguí siendo sandinista, no tuve que ser GPP, ni Tercerista, ni Proletario, yo me llamé siempre Enrique Sánchez, sandinista, y acogí, platiqué, luché y participé con el que fuera, sin pensar en divisiones. Por eso yo condeno esa división y la señalo como causa de muchos muertos.

No puedo olvidar que en los años ochenta, se apareció en mi casa Bayardo Arce Castaño, y me dijo que quería ir a la finca para recordar los tiempos cuando él estuvo ahí en entrenamiento. Platicando con él, me dice: “En esta finca fue destituido de su cargo Carlos Fonseca Amador”. Y ¿cómo es eso?, le pregunté, “Bueno, es que aquí se decidió, que si quería ser dirigente, tenía que estar en el país y luchar en el país”.

Verdad es que Carlos Fonseca fue obligado a entrar al país sin tomar en cuenta las grandes limitaciones que tenía, pues casi no veía. Además, que él era un tesoro que había que buscar cómo conservarlo, porque era lo primordial de la Revolución, porque era el hombre que planificó e hizo y formó al Frente Sandinista. ¿Cómo lo obligan a ir a buscar que se depusieran las diferencias que había en las tres tendencias, a buscar una unidad? Él iba a la montaña en busca de “Modesto”, pero llegar a donde estaba él era una cosa tan difícil porque estaba en las mayores profundidades de la montaña y tenía que recorrer mucho para poder llegar hasta allí. En esa marcha fue sorprendido y allí es donde lo matan.

Entonces me quedé asustado cuando Bayardo Arce me dijo que en la finca El Panamá había sido destituido en una reunión el Comandante Carlos Fonseca. Eso nos da una dimensión del gran daño que hizo la división al Frente Sandinista.


La cárcel y las torturas

Después de la muerte de Mauricio Duarte, se extendió la represión y capturaron a Yico Sánchez. Entonces pasaron a la clandestinidad los principales cuadros jóvenes del departamento. Le preguntamos a Yico si fue torturado y cómo fue que salió de la cárcel.

Yico: “Como yo solo tengo un brazo útil, entonces me tenían esposado, colgado de una argolla en los portones de la casa presidencial, y parado, no me podía sentar. No sé cómo escamoteé un pañuelo, y ese pañuelo lo amarraba en la argolla, y ahí colgaba el brazo para que la esposa no me estrujara más, y así pasé varios días. Después pasé a las celdas de tortura. Ahí te ponían un aire acondicionado a todo meter, y uno sin ropa, era horroroso eso porque hacia un gran frío. Me tuvieron varios días como en ablandamiento, decían ellos. Me preguntaban mucho de Aristides, y me decían: qué sabés del coto hijo de tal… yo les decía, –No sé, es jinotepino y lo conozco como jinotepino–.

Cuando me sacaron a dar mi declaración, no quise hablar nada porque no sabía nada de nada, me acuerdo que habían llevado presas a varias personas del lado de Chinandega, entre ellos a Juan de Dios Torres, de la comunidad de “Tom Valle”, quien luego fue juzgado y condenado por una Corte Militar. Ahí cayó también un muchacho de apellido Espinales, a quien yo lo había sacado de la finca con una costilla quebrada.

Me preguntaban cosas que parecía que ellos sabían. Pero en un momento me dijeron que hiciera flexiones, pechadas, y yo no podía hacerlas por el problema de mi brazo, Ahí perdí la paciencia y les dije: – ¡Yo no hago eso, porque yo no soy payaso de ningún hijueputa!–.

Nosotros teníamos orientaciones de no perder la paciencia. Lo importante es no hablar nada, y nos ponían como el ejemplo más grande a Ricardo Morales, que nunca había hablado. Yo estuve varios meses en interrogación y nada. Y sabían, porque hablaban entre ellos para que yo oyera: –No, si este hijueputa sacó a aquel blanquito de su finca–. Se referían a este muchacho que yo había sacado, Samuel Espinales.

Me puse a pensar cuál iba a ser mi declaración, porque dije, éstos ya saben todo. Yo planee qué es lo que iba hablar y cómo iba hablar. Nosotros teníamos como escuela hablar lo que ya todo mundo sabía. Si teníamos que hablar era sobre gente que estuviera en la montaña, o que hubiera muerto. Voy a decir los que conozco. Entonces hice mi declaración basada en Orlando Castellón, quien ya estaba en la montaña, diciendo que yo no podía hablar cosas que mi hijo estaba haciendo, porque nunca iba a culpar a mi hijo. Esa declaración me llevó al final a salir.

Estuve preso como once meses. A mí me habían condenado y no iba a salir. Esto me lo contó el doctor Aquiles Centeno Pérez, el papá de la Yadira Centeno. Pero yo desde antes era muy amigo de Vergara, quien era el presidente de la Junta Militar que nos juzgaba. Otro hombre que se portó muy bien conmigo, fue el fiscal Oscar Merlo Murillo, originario de San Rafael del Sur. Cuando vio mi declaración, me dijo: –Si vos sabés algo de Orlando, buscá cómo avisarle para que no vaya a caer, porque si cae lo matan.

Cuando a mi esposa le dicen que yo no iba a salir, le fue a contar a Vergara, y éste le dijo que tenía una cita con Somoza y que iba a hablar por mí. Mi señora me contó que volvió muy alegre, diciendo: –Ya el General me dijo que sale. Dice Vergara que Somoza dijo que él había averiguado que Orlando era un muchacho que yo había criado como hijo mío, porque mi señora había sido casada con un aviador que era militar, y que yo no podía tener culpa por no hablar de cosas en donde estaba metido mi hijo. Somoza dijo: –Para mí, sáquenlo, no tiene culpa, hay que sacarlo. Así es que yo salí de la cárcel a principios de 1976, y seguí colaborando.

Al recrudecer la represión, Yico se vio obligado a asilarse. Después del asalto al Palacio Nacional (22 de agosto de 1978), le dijeron que lo andaban buscando y pudo constatar que había planes de asesinarlo. Se encontró en la Embajada de México a Ana Isabel Morales, quien para entonces era la responsable de Carazo por la Tendencia Guerra Popular Prolongada (GPP). En México, trabaja en los comités de solidaridad en Jalapa, Veracruz, y estando ahí se dio cuenta del triunfo de la Revolución y regresó a Nicaragua.


Ricardo Morales Avilés (1939-1973)


El paradigma sandinista del intelectual revolucionario

Ricardo fue, junto a Carlos Fonseca, el gran intérprete de la revolución nicaragüense. Por ello, resumir en unas cuartillas su fructífera pero corta vida –pues cayó a los treinta y cuatro años de edad– no resulta sencillo. Hay evidencias de que se convirtió en uno de los más lúcidos dirigentes del FSLN, y de que aportó no sólo el ejemplo de una vida en la lucha, sino sus calidades excepcionales como maestro, estratega e intelectual revolucionario. 

Nace el 11 de junio de 1939 en Diriamba. Desde chavalo se involucró en el futbol, como buena parte de los jóvenes diriambinos. Sus padres, Manuel Morales Rodas (1916-1997) y Ángela Avilés Serrano (1908-1971), descubrieron tempranamente su inclinación por el estudio, siempre lo apoyaron en sus decisiones y compartieron sus posiciones.

Manuel Morales era mecánico automotriz y tenía su propio taller, y doña Ángela tenía una venta-bar, donde llegaban los parroquianos a comerse un emparedado de carne y a tomarse algunos tragos. De ahí que muchos diriambinos opositores frecuentaban este sitio para intercambios y tertulias políticas, y recuerden al joven Ricardo ayudando a su madre, haciendo sus tareas o charlando.

Eran de clase media cómoda, pero pasaban dificultades porque el papá de Ricardo mantenía dos familias. Algunos retratan esta situación diciendo que “don Manuel iba diariamente al mercado con dos bolsas, una para cada casa”. Los hermanos de Ricardo de padre y madre, entre los que él era el tercero, son: Juan Ángel, Manuel, Nery, Orlando, Roberto y Angelita, mientras que, por otro lado, su padre también procreó a Nardo, Nancy y Fernando Morales Espinoza.

Ricardo se gradúa como bachiller y maestro en la Escuela Normal “Franklin D. Roosevelt”, de Jinotepe, un 17 de febrero de 1959, donde después trabaja como profesor. Para entonces llevaba varios años de novio de Iclea Echeverri, hija de un obrero de la construcción con quien Ricardo sostenía discusiones sobre la necesidad de organizar a los obreros por sus derechos. Para entonces a Ricardo no se le conoció vínculos con los socialistas.

Se dice que Ricardo discutía con voz dulce, sin estridencias, pues no la levantaba, y que ello era herencia de su madre Ángela.

En el seno de su familia se vivía a la par, la inclinación por el estudio, y la rabia anti-somocista. Los padres de Ricardo eran acérrimos conservadores anti-somocistas.

Juan Morales Avilés, el hermano mayor, participa en los ataques del 11 de noviembre y padece la represión desatada por la dictadura, así que cuando Ricardo estaba en México, le llegaron las noticias que afectaban no solo a la familia, sino a todo sus amigos de Jinotepe y Diriamba.

Fue muy amigo del que luego sería sacerdote, Guillermo Quintanilla, quien se había graduado de maestro en la misma Escuela Normal de Varones “Franklin D. Roosevelt” (hoy Normal “Ricardo Morales Avilés”) y luego también ejerció como docente, como lo hizo Ricardo. Con él tenía intercambios sobre temas culturales, pues Guillermo organizó movimientos culturales alrededor de la pintura, la música, el teatro y la danza.

Por gestiones de su amigo Guillermo Quintanilla8, consigue una beca para ir a estudiar a México. Ricardo se hospeda donde el hermano de éste, José Quintanilla, casado entonces con Alicia Gordillo, hermana del poeta Fernando Gordillo.

Cuando ha salido para México le informan que Iclea estaba embarazada, y Guillermo Quintanilla recibe un poder para casarlos. Así, desde la distancia, se realiza la boda con su novia, con la que procrea dos hijas: Giselle (1960) y Carolina Morales Echeverri (1962-1983), ésta última concebida cuando Ricardo regresa a Diriamba al entierro de su hermano Orlando, precoz figura deportiva que fallece en accidente en el año 1961.

En México estudia Psicología y Pedagogía en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y desarrolla sus inclinaciones para la docencia y la escritura.

Su primer escrito político fue un folleto sobre “La Revolución Sandinista, fuerza Motriz de la historia”, (México 1963), que viene a ser una declaración pública de su vinculación con el FSLN, pues en el Distrito Federal (DF) ha entrado en contacto con Carlos Fonseca, y mientras estudia y da clases, difunde el pensamiento y obra de Sandino, como parte de su tareas militantes.

Se vuelve un estudioso del marxismo, pues más adelante en sus escritos y en sus debates muestra la matriz marxista revolucionaria de su pensamiento. En México Ricardo abraza definitivamente a Sandino y a Marx.

Al concluir sus estudios, el FSLN le propone asumir la representación del Frente en La Habana, pero Ricardo prefirió regresar a Nicaragua. Retorna definitivamente en 1966. Para entonces, su compañera era la mejicana Teresa Bravo, con quien procrea dos hijos, Ricardo y Ezequiel.

Al regresar viene dispuesto a asumir tareas políticas y militares, y maximiza las oportunidades de una condición de semi–clandestino en que vivía. Es catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), mientras realiza tareas clandestinas y operativos militares, el más conocido de ellos, el asalto al Banco de América, con Julio Buitrago y Alesio Blandón.


Lo capturan el 15 de diciembre de 1968: Según la GN:

“…pasa a la orden de los tribunales comunes, por la violación de los artículos 161 y 167 del Código Penal, encubridor de los asaltantes a mano armada en robo del Banco de América, sucursal Buenos Aires donde fue asesinado el alistado GN Pablo Ochoa quien se encontraba de centinela para vigilancia de dicho Banco. Fue fulminado con auto de prisión por el juez segundo distrito para lo criminal y confirmado por la corte de apelaciones de Masaya por delitos de terrorismo y por atentar contra la Constitución Política del Estado”.

Es el inicio de una etapa en la que confirma otras de las cualidades que lo convierten de manera definitiva en el arquetipo del revolucionario sandinista. No lo amilanan los ultrajes ni el aislamiento. Después de trece días de interrogatorios, es presentado con su cabeza rapada y evidentes señales de tortura.

La firmeza, el coraje y la convicción que muestra frente a sus verdugos, quedó inmortalizada en una de las estrofas de una canción de Carlos Mejía:

Me contaba el otro día

el que torturó a Ricardo:

me daban miedo las chispas

de sus grandes ojos claros.

Jamás pudimos sacarle

más palabras que las mismas:

soy y seré militante

de la causa sandinista,

soy y seré militante

de la causa sandinista.


Convierte la cárcel en un espacio para estudiar y escribir y mantiene comunicación con sus compañeros de lucha, dando sus puntos de vista sobre las tareas del momento y el difícil trance por el que atraviesa el FSLN en esos años.

Sus escritos muestran su vocación pedagógica: escribe para sintetizar reflexiones vitales, agudas, que tienen que ver con la lucha transformadora de la realidad, y lo hace con el propósito didáctico del maestro, de la formación político ideológico de los militantes sandinistas.

“Ahora estoy aquí. Prisionero porque lucho por una causa justa. ¿Cuál será mi destino? Lo importante es que estamos al lado del pueblo y que estamos haciendo su historia”.

“¿Cuál será nuestro legado? Lo que dejemos detrás de nosotros será el resultado de las cosas grandes y/o pequeñas que hagamos en nuestra vida. Lo importante es que las cosas, por mínimas que sean, las hagamos como si fueran grandes”.

“El mundo nuevo que surgirá del seno de nuestra lucha será moldeado, en parte, por la contribución distinta y común de cada uno de nosotros. Estamos empeñados y responsabilizados”.

“La cuestión no está simplemente en haber nacido en este mundo, sino en la toma de conciencia del significado del ultraje, de la explotación de clase”.

“Revolucionarios como somos, eso somos. Arquitectos noveles de la historia, al menos hemos inventado el instrumento para levantar la cerviz del hombre”.

También escribe poemas de amor y de lucha. Al caer prisionero, su mujer amada es Doris Tijerino, quien meses antes había sido capturada en Las Delicias del Volga, Managua, en el sitio donde cae Julio Buitrago, “El Padre de la Resistencia Urbana”. Desde la cárcel, Ricardo le escribe bellos poemas de amor revolucionario a Doris, con quien luego procrea a Doris María, quien nace el 11 de abril de 19749. Aquí una estrofa:


Doris María,

Recuérdate que vamos a seguir juntando tristezas

Y allegándonos dolores.

Recuérdame que aún nos falta caminar de noche

Para llegar en la mañana sobre la luz cantando,

Y es bueno estar despiertos

Y dar la bienvenida al dolor para gritar

Y tener prisa

Y darnos crecimientos.

Y una bellísima prosa, a la amada distante…

“A la amada distante le digo: no te niego pero moriré primero. Entonces, esa noche tendrás dolor como la primera, y la angustia anterior será posterior en el tiempo. Preguntarás sin objeto por mí y hallarás afuera la vida, la realidad perfectamente cósmica. Ninguna palabra podrá contra el sueño del hijo que gime y nace cada día en tus venas. Arrancarás mi edad del universo y agotarás mi vida en el recuerdo. Después de todo, antes de nacer ya estaba limitado en el tiempo. En cada casa verás lo que jamás vimos y serás esa muchacha que busca ávida lo que ha perdido. En la mañana serás lo que fuiste en la vida, el amor que te detuvo en mis ojos, la luz con que me amaste a cada instante, la vida que entregaste para fundirla a mi cuerpo, también, la mirada con sueño por la fatiga del desvelo, y la alegría contenida de tus ojos, hecha de pájaros contentos. Al paso del día, sólo el fino silencio de mis ojos tristes guardarás como reliquia y te llenarás con ellos como de una mirada eterna. Al fin pensarás que es enorme mi hazaña al dormirme como si estuviera muerto”.

Con sus escritos de la cárcel deja claramente planteada la naturaleza de clase del enfrentamiento con el somocismo:

“El capitalismo es el modo de producción más destructor del género humano, y no por accidente sino por esencia misma; males como el hambre, el desempleo, la servidumbre, la desocupación moral, la guerra, la explotación en todos sus aspectos le son inherentes. El capital no tiene por objeto-objetivo la satisfacción de las necesidades de los productores-trabajadores sino la necesidad de la plusvalía de los dueños de los medios de producción. Si se interesa por los trabajadores lo hace obligado por las demandas de las luchas sociales y siempre en los límites de su beneficio; el capital se interesa por los obreros como productores pero no como hombres. Y mientras más desencadenada es la carrera por la plusvalía mayores males se desencadenan. Esto es objetivo y no se realiza por el deseo o la acción finalista de los hombres; el capital se ha apoderado de ellos y los somete a sus leyes”. (Morales Avilés Obras: pág. 93).

Permanece prisionero por casi tres años, en los que sufre varios “pisa y corre”. En ese tiempo muere su amada madre, pero no le permitieron asistir a sus funerales. En prisión se siente a veces desesperadamente solo, y no cesa de escribir y de forjarse como luchador.

Al salir en libertad el 4 de octubre de 1971, se integra a tareas como miembro de la Dirección Nacional del FSLN. Contribuye al desarrollo de las tesis del periodo de acumulación de fuerzas en silencio, y toma una decisión que será crucial para el desarrollo de sus faenas: mantenerse en una condición de legalidad mientras adopta medidas de seguridad, como no fijar un domicilio claro.

Eso le permitió continuar como catedrático en la Universidad e incidir en la formación de los nuevos dirigentes que se van proyectando desde el movimiento social. En este sentido, resulta significativo el relato que hace Bayardo Arce en 1981, sobre la labor de organización popular que realizó Ricardo en el Barrio de Sutiava, su vinculación a las huelgas obreras que se dan después del terremoto, en particular la huelga de los trabajadores de la construcción, y el énfasis que puso en imprimirle un carácter revolucionario a la organización de los movimientos juveniles cristianos. (Morales Ricardo: 21-25)

Aunque Ricardo es marxista y agnóstico, y considera que la acción social que se realiza desde ciertas organizaciones cristianas con el propósito de subsanar las grandes inequidades, es mediatizadora de los conflictos sociales, llega reconocer que los movimientos cristianos están formando parte del caudal transformador de la izquierda. Cuando se encuentra con líderes de los movimientos cristianos revolucionarios, en septiembre de 1973, poco antes de su caída, expresa…

(…) “en el seno mismo de las organizaciones con determinada orientación ideológica, existen contradicciones, formas de comprensión, formas conceptuales, aunque no fundamentales, pero que son diferentes; hay contradicciones a nivel ideológico y que son necesarias para el desarrollo de la misma lucha de las uniones de izquierda, necesarias para afinar la política de una organización revolucionaria, necesarias para afirmar la táctica y la estrategia de una organización revolucionaria.

En realidad, una pluralidad ideológica, pues sí es muy posible. Es decir, se dan organizaciones en las que participan elementos de distinta orientación filosófica. Lo que sí, es una unidad de orientación política. (…) Pero las fuerzas revolucionarias cristianas y las fuerzas revolucionarias marxistas tienen objetivos estratégicos, objetivos político-estratégicos comunes, objetivos tácticos comunes, e, incluso, a partir de un análisis científico, del uso de un instrumento científico de análisis de la realidad, llegan a plantearse como objetivo la creación de una sociedad socialista, con un sentido científico, una mentalidad científica. Entendido el socialismo desde el punto de vista científico. Es decir, aunque filosóficamente hay diferencias, sin embargo, políticamente, y en la lucha, las diferencias ideológicas no estorban el camino necesario de lucha por esa comunidad de objetivos estratégicos y diferencias tácticas, es decir, en la concepción de la política como meta común.

La lucidez de Ricardo se evidencia en su formulación sobre la necesidad de construcción de un ejército popular. De hecho, la fuerza que se despliega en toda Nicaragua para la ofensiva final de 1979, fue el cumplimiento de la tesis que Ricardo expuso en esa reunión de septiembre de 1973.

El camino es organizar las fuerzas populares independientes. Pero, ¿cómo, o qué sentido tendría esta organización popular independiente, puesto que las formas y las fuerzas de sustentación de la burguesía, están, fundamentalmente, a nivel nacional en función de las fuerzas militares, de la fuerza armada? Para poder destruir esa dominación es necesario destruir también esa fuerza armada; y para destruir esa fuerza armada hay que implementar un ejército popular, construir un ejército popular y desarrollar una Guerra Popular. Es decir, que en este sentido, la fuerza revolucionaria independiente lo que plantea es la vía fundamental de lucha, la lucha armada, en combinación, por supuesto, con otras formas de lucha. No con el deseo de hacer la guerra y con las armas. No; sino porque la dominación de clase se da fundamentalmente, a través del ejército. Y en este sentido la experiencia histórica es persistente. Movimientos populares masivos que no cuentan con su ejército popular son presas de la respuesta armada de la burguesía y del imperialismo”. (Charla al Movimiento Cristiano Revolucionario, septiembre 1973)

Después del terremoto de Managua, entre sus múltiples tareas asume la atención del trabajo del FSLN en Carazo. Es un periodo en el que los militantes de este departamento logran aprender diversas enseñanzas directamente de Ricardo, uno de los dirigentes más místicos que produjo la lucha sandinista. Ricardo se multiplica en estos años para poder cumplir su rol de catedrático revolucionario, organizador de redes clandestinas, instructor político-militar en distintas escuelas y formador de nuevas generaciones, entre otras tareas.

Asiste al V Congreso Estudiantil que se desarrolla en la ciudad de León en 1973, y polemiza con los socialistas que entonces aún no han escogido la lucha armada, mientras sigue afinando el análisis de las condiciones en que se desarrolla la lucha que para él es una unidad: guerra popular anti-somocista, anti-capitalista y anti-imperialista.

La noche del 17 de septiembre de 1973, Óscar Turcios y Ricardo Morales Avilés fueron detenidos a pocos metros de una casa de seguridad que desde hacía meses habían instalado en el lugar. La detención supuestamente obedecía a un operativo que se había desplegado para aprehender a unos contrabandistas.

Fueron llevados al Comando para ser interrogados y en un primer momento ellos intentaron pasar como ganaderos. Luego, Óscar quiso usar una estratagema que le había funcionado antes, dando dinero para que los soltaran, pero no resultó. El captor, el Sargento Salguera, se presentó al día siguiente a la casa donde ellos vivían. Lo hizo en compañía del Cabo José Ángel Ruiz, del telegrafista Basilio Guevara y los rasos José Potosme y Melesio Pérez. Los atendió Alicia Bervis, mientras, Jonathan González y Juan José Quezada, quien se encontraba ahí restableciéndose de heridas que había sufrido en la montaña, armaban sus fusiles. Al intentar penetrar al interior, fueron repelidos por los guerrilleros y mueren el Sargento Salguera y dos alistados, mientras los otros resultaron heridos.

Juan José, cargando a Jonathan quien también iba herido, se internó en unos cañaverales, e intentó romper el cerco, pero no pudo. Ahí cayeron en desigual combate. Óscar y Ricardo fueron sacados del Comando GN de Nandaime y llevados al mismo lugar donde los otros dos habían caído, y ahí los asesinaron. Después la GN dijo que los cuatro habían muerto en combate. De la casa pudo escapar Alicia Bervis, hija de Magnus Bervis, líder indígena de Sutiava, y extraordinario colaborador del FSLN.

“Por esto mismo Ricardo no fue sólo un intelectual; tal vez podríamos decir con más propiedad que fue un revolucionario dotado de una capacidad excepcional para interpretar la revolución misma. (…).

Los predecesores de Ricardo como intelectual y como revolucionario se encuentran casi perdidos en el tiempo. Hasta hoy es muy poco lo que para recuperar la historia de las ideas políticas, hemos hecho. De todas maneras podríamos aventurarnos a declarar que, con bastante seguridad, Ricardo Morales Avilés es quien con mejores condiciones hasta hoy ha logrado sintetizar el pensamiento más avanzado y más completo en el panorama de la cultura revolucionaria de Nicaragua”. Jaime Wheelock R. 20 jun. 1981.





NOTAS


En 1973 Yico tuvo un pleito con otro ganadero llamado Román Acevedo., Recibió cinco balazos en el brazo izquierdo y uno en el antebrazo derecho. El brazo izquierdo quedó inutilizado. Un poco antes de esto, Yico había regalado su Smith & Wesson 9 mm, de gran poder, a Alejandro Gutiérrez Mayorga (Ernesto), quien se la pidió porque supuestamente iba para la montaña, cosa que no ocurrió. Yico recuerda con amargura que la pistola que andaba se le enconchó y no se pudo defender.

2 Tello es René Tejada y Silvestre es José Valdivia.

3 Las otras escuadras de los alrededores eran las de Víctor Tirado López, en Pancasán, El Bijao, La Tronca, La Castilla, El Bote y El Pájaro; la escuadra jefeada por Gabriel Chavarría Franco “Manuel” se mueve en Lisawé; la de Francisco Rivera “El Zorro”, Iyás, Dipina y El Naranjo y pegaba con la de “Casimiro”, en Sofana.

4En homenaje a uno de los más osados guerrilleros de la montaña que había caído el 9 de febrero en un ataque que la GN realiza al campamento central de la “Pablo Úbeda”.

5Se refiere a la reunión en la que discutieron sobre las instrucciones que del exterior mandaban Carlos Fonseca y Humberto Ortega, a través de Edgard Munguía, para la reorganización del mando en el país después de los asesinatos de Óscar Turcios y Ricardo Morales. Esa reunión fue en junio-julio de 1974 y participan Pedro Arauz, Eduardo Contreras, Henry Ruiz, Víctor Tirado López, Jacinto Hernández, Plutarco Hernández, Tomas Borge, Carlos Agüero y Bayardo Arce

6En el argot nica, tope es alguien que se especializa en comprar cosas robadas, a los delincuentes

7 Después de un pleito en el que casi pierde su brazo izquierdo, Carmen Rosales le dijo que se armara porque Román lo había perseguido. Por esta información, cuando venía para Jinotepe, pasó en Managua por una armería y compró una escopeta 12 de repetición y un revolver 38, tipo Magnum

8 Monseñor Guillermo Quintanilla fue primero maestro, luego se gradúa de abogado y finalmente se ordena como sacerdote en 1966.

9Doris María Morales Tijerino murió en accidente Aéreo de Cubana de Aviación el 19 de enero de 1985 a la edad de 9 años.


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