Realmente tuvimos paciencia
Tomás Borge
Tomás Borge Martínez nace el 13 de agosto de 1930 en la ciudad de Matagalpa, donde se bachillera. En 1952 se traslada a León a estudiar la carrera de Derecho. Ingresa a un círculo de estudio revolucionario con Silvio Mayorga y Carlos Fonseca, cuando éste entra a la universidad en la ciudad metropolitana en 1956. En septiembre de ese año es capturado y acusado de encubridor en el ajusticiamiento del dictador Anastasio Somoza García, y es condenado a nueve años de prisión. Permaneció casi dos años en las mazmorras somocistas, hasta que la presión pública obligó al régimen a otorgar casa por cárcel a una parte de los prisioneros.
Borge sale hacia Honduras y luego viaja a Costa Rica, donde con Silvio Mayorga, funda Juventud Patriótica Nicaragüense (JPN) en el año de 1959 y, a finales de ese año, visita Cuba por primera vez, para recibir entrenamiento militar.
Entre 1962-1963 participa en la guerrilla del Río Patuca, bajo la dirección de Noel Guerrero y el Coronel Santos López. Después de la derrota militar de Raití, participa en esfuerzos organizativos en varias ciudades; y en 1967, en la guerrilla de Pancasán.
En 1974 forma parte de la conducción político-militar del Frente Sandinista de Liberación Nacional que organiza la Operación Diciembre Victorioso. Lo capturan en 1976 y lo someten a un cruel aislamiento, por lo que hace la huelga de hambre más dramática que haya protagonizado un prisionero político en Nicaragua. Recupera la libertad con la acción de un comando guerrillero del FSLN Tercerista, que se toma espectacularmente el Palacio Nacional, en agosto de 1978.
Es designado miembro de la Dirección Nacional de la Tendencia Guerra Popular Prolongada y regresa al país con el triunfo revolucionario, como integrante de la Dirección Nacional Conjunta del FSLN. En los años ochenta fue Ministro del Interior. Al momento de esta entrevista, es Diputado del Parlamento Centroamericano.
Conocí al Comandante Tomás Borge Martínez “Rolando”, a finales de 1974 y principios de 1975, después de la operación del FSLN en la casa de José María “Chema” Castillo. Nos habían concentrado para una escuela político-militar en una finquita del campesino Arístides Carrero, en la comunidad de San Jacinto, municipio de Telica. Teníamos un campamento en la montañita y algunas clases las recibíamos en la casa del campesino. Éramos un grupo de militantes clandestinos. Recuerdo, entre ellos, al compañero Julio Avendaño, hermano de la compañera Merceditas Avendaño, ambos del barrio El Laborío, de León; a “Rojito”, un líder obrero leonés; Irving Urcuyo, Jorge Sinforoso Bravo, Leonardo Real Espinal, el instructor Juan de Dios Muñoz (todos caídos en la lucha); Ana Julia Guido, Leonel Espinoza y José Valdivia, los únicos sobrevivientes. Y llegó “Rolando”.
Al menos Ana Julia y yo, que entonces nos hicimos muy amigas, no conocíamos a “Rolando”, quien nos empezó a dar clases militares y de historia. Cuando él impartía historia, nos hablaba de Carlos Fonseca, Silvio Mayorga y de todos los fundadores del FSLN, pero no mencionaba a Tomás Borge.
Ana Julia y yo empezamos a especular que nuestro instructor no era otro que Tomás Borge, y recuerdo que, además, nos ayudó un poco la fotografía que había publicado en esos días el diario La Prensa, vinculando a Tomás al golpe de la casa de Chema Castillo, y a los entrenamientos del Comando sandinista Juan José Quezada. Ana Julia y yo le preguntamos: –Compañero “Rolando”, ¿por qué usted no habla del Comandante Tomás Borge?, y “Rolando” se puso todo colorado.
Entonces cuchicheábamos entre nosotras: –Te fijás, es Tomás, porque se puso colorado. Pedro Aráuz nos decía que éramos curiosas y que eso era una debilidad pequeño-burguesa, y nos criticaba fuertemente por estar queriendo averiguar los nombres de los compañeros clandestinos. Pero si en realidad esto era una debilidad pequeño-burguesa, la padecíamos muchos, sin importar la procedencia social. Recuerdo a un obrero que padecía la misma “debilidad”. Poco después nos encontraríamos con Tomás, en Managua, en la preparación de un operativo en el que participaríamos con Charlotte Baltodano, Edgard Lang y Tito Chamorro.
En este diálogo con el Comandante Borge, centramos la conversación en tres aspectos: a) el nacimiento del FSLN y sus primeros pasos; b) la jornada heroica de Pancasán; y c) su relación con Carlos Fonseca.
Mónica: Comandante Tomás Borge, en nuestro programa anterior recordábamos que usted cayó preso cuando Rigoberto López Pérez ajustició al tirano Somoza García; que tuvo la dicha de conocer a Rigoberto, a Edwin Castro y a los otros compañeros acusados de la muerte del tirano, y que fueron asesinados en 1960.
Quisiéramos que usted nos ubicara en aquel contexto. ¿Cuáles fueron los acontecimientos que se articularon como parte del proceso de fundación del Frente Sandinista de Liberación Nacional?
Tomás: En efecto, el Frente Sandinista surge en el marco de un proceso que no se lograría entender sin sus antecedentes: la masacre estudiantil del 23 de julio de 1959, y los grupos guerrilleros que en aquellos años intentaron enfrentarse a la Guardia Nacional (GN). La represión por la muerte del tirano influyó en el surgimiento de nuevos grupos armados, uno de los cuales estuvo dirigido por Ramón Raudales, quien ya era un anciano. Carlos lo llamaba “el anciano de las barbas venerables”. Era un hombre de rostro bondadoso. No lo conocí personalmente, sólo por referencias, y en ese grupo él murió.
En otro de los esfuerzos guerrilleros, El Chaparral, estuvo presente Carlos Fonseca, donde fue herido gravemente en un pulmón, en junio de 1959, hecho que a su vez originó la masacre estudiantil del 23 de julio de ese año. Los estudiantes protestaron por la muerte de Carlos Fonseca, pero afortunadamente él no había caído; sin embargo, los manifestantes lo daban por muerto. Esa manifestación fue brutalmente reprimida.
Después surgen numerosos grupos armados liderados por Carlos Chale Haslam, en Matagalpa; Julio Velásquez y Julio Alonso Leclaire, este último ex-miembro de la Guardia Nacional. En otro grupo cae el periodista Manuel Díaz y Sotelo. Además, aparece el Movimiento Nueva Nicaragua (MNN), fundado por Carlos Fonseca. Carlos propuso que yo fuera el presidente del Movimiento, pero rechacé la propuesta. También se funda en Costa Rica la Juventud Revolucionaria Nicaragüense (JRN); y en Venezuela, el Frente Unitario Nicaragüense. Silvio Mayorga, Carlos Fonseca y yo, andábamos en esos grupos iniciales.
En otro momento se empieza a organizar otro esfuerzo en Cuba, con Noel Guerrero Santiago a la cabeza. Era un hombre inteligente, conocedor del marxismo, pues trabajó en México con Vicente Lombardo Toledano, quien había pasado por Nicaragua y por un tiempo fue miembro del Partido Socialista Nicaragüense, del que después se distanció; se fue a Cuba, y con Rodolfo Romero –un compañero que está en Granada actualmente–, Carlos Fonseca y yo, y otros, empezamos a trabajar en la formación de una nueva agrupación política que fue apoyada por el Che Guevara y por la Revolución Cubana.
Mónica: Dicen que el Che Guevara les dio veinte mil dólares.
Tomás: Efectivamente, me los dio a mí para la guerrilla de Raití-Bocay. Antes de eso, con Rodolfo Romero habíamos hecho un intento de meter unas armas por Honduras. Llegué a esperarlas en San Pedro Sula, pero las armas cayeron en poder del ejército hondureño. Se había organizado otro grupo que se llamaba Frente Revolucionario Sandino (FRS), donde estuvieron Bayardo Altamirano, Faustino Ruiz “El Cuje” y otros compañeros, como unos hermanos Martínez, quienes después tuvieron muchos problemas con nosotros.
Mónica: ¿En el Frente Revolucionario Sandino estuvieron también Modesto Duarte y Ramón Raudales, hijo?
Tomás: Sí. Todos estos antecedentes son como el preámbulo del surgimiento del Frente de Liberación Nacional (FLN) y del FSLN. En Tegucigalpa, cerca de un hospital fue que, para fundar el Frente, nos reunimos Noel Guerrero, Carlos Fonseca, Silvio Mayorga y el Coronel Santos López. Andaba por ahí Faustino Ruiz, aunque no participó.
Mónica: En su libro La Paciente Impaciencia, usted explica que los fundadores tenían distinta procedencia, y habla de los estudiantes Carlos Fonseca, Silvio Mayorga, Jorge Navarro, Francisco Buitrago, Modesto Duarte y usted mismo; de obreros como José Benito Escobar, Rigoberto Cruz y Germán Pomares; y de campesinos como Faustino Ruiz y el veterano del Ejército Defensor de la Soberanía Nacional de Nicaragua, Coronel Santos López. Obviamente, se entiende esto de la fundación del Frente Sandinista como un proceso. En esa reunión donde usted dice que se funda el Frente, no estaban Jorge Navarro y José Benito Escobar, pero ellos oficialmente son considerados fundadores del FSLN.
Tomás: No, Jorge Navarro estaba en Managua1 y José Benito no estaba en ese momento. Entonces allí hubo una discusión. Noel Guerrero plantea que el organismo se llame Frente de Liberación Nacional, por una concepción mecánica, porque él había hablado con Fidel y éste le había recomendado que formáramos un Frente; entonces él, como para complacer esa idea, quería que se llamara Frente de Liberación Nacional.
Mónica: Se pensaba que el Frente fuera la incorporación de distintas organizaciones.
Tomás: De distintos grupos. Yo propuse que se llamara Frente Libertador del Pueblo, pero la idea mía era no tanto el nombre del Frente, sino que el Ejército se llamara Ejército Libertador, igual que el de Bolívar.
Carlos propuso que se llamara Frente Sandinista de Liberación Nacional y argumentaba la importancia de que la gesta de Sandino se incrustara en la conciencia de los revolucionarios; porque eso le daría un carácter anti-imperialista, un sello permanente de una lucha que trascendía más allá de un simple cambio de gobierno. Esa idea en ese momento no prosperó.
Cuando vamos a organizar la guerrilla de Raití-Bocay, predomina la tesis de que la organización se llame Frente de Liberación Nacional. Cuando llegamos a Raití, se ponen las siglas de FLN; no se llamaba Frente Sandinista, sino hasta después de esta derrota militar, que más que militar, fue una derrota de la naturaleza, por el hambre y la inclemencia de esa selva. Nos quedamos sin armas porque las perdimos al naufragar en los ríos, y tuvimos encuentros desafortunados con la Guardia, excepto algunos, y yo tuve la oportunidad de participar en uno de ellos, en la desembocadura del río Sang Sang, donde Silvio Mayorga fue herido.
Y no lo digo en mi libro porque en aquel momento me pareció jactancioso, pero ahora estoy por encima de eso, y puedo decirlo: en esa ocasión tiré una granada de mano que parece que mató a varios guardias. Voy a contar una anécdota interesante: en ese momento Silvio Mayorga estaba al lado mío, y antes que yo tirara la granada, me dice: –No son guardias. ¿Por qué no son guardias? –le pregunto. No son guardias, están fumando –me responde. Es todo lo contrario –le digo, porque están fumando quiere decir que son guardias, los mískitos no tienen cigarrillos.
Silvio insistió, se puso de pie y salió al encuentro de los guardias creyendo que eran mískitos. Entonces el primer guardia con quien se encuentra se da cuenta que él es un extraño, y dispara con una carabina M-1, hiere a Silvio en una pierna, y empezó el tiroteo con las pocas armas que nosotros teníamos. La granada de mano que yo lancé y algunos tiros que disparó Heriberto Rodríguez con un rifle Garand, fueron los pocos intercambios que se produjeron.
Pedro Pablo Ríos, un compañero que sobrevivió a esa escaramuza, y que después murió de muerte natural, disparó con una ametralladora Thompson una ráfaga nada más, y nos retiramos porque las armas no nos funcionaron, pero los guardias pasaron disparando horas tras horas, atemorizados.
Allí mataron a un compañero proveniente de Managua que se nos había sumado. Nos retiramos y poco después de eso supimos que en otro sitio habían matado a Faustino Ruiz “El Cuje” y a Boanerges Santamaría. Narciso Zepeda Chicho, logró salvarse junto a Ramoncito Raudales, quien nos encontró en la montaña. Fue heroico. Entonces nos reunimos para decidir por votación si regresábamos o no. Esto no lo dije en mi libro, es primera vez que lo voy a decir: voté en contra del regreso, pero la inmensa mayoría decidió regresar. Desde luego, no fue cobardía ni mucho menos. Fueron increíbles los gestos de valor de la gente enfrentando las penurias, y en los pocos encuentros que tuvimos con la Guardia Nacional.
Comentario de la autora: El 20 de agosto, el grupo que estaba por el Río Coco le dispara a una patrulla de la Guardia que venía en un pipante, y cuando ésta riposta, mata a Faustino Ruiz y a Boanerges Santamaría. (Altamirano, Bayardo: pp. 69 y 73).
Carlos Fonseca se refiere a sus compañeros caídos como “los estudiantes Jorge Navarro, Francisco Buitrago y Modesto Duarte; y los jóvenes Mauricio Córdoba e Iván Sánchez Argüello. El asesinato en el Río Coco de los también queridos compañeros míos Faustino Ruiz y Boanerges Santamaría”. (Fonseca, Carlos: Obras: 1985: pp.305).
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Mónica: ¿Que hicieron después de eso?
Tomás: Regresamos a Tegucigalpa y posteriormente casi todos cayeron presos, pocos nos salvamos de caer en la cárcel. Luego, de la prisión salieron para México. En este país se tomaron decisiones no muy justas, por ejemplo, se expulsó a Noel Guerrero, acusándolo de malversación de fondos, lo cual no era verdad, y otras decisiones administrativas que no fueron de la simpatía de Carlos Fonseca.
Mónica: Usted decía en su libro, Comandante, que uno de los saltos que tuvo que dar el Frente Sandinista fue superar el enfoque invasionista que había predominado en los movimientos armados desde el levantamiento de 1956 hasta 1963, incluyendo Raití-Bocay. Esa concepción subestima la creación de condiciones previas, es decir, desarrollar una base social campesina para la instalación del movimiento guerrillero. En este sentido fue fundamental la labor que después realizó Rigoberto Cruz “Pablo Úbeda”. ¿Podría contarnos un poco sobre esto?
Tomás: En este momento del relato hay dos cosas que yo quisiera resaltar: primero, aquellos compañeros que estaban iniciando la lucha no tenían muchas esperanzas en una victoria personal; es decir, tenían una enorme fe en la victoria final, pero creían –y esta creencia casi se cumple por completo–, que ninguno iba a sobrevivir para ver la victoria. Me parece que éste es un extraordinario mérito, porque era un pequeño grupo de compañeros rodeados de una gran soledad política, donde no existía la enorme muchedumbre que después apoyó al Frente Sandinista.
En ese momento virtualmente nadie nos apoyaba. Llegábamos a Managua a golpear las puertas y nadie nos abría. Nos tiraban las puertas en las narices o nos amenazaban con denunciarnos. Había un enorme terror y una gran soledad. Un mérito de Carlos Fonseca es que en medio de aquella soledad casi absoluta, mantuvo la confianza, y nos hizo mantener a nosotros la confianza en la victoria final. Eso es un hecho trascendental.
El otro hecho es que Carlos Fonseca nos indujo a reflexionar sobre la naturaleza de la teoría guerrillera, y leímos con atención el libro de Regis Debray, Revolución en la Revolución. Leímos al Che Guevara y sacamos nuestras propias conclusiones: primero, que previo a la lucha armada había que organizar dentro del país las bases sociales; y, en efecto, Rigoberto Cruz “Pablo Úbeda”, es el producto de esta concepción, pero no sólo él, que fue el más destacado.
Cuando estábamos preparándonos para ingresar al país por Río Coco y Bocay, ya teníamos la idea de crear condiciones previas, pero la propuesta no prosperó porque se opuso Noel Guerrero. No estoy criticándolo como ser humano. Critico diferentes puntos conceptuales. Nosotros pensábamos que había que ir primero a crear las condiciones internas. Después, cuando ya renunciamos a la concepción “invasionista” y empezamos a trabajar dentro del país, Carlos Fonseca se fue a Pancasán con Oscar Turcios y el campesino Antonio Rodríguez.
Mónica: Es muy importante destacar que, aunque la mayoría de los dirigentes fundadores del Frente no tenían una ideología marxista-leninista, sí habían realizado algunos esfuerzos de estudiar la teoría revolucionaria.
Usted habla de la creación de una célula de estudios en la cual Noel Guerrero era como el ideólogo, el que daba clase; pero parece que Silvio Mayorga, por ejemplo, y el mismo Carlos Fonseca, sí hacían uso de las herramientas de análisis del marxismo para el estudio de la realidad nicaragüense. Me llama la atención que en La Paciente Impaciencia usted dice que estuvo a punto de involucrarse en el movimiento armado de Olama y Mollejones, y que Silvio llegó, y en quince minutos lo convenció con un análisis de clase, de que ese un movimiento, aunque patriótico, no tenía una naturaleza revolucionaria, y lo disuadió de involucrarse.
También deduzco de lo que usted dice, que Carlos Fonseca fue el más persistente en buscar en la propia realidad nicaragüense los caminos por los que había que enrumbarse, y que precisamente permitieron que el Frente Sandinista dejara de ser un movimiento más, para convertirse en una verdadera organización político-militar, capaz de organizar al pueblo y conducirlo a la victoria. En su libro, usted también retrata a Silvio Mayorga como alguien de una gran lucidez, demostrada en distintas ocasiones.
Tomás: Es evidente que los más destacados ideólogos que en aquel momento tuvo el Frente Sandinista, fueron Carlos Fonseca y Silvio Mayorga. Ellos sí aprendieron marxismo; los otros fuimos aprendices que no llegamos a completar el ciclo de conocimientos al cual llegó Carlos, por ejemplo. Silvio, en efecto, era un analítico, era serio en sus consideraciones; y Carlos, más todavía. Fíjate que Carlos, en algún momento encontró algún texto marxista en francés, y no había en aquel momento –parece mentira–, textos marxistas en castellano, y Carlos aprendió francés para poder leer esos textos. Imaginate cuál era su grado de inquietud©.
Originalmente, a Carlos Fonseca no le interesaba leer otra cosa que no fuera teoría revolucionaria. Yo lo convencí de que leyera novelas, y empezamos con Las Viñas de la ira, de John Steinbeck; la comenzó a leer y no la dejó sino hasta que la había terminado, sin dormir. Después lo interesé en otras novelas, pero él nunca dejó los textos políticos. Era estudioso de Carlos Marx y de la teoría en general, y claro, su inteligencia natural más el conocimiento, lo condujeron a ser un maestro en desentrañar la realidad. Era sorprendente cómo lograba iluminar con sus palabras cada momento que estábamos viviendo.
Al principio, Carlos era muy extremista, radical. Luego, el conocimiento lo hizo ser flexible. Por eso es que cuando se produce aquella división interna del Frente Sandinista en tres tendencias, Carlos nos explicó críticamente que observaba la ausencia de un equilibrio que era necesario tener, y que no habíamos hecho los suficientes esfuerzos para impedir esa división.
Me sorprendí con el grado de tolerancia que tenía Carlos con otros compañeros que, desde mi punto de vista, habían cometido pecados imperdonables, y, sin embargo, era muy comprensivo; a veces, también fue duro en sus críticas, pero en general tendía a ser tolerante, a perdonar ofensas y a fortalecer en cada momento lo que se podía mejorar.
Al conocerlo y hablar con él, inmediatamente se le quitaban los prejuicios a cualquiera, porque Carlos tenía un gran don de persuasión por su lenguaje certero, pero además, por su conducta cotidiana, que era de una entrega absoluta. Cuando nos interesábamos demasiado en una muchacha, él decía: –Sí, son bonitas y tiernas las mujeres, pero son más lindas todavía las piernas de la Revolución. Era un ser humano excepcional. Casi no cometió pecadillos como los que nosotros perpetrábamos con tanta frecuencia.
Para Carlos, por encima de todo estaba la Revolución. Decía que había que pensar las veinticuatro horas en la Revolución. “Hasta dormidos hay que pensar en la Revolución y en la unidad”. Y se despertaba pensando en la unidad y se dormía pensando en la unidad, con un enorme grado de tolerancia y de respeto hacia los demás compañeros.
En sus palabras no pude encontrar nunca una pizca de rencor, de resentimiento. Alguna vez se enojó conmigo, por tonterías. Una vez, por ejemplo, creyó que me había burlado de él deliberadamente, pero no era verdad. Él tenía dolor de cabeza, y le dije que se tomara unas píldoras que estaban por ahí. Se las fue a tomar, y eran píldoras anticonceptivas, pero no era verdad que yo quería burlarme de él. Estuvo enojado conmigo como tres o cuatro días. Y no me hablaba.
Una frase muy conocida de Carlos era que nosotros nos habíamos integrado a la lucha revolucionaria, más por vergüenza que por conciencia. En efecto, no es verdad que éramos unos sabios en materia de marxismo-leninismo, aunque creíamos que la sociedad ideal era la sociedad socialista, incluso la soviética, y anhelábamos triunfar para hacer una sociedad igual. Después fuimos a ver esa sociedad y no era tan perfecta como pensábamos. Y lo demostró la realidad histórica.
Mónica: En el período que siguió a la fundación, ya cuando el Frente pasa a ser Frente Sandinista, Carlos fue uno de los que más insistió en vincular la lucha con la gesta heroica de Sandino. La lucha de Sandino tenía un énfasis muy grande en la organización campesina; sin embargo, a lo largo de la lucha, y en particular en la fase final, la organización urbana tuvo una importancia determinante.
¿Cómo miraban ustedes en aquel momento las dificultades para vincularse a formas de organización urbana, al incipiente movimiento obrero, a sindicatos influenciados sobre todo por el Partido Socialista? ¿Cuál fue el rol de este partido en aquella etapa?
Tomás: El Partido Socialista era adverso a los métodos de lucha armada del Frente Sandinista; sin embargo, el Frente se interesó en el trabajo sindical de los socialistas, y enderezó sus esfuerzos para la organización de los estudiantes.
Desde el primer momento, el FSLN intentó organizar a los estudiantes en lo que después se llamó el Frente Estudiantil Revolucionario. Recuerdo bien que algunos compañeros tenían persistentes contactos con la gente en los barrios, como Víctor Tirado López; había gente que tenía contactos con los estudiantes. Yo mismo me relacioné con pequeños grupos de estudiantes y gente que tenía vinculaciones con los sectores obreros, entre los cuales se fue reclutando, uno por uno, a algunos compañeros que después se convirtieron en fervorosos militantes del Frente Sandinista.
Cuando se produce aquella manifestación que fue masacrada por la Guardia Nacional, el 22 de enero de 1967, un poco antes de la guerrilla de Pancasán, muchos de los que fueron allí, ya estaban vinculados al Frente Sandinista. Días antes nos habíamos reunido con el excelente médico y persona, Mario Flores Ortiz, de Movilización Republicana; y Álvaro Ramírez, del Partido Socialista, para discutir si íbamos o no a la lucha armada, y ambos se sumaron a la tesis de que no había que ir.
Yo también me opuse a la lucha armada, dije que no era el momento, no me opuse en general sino al momento. Cuando Carlos oyó decir que yo me había opuesto, dijo: –Esas son palabras, porque cuando lo mande a llamar, se viene para acá. Como en efecto ocurrió, porque ahí nomás se produjo la masacre del 22 de enero, y me tuve que ir clandestino porque la Guardia me andaba buscando. Días después me fui para Pancasán.
Mónica: Además del doctor Flores Ortiz, formaron parte de Movilización Republicana, Manuel Pérez Estrada, los hermanos Pérez Arévalo y Eligio Álvarez. Ellos eran los socialistas que intentaban encontrarse con el sandinismo, en ese movimiento.
Tomás: Y allí estaba José Benito.
Mónica: José Benito Escobar, Silvio Mayorga y usted.
Tomás: Efectivamente, y como te digo, se dieron esas discusiones y el Frente determinó ir a la lucha armada. En ese momento, yo mismo distribuí un comunicado que no lo firmé, sino Carlos, Doris Tijerino, Rigoberto Cruz “Pablo Úbeda”, Oscar Turcios, me parece que Silvio Mayorga, y no sé quién más. Yo me encargué de imprimirlo y distribuirlo en Managua. Era la declaratoria de guerra del Frente Sandinista.
Comentario de la autora: Ese comunicado lo firma Doris Tijerino, quien era suplente de la Dirección Nacional con el seudónimo de “Conchita Alday”.
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Mónica: Hablemos un poco de Pancasán. “Pablo Úbeda” anduvo en la guerrilla del Bocay; se quedó en la montaña viviendo como campesino, y organizando redes y bases de apoyo de la guerrilla en la zona de Pancasán. Su verdadero nombre era Rigoberto Cruz y se hizo una leyenda en el campo porque decían que se disfrazaba y que la Guardia lo perseguía y nunca lo encontraba.
La canción de Carlos Mejía Godoy, una de las más bellas del Canto Épico dice:
Se disfraza de espadillo,
se disfraza de mozote
y se convierte en pocoyo
conejo, cusuco,
garrobo, pizote.
Pablo Úbeda pasó,
ayer mismo muy temprano,
Carlos Reyna lo encontró
allá en el comisariato
pero cómo sucedió
si ayer por la madrugada
el juez de mesta lo vio
cruzándose la cañada.
Qué será esta confusión,
se preguntaba el sargento
no será que este cabrón
es el mentado cadejo,
lo vieron en Kuskawás
en La Tronca y en Waslala.
Ya no lo verán jamás.
¡Se lo tragó la montaña!
Lo ayudan los vientos
las siete cabritas
lo oculta el chagüite
lo esconde la milpa
la Guardia dispara
contra el cafetal.
Y sale Pablito
sereno, pajito,
bordeando el cañal.
Tomás: Después de nuestro comunicado llamando a la resistencia armada, se integran las primeras escuadras de Pancasán. Eran tres escuadras: la vanguardia, dirigida por Oscar Turcios; el centro, que estaba bajo mi responsabilidad; y la retaguardia, dirigida por Silvio Mayorga. Yo trabajaba muy ligado a Rigoberto Cruz. En la del centro estaba Carlos Fonseca, que era el Jefe Político Militar de todos nosotros.
Antonio Rodríguez fue el campesino más importante en la lucha de Pancasán. Hay que decir que muchos de sus consejos no fueron tomados en cuenta. Rodríguez sostenía que Pancasán era una zona primaria que no debíamos asumir como el territorio definitivo para instalar la guerrilla. No le hicimos caso.
Los primeros en llegar fueron Carlos y Oscar Turcios, para conocer la zona. Establecimos buzones de armas, creamos redes campesinas, hicimos algún tipo de organización mucho mejor que la que habíamos hecho en Río Coco y Bocay. Pero tuvimos poco tiempo para entrenar a la gente y había poca disciplina militar. Por eso algunos compañeros de una gran calidad humana y revolucionaria como el “Chelito Moreno”, no tenían experiencia ni entrenamiento militar y, por tanto, poca disciplina. De tal manera que en una de las marchas, al “Chelito” se le iban cayendo los tiros en el camino, los cuales fueron descubiertos por varios jueces de mesta que informaron a la Guardia.
Carlos me recomienda la tarea de ir a Matagalpa y me voy con Germán Pomares. Voy con la idea de ir a la finca de Antonio Rodríguez, para salir por Matiguás. Pero en lo que estamos allí, dispuestos a irnos, alguien en Matagalpa escucha las transmisiones de la Guardia, y me las comunican, y yo se las mando a decir al periodista Manuel Espinoza2. Le digo que Silvio está herido, pero vivo, y que Otto Casco no sólo está vivo, sino ileso. Manuel Espinoza informa que ambos están vivos, pero que hay otros guerrilleros que están muertos; sin embargo, la Guardia los asesina a todos. Y no logramos cumplir la misión que nos había encomendado Carlos Fonseca.
Mónica: El 27 de agosto de 1967, cae la mayor parte de la columna que jefeaba Silvio Mayorga y con ello fracasa el esfuerzo guerrillero de Pancasán y Fila Grande. Caen Silvio Mayorga, Rigoberto Cruz (ambos miembros de la Dirección Nacional del FSLN), Francisco Moreno, Otto Casco, Fausto Heriberto García, Nicolás Sánchez “El Tigre del Cerro Colorado”, Carlos Reyna, Ernesto Fernández, Carlos Tinoco y el médico Oscar Danilo Rosales, quien fue capturado, torturado y asesinado.
Después de esta jornada heroica, el FSLN también sufre reveses en la ciudad, por lo cual decide iniciar el llamado “período de acumulación de fuerzas en silencio”. ¡Hablemos de esto Comandante Borge!
Tomás: Después de Pancasán, efectivamente, surge una filosofía a la que no me acuerdo quién le puso ese nombre de “acumulación de fuerzas en silencio”. Se hace énfasis en el trabajo con grupos que llamábamos intermedios: cristianos, obreros, pobladores de los barrios populares, estudiantes, todos esos se llamaron “organizaciones intermedias”. Durante un buen tiempo decidimos no hacer nada militar para poder organizarnos, y eso impactó en nuestro desarrollo.
En esto trabajó Eduardo Contreras, quien contactó, por ejemplo, a intelectuales como Carlos Mejía Godoy. Se logra integrar al sector intelectual más relevante de este país y luego se organiza el grupo Gradas, cuyos miembros cantaban y declamaban en los barrios. Ahí andaban Carlos Mejía, Rosario Murillo y otros compañeros que desempeñaron un papel importantísimo de agitación en los barrios.
Mónica: A lo largo de esta entrevista hemos dedicado bastante de nuestro espacio a Carlos Fonseca Amador por el conocimiento directo que Tomás tiene de él. Cuando triunfó la Revolución, quien más nos hizo conocer a Carlos, fue Tomás; no sólo a través de sus escritos, sino también por medio de sus charlas, sus poemas y sus referencias. Por eso no podemos desaprovechar esta mañana la presencia del Comandante Borge para que nos cuente, ¿cómo se conocen y se incorporan a la lucha?
Tomás: Bueno, yo conocí a Carlos cuando hizo la primera comunión. La madre de Carlos y la mía eran amigas, y yo recuerdo bien cuando iba con una candelita a hacer su primera comunión. Era un alumno brillante. Un abogado, Ramón Gutiérrez, era muy amigo de Carlos, y yo era muy amigo de Ramón. Y los tres nos hicimos amigos. Esta amistad perduró, expresándose en términos concretos en el estudio. Empezamos por inquietud de Ramón, que entusiasmó mucho a Carlos para que estudiáramos marxismo en Matagalpa, en la casa de una tía mía, a la orilla del río.
Después me fui, creo, a la universidad. Carlos estaba en los últimos años de secundaria y fundaron una revista importante para aquella época que se llamó Segovia, cuyo Director fue Carlos Fonseca. Allí muy tempranamente se expresaron algunas inquietudes primarias.
El movimiento obrero de Matagalpa era inexistente©. En realidad lo que había eran artesanos. Carlos siempre buscaba cómo encontrarse con los campesinos, por lo cual hacíamos incursiones al campo. Íbamos a una hacienda llamada Aranjuez, por la carretera hacia Jinotega. También nos íbamos a pie por el lado de Muy Muy, hablando con los campesinos.
Para ser franco, en este instante no me acuerdo exactamente lo que hablábamos, pero teníamos la ingenuidad de platicarle a los campesinos de reforma agraria, y ellos no nos entendían ni una palabra de lo que queríamos decir. Pero nosotros nos sentíamos obligados a decirles que había que distribuir la tierra. Entonces era muy primario aquello, más que todo queríamos ir sembrando inquietudes en la conciencia de aquellos jóvenes campesinos.
Ya existían algunos terratenientes odiados en aquella época, aunque no me acuerdo de sus nombres, pero fueron muy célebres cuando la guerrilla de Pancasán. Ahí había un tipo muy odiado, no me acuerdo. Mejor olvidarse de estas personas.
Mónica: ¿Usted cree, Comandante, que esa conciencia, ese nivel primario, como de inquietud, que ustedes expresaban y que después se fue transformando en conciencia, en conocimiento, estaba dado por las mismas condiciones?
Tomás: Claro, sin esas condiciones no era posible tener esa conciencia, aunque nuestro nivel de percepción haya sido elemental: era odio a la pobreza de los campesinos, odio a la pobreza del propio Carlos Fonseca. Carlos era hijo de un hombre adinerado y de una mujer muy pobre, de una doméstica, de una muy dulce y muy buena madre. Carlos se alumbraba con un candil para estudiar, hubo una época en que no tenía anteojos, y tenía que leer con el libro muy pegado a los ojos por su salvaje miopía. Las penurias que tuvo Carlos fueron muy grandes. La familia de su padre, sin embargo, fue buena con él, es decir, los familiares de don Fausto Amador. Éste empezó a interesarse por su hijo cuando Carlos comenzó a ser Carlos Fonseca. El hijo se hizo célebre y a todo el mundo le gusta ser papá de un hombre célebre. Entonces le ayudó.
Me acuerdo cuando estábamos en León y Carlos estudiaba Derecho. Yo era el agente de La Prensa, y le mandaba doscientos córdobas, lo que en aquella época era bastante, tanto, que con eso vivía, por lo que los otros doscientos córdobas que le mandaba su padre, se los entregaba íntegros a su mamá.
Mónica: Hay una señora que se presentaba como la madre de Carlos, Doña Teodorita Rubí. Lo quería como a un hijo, ¿verdad?
Tomás: Muchos años después fuimos a caer a la casa de la Teodorita, quien amaba a Jorge Navarro como si éste fuera su hijo. Llegó a querer muchísimo a todos los que vivimos en su casa, especialmente a Carlos. Vivía por el Cine Luciérnaga. Teodorita era una mujer que imprudentemente vivía hablando contra la Guardia; si salía, hablaba barbaridades de Somoza, mientras Carlos Fonseca y otros estábamos ahí. Y Carlos le llamaba la atención. Ella le tenía un gran cariño a Carlos, a tal punto que llegó a decir que era como la madre sustituta o como una madre, pero bueno, Carlos también tuvo otras personas que lo llegaron a querer mucho. En las casas adonde llegaba, lo querían.
Mónica: Se daba a querer.
Tomás: Pero no siempre. Me acuerdo que en una casa él quería estudiar, pero había unos chavalos que no lo dejaban, y él se ponía furioso, y los corría. Y los chavalos, que habían oído hablar a sus padres de Carlos, sin saber que él era, le decían: –Vos no sos como Carlos Fonseca.
En ciertos momentos, él era muy cariñoso también con los chavalos, con los niños, y era bromista, no se crea que era serio todo el tiempo, también tenía sentido del humor. Carlos era dulce y serio, era alegre, firme y justo, respetuoso, tolerante. Tenía un olvido, yo diría, casi absoluto de su vida. Sentía un enorme respeto por el Coronel Santos López, quien siendo casi un anciano, se incorporó a la guerrilla del Frente Sandinista. Así era Carlos Fonseca: terco, indeclinable.
Mónica: Quisiera que para cerrar dirigiera un mensaje a los jóvenes.
Tomás: Yo pediría a los jóvenes tener en cuenta el gesto de aquellos que iniciaron nuestra lucha y mirarlos con profundo respeto, voy a mencionar algunos. En primer lugar, a Sandino, quien fue el Padre de la Revolución, y a Ramón Raudales. Son tan respetables y tan dignos de recuerdo, de mantenerlos en nuestra mente, en nuestra conciencia, de intentar ser como ellos, porque Sandino y Raudales eran honestos. Rigoberto López Pérez fue como un hijo de Sandino, y por lo tanto, un hermano de Carlos Fonseca.
Debemos recordar con profundo respeto al Coronel Santos López. Recuerdo cómo él se cansaba al subir una cuesta y cómo, para disimular su cansancio, se sentaba un rato a relatarnos anécdotas de la guerra sandinista. Yo me daba cuenta que nos estaba enseñando, aprovechaba la ocasión para enseñarnos, pero también para descansar, porque era un anciano.
Después está Silvio Mayorga, mucho más grande tal vez de lo que se ha dicho hasta ahora. Tuvo una estatura muy cercana a la de Carlos Fonseca. Jorge Navarro era el arquetipo de la modestia y de la alegría, se juntaban en él estos dos atributos, y con él, Francisco Buitrago, eran íntimos amigos; recuerdo, sobre todo, la generosidad que tenían cuando llegaban a la montaña, pues se desprendían de todo lo que llevaban, repartiendo entre sus compañeros las pocas cosas que tenían.
Rigoberto Cruz y su habilidad para convencer a los campesinos. Era un campesino de origen obrero. Se volvió campesino y llegó a quererlos tanto y a ser tan querido por ellos. José Benito Escobar, que era un trabajador autodidacta talentoso, quien llegó incluso a escribir sobre algunos temas, siempre tozudo, persistente. Con particular cariño recuerdo a Faustino Ruiz, de una nobleza de alma y una lealtad personal muy difícil de encontrar en cualquier otro ser humano. Faustino tenía el mérito de ser un buen guerrillero. Era un hombre excelente de la comarca El Cuje. Era epiléptico y se mantenía normal tomando pastillas, pero a veces estaba muy mal, pero nunca perdía la moral ni la dulzura de la mirada.
Germán Pomares. ¡Yo no sé qué decir de Germán! Tal vez es el más conocido de todos los últimos que he mencionado. Debo hablar de su valor personal y de su inteligencia natural. Me siento muy satisfecho de haber criado a su hijo, que también se llama Germán Pomares, porque ese niño es parte de la deuda que tenemos con él.
Recordar también a las mujeres que Carlos predijo que tendrían un papel relevante que desempeñar en el futuro, y por eso es que cuando se hace Pancasán, invitamos a Gladys Báez “Adelita” y a otras compañeras. Las mujeres y los hombres somos iguales, pero ante esas circunstancias tan duras de la montaña, era difícil que se integraran; aunque te voy a decir que hubo mujeres que nos ayudaron, mujeres misquitas, gente de Katacamas, mujeres que fueron colaboradoras y que participaron en cursos y llegaban a la montaña con las provisiones, aunque no se incorporaron como combatientes por nuestro conservadurismo de entonces.
24 de abril de 1999
COMENTARIO DE LOS LECTORES
1 Jorge Navarro había realizado la primera recuperación económica con un asalto al Banco de América, el 31 de mayo de 1963. En junio, se incorporó a la guerrilla de Raití-Bocay, y murió, como dice el poema de Leonel Rugama, “con los pies engusanados por el lodo de Bocaycito”.
© Onofre Guevara: puede ser que Carlos Fonseca hubiese leído uno o varios libros marxistas en francés, pero no porque no existieran esos libros en Nicaragua. Aquí se vendió literatura marxista desde los años 40, en la Librería Vivas Garay del PSN y en la librería que adjunta a su tienda de venta de materiales de Zapatería tenía don Francisco Mirando, frente al mercado San Miguel, un empresario miembro del PSN nacido en Chinandega, y padre del abogado Julio Miranda Cortés.
2 Manuel Espinoza fue colaborador del FSLN. Con Rolando Avendaño Sandino, fue el director fundador del Noticiero Extra, en el cual el Comandante William Ramírez laboró como Jefe de Redacción.
©Onofre Guevara: En Matagalpa los sindicatos, y por ende, el movimiento obrero, existían desde años antes del nacimiento de Carlos Fonseca. Cuando en 1946 Carlos tenía 10 años, se crea la Confederación de Trabajadores de Nicaragua (CTN), y se elige secretario general al compañero Armando Amador), asisten 8 delegados de la Federación de Trabajadores de Matagalpa. De modo que no es cierto lo que dijo Tomás Borge, respecto al movimiento obrero matagalpino.