Memorias de la lucha Sandinista

Textos históricos

Carlos Fonseca Amador

CARLOS FONSECA (1936 - 1976) 1


Para los luchadores sandinistas, desde inicios de los años sesenta, la figura de Carlos Fonseca se convirtió en un ícono, un ejemplo, un ideal. Carlos es respetado por su agudeza intelectual, su constancia en el estudio y la lucha, su terquedad y su manera fraternal de relacionarse con los combatientes. Su consecuencia es reconocida por todos los que le conocieron, incluyendo sus enemigos.

Pero Carlos es sobre todo el estratega y constructor de una fuerza novedosa, de un contingente revolucionario que fue capaz de luchar de manera sostenida hasta conseguir la masiva incorporación del pueblo a la lucha y el triunfo revolucionario. Carlos es el líder indiscutible de la Revolución. Los problemas que se generaron por las contradicciones propias de una lucha compleja, no empañaron para nada su liderazgo indiscutible en todas las generaciones de militantes sandinistas.

Todos queríamos conocer a Carlos, todos soñábamos con trabajar con él. Y cuantos le conocieron relatan cosas positivas, detalles que siempre abonan a engrandecerlo. Lo definen como humilde, comunicativo, preocupado por los problemas de los demás, cuidadosos de los valores y del respeto a los seres humanos, incapaz de permitir privilegios para sí e intolerante con vicios que empañaban la conducta del militante. De alguna manera era un asceta, un místico.

A lo largo de nuestro programa radial Entre todos, no dejamos de preguntar a los participantes si conocieron a Carlos y qué pensaban de él. Les pedimos que nos contaran anécdotas. Por eso el nombre del Padre de la Revolución aparece prácticamente en todas las entrevistas de los cuatro volúmenes de las Memorias de la Lucha Sandinista, y de ellas se puede extraer fragmentos de lo que significaba para cada uno de nosotros.

Carlos tuvo la lucidez de colocar tempranamente a Sandino como parte sustantiva de la nueva etapa de lucha que se abrió después del ajusticiamiento del tirano y del triunfo de la Revolución Cubana. Su paciencia y terquedad para estudiar la propia historia, analizar las experiencias de otros pueblos y desmenuzar las características de la sociedad nicaragüense y del régimen económico social que queríamos transformar, le permitieron apuntar con gran certeza en la dirección correcta.

Él es el principal autor del “Programa Histórico del FSLN”, pero también profundizó sobre la vía armada como método fundamental de lucha, sobre los actores fundamentales, el papel de los jóvenes, de los estudiantes e intelectuales, de los campesinos y de los obreros. Teorizó sobre el papel de la montaña, del campo, de la ciudad y de las organizaciones intermedias. Se ocupó de la importancia del programa revolucionario, de la formación de los cuadros, de las definiciones ideológicas. No hubo un tema que Carlos no estudiara y sobre los cuales, con una gran visión, no hiciera propuestas que apuntaran en la dirección correcta. Y el desenlace de la historia los confirmó casi en detalle, ya cuando él no estaba para ver realizados sus sueños.

Con el paso de los años, su figura, en vez de disminuir para los revolucionarios nicaragüenses, más bien se agiganta. Muchos tenemos la certeza de que si Carlos no hubiera muerto en el año 1976, otro sería el destino de la Revolución y del Frente Sandinista. De su muerte se dicen muchas cosas; lo más común, que Carlos jamás debió haber entrado a la montaña cuando la represión estaba en lo fino, porque él era casi ciego, porque ya era un hombre de más de cuarenta años, sin el entrenamiento necesario.

Su terquedad e insistencia en subir a la montaña es tal vez de los pocos reproches que le podemos hacer, una decisión que él expió con su preciosa vida. Es lo que el común del pensamiento reclama. Pero nadie podría asegurar que si no hubiera sido por ese viaje, hoy estaría vivo. El mismo día de su muerte cayeron en Managua Eduardo Contreras y Carlos Roberto Huembes; y un hombre como Pedro Aráuz, maestro de la conspiración y de las medidas de seguridad, cayó como un niño frente a la acción de los infiltrados que seguramente estuvieron detrás de su muerte.

Estábamos en una guerra a muerte, y ninguno, ni siquiera los que siempre se escondieron del combate, tenían asegurada la vida. Entonces lo único que podemos hacer frente a la realidad de su temprana partida, es estudiar su pensamiento, su vida, sus enseñanzas, y hacerlas nuestras estrellas luminosas que alumbren el camino en medio de la oscura noche.



NOTA

Este texto introduce una de las entrevistas del II volumen de "Memorias de la Lucha Sandinista".


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