Memorias de la lucha Sandinista

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El Pacto Ortega - Bolaños

La política o el arte de las maniobras sin principios1


Si escudriñamos la realidad, más allá de su apariencia exterior, no nos deben sorprender los virajes políticos que se dieron recientemente en nuestro país. Los arreglos Ortega-Bolaños, la Ley Marco, entre otros, eran hasta cierto punto previsibles, una vez iniciado el ciclo electoral, con sus necesarios ajustes escénicos y el comienzo del fin del gobierno de la “nueva era”.


Desde el año 1999, las dirigencias del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y el Partido Liberal Constitucionalista (PLC), llegaron a acuerdos sustantivos que les permiten administrar el poder absoluto dentro de las instituciones del Estado.


Repartido el poder, adecuadamente e independientemente de quien gane las elecciones, las resoluciones que de estas instituciones emanen tendrán que ser por “consenso”, repartiendo los dividendos de tales decisiones de manera “adecuada” entre los grupos dominantes de cada partido. Todo ello, independientemente de sus aparentes diferencias, y al margen de los epítetos que se lancen desde las butacas parlamentarias.


Los acuerdos del Pacto entre las cúpulas libero-sandinista, es decir, entre las facciones corruptas lideradas por Daniel Ortega y Arnoldo Alemán, son similares a los que en la Historia de Nicaragua ocurrieron bajo la dictadura militar somocista, y que permitieron que el Partido Conservador formara parte del esquema dictatorial, legitimándolo cada vez que se trenzaban en los procesos electorales como si se trataran de verdaderos enemigos.


Si observamos cuidadosamente, las reformas constitucionales pactadas entre Ortega y Alemán en el año 1999, y cristalizadas en leyes aprobadas en la Asamblea Nacional a partir del año 2000, como las enmiendas a la Ley Electoral, por ejemplo, más otros actos de los distintos poderes, dejaron como resultado:


Reformas Constitucionales que disminuyeron el porcentaje requerido por los partidos políticos para ganar elecciones presidenciales, en primera vuelta, estableciendo que un partido político podría alzarse con la victoria electoral con tan sólo un 35%, siempre y cuando la diferencia con el partido del segundo lugar fuese un 5%.


Otorgaron a los salientes Presidentes de la República, un escaño en la Asamblea Nacional (diputación regalada), para favorecer a Arnoldo Alemán quien al cumplir su período presidencial, pasaría automáticamente a ocupar una curul en el Parlamento y gozaría, por tanto, del escudo protector de la inmunidad legislativa.


Las enmiendas constitucionales también establecieron el control paritario y alternado entre los partidos pactantes, de todas las instituciones estatales: Corte Suprema de Justicia, Tribunales de Apelaciones, Juzgados; Ministerio Público; Consejo Supremo Electoral; Contraloría General de la República; Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos; Superintendencia de Bancos; Asamblea Nacional;


Las reformas a la Ley Electoral eliminaron la suscripción popular, otorgó grandes poderes al Consejo Supremo Electoral y forzó el bipartidismo, restaurando, de esa manera, el viejo modelo de las “paralelas históricas”. Además distribuyó el control de todas las mesas electorales o Juntas Receptoras de Votos entre las dos fuerzas del pacto. Se auto recetaron en el cuerpo de la Ley Electoral Reformada, la potestad de inhibir candidatos, entorpecer la creación de otras fuerzas electorales y dificultar enormemente el establecimiento de nuevas alianzas electorales.


Reformaron la Ley General de la Contraloría de la República. Crearon una Contraloría Colegiada, cuyo control fue “adecuadamente” distribuido entre los partidos pactantes. La nueva ley reformada disminuyó a 5 años el tiempo para ser encausado por robos al erario público y otorgó a esta instancia, poder para determinar dichos delitos con una gran discrecionalidad. El Colegio de Contralores se convirtió así, por obra y gracia del pacto libero-sandinista, en un instrumento central para sacar del juego político a quienes los pactantes decidieran de acuerdos a sus intereses políticos; al mismo tiempo que protege a los corruptos, como lo hemos visto en los procesos de estos años.


Entre los años 1999 y el 2000, se consolidaron las privatizaciones de las telecomunicaciones, la energía, y la seguridad social, el arriendo de la empresa estatal Petróleos de Nicaragua (PETRONIC), y el otorgamiento de concesiones de todos nuestros principales recursos naturales y devoluciones de propiedad, incluyendo a la propia familia Somoza, como ocurrió con la Cementera Nacional. Está en curso el proceso que favorecería la privatización del agua.


Se produjo la parálisis total de los movimientos populares frente a las privatizaciones y las reformas jurídicas que allanaron el camino a las políticas neoliberales


Como consecuencia se aumentó el empobrecimiento de las mayorías, la migración y la exclusión social.


El pacto Bolaños-Ortega operó en la misma dirección que el pacto Alemán-Bolaños. Es decir, la esencia del Pacto del año 2000 se mantiene inalterable, siendo este nuevo pacto una mera continuidad del anterior. El acercamiento Ortega-Bolaños era una necesidad imperativa para el danielismo. Sólo los ingenuos podían haber pensado que Ortega iría de la mano de Alemán a las elecciones. El distanciamiento era inevitable.


Se abre ahora un escenario en que ambas fuerzas necesitan enfatizar sus diferencias. Es más, necesitan exacerbarlas hasta aparecer como irreconciliables ̶ volver al  fuego cruzado- 2. Porque además, para el esquema bipartidista, establecido en el pacto, es fundamental el aparentar la polarización extrema. Eso ya ocurrió en el año 2001. Mientras las bases del Pacto permanecían congeladas, los candidatos extremaban sus descalificaciones para hacer creer al electorado que existía una enemistad absoluta. Una vez concluido el proceso electoral, el Pacto volvió a la superficie.


Ganó el Imperio, las cúpulas y el gobierno; perdió el pueblo


Los arreglos de 1999-2000, contaron con el beneplácito del Imperio. Ellos, incluso, llegaron a justificarlos ante quienes nos oponíamos a este pacto diciendo que el “bipartidismo no es malo, en Estados Unidos funciona perfectamente. Lo principal, para ellos, fue que garantizó la desmovilización popular, el aniquilamiento de los restos de resistencia y, con ello, la instalación de todo el andamiaje neoliberal; además, concluyeron el proceso de asimilación de la cúpula sandinista al sistema y sus juegos electoreros.


Los arreglos recientes (octubre 2005), notoriamente fueron propiciados por el emisario especial del Imperio. Como dijo Dante Caputo (entrevista a Dante Caputo por el periodista Carlos Fernando Chamorro del programa Esta Semana, en octubre del 2005): “Zoellick ayudó a encontrar el camino… Hubo un mensaje, el público, el duro, que expresó las posiciones claras que tienen los Estados Unidos. Y hubo una acción que facilitó mucho la tarea nuestra”.


Con los mismos ganó también la administración Bush, las empresas transnacionales, las cúpulas de ambos partidos y los locales grupos económicos dominantes. El gran perdedor fue, como siempre, el pueblo. Ganó, en primer lugar, el Imperio, porque nuevamente cooptó a Daniel Ortega. Logró que le entregara en bandeja de plata el CAFTA, un asunto de principios para los Estados Unidos y para sus empresas corporativas. La consolidación de las políticas del Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Ganó también porque su gerente principal en Nicaragua, don Enrique Bolaños concluirá su obra tranquilo.


Ganó el gobierno: espacio y tranquilidad para sus políticas. De allí que no le importó de inmediato arriar las banderas por la democracia, que supuestamente le motivaban. Tampoco le importó dejar colgados de la brocha al Movimiento por Nicaragua y parte de la Sociedad Civil que le acompañó de buena fe.


Ganó Daniel Ortega: En primer lugar, porque a la par de dar una imagen del “gran componedor”, le permite aparentar la ruptura del Pacto. Por eso ha anunciado a los cuatro vientos que “el pacto se acabó”. Pero también porque le interesa distanciarse del PLC, con quien se deberá enfrentar en la arena política electoral. Es vital para el mantenimiento del esquema, conseguir la polarización del electorado. Ganó Daniel Ortega, porque el arreglo con Bolaños también le permite debilitar el movimiento anti-pacto. Aunque éste también estaba entrando en una recta difícil, ya que su composición pluripartidista no le permitía mucho aire y ya en enero cada partido o fuerza social debe ubicarse en la recta electoral, cada quien desde su propio carril.


Ganaron las cúpulas liberales: el mensaje del Imperio comienza a dar sus frutos en los esfuerzos para la reunificación del liberalismo. Está por verse cuál es la maniobra que permitirá mantener fuera de la arena a Alemán para la consolidación de esta posibilidad.


El pueblo es el gran perdedor, porque es quien siempre paga los costos. El pueblo pagó los costos de la crisis creada artificialmente por los pactistas. Es el pueblo el que sufrió los retrasos de los desembolso financieros de la “cooperación” internacional, pero además, quien durante un año les ha pagado salarios y prebendas a los líderes políticos trenzados en una crisis supuestamente por asuntos sustantivos, pero que se pudo resolver en unas cuantas horas de pláticas tan secretas como milagrosas.


Perdió el pueblo porque se aprobó el CAFTA porque, aunque no lo sabe claramente ya que nadie se lo ha explicado, este Tratado profundizará el esquema económico neocolonial predominante, que sólo ha incrementado la pobreza, la inequidad y la falta de oportunidades para los desposeídos. Prácticamente toda la factura de la crisis y de sus resultados la paga el pueblo de manera absoluta, aunque el mismo no se percate debido a que los reflectores alumbran en otra dirección.


Por nuestra parte, siempre pensamos y afirmamos que el pacto no es una relación definitiva. Que hoy se tiene y mañana se rompe por una nueva relación. Eso está bien para las caricaturas. El pacto es una concepción del poder y la política. La política como el arte de las maniobras sin principios: te alías con un ladrón si te conviene, no importa que le haya robado al pueblo. Es expresión de una concepción prebendaria y utilitaria del poder. Todo lo que fortalezca mi poder y el de los míos, es lo correcto. No importa si con ello se pone en crisis a la nación entera, como ocurrió durante los últimos diez meses. El Pacto en fin, es la expresión de un proceso irreversible de descomposición político-ideológica de la dirigencia sandinista. El desenlace entonces, muestra con claridad palmaria que los intereses del Pacto no son ni nunca han sido los de “una alianza anti oligárquica y antiimperialista”, como lo quisieron vender los ideólogos del Pacto. Ahora ellos tendrán que reinventarse a sí mismos y elaborar nuevas teorías.


Todo lo contrario: el Pacto favoreció y sigue favoreciendo los intereses de grupos económicos de poder. Sigue favoreciendo la estabilidad del modelo económico social imperante y los intereses imperialistas sobre nuestro país.


La próxima y más importante maniobra del pactismo, usando la Contraloría General de la República, el Poder Judicial y el Consejo Supremo Electoral, todos instrumentos suyos, será la de tratar de sacar del terreno de juego a Herty Lewites y toda opción alternativa dentro del sandinismo. A Daniel Ortega no le importa que de la otra arena se fortalezcan los liberales. Con ellos tiene resuelto por largo rato el esquema de reparto del poder, aunque no gane, como no ganará, la presidencia del República. Lo que le preocupa es la posibilidad de un avance o triunfo del sandinismo fuera de su control.


Pero quienes nos oponemos al pacto como inescrupulosa concepción de la política y del poder, los hechos recientes sólo refuerzan nuestra convicción de que la lucha tiene cada vez más vigencia, y que la alianza principal para la victoria es con ese pueblo, aparentemente derrotado.


Esa alianza debe trascender procesos electorales. La única manera de conjurar la próxima maniobra del pacto es con el pueblo, haciendo y conquistando conciencias, en las calles, en la movilización y también en las urnas. La única manera de derrotar el esquema de dominación y exclusión predominante, es seguir dando la batalla con el pueblo, en la movilización, en la insubordinación y en las urnas.





NOTAS


1 Artículo publicado en el Nuevo Diario, 28 de octubre de 2005. A propósito de los acuerdos firmados entre Daniel Ortega y Enrique Bolaños.


2 En el 2001 se transmitió el programa televisivo “Fuego Cruzado”, bajo la conducción de los connotados arnoldistas: Fernando Avellán y el ex-guardia nacional, furibundo somocista, ex-contra y hoy jefe de la bancada liberal, Enrique Quiñonez. A los sandinistas se nos revolvían las tripas por los insultos de ambos; sin embargo, pocos se acordaron de los meses de “amoríos” hacia el arnoldismo por parte de la cúpula sandinista.


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