Memorias de la lucha Sandinista

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EL SANDINISMO COMO FILOSOFÍA REVOLUCIONARIA

O EL ASEDIO PERPETUO A LA OPRESIÓN1


Cuando leí el fax con la sugerencia de preparar una ponencia sobre el tema: “El sandinismo como filosofía revolucionaria”, debo confesar que no pude menos que sonreírme. Me pareció que, una vez más, se cometía una extralimitación teórica al valorar la experiencia revolucionaria del sandinismo en Nicaragua.


Sin embargo, debo confesar, que la amable sugerencia me obligó a discurrir y a repensar sobre la práctica política y las reflexiones del sandinismo, a la luz de los acontecimientos ocurridos en las últimas dos décadas.


Retomando los hechos, las principales transformaciones, las ideas y las situaciones más relevantes enfrentadas por el sandinismo, me encontré con el solemne discurso del Presidente estadounidense, Ronald Reagan (1981-1989), pronunciado ante una sesión conjunta del Congreso estadounidense en la noche del 27 de abril de 1983. Cito al entonces Presidente Reagan:


En Centroamérica se ve amenazada la Seguridad Nacional de todos los países de América. La América Central es la región vital a nuestros intereses; los problemas de América Central afectan directamente la seguridad y bienestar de nuestro propio pueblo… en resumen, les digo a ustedes en esta noche, que no puede haber duda alguna, la Seguridad Nacional de todas las Américas se ve comprometida en América Central; si no podemos defendernos a nosotros mismos en esa región, no podemos esperar que prevalezcamos en otras partes. Nuestra confiabilidad se derrumbaría.Caerían nuestras alianzas y la seguridad de nuestra Patria estaría en peligro.”. Esto dijo Reagan, al Congreso y al pueblo estadounidense.


Obviamente, algo de largo alcance ̶ más allá de una simple afirmación filosófica ̶ estaba ocurriendo entonces en Centroamérica, desde luego y particularmente, en la Nicaragua Sandinista.


La ofuscación imperial en el Congreso estadounidense parecía trascender los estrechos márgenes de los intereses políticos o la búsqueda de recursos financieros para las fuerzas contrarrevolucionarias, conocidas popularmente en Nicaragua como “La Contra”. Tal obnubilación alumbraba, contradictoriamente, la esencia del conflicto.


Una vez más había brotado de la historia el germen irreducible de la conciencia humana, esta vez en la pequeña Centroamérica. En el pecho de hombres y mujeres germinaba la recurrente aspiración a la libertad, a la igualdad, al bienestar, la independencia y la dignidad.


La esencia de la confrontación se derivaba nuevamente de una feliz reincidencia: un pueblo había tomado su decisión, la de luchar. Surgida de lo que siempre ha sido el motor de la acción y el discernimiento de los pueblos, de las clases, de grupos e individuos, a saber, la posibilidad de acceder a la conciencia o mejor aún, al decir del destacado intelectual sandinista Orlando Núñez, a la “insurrección de la conciencia”.


Revisando las ideas y principales acciones del sandinismo, confirmé que el enfoque de nuestra manera de pensar sandinista pareciera orientarse, en materia del quehacer transformador, hacia la disputa de todos los espacios: políticos, económicos o ideológicos. El hacerlo hoy y ahora, sin despreciar ninguna lucha, sin marginar ninguna orientación, resistiendo y afirmando las ideas liberadoras.


En esta última dirección, en Nicaragua decimos: todas las vías están abiertas para insubordinarse, para intentar transformar las cosas y con ello buscar cómo transformarnos nosotros mismos en permanentes sujetos de cambio.


Ninguna alternativa debe ser de previo negada. Sea esta una “asonada”, la lucha de barricadas, el mitin del barrio, la acción sindical, la acción deliberativa de la Universidad, la defensa de la tierra en el campo, la defensa de la ecología, las banderas de género, las reivindicaciones de los marginados de las zonas urbanas, la lucha parlamentaria o la lucha callejera.


En nuestro caso, defendiendo la propiedad democratizada por la Revolución, disputando y arrancando a la burguesía lo que se pueda de la propiedad y el mercado, estimulando la lucha gremial, la emancipación de la mujer, la acción cooperativa y, ¿por qué no? hasta la insurrección solitaria.


Promoviendo la lucha de clases y sus históricos sujetos, sin desestimar la emergencia, en el terreno de la vida, de los nuevos sectores sociales, grupos e individuos; sin despreciar nada, dando lugar a todas las expresiones de la conciencia posible y sus manifestaciones. Afirmándonos, tejiendo vínculos sin prejuicio, promoviendo la fraternidad, el saber, la cooperación, la solidaridad entre quienes luchan revelándose al orden neoliberal.


Como escribía Orlando Núñez:

... desarrollar la audacia para deshacernos de la actual civilización y desprendernos de todos los alivies para comenzar a construir una nueva forma de pensar, sentir, luchar y vivir, recurrir a la memoria histórica de la liberación hasta salirse de las rutas enajenadas… cambiar de creencias, recuperar el goce del trabajo creativo, de las acciones compartidas, desarrollar la ética de las alianzas de justicia popular a fin de recuperar el amor individual y colectivo.”.


Reiterándome la esencia de nuestro pensamiento, pareciera orientarse a la afirmación de que la mejor ruta para avanzar hacia la realización de los cambios revolucionarios y, por lo tanto, a nuestra propia transformación como hombres y mujeres nuevos, es aquella que logra articular y combinar ̶ con tolerancia y búsqueda del consenso ̶ las expresiones de los caminos ya previstos, pero poniendo especial atención a los actos novedosos de la conciencia humana y, desde luego, sin despreciar los actos de protesta de los grupos sociales emergentes en esta sociedad transformada.


Empeñándonos en la tediosa y paciente tarea de organizar, concatenar y articular la herencia doctrinaria del pensamiento revolucionario, el acumulado histórico de nuestros éxitos y fracasos, pero sobre todo ̶ y es uno de nuestros énfasis actuales ̶ atentos y vigilantes para incorporar al caudal emancipador, las nuevas ideas y los pluriclasistas actos de rebeldía. Ser capaces de detectar e incorporar la acción renovadora de la conciencia crítica.


Así, en la Nicaragua sandinista, se llevaron a cabo radicales transformaciones económicas y políticas. En un país esencialmente agrario, haber democratizado la propiedad rural entregando a los agentes del cambio la mitad de la tierra cultivable del país, no era poca cosa. Sin embargo, ello no pudo evitar que la conciencia del campesino, del ciudadano rural, siguiera empeñada por las cadenas del pasado.


El universo subjetivo, el mundo de la cultura, nos hizo pagar nuevamente el tributo de los esclavos: la sumisión y la dependencia al pasado. Ello se puso en evidencia ̶ sin ambigüedad alguna ̶ en los reveses políticos sufridos por la Revolución en el 90 y el 96.


Las transformaciones de la Economía, del Estado y sus Instituciones, dieron sus innegables frutos transformadores, pero resultaron a su vez precarios para nutrir y sustituir la amplitud de la conciencia sumisa, mediatizada por la milenaria explotación.


La Revolución Popular Sandinista aniquiló de raíz los aparatos militares y policiales del antiguo régimen; sin embargo, la fuerza arrolladora de los aparatos armados de la Revolución, resultaron ineficaces para incidir y contener la expresión derechizante del voto, que condujeron al revés político de 1990.


Más trascendente que las transformaciones económicas, sociales y políticas, resultó ̶ en el momento crítico ̶ el mensaje eclesial del Cardenal de la reacción Miguel Obando y Bravo, reactivando la conciencia enajenada que había sobrevivido a los cambios revolucionarios.


Al contrario sensu podemos afirmar que las reiteradas victorias políticas de la reacción, la restauración del imperio del mercado, la globalización de la economía y el amplio respaldo político del imperialismo, no han garantizado ni garantizan ̶ por lo menos hasta ahora ̶ , la estabilidad del actual régimen de la reacción y la contrarreforma.


En Nicaragua se levantan frente a su hegemonía ̶ pretendida universal ̶ las transformaciones materiales y políticas de la Revolución y, sobre todo, –y en ello mi énfasis– la conciencia transformada de una significativa parte de la población que no acepta más la sumisión y la dependencia. Amplios sectores que quieren paz, estabilidad, democracia, Estado de Derecho, pero que no vacilan en traspasar los límites de la legalidad y tomar los rumbos de las protestas, asonadas y barricadas que estremecen periódicamente el país y que ponen en peligro la frágil estabilidad del Régimen Neoliberal.


Así, Revolución y Contrarrevolución parecieran puestas en entredicho por el peso del mundo de la cultura y los valores. Los de la Revolución por su insipiencia y los de la Contrarrevolución por su milenaria permanencia. Todo ello me lleva a reiterar mi convicción de que las clásicas rutas trazadas para los cambios revolucionarios, continúan preñados de limitaciones.


La clásica lucha del oprimido contra el opresor, las fuerzas productivas contra las relaciones de producción, el capital contra el trabajo, ponen en evidencia que siguen quedando sueltas las infinitas mediaciones que desde el ámbito de la ideología se anidan como cultura en la conciencia de los individuos, grupos, y clases sociales, o bien para resistirse al cambio, negándose con ello a cambiar ellos mismos, o bien la conducta de aquellos que se reafirman expresando su rechazo y rebeldía al orden establecido.


De aquí mi respetuosa insinuación: a nuestros grandes esquemas doctrinarios debemos sumarles la necesidad de su cuestionamiento crítico, su permanente adecuación y renovación y que, por otra parte, la poli diversidad de los actos de insumisión y su multisectorialidad, requieren del acompañamiento de la indispensable labor intelectual de la teoría, que permita dar unidad y coherencia a semejante complejidad y desafío.


Permítanme ahora hacer algunos señalamientos más específicos, que parecen caracterizar el pensamiento del proceso sandinista.


Ricardo Morales Avilés, uno de nuestros dirigentes mártires y seguramente el mejor dotado de las herramientas teóricas, escribía para los sandinistas:


Hay que estudiar nuestra historia como marxistas y estudiar el marxismo como nicaragüenses”.

El primer paso en este proceso nacional de búsqueda y lucha, condujo a un gran descubrimiento que marcaría nuestras vidas personales y nuestra existencia como pueblo y partido:


... en aquellos días –señala otro de nuestros dirigentes- las ansias libertarias bullían en las cabezas de los entonces incipientes creadores del FSLN, y se planteaban la necesidad de buscar en nuestras propias raíces, el exacto punto de confluencia, el vector en donde la realidad y la teoría revolucionaria se engranaran para fluir y hacer andar las ruedas de la historia sobre la tierra nicaragüense; Carlos Fonseca encontró ̶ escondido en la tupida maleza del olvido ̶ el nombre de Sandino.” .


Correspondió al fundador del Frente Sandinista, Carlos Fonseca, encontrar nuestro punto de partida en un conjunto de ideas nacionales, localizando las opiniones, los proyectos, los planes, los programas, las concepciones y las acciones de Sandino.


Por esta vía, se operó la gran confluencia: Marx nos marcaba la línea general, y Sandino nos ayudaba a trazar el camino concreto por donde debía transitar la Revolución Nicaragüense, como muy bien observó Giulio Girardi.


De esta manera, las raíces nacionales del pensamiento revolucionario nicaragüense se encuentran sobre todo, en la acción y el pensamiento de Sandino. De ello se desprendió, quizás, una de nuestras principales contribuciones a la práctica y a la teoría del cambio: la trascendencia y la importancia del NACIONALISMO.


Este nacionalismo, esta búsqueda desesperada, desentrañando nuestras propias raíces, nos condujo ̶ para los efectos de la reflexión y la acción ̶ al encuentro entre Clase y Nación, entre la Teoría Universal y la Realidad Nacional. Proceso complejo que terminó en una confluencia entre Marxismo y Sandinismo.


La Liberación Nacional encerraba, a su vez, otro concepto estratégico para nuestra manera de pensar y actuar: el carácter popular de la lucha emancipadora. Ello implicaba que, para que ésta fuese realmente liberadora, debía ser MASIVA. De ahí el afán, táctico y estratégico de procurar la movilización y participación de las masas en su propia liberación. De ahí que la teoría y la práctica se combinaran hasta alcanzar la victoriosa Insurrección Popular del 19 de julio de 1979.


El empeño de buscar las raíces populares, y junto al pueblos las mediaciones liberadoras, hizo brotar el verdadero amor por el pueblo.


Los forjadores de Frente Sandinista lograron imprimir una mística que transcendía la teoría del amor y que terminó –viéndolo desde el punto de vista teórico ̶ tendiendo los puentes para el encuentro con quienes desde una perspectiva subjetiva, proclamaban, desde su quehacer cristiano, el amor por los pobres.


De esta manera terminó operándose una fusión trifásica de Marxismo, Nacionalismo y Cristianismo, que conforman lo que podríamos considerar la corriente o el Pensamiento Sandinista.


Sandino, por otro parte, como matriz principal de nuestra existencia, inoculó en el sandinismo los alcances internacionales de su lucha, señalando que el Movimiento Sandinista forma parte de un proceso más amplio, indicando de manera imperativa, que los sandinistas formamos parte de la acción liberadora de los pueblos de América Latina. Ese era su sueño, esa fue su lucha.


Además, el motor inicial de su conciencia, de su motivación revolucionaria, ligada ̶ como estuvo- al enfrentamiento de las recurrentes intervenciones norteamericanas en nuestra patria, nos legó tal vez uno de los principios fundamentales vitales del Sandinismo: el ANTIIMPERIALISMO.


Correspondió a los forjadores del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN), la histórica misión de vincular nuestras ideas al pensamiento de Bolívar, Martí, Mariátegui, Fidel y el Che, cuya figura debemos conmemorar luchando, en el 30 aniversario de su inmolación.


Estimados compañeros:


Quiero concluir expresándoles tres observaciones íntimas que acosan todos los días mi compromiso como militante sandinista.


La primera confesión está referida a los antecedentes que les he expuesto. Nada más desafiante, y por momentos angustiante, que el desafío de seguir siendo revolucionaria. Nada me ha parecido en mi vida más difícil, y a la vez estimulante, que esforzarme por seguir fiel a Sandino, Carlos Fonseca, y a todos aquellos que como el Che, se desprendieron de todo por la causa de la Revolución.


Nadie es revolucionario de una vez y para siempre. Nadie tiene los suficientes méritos acumulados que le den la solvencia definitiva de su estatus revolucionario.


Sin embargo, quiero decirles, que vale la pena intentarlo todos los días. Y el que a pesar de los desafíos, incomodidades y dificultades, no hay nada más gratificante que sentirse parte activa de las mujeres y hombres que en América Latina soñamos con la utopía del amor y la justicia.


Mi segunda confesión está referida al contexto histórico que vivimos. Los himnos de victoria del capitalismo resuenan por todo el planeta; sin embargo, no es la primera vez que ello ocurre. En esta época de reflujo del Movimiento Revolucionario, enfrentemos la situación con serenidad estratégica.


No importa que el capitalismo haya desarticulado nuestras fuerzas. No importa que haya quienes defeccionen de nuestras filas. No importa que florezcan las elaboraciones teóricas para justificar la desmoralización y hasta la traición.


La fuerza del capitalismo sigue entrañando los gérmenes de su debilidad. Basta navegar en internet para darse cuenta de ambas cosas. Lo más importante, lo crucial y decisivo, es trazarnos las tácticas y las estrategias correctas en esta coyuntura en que el combate pareciera ser favorable a nuestro enemigo.


Es en estas coyunturas que Lenin reclamaba del Movimiento Revolucionario la mayor flexibilidad táctica y estratégica. Las intransigencias principista, el dogmatismo, deberían tener muy poco o ningún espacio en nuestras mentes y corazones. Este es el momento de acumular todas las fuerzas posibles para enfrentar al adversario, y ello sólo es posible abriendo nuestro espíritu y, sobre todo, nuestras prácticas a la participación de todos al combate.


Diversos pero unidos, saldremos victoriosos. Unámonos, sumemos fuerzas al asedio. Que cada quien se sienta libre de participar en la lucha con sus propias armas y reivindicaciones.


Y por último ̶ con esto concluyo ̶ , nada me parece más importante que seguir siendo fiel a la ética de los revolucionarios. Nuestra moral nos impone no sólo la lealtad a nuestros principios, sino sobre todo, nuestra lealtad con quienes se mantienen firmes en la lucha.


No podría concluir esta oportunidad sin decirles que en el 30 aniversario de la caída del Che, mi mirada y solidaridad se dirigen al indomable pueblo cubano que sigue firme, insumiso y rebelde ̶ como el Che ̶ , para decir al neoliberalismo y su mundo globalizado, que para nosotros está lejos de representar el fin de la historia.


Los invito, los incito, a que sigamos participando del asedio a la opresión para que viva la causa de la liberación y, en definitiva, para que nosotros mismos podamos ser libres.


Muchas gracias.





NOTA

1 Ponencia presentada por Mónica Baltodano, miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista, ante el Simposio de Florianópolis, organizado por la Universidad Federal de Santa Catarina. Rio Grande del Sur. Brasil. Mayo de 1997.


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